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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

¿Partido Popular versus derecha social?

¿Una derecha social española sin Esperanza?

¿Una derecha social española sin Esperanza?

La dimisión de Esperanza Aguirre en la presidencia de la Comunidad de Madrid -todavía sin aclarar en su dimensión real- el pasado 17 de septiembre, ha dejado huérfano y desnortado a un sector sociopolítico muy concreto: el de la derecha liberal-conservadora española.

Su indisimulado y gozoso anticomunismo, su patriotismo acreditado, sus castizas y calculadas salidas de tono…, fueron expresiones de un carisma que atrajo las simpatías de numerosos españoles; no sólo de Madrid. Y ello hasta el punto de ser -hasta ayer mismo- el rostro más definido y, acaso, la esperanza política de buena parte de esa derecha social: mientras estuviera Esperanza, sus seguidores se encontrarían tranquilos.

Es algo incuestionable: en España existe un espacio sociológico, perfectamente reconocible, que bien puede denominarse como “derecha social”. Un sector muy plural de la población española, tanto genética como organizativamente, a la que uniría una mentalidad sustentada en unos valores comunes en buena medida “políticamente incorrectos”. Estamos hablando de la defensa de la familia y la vida, del esfuerzo personal y comunitario, de la libertad personal y colectiva, de la cohesión nacional española, de una postura inequívoca frente al terrorismo y sus apoyos, de una concepción ética de la vida de raíces cristianas, etc. Por otra parte, nuevas realidades sociales, como las generadas por el impacto de la inmigración y la aplicación criminalizadora de las leyes de género a muchos miles de varones, deslizarían a nuevos colectivos hacia esas orillas que, pase lo que pase, siempre están ahí.

En este contexto, el liberalismo de Aguirre venía encarnando una de las “almas” de esa derecha social, acaso la más relevante política y mediáticamente hablando. Así, este liberalismo-conservador venía siendo cultivado, en su día, desde las combativas trincheras de COPE y Libertad Digital y, posteriormente, desde las ondas de esRadio. Otros medios de comunicación vienen compitiendo por ese mismo sector social: Intereconomía, ABC, La Razón

La derecha social española, en sentido amplio, se ha proyectado, a lo largo de estas últimas décadas, en diversos movimientos: el pro-vida, la objeción a educación para la ciudadanía, la libertad de enseñanza, el esclarecimiento de los atentados del 11-M de 2004 tiempo atrás, el apoyo a las víctimas del terrorismo, la defensa de la identidad y la lengua españolas, la regeneración de la vida política... Sin ser tales banderas patrimonio exclusivo de la derecha social, no puede sustraérsele el mérito de ser la identidad colectiva que más fielmente se ha movilizado en cuantas ocasiones se le ha convocado bajo tales pretextos. Y ello, muchas veces, a pesar de un progresivamente indiferente Partido Popular que supuestamente le representaría.

A esta derecha social se le suele definir con diversos adjetivos. Ya hemos mencionado el de liberal. También suelen acompañarle –sin que necesariamente coincidan en todos sus matices y expresiones- los de católica, patriótica, nacional, populista; incluso el de identitaria, según inéditos vientos procedentes de Europa. En todo caso, no está representada nítidamente por ningún partido político español.

No obstante, buena parte de ella sigue asociada a un Partido Popular, que en su evidente deslizamiento hacia un light “centro” político -cuando no hacia una versión moderada de socialdemocracia (su recientísimo flirteo con la zapateril “Alianza de las Civilizaciones” lo acreditaría en el plano metapolítico)- se está alejando de sus valores más caracterizadores. Pero todavía permanecen en el mismo algunas personalidades que encarnan esos valores en cierta medida. Es el caso de Jaime Mayor Oreja, Aleix Vidal-Quadras, Santiago Abascal, María San Gil… Y el de algunas fundaciones, también más o menos cercanas a este partido, caso de Defensa de la Nación Española, Valores y Sociedad, Fundación Burke… ¿y FAES?

Desde la refundación de Alianza Popular en 1989 en el actual Partido Popular, en circunstancias muy diversas, se ha especulado con la necesidad, real o presunta, de un partido netamente conservador que asumiera las señas de identidad de la derecha social. El PADE de Juan Ramón Calero, fundado hacia 1996, fue acaso el intento más serio en ese sentido.

Otros actores, del siempre convulso panorama político español, trataron de recalar en sus aguas; de ahí el efímero éxito en 1989 de tan atípica como excéntrica Agrupación Ruiz Mateos (nada menos que la cosecha en las europeas de 608.560 votos). Y si nos remontamos a los inicios de la democracia, podríamos asociarla incluso con el escaño conseguido por Blas Piñar y su pronto extinta Unión Nacional en 1979.

Más recientemente, en el pasado año 2009, algunos depositaron sus esperanzas en Montserrat Nebrera. Rápidamente se verían decepcionados ante la inconsistencia de su bagaje y proyecto.

Otra frustrada tentativa, que también trató de pescar en los caladeros de votos de la derecha social, fue la de Ciudadanos-Libertas en las europeas de 2009, gracias al aval de Intereconomía. Y, ahora mismo, es el periodista Enrique de Diego quien con el micro-partido Regeneración, expresión política de su Plataforma de las Clases Medias, viene explorando el terreno, reuniéndose con gentes tan diversas como José Luis Roberto, de España 2000 o Nieves Ciprés, de Derecha Navarra y Española. Ya se asoció con anterioridad, en cierta medida, rompiendo pronto, con Josep Anglada y su Plataforma por Cataluña; quien por su parte pretende exportar su indudable éxito al resto de España por medio de la titubeante Plataforma por la Libertad.

Pero quien –sin duda- va a jugar esta baza es el polifacético e inasequible al desaliento Mario Conde, quien con su novísima criatura, Sociedad Civil y Democracia, que celebrará su congreso constituyente el próximo 6 de octubre, querrá resarcirse de tantos y tantos fracasos; entre otros, el que ya sufriera en la arena política, en el año 2000, cuando encabezó las listas electorales del glorioso CDS fundado por el añorado Adolfo Suárez.

Paradójicamente -dada la insalvable divergencia ideológica existente entre la derecha social y el socialismo progresista del que proceden- Rosa Díez y su UPyD han logrado sumar no pocos votos procedentes de tan plural derecha, a resultas de su enérgica defensa de la cohesión de la nación española y de la igualdad real de todos los españoles ante la Ley. Un “éxito” indicativo del fracaso de la proyección política de esa derecha.

No olvidemos, por último, a un minúsculo partido autodefinido como social-cristiano, Alternativa Española (AES), que desde 2003 sigue reclamando para sí, vanamente, tal espacio.

En tan peculiar contexto, la desaparición política de Esperanza Aguirre priva a la derecha social de un anclaje decisivo en el Partido Popular; deviniendo más huérfana progresivamente de líderes y de expectativas reales de “tocar” poder real. Pero, no obstante tan negativo balance, a la derecha social le queda una importante misión, que no es otra que perseverar con lo que mejor se le da: hacer sociedad, por medio de asociaciones de todo tipo, fundaciones, colegios, plataformas transversales, locales juveniles (la reciente aparición de diversas iniciativas, en suelo español, en la estela de Casa Pound Italia, es un fenómeno a valorar), grupos de ocio y tiempo libre, editoriales, publicaciones diversas...

