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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Homenaje al Líbano

L´Orient – Le Jour: la actualidad de Oriente Próximo, minuto a minuto

L´Orient – Le Jour: la actualidad de Oriente Próximo, minuto a minuto

Tanto en su versión impresa como digital, L´Orient – Le Jour es un medio imprescindible para el conocimiento del inquietante minuto a minuto de la actualidad de Oriente próximo, especialmente la del siempre convulso Líbano.

Opiniones cualificadas, informaciones muy objetivas: un medio para superar el “bloqueo” informativo que se sufre en España más allá de la doctrina políticamente correcta y de los tópicos mayoritarios.

El destino de las milenarias, castigadas y mermadas comunidades cristianas de Oriente próximo parece fatalmente determinado por la persecución, el exterminio físico en ocasiones, y la presión política y social de las mayorías musulmanas. Y todo ello ante la indiferencia del Occidente antaño cristiano.

Soy español católico. Y maronita. Y copto.

L´Orient – Le Jour, eso sí: en francés.

http://www.lorientlejour.com/category/1/politique-liban.html

Hizbulá y Líbano: la conquista del Estado

Hizbulá y Líbano: la conquista del Estado

La sucesión de revueltas populares iniciadas en Túnez, inmediatamente extendidas a Egipto y Yemen, entre otros países musulmanes, ha oscurecido un hecho de inquietantes consecuencias geopolíticas: el cambio de gobierno acaecido en Líbano impulsado por Hizbulá.

Recordemos que, ya en septiembre de 2004, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 1559 por la que instaba al gobierno libanés a desarmar a todas las milicias; un acuerdo pensado fundamentalmente para Hizbulá, al tratarse entonces de la única operativa en Líbano, desde la aplicación de los acuerdos de Taif que pusieron fin a la guerra civil en 1989. Pero sus poderosos vecinos y aliados, Siria e Irán, por motivos muy distintos, han impedido que tal hecho, esencial para la estabilidad de la zona, se ejecutara apoyando incondicionalmente a su peón libanés.

Además, no olvidemos, Estados Unidos incluyó en su día a Hizbulá en su listado de organizaciones terroristas. El Parlamento Europeo, por su parte, aprobó el 10 de marzo de 2005 (por 473 votos a favor, 8 en contra y 33 abstenciones) una resolución, no vinculante, calificándole de organización terrorista. Y, pese a lo anterior, la Unión Europea no lo ha incorporado a su listado; aunque sí a uno de sus dirigentes, Imad Mugniyah. Tal es la realidad de Hizbulá: un partido-milicia de orígenes incuestionablemente terroristas cuya vocación es la conquista del poder.

Volvamos al día de hoy. Después de una sucesión dramática de acontecimientos: interminable guerra civil desde 1975 de “todos contra todos”, ocupación siria, revuelta antisiria a partir del 2000, asesinatos de opositores a la ocupación durante años, guerra de Hizbulá contra Israel de 2006; en las últimas elecciones legislativas de 2009, gracias en buena medida a los votos procedentes de la numerosa comunidad libanesa emigrada por todo el mundo, la antisiria Alianza 14 de marzo ganó las elecciones. Por el contrario, la encabezada por Hizbulá –la Coalición 8 de marzo- fue derrotada ampliamente.

Hizbullá, el partido-milicia más potente de Líbano, no por ello se dio por vencido. Continuó con su estrategia gradual: consolidación de sus espacios de poder e influencia, especialmente en el sur del país, el valle de la Bekaa, las llanuras de Baalbek-Hermel y sur de Beirut. Prestigiada por haber derrotado al ejército judío, únicamente tenía que esperar –o forzar- una situación propicia. Y ésta ha llegado con la excusa del próximo pronunciamiento del Tribunal Especial para el Líbano que trata de esclarecer los asesinatos políticos acaecidos hacia 2005 y 2006 en los que se adivinaba la actuación de los servicios secretos sirios y del denominado Servicio Especial de Hizbulá.

Gracias a un caprichoso viraje del druso Walid Jumblat, quien lo ha justificado en aras de evitar una nueva confrontación sectaria, la coalición antisiria encabezada por Saad Hariri ha perdido la jefatura del gobierno que ganó democráticamente en las elecciones del pasado 7 de junio de 2009; siendo otro sunita, el multimillonario Nayib Mikati, quien encabeza un nuevo gobierno con apoyos muy distintos a los anteriores. Aunque asegura que pretende representar a todos los libaneses, el apoyo incondicional y nada disimulado de Hizbulá ya no engaña a nadie. En definitiva se trata de un paso más en la conquista del Estado por este último.

Ahora Hizbullá tiene casi todo: una milicia más potente que el propio ejército regular libanés, unas zonas de influencia en las que ejerce un control absoluto, un imperio mediático de influencia transnacional, unos aliados interiores y exteriores fieles, el prestigio de haber derrotado en 2006 al Tsahal judío… y, ahora ¡el mismísimo gobierno!

Su líder, Hassan Nasralá, hábil político y táctico militar, no tiene prisa. Su estrategia es y será gradualista. Y no declarará la guerra a Israel, para no propiciar de nuevo una crisis internacional como la de la segunda quincena de julio y primera de agosto de 2006 en la que derrotó, contra todo pronóstico, a Israel. Es el momento de ganar la “respetabilidad” internacional.

En primer lugar, desactivará al Tribunal Especial para el Líbano (TEL), con sede en Holanda y apoyado por la ONU, que investiga el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri el 14 de febrero de 2005. Atará a sus aliados internos y consolidará su poder dentro del Estado. Su objetivo: fusión del Estado que ya es Hizbullá con el propio Estado residual libanés. Y, en las próximas elecciones, control y/o restricción del voto de los residentes libaneses en el extranjero, lo que merced a la emigración de numerosos libaneses, especialmente entre las comunidades cristianas, y la presión demográfica chií, le garantizará un éxito seguro cubierto de oropeles pseudodemocráticos que lo justificará ante la comunidad internacional.

De esta manera Irán se consolida en la zona transplantando definitivamente su modelo a Líbano, Siria refuerza su papel frente a Israel y, lo que es más importante, se propone a todo el mundo musulmán un nuevo modelo sociopolítico basado en la sharia chií, con expresiones moderadas y limitadas de pluralismo político y religioso, en unos tiempos de convulsiones y crisis de los demás modelos árabes.

