Blogia
Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

¿Partido Popular versus derecha social?

Una derecha populista española dispersa y fragmentada: nacional-revolucionarios, familias “históricas” (4)

Una derecha populista española dispersa y fragmentada: nacional-revolucionarios, familias “históricas” (4)

Para desplegar ante el lector -especialmente el no familiarizado con este espacio político- con cierta lógica el amplio arco de siglas e iniciativas que, de alguna manera, pudieran ser adscritas al área de la derecha populista, es imprescindible establecer un criterio objetivo. Así, los investigadores belgas Jean-Yves Camus y Manuel Abramowicz, el 19 de febrero de 2010, insertaron en su web “Resistencias – Observatorio belga de la extrema derecha” un artículo esquemático de la extrema derecha francesa, poniendo el acento en la posición de todos los grupos de los que hablarían ante el Frente Nacional. Titulado «La extrema derecha francesa, cada vez más atomizada», dividían casi un centenar de entidades de todo tipo y calado –partidos políticos, círculos de pensamiento, entidades regionales, publicaciones, entidades sectoriales- en 5 corrientes, a saber:

  1. Derecha nacionalista frentista. Entidades que orbitan en la periferia del Frente Nacional con voluntad de coadyuvar en su esfuerzo común.
  2. Derecha nacional e identitaria anti-frentista. Partidos “enemigos” del FN, en su mayor parte escisiones del mismo y que aspiraban a relevarlo o reconstruirlo; sin éxito hasta ahora, todo hay que decirlo.
  3. Identitaria-regionalista. De ámbito local, en ocasiones partícipes de algunas iniciativas del FN y en su mayor parte, también escisiones del FN.
  4. Inter-corrientes. Grupúsculos de diversa naturaleza que, ocasional o regularmente, establecen alianzas con alguna de los corrientes anteriores.
  5. Extra-corrientes. Trabajan al margen de las primeras tres corrientes citadas, bien en el ámbito del pensamiento, bien de la acción sectorial.

Tal esquema, de una objetividad y racionalidad bastante ponderada, es inaplicable en España, al no existir en nuestro país una entidad central de referencia de la derecha populista: desde la afirmación o el cuestionamiento.

Por ello, teníamos varias opciones en la organización y descripción del área. La primera, conforme al criterio empleado en el artículo anterior -inspirado en el trabajo de autores tan dispares pero autorizados como Xavier Casals o Ernesto Milá- es decir, el derivado de la evolución de los “polos o familias” de carácter ideológico más o menos afines; excluyendo el indeseable fenómeno de las organizaciones populistas impulsadas por empresarios de historial delictivo. Así, estableceríamos las siguientes categorías: 1. Familias “históricas”. 2. Identitarios y antinmigración. 3. Conservadores: escisiones u otros del entorno del Partido Popular. Pero presenta una objeción: dejaría fuera del análisis, o forzando muchísimo su encaje, diversas siglas caracterizadas por su radicalidad ideológica, y otras que, por su mayor moderación o su peculiar perfil ideológico, no encajan en ninguna de las tres categorías indicadas. De modo que habría que sumar a esa tríada, al menos, dos categorías más: 1. Nacional-Revolucionarios, y 2. Populistas moderados.

Una segunda vía de análisis la constituiría determinar la explícita vocación, de cada sigla analizada, en ocupar el espacio de la derecha populista, bien como fuerza hegemónica, bien como mera integrante y con la legítima pretensión de alcanzar cierto peso en la misma. Pero, al igual que el anterior, también presenta algunas dificultades metodológicas; no en vano, la determinación de la naturaleza ideológica de algunos de tales partidos y su tacticismo, escapan de la dinámica que entendemos central, en ausencia de una organización española referencial, como es el caso del Frente Nacional francés.

Nos hemos decidido, finalmente, por el primero de los criterios mencionados, pues es un dato concreto de la realidad, histórico y fáctico, reconocible externamente; mientras que el segundo violentaría la propia definición particular en no pocos supuestos, e introduciría en su desarrollo una mayor confusión que pudiera derivarse en una discusión terminológica sin fin. Somos conscientes de que el criterio es perfectible y, por ello, limitado. Con toda seguridad, algunas de las organizaciones, que luego veremos, o no pocas de las personalidades que mencionemos, no se sentirán bien encuadrados o definidos. Están en su derecho. Hablaremos, por ejemplo, de Nacional-Revolucionarios, pero ¿hay unanimidad en lo que se entiende por tal concepto? Me temo que no. Y lo mismo pasa con el término en alza de “identitario”. ¿Qué significa ser identitario? ¿Un patriota español es identitario o tal calificativo lo limita y distorsiona? ¿Y patriotas es lo mismo que nacionalista? ¿No podría calificarse también de identitaria a la autodenominada izquierda abertzale, llevando la argumentación hasta sus últimas consecuencias, tal y como hacen numerosos autores? Pero análogas dudas nos surgen con otros conceptos. ¿Son los mismo derecha social, derecha nacional y derecha conservadora? ¿Populismo en es un concepto peyorativo o positivo? ¿Y qué decir de la llamada Revolución Conservadora? ¿Fue José Antonio un tradicionalista revolucionario o un revolucionario tradicionalista?, etc., etc.

No pretendemos sentar cátedra; únicamente, despejar un poco la confusión que el panorama presenta en una primera mirada, recordar algunos hechos, y tratar de proporcionar elementos de reflexión para un debate de futuro, si los interesados en ello lo desean. Los conceptos y las categorías que emplearemos pretenden simplificar, despejar el panorama y ello, inevitablemente, generará discrepancias terminológicas, precisiones doctrinarias, etc. De este modo, la determinación teórica de esas “familias” y su inclusión, a efectos de este estudio -de pretensiones más periodísticas que de otro tipo- de grupos y personalidades, no implica juicio peyorativo alguno.

Pero, en cualquier caso, es imprescindible establecer algunas convenciones terminológicas, mínimas. Es reto es doble, pues: mostrar este “mundillo”, evitando el prejuicio generalizado que lo demoniza a priori; y tratar de encajar la piezas, sobre unos conceptos y categorías susceptibles de múltiples matizaciones desde diversos puntos de vista- de un puzle que, tal vez, concluyamos, correspondan no a una, sino a varias imágenes.

Hechas estas precisiones, veamos brevemente, en dos entregas, las agrupaciones más  relevantes (agrupadas en esas 5 categorías). Y dejaremos para entrega posterior una aproximación a su incidencia social (número de concejales, publicaciones, editoriales, etc.), lo que complementaría la mirada al conjunto de esta área; que insistimos, es plural, poliédrica, cambiante, en ocasiones complementaria y en otras, antagónica…

En este texto veremos dos de las cinco categorías citadas.

1.- Nacional-Revolucionarios. Caracterizados por su radicalidad ideológica, cierta agresividad en las formas, y una marcada simbología, son tributarios, en mayor o menor medida, de las ideologías extremistas de la posguerra mundial; concretamente, del neofascismo, del nacional-socialismo y de sus nuevas formulaciones. Empeñados en la consolidación de sus propios grupos, convencidos de la pureza y clarividencia de sus ideales y estrategias respectivas, no se presentan fácilmente permeables a tácticas que impliquen un trabajo de integración con otros grupos de calado superior; al contrario que en Francia donde grupos análogos (por ejemplo, Vox NR y Jeune Nation) colaboran, en mayor o menor grado, con el Frente Nacional. Veamos sumariamente los más relevantes.

.- Movimiento Social Republicano (MSR). Una de las siglas más activas del área; polo de atracción de numerosos grupos locales y jóvenes de diversa procedencia. Organizan las anuales Jornadas de la Disidencia, en Madrid, y las Jornadas Antiglobalización de Zaragoza, convocatorias que atraen a jóvenes activistas de todo el arco del populismo radical español y a no pocos “veteranos”. Es el fruto de la persistencia de su secretario general, Juan Antonio Llopart, quien difundiera en España, en su día, el chocante -cuando no aparentemente imposible- pensamiento “nacional-bolchevique”. Liga Joven es la sección juvenil. Cuentan con un órgano sindical: la Unión Sindical de Trabajadores. Hispania Verde es la sección ecologista-excursionista y el Círculo Atenea, la de las mujeres más comprometidas. Ediciones Nueva República, con sus numerosos libros y la revista de pensamiento Nihil Obstat, también mantiene su vínculo con la entidad por medio del propio Llopart. Su pretensión es la consolidación de un partido inequívocamente nacional-revolucionario; un concepto táctico fruto de las factorías intelectuales del neofascismo de los años 70 y 80. Mantienen relaciones de hermandad con organizaciones internacionales tan diversas como los italianos de Fiamma Tricolore, escisión radical de la Alianza Nacional de Fini (antiguo MSI), o el Partido Sirio Social Nacionalista (de Líbano y Siria). Aunque determinados de sus postulados son asimilables a algunas de las expresiones de la derecha populista europea (identidad, denuncia de la partitocracia, justicia social-socialización), su fundamentalismo doctrinario y personalismo le dificulta sumarse a proyectos de entidad superior.

.- Asociación Cultural In Memoriam Juan Ignacio González. Toma su nombre de quien fuera el primer secretario nacional del mítico, en los ambientes radicales, Frente de la Juventud; escisión madrileña de toda la juventud de Fuerza Nueva acaecida en septiembre de 1978, y uno de los motivos de su declive. Asesinado el 12 de diciembre de 1980 en uno de los escasos atentados políticos de la Transición no esclarecidos todavía, aunque reivindicado por el GRAPO, y atribuido sin prueba alguna por algunos medios periodísticos a “ajustes de cuentas y rencillas internas”, sus ex-camaradas siguen responsabilizando del hecho a las “alcantarillas del Estado”. La entidad es liderada hoy por el carismático Juan Antonio López Larrea. Alberga no pocos antiguos militantes del Frente Nacional (posterior al fundado por Blas Piñar, a no confundir con el mismo, pues, y que fue fruto de una escisión falangista). Nacido con la vocación de mantener viva la memoria de Juan Ignacio González, de impulsar una nueva investigación judicial, y de dinamizar con su experiencia la revigorización de la derecha radical, puede asomarse a la tentación partidista, funcionando como un partidito más; lo que acaso anulara buena parte de su potencial.

.- Acción Nacional Revolucionaria (ANR). Sigla-Coordinadora que agrupa una heterogénea diversidad de grupos locales, webs políticas y musicales, etc., de calado muy diverso, distribuidos por diversas localidades de toda España; caracterizados por su autonomía organizativa, radicalidad verbal, integración muchos de ellos en aficiones futbolísticas, y cierto mimetismo de los grupos que bajo el lema “libre, social, nacional”, mantienen en Francia análoga dinámica. En diversas concentraciones celebradas en Madrid, generalmente convocadas por otras organizaciones, han agrupado medio millar de activistas vestidos de negro, muchos de ellos rapados y otros, encapuchados, con banderas de la cruz céltica en blanco sobre fondo negro y enarbolando antorchas; una escena tan sugerente como inquietante. Enfocados al activismo, no parecen ser fácilmente asimilables a un partido populista, más cuando carecen de líderes visibles.

.- Alianza Nacional (AN). Esta organización de corte socialista, nacionalista y racial nacida en 2005, es liderada por el histórico militante Pedro Pablo Peña; quien sufriera condena de prisión en 2000 por tenencia de sustancias explosivas. La Fiscalía del Tribunal Supremo abrió diligencias informativas cara su posible ilegalización el pasado 1 de octubre de 2013, debido a los hechos perpetrados en la librería Blanquerna. Nunca ha superado los 3.000 votos en las diversas elecciones a las que se ha presentado. Si bien colabora con otras pequeñas organizaciones en la plataforma “La España En Marcha”, su radicalismo parece más dirigido a la formación de jóvenes intransigentes, para quienes ha creado la sección Frente de Juventudes, que a la consolidación de un partido posibilista. Banco Social es el conjunto de sus iniciativas en el campo de la asistencia social “a españoles”.

.- Devenir Europeo. Organización minúscula de corte nacional-socialista ortodoxo, heredero ideológico y moral de CEDADE, la más potente organización española explícitamente neonazi, disuelta en 1993, y cuyos líderes más conocidos fueran Jorge Mota, Ramón Bau y el editor/librero Pedro Varela. Sin peso ni vocación alguna en la configuración de un partido populista posibilista.

.- Partido Nacional Republicano (PNR). Minúsculo partido, presente casi exclusivamente en Madrid, fundado por el prematuramente fallecido Joan Colomar, quien, procedente de la extrema izquierda trotskista, derivó hacia posturas “terceristas” a resultas de su acercamiento al pensamiento de Nietzsche. Su objetivo es la “república nacional, unitaria y socialista”. Su radicalidad ideológica lo presenta como escasamente permeable a ningún proyecto exterior.

.- La bandera negra. Nuevo grupo impulsado por el hiperactivo y siempre polémico Ricardo Sáenz de Ynestrillas; quien llegó a pedir el voto, bien para Falange Auténtica, bien para UPyD. República, Soberanía, Democracia, Autogestión y Federalismo; tales son sus principios. Un grupo que se encuentra en pleno debate interno y de difícil clasificación e inserción dentro de las familias políticas comunes.