Así, en estos tiempos de crisis familiar, social, económica y nacional, ante la ausencia de una alternativa política creíble, la derecha social española puede y debe seguir aportando su acreditada creatividad y capacidad de movilización colectiva en aras del bien común y al servicio de las personas concretas. Ni más, ni menos.

De este modo, también para la derecha social española, la esperanza es lo último que se pierde.

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 28/09/12

http://diarioliberal.com/DL_vaquero.htm

 

El año perdido por el Partido Popular de Navarra

El año perdido por el Partido Popular de Navarra

 

Después de 14 meses de agónica espera, el próximo 12 de diciembre tendrá lugar el -tan esperado como aplazado- congreso refundacional del Partido Popular de Navarra; siempre que no prosperen las acciones legales emprendidas por la candidata no oficialista, Nieves Ciprés, en defensa de su abortada concurrencia.

 

14 meses, nada menos, desde que se anunciara la refundación; demasiado tiempo quizás. Atrás quedó, en las brumas del pasado, el lógico entusiasmo inicial que debe seguir al lanzamiento de una alternativa que se pretenda tal. Más de un año en el que el PPN apenas ha jugado como el actor que pretende apropiarse de la obra –necesariamente- de jugarse su ser. Muchos meses, además, en los que se ha perpetrado algún que otro error.

 

Así, a las relativas expectativas de convertirse en un partido eternamente en la oposición, lo que sin duda desanima a no pocas vocaciones oportunistas a lo público, se le ha sumado una aparente parálisis interna, con la siguiente escasez de mensajes y tomas de posición, y una nebulosa disolución de su imprescindible liderazgo. En definitiva: se ha asistido a una ausencia casi total de actividad partidaria. La prueba de tan contundente afirmación: el frenazo en seco, reconocido por fuentes del propio partido, de nuevas afiliaciones.

 

Pero no todo fueron errores. También se cosechó un importante éxito a lo largo de este complicado periplo: la agrupación, en contra de no pocos pronósticos, de un porcentaje muy significativo del electorado del centro derecha navarro en los comicios europeos; lo que permitió aupar a un bisoño Pablo Zalba en Estrasburgo. Un patrimonio que, facilitado por una UPN dividida que eludió el combate, se ha dilapidado no poco en un camino sin horizonte.

 

Con todo, las más recientes encuestas demoscópicas, como la del denominado navarrómetro de primeros de noviembre pasado, otorgaban al PPN 5 escaños de un futuro Parlamento Foral. Algunos de los dirigentes del partido mostraron su alegría, afirmando que eran las magníficas previsiones que auguraban, desde ese suelo inicial, su ascenso progresivo como primer partido de Navarra. Pero, voluntarismos aparte, esos datos colocan al PPN en el ¡cuarto lugar! de las preferencias políticas de los navarros, por detrás de UPN (18), Nafarroa Bai (13) y PSOE (12). IU se quedaría con 2 y la antigua escisión de UPN, el CDN, desaparecía. Unas previsiones muy discretitas, por no utilizar otros términos, para un partido que pretende gobernar España… y Navarra.

 

Sin duda, las diversas crisis que vienen determinando al Partido Popular en Madrid y Valencia, ante todo, han contribuido al aplazamiento de tan anhelada toma de decisiones. Rajoy y sus lugartenientes pretendieron para el liderazgo de su partido en la Comunidad Foral, inicialmente, un “mirlo blanco” que no se presentó. Y, finalmente, han optado por una solución transitoria: la candidatura a la presidencia del partido del diputado nacional Santiago Cervera; un simpático político muy bien instalado en Madrid y al que no se le aprecian muchos entusiasmos por patear los caminos forales en busca de apoyos para su, de momento, escuálida formación.

 

En este contexto, desde la dirección nacional del PP tampoco han facilitado mucho las cosas a sus correligionarios navarros. A su característica tardanza en la toma de decisiones, se le ha sumado su incapacidad en la elaboración de una lista única y de integración al congreso fundacional. Y el asunto se agravó, ya en territorio foral, con la aplicación en extremo reglamentista de unos estatutos que ha bloqueado la concurrencia de la lista alternativa de Nieves Ciprés; circunstancia que si bien empañaba la deseable imagen de unidad del partido, y más en sus momentos iniciales, ha proporcionado argumentos de no poco peso a quienes acusan de prácticas nada acordes con la deseable democracia interna al “aparato” popular.

 

Y, sin olvidar el cuestionado y cuestionable liderazgo ejercido por Mariano Rajoy, hagamos algunas consideraciones en torno al factor metapolítico  y cultural.

 

En una entrevista titulada “La cultura de la vida” realizada a Benigno Blanco, presidente del Foro de la Familia, por Cristina López Schlichting en la revista Huellas, de Comunión y Liberación, respondía así a una de sus preguntas: “Esa es una anomalía de la sociedad española. No puede ser que cada vez que gobierna el Partido Socialista haga una pequeña revolución cultural acorde a los tiempos (Felipe González la de los 80, Zapatero la de ahora), y que cuando gobierna el Partido Popular ni toque la cultura. Es como si el PP tuviese unas ideas bastante claras, gusten o no, sobre economía o articulación nacional, pero en el tema cultural –el tema clave de la política del siglo XXI en toda Europa- no tuviese programa. Además yo creo que eso le hace al PP un gran daño, porque no está jugando en el mismo terreno en el que está jugando la izquierda, se lo deja vacío, entero. ¿Qué es la política de Zapatero? No son teorías económicas, no es sólo una idea de España. ¿En qué terreno juega? En el de los valores y en el de la cultura, y en ese terreno no encuentra contrincante”.

 

Esa omnicomprensiva perspectiva también se está desarrollando en Navarra. No en vano, desde la conciencia de la vital importancia del combate metapolítico, determinados esfuerzos iniciales -de muy concretos miembros del partido- estaban orientados hacia la configuración del PPN como un partido de valores, frente a la opción táctica de un partido de intereses que encarna magníficamente el gobernante UPN… y el Partido Popular nacional. Así podríamos caracterizar la línea política del senador e inicial coordinador de la gestora refundadora del partido José Ignacio Palacios -descabalgado en la carrera por el liderazgo- en disparidad con una UPN de la que el PPN precisa distanciarse para sobrevivir.

 

Un año perdido, en suma, y unas oscuras perspectivas futuras de no cambiar no pocas cosas en el funcionamiento, estructuras y personas del Partido Popular de Navarra.

 

Para consolidar una línea política y cultural propias, que le caractericen netamente, el PPN debería trabajar en el día a día, construyendo partido, dialogando con las identidades afines de la derecha social navarra, dando la cara en los medios de comunicación... y en calle. No basta con vivir de los réditos procedentes de la “marca” nacional; pues de proceder así el PPN terminaría convirtiéndose en una estructura sin vida, vacía, una UPN bis de análogo contenido ideológico light y dirigido al mismo público. Su destino, entonces, sería el sufrido por CDN: su lenta y progresiva desaparición. Así, la profecía se volcaría: el suelo electoral de partida devendría en techo.