Los cristianos libaneses quedan como convidados de piedra. Los maronitas de Michel Aun, los greco-ortodoxos del Partido Sirio Social Nacionalista, aunque aliados de Hizbulá, apenas tienen margen de maniobra frente al gigante chií. Permanecerán en sus cada vez más reducidos ghettos, resignados a la espera de un cambio constitucional que les prive, definitivamente, de los privilegios que todavía mantenían. Y su destino será la conversión o la emigración. En cualquier caso, la presencia cristiana en Líbano se reducirá drásticamente en las próximas décadas; perdiendo Oriente Medio una importante riqueza humana y cultural –bimilenaria- en aras de un proyecto islamista de pretensiones totalitarias que apenas admite una mínima supervivencia de antiquísimas comunidades humanas antaño mayoritarias en la zona.

No es una casualidad que el patriarca maronita, Nasrallah Boutros Sfeir, haya manifestado su deseo de renunciar al cargo. Y no sólo por su elevada edad, sino, ante todo, para despejar el camino de su propia comunidad. Promotor de la revuelta antisiria en 2000, que llevó a la retirada de las fuerzas de ocupación sirias en 2005 pocos meses después del asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri, y de la formación de partidos cristianos; como sagaz personalidad preocupada por el futuro de su mermado pueblo, no ha descuidado sus contactos con Hizbullá: ante todo, realismo. A su sucesor se le presenta el reto de sobrevivir en un país islamizado, girado hacia el Oriente musulmán, y desprotegido por sus antiguos aliados: Francia y Estados Unidos. De hecho, aunque se sancione internacionalmente al nuevo gobierno libanés, ante la más que segura desactivación del TEL, la geografía sirio-libanesa y el apoyo económico, político y militar de Irán, compensarán las medidas que Occidente pueda decretar.

Mientras tanto, aquí, seguiremos debatiendo sobre el rumbo de las revueltas de Túnez, Egipto, Yemen…, cegados por la esperanza de que se orienten hacia un marco de libertad y democracia a la europea. Cada vez más obtusos e ingenuos. Recordemos que toda oportunidad de elecciones libres ha sido aprovechada por los movimientos islamistas –moderados o radicales- para tratar de conquistar el poder; no en vano, son las fuerzas mejor organizadas y más operativas mediante obras caritativas, religiosas y formativas entre los más desfavorecidos, es decir, las grandes masas árabes. Por el contrario, las fuerzas liberales a la europea, o laicas de otros signos, apenas tienen implantación más allá de unas pequeñas minorías intelectualizadas. Así, el desarrollo de las elecciones legislativas turcas, argelinas, marroquíes, jordanas, libanesas, etc., a lo largo de los últimos años, si algo nos enseña es que el principal sujeto sociopolítico del mundo musulmán es el islamismo; en sus diversas manifestaciones: radical o moderado. Y, en Occidente, seguimos soñando con una “revolución francesa” que alcance, siglos después, al mundo musulmán. Ni aprendemos ni queremos ver.

 

Diario Ya, 31 de enero de 2011

Quieren destruir la soberanía del Líbano.

Quieren destruir la soberanía del Líbano.


El pasado miércoles 19 de septiembre fue asesinado en Beirut, mediante un potente coche bomba que también ocasionó la muerte de otras siete personas, el diputado de la mayoría antisiria Antoine Ghanen.

Es la octava personalidad pública asesinada –ya- en Líbano, concurriendo tres circunstancias similares: contundente posicionamiento antisirio; político o periodista de primera fila que podía haber asumido mayores responsabilidades en el futuro; el crimen no ha sido resuelto por las investigaciones policiales.

Antoine Ghanen había regresado la noche anterior de Abu Dhabi, donde residía refugiado ante las amenazas de muerte sufridas. Pretendía participar en la reunión que, el martes próximo, tiene previsto celebrar el Parlamento libanés para la elección del nuevo Presidente de la República que sustituirá al prosirio Émile Lahud.

Ciertamente, ¿qué organización dispone, en suelo libanés, de fuentes de información tan precisas y de semejante capacidad operativa que le permitan perpetrar, en unas escasas horas, tan despiadado asesinato, concurriendo, además, circunstancias políticas tan relevantes? No son, por ello, nada absurdas las acusaciones vertidas, inmediatamente conocido el atentado, contra los servicios secretos sirios y sus poderosos cómplices libaneses; al igual que en las otras siete ocasiones procedentes.

En algunos medios de comunicación españoles se asoció su asesinato con el 25 aniversario de las matanzas de Sabra y Chatila; unos medios que, paradójicamente, no recordaron los asesinatos de miles de cristianos en la ciudad de Damour, las aldeas del Chouf, etc., a manos de terroristas palestinos y sus aliados libaneses de entonces. Sin duda, la larga militancia del asesinado en el partido Kataeb facilitaba esa superficial asociación a tan progresistas e imparciales comunicadores; si bien en las últimas elecciones se presentó en las listas del antisirio Partido Socialista Progresista, liderado por el druso Walid Yumblat, antaño icono de la progresía europea.

Pero, más allá de tan endeble cortina de humo, este asesinato debe relacionarse con la próxima elección del nuevo Presidente, una decisión de enorme valor estratégico para Siria; empeñada en teledirigir, pese a haberse retirado militarmente, el país de los cedros. Y no olvidemos que el histórico enfrentamiento entre Siria e Israel se ha recrudecido; sufriendo días atrás el ataque sorpresa de la aviación judía las instalaciones agrícolas sirias que acogerían –supuestamente- los primeros pasos de su programa nuclear secreto.

Pero, en estas dramáticas jornadas concurría otra circunstancia relevante. El acosado gobierno de Fuad Siniora había obtenido, después de meses de paralización y feroz acoso desde la minoría prosiria, un éxito: la derrota del grupo terrorista Fatah al Islam a manos del ejército libanés que, a tal fin, había asediado el campo de refugiado de Naher al Bared, sufriendo en la empresa importantes pérdidas humanas. Por primera vez en muchos años, el ejército libanés empezaba a ser percibido como una institución nacional que unía a libaneses de todos los credos religiosos por encima de intereses políticos. Siria y sus aliados no podían permitirlo.