 

La potencialidad de los integrantes de estos grupos, cara a la constitución de un partido populista, es de carácter individual o local. Es evidente que su fundamentalismo doctrinario, que no admite renuncias ni concesiones, les incapacita en la flexibilidad necesaria para el tejido de unas alianzas que pudieran desvelar supuestas debilidades o cesiones al sistema. Pero la tentación “entrista”, para no pocos de sus integrantes, se concretaría caso de consolidarse esa eventualidad, como opción posibilista y salida personal –incluso colectiva- al ambiente claustrofóbico y de soledad que suele experimentarse vitalmente en su seno; tal y como ha sucedido en Francia, con el Frente Nacional y en otros países. Por otra parte, tamaña radicalidad les inhabilita como socios deseables desde las posiciones más realistas y moderadas que deben tributar debidamente a la respetabilidad pública.

 

2.- Familias “históricas”.

.- Falangistas. Ya hemos hablado algo de los grupos falangistas; concretamente en torno a su papel en la coalición Unión Nacional que aupó a Blas Piñar como diputado nacional. Los años posteriores lo fueron, para este sector, de convulsión y fragmentación, perdiéndose a lo largo de este proceso buena parte de sus estructuras y militancia; alcanzando su punto álgido en 1997, cuando el que fuera Jefe Nacional, Gustavo Morales, dimite inesperadamente. Mientras que Diego Márquez Horrillo conservaba legalmente la sigla histórica de FE de las JONS junto a un reducido grupito de leales, los seguidores de Gustavo dan lugar a FE/La Falange, que eclosionará en varias organizaciones autónomas: Mesa Nacional Falangista, recientemente integrada en FE de las JONS; La Falange (sector José Fernando Cantalapiedra, quien fundará otro Frente Nacional, finalmente disuelto tras su fracaso en las elecciones europeas de 2009 en las que obtuvo 7.970 votos); La Falange (sector Manuel Andrino, que pervive hoy); y Falange Auténtica, desgajada a su vez de la Mesa Nacional Falangista.

En 2004, los inasequibles al desaliento de Falange Española (independiente) se integran con Diego Márquez Horrillo en FE de las JONS, siendo nombrado años después, uno de los suyos, el que es su actual Jefe Nacional: Norberto Pico Sanabria. FE de las JONS mantiene su voluntad de constituirse en alternativa revolucionaria al sistema. En las Elecciones Generales de marzo de 2008, Falange Española de las JONS obtuvo 14.023 votos. Cuenta con una pequeña organización sindical, la UNT, y trata de abrirse a la sociedad civil; caso del encuentro “La alternativa en movimiento”, celebrado el pasado 22 de junio de 2013. Persigue, igualmente, reagrupar a los denominados “falangistas sin falange” (FSF), que participan en algunos foros, decepcionados de tantas batallas internas y la eterna desunión falangista, y configurarse, finalmente, en la casa común de todos los falangistas. En el 80º acto conmemorativo de la fundación de Falange, celebrado a puerta cerrada tras amenazas de la extrema izquierda, destacaba la presencia mayoritaria de un sector de asistentes de edad mediana, sin apenas jóvenes, lo que contrastaba con una de las constantes históricas de los grupos falangistas: mucha gente joven, bastante muy mayor y poca de edad mediana. Una constatación generacional que, acaso, señale que las nuevas generaciones de militantes disidentes con el régimen se dirigen mayoritariamente hacia formaciones de nuevo cuño. Dada su voluntad de constituirse como alternativa de futuro, no parece permeable a pactos electorales.

Por su parte La Falange, de Manuel Andrino, implantada especialmente en Madrid, participa plenamente en la coordinadora “La España En Marcha”, junto a grupos radicales; una plataforma a la que le falta una mayor definición de tácticas y estrategias.

Falange Auténtica, habiendo perdido su puñado de concejales (Hoyo de Pinares, Ardales…), se mantiene libre de compromisos, salvo el que alcanzó con FE de las JONS coyunturalmente en la campaña “Defensa Social”, acentuando unos rasgos que, acaso, pudieran calificarse como socialdemócratas; empleando –incluso- algunos términos característicos de la “ideología de género”. En las elecciones europeas de 2009 obtuvo 5.165 votos.

Por último, mencionemos que el concejal por Santoña, Leoncio Calle, varias veces electo en diversas candidaturas falangistas, mantiene su concejalía, todavía hoy, bajo la sigla de otro grupo aparentemente extinto y que en su día agrupó originariamente a una parte de los militantes de FE de las JONS (Auténtica) al disolverse su partido: el Movimiento Falangista de España (MFE) en el que militó el histórico y añorado falangista Narciso Perales hasta su fallecimiento en 1993.

¿Cómo explicar, a los 80 años de la fundación de Falange Española, esta situación? ¿Es realista la pretensión de los falangistas de hoy de constituirse en alternativa al sistema? ¿Cómo, aparentemente, perfilan respuestas tan dispares? No siendo este modesto escritor persona cualificada para emitir tal juicio, me remito a algunas reflexiones del historiador Francisco Torres, procedentes de su libro, que me atrevo de calificar de extraordinario, El último José Antonio (Barbarroja, Madrid, 2013, 602 pp.) en su apartado final, y que enfocan esas cuestiones en su encrucijada real. Perdonen tan larga cita, pero, realmente, merece la pena conocer esas conclusiones que, evidentemente, no tienen por qué hacerlas propias ni sus lectores ni los falangistas de hoy; pero que, incuestionablemente, aportan algunas luces y claves de la situación descrita. Veamos algunas de ellas. «A) El pensamiento de José Antonio es una construcción ideológica inconclusa. En ella, más que de evolución, debiera hablarse de desarrollo y agregación. (…) Fijó las grandes palabras pero no su desarrollo práctico, de ahí las aparentes contradicciones de su pensamiento, las antinomias sin resolver y la ambigüedad interpretativa de algunos de sus planteamientos» (Pág. 574). «B) (…) Solo desde el terreno especulativo se puede plantear: si José Antonio hubiera superado sus cada vez más acusadas antinomias, si hubiera resuelto satisfactoriamente las dudas sobre las que construye y conceptualiza; si se hubiera despegado definitivamente de la visión aristocratizante de la política que comienza a revisar y matizar en sus escritos de Alicante; si hubiera alcanzado a definir su propuesta democrática a través de una nueva “construcción de contenido”; si acorde con lo anterior, hubiera encontrado respuesta a la organización de la participación popular en la vida pública; o si finalmente hubiera reformulado su débil propuesta sindicalista, concebida como instrumento y no como fin, para nacionalizar la izquierda y evitar la revolución antioccidental, encontrando un modelo organizativo de la economía y las relaciones laborales capaz de superar las injusticias provocadas por el capitalismo y recuperando, al mismo tiempo, para el Estado la soberanía económica (…)» (Pág. 575). Y su párrafo final: «De José Antonio y de su mito va a quedar, como algo permanente, el arquetipo humano que refleja una forma imitativa de ser y estar, de hacer frente de forma comprometida al reto de la existencia y de la preparación del alma para la eternidad; los atisbos cercenados de una nueva expresión del humanismo cristiano» (Pág. 583).

El interés del estudio de los grupos falangistas, cara a la temática de la derecha populista, estriba en que estas formaciones han generado sucesivas oleadas de militantes; en general, personas muy capacitadas y formadas, que han terminado a lo largo de todo el espectro político español. De modo que, entendido como Escuela de Formación Política, de hecho y no jurídicamente hablando, el falangismo sigue siendo un banco de capital humano, iniciativas e ideas.

.- Por lo que respecta al tradicionalismo hispánico, la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC), en su lenta pero constante recuperación, se presentó en las elecciones generales de 2008, al Senado en todas las circunscripciones, y al Congreso en siete provincias; sumando, por lo alto, unos 45.000 votos que, al no concurrir otras formaciones “patrióticas”, no necesariamente puede afirmarse que sean patrimonio de la CTC. Está presidida por María Cuervo-Arango Cienfuegos-Jovellanos, y su Secretario General es el navarro Javier Garisoain. En su entorno existe cierto grupo de entidades afines, coordinados en la Liga Tradicionalista (asociación juvenil Cruz de Borgoña, Foro Alfonso Carlos I, asociación Cruz de San Andrés, Editorial Tradicionalista, Socorro Blanco y una treintena más). Mantiene una militancia muy formada, que se moviliza regularmente y con una notable presencia de jóvenes. Además ha demostrado músculo negociador, al firmar el manifiesto conjunto que cara a las elecciones europeas de 2014 ha suscrito junto a Familia y Vida y Alternativa Española, según veíamos en el primer artículo de esta serie. Existe, por otra parte, un pequeño núcleo agrupado en torno a la denominada Secretaría política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, a quien reconoce como Abanderado de la Tradición; siendo José Miguel Gambra su Jefe Delegado. Está integrado por pequeños pero muy activos círculos de intelectuales vinculados a diversos centros de estudios, revistas y editoriales (algunos de ámbito internacional). Este núcleo no comparte el antes mencionado acuerdo conjunto en el que participa la CTC.

En Francia, los tradicionalistas políticos y religiosos (entre ellos, los seguidores de Marcel Lefebvre) participan, en mayor o menor medida, en diversas actividades del Frente Nacional, jugando el papel de “intelectuales orgánicos” para un sector de su electorado y de impulso movilizador en determinadas actividades: defensa de la familia, de la libertad religiosa, de los cristianos perseguidos en diversos lugares del mundo, contra las profanaciones religiosas, etc. Es el caso del Centre Charlier, Agrid, L´Institut Civitas, Chrétienté-Solidarité y Renouveau FranÇais. En España no sería imposible –en teoría- que jugaran un papel análogo, según se configure finalmente el acuerdo electoral citado, en su búsqueda de nuevos aliados. El tradicionalismo, pues, sigue siendo otro banco de ideas, escuela de formación y una pequeña masa electoral fiel y en permanente movilización.

.- Franquistas. Debe destacarse que, en términos generales, el falangismo y tradicionalismo actuales se vienen desmarcando del franquismo; por entender que éste instrumentalizó ambas corrientes políticas, y otras, según el momento histórico concreto, en aras del proyecto personal de Franco, de consolidación institucional del Régimen, y los imperativos políticos del exterior.

En ese sentido, disuelta Fuerza Nueva por Blas Piñar, y posteriormente el Frente Nacional, el alejamiento de falangistas y tradicionalistas del franquismo se acentuó, no sin resistencias, en sus respectivas áreas. La consecuencia de esta tendencia es que, aparte de la Fundación Nacional Francisco Franco, que no es un partido político, únicamente dos pequeñas organizaciones pueden calificarse, genéricamente, como franquistas. Unos últimos apuntes al respecto.

Alternativa Española (AES), si bien es conocida su génesis y los vínculos familiares y personales de algunos de sus dirigentes con Blas Piñar, se define como “alternativa social-cristiana”, no encontrándose ninguna referencia directa al franquismo, ni en su declaración política, ni en su programa fundacionales, fechados hacia 2003. Y ya que hemos vuelto a mencionar a Blas Piñar, a quien jamás hemos negado –ni necesita nuestra aprobación ni concurso para nada y en nada- su condición de extraordinario orador, magnífico y prolífico escritor, persona formadísima, trabajador incansable, fidelidad y coherencia inquebrantables, no nos resistiremos a reproducir un párrafo procedente de la página 10 del Nº. 2 de la revista No Importa, portavoz de Falange Española (independiente), fechado en noviembre de 1977, segunda parte de un análisis crítico publicado en los dos primeros números de la revista (texto sin firma) titulado “Fuerza Nueva y Franco”. Dice así: «El amor de Fuerza Nueva por Franco ha sido siempre un amor no correspondido. Los hombres de Fuerza Nueva han proclamado constantemente su adhesión y lealtad al 18 de julio y a la obra de Franco. Franco se ha dejado querer y adular por Fuerza Nueva, pero nada más. Si Franco hubiera considerado que los mejores intérpretes del 18 de julio y de su política eran Blas Piña y los hombres de Fuerza Nueva les hubieran llamado a desempeñar cargos de responsabilidad en su régimen. No fue así». En cualquier caso, Piñar fue Director General, entre 1957 y 1962, del Instituto de Cultura Hispánica, procurador en las Cortes Españolas y consejero nacional del Movimiento por designación libre y directa de Franco. Pero tales reflexiones, que entendemos actuales y compartidas por la generalidad de los falangistas de hoy, acaso pudieran ser una modesta y original contribución al posicionamiento de la derecha populista ante el complejo fenómeno de un régimen franquista, ya remoto e inédito -cuando no mitificado o demonizado- para la inmensa mayoría de los españoles de hoy, y cuya invocación nostálgica no aporta necesariamente respuestas concretas a los problemas reales y cotidianos que los españoles precisamos. Otra cuestión es el juicio que merezca a la Historia, y, especialmente, los intentos de torpedeamiento, de la todavía inacabada labor de reconciliación entre los españoles, desplegados desde el revanchismo de una mal enfocada “Memoria Histórica”.

Hemos hablado de dos organizaciones, en cualquier caso. Veámoslas.