 

Un lejano 9 de mayo publicamos un análisis, relacionado con muchas de las cuestiones hoy de nuevo planteadas, que titulamos “El Partido Popular de Navarra en su laberinto”. 7 meses después de ello, y 14 desde que se anunciara la refundación, el PPN sigue sin salir del mismo.

 

http://www.diarioliberal.com/DL_vaquero.htm, 5 de diciembre de 2009

 

Por qué Montserrat Nebrera no es la Rosa Díez de la derecha

Por qué Montserrat Nebrera no es la Rosa Díez de la derecha

 

Días atrás, reflexionando en torno a algunas cuestiones de actualidad de la derecha social española, insinuábamos que Montserrat Nebrera difícilmente podía ser la Rosa Díez de ese sector. Expliquémoslo, hoy, analizando la cuestión desde varias perspectivas.

 

1.- Perfil político. Rosa Díez militó durante casi tres décadas en el Partido Socialista Obrero Español. Tras desempeñar diversas responsabilidades internas, saltó a la vida pública en las Juntas Generales de Vizcaya, posteriormente alcanzó un escaño en el Parlamento Vasco y, en un nuevo ascenso, fue nombrada  en 1991 Consejera de Comercio, Consumo y Turismo del mismísimo Gobierno Vasco; manteniéndose en dicho cargo hasta 1998. De modo inmediato, fue la primera candidata a Europa por el PSOE en 1999, alcanzando magníficos resultados. En el congreso de su partido del año 2000, fue candidata a la Secretaría General, alcanzando un 6’55 % de los votos. Allí triunfó –paradoja del destino- un gris y poco conocido José Luis Rodríguez Zapatero.

 

Nebrera, unos años más joven que Díez, y ya catedrática de Derecho Constitucional, saltó a la alta política como fichaje estrella de Josep Piqué en 2006, concurriendo de número dos en la lista del PPC por Barcelona al Parlament. Como antecedente de trabajo metapolítico únicamente nos consta en su haber la dirección de los Estudios Sociales del Instituto Cambó; una fundación moderadamente nacionalista.

 

Se trata de dos carreras políticas difícilmente equiparables. Rosa Díez se ajusta más al perfil de una paciente burócrata, con algunos tics populistas y muchos años de trayectoria. Nebrera, por su parte, carece de experiencia previa, situándose en la cúspide de la organización territorial de un partido sin mayores méritos que los de unos buenos contactos personales; desconociendo el trabajo callado y a largo plazo propio de la inmensa mayoría de las vocaciones políticas actuales.

 

2.- Proyección pública. Rosa Díez, ya lo hemos visto, ascendió trabajosamente en el seno de su partido, inicialmente, y de las instituciones vascas después, saltando hasta el Parlamento Europeo. Su incuestionable carisma y elocuente oratoria, su atractivo personal e implicación –aunque tardía- en la defensa de las víctimas del terrorismo, contribuyeron a que el suyo fuera uno de los rostros mejor conocidos y valorados de la escena política española; generando intensas simpatías más allá incluso de sus propias filas partidarias.

 

Montserrat Nebrera apenas ha sumado tres años en su carrera política; pudiéndose valorar su contribución al trabajo parlamentario como de muy baja. Por otra parte, ha librado algunas batallas internas en el partido que la acogió, perdiéndolas todas; generando ciertas polémicas públicas de las que salió, casi siempre, muy mal parada. Aunque conocida a nivel nacional por su condición de tertuliana en algunos medios, no se ha proyectada, tal y como lo hiciera Rosa Díez en el ámbito del terrorismo, en ninguna área específica.

 

3.- Ideología. Rosa Díez ha sido siempre bastante coherente; aunque su ideología no nos guste en absoluto. Progresista y de izquierdas, tenía que chocar frontalmente con el actual socialismo desde su vívida sensibilidad antinacionalista, su trato personal con las víctimas del terrorismo, y su concepción un tanto jacobina de la nación española. Y en su aventura actual, el partido UDyP, únicamente se ha limitado a acentuar algunos aspectos de su bagaje político. No obstante, pese a su contundente marchamo ideológico, ha sido capaz de atraer a no pocos votantes desencantados con las prácticas del Partido Popular.

 

Montserrat Nebrera es una liberal-conservadora que aspiraba a la regeneración del Partido Popular y que, pese a no conseguirlo en el no demasiado tiempo en que lo intentó, ahora pretende extender tan fundamental objetivo a TODA la vida pública catalana (si no se puede andar, ¿se podrá correr?, nos preguntamos). Sus posicionamientos conservadores en lo moral, junto a su imagen un tanto elitista, la circunscriben inevitablemente en el espectro electoral más conservador de Cataluña. Desconocemos, en todo caso, si su proyecto lo está planteando inicialmente para Cataluña y, tal vez, extenderlo un día al resto de España. Política-ficción, en cualquier caso.

 

4.- Apoyos sociales. El actual banderín de enganche de Rosa Díez, UPyD, nació unos días antes que ella anunciara su incorporación al mismo. Recordemos aquí a Plataforma Pro, una entidad de transición desde la extinta pero gloriosa ¡Basta ya!; antecedente inmediato de este novedoso partido nacional. Plataforma Pro agrupó inicialmente a unas decenas de intelectuales y activistas progresistas, vascos en su mayor parte, desencantados con la deriva federalista de ZP y su servil PSOE. Se les unieron, entre otros, medio centenar de militantes de Socialistas en Positivo, corriente crítica del PSC. En definitiva, Rosa Díez no lanza un partido político desde la nada. Ya existía un ambiente favorable al mismo y unos intelectuales y activistas proclives a dar el paso; contando además con una cierta recepción mediática. Lo que hizo magistralmente Rosa Díez fue encabezar la manifestación. Pequeña, ciertamente, pero que respondía a una demanda social de un sector preciso y reconocible de la izquierda española con espacios en algunos medios de comunicación. Un sector minoritario, y no del todo definido, pero creciente.

 

Del proyecto de Montserrat Nebrera desconocemos casi todo, salvo unas genéricas invocaciones a la regeneración política. Por otra parte, ¿cuenta con apoyos sociales? ¿Dispone de equipos de trabajo? Se ha difundido, en algunos medios, la celebración de conversaciones entre Nebrera con políticos y otras personalidades de la vida empresarial y cultural catalana. Por algo será. Pero no se percibe, procedente de los ámbitos que pudieran antojarse como afines, un movimiento análogo -un cierto run-run social- al suscitado en su día por la deriva federalista del PSOE entre algunas de sus gentes. Así, en su inmensa mayoría, los cuadros que nutrieron UDyP eran inequívocamente socialistas -ya de carnet, ya de espíritu- a la espera de “algo”. Por otra parte, la entrevista que Negrera mantuvo, entre otros, con Josep Anglada, líder de la radical e identitaria Plataforma por Cataluña, evidencia más la búsqueda a tientas de unos apoyos de momento inexistentes, que los movimientos derivados de un proyecto sólido en respuesta a una demanda social concreta.

 

5.- Conclusiones. Todo partido político que pretenda incidir en la vida pública de un país como el nuestro, precisa de varios elementos: liderazgo, ideología, medios humanos y materiales, una base social a cuyas demandas responda, una estrategia.

 

Rosa Díez cuenta, pese a su innegable afán personalista, con todo ello. De ahí su éxito.

