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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

El Partido Popular de Navarra en su laberinto

El Partido Popular de Navarra en su laberinto

Para Partido Popular y PSOE, las próximas elecciones europeas se jugarán en la estrecha franja de unos pocos cientos de miles de votos. De ahí que todas las “bolsas” potenciales cuenten. Una de ellas, sin duda, será la navarra.

 

Hasta la ruptura del pacto UPN/PP, los casi 100.000 votos del centro-derecha navarro –bastantes menos que los cosechados en generales, municipales y forales- se fundían disciplinadamente en el electorado europeo más fiel del Partido Popular. Pero en esta ocasión, en la que cada voto cuenta y mucho, sobre todo si la abstención aumenta, el “granero navarro” del centro-derecha no está en absoluto asegurado. ¿El responsable de ello?: el divorcio UPN/PP.

 

Desde que se consumó la ruptura, en su intento de reimplantación, el Partido Popular viene realizando una constante labor de presencia mediática en Navarra; una comunidad en la que Unión del Pueblo Navarro es un valor político muy seguro.

 

Pero, las consecuencias de ese divorcio –contencioso, para más señas- han sido traumáticas. Y ahora, también para los electores del centro-derecha navarro, está llegando el momento de tan dolorosa elección: con mamá o con papá. No obstante, tan dramática decisión todavía pudiera haberse aplazado un tiempo. Al no concurrir UPN en estas elecciones, el Partido Popular de Navarra (PPN) acaso hubiera podido transitar libremente en su intento de arrastre de la mayor parte de tales votos. Pero, tal pretensión, ¿era realista? No.

 

En UPN los ánimos no están calmados. Y no están por ponerles al PPN las cosas muy fáciles. Las secuelas del divorcio siguen quemando y algunos comportamientos de ciertos dirigentes del renacido Partido Popular de Navarra no han gustado nada allí. Todo lo contrario. Hasta tal punto ha sido así que, pese a la aparente inclinación de la nueva presidenta de UPN, la alcaldesa de Pamplona Yolanda Barcina, en propiciar futuras fórmulas de entendimiento entre ambas formaciones, de momento ha prevalecido el criterio retributivo de un todopoderoso Miguel Sanz: no definirse de manera expresa. De este modo, además de salvar el orgullo propio propinando una sonora bofetada en público a los “desagradecidos”, la formación regionalista no se indispondría particularmente con sus “nuevos” amigos del PSN-PSOE; a quienes en el pacífico transcurrir de su hermosa amistad debe, nada más y nada menos, el mismísimo Gobierno Foral.

 

Pese a tan complejo panorama, el Partido Popular, al menos desde la calle Génova, ha tratado de no pisar callos en su nueva singladura. Por ello eligió como seguro representante navarro en Europa -el 8 de su lista- a un bisoño y desconocido Pablo Zalba; un joven economista que no había militado en UPN.

 

¿Podrá, Pablo Zalba, movilizar al entristecido electorado del centro-derecha navarro y arrastrarlo en las elecciones europeas del 7 de junio? No parece empresa fácil.

 

Ante todo, por tratarse de de un desconocido. Y eso, en Navarra, no es buena cosa; no en vano el tener conocimiento, directo o indirecto, de la persona del candidato en cuestión, siempre ha sido un altísimo valor. En una Navarra en la que “todos nos conocemos”, Pablo Zalba es un desconocido: un jovencito PTV –pamplonés de toda la vida- que no dice nada a casi nadie. Ya sabemos que una campaña mediática de estricto marketing político puede hacer milagros. Pero, en esta ocasión, el PPN con Zalba no podrán contar con ese factor, un tanto informal, tan determinante de la particular sociología práctica electoral navarra. Nos referimos a la red capilar que UPN mantiene en casi cada pueblo y que a la pregunta de “¿a quien vamos a votar?, ¿qué vamos a hacer?”, puede no responder; desmotivando a no pocos supuestos afines.

 

Concurre, además el facto ideológico. Al menos de momento, Pablo Zalba, en sus escasas declaraciones públicas, viene mostrando un perfil ideológico muy bajo; lo que contrasta, por ejemplo, con la línea del senador y coordinador de la gestora refundadora del partido, José Ignacio Palacios, quien acaso intuitivamente, ha tratado de dar un contenido desde los “valores” a sus posicionamientos públicos, en disparidad con una UPN con la que procuraba marcar diferencias.