El Movimiento Católico de España es la primera de ellas en nacer; y lo hizo ya en 1981 como pequeña escisión de la todavía existente Fuerza Nueva, a la que criticó sin reservas por el curso que seguía, de la mano de quien fuera uno de los líderes de su rama juvenil, Fuerza Joven, y quien sigue siendo su máximo dirigente: José Luis Corral. Este grupo insiste en los aspectos religiosos del nacional-catolicismo franquista, siendo su propaganda, en general, un tanto tosca, escasamente elaborada y de una notable carga nostálgica. Por sus filas han pasado no pocos militantes; pudiéndose afirmar lo mismo que se decía de su partido madre: “es como el Metro de Madrid: pasa mucha gente y no se queda casi nadie”. En la actualidad, muy reducido ya, se ha integrado en la dinámica de la plataforma “La España En Marcha”.

El Nudo Patriota Española (NPE) es la actual organización dirigida por uno de los activistas históricos de la extrema derecha española: Eduardo Arias; quien se define como nacionalista español, que no identitario (matización no carente de interés). Pretende articular el espacio político de lo que denominan “patriotismo español”, invocando para ello al anterior régimen en campañas como: “¡Gracias Franco!”, “¡Vuelva, General!”, “Que no te cuenten cuentos, ¡Franco molaba!”. Presentes fundamentalmente en Madrid, cuentan con una élite militante denominada Sección de Activistas de España y una docena de delegaciones locales. Es uno de los puntales de “La España En Marcha”.

 

El alcance de ambas organizaciones, desde una perspectiva histórico/política, indica cómo el franquismo mayoritario de la extrema derecha española de hace unas décadas, ha devenido en residual; de hecho el último avatar de Fuerza Nueva, Alternativa Española (AES), veíamos antes, elude dicha conceptuación. Si la derecha populista tiene una posibilidad de presencia en España, no lo será de la mano de estas organizaciones nostálgicas, dada su esterilidad política y propositiva.

 

La semana próxima continuaremos con este repaso del área populista español, centrándonos sumariamente en los grupos identitarios/antiinmigración, los populistas moderados y los conservadores.

 

+ Artículos anteriores:

La derecha populista europea se organiza (1).

http://latribunadelpaisvasco.com/not/639/la_derecha_populista_europea_se_organiza__1_

Una derecha muy diversa, pero identitaria y euroescéptica, presente en toda Europa… salvo en España (2)

http://latribunadelpaisvasco.com/not/655/una_derecha_muy_diversa__2_

La larga marcha de la extrema derecha española (3)

http://latribunadelpaisvasco.com/not/685/la_larga_marcha_de_la_extrema_derecha_espanola__3_

+ Artículo próximo:

Una derecha populista española dispersa y fragmentada: identitarios, populistas, conservadores (5)

 

 

http://latribunadelpaisvasco.com/not/704/una_derecha_populista_espanola_fragmentada__4_

La larga marcha de la extrema derecha española (3)

La larga marcha de la extrema derecha española (3)

Desde que el notario Blas Piñar accediera al Congresos de los Diputados, allá en 1979, encabezando la coalición Unión Nacional, la genéricamente denominada extrema derecha ha ido de mal en peor, políticamente hablando. Sumaron nada menos que 378.964 votos bajo el lema «España en tus manos»; de ellos 110.730 en Madrid.

Piñar, concurriendo en solitario, no pudo ser reelegido en las elecciones de 1982, disolviendo su partido Fuerza Nueva. Regresaría a la política en 1986, fundando el Frente Nacional con la intención de conseguir un escaño en Europa, lo que no fue posible; sumando 122.927 votos en las elecciones al Parlamento Europeo de 1987. Precariamente, a la vez que sufría diversas escisiones, el partido se mantuvo hasta 1994, en que es disuelto de nuevo por este peculiar político que ajustaba los horarios de las sesiones de los congresos de sus sucesivos partidos a su imperdonable siesta diaria.

En otro plano, diversas facciones pugnaban por hacerse con el control de la sigla histórica de Falange Española de las JONS, participando la liderada por Raimundo Fernández Cuesta en aquella efímera Unión Nacional que aupó a Piñar al Congreso, junto al también falangista Partido Nacional Sindicalista-Círculos José Antonio, de Diego Márquez Horrillo; generando una complicada historia de escisiones, unificaciones, pactos, reincorporaciones, expulsiones, etc., sólo apta iniciados. Mencionemos, no obstante a Falange Española de las JONS (Auténtica), un intento renovador e izquierdista de la vieja Falange, a la que pretendían desvincular radicalmente del franquismo,  y Falange Española (independiente), heredero del mítico Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES) que precediera a los “auténticos” (o “hedillistas”) desde una ortodoxia literal en el intento. Tres son los grupos falangistas de vocación política, herederos de la primigenia Falange Española fundada hace ya 80 años, supervivientes todavía hoy, de los que hablaremos más adelante: FE de las JONS, La Falange y Falange Auténtica.

La tercera pata de Unión Nacional, es decir, los grupos tradicionalistas (excluimos del estudio a la Confederación de Ex-Combatientes, pues no era propiamente dicho un partido político), al no renovarse la coalición electoral, siguieron su propia ruta. Desaparecida la Agrupación de Juventudes Tradicionalistas fundada en 1977 bajo la dirección de Santiago Martínez-Campos, y refundada en 1986 la Comunión Tradicionalista Carlista, ésta formación, que nació de la unión de los diversos grupitos carlistas del momento, sufrieron la aparición de una disidente y peculiar Comunión Tradicionalista hacia 2001 nucleada en torno al pretendiente Sixto Enrique de Borbón, integrada fundamentalmente por minúsculos grupos de intelectuales muy activos y vinculados en su mayoría a la llamada “misa tradicional”. Ambas entidades sobreviven hoy día manteniendo sus desencuentros ideológicos, religiosos y dinásticos.

Por su parte, el sindicato que se había organizado desde Fuerza Nueva en su mejor época, Fuerza Nacional del Trabajo, languidecía hasta agotarse y desaparecer silenciosamente. Además, cerraban los diarios “El Alcázar” y “El Imparcial”, se clausuraban sedes de los grupos políticos afines, desaparecían los boletines locales…

Otras siglas trataron de ocupar el espacio explícitamente ultraderechista, simultánea o posteriormente a las aventuras de Piñar: Juntas Españolas, impulsadas ya en 1983 desde el mencionado diario El Alcázar, y su organización juvenil Patria y Libertad; Democracia Nacional, que reunió a supervivientes de Juntas y el neonazi CEDADE; España 2000; Plataforma por Cataluña; etc. Desde Democracia Nacional, formación existente todavía hoy, y que fracasó electoralmente de modo reiterado, se elaboró el concepto de “autonomía histórica”: el primer intento orgánico de desarrollar una formación al uso de los nuevos aires populistas procedentes de Europa, desvinculado de la esterilidad política de las fracasadas “familias históricas” mencionadas, apelando a la fraseología antiinmigración e identitaria en alza fuera de España.

Más allá de la extrema derecha clásica (insistimos, conforme la terminología al uso, no en vano los falangistas se proclaman “ni de derechas, ni de izquierdas” y el tradicionalismo admite como mejor definición la de “innovadora”, antes que la de extremista), España ha vivido algunas efímeras aventuras de carácter populista protagonizadas, curiosamente, por empresarios que han tenido, por decirlo suavemente, serios problemas con la Ley. En tales casos, que veremos a continuación, sin duda concurrió un legítimo “voto protesta” –siempre presente bajo diversas fórmulas a lo largo de estas décadas y sin duda, creciente hoy- que, instrumentalizado, avaló unas formaciones caracterizadas por el extremo personalismo, la carencia de un programa político alguno mínimamente consistente, y la concurrencia de gravísimos incidentes penales de sus impulsores; circunstancias que contribuyeron a anular unas intentonas que sólo cabe definir como esperpénticas.

La Agrupación Ruiz-Mateos, fundada por el ya expropiado empresario José María Ruiz-Mateos, consiguió un sorprendente resultado en las elecciones europeas de 1989: 608.560 votos, es decir, un 3’84 % del total de emitidos, lo que le supuso 2 escaños en Europa. Pero dicha formación fue incapaz de consolidarse, de modo que tras varios fracasos electorales posteriores, en las europeas de 1994 únicamente sumó 82.410 votos, apenas un 0’44 %  de los emitidos, perdiendo ambos escaños. En consecuencia, el partido se disolvió.

El Grupo Independiente Liberal (GIL) fue una nueva aventura populista impulsada por otro polémico personaje, el empresario Jesús Gil y Gil, iniciada en 1991. Así, en las elecciones municipales del 26 de mayo de 1991 consiguió un sorprendente éxito electoral, alcanzando el 65’68% de los votos de Marbella. De las 25 concejalías, obtuvo 19, proclamándose Jesús Gil alcalde de la localidad. El GIL renovó mayoría en dos elecciones sucesivas (las de 1995 y 1999), finalizando su último mandato en 2003 con Julián Muñoz (otro delincuente) como alcalde. Además, el GIL gobernó Ceuta de 1999 a 2001. Y en otras localidades andaluzas obtuvo magníficos resultados, llegando a gobernar incluso alguna de ellas: Barbate, San Roque, Chipiona, La Línea de la Concepción, Tarifa, Estepona, Ronda, Casares y Manilva. En las elecciones generales de 2000, Jesús Gil se presentó como diputado al Congreso, obteniendo a nivel nacional apenas 72.162 sufragios. No lo consiguió. El GIL cesó toda su actividad en 2007, al no poder presentarse a las elecciones municipales a causa de los numerosos problemas legales en que incurrieron los más destacados líderes de la formación.

En 1999, la Ejecutiva del histórico y casi extinguido Centro Democrático y Social (CDS), que fundara Adolfo Suárez al marcharse de su UCD, nombró a otro singular personaje, condenado a pena de prisión por varios delitos de carácter económico, Mario Conde, como candidato de Unión Centrista-CDS en las elecciones generales de 2000, en las que obtuvo un resultado desastroso de apenas 23.576 votos. Conde lo intentó de nuevo en 2011 fundando Sociedad Civil y Democracia (SCD). Ese partido se presentó a las elecciones al Parlamento de Galicia del 21 de octubre de aquel año; sin obtener representación. Poco después, se despidió del partido.

Veamos el cuarto eje de este espacio (los anteriores, veíamos, son las familias “históricas”, las aventuras populistas y los grupos antiinmigración). No pocos estudiosos y activistas del difuso y plural espacio “a la derecha del PP” vienen depositando sus esperanzas en una escisión en el mismo, evidenciada la traición de éste a sus electores y a su mismo programa electoral sucesivamente y, especialmente, de la mano de Mariano Rajoy; un perfecto social-demócrata en la práctica, según estos detractores, y un acomplejado cultural y políticamente ante el hegemónico pensamiento radical-progresista.

Mencionemos, en esa línea, al único intento concreto de conformación de un partido conservador explícito, a la derecha del espacio que ocupa el Partido Popular: nos referimos al Partido Demócrata Español (PADE), que fundara Juan Ramón Calero, ex-portavoz de los populares en el Congreso, hacia 1996. En las elecciones municipales de 2003 obtuvo 34 concejales en toda España. Y en las de 2007, un total de 20; en su mayor parte, en la Comunidad de Madrid. El partido, tras una trayectoria agónica, se disolvió en la primavera de 2008. Seguramente, esta decepcionante experiencia haya desanimado a otros políticos populares en el intento de iniciar aventuras análogas. En esa línea, diversos nombres han sonado a lo largo de estas décadas. Jaime Mayor Oreja, por ejemplo, ya se vio envuelto en un supuesto intento de creación de una “Unión del Pueblo Vasco”, que buscaría el éxito conseguido en Navarra por Unión del Pueblo Navarro (UPN). Un intento frustrado o, desde una perspectiva táctica, una sutil manera de “hacerse valer” y asegurarse un papel relevante en el seno del Partido Popular.

Montserrat Nebrera fue otro nombre que sonó como posible cabeza de una derecha conservadora neta. En su enésimo intento de revitalizar a los populares catalanes, fue captada por el Partido Popular hacia 2006. Profesora en la Universitat Internacional de Catalunya, era además Directora de Estudios Sociales en el nacionalista Instituto Cambó. Elegida parlamentaria por el PPC en las elecciones de 2006, lo abandonó tres años después. Tras desencantar a quienes la miraban como la “Rosa Díez de la derecha”, encabezó la candidatura al Parlamento de Cataluña de 2010 de Alternativa de Govern por Barcelona, consiguiendo un resultado ridículo.

Y, hace unos pocos meses, se desveló en algunos medios digitales la supuesta existencia de un eje escisionista netamente conservador en el Partido Popular, formado por Jaime Mayor Oreja, Aleix Vidal-Quadras y Santiago Abascal. Parece ser que Jaime Mayor encabezará, de nuevo, las listas populares al Parlamento de Estrasburgo en las próximas elecciones; en un intento de frenar, especialmente ante el sector social que apoya a las víctimas del terrorismo, la erosión en apoyos electorales que todos los estudios demoscópicos auguran a los populares. Vidal-Quadras permanece en una calculada ambigüedad, y con el mérito de hacer iniciado el único intento serio de regenerar al Partido Popular desde dentro, mediante la plataforma Reconversión. Santiago Abascal, impulsor y máximo dirigente de la Fundación para la Defensa de la Nación Española, compañero de Vidal-Quadras en Reconversión, ha abandonado el Partido Popular en torno al pasado 24 de noviembre de 2013, sin desvelar sus pasos futuros. Previamente, había sido fotografiado junto a Albert Rivera y el ex-socialista Antoni Asunción en el acto de presentación de Movimiento Ciudadano en el Hotel Goya de Madrid el pasado 26 de octubre, y que pudiera ser el inicio de una posible extensión de Ciutadans (su tercer intento) a nivel nacional en competición con la UPYD de Rosa Díez; circunstancia que laminaría seriamente las posibilidades reales de ambos ante los imperativos del sistema representativo mayoritario español. Si el paso de Abascal lo es a título personal, o es la avanzadilla de un movimiento más amplio encaminado a conformar una lista conservadora al Parlamento Europeo, se verá en el futuro.