El asesinato de Antoine Gahen, por todo ello, tiene esa doble lectura. Una interna, es decir, el enésimo intento de amordazar y reducir a la mayoría parlamentaria libanesa, con vistas a su derrocamiento y el consiguiente nombramiento de un nuevo gobierno dirigido por el más firme aliado que cuenta Siria allí: Hizbulá.

Y una lectura externa dirigida, ante todo, a Israel. En Siria se mantiene en el poder el partido Baas –laico, socialista y panarabista- dirigido por la minoría alawita. Con el apoyo decidido de Irán, el gobierno sirio seguirá empeñado en mantener la presión sobre su odiado vecino israelí, quien fuera derrotado por la milicia de Hizbulá en la penosa campaña del verano del 2006. Aunque Israel haya devuelto el golpe a Siria, con el estratégico bombardeo mencionado, no puede ignorar el peligro añadido en la crisis que representa su feroz enemigo Hizbulá; quien sigue reforzando sus posiciones en los territorios del sur de Líbano fronterizos con Israel, rearmándose gracias a Siria e Irán.

Los dirigentes sirios e iraníes, así como los radicales palestinos de Hamás, y sus aliados de Hizbulá y otras facciones libanesas, comparten un mismo objetivo: la voluntad de destrucción del Estado de Israel. Para ello necesitan un Líbano sometido a las directrices políticas y militares de Siria. Por todo ello les interesa el mismo objetivo: la destrucción de la frágil soberanía libanesa.

Diario Liberal, 21 de septiembre de 2007

Hizbulá o La conquista del Estado

Hizbulá o La conquista del Estado

 

Las elecciones legislativas celebradas en Líbano, en mayo y junio de 2005, dieron el triunfo, inequívocamente, a las fuerzas antisirias de la “Alianza del 14 de marzo” encabezadas por Saad Hariri y su Movimiento Futuro, hijo del primer ministro asesinado el 14 de febrero de 2005; el sunita Rafik Hariri. Así, las urnas avalaron la multitudinaria movilización ciudadana conocida como “revolución del cedro”, espoleada por los asesinatos de periodistas y políticos antisirios; y que provocó la retirada de Líbano de los contingentes militares del país vecino tantos años allí estacionados. Pero, desde entonces, se han sucedido varios episodios que han distorsionado dramáticamente la escena libanesa.

 

El más importante ha sido el conflicto bélico desarrollado entre Hizbulá e Israel en el pasado verano; desatado por varios ataques terroristas de la milicia extremista chiíta contra objetivos enemigos en suelo hebreo. Pero Israel no sólo no derrotó a Hizbulá, sino que su prestigio como potencia militar hegemónica de la región fue deshecho.

 

En correspondencia, Hizbulá salió muy reforzado. Y, pese a algunos tímidos intentos de la comunidad internacional que pretendían su desarme, medida acordada por la ONU hace ya varios lustros, su milicia quedó encumbrada por la que su líder Hasan Nasralá calificó como “victoria divina”. Pero concurre otra circunstancia: Hizbulá es la única milicia que ha sobrevivido a la larga guerra civil libanesa. Todas las demás se disolvieron y entregaron las armas. Es más, una de ellas, la mayoritariamente cristiana Fuerzas Libanesas, fue perseguida policialmente y muchos de sus militantes asesinados o continúan desaparecidos…. sin esperanzas en su retorno con vida. Su líder Samir Geagea, acusado de varios asesinatos, fue encarcelado en 1994, permaneciendo en prisión hasta 2005. Hoy lidera el homónimo partido, uno de los mas votados por los cristianos; realizando llamamientos a la unidad nacional, la firmeza democrática y al empleo únicamente de métodos pacíficos... Una encomiable rectificación que, sin duda, los líderes de Hizbulá no han experimentado.

 

¿Qué sentido tienen, hoy mismo, las multitudinarias manifestaciones que vienen sucediéndose, contra el gabinete de Fuad Siniora, lideradas por Hizbulá? El mismo que el asesinato, acaecido el pasado 21 de noviembre, del ministro de Industria, el cristiano Pièrre Gemayel: atropellar a la voluntad soberana del pueblo libanés manifestada en los pasados comicios. En este contexto, la negativa de los prosirios a la constitución de un Tribunal Internacional, que investigue y juegue los asesinatos de personalidades libanesas antisirias, no deja de ser un objetivo secundario.

 

Hizbulá no es una fuerza democrática. No cree en la democracia. Y sus apelaciones a la misma son pura retórica; aunque encuentre comprensivos exegetas en nuestra apocada Europa. Hizbulá siempre ha sido un movimiento totalitario marcado por el estigma de su naturaleza inicialmente terrorista. No descarta, por ello, saltarse cualquier norma, del tipo que sea; si ello le rinde buenos réditos en su marcha hacia la conquista del poder.

 

Perpetró durante años acciones de terrorismo internacional sin escrúpulos ni diáfanos motivos, salvo el del odio a los judíos. Y atacó a Israel cuando tuvo ocasión. Pero su objetivo, en última instancia, no era derrotarlo, sino debilitar al Estado libanés, restándole legitimidad y apoyos. Y lo ha conseguido.

 

No parece sencillo que pueda desatarse una nueva guerra civil; no en vano, el ejército regular está formado por un 55 % de chiítas, que integran, además, unidades homogéneas según el credo religioso de sus miembros. Si a ellos les sumamos la fogueada y exultante milicia de Hizbulá, así como el apoyo del Presidente de la República, el maronita Émile Lahud, no parece factible que los rivales del extremismo chiíta y sus aliados puedan resistir militarmente en el supuesto de un decidido golpe armado que, todavía, no puede descartarse.

 

Las razones que vienen sumando, Hasan Nasralá y sus oportunistas aliados, a sus exigencias de dimisión de Fuad Siniora –que si es un lacayo de los americanos, que si se inhibió en la guerra contra Israel, que si habría informado a los judíos de la localización de los líderes de Hizbulá para quitarse problemas internos, que si ha perdido apoyos populares- únicamente son excusas fruto de una mentalidad y una estrategia golpistas por completo ajena a la cultura democrática.