 

Montserrat Nebrera, por su parte, tiene algunos elementos positivos en su haber. Mantiene una imagen física atractiva. Sostiene una postura ideológica sin complejos, aunque un tanto desdibujada. Ha dado muestras de una indudable coherencia al renunciar a su escaño; lo que a su vez le ha privado de un magnífico altavoz para su plataforma, si llegara el caso. Algo muy loable, pero nada táctico. Es más, en su breve trayectoria, no se ha atrincherado en su escaño o en los cenáculos esotéricos de su partido: ha dado la cara en los medios de comunicación; se ha expuesto valientemente. Todo un capital, sin duda. No es poco. Pero, según veíamos, tampoco suficiente.

 

Desconocemos el alcance y desarrollo de las propuestas ideológicas de Nebrera; carece de una base social que la reclame como líder en la defensa de sus intereses; no parece que cuente con una mínima estructura organizativa inicial. En definitiva, carece de esa palabra mágica inseparable de esa otra que es estrategia: la de proyecto. Si a todo ello le sumamos que sus pretensiones se limitan a Cataluña, no es una imprudente afirmar que Montserrat Nebrera no es la Rosa Díez de la derecha. Aunque nos pese.

 

 

Diario Liberal, 6 de noviembre de 2009

El drama de la derecha social española

El drama de la derecha social española

 

Un hecho claramente percibido en el desarrollo de la magna manifestación celebrada el pasado 17 de octubre en Madrid en contra de la Ley Aído, y que entendemos como novedoso, pasó desapercibido para la inmensa mayoría de comentaristas mediáticos de la misma. Nos referimos a la presencia de múltiples carteles y no pocas pancartas (por ejemplo, los contundentes “Basta de hiPPocresía”) denunciantes de la doble moral desplegada en esta materia, a lo largo de los años, por el hoy principal partido de la oposición. Es de destacar, igualmente, que la presencia del anterior presidente del Gobierno español, José María Aznar, fue bien recibida por muchos asistentes a la concentración; prueba de ello fueron los retratos fotográficos que tantos quisieron inmortalizar en su compañía. Pero su asistencia, al igual que la de tantos dirigentes de ese partido, también generó muchos comentarios reprobatorios… y en voz alta. Ello, ciertamente, es un hecho novedoso.

 

Si recordamos lo acaecido en otras concentraciones análogas de años anteriores (ya fueran en defensa de la vida, ya de la familia), posicionamientos similares generaron a sus audaces y escasos protagonistas más de un problema: empujones, gritos reprobatorios, acusaciones de ser “socialistas provocadores”, la expulsión de la marcha… Algo, por lo tanto, ha cambiado. Y el mérito no parece que pueda atribuirse a la maquinaria propagandística de un gobierno/partido en el poder que explotó, particularmente en días posteriores, tan evidente contradicción. No, realmente el malestar viene de antes y es más profundo.

 

Pero trataremos de huir de la muy humana tentación de elevar una anécdota a categoría, de modo que no valoraremos a priori esa “grieta” política como el síntoma de una quiebra más peligrosa.

 

Hemos defendido -en otras ocasiones- la existencia de un espacio sociológico español al que denominamos “derecha social”. Una derecha que, a modo unificador, está definida por un estado de ánimo sustentado en unos valores -batidos desde los poderes político, cultural y mediático- a causa de su condición supuestamente entorpecedora del “progreso”. Una labor a la que también contribuirían, con su acción u omisión, otras realidades en principio más afines a esa derecha que a la progresía radical reinante. ¿Qué valores son éstos? Nos referimos a la defensa de la familia y la vida, del esfuerzo personal y comunitario, de la libertad, de la cohesión nacional española, de una postura inequívoca frente a los zarpazos terroristas, una concepción ética de la vida de raíces cristianas, etc.

 

Es innegable que esa derecha social existe. Se manifiesta articulada en varios movimientos muy diversos: el pro-vida, la objeción a la educación para la ciudadanía, el esclarecimiento del 11-M de 2004 en su día, el apoyo a las víctimas del terrorismo, la defensa de la identidad y la lengua españolas, la regeneración de la vida política. Ciertamente, tales banderas no son patrimonio exclusivo de esa derecha social, pero no puede sustraérsele el mérito de ser la identidad colectiva que más fielmente se ha movilizado en cuantas ocasiones se le ha convocado.

 

Y también venimos sosteniendo que esa derecha social es muy plural; tanto genética como organizativamente. No nos repetiremos. Pero destaquemos algún aspecto de sus expresiones mediáticas.

 

Durante bastante tiempo, y a falta de un fiel trasunto partidario, esos sectores sociales fueron estructurados y movilizados, en buena medida, desde las trincheras de la COPE y Libertad Digital de Federico Jiménez Losantos y su liberal y aguerrida legión de colaboradores. Y ello lo fue –incluso- frente la atonía de un timorato Partido Popular. Pero a Federico Jiménez Losantos, finalmente fuera de la cadena católica y por ello embarcado en su heroico proyecto independiente de esRadio, le ha salido un serio competidor: El Grupo Intereconomía; y más contundentemente ahora con el lanzamiento de su diario de papel La Gaceta. En principio, todo ello puede ser bueno para esa masa social a la que se dirigen: no en vano serán más numerosas, consistentes y, acaso plurales, las propuestas y argumentos esgrimidos. Bienvenidos todos. Bienvenida toda munición ideológica y mediática. Hacen falta. Que sea para bien.

 

Cuenta, por tanto, con expresiones mediáticas, prueba definitiva de su existencia real; pero sigue sin encontrar un partido político que la represente exactamente. Hoy día, al igual que hasta ayer mismo, en su mayor parte sigue asociada, de un modo u otro, al Partido Popular. Y ello, incluso, a pesar de su creciente conciencia del evidente divorcio entre sus valores más queridos y las políticas concretas del partido. Ni contigo, ni sin ti; cual latino y pasional drama amoroso.

 

En no pocas ocasiones, en circunstancias y entornos muy diversos, se ha especulado con la necesidad, real o presunta, del lanzamiento de un partido conservador sin complejos, que empuñara con decisión las banderas de la derecha social. Así, cuando días atrás el presidente de la Asociación Católica de Propagandistas, Alfredo Dagnino, reflexionó en torno a la necesaria presencia de políticos católicos, sus declaraciones fueron leídas o interpretadas por algunos en el sentido anterior. Pero, no podía ser de otra manera, tales rápidamente fueron desmentidas: en definitiva, no es el momento de un partido confesional. Ni tampoco, afirmamos nosotros, de otro de signo netamente conservador.

 

Y para ello nos apoyamos en que, salvo quejas muy puntuales, no se ha generado evidencia empírica alguna al respecto. Así, no se ha producido en los ambientes de esa derecha ningún movimiento simétrico al que encabezara en la izquierda, por poner un ejemplo muy ilustrativo, Rosa Díez. Ningún líder nacional del Partido Popular ha cruzado el Rubicón. Pero tampoco se han elevado voces relevantes desde ese variadísimo espectro asociativo reclamándolo. Y, seguramente, se debe a que en esa área no existe ni demanda ni necesidad de ello.

 

Sin líderes, ni sociedad civil que los apoye y reclame, cualquier proyecto que persiga la creación de un nuevo partido político no supera el estadio de mera elucubración de tertulia de café.