La cuestión es: desaparecida, por simple extinción biológica, la generación que hizo la guerra civil, integrada en el sistema la mayor parte de la nada escasa militancia ultra de aquellas décadas, ¿existe un espacio propio para una nueva derecha “populista y a la europea”? La experiencia de Plataforma por Cataluña, que a continuación mencionamos, junto la persistencia de un “voto de protesta” (en sus diversas fórmulas, como el creciente voto en blanco y nulo, y el sumado por los grupos populistas como la Agrupación Ruiz-Mateos), y la aparición de nuevas franjas de electores descontentos (padres perjudicados por la legislación civil y penal ultrafeminista, comerciantes arruinados por las grandes superficies, jóvenes desempleados en las periferias de las grandes ciudades, defensores acérrimos de la vida humana), parece acreditar que efectivamente es así.

De esta “larga marcha” aquí descrita, debe destacarse el único éxito real de la derecha identitaria española reciente: el alcanzado por Josep Anglada; antiguo militante de Fuerza Nueva y, posteriormente, del Frente Nacional. Polémico personaje, populista, extrovertido e imprudente, cuyos problemas personales y de liderazgo han empañado su incuestionable ascenso político, es su máximo protagonista. Y nos referimos a su criatura política: Plataforma per Catalunya (PxC, Plataforma por Cataluña). Los orígenes de esta agrupación, a la que se han sumado arribistas de toda calaña, sufriendo deserciones y escisiones sin cuento, se remontan al 15 de enero de 2001, cuando el citado Josep Anglada crea Plataforma Vigatana, una iniciativa local en el municipio barcelonés de Vic donde reside. Poco después, el 5 de abril del 2002 fundará Plataforma per Catalunya. En las elecciones municipales de 2003 obtuvo un 7´4 % de los votos de Vich. Fracasando en las sucesivas elecciones autonómicas, se vuelca en las municipales, pasando de los 17 concejales obtenidos en las elecciones municipales de 2007, a un total de 67 en 2011. Puede parece poco, pero es mucho, si lo comparamos con la veintena de concejales conseguidos por el resto de grupos ultras en el resto de España o en las convocatorias anteriores.

No obstante, y pese a este último aspecto, hoy día, a finales de 2013, el panorama que ofrece el amplio y plural espacio que aquí repasamos, es el de total desorganización y dispersión, careciendo del imprescindible liderazgo que merezca tal calificativo. De hecho, esos tres ejes mencionados (desaparecido afortunadamente el de las aventuras de empresarios metidos en política) en torno a los cuales, alternativa o conjuntamente, podría configurarse una formación unitaria, suman no menos de una treintena de siglas que veremos en la próxima entrega.

 

+ Artículos anteriores:

La derecha populista europea se organiza (1).

http://latribunadelpaisvasco.com/not/639/la_derecha_populista_europea_se_organiza__1_

Una derecha muy diversa, pero identitaria y euroescéptica, presente en toda Europa… salvo en España (2)

http://latribunadelpaisvasco.com/not/655/una_derecha_muy_diversa__2_

+ Artículo próximo:

Una derecha populista española dispersa y fragmentada: nacional-revolucionarios, familias “históricas” (4)

Una derecha muy diversa, pero identitaria y euroescéptica, presente en toda Europa… salvo en España (2)

Una derecha muy diversa, pero identitaria y euroescéptica, presente en toda Europa… salvo en España (2)

Introducida la cuestión del fenómeno del populismo de derechas en Europa –con todas las reservas que merece tal denominación- en el artículo anterior, veamos el panorama que presenta, a día de hoy, en el plano de sus organizaciones políticas. Y empecemos por el arco mediterráneo.

Así, el crecimiento del partido griego Amanecer Dorado, sus peculiaridades, contradicciones y excesos, su delicada situación legal, y los asesinatos (en propios y ajenos) asociados al mismo, han sido cubiertos ampliamente dado su particular interés mediático. No podía ser de otra manera. De la nada absoluta, alcanzaron un relieve muy notable en el contexto de la gravísima crisis económica y política que sacude Grecia; únicamente eclipsado en ese auge, por la tan admirada en España coalición de izquierdas SYRIZA. En las elecciones legislativas del 17 de junio de 2012 sumó el 6’92% de los votos y 18 diputados, pasando a ser el quinto partido del arco parlamentario griego. Pese a la precariedad administrativo-legal en que se encuentra el partido de Nikolaos Michaloliakos, y su azarosa trayectoria, sus expectativas de voto siguen creciendo según los más recientes estudios demoscópicos.

Marine Le Pen, heredera de su padre Jean Marie del Front National, periódicamente es noticia por sus políticas transversales, sus avances en los estudios demoscópicos y diversos éxitos electorales locales. Rompe esquemas, ganas simpatías, desconcierta con su “liberal” vida privada y sus opiniones morales; pero sigue sin ser admitida por el sistema partitocrático galo. Hay más grupos a su derecha, pero ha conseguido el mérito de eclipsarlos a todos ellos y sobreponerse a diversas escisiones; algunas de ellas, muy cualificadas en líderes y secciones militantes (MNR, Partido por Francia, Nueva Derecha Popular…).

En Italia, “la destra”, tal como se conoce al conjunto de sensibilidades neofascistas, derechistas, etc., tan presente en el panorama público, cultural y político nacional, se derrumbó electoralmente a resultas de la estrategia posibilista y arribista desarrollada por Gianfranco Fini y su post-fascista Alleanza Nazionale (formada a partir del histórico y llorado MSI), mano a mano con el corrupto Berlusconi, en cuyo Pueblo de la Libertad (PDL) diluyó su formación, y la Liga Norte del felizmente jubilado Umberto Bossi, dirigida hoy por Roberto Maroni. Rota “la destra” en múltiples formaciones, desahuciado políticamente hablando Fini, se han iniciado contactos por buena parte de quienes secundaron, en un momento u otro, la extinta Alleanza Nazionale, para reconstruir un partido con la pretensión de, en las próximas europeas, superar los dos millones y medio de votos; alcanzando así representación en Europa y sentando las bases del reencuentro de todos los “patriotas”. Así, el 9 de noviembre, en el Gran Hotel Parco dei Principi di Roma, nació el “Movimiento por Alianza Nacional” al que se han sumado Francesco Storace por La Destra; Luca Romagnoli por Fiamma Tricolore; Adriana Poli Bortone, del Partido del Sur; Roberto Menia, de Futuro y Libertad de Italia, que fundara ulteriormente Fini al romper con Berlusconi; Domenico Nania, de Nueva Alianza; Oreste Tofani, de Nación Soberana; Antonhio Buonfiglio, de El pueblo de la vida; y Roberto Buoanforte, director del “Giornale d´Italia”. Pretenden abrirse a otros “históricos” del neofascismo, caso del antiguo alcalde de Roma, Gianni Alemanno, y Fratelli d´Italia, de Ignazio La Russa y sus compañeros. A nivel representativo, el senador del Veneto, Alberto Filippi, electo por la Liga Norte, ha anunciado que se sumará al proyecto. Quedarían fuera Forza Nuova, de Roberto Fiore, y Casa Pound Italia, de Gianluca Iannone.

Portugal comparte la excepcionalidad española; por lo que, seguramente sea más correcto acuñarla como “ibérica”. Pese a ello, un Partido Nacional Renovador, liderado por José Pinto Coelho, pugna, de momento sin éxito, por saltar a la política institucional, en dura competencia con los democristianos “de derechas” del Centro Democrático Social – Partido Popular.

En Gran Bretaña, los ultras del British National Party (BNP), liderados por el europarlamentario Nicholas John "Nick" Griffin, sufren la concurrencia y éxitos del United Kingdom Independence Party (UKIP) de Nigel Farage; partido populista, euroescéptico, que cuenta por su parte con 12 escaños en el Parlamento Europeo.

Holanda sigue experimentando el ascenso del Partido de la Libertad (PVV), liderado por Geert Wilders, de motor antiinmigracionista, corazón identitario, liberal en lo económico, y simpatizante del estado de Israel; lo que le ha generado el calificativo de prosionista por parte de no pocos de sus correligionarios, generando una nueva brecha en la generalmente dividida extrema derecha local y de ámbito europeo.

Bélgica, en su interminable crisis de identidad y cohesión nacional, contempla la amenaza siempre permanente de la extrema derecha separatista flamenca, bajo la sigla que el régimen permita, tras sucesivas ilegalizaciones. Así, la ahora denominada Vlaams Belang obtuvo 2 europarlamentarios. Por el contrario, en la región francófona, las numerosas facciones ultras valonas son incapaces de aglutinarse, pese al patrocinio de alguna de ellas por sus correligionarios franceses.

Alemania no ha permitido cuajar un partido ultra. El ya histórico Nationaldemokratische Partei Deutschland (NPD) sigue en la marginalidad y al filo de su ilegalización, pese a su presencia en 2 parlamentos regionales del este. Otras formaciones han tratado de explotar un posible electorado radical: la DVU, Los Republicanos, etc. Por último, una nueva formación euroescéptica, la Alternativa para Alemania (Alternative für Deutschland, AfD), presidida por Bernd Lucke, ha superado al histórico Partido Liberal en la elecciones nacionales del pasado septiembre; si bien, por décimas, no logró entrar en el Bundestag.

La pacífica y tranquila Austria se ha convertido en el paraíso ultra de Europa, si bien dividido en varias formaciones; cuya suma acaso sea el más alto porcentaje de voto radical de derechas alcanzado en toda Europa. El carismático, demagogo y populista Jörg Haider fue su responsable, orientando al envejecido partido liberal, Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ) hacia posturas identitarias y la lucha antiinmigración. En 2005 Haider se escinde, fundando La Unión por el Futuro (Bündnis Zukunft Österreich – BZÖ), de ámbito regional de Carintia, donde alcanzó su presidencia. En contra de las previsiones, que entendían que el FPÖ debía su ascenso al personalismo de Haider, su nuevo presidente, Heinz Christian Strache, cosechó magníficos resultados, siendo en la actualidad el tercer partido de Austria, tras democristianos y socialdemócratas. Por su parte, Jörg Haider falleció el 11 de octubre de 2008 en un accidente de tráfico, transformándose el BZÖ en el Die Freiheitlichen in Kärnten (FPK). Pero el pasado 28 de junio, en su último congreso, el FPK ha aceptado integrarse con el FPÖ de Carintia. Y, cuando la extrema derecha parecía, ya antes de su unificación, tener expedito todo su campo, apareció el fenómeno del Team Stronach, un partido político euroescéptico y nacionalista fundado por el millonario Frank Stronach, quien consiguió 10 escaños que, de no haberse presentado, hubieran arribado, previsiblemente en el FPÖ.

En la neutral y aséptica Suiza, la calificada como xenófoba y neutralista Unión Democrática del Centro o Partido Popular Suizo (Schweizerische Volkspartei), está presidido desde el 1 de marzo de 2008 por Toni Brunner. En las elecciones de 2011 obtuvo el 26´6 % de los sufragios emitidos. Mantiene, desde su fundación, un crecimiento electoral sostenido, contando con un electorado fiel que hace de la lucha contra la inmigración ilegal, la defensa a ultranza del peculiar status suizo y de las clases medias, sus banderines de enganche.

En los países escandinavos, diversos partidos nacionalistas y euroescépticos, de denominación y genealogía muy diversa, mantienen su crecimiento. Así, el Partido del Pueblo Danés mantiene 1 eurodiputado. En Finlandia, el Partido de los Auténticos Finlandeses (con 1 europarlamentario y un 9’4 % de apoyo), es el que ocupa el mismo espacio identitario y euroescéptico. Por su parte, Demócratas de Suecia (Sverigedemokraterna, SD) fue fundado en 1988 como un  movimiento nacionalista. Su presidente es Jimmie Åkesson desde el 7 de mayo de 2005. Björn Söder es el secretario general del partido desde 2005, y líder del grupo parlamentario desde que en las Elecciones generales de 2010 superaron el umbral del 4 % necesario para obtener representación parlamentaria. Según los resultados definitivos, obtuvieron el 5,70 % (339.610 votos) y ganó veinte escaños parlamentarios. Y en Noruega, esa común bandera la enarbola el Partido del Progreso (FrP) encabezada por Siv Jensen.

En Polonia, el Partido Ley y Justicia (con 6 europarlamentarios) del ex primer ministro Jaroslaw Kacynsky alcanzó el 17,1%. Con todo, existe un constante flujo y reflujo de otras formaciones nacionalistas más radicales a su derecha de incierta evolución y confluencia, destacando Narodowe Odrodzenie Polski (Renacimiento Nacional Polaco).