 

Todos sus movimientos convergen en una única dirección: el golpe de Estado. Los asesinatos de personalidades antisirias, la guerra contra Israel, la retirada del gabinete de Fuad Siniora de 6 ministros prosirios, el asedio de los manifestantes extremistas del palacio del Gobierno legítimo, las amenazas directas a sus rivales, su constante invocación al enfrentamiento civil…

 

¿Quién sale beneficiado en esta ocasión? En todo caso, el eje Damasco-Teherán, que se refuerza con la más o menos encubierta incorporación de un nuevo socio que tienen fronteras con Israel; ganando peso en una eventual estrategia regional de pacificación de Irak. Y, mientras tanto, Irán continúa con su programa nuclear.

 

Se consolide o no ese eje, triunfe o no la estrategia golpista de Hizbulá, es evidente que alguien saldrá perdiendo en cualquier caso: los cristianos libaneses y del resto de países de Oriente Próximo. Recordemos: más de medio millón de cristianos iraquíes, católicos caldeos y asirios, ya han marchado al exilio; mientras continúa la sangría de los cristianos palestinos.

 

Y Europa, replegada en sí misma, sin fe en su destino y en sus antiguos valores, mirando cómodamente hacia otra parte.

 

Páginas Digital, 12 de diciembre de 2006

Último acto (de momento) del drama libanés (*)

Último acto  (de momento) del drama libanés (*)

 

El pasado 21 de noviembre de 2006, Pièrre Gemayel, nieto homónimo del fundador del Kataeb, e hijo de Amin, quien fuera presidente de Líbano, fue asesinado brutalmente; una suerte de la que se libró milagrosamente otro ministro cristiano. Se unía, así, al grupo de otras cinco personalidades anti-sirias asesinadas misteriosamente en un año.

 

Era el último vástago de la saga familiar que ha marcado la vida del Kataeb desde su nacimiento. Pero su asesinato fue mucho más que otro feroz zarpazo dirigido contra esa castigada familia, o contra el propio partido.

 

Pièrre Gemayel había sido elegido parlamentario como independiente en la lista Qornet Shehwan, integrada por independientes y miembros de los partidos Kataeb y Nacional Liberal. Así, fue nombrado Ministro de Industria del gabinete de Fuad Siniora, llegando a ser uno de sus más firmes apoyos en la convulsa situación que parece abocar a Líbano -de nuevo- a unos imprevisibles y, en cualquier caso, peligrosos enfrentamientos civiles.

 

Su padre Amin, en los días siguientes al magnicidio, proporcionó un ejemplo de entereza y prudencia, pidiendo tranquilidad, firmeza, unidad, y oraciones por Pièrre y el Líbano…

 

Su asesinato generó un impresionante movimiento ciudadano de dolor y protesta; eclipsado por la política implacable de los partidos pro-sirios, quienes organizaron una manifestación, celebrada el pasado 1 de diciembre, que movilizó a cientos de miles de seguidores de Hizbulá, Amal, Movimiento Patriótico Libre de Michel Aun, del Baas, y Partido Sirio Social Nacionalista.

 

Tanto el asesinato de Pièrre Gemayel, como las movilización callejera del bloque pro-sirio, y la retirada del gabinete libanés de seis ministros de análogas convicciones en las semanas anteriores al asesinato de Pièrre, forman parte de una fría estrategia que persigue diversos objetivos: impedir la actuación del Tribunal Internacional que debe investigar el asesinato de Rafik Hariri, supuestamente teledirigido desde Damasco; la disolución del gabinete de Fuad Siniora o, cuanto menos, su remodelación mediante la incorporación de un mayor número de ministros pro-sirios; el correspondiente vuelco en el juego de alianzas internacionales de Líbano, orientándolo hacia el eje Damasco-Teherán. En definitiva: un verdadero golpe de Estado que neutralice al Gobierno de mayoría anti-siria formado conforme a los legítimos resultados electorales.

 

No olvidemos una circunstancia decisiva: la única milicia armada existente en Líbano es la de Hizbulá; habiendo sido disueltas todas las demás a resultas de los acuerdos de Taif, e incluso, alguna de ellas perseguida y reprimida policialmente, caso de Fuerzas Libanesas. Una peligrosa circunstancia que se suma al predominio chiíta en el ejército regular, que alcanza a un 55 % de sus integrantes; todo lo cual dificulta las posibilidades de maniobra de un Fuad Siniora cada vez más asfixiado y progresivamente privado por sus enemigos de los mecanismos de defensa estatal imprescindibles en el caso de presentarse circunstancias extremas.

 

(*) Texto incorporado al artículo Centralidad y decadencia del Kataeb en la política libanesa del siglo XX. Revista digital Arbil,(número 106, junio-julio-agosto de 2006.

Peligroso Hizbulá

Peligroso Hizbulá

Líbano sigue ocupando la primera plana de la actualidad internacional. Y, de nuevo, Hizbulá es el protagonista. El Partido de Dios libanés, consciente de su capacidad, exige más poder.

 

En los pasados meses de julio y agosto, luchando en solitario frente a Israel, Hizbulá demostró su poder y capacidad de lucha; frenando al ejército hebreo y dejando en ridículo al siempre débil Gobierno libanés.

 

Y no importa que dos de los hombres de Hizbulá formaran parte del gabinete liderado por Fuad Siniora, representante de la coalición antisiria vencedora en los últimos comicios legislativos. Hizbulá, decididamente prosirio al igual que sus correligionarios de Amal y los cristianos de Michel Aun, sigue jugando sus cartas. Por ello, los cinco ministros chiítas del gabinete han dimitido como medida de presión de Hizbulá en su petición de un “Gobierno de unidad nacional”; una propuesta contradictoria in terminis e imposible, no en vano, el país se encuentra fatalmente dividido entre los seguidores del Damasco coaligado con Irán, y sus detractores. No es una división confesional. Partidarios de Damasco los encontramos en el seno de todas las comunidades religiosas del país; si bien son inmensa mayoría en la chiíta, seguramente, la más numerosa de Líbano.