 

Ciertamente, existe un partido social cristiano, Alternativa Española (AES), que reclama para sí, tal espacio. Pero su programa político, todavía en definición, y su acción pública, con varios años ya de historia, ¿responden a una verdadera demanda social? En coherencia con lo afirmado en los dos párrafos anteriores, tememos que la respuesta sea negativa. Les deseamos suerte, pero, al recordar sus limitados resultados electorales cosechados en las últimas europeas, no podemos evitar el recuerdo amargo del fenecido, tras larga y nada ejemplar agonía, PADE de Juan Ramón Calero.

 

Otros partidos también lo han intentado a su modo. Recordemos aquí al temático, por calificarlo de una manera sintética y descriptiva, Familia y Vida. Muy meritorio, pero escasamente efectivo y sin expectativas de un vuelco histórico.

 

Aportemos, por último, otra circunstancia. Montserrat Nebrera acaba de abandonar el Partido Popular. Se esperaba. Y se han elevado no pocas especulaciones sobre futuros movimientos. Pero, ¿tiene proyecto? ¿Cuenta con sectores sociales que la avalen? Su perfil, ¿es el de una Rosa Díez de la derecha?

 

Concluyamos, ya, este recorrido. Afirmaremos, por ello, que no parece que existan indicios sólidos de un cambio de tendencia en las derechas sociales. Así, el Partido Popular seguirá contando con un voto seguro, casi cautivo, imprescindible para sus más altas ambiciones. La derecha social, por su parte, seguirá su propio camino estructurada en diversos movimientos escasamente homogéneos y no siempre coincidentes –es más, acaso progresivamente divergentes- con la marcha del Partido Popular.

 

Tales características son, paradójicamente, su principal capital. Y su drama.

 

Diario Liberal, 26 de octubre de 2009 

El Partido Popular de Navarra en su laberinto

El Partido Popular de Navarra en su laberinto

Para Partido Popular y PSOE, las próximas elecciones europeas se jugarán en la estrecha franja de unos pocos cientos de miles de votos. De ahí que todas las “bolsas” potenciales cuenten. Una de ellas, sin duda, será la navarra.

 

Hasta la ruptura del pacto UPN/PP, los casi 100.000 votos del centro-derecha navarro –bastantes menos que los cosechados en generales, municipales y forales- se fundían disciplinadamente en el electorado europeo más fiel del Partido Popular. Pero en esta ocasión, en la que cada voto cuenta y mucho, sobre todo si la abstención aumenta, el “granero navarro” del centro-derecha no está en absoluto asegurado. ¿El responsable de ello?: el divorcio UPN/PP.

 

Desde que se consumó la ruptura, en su intento de reimplantación, el Partido Popular viene realizando una constante labor de presencia mediática en Navarra; una comunidad en la que Unión del Pueblo Navarro es un valor político muy seguro.

 

Pero, las consecuencias de ese divorcio –contencioso, para más señas- han sido traumáticas. Y ahora, también para los electores del centro-derecha navarro, está llegando el momento de tan dolorosa elección: con mamá o con papá. No obstante, tan dramática decisión todavía pudiera haberse aplazado un tiempo. Al no concurrir UPN en estas elecciones, el Partido Popular de Navarra (PPN) acaso hubiera podido transitar libremente en su intento de arrastre de la mayor parte de tales votos. Pero, tal pretensión, ¿era realista? No.

 

En UPN los ánimos no están calmados. Y no están por ponerles al PPN las cosas muy fáciles. Las secuelas del divorcio siguen quemando y algunos comportamientos de ciertos dirigentes del renacido Partido Popular de Navarra no han gustado nada allí. Todo lo contrario. Hasta tal punto ha sido así que, pese a la aparente inclinación de la nueva presidenta de UPN, la alcaldesa de Pamplona Yolanda Barcina, en propiciar futuras fórmulas de entendimiento entre ambas formaciones, de momento ha prevalecido el criterio retributivo de un todopoderoso Miguel Sanz: no definirse de manera expresa. De este modo, además de salvar el orgullo propio propinando una sonora bofetada en público a los “desagradecidos”, la formación regionalista no se indispondría particularmente con sus “nuevos” amigos del PSN-PSOE; a quienes en el pacífico transcurrir de su hermosa amistad debe, nada más y nada menos, el mismísimo Gobierno Foral.

 

Pese a tan complejo panorama, el Partido Popular, al menos desde la calle Génova, ha tratado de no pisar callos en su nueva singladura. Por ello eligió como seguro representante navarro en Europa -el 8 de su lista- a un bisoño y desconocido Pablo Zalba; un joven economista que no había militado en UPN.

 

¿Podrá, Pablo Zalba, movilizar al entristecido electorado del centro-derecha navarro y arrastrarlo en las elecciones europeas del 7 de junio? No parece empresa fácil.

 

Ante todo, por tratarse de de un desconocido. Y eso, en Navarra, no es buena cosa; no en vano el tener conocimiento, directo o indirecto, de la persona del candidato en cuestión, siempre ha sido un altísimo valor. En una Navarra en la que “todos nos conocemos”, Pablo Zalba es un desconocido: un jovencito PTV –pamplonés de toda la vida- que no dice nada a casi nadie. Ya sabemos que una campaña mediática de estricto marketing político puede hacer milagros. Pero, en esta ocasión, el PPN con Zalba no podrán contar con ese factor, un tanto informal, tan determinante de la particular sociología práctica electoral navarra. Nos referimos a la red capilar que UPN mantiene en casi cada pueblo y que a la pregunta de “¿a quien vamos a votar?, ¿qué vamos a hacer?”, puede no responder; desmotivando a no pocos supuestos afines.

 

Concurre, además el facto ideológico. Al menos de momento, Pablo Zalba, en sus escasas declaraciones públicas, viene mostrando un perfil ideológico muy bajo; lo que contrasta, por ejemplo, con la línea del senador y coordinador de la gestora refundadora del partido, José Ignacio Palacios, quien acaso intuitivamente, ha tratado de dar un contenido desde los “valores” a sus posicionamientos públicos, en disparidad con una UPN con la que procuraba marcar diferencias.

 

El Partido Popular, seguramente, tendrá que medirse con sus propias fuerzas. Para ello cree contar con un “suelo” electoral desde el que empezar a crecer, según los estudios demoscópicos elaborados en fechas inmediatas al sonado divorcio; pero muy bien tendrá que hacerlo para que tal “suelo” no devenga en “techo”.

 

El Partido Popular se está reconstruyendo despacio, muy despacio, en Navarra. Con todo, las visitas de líderes nacionales ha sido constante: así, entre las últimas, las numerosas de la 14ª reunión de la Unión Intermunicipal Popular, y la muy reciente del presidente popular vasco. Pero, aún siendo actuaciones muy interesantes, tales no han sido acompañada por una real implantación de estructuras partidarias. Además, de momento, aunque anunciado desde el divorcio, el congreso fundacional viendo siendo aplazado sine die, dada la inexistencia de un liderazgo evidente. Así, la elección del candidato navarro a Europa ha consumido ad intra muchas de las energías desplegadas por este joven partido que debieran, acaso, haberlo sido ad extra.