En Eslovaquia, Marian Kotleba, del nacionalista/populista Partido del Pueblo-Nuestra Eslovaquia (LSNS) fue elegido días atrás, en el pasado mes de noviembre de 2013, nuevo presidente la región de Banska Bystrica con el 55’5 % de los votos; la más extensa del país. Un éxito sin precedentes del populismo en ese país.

El resto de Europa oriental ha visto nacer toda una pléyade de partidos ultras entre los que destacan: el Partido del Derecho Croata (Hrvatska Stranka prava, HSP); el Partido Radical Serbio (Српска радикална странка/Srpska radikalna stranka); el JOBBIH búlgaro (3 europarlamentarios), el Partido de la Gran Rumanía (con 3 europarlamentarios), la búlgara Unión Nacional de Ataque (Ataka, con 2 escaños europeos), etc.

Diversos analistas especializados en este tipo de movimiento, al caracterizarlos de exceso “personalismo” y “populismo”, y, en consecuencia, carentes de un verdadero programa político de largo alcance, suelen augurarles escaso futuro en el supuesto –inevitable, antes o después- de desaparecer sus fundadores. Pero los hechos parecen desmentir tales augurios. Recordemos, así, como el asesinato de Pim Fortuyn no segó su nicho electoral, siendo éste recuperado por el Partido de la Libertad de Geert Wilders. Lo mismo ha sucedido en Austria que, con ocasión del fallecimiento de Jörg Haider, se festejó el inevitable declive, desmentido por los hechos, del FPÖ. Y algo similar puede alegarse respecto al relevo generacional de la familia Le Pen y su Frente Nacional.

Otro asunto muy distinto es el del peso de la antigua extrema derecha que, de alguna manera, le precedió. Extinguida la generación combatiente anticomunista, o directamente nazi/fascista, le sucedió en su particular travesía del desierto toda una pléyade de formaciones genéricamente neofascistas que no prosperaron (salvo el Movimiento Social Italiano, MSI). No pocos de ellos, no obstante, han encontrado acomodo en estos nuevos partidos, bien como base electoral, bien en su periferia manteniendo círculos culturales y escuelas de formación, de militantes muy ideologizados, en contraste con los programas de estos partidos; únicamente beligerantes en cuestiones como el euroescepticismo, la lucha contra la inmigración ilegal y la islamización, y su oposición al poder creciente de las élites de Bruselas.

http://latribunadelpaisvasco.com/not/655/una_derecha_muy_diversa__2_

 

+ Artículo anterior:

La derecha populista europea se organiza.

http://latribunadelpaisvasco.com/not/639/la_derecha_populista_europea_se_organiza__1_ 

+ Próximo artículo:

La larga marcha de la extrema derecha española (3)

La derecha populista europea se organiza (1)

La derecha populista europea se organiza (1)

Vienen produciéndose numerosos movimientos políticos cara a las próximas elecciones a celebrar en España, es decir, las europeas del año próximo. Plataformas de uno y otro signo, especialmente en el espacio existente entre el PSOE e Izquierda Unida, la posible irrupción de Ciutadans mediante el Movimiento Ciudadano como fuerza de ámbito nacional, propuestas de de coalición de partidos nacionalistas, etc.

Pero esos movimientos no tienen lugar únicamente en España: en toda Europa, políticos y partidos se posicionan, redefinen estrategias y buscan aliados.

Así, entre otras muchas, ha saltado la noticia de que Geert Wilders, líder del holandés Partido de la Libertad, y Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional galo, han anunciado su pretensión de sumar una alianza internacional de partidos populistas afines que les permitiera crear en el futuro Parlamento Europeo, un grupo parlamentario propio; lo que requiere 25 escaños. En la citada información se mencionaba a varios posibles socios europeos…, ninguno español.

No obstante, en algunos medios digitales se afirmó que el grupo extraparlamentario Alternativa Española (AES) estaría interesado en esta alianza. De momento, lo único confirmado es que este partido, junto a Familia y Vida y la Comunión tradicionalista Carlista (de momento, tres de la galaxia de grupitos integrantes del espectro que podríamos definir, con múltiples matices, derecha populista española), habrían suscrito el pasado 17 de noviembre un manifiesto conjunto con la declaración de principios que proponen a otras formaciones sociales -invocando a las raíces cristianas de Europa, la defensa de la familia y la vida- para conformar una candidatura que les permitiera salir del ostracismo político en que este sector político español se encuentra desde hace casi 30 años.

“Derecha populista”, “fuerzas nacionales”, “identitarios”, “social-patriotas”, “derecha radical extraparlamentaria”, la “ultra”, la “extrema derecha”, “los fachas”, el “facherío”, etc.; diversas denominaciones -propias, unas, ajenas y despectivas, otras- para una realidad plural, cambiante, de estilos e ideologías no necesariamente coincidentes, y por completo desestructurada... en España; que no en el resto de Europa.

La “derecha populista” y/o “identitaria” europea -terminología que entre politólogos y comunicadores se viene imponiendo al despectivo y acaso ya menos omnicomprensivo de “extrema derecha”- es una realidad que se viene consolidando, poco a poco, país a país: partidos políticos de nuevo cuño irrumpen, con mayor o menor fortuna, en el juego político de las diversas naciones europeas al margen de las familias políticas tradicionales dominantes desde el término de la Segunda Guerra Mundial (socialdemócratas, cristianodemócratas, socialistas, comunistas, liberales, conservadores, ecologistas…), aglutinando un voto de protesta, además del residual de la extrema derecha “clásica”.

Situados de modo genérico, especialmente por parte de sus numerosos detractores, en el extremo derecho del arco político, estos “nuevos” partidos se autodenominan muy diversamente: de la libertad, del progreso, del pueblo… No obstante, algunas características pueden ser compartidas por la mayor parte de ellos: defensa de la identidad nacional, euroescepticismo frente a los mandatos de Bruselas, temor a la islamización, críticas a las políticas inmigracionistas, defensa de la familia (no siempre y tampoco de manera análoga). Es un poliédrico cajón de sastre, pero comparten, en definitiva, ese euroescepticismo, unas señas de identidad que entienden deben ser preservadas para las generaciones futuras, cierto desprecio por la partitocracia tradicional…, y poco más.

No pretenden destruir el sistema democrático, en general; al contrario, afirman que éste se encuentra distorsionado por las prácticas oligárquicas de una clase alejada de la ciudadanía. Se caracterizan por ser liderados por figuras carismáticas; poco programa y mucha víscera. Y les separan nacionalismos localistas, antiguos y estrechos; el papel que atribuyen al Mercado (los hay ultraliberales, otros son, por el contrario, intervencionistas y estatalistas); unos adoran Israel, mientras que otros lo denostan; hay cristianos (católicos tradicionalistas, luteranos, ortodoxos….), paganos (en la línea preconizada por la “Nueva Derecha” de Alain de Benoist y otros), agnósticos, gnósticos incluso; unos prosperan entre la pequeña burguesía y la clase media (Suiza, por ejemplo) y otros en los antaño “cinturones rojos” de las grandes urbes (Francia, es el caso); unos defienden a la familia despectivamente denominada “tradicional”, frente a otros partidarios de “nuevos modelos” (¿recuerdan cuando el populista holandés Pim Fortuyn rechazó ser calificado como racista y xenófobo al afirmar “mi mejor amante ha sido un marroquí”?); etc.

Constituyen un fenómeno complejo. Así, Lluís Bassets ya afirmaba, hace más de 10 años (El País, 23/06/02): «Las nuevas extremas derechas no son necesariamente antisemitas ni partidarias de sistemas totalitarios como venía sucediendo hasta hace unas pocas décadas. Son proamericanas y modernas, chovinistas y xenófobas, pero especialmente arabófobas e islamófobas. Liquidado el comunismo, centran su discurso de confrontación en un antiprogresismo visceral, de sarcasmo y diatriba virulenta, de descalificación sin debate de ideas respecto a todo lo que tenga que ver con la tradición de izquierdas, el Mayo del 68 y el socialismo».

Por su parte, la revista de pensamiento, situada en el espacio de la izquierda crítica, El viejo topo, publicó, también por entonces, concretamente en su número 171 (octubre de 2002), un “dossier” titulado «Los nuevos fascismos» (páginas 31 a 50). Ya en su introducción de la página 31 adelantaba varias de las conclusiones a las que llegarían sus autores. Así: «Esta nueva extrema derecha, además, ha sido capaz de contaminar el discurso y la práctica política de las derechas clásicas e incluso de los que dicen querer circular por terceras vías. Su base social, hoy igual que ayer, está formada por gentes de la clase media y de la clase obrera, atemorizadas por la incertidumbre ante el porvenir y hastiados de la banalidad, la doble moral y la corrupción de la democracia representativa. Populistas anti-sistema pero capaces de pactar con éste, nacionalistas irredentos, los nuevos fascismos no son la mera actualización de los viejos, aunque conservan muchos de sus rasgos y principios; sería un grave error considerarlos como antiguallas, simples resonancias de un pasado que se resiste a ser enterrado. Se trata de un fenómeno con facetas nuevas que se asienta sobre problemas reales. Reales y graves. Ignorar estos equivale a ignorar el peligro que representan para la libertad y la democracia».

José María Tortosa, en su artículo «Fascismos de hoy y de ayer», repasaba los tradicionales pronunciamientos de algunos pensadores, especialmente izquierdistas -clásicos y recientes- ante los fascismos. Así, relacionaba este fenómeno con el neoliberalismo, la globalización, los islamismos radicales, etc.; todo ello de la mano de autores como Marx, Hegel, Cándido, Mussolini, Umberto Eco, Jean Baudrillard, Erich Fromm, Talcott Parsons, Nicos Poulantzas, Alain Touraine, Herbert Marcuse, Samir Amin, Immanuel Wallerstein. En la página 33, de Ludovico Incisa, destacaba la siguiente cita: «El fascismo es una ideología de crisis (…) el evento revela la crisis, no la provoca».

Marcos Roitman Rosenman es el autor del segundo trabajo, «La Nueva Derecha y el fascismo». Serían evidentes, a su juicio, los rasgos comunes entre el fascismo y las propuestas de la Nueva Derecha de finales del siglo XX; analizando para ello las grandes líneas de la segunda, en particular, la crítica cultural a la razón occidental (aclaremos que la Nueva Derecha rechaza por igual a marxismo y cristianismo), la defensa del capitalismo como sistema productivo y la lucha contra el sistema «considerado como un gobierno mundial de transnacionales» (página 43) a través de la violencia, el egoísmo, la heroicidad y la entrega. Para ello citaba a Alain de Benoist, Guillaume Faye, Seev Steinhell, Carlos Pinedo, Konrad Lorenz… Podemos destacar la siguiente conclusión inserta en la página 44: «Se trata de una propuesta cultural cuyo atractivo radica en la movilización y el rechazo a la uniformidad nacida del consumismo. Muchos podrían estar compartiendo parte del diagnóstico. En eso consiste su atractivo y su fuerza».

En «Intrusos en el polvo», de Ferran Gallego, se afirmaba que: «Los movimientos nacional-populistas no son una pura reedición del fascismo, aunque contengan factores de resonancia» (pág. 48). ¿Cómo conectarían, entonces, con los sentimientos populares estos nuevos movimientos? El precitado aseguraba que «Por ello, quienes votan a los partidos nacional-populistas indican que lo han hecho porque se sienten cansados de la vieja política, de las mentiras normalizadas durante décadas de infierno. Cansados de la corrupción de una elite, cansados de ser los perdedores de la modernización» (pág. 49). Pero, entonces, hay que interrogarse, ¿se trata de una mera reacción sin propuestas ni soluciones? El autor consideraba que no es así, pues «el nacional-populismo deja de ser una protesta para adquirir el rango de una propuesta, que ofrece soluciones radicales, que ofrece mediaciones pactistas, que es capaz de instalarse fuera del sistema, pero también de llegar a los gobiernos (…)». Y concluía: «A la izquierda le corresponde examinar los canales que permiten circular el líquido de desamparo, anomia, inseguridad y recelo que la extrema derecha recibe en los estanques de su inmensa movilización. Si sólo observa la metabolización en un discurso autoritario, reaccionario, xenófobo, nunca aprenderá a cegar las fuentes de su volumen esquivo. De esa ideología que parece perderse entre los dedos, que difumina sus formas, que se fragmenta en fotos incoloras. Pero que es capaz de agruparse en una potente presión social, reventando la resistencia del acero y humillando la duración de la piedra».

En definitiva, unos análisis que permanecen vigentes y actuales, dada la persistencia y auge de este fenómeno entonces un tanto marginal, salvo en Francia y Holanda.