 

El Partido Popular, seguramente, tendrá que medirse con sus propias fuerzas. Para ello cree contar con un “suelo” electoral desde el que empezar a crecer, según los estudios demoscópicos elaborados en fechas inmediatas al sonado divorcio; pero muy bien tendrá que hacerlo para que tal “suelo” no devenga en “techo”.

 

El Partido Popular se está reconstruyendo despacio, muy despacio, en Navarra. Con todo, las visitas de líderes nacionales ha sido constante: así, entre las últimas, las numerosas de la 14ª reunión de la Unión Intermunicipal Popular, y la muy reciente del presidente popular vasco. Pero, aún siendo actuaciones muy interesantes, tales no han sido acompañada por una real implantación de estructuras partidarias. Además, de momento, aunque anunciado desde el divorcio, el congreso fundacional viendo siendo aplazado sine die, dada la inexistencia de un liderazgo evidente. Así, la elección del candidato navarro a Europa ha consumido ad intra muchas de las energías desplegadas por este joven partido que debieran, acaso, haberlo sido ad extra.

                                                                                                                                      

El 7 de junio llegará y, después, con el joven Pablo Zalba instalado en Europa, el PPN deberá presentarse unido, laborioso y ¡realista! en su nueva singladura. Y deberá eludir el riesgo de que la mayor parte de sus esfuerzos se pierda en nuevas batallas internas: por ejemplo, la elaboración de las siguientes listas electorales.

 

Al Partido Popular se le presenta, tal vez, una penosa travesía por el desierto. Cuenta, de entrada, con un cierto “suelo” en la intención de voto foral, parece ser; pero en política nada es eterno. Sobre todo, si no se trabaja bien.

 

Un partido político moderno en nuestro contexto occidental, es fruto ante todo del marketing. Pero en Navarra, en la que los lazos comunitarios pesan mucho, las cosas no son tan sencillas. Por ello, y si quiere tener un futuro, deberá trabajar por sus ideales en el día a día, creando estructuras partidarias, dialogando con las realidades vivas afines, presentando batalla en el mundo de la cultura, participando en los movimientos cívicos de la derecha social navarra, dando la cara en los medios de comunicación... No basta con el marketing, insistimos. En este contexto existe otro riesgo evidente que el PPN deberá eludir: el convertirse en una UPN bis de análogo espectro electoral, dirigido al mismo paisanaje, con semejantes mensajes e inquietudes, con similar contenido ideológico light. Un partido, en definitivo, sin una identidad neta.

 

En estas elecciones europeas, el Partido Popular de Navarra, sin el concurso de UPN, bien pudiera quedar como la tercera fuerza política en número de votos. Sí, la tercera: por detrás del PSOE y de Europa de los Pueblos-Verdes, la coalición que agrupa a la mayor parte de la panvasquista Nafarroa Bai. En definitiva: un fracaso sin paliativos para el centro-derecha navarro en su conjunto; pues en Europa, diga lo que diga algún cualificado representante de UPN, Navarra también se juega muchas cosas. Cada vez más.

 

No obstante, en política siempre cabe lo imprevisto, de modo que, por ejemplo, si la discutida lista Iniciativa Internacionalista concurre finalmente y recupera buena parte de los votos de la proscrita izquierda abertzale más, acaso, otra porción de los sumados en los últimos años por Aralar (la izquierda abertzale crítica) en sus diversas marcas, el PPN podría, de estimular adecuadamente al electorado afín, aspirar a un honroso segundo puesto; siempre detrás del PSN-PSOE. Además, concurre una circunstancia interesante: UPyD, dado su perfil jacobino antiforalista, no le causará problemas. Y AES, desde su derecha, carece, en el territorio foral, tanto de personalidades de peso, como bases, que pudieran desplazarle un número significativo de votos descontentos con el “marianismo”.

 

El Partido Popular no lo tiene fácil. Tampoco imposible. Debe alcanzar el 7 de junio unos resultados dignos que no le cortocircuiten su implantación en la Comunidad Foral. No puede desairar más a las gentes de UPN. Deberá trabajar con decisión y voluntad de permanencia… con la mirada en el futuro reencuentro –el que sea- del centro-derecha navarro. Un verdadero laberinto. Un reto apasionante.

 

Diario Liberal, 14 de mayo de 2009

 

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