                                                                                                                                      

El 7 de junio llegará y, después, con el joven Pablo Zalba instalado en Europa, el PPN deberá presentarse unido, laborioso y ¡realista! en su nueva singladura. Y deberá eludir el riesgo de que la mayor parte de sus esfuerzos se pierda en nuevas batallas internas: por ejemplo, la elaboración de las siguientes listas electorales.

 

Al Partido Popular se le presenta, tal vez, una penosa travesía por el desierto. Cuenta, de entrada, con un cierto “suelo” en la intención de voto foral, parece ser; pero en política nada es eterno. Sobre todo, si no se trabaja bien.

 

Un partido político moderno en nuestro contexto occidental, es fruto ante todo del marketing. Pero en Navarra, en la que los lazos comunitarios pesan mucho, las cosas no son tan sencillas. Por ello, y si quiere tener un futuro, deberá trabajar por sus ideales en el día a día, creando estructuras partidarias, dialogando con las realidades vivas afines, presentando batalla en el mundo de la cultura, participando en los movimientos cívicos de la derecha social navarra, dando la cara en los medios de comunicación... No basta con el marketing, insistimos. En este contexto existe otro riesgo evidente que el PPN deberá eludir: el convertirse en una UPN bis de análogo espectro electoral, dirigido al mismo paisanaje, con semejantes mensajes e inquietudes, con similar contenido ideológico light. Un partido, en definitivo, sin una identidad neta.

 

En estas elecciones europeas, el Partido Popular de Navarra, sin el concurso de UPN, bien pudiera quedar como la tercera fuerza política en número de votos. Sí, la tercera: por detrás del PSOE y de Europa de los Pueblos-Verdes, la coalición que agrupa a la mayor parte de la panvasquista Nafarroa Bai. En definitiva: un fracaso sin paliativos para el centro-derecha navarro en su conjunto; pues en Europa, diga lo que diga algún cualificado representante de UPN, Navarra también se juega muchas cosas. Cada vez más.

 

No obstante, en política siempre cabe lo imprevisto, de modo que, por ejemplo, si la discutida lista Iniciativa Internacionalista concurre finalmente y recupera buena parte de los votos de la proscrita izquierda abertzale más, acaso, otra porción de los sumados en los últimos años por Aralar (la izquierda abertzale crítica) en sus diversas marcas, el PPN podría, de estimular adecuadamente al electorado afín, aspirar a un honroso segundo puesto; siempre detrás del PSN-PSOE. Además, concurre una circunstancia interesante: UPyD, dado su perfil jacobino antiforalista, no le causará problemas. Y AES, desde su derecha, carece, en el territorio foral, tanto de personalidades de peso, como bases, que pudieran desplazarle un número significativo de votos descontentos con el “marianismo”.

 

El Partido Popular no lo tiene fácil. Tampoco imposible. Debe alcanzar el 7 de junio unos resultados dignos que no le cortocircuiten su implantación en la Comunidad Foral. No puede desairar más a las gentes de UPN. Deberá trabajar con decisión y voluntad de permanencia… con la mirada en el futuro reencuentro –el que sea- del centro-derecha navarro. Un verdadero laberinto. Un reto apasionante.

 

Diario Liberal, 14 de mayo de 2009

 

Federico y la derecha social

Federico y la derecha social

 

¿Federico? Jiménez Losantos, por supuesto. Y es que, incluso en su actual laberinto, sigue siendo signo de contradicción en unos tiempos en los que lo políticamente correcto y lo uniforme se impone. Pues bien, a nuestro Federico le quedan estrechos tan previsibles márgenes. Es su estilo: para bien, y para mal. Y si a muchos disgusta y enerva, a otros, sin que Federico sea santo de nuestra devoción, nos divierte e interpela.

 

No sabemos, todavía, dónde recalará Federico y su equipo en el otoño próximo. No parece que tenga muchas opciones. Pero, ya siga en COPE, versión nocturna y reducida, ya lo haga de francotirador desde la emisora Unidad Liberal Radio de Madrid, Federico es necesario. Por varios motivos. Ante todo, por haberse ganado, con persistencia y laboriosidad, una legión de seguidores que lo consideran como su principal referente mediático/político, y que tienen derecho a seguir disfrutándolo. Pero, lo que es más importante, es la derecha social española la que lo necesita a su vez. Todavía.

 

¡Ojo!, derecha social no es sinónimo de Federico; ni viceversa.

 

La derecha social es anterior, más amplia, y plural que el propio Federico y su estrecho grupo de profesionales e intelectuales liberales a los que ha cobijado y, en otros casos, formado.

 

La derecha social española, aunque no guste a tantos, existe: aquí está. Ha ocupado las calles en reiteradas ocasiones; demuestra una notable vitalidad; mantiene diversas modalidades de presencia social; y, por algo será, ¡se le ridiculiza reiteradamente en la mayor parte de medios de comunicación!

 

En la derecha social encontramos diversas identidades y temperamentos: liberales y conservadores;  algunos post-franquistas, antifranquistas de los pocos que realmente lo fueron, y muchos a los que Franco ni les va ni les viene; católicos, agnósticos y ateos; militantes pro-vida e indiferentes en cuestiones morales; españolistas de pro y liberales de mirada económica un tanto estrecha; estudiantes, empresarios, trabajadores y pensionistas; mujeres y hombres; heterosexuales y gays;…

 

A todos ellos les une algunas ideas y valores comunes: una percepción positiva de la nación española y su historia; ciertas creencias –al menos en origen- enraizadas en los principios cristianos; una vocación militante y de presencia social; un inconformismo cultural y vital; cierto desapego del Estado y un particular sentido de la responsabilidad individual y social.

 

Plural, muy plural. Desconcertadamente plural. Así las cosas, difícilmente podía asimilarse sin más al Partido Popular; pues le es anterior. Con todo, una buena parte le ha votado –a su pesar- y lo seguirá haciendo. Otra porción, por el contrario, nunca lo ha hecho y espera, en su periferia, la ascendencia del partido de derechas sin complejos que nunca llega. Ciertamente, derecha social y Partido Popular no terminan de encajar...

 

A lo largo de estas décadas españolas en democracia, tan plural derecha social necesitaba unos cauces organizativos, un corpus ideológico, una estrategia, un liderazgo; pues, en caso contrario, estaría abocada a la extinción. Y todo ello se lo proporcionó Federico. El cauce: La mañana de la COPE, Libertad Digital, y una difusa red social liberal. Un corpus: el nacional-liberalismo elaborado y plasmado en su Ilustración Liberal. Una estrategia: la movilización social, por medio de numerosas y multitudinarias manifestaciones en defensa de las víctimas del terrorismo y contra la negociación con ETA, la defensa de la vida, la defensa de la unidad española… ¡tirando de un perezoso -o poco decidido- Partido Popular! Un liderazgo: el suyo propio. Y el de Luis del Pino, Francisco José Alcaraz, y algunos otros.