Pero, más allá de tan sesudos análisis, no olvidemos que el fenómeno también acarrea riesgos. Así, en su periferia han anidado las células cancerígenas de la violencia ideológica y terrorista. Recordemos a los neofascistas NAR, Núcleos Armados Revolucionarios, que practicaron el terrorismo en la Italia del plomo de los años 80 del pasado siglo. O el caso del “lobo solitario” Anders Behring Breivik, autor en julio de 2011 de dos atentados en los que segó brutalmente 77 vidas humanas en Noruega (complejo personaje que, en una peculiar y patológica simbiosis ideológica, conjugó su pertenencia a una minúscula facción neotemplaria y paramasónica con convicciones racistas y antiislámicas). Incluso, todavía más recientemente, fue desarticulada una célula neonazi, Nationalsozialistischer Untergrund (Clandestinidad Nacionalsocialista) en Alemania, cuando dos de sus tres miembros se suicidaron en una autocaravana en noviembre de 2011 tras ser cercados por la policía. Su tercer miembro, y presunta líder, Beate Tschäpe, sería la única superviviente de un trío que, viviendo en la precariedad, casi como transeúntes, habían asesinado a lo largo de varios años al menos a nueve inmigrantes -ocho turcos y un griego- y a una policía; habían realizado otros atentados con explosivos; financiándose mediante atracos bancarios.

El profesor Patrick Moreau, investigador del CNRS, especialista en análisis comparativo de los extremismos, formuló en 2001 un «teorema político-conductual» sobre la eclosión de los nacional-populismos que recogió el experto en estas cuestiones Xavier Casals en su ensayo Ultrapatriotas (Crítica, Barcelona, 2003): «(...) cuando un sistema político está dirigido por un mismo actor (o una coalición) durante diversos períodos legislativos, cuando una sociedad se entera de un número creciente de negocios oscuros diversos, cuando la penetración burocrática de los partidos en la economía es fuerte y cuando el clientelismo es una práctica cotidiana (el caso de Italia hasta 1992 y el de Austria hasta 1999), el populismo tiene muchas oportunidades. Incluso cuando los negocios oscuros no son tan frecuentes, cada escándalo refuerza, y ello de manera acumulativa, el rechazo a los partidos establecidos (caso belga) y a la política del Estado, presentada como un instrumento en manos de incompetentes y aprovechados» (La temptació populista de dreta a Europa vista a través del cas de l’FPÖ: estat de cada lloc i interpretació sistèmica, p. 10, Papers de la Fundació Rafael Campalans Nº 127). Casals retomó la hipótesis anterior en su magnífico blog sobre extremismo y democracia el 23 de marzo de 2013, concluyendo que en los próximos dos años, «(...) se conjugan en España los elementos de una “tormenta perfecta” para la eclosión de populismos de derecha e izquierda». Pero, meses después, el 11 de octubre de 2013, en un extenso artículo analítico de base demoscópica (¿Ascenderá la derecha populista en España con la crisis política y económica?), concluía que: «(…) en un marco aparentemente propicio para el crecimiento de la derecha populista, ésta no necesariamente puede crecer a gran escala por su dificultad para articular una oferta estatal».

Y los hechos parecen avalar su juicio. De modo que la derecha populista o identitaria, es una realidad creciente, acaso coyuntural, desde hace una década, en casi toda Europa… salvo en España.

http://latribunadelpaisvasco.com/not/639/la_derecha_populista_europea_se_organiza__1_

Albert Rivera y Cuitadans: al servicio del Partido Popular

Albert Rivera y Cuitadans: al servicio del Partido Popular

Con la magnífica y mediática presentación en sociedad, el pasado 26 de octubre en el Teatro Goya de Madrid, del Movimiento Ciudadano, sería, ya, la tercera ocasión en que Albert Rivera y Ciutadans, partido nacido el 7 de junio de 2005 (¡y parecía que fue ayer!) intentan dar el “salto” a la política nacional.

Primero, tras sus iniciales éxitos en el feudo catalán, el modelo de Ciutadans se trató de exportar siguiendo el todavía vigente modelo territorial español: partidos hermanos, de ámbito autonómico, bajo el común paraguas de Partido de la Ciudadanía. Salvo excepciones, aquello fue una jaula de grullos y se extinguió por consunción interna: personalismos, mentalidad asamblearia y anarcoide, rivalidades cainitas, ausencia de liderazgo… Su fracaso, sin paliativos, en las elecciones generales de marzo de 2008, impuso el cerrojazo al proyecto nacional, replegándose a los más seguros “cuarteles de invierno” de su Cataluña primigenia.

Llegaron las elecciones europeas de 2009 y Albert Rivera y su equipo buscaron paliar el fracaso anterior, a la par de intentar frenar a una UPyD díscola que se implantaba a nivel nacional (si bien fracasando de manera estrepitosa en Cataluña), presentando una candidatura coaligados con el movimiento del multimillonario irlandés Declan Ganley. El experimento con Libertas fue un desastre. Al cabeza de lista, el ex dirigente de ONCE Miguel Durán, se le quitaron las ganas de hacer política concreta y, menos mal, que el dinero lo puso el irlandés y la resonancia mediática, Intereconomía. Apenas 22.903 votos, y ningún europarlamentario electo, avalaron ese confuso proyecto: un partido exclusivamente implantado en Cataluña, de difusos perfiles ideológicos, coaligado coyunturalmente con un movimiento paneuropeo, pero en gran medida euroescéptico nacido al calor de la oposición al Tratado de Lisboa, potencialmente al alza y que, no obstante, se estrelló con la realidad partitocrática continental; fracasando estrepitosamente en todas partes.

Pero, ¡oh, sorpresa!, en convocatorias posteriores, Ciutadans no sólo mantuvo el feudo catalán, sino que amplió sus bases municipales allí, amenazando –pasito a pasito- al mismísimo liderazgo de los partidos constitucionalistas clásicos: el descolorido PP y un declinante (en todos los aspectos) PSC-PSOE.

Con el Movimiento Ciudadano, veíamos, Albert Rivera tantea el retorno  a la política nacional. Y lo hace con mucho cuidado. De momento, no es un partido: es una suma de comités, apoyos digitales, “notables” (caso del ex socialista procedente de la extrema izquierda Antoni Asunción, tan trabajador como déspota e intratable, según sus más próximos colaboradores de prisiones y del Ministerio del Interior años atrás) que le avalan… Su peso real se verá en las próximas elecciones europeas del 25 de mayo de 2014. Y será entonces el momento de hacer balance y valorar este definitivo y último intento de “salto” nacional. Habrá que ver los votos provincia por provincia, municipio a municipio. Y analizar cómo ha afectado a UPyD. Y si ambos (UPyD y Ciutadans) se complementan o siguen enfrentados a muerte. Si el balance es positivo, se configurará como partido nacional con pretensiones de alcanzar representación institucional: municipal y autonómica. Y, de ser negativo, se mantendrá como lo que de momento es: un partido catalán, con apoyos en el resto de España a movilizar según la ocasión.

Rosa Díez se ha manifestado reiteradamente en contra de cualquier fórmula de entendimiento con el equipo de Albert Rivera. Y tiene sus motivos. Aspira a organizar un partido nacional “a su imagen y semejanza”. ¿Orgullo y prepotencia?: por supuesto. Pero su ambición es legítima; pues está dotada de una gran intuición, capacidad de trabajo, proyecto estratégico… y un modelo táctico alejado de la jaula de grillos en que puede convertirse cualquier partido en crecimiento (fue el caso de Ciudadanos allá por el 2008 y 2009) de no aplicarse con firmeza el “ordeno y mando” (vamos, el “centralismo democrático”, de raíces bolcheviques, de toda la vida, que bien conoce Rosa de su larga trayectoria en el PSOE). Rosa: ¡tú sí que vales! Ojalá los líderes del PP tuvieran una mínima porción de tus cualidades: seguro que España marcharía un poquito mejor…

Pero -perdónenme los estudiosos, analistas, especialistas demoscópicos que afirman en serie lo contrario- no es cierto que el Movimiento Ciudadano perjudique expresamente al Partido Popular y, en menor medida, al PSOE.

Ciertamente, puede quitar al primero no pocos votos que, de no existir Ciutadans, pasarían en su mayoría a UPyD; lo que sí le perjudicaría. No en vano, dadas las tendencialmente oligárquicas peculiaridades del sistema representativo español -mayoritario por deseo de los “padres de la Constitución”- abrumadoramente benefactor de los dos partidos más grandes, aunque aumente el voto de protesta dirigido hacia Movimiento Ciudadano y UPyD, al dividirse entre los dos, ambos alcanzarían resultados reales muy inferiores en términos de representatividad institucional. Y, ya se sabe, militar en partidos que no tienen cargos públicos que repartir, es muy, pero que muy duro.

Otra cuestión vinculada a la anterior. En el acto del Goya se fotografió a Santiago Abascal en compañía de Albert Rivera y otros. Esa imagen representó, de esta manera, la ruptura de cualquier estrategia conjunta «Jaime Mayor Oreja-Aleix Vidal-Quadras-Santiago Abascal». El taimado democristiano ya se había alejado de los cantos de sirena que le animaban a montar “algo” a la derecha del PP; según se filtró oportunamente en su día, acaso de la mano del mismo Mayor Oreja en un intento de hacerse valer. De hecho, parece confirmarse que ¡otra vez! encabezará las listas populares en el 2014… De nuevo, Jaime Mayor Oreja como “reserva espiritual de Occidente”, para no pocos votantes recalcitrantes del PP persistentes en el designio episcopal del “mal menor”.

Quedaban Vidal-Quadras y Santiago Abascal. Así, el pasado 17 de octubre, en el Princesa HUSA, ante el ambiente insurreccional de la inmensa mayoría de los asistentes, ambos, acompañados por el intelectual José Luis González Quirós, afirmaron que “harían lo que tenían que hacer”, que “asombrarían con sus decisiones”,  y demás cortinas de humo que confundieron y decepcionaron a los presentes. Desengáñense: Vidal-Quadras no será la Rosa Díez de la derecha. Se quedará en “casita”, calentito, haciéndose valer y ambicionando -desde la seducción a la amenaza velada a los mandamases del partido según la ocasión- un puesto bajo el sol de Estrasburgo. O algún otro premio de consolación. Por ello, Santiago Abascal, quien lidera la meritoria pero frágil Fundación para la Defensa de la Nación Española, se dejó caer por el Goya, visible, muy bien acompañado y sin complejos: acaso tenga que cambiar de domicilio en el futuro…

Y no termina ahí la cosa. Albert Rivera y Ciutadans prestarán un último servicio al Partido Popular: atraer a los votantes de la periferia del PP cuyo espacio natural es el ocupado por los movimientos identitarios/anti-inmigración que vienen haciendo fortuna en casi toda Europa. Dado que tal pretensión la enarbolan precariamente varios proyectos ultras, deficitarios en visión y medios, (Soluciona, España 2000, La España En Marcha, Plataforma por Cataluña/Partido por la libertad, Democracia Nacional, Alternativa Española, MSR…), tamaña dispersión y carencia de liderazgo y proyecto retornarán la mirada de la mayoría de sus potenciales electores a ese Movimiento Ciudadano que, sin identificarse al 100% con sus gustos, en ocasiones modula un discurso familiar con el que se reconocen en parte: unidad de España, regeneración institucional, mano firme frente a los separatismos, lucha contra la corrupción, manejo sin complejos de banderas y símbolos nacionales… Así quedará neutralizado cualquier intento “a la derecha del PP” de configuración de una alternativa política que, restándole votos, pudiera causarle algún que otro dolor de cabeza en unos momentos en que su desgaste electoral es evidente.

Albert Rivera y Ciutadans vienen actuando de “poli malo” en Cataluña frente a la banda de Mas, Durán y  Junqueras. Y lo hacen muy bien. Y, a poco bien que lo vuelvan a hacer, segarán buena parte del la hierba de los pies de Rosa Díez y retendrán a cualquier aventurero en la “casa común” del PP, conjurando de paso el “peligro ultra”.

¡Qué cosas! Albert Rivera y Ciutadans al servicio del PP.

 

"La Tribuna del País Vasco"/Disidente por obligación, 06/11/13.

Ni Rajoy, Ni Aznar: de aquellos polvos, estos lodos

Ni Rajoy, Ni Aznar: de aquellos polvos, estos lodos

La irrupción mediática del ex-presidente  José María Aznar, el pasado 21 de mayo, de la mano y voz de Gloria Lomana en Antena 3, ha generado ríos de tinta y horas –y más horas- de comentarios de tertulianos y políticos, reiterados hasta el aburrimiento y la náusea en su unanimidad.

Se venía constatando, ciertamente, una creciente desafección dentro del Partido Popular por las prácticas de gobierno de Mariano Rajoy. Pero, salvo alguna voz crítica, como la de Alejo Vidal-Quadras y su prudente Asociación Reconversión, el partido permanecía inasequible al desaliento y a las críticas que le llovían desde todos los frentes; con la excepción del propio. Otro asunto, muy distinto, es la percepción de la situación desde las bases de su electorado: en retirada, desconcertado, descontento...

La desavenencias internas, por otra parte, se venían generando más por la incertidumbre derivada del “Bárcenas Gate” –sería más correcto denominarlo definitivamente “PP Gate”, como hacen por Europa- y la correspondiente apatía de D. Mariano, que por el incumplimiento del programa lectoral. Ya se sabe: los programas electorales se elaboran para ganar unas elecciones; no para cumplirlos. Con todo, algunas voces aisladas apelaban, incluso, a una supuesta deriva ideológica: el Partido Popular se habría convertido en una socialdemocracia meramente gestora de los desastres económicos heredados de sus predecesores socialistas, renunciando a sus ideas constituyentes.