 

Era lógico. Hizbulá había consolidado un “Estado dentro del Estado” y, la suya, era y es la única milicia armada. Ha demostrado ser el partido político más fuerte y decidido de Líbano, siendo su influjo indiscutible en su comunidad. Y no combate desinteresadamente por el bienestar del país. Quiere constituirse en su factor hegemónico. Y, derrotado Israel, con unas FINUL 2 incapaces de desarmar a la milicia chiíta, el paso siguiente era, inevitablemente, la conquista de un mayor poder gubernamental.

 

A lo largo de la crisis iniciada en verano, Fuad Siniora y los suyos han sido duramente golpeados; perdiendo prestigio y apoyos internos. Y no sólo no han desactivado a Hizbulá, sino que éste se ha crecido con los acontecimientos. No olvidemos otro peligroso factor: el 55% de los militares libaneses son chiítas. El círculo, poco a poco, se va cerrando.

 

Si Hizbulá y sus coaligados mediante la presión y la amenaza consiguen una mayor presencia gubernamental, desbordando así los legítimos resultados electorales, habrá violentando la democracia libanesa y su frágil equilibrio interno; convirtiendo su país en un apéndice del eje Damasco-Teherán.

 

Pero Hizbulá también ha sido protagonista a causa de una noticia procedente de Argentina. El jueves 2 de noviembre se difundió que, conforme el dictamen del fiscal federal Alberto Nisman, se habría acreditado que el atentado perpetrado contra la mutua judía AMIA de Buenos Aires fue ordenado en agosto de 1993 por las más altas autoridades de Irán; encomendándose tal misión… a Hizbulá. Acaecido el 18 de julio de 1994, produjo 85 muertes y cientos de heridos. Por ello, Alberto Nisman ha reclamado la captura de 8 altos responsables iraníes de entonces; entre ellos, el ex presidente Alí Akbar Hashemi Rafsanjani, el ex canciller Alí Akbar Velayati, el ex ministro de seguridad Alí Fallahijan, y el ex embajador iraní en Argentina Hadi Soleimanpour. “El acto acaecido tuvo por fin atentar contra una población civil, en el contexto de persecución de un grupo o colectividad, en este caso de religión judía”; según afirmó el juez federal Rodolfo Canicoba Corral. En consecuencia, ordenó la captura internacional de todos ellos; calificando el atentado como un imprescriptible “delito de lesa humanidad”.

 

Otro atentado, también sufrido en Buenos Aires, fue el producido contra la embajada de Israel el 17 de marzo de 1992 y que causó 29 muertos.

 

Y, mucho más cerca de nosotros, recordemos que el primer atentado islamista sufrido en España tuvo como escenario el restaurante El Descanso de Madrid el 12 de abril de 1985, provocando 18 muertos y 84 heridos. Todavía no ha sido esclarecida su responsabilidad y autoría; si bien, un informe del Departamento de Estado norteamericano, fechado ese mismo mes, responsabilizó a Hizbulá.

 

Pese a tan oscuros orígenes e implicaciones, Hizbulá se ha adaptado muy bien a las nuevas situaciones; desplegando una eficaz campaña internacional de imagen, y ganando progresivamente “respetabilidad”.

 

Únicamente la desmemoria mundial explica que se haya ignorado, también, la denuncia efectuada por Amnistía Internacional en septiembre pasado, contra Hizbulá, por haber bombardeado objetivos civiles en Israel de manera indiscriminada; así como por parapetarse en edificios que, como escuelas y hospitales, según la legislación internacional de guerra, deben ser excluidos en los combates.

 

Compleja naturaleza la de Hizbulá: un ambicioso partido parlamentario; una sofisticada milicia armada; un “Estado dentro del Estado” libanés; un atípico e influyente “actor” en la escena política y militar del Próximo Oriente… pese a no ser un sujeto legitimado por el derecho internacional; una implacable organización que carga con un oscuro historial terrorista nunca esclarecido.

 

Peligroso Hizbulá. Se mire como se mire.

 

Páginas Digital, 15 de noviembre de 2006

Hizbulá y el terrorismo

Hizbulá y el terrorismo

El durísimo conflicto armado desarrollado entre el Tsahal israelí y la poliédrica organización libanesa Hizbulá, a lo largo de la segunda quincena de julio y primera de agosto de 2006, volvió a plantear la cuestión -no resuelta- de la naturaleza de ese movimiento chiíta. ¿Es un simple partido político?, ¿un grupo guerrillero?, ¿una organización terrorista?, ¿un «Estado dentro del Estado» libanés?

 
Líbano y Hizbulá

 
El del Líbano es un caso único en el que la identidad nacional continúa en permanente discusión; no pudiendo despegarse -esta polémica inagotable- de la existencia de numerosas comunidades religiosas que determinan el status jurídico de todos y cada uno de sus ciudadanos, definiendo además, desde sus propios mitos, los supuestos ingredientes identitarios del «ser» libanés.

 

El de Líbano es un proyecto de «democracia a la occidental» no desarrollado plenamente; una circunstancia paralela a su reiterado fracaso en la consolidación de un Estado. Y, en un Oriente Próximo en el que confluyen los intereses de las grandes potencias, en el que chocan diversas concepciones del mundo, con un predominio israelí en toda la zona, que sufre la crisis del Islam en el resurgir de su fundamentalismo, que acusa la potente influencia de Irán… el fenómeno de Hizbulá no puede recibir un tratamiento simplista ni, todavía, definitivo.

 

Un poco de historia

 

Recordemos que el poder político libanés -desde la independencia de Francia y a resultas de las previsiones de su constitutivo Pacto Nacional- estaba repartido con unos muy cuestionados criterios poblacionales proporcionales; siendo los máximos beneficiarios, inicialmente, los católicos maronitas y los musulmanes sunníes. Pero la explosión demográfica chiíta, a punto de convertirse hoy día en la primera comunidad en número, junto a otros factores internos y exteriores, evidenciaron uno de los más graves efectos del sistema: su permanente inestabilidad.