 

Federico, en todo ello, ha encontrado diversos compañeros de viaje: no pocos periodistas, un puñado de profesores universitarios y comunicadores; heterogéneos colectivos como la Asociación de Víctimas del Terrorismo en su junta anterior, Peones Negros, la Fundación para la Defensa de la Nación Española, determinados grupos pro-vida. Pero, paradójicamente, unos pocos, poquísimos realmente, políticos. Y enemigos: muchos. Y rivales: cada vez más

 

Decíamos que la derecha social, huérfana de estrictos cauces políticos, se encontró con Federico. Y el matrimonio –dejémoslo en una poliédrica unión de hecho- no resultó del todo mal. Hasta ahora.

 

Pero, ya se sabe, es con la aparición de dificultades cuando se comprueba la solidez de la unión. Además, a esta derecha social le han salido otros pretendientes que quieren llevarse el gato al agua: políticos (la, en buena medida, genéticamente incompatible UPyD, la post-franquista AES, la errática Ciudadanos-Libertas); transversales (Hazte Oír); mediáticos (Intereconomía); atípicos (la Plataforma de las Clases Medias).

 

Entonces, ¿la derecha social está en crisis? Efectivamente, es su estado natural; no en vano, esa multiplicidad, en movimiento y reelaboración sin liderazgos establecidos, carece de calco político

 

Durante bastantes años, en relación a esa derecha social, Federico ha jugado un papel muy importante que difícilmente ningún otro podrá representar en el futuro inmediato. Pero esa unión de intereses está sufriendo el impacto de una crisis que se resume, a muy corto plazo, en un interrogante: ¿qué lista votar en las europeas? Diga lo que diga, haga lo que haga Federico, la derecha social hará, como siempre, lo que le dé la real gana. Vamos, que votará un poco de todo: incluso en blanco. Y el particular matrimonio “derecha social/Federico” acusará tal agonía; aunque no se romperá. Lo que sí puede llegar a hacerlo es el cese de su convivencia. De ahí el grave dilema de Federico… y César Vidal.

 

Esta derecha social, de la que hablamos, es un tanto individualista, escasamente disciplinada, irregular en sus apariciones públicas, y nada unitaria; según se manifiesta habitualmente. Es deseable, en consecuencia, que las diversas identidades que la integran se doten, progresivamente, de estructuras organizativas que les den voz, haciéndolas valer ante los partidos políticos que pueden representarla: el Popular, básicamente. Y, acaso, coyunturalmente y como medida de protesta, ante UPyD o alguna aparición inesperada a la derecha del Partido Popular.

 

Por ello, y si quiere tener un futuro, debe consolidar varios movimientos sociales, cuya representatividad política todavía está por dibujar; si bien todo indica que, salvo alguna sorpresa histórica, seguirá siendo el Partido Popular el que lo haga.

 

Esta derecha social, en permanente ebullición, sigue buscando un rostro, unos cauces permanentes y unos líderes que la representen. A falta de políticos que hagan propios –y sin reservas- sus valores, otros actores vienen cubriendo sus huecos: periodistas, particularmente. De ahí que afirmemos que Federico sea necesario. Y Antonio Jiménez. Y Enrique de Diego. Y Antonio Martín Beaumont, etc.

 

Federico, Federico: un tipo sin complejos. Genio y figura… Aunque no nos guste demasiado, si no existiera, habría que inventarlo.

 

Diario Liberal, 7 de mayo de 2009

¿Dónde está la Rosa Díez de la derecha?

¿Dónde está la Rosa Díez de la derecha?

 

El único escaño alcanzado en el Parlamento de Vitoria por Unión, Progreso y Democracia (UPyD), el partido de Rosa Díez, ya no será decisivo en la conformación de una mayoría constitucionalista que otorgue la Lehendakaritza al socialista Patxi López.

 

No obstante, el acceso de UPyD al Parlamento vasco, fruto de apenas 22.000 votos, es un éxito que se suma al productivo escaño nacional de la propia Rosa Díez; avalando ambos la vocación de futuro que mantiene este joven partido.

 

No es fácil para los pequeños. La aritmética electoral española, por imperativo legal, privilegia a los grandes partidos políticos, castigando a los demás. No es nada novedoso afirmarlo. Y si alguien lo duda, que se lo pregunten a las gentes de Izquierda Unida; cuya agónica historia debe bastante a tan particular matemática.

 

En este contexto, la delicada vida inicial de UPyD se orienta hacia su crecimiento y consolidación; si bien todavía es muy pronto para poder confirmarlo con rotundidad. De ahí que las miras de UPyD ante los próximos comicios sean muy altas; cifrándose buena parte de sus expectativas de supervivencia en la conquista de -al menos- un escaño europeo.

 

Tienen mérito estas/os chicas/os. Y mucho; pues todo grita que “fuera de los grandes no existe vida”. Y, aunque hablemos en plural, el mérito lo es ante todo de Rosa Díez; una política de excelentes cualidades, tan notables como su propio ego, que incluso le han permitido relegar su discutible papel durante la cohabitación PNV/PSOE (Euskadi: ven y cuéntalo).

 

UPyD nació de Plataforma Pro, criatura de transición de la memorable y congelada ¡Basta ya! Agrupó inicialmente a unos pocos intelectuales y activistas de indubitada mentalidad progresista, vascos en su mayor parte, desencantados con la deriva federalista de ZP y PSOE.

 

Tan neto origen, en buena lógica, determina su naturaleza: se trata de un partido, por tanto, progresista, jacobino, laicista… políticamente correcto en toda la extensión de su programa.

 

Pero, pese a la evidencia de esa naturaleza inequívocamente “progresista”, han enarbolado su papeleta no pocos antiguos votantes del Partido Popular. ¿Por qué?

 

No es temerario afirmar que este hecho es consecuencia, más que de los incuestionables laboriosos méritos de Rosa Díez y los suyos, del timorato y apagado tono vital del Partido Popular de Mariano Rajoy.

 

Hay que partir de una premisa: el Partido Popular, expresión política de la derecha social, es plural. Aquí encontramos a conservadores clásicos, liberales de nuevo cuño, democristianos clericales, centristas de débil espectro… Y, también, católicos militantes de los “nuevos movimientos eclesiales”, agnósticos, indiferentes, y ateos. Todos laicos, pero no pocos, incluso, laicistas. Conservadores y conservaduros. Derecha plural, en definitiva: unos, tradicionales en lo moral y progresistas en lo social; otros, progresistas en lo moral y tradicionales en lo social. Y liberales en todas sus dimensiones, etc., etc. Plurales, muy plurales.

 

Entonces, nos preguntamos, del amplio y variopinto entorno sociológico del PP, ¿quiénes pudieran verse tentados en “pasarse”, al menos coyunturalmente, a UPyD? Ante todo, pensamos, no pocos acomplejados; más cómodos bajo una sigla de marchamo “progresista”. Pero, también, otros desanimados ante las dudas metódicas del PP y algunas de sus sorprendentes decisiones, caso de las reformas estatutarias apoyadas por sus “barones”; por no hablar de los recientes y en absoluto esclarecidos “escándalos” partidarios. Están en su derecho, faltaría más. Todos ellos. Voto acomplejado, pero, también, voto-protesta.