Los reproches al Partido Popular, pero ya desde una perspectiva global, sumarían, por lo demás, gravísimos aspectos: fracaso económico; sumisión a los imperativos de Europa; aplicación de medidas económicas propia de la izquierda; falta de previsión ante el drama de los desahucios; discutibles ayudas gigantescas a una banca que “premia” a sus directivos; acoso tributario a las clases medias; sospechas de corrupción en el partido; parálisis ante las arremetidas secesionistas; mantenimiento en líneas generales de las mega-administraciones… Y todo ello en el contexto de una crisis económica, institucional, pero ante todo moral, que está poniendo en peligro el bienestar de los españoles y la unidad de España. Incertidumbre y desaliento.

En suma: crisis económica; crisis del modelo territorial; crisis de las principales instituciones del país (también de la corona); crisis terminal del modelo de la Transición. Deriva colectiva…, pero ¿en qué dirección?

Para colmo de males, Aznar habló; y lo hizo con toda claridad y con unos argumentos, no obstante, ya conocidos. Logró, además, la casi unanimidad mediática, de su propio partido y del resto de políticos, siendo descalificado sin paliativos: inoportuno por el momento; resentido ante el creciente aislamiento de Ana Botella; alcanzado por las sombras de un “PP Gate” ante el que algunos dirigentes del partido trataban de situar la “era Aznar” como cortafuegos que evitara los consumiera…

Recordó, en su famosa entrevista en antena 3, las grandes cuestiones que, conforme su criterio, debería priorizar la acción política popular: un modelo económico liberal, firmeza ante los nacionalismos, fortalecimiento del Estado, proyecto de futuro, ilusión colectiva.

Pero, ¿no era Aznar presidente cuando España entró en la guerra de Irak frente al criterio de sus bases católicas y de buena parte de la restante opinión pública? ¿No era Aznar presidente cuando las Cajas de Ahorro se politizaban más y más? ¿No era Aznar presidente cuando cedía ante el nacionalismo catalán, por ejemplo, defenestrando a Alejo Vidal-Quadras? ¿No fue Aznar quien calificó a ETA, en una circunstancia táctica, como “movimiento de liberación nacional vasco”? ¿No era Aznar presidente cuando el crecimiento económico se desató a lomos del “ladrillo” y, de este modo, sobre unas endebles bases cortoplacistas? ¿No fue Aznar presidente cuando se legalizaron sucesivas oleadas de emigrantes sin papeles sin filtros de ningún tipo?

También hizo cosas positivas; no podía ser de otra manera. Fue el caso de la primera y más efectiva respuesta estratégica y táctica global, frente al terrorismo de ETA y su entorno, elaborada en democracia.

Se nos ocurren, no obstante, más interrogantes. ¿Hizo algo especial Aznar para evitar que el aborto legal fuera coladero de un genocidio masivo que está diezmando el futuro generacional de España? ¿Desarrolló políticas efectivas y de calado en apoyo a la familia? ¿Democratizó su partido o lo usó como un cortijo? ¿Despolitizó los más altos órganos del Poder Judicial o mercadeó con ellos? ¿Facilitó el pluralismo mediático o, por el contrario, privilegió a unos “gigantes” que no quisieron agradecérselo? ¿Trató de impedir el derroche económico de las administraciones? ¿Reformó el sistema bancario? ¿Se libró del “síndrome de La Moncloa”? ¿Se rodeó de los mejores profesionales o con los más serviles? ¿Profesionalizó al funcionariado o promocionó, incluso, la preexistencia de grupos de poder socialistas en su seno? ¿Combatió la endogamia y sectarismo de la Universidad española? ¿Presentó batalla cultural al progresismo imperante? ¿Se enfrentó al lobby feminista de la ideología de género? ¿Fortaleció la identidad española desde los medios a su alcance? ¿Facilitó el fortalecimiento de la sociedad civil o se apoyó en los grupos de presión? ¿Fue la boda de su hija, en El Escorial, una sana aproximación al pueblo o, por el contrario, un megalómano ejercicio elitista en el que desfilaron prepotentes y horteras, corruptos y arribistas?

En suma: de aquellos polvos, estos lodos.

Me dirán, ¿Y Rodríguez Zapatero? Efectivamente, ahí estuvo. Aznar fue arrastrado y casi enterrado por el tsunami del 11-M. Y Rodríguez Zapatero se lanzó sin desmayo a una consciente labor de “deconstrucción” nacional, social y familiar; transformando España en un gigantesco laboratorio en el que aplicó las vanguardistas iniciativas de la ideología de género. Nada mejor podemos decir respecto a su política económica, su sumisión a los grandes lobbys, su debilidad ante el nacionalismo… Pero, el terreno para todo ello, ya estaba abonado. Así, los aciertos de Aznar, caso de su firme respuesta al terrorismo de ETA, fueron revertidos en nombre del “buenismo” y todo lo que de esta “vulgata” del radical-progresismo derivó.

La alternativa al Partido Popular de Rajoy no puede venir, en definitiva, de Aznar.

A estas alturas, el centro-derecha apenas se identifica con este partido; no es de extrañar, pues, cierta nostalgia de una “era Aznar” que, guste o no, forma parte del pasado. Y la derecha social, que viene apoyándolo electoralmente y en la calle, sin fisuras y sin apenas contraprestaciones, se siente huérfana desde hace ya mucho tiempo, sin saber –desconcertada- hacia dónde mirar.

¿Todavía puede formarse un eje regenerador en ese partido? Pues no olvidemos la expresa prohibición de tendencias internas y su transformación en un aparato electoral, oligárquico, acrítico, ajeno a toda práctica democrática; mera oficina gestora de intereses personales y de clan y de reparto de cargos públicos. ¿Cómo entenderse la FAES de Aznar y Reconversión de Vidal-Quadras? ¿Se lo permitirían? Acaso la alternativa al Partido Popular de Mariano Rajoy ya no pueda proceder del propio partido…

Crisis de la nación. Crisis del régimen. Crisis de los partidos. Pero, sobre todo, carencia de una moral colectiva e inexistencia de una ética ciudadana de la responsabilidad. Ausencia de un proyecto sugestivo de vida en común, en palabras de Ortega.

Es la hora de articular más sociedad civil. Es la hora de nuevos movimientos sociales. Es la horade nuevos líderes. Acaso, ¿es la hora de un nuevo partido que alumbre y encauce a los descontentos que todavía creen en España, el trabajo, la familia, la libertad, los valores, la identidad cristiana occidental?

Regeneración democrática, nueva vertebración territorial, fortalecimiento del Estado, revitalización moral, rearme patriótico. Conceptos de bellas resonancias; de magníficas intenciones. Pero, sin hombres, mujeres ni sociedad que los encarnen, palabras vacías.

Una nueva ciudadanía. Una nueva sociedad. Un enorme reto colectivo: ¿hay alguien ahí?

http://www.diarioya.es/content/ni-rajoy-ni-aznar-de-aquellos-polvos-estos-lodos

 

 

¿Hacia un populismo de derechas en España?

¿Hacia un populismo de derechas en España?

Es innegable: al calor de la crisis, que está conmoviendo todas las estructuras socio-políticas españolas, desvelando una quiebra moral sin precedentes, están surgiendo algunos movimientos que han incurrido en tics que bien pueden calificarse como “populistas”, y no sólo en el sentido simplista y peyorativo en que suele emplearse generalmente en los medios de comunicación y en muchos análisis políticos.

Es el caso, entre otros, pero de manera muy particular, de Ada Colau y su Plataforma de Afectados por las Hipotecas. Concebida como una acción de respuesta puntual y continuada en el tiempo de carácter sectorial, más que como una praxis de perspectiva estratégica, viene perpetrando acciones muy controvertidas, como es el caso de los denominados escraches.

Es paradójico este movimiento, pues desde una filosofía y unas bases sociales de apoyo que bien pueden calificarse como de izquierdas, y bastantes radicales, se defiende un valor un tanto conservador; como es el de la pequeña propiedad. Y no es la única paradoja. Recordemos la participación activa en algunos de los escraches más sonados de un intelectual como Jorge Verstrynge: extremista de derechas en su temprana juventud, ex-secretario general de la extinta Alianza Popular y, hoy día, acreditado politólogo, autor libérrimo, provocador siempre, quien no tiene problema alguno en ser “políticamente incorrecto” si la ocasión y su explosivo criterio lo requieren. Comportamientos y actitudes populistas, en todo caso, pero escoradas hacia la izquierda. ¿Populismo y de izquierdas? ¿A que no suena tan mal?

En Europa, al igual que en España, se suele emplear el término populismo en un sentido peyorativo, lindante con el de demagogia y el extremismo: populista habría sido Hugo Chávez y todo el movimiento bolivariano continental que generó su poliédrica y en ocasiones contradictoria personalidad. Populista fue Juan Domingo Perón y el partido –todavía vivo- al que dio su nombre, en su Argentina natal. Y populistas serían los partidos de extrema derecha europeos; disfruten o no de éxito electoral.

Algunos partidos populistas europeos –o extremistas de derecha o como quiera que se les denomine- han cosechado ciertos éxitos, lo que ha generado mucha preocupación entre medios de comunicación y analistas, creándose toda una red de seguimiento del fenómeno: desde observatorios de politólogos muy cualificados, a redes radicales de acoso a toda supuesta expresión de “extremismo derechista”; siempre asociado -en un tópico totum revolutum- a xenofobia, racismo, discriminación, nazismo y fascismo.

Nos referimos al Frente Nacional de Le Pen, el FPÖ austríaco, Alianza Nacional en Italia en su día, el BNP en Inglaterra muy ocasionalmente; periódicamente el NPD alemán sigue generando noticias, los nuevos partidos populistas escandinavos y de Europa oriental…, hasta el indigerible Amanecer Dorado griego.

España, como en otras circunstancias políticas, culturales, económicas o sociológicas, por lo que se refiere a este fenómeno, sigue siendo una excepción.

No repasaremos sus escasos éxitos y sus múltiples intentos, ahogados todos en su nacimiento, desde la muerte de Francisco Franco.

Pero lo cierto es que vivimos unas circunstancias colectivas excepcionales que acaso pudieran suponer un cambio de rumbo en la tendencia; o al menos así lo aprecian voces muy autorizadas.

Así el profesor Patrick Moreau, investigador del CNRS, especialista en análisis comparativo de los extremismos, formuló en 2001 un “teorema político-conductual” sobre la eclosión de los nacional-populismos que ya recogió Xavier Casals en su ensayo Ultrapatriotas (Crítica, Barcelona, 2003), a saber: «(...) cuando un sistema político está dirigido por un mismo actor (o una coalición) durante diversos períodos legislativos, cuando una sociedad se entera de un número creciente de negocios oscuros diversos, cuando la penetración burocrática de los partidos en la economía es fuerte y cuando el clientelismo es una práctica cotidiana (el caso de Italia hasta 1992 y el de Austria hasta 1999), el populismo tiene muchas oportunidades. Incluso cuando los negocios oscuros no son tan frecuentes, cada escándalo refuerza, y ello de manera acumulativa, el rechazo a los partidos establecidos (caso belga) y a la política del Estado, presentada como un instrumento en manos de incompetentes y aprovechados». (La temptació populista de dreta a Europa vista a través del cas de l’FPÖ: estat de cada lloc i interpretació sistèmica, (p. 10) Papers de la Fundació Rafael Campalans Nº 127).

Xavier Casals ha vuelto a retomar la cuestión en su magnífico blog sobre extremismo y democracia el pasado 23 de marzo, concluyendo que en los próximos dos años, «(...) se conjugan en España los elementos de una “tormenta perfecta” para la eclosión de populismos de derecha e izquierda».

Coincidimos con Casals en que concurren en España esas circunstancias de marcado acento político, económico y social; materiales, en suma. Pero, matizaremos, no se percibe la existencia del elemento humano -subjetivo- que pudiera encarnarlo.

La derecha española, y también las más extremas de ella, desde el franquismo, se encuentra en un estado de casi total postración: política… e intelectual. Hay excepciones, faltaría más: personalidades y experiencias meritorias y voluntariosas. También es el caso de los grupos juveniles que vienen surgiendo en distintos lugares de nuestra piel de toro a modo de pequeñas comunidades de vida, deporte, cultura…, en buena medida independientemente de los partiditos del “área”.

Pero de la actual sopa de sigla que podría adscribirse a ese populismo de derechas (España 2000, Democracia Nacional, Plataforma por Catalunya, Movimiento Social Republicano, acaso Alternativa Española, y excluyendo por motivos obvios siglas históricas como CTC y FE de las JONS), no se percibe indicio relevante de un cambio. De entrada, no existe ningún liderazgo personal relevante; decisivo en todo populismo, de derechas o de izquierdas. Así, Josep Anglada, la “esperanza”, un tiempo, de este espacio, parece más una estrella en lento pero irremediable declive tras su hazaña de 2011 al conseguir 67 concejales en Cataluña…

Tampoco se están desarrollando iniciativas de un mínimo calado social. Los repartos de alimentos de algunas de esas organizaciones, por ejemplo, son numéricamente insignificantes y de un calado real imperceptible… salvo virtualmente. En suma, no existe una demanda social que reclame un movimiento “nuevo” aglutinador de intereses colectivos contrariados. Efectivamente, existen sectores sociales que acaso pudieran ser seducidos por los reclamos populistas: derechistas desencantados con el Partido Popular, defensores de la vida ”quemados” por el anterior, católicos antiliberales, padres de familia y varones directamente afectados por las leyes de discriminadoras de género, defensores del bilingüismo real, víctimas del terrorismo, comprometidos con  la idea/vivencia de nación española…

Todo esto viene a cuento de que este fin de semana se presentaba en Coslada, tras su congreso fundacional, un nuevo grupo, el Partido por la Libertad, que con un matizado y muy elaborado ideario (desde los ejes de persona, comunidad, identidad y economía) pretende liderar una alternativa para ese espacio político que, supuestamente, se encuentra huérfano y expectante.