 

Muy pronto se desarrollaron diversas iniciativas que, en un difícil contexto alimentado por otras muchas y graves tensiones sociales y políticas, pretendían proporcionar un mayor protagonismo a la entonces postergada comunidad chiíta. Así, en 1974, el clérigo chiíta Musa Sadr fundó el Movimiento de los Desheredados. Pero desapareció en circunstancias nunca esclarecidas en agosto de 1978 mientras viajaba por Libia. Le relevará en protagonismo su milicia armada Amal (esperanza, en árabe) una vez emancipada del partido-padre, liderada por el astuto y omnipresente Nabih Berri. Posteriormente Amal, marcado por un tono levemente laico, sufrirá diversas escisiones. Una de ellas, Amal Islámico, será plataforma de la extensión de la revolución islámica de Jomeini en Líbano. Y un número oscilante entre 400 y 1000 «guardianes de la revolución» iraníes se establecieron en el sur del país, ya entonces dividido y ensangrentado por su larga guerra civil. Sumándosele otros grupos, posteriormente, darán lugar todos ellos a Hizbulá (traducido del árabe como Partido de Dios, denominación de profundas resonancias coránicas).

 

Primera cuestión conflictiva: la fecha exacta de su fundación. Unas fuentes aseguran que ya acaeció en 1982. Otras aseguran que el evento tuvo lugar en 1984. Una discrepancia de gran relevancia. Veamos por qué.

 

El 23 de octubre de 1983 se perpetraron unos atentados terroristas de enorme impacto y relevancia. Un camión bomba conducido por un suicida, atacó el cuartel general de los marines norteamericanos, cerca del aeropuerto de Beirut, provocando 241 muertos. Un segundo camión bomba tuvo como objetivo un cuartel de los paracaidistas franceses, en Ramlat Al Abida, causando 58 víctimas mortales. Para algunos analistas (por ejemplo, el español Gustavo de Arístegui) Amal Islámico habría sido el responsable. Otros no dudan en atribuírselos directamente a Hizbulá: es el supuesto de los autores de un informe de abril de 1985 del Departamento de Estado norteamericano, en el que también se le responsabilizaba del gravísimo atentado sufrido en el restaurante El Descanso de Madrid el 12 de abril de 1985 (18 muertos y 84 heridos).

 

Otros atentados posteriores, igualmente atribuidos a Hizbulá, fueron: la mayor parte de los numerosos secuestros de ciudadanos libaneses y occidentales en Beirut y otras zonas de Líbano, el sufrido el día 17 de marzo de 1992 por la Embajada de Israel en Buenos Aires (29 muertos), y el acaecido el 18 de julio de 1994 contra la mutua judía AMIA de la capital argentina (85 muertos). Hizbulá siempre negó su autoría.

 

Según el criterio de los especialistas convencidos de la vocación esencialmente terrorista de Hizbulá, ésta se habría amparado -para esos numerosos atentados nunca esclarecidos- bajo diversas denominaciones: Yihad Islámica (en los dirigidos contra objetivos occidentales en Líbano y en el extranjero, caso del de Madrid); Resistencia Islámica (contra los israelíes); y otros como Organización para la Justicia Revolucionaria, Organización de los Oprimidos de la Tierra, y Yihad Islámica para la Liberación de Palestina.

 

Un «Estado dentro del Estado»

 

Simultáneamente a la escalada terrorista, Hizbulá consolidó -mediante diversas acciones- su creciente influencia en el sur del país y en los populosos suburbios del sur de Beirut. Para ello no dudó en enfrentarse, con las armas en la mano, con facciones palestinas instaladas en Líbano, sus antiguos aliados de Amal, el ejército regular libanés, con grupos sunnitas, las milicias cristianas unificadas, y también contra los israelíes asentados al sur del río Litani y sus aliados del ESL (Ejército del Sur del Líbano). Los derrotó a todos ellos. Y, años después, en mayo del año 2000, los israelíes pusieron término a la ocupación; lo que Hizbulá y buena parte del mundo musulmán presentaron como una victoria del islam.

 

Hizbulá continuó su crecimiento de modo imparable: armándose con medios muy sofisticados, ampliando sus bases de apoyo, y estableciendo en sus áreas de influencia un auténtico Estado en lugar del vacilante libanés. Un entramado muy eficaz y diversificado, en cualquier caso: escuelas gratuitas en las que es obligatoria la enseñanza coránica y el velo, dispensarios sanitarios, redes asistenciales, servicios públicos de electricidad y agua, seguridad ciudadana, tribunales islámicos, pensiones para las familias de los «mártires»… Y en las últimas elecciones legislativas, celebradas en mayo y junio de 2005, alcanzaron nada menos que 14 parlamentarios. Dispone de una potente televisión por satélite, Al Manar, que no llegó a ser silenciada por los israelíes en la crisis del 2006, y a la que, a causa de sus contenidos belicosos y antisemitas, Francia prohibió sus emisiones. La propia Unión Europea también prohibió la repetición de la señal de Al Manar por los satélites europeos, en aplicación de la normativa europea contra la «incitación al odio racial y/o religioso» en 2005.

 

En septiembre de 2004, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 1559 por la que instaba al gobierno libanés a desarmar a todas las milicias; un acuerdo pensado fundamentalmente para Hizbulá, al tratarse de la única todavía operativa en Líbano desde la aplicación de los acuerdos de Taif que pusieron fin a la guerra civil en 1989. Evidentemente, la resolución no ha sido ejecutada; ni existen indicios de que lo sea en un futuro inmediato.

 

No olvidemos, además, su relevante papel en el juego de alianzas y poderes de Próximo Oriente, alineándose decididamente con Irán y Siria; habiendo logrado distorsionar el frágil equilibrio de la zona, constituyendo su prueba más sangrante y evidente el gravísimo conflicto armado del verano pasado.

 

Hassan Nasralá, su carismático y más conocido líder, es considerado como un gran político y un excelente estratega militar; si bien es pronto para presagiar si la aventura iniciada con el secuestro de dos soldados israelíes, en el interior del país hebreo, marcará el inicio de su declive o su definitiva consolidación; y siempre con miras al control, de una u otra manera, del Estado libanés.

 

Mientras tanto, las tropas de FINUL 2, entre las que figura el contingente español allí desplegado, se encuentran en una compleja y paradójica situación: conviviendo con una potente y arraigada milicia, implacable y magníficamente pertrechada, que se resiste a ser desarmada, pese a las resoluciones internacionales. Es más, continúa armándose sin disimulos. Así, un análisis del español Grupo de Estudios Estratégicos, fechado el 27 de octubre de 2006, informaba de 39 misiles anti-carro que, desde Moscú vía Damasco, ha recibido Hizbulá ante la mirada impotente de los cascos azules.

 

Hizbulá, ¿organización terrorista?

 

No es nada sencillo, por lo tanto, delimitar de manera unívoca la poliédrica naturaleza de Hizbulá. Además, concurre una dificultad metodológica que no facilita el esclarecimiento de esta labor. Nos referimos a la existencia de varias decenas de definiciones de terrorismo; no siempre coincidentes en sus principales rasgos constitutivos. Mencionaremos aquí dos elaboradas en España, desde ámbitos culturales muy diversos, y que gozan de cierto prestigio entre los analistas del fenómeno.

 

El político e investigador español José María Benegas, en la acepción «terrorismo, definición» de su enciclopédica obra Diccionario Espasa. Terrorismo (Espasa Calpe, Madrid, 2004), recoge 21 definiciones distintas. Pese a ello, asegura en su página 554 que para que sea válida una definición de terrorismo debe recoger, según su criterio, los siguientes elementos: el empleo de la violencia como medio para conseguir objetivos políticos; ejecución de atentados indiscriminados; extensión del terror al conjunto de la sociedad; búsqueda de la propaganda y la difusión de sus mensajes.

 

La LXXIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (Madrid, 22 de noviembre de 2002), en su Instrucción pastoral «Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias», propuso la siguiente definición en su punto 5: «el propósito de matar y destruir indistintamente hombres y bienes, mediante el uso sistemático del terror con una intención ideológica totalitaria». Y por terror entiende que es la «violencia criminal indiscriminada que procura un efecto mucho mayor que el mal causado directamente, mediante una amenaza dirigida a toda la sociedad», lo que se persigue por medio de una «compleja estrategia puesta al servicio de un fin ideológico (…) obteniendo una amplia repercusión política, potenciada por la publicidad que obtienen sus nefandas acciones»; todo lo que lleva a sus autores a entenderla como una actividad «rentable» políticamente.

 

Ahora mismo, desde una lectura literal y estricta de ambas definiciones, Hizbulá difícilmente podría calificarse de organización terrorista «clásica». Sin embargo, sus orígenes y buena parte de su historia permanecen asociados con expresiones muy concretas y especialmente graves de la práctica terrorista.

 

La inmensa mayoría de expertos en terrorismo no dudan en calificar a Hizbulá como organización terrorista; si bien resaltan su complejidad, evolución y estructura. Coinciden, igualmente, en señalar que, junto a Tigres de Liberación de Tamil Elam (TLTE), ha sido la organización que se ha servido de un mayor número de terroristas suicidas en sus diversas campañas… hasta la crisis iraquí. No es sencillo, ciertamente, deslindar su naturaleza inicialmente terrorista, también operativa a lo largo de bastantes años, de su estructuración como organización guerrillera desplegada durante varios lustros. De hecho, un objetivo de toda organización terrorista es llegar a superar el precario estadio inicial y saltar a otras estructuras más sofisticadas y consolidadas: guerrilla, en un segundo momento y, si es posible, ejército convencional. Una evolución que muy pocas organizaciones han consumado a lo largo de la historia.

 

Aparentemente, su fase inicial de organización estructuralmente terrorista habría sido superada; si bien ciertos expertos sospechan de la existencia de una estructura clandestina en Líbano y en diversos países occidentales a la espera de su reactivación si fuera necesario. Un interrogante trascendental al respecto es el siguiente. Cuando Hizbulá secuestró a los dos soldados, judíos de quienes no se ha vuelto a saber nada, en el mes de julio pasado, acción que originó la tremenda respuesta israelí, ¿lo hicieron uniformados o con ropas de civiles? En el primer caso, difícilmente podría calificársele de operación guerrillera, dado que Israel había abandonado el territorio libanés años atrás; por lo que no podía alegar ya una condición de «resistente» frente a un ocupante extranjero. Pero, en el segundo de los supuestos contemplados, sin duda alguna, se trataría de una acción terrorista.

 

Estados Unidos incluyó en su día a Hizbulá en su listado de organizaciones terroristas. El Parlamento Europeo, por su parte, aprobó el 10 de marzo de 2005 (por 473 votos a favor, 8 en contra y 33 abstenciones) una resolución, no vinculante, calificándole de organización terrorista. Sin embargo, la Unión Europea no lo ha incorporado a su listado; aunque sí a uno de sus dirigentes, Imad Mugniyah. Unos comportamientos, los europeos, ciertamente, no del todo congruentes…. ni rigurosos.

 

Hizbulá ha sabido adaptarse a las nuevas circunstancias, maquillando sus actuaciones y desplegando una eficaz campaña de imagen a nivel internacional. Así, por ejemplo, cuando ocupó el sur del Líbano, al retirarse el ejército judío, no consumó las anunciadas masacres contra los milicianos colaboracionistas -cristianos, drusos y chiítas- del Tsahal. Los entregó al Estado libanés, que los condenó a duras penas de prisión por el delito de traición. Tampoco expulsó a sus familias; tal y como sucedió en diversos episodios de la larga guerra civil.

 

Pero la naturaleza y mentalidad terroristas, es decir, una verdadera «cultura», también subyace en otros comportamientos; en este caso, manifestados en el pasado verano. Así, Amnistía Internacional denunció a Hizbulá, al igual que a Israel, por bombardear objetivos civiles en Israel de manera indiscriminada; así como por parapetarse en edificios que, conforme la legislación internacional de guerra, no pueden emplearse como base de acciones militares; caso de escuelas y hospitales. No se trataría, ya, de meros supuestos de terrorismo, sino de verdaderos crímenes de guerra (una peculiar manifestación de «terrorismo de Estado» en periodo bélico, según algunos).

 

Tal es la compleja y cambiante naturaleza de Hizbulá: un partido político parlamentario con responsabilidades institucionales, una potente y sofisticada milicia armada, un «Estado dentro del Estado», un atípico e influyente «actor» en la escena política del Próximo Oriente sin ser un sujeto legitimado por el derecho internacional… una peligrosísima e implacable organización terrorista en potencia y con un oscuro historial nunca esclarecido convincentemente por sus protagonistas.

 

Revista digital Arbil, Nº 108, octubre de 2006

Apoteosis de Hizbulá

Apoteosis de Hizbulá

El gravísimo enfrentamiento armado producido este verano entre la organización terrorista Hizbulá, verdadero “Estado dentro del Estado” libanés, e Israel, se ha saldado con el peor de los escenarios posibles: una milicia chiíta reforzada a la que ningún actor nacional o internacional se atreve a desarmar, y un Israel desconcertado y desmoralizado que no ha conseguido ninguno de los objetivos trazados con su ofensiva.

  El pasado 22 de septiembre reapareció públicamente en Beirut, con una espectacular puesta en escena, Hassan Nasralá, máximo dirigente de Hizbulá y líder revelación para todo el mundo musulmán, ante varios cientos de miles de enardecidos seguidores. Allí estaban sus masas incondicionales enarbolando miles de banderas amarillas, los partidarios de Amal, la formación chiíta moderada de Nabih Berri, con las suyas de color verde… y grupos de cristianos maronitas del camaleónico Michel Aun encuadrados en su Movimiento Patriótico Libre y orgullosos del color naranja. Nasralá proclamó la victoria ante Israel, reclamó un gobierno de unidad nacional, y aseguró que el Oriente Próximo diseñado por Condoleezza Rice había sido abortado. ¿Demagógicas salvas de fuegos artificiales? Pues va a ser que no.

 

 

Cuando en el verano pasado se desató el esperado ataque israelí contra Hizbulá, inevitable a causa del secuestro de dos de sus soldados por terroristas chiítas y sus reiterados ataques contra objetivos hebreos, lo último que podían imaginar los especialistas, en geopolítica de Próximo Oriente, era que la organización terrorista pudiera encarar con éxito la temible ofensiva israelí. Resistir –que lo hizo magníficamente- era vencer. Por ello, al difundir las televisiones de todo el mundo a varios soldados judíos llorando por la muerte en combate de 8 de sus camaradas, en el intento frustrado de conquista de una aldea chiíta, pensamos que algo iba mal; muy mal. Israel pretendía la total aniquilación del poderío militar de Hizbulá y la liberación de sus dos cautivos. No consiguió nada de ello. Desplegó una guerra de “cuarta generación”, con predominio de los ataques aéreos, bombardeos masivos y frágiles dispositivos logísticos. Pero falló el factor humano. Frente a los decididos y sacrificados combatientes de Hizbolá, los soldados del Tsahal demostraron que no estaban dispuestos a morir por su patria y estilo de vida: habían perdido el coraje de los pioneros que habían apuntalado heroicamente a un Estado hebreo aparentemente abocado a la extinción violenta. Concurrían, de esta manera, todos los ingredientes de un Vietnam en Oriente Próximo. Para evitarlo, los líderes israelíes admitieron el alto el fuego; pero sin alcanzar ninguno de sus objetivos.

 

Así se modeló el peor de los escenarios posibles: la sociedad israelí desmoralizada y su ejército, desprestigiado; Hizbolá, reforzado como nunca; el gobierno libanés de Fuad Siniora, ridiculizado; el eje Damasco-Teherán-Beirut sur, fortalecido; la sociedad internacional, incapaz de desarmar a Hizbulá.

 

Y casi 700 militares españoles allí desplazados para no se sabe muy bien qué. Los hombres de Hizbulá, seguramente, serán exquisitos en el trato con nuestros compatriotas y demás soldados de FINUL, salvo que a alguien se le ocurra tratar de desarmarlos… lo que no parece probable a estas alturas del drama.

 

Hassan Nasralá realizará un doble movimiento. A nivel internacional perseguirá un reconocimiento de su atípica legitimidad. Justificado por su resistencia ante Israel, ya se ha ganado las simpatías de casi todos los países musulmanes y la inmensa mayoría de los no-alineados con Chávez al frente. Y, ello, pese a no ser un sujeto del Derecho Internacional. Por lo que respecta al ámbito interno de la política libanesa, tratará de consolidar sus avances en el seno del Estado por una doble vía: aumentando su peso en los futuros gobiernos; y ensanchando su base electoral y la de sus potenciales aliados. Objetivo final: constituirse en el factor determinante de la política e identidad libanesas. Y no olvidemos otro factor preocupante: los chiítas ya suman más del 50 % del ejército regular libanés.

 

Al reclamar Hassan Nasralá un gobierno de unión nacional, volvió a tomar la iniciativa en la dirección señalada. De los 128 diputados actuales del Parlamento libanés, Hizbulá cuenta con 14, Amal con 15 y el MPL y sus aliados 21; sumando todos ellos 50. Le faltan 15 para la mayoría absoluta. Pero hay que mirar al futuro. Las próximas elecciones pueden reflejar un aumento significativo de los apoyos –directos o indirectos- a Hizbulá, y el desmoronamiento del bloque libanés antisirio; empero ya no es posible un Líbano a espaldas del peligroso y aún omnipresente vecino, antaño su “protector” manu militari.

Todo parece indicar que, salvo algún suceso imprevisible, acabará consiguiéndolo. Ninguna otra fuerza política cuenta en Líbano con tamaño potencial; y el llamado bloque antisirio se encuentra muy fragmentado, privado del fuerte liderazgo imprescindible en estas dramáticas circunstancias, y con una estrategia que se le ha venido abajo. Por puro realismo, los más tibios y pragmáticos volverán a tornar sus ojos hacia Damasco, de modo que será Hassan Nasralá, quien ha demostrado una notable capacidad de diálogo y acuerdo con antiguos enemigos, por ejemplo con Michel Aun, el que recoja los más sabrosos réditos políticos. Ahora jugará la baza del nacionalismo libanés; y más, con la presencia ampliada de FINUL en el sur.

“El poder, la fuerza, y no las lágrimas, protegerán a Líbano”, afirmó contundentemente Hassan Nasralá. ¿Retórica árabe? No, estrategia y voluntad. Las que pudieran