 

No parece sencillo que un católico consciente y formado –un católico “como Dios manda”- pueda votar a UPyD, dada la más que aparente incompatibilidad existente entre sus referencias morales básicas; pensamos en la defensa de la vida (aborto y eutanasia), también en la concepción de la familia e, incluso, en el programa educativo. Pero no olvidemos la posible incidencia en este sector del voto-protesta que opte por UPyD en las europeas, entendiéndolo como un “mal menor”, incluso siendo consciente de esa dificultad moral/doctrinal. De hecho, recordemos, tan discutible modalidad de voto ya cristalizó, en antiguas elecciones europeas, en una formación atípica minoritaria: la personalista, efímera, y totalmente olvidada, “Lista Ruiz Mateos”.

 

Acaso, por coherencia, ese electorado, generalmente en órbita del PP, debiera optar por una alternativa “a su derecha”; pero, realmente, no hay nada consistente que pueda ser eficaz polo de atracción de ese voto-protesta, y del otro voto desencantado ante la poca viveza en la defensa de los postulados pro-vida, y de la mismísima familia, desde las filas populares.

 

Para que pudiera plantearse con mínimas expectativas de éxito una nueva opción de esas características (derecha sin complejos, de claras raíces cristianas, democrática, activista), pura “política-ficción” hoy, se precisaría de una operación análoga a la ejecutada por Rosa Díez en el ámbito progresista, pero en esta ocasión desde el Partido Popular y con un mínimo soporte mediático. Una reconocida figura carismática que, procedente de sus filas, rompiera con la comodidad de siglas consolidadas y su “aparato”, lanzándose a una carrera plagada de obstáculos e incertidumbres, invocando las esencias de la derecha: una batalla desde los valores y por los valores. Pero, recordemos aquí la triste experiencia de un PADE que, escindido de su partido-madre allá por 1996, de la mano del ex-dirigente de Alianza Popular y del subsiguiente Partido Popular, Juan Ramón Calero, sufrió una triste y agónica trayectoria en la intemperie. Y seguro que tal recuerdo le vendrá a la mente a todo político del PP tentado –acaso- a la aventura, aunque únicamente lo fuere por unos segundos.

 

Por todo ello, si alguien se pregunta dónde está la Rosa Díez de la derecha, habría que responderle, y más desde el aparente resurgir de Mariano Rajoy el pasado domingo 1 de marzo, que ni existe…, ni se le espera.

 

 

Diario Liberal, 13 de marzo de 2009

El Partido Popular: ¿un gigante con pies de barro?

El Partido Popular: ¿un gigante con pies de barro?

 

¿Qué está pasando en el Partido Popular? ¿Una crisis de liderazgo? ¿El desgaste inevitable ante una nueva “travesía del desierto”? ¿Un inesperado e incomprendido cambio de rumbo ideológico? ¿Meros enfrentamientos personales? Seguramente confluye algo de todo ello. Pero, creemos, hay mucho más.

 

Sea la que sea la precisa fórmula de los componentes de la crisis, se ha derrumbado uno de los mitos esgrimidos cíclicamente por los líderes populares: “el mayor partido de España”, “la militancia más numerosa de Europa”, “sus mujeres y hombres son el principal capital del partido”, etc.

 

Y decimos que se trata de un mito, pues no es un hecho que se pueda verificar; pues no es cierto. Acaso sí lo sea que son 748.000 cotizantes. Muchos. Pero de ahí a que sean otros tantos militantes hay un trecho muy largo… que nunca se ha recorrido.

 

De ser verídica y real, tamaña realidad militante habría eclipsado a los mismísimos Testigos de Jehová en el ranking de plastas castigadores de la ciudadanía española. Pero, dígame, ¿alguna vez le ha visitado en su casa un militante popular con afán proselitista? Tal vez conozca a alguno: en su trabajo, en el vecindario, entre sus familiares... Incluso puede que usted mismo, desconocido lector, sea de los que se manifiestan, en público y en privado, sin complejos ni falsos respetos, como un entusiasta militante popular… pese a no estar afiliado al partido.

 

Primera evidencia: un militante no es un simple afiliado. Ni un afiliado es un adherido sin más. Un militante no se limita a pagar una cuota; ni mucho menos a figurar en un listado como posible interventor en procesos electorales. Un partido de verdad no se hace sólo con cotizantes, ni con listados interminables de “socios”. Ni únicamente con marketing.

 

Existe, ciertamente, un modelo en crisis: un partido que carece de estructuras participativas, que elude los debates colectivos, que premia los juegos de salón de quienes aspiran a un cargo electo, que vive a espaldas de las necesidades reales de su base social, y que se mueve obsesionado por los análisis demoscópicos. Un partido que ignora sus afiliados. Una estructura muda e inoperante al servicio de los “líderes”. Sean quienes sean. Una macro oficina electoral, en resumen.

 

Si el partido estuviera vivo, en el contexto actual, se habrían multiplicado los signos de alarma: las peticiones de explicaciones y debate, las iniciativas locales y sectoriales, los manifiestos y las propuestas. Pero nada, repetimos, nada de eso se ha producido. Alguna dimisión, ciertas bajas relevantes, apenas una manifestación ridícula… Y muchas declaraciones públicas más bien crípticas. Poco ciertamente; muy poco. ¡Qué gran misterio!

 

Se dirá que los militantes populares están poco implicados en la vida del partido. Pero, ¿no se trataba de una militancia ejemplar?

 

Veamos qué afirma El Mundo en su edición del 25 de mayo. En el proceso electoral de los 2.500 compromisarios, para el próximo congreso nacional en Valencia, apenas habrían participado un 3’67% de los afiliados. ¿Por qué? ¿Acaso son en su inmensa mayoría unos pasotas? ¿No será, por el contrario, que ni se estimula, ni se favorece, ni se facilita su participación real en la toma de decisiones y en la vida del partido?

 

Un partido debe sumar esfuerzos, no neutralizarlos. Debe suscitar vocaciones a la política, no espantarlas. Debe dialogar e interactuar con los agentes sociales, no despreciarlos. Debe escuchar a la sociedad, no suplantarla. Debe fomentar y facilitar iniciativas, no ahogarlas; tampoco controlarlas.

 

Y no sirve afirmar que las “políticas de valores” sean percibidas temerosamente por la sociedad como actitudes “ultras”. Es más, desde una identidad definida y sin complejos existe menos miedo, al diálogo y al encuentro con “el otro”, que desde la indefinición. Por ello, una política de valores, enraizada en el pueblo, o en sectores significativos del mismo, funciona mejor cuanta más democracia interna, más participación, y mayor transparencia caracterizan a un partido político. El que sea.

 

Ya sabemos que los partidos activistas, alimentados por militantes entregados, son un modelo del pasado. ¿Quién se acuerda, ya, de aquellos pesados militantes, de todos los colores, que nos sermoneaban en la tan añorada Transición? Pero ello no implica que se tengan que reducir a sindicatos oligárquicos de intereses, dirigidos por una minoría que manipula estatutos y números, en aras de su promoción y permanencia indefinida en el mando. Eso sí, bajo una verborrea pseudo democrática, aunque políticamente correcta. Con gesto serio, traje y corbata, palabras y palabras.

 

La derecha social, plural por naturaleza, activista por vocación y necesidad, popular por origen y pertenencia, quiere un partido popular de verdad. Y, ahora mismo, el Partido Popular no parece que lo sea. ¿Llegará a serlo? Si la crisis lo propiciara, bienvenida sea. Si hay crisis, hay vida.

 

Diario Liberal, 26 de mayo de 2008