Cuentan, para tal empresa, con un puñado de concejales, organización en varias provincias, ideas muy claras, y algunos dirigentes de conocida trayectoria intelectual y política con experiencia en el área: personas, estrategia y tácticas. No es poco.

Pero no lo tendrán fácil: el simple lanzamiento de una alternativa no genera movimientos espontáneos de adhesión. Además de los problemas endémicos de la extrema derecha española –fragmentación, personalismos, escándalos, violencia-, se les suman el individualismo extremo que ha arraigado casi sin excepción en España, la falta de sentido de la responsabilidad colectiva, la ausencia de una cultura participativa, la pasividad generalizada, la despolitización… y una carencia absoluta de medios de comunicación que pudieran hacerse eco de su misma existencia. Todo lo contrario: lo criminalizarán ab initio.

España, para bien o para mal, también en ello seguirá siendo diferente. Así, la derecha populista no podrá jugar el papel que, en cierto modo, ya cumple en otros países: instrumento de rectificación del sistema, so pena de castigo electoral a los de siempre; o voz de protesta y -muy difícilmente- de representación fáctica de sectores disidentes con la globalización.

 

http://www.diarioliberal.com/2013/04/15/hacia-un-populismo-de-derechas-en-espana/

La Gaceta de los Negocios, 17/04/13, pág.4

¿Hay espacio para un partido a la derecha del PP?

¿Hay espacio para un partido a la derecha del PP?

“El Partido Popular no es su cúpula dirigente, que va cambiando en el tiempo y que los militantes pueden, al menos teóricamente, sustituir por otra. El Partido Popular son sus ochocientos mil afiliados, sus sentimientos, sus convicciones, sus valores y su concepción de la sociedad y de la política. Los que en un determinado momento ocupan la Presidencia, la Secretaría General y los cargos orgánicos más relevantes, no son el Partido ni lo representan necesariamente.

Es más, dependiendo de lo que hagan en el ejercicio de sus responsabilidades pueden entrar en contradicción flagrante con la auténtica naturaleza de la organización que supuestamente encarnan. Un incremento confiscatorio de los impuestos, un pacto con el PSOE para repartirse por cuotas los vocales del Consejo General del Poder Judicial, la excarcelación de un asesino etarra por falsas razones humanitarias, el mantenimiento de una estructura del Estado inviable, ineficiente e insostenible con el único fin de beneficiar a los partidos que viven de ella, una amnistía fiscal inmoral y discriminatoria y una permanente debilidad ante la ofensiva separatista, no son rasgos característicos del Partido Popular, sino que configuran una entidad política distinta y opuesta a lo que la gran formación española de centro-derecha está llamada a defender y articular”.

Este incisivo juicio crítico corresponde a Aleix Vidal-Quadras, de su artículo Gregorio, la voz silenciosa publicado el 24 de enero, en su blog de intereconomia.com, en el contexto de un nuevo aniversario del asesinato por ETA del dirigente popular vasco Gregorio Ordóñez.

Pero, en contra de las noticias difundidas por algunos comentaristas -es el caso de Ricardo Rodríguez, 10 días antes en El Semanal Digital-, para Aleix Vidal-Quadras la alternativa a este indeseable estado de cosas en su partido no pasaría por la escisión o el abandono, sino por dar la batalla interna. Según sus palabras, debe perseguirse “la regeneración mediante el debate interno y la lucha democrática y limpia en el seno del partido hasta que exista congruencia entre los que dirigen y las bases conceptuales, doctrinales y éticas del conjunto de sus miembros”.

Entonces, contando con un diagnóstico certero, ¿cómo articular ese imprescindible cambio? La respuesta la proporcionó el propio Vidal-Quadras el 1 de febrero, en una entrevista concedida a es.Radio, al reclamar un congreso extraordinario en el que los militantes del partido pudieran elegir nuevos dirigentes; propuesta emitida en el contexto del abrumador y asfixiante Bárcenasgate.

Si bien el diagnóstico de la situación puede ser compartido por muchos de los militantes y votantes del Partido Popular, nos preguntamos: ¿acierta con la receta?

El juicio crítico de Vidal-Quadras, siendo certero, no obstante, es algo insuficiente.

Ciertamente, la deriva ideológica del Partido Popular es incuestionable. Partiendo de unas iniciales premisas liberal-conservadoras, teñidas de un descafeinado humanismo cristiano, se ha desplazado en su historia hacia un centrismo de amplia definición teórica y práctica socialdemócrata de gobierno; dando la espalda progresivamente a su electorado identificado con los valores de la derecha social.

Caracterizaría a esa derecha social una defensa de la familia y la vida, del principio de subsidiariedad, del esfuerzo personal y comunitario, de un ejercicio responsable de la libertad individual y colectiva, de la cohesión nacional española, de una postura inequívoca frente al terrorismo, una concepción ética de la vida de raíces cristianas, unas políticas sociales orientadas a la solidaridad, etc.

A las críticas antes citadas, realizadas por Vidal-Quadras a la acción política del PP en los marcos de la economía, el terrorismo, la concepción del Estado, la defensa de la nación española, la corrupción de partidos e instituciones fundamentales del estado, deben añadirse otros ámbitos en los que también puede afirmarse que el Partido Popular ha traicionado a esos votantes situados en la derecha social. Nos referimos al ámbito decisivo para toda sociedad sana y, especialmente, para el futuro de una España envejecida, de la defensa de la vida y de la familia; el incumplimiento de la promesa de una legislación favorable a la custodia compartida; el mantenimiento de las leyes y estructuras impulsoras de los mecanismos perniciosos derivados de la ideología de género; el debilitamiento –todavía más- del sentido y medios del ejército español, etc. Puede afirmarse que no hay ámbito esencial de los intereses más vitales de su electorado que no haya sido ninguneado y traicionado.

Pero, aceptando el diagnóstico, con ciertos matices, ¿es posible la receta?

Tememos que no. De entrada se parte de una mentira: el Partido Popular cuenta, se afirma una y otra vez de manera acríticas, con una base de 800.000 militantes. ¡No es cierto¡ De serlo, no precisaría de una financiación estatal que, según nos hemos enterado este pasado fin de semana, alcanzaría un 95 % de su presupuesto; convirtiéndolo así en un apéndice semiestatal, incapacitado por definición para la profunda reforma que exigen las estructuras estatales de la nación española en la actual crisis.

Propone, hemos visto, un congreso extraordinario. Pero, extraordinario o no, los congresos del Partido Popular se caracterizan –al igual que los del PSOE- por ser dirigidos, reclutados y adoctrinados de “arriba abajo”. La llamada militancia no es tal: se ha convertido en una base de afiliados que, en la mayoría de los casos, ni siquiera abona una cuota económicamente digna; que, en cualquier caso, es ninguneada por las estructuras de poder internos; que carece de instrumentos de participación; que nunca es consultada. Es público y notorio que si alguna persona pretende trabajar en el seno del partido, deberá superar los filtros establecidos por interpretaciones restrictivas de unos estatutos, cambiantes al gusto de su presidente, que se amoldan a los intereses personales y de grupo de las minorías rectoras reclutadas por el método -en absoluto democrático- de la cooptación: lo que cuenta es no destacar, aclamar a los líderes, caerles bien, ser discretos, no “salirse de la foto”, estar cerca.

Desde el fracaso de la UCD, disuelta en 1983 tras la debacle electoral del año anterior, existe, en el mal llamado centro derecha español, un miedo irracional a la existencia de tendencias internas: un miedo, en definitiva al valor de las ideas, a la sana competencia y a la mismísima libertad. Ciertamente, tales destruyeron a la UCD, pero vemos que en otros países democráticos, como es Francia, las tendencias internas son realidades vivas, que generarán o no partidos propios, articulados de alguna manera en torno a la estructura electoral líder de turno, llámese UDF, UMP… Los partidos, y las tendencias internas, van y vienen: nacen, se desarrollan y mueren. Pero la democracia permanece estable y viva. Las tendencias internas y la existencia de partidos de carácter ideológico no es un enemigo de la democracia: todo lo contrario. La democracia es superior a los partidos. Por ello, a causa de esa nefasta práctica contraria, podemos calificar nuestra imperfecta democracia española como partitocrática, respondiendo por tanto a los intereses cortoplacistas de las minorías dirigentes.

La experiencia de la destrucción de la UCD fue negativa, pero desde entonces se ha constituido en una magnífico excusa y coartada a los manejos de unos líderes que hacen y deshacen a su antojo, que nombran sucesores y dirigentes sin rendir cuentas a nadie, que organizan congresos de palmeros más propios de las felizmente extintas “democracias populares” que de una sistema occidental y moderno. No hay circulación de ideas, ni diálogo con la sociedad que no responsa a meras campañas de imagen. Hasta los programas electorales se elaboran “para ganar unas elecciones”; no desde los principios y valores de su electorado. Es significativo, en ese sentido, que los programas electorales sean redactados por gabinetes demoscópicos y de marketing electoral, ajenos al partido, y a espaldas de sus órganos, estructuras sectoriales y territoriales y restante “militancia” partidaria.

En otros países democráticos, determinadas decisiones legales o políticas de carácter polémico, generan actos colectivos de rebelión por cargos electos y militantes: dimisiones, manifiestos, ruedas de prensa, manifestaciones, etc. Lo hemos visto en Francia, en Gran Bretaña, en Italia… Y no pasa nada. La democracia no se quiebra por ello. Los partidos permanecen… Pero en España, apenas pueden contarse con los dedos de una mano quienes han protagonizado actos de rebeldía análogos a los citados ante decisiones injustas. La “militancia” y los cargos electos de los partidos se caracterizan, pues, por el espíritu propio de súbditos y no de ciudadanos; un comportamiento nefasto que es diseñado desde los grupos de poder, pues si algo no desea la clase política de todos los partidos es una militancia exigente, en tensión y que pida cuentas.

Si una sociedad democrática y libre debiera ser conformada activamente por una ciudadanía libre y responsable, la española, al igual que la base de los partidos del sistema, se caracteriza fatalmente por una masa gregaria de súbditos, que renuncia a la libertad y a la responsabilidad, en beneficio de unos gestores de la cosa pública –los políticos- acostumbrados a no rendir cuenta jamás.

Es un hecho que el Partido Popular, en su deriva ideológica, se ha convertido en un partido socialdemócrata de facto, cuya máxima ambición es la rectificación de los desastres económicos provocados por el PSOE, pero sin tocar ninguna de las reformas de cariz totalitario que aplica progresivamente el socialismo desde el poder, en aras de sus proyectos de ingeniería social.

Por todo ello, por esa suma de traiciones a su electorado, por esa aparente cobardía en sus comportamientos, por esa tibieza en sus programas reales, por ese funcionamiento interno anquilosado y oligárquico, el Partido Popular ya no es un instrumento válido para la derecha española. Además, mucho tememos que esas prácticas viciadas que venimos describiendo -y que la crisis desatada por el Bárcenasgate evidencia- han incapacitado a los líderes que supuestamente la representarían, y que en el seno del Partido Popular han perdido espacio y capacidad de decisión casi por completo de manera progresiva en el tiempo.

A partir de 1982, al hundirse la UCD, buena parte de su electorado pudo refugiarse en la entonces derechista Alianza Popular. En su voluntad de conquista del centro político, imprescindible para ganar las elecciones, según afirman los gurús del sistema, el refundado Partido Popular se desplazó ideológica y sociológicamente, convirtiéndose en un apéndice semiestatal acomplejado y timorato, renunciando a sus señas de identidad y a cualquier batalla cultural relevante, conformando una clase dirigente y una militancia distanciadas de la vida real de sus supuestamente representados.

A resultas de este proceso, es evidente que el sector de su electorado, que bien puede seguir denominándose derecha sociológica o social, ha sido secuestrado durante décadas por una clase oligárquica que ha hecho del “mal menor” su amoral criterio último de actuación. Así, este significativo sector social se ha quedado a la intemperie: sin partido ni dirigentes que lo representen y guíen.

La tentación de volverse hacia UPyD -joven partido emergente caracterizado por su defensa de la nación española y del principio de igualdad desde una concepción de izquierda jacobina- se convertiría, de nuevo, en un capítulo más de esa larga historia de claudicaciones de buena parte de los valores y posiciones fácticas de esa derecha social.

Estemos o no en el final de un ciclo histórico, el Partido Popular ya no sirve a buena parte de su electorado natural. No es cuestión de hacer “antipolítica”: todo lo contrario. Si algo reivindica la derecha social es hacer política; pero de verdad. Ante los retos del futuro, es necesario, pues, un partido a la derecha del PP: hay un espacio. Pero, ¿es posible?

http://diarioliberal.com/DL_vaquero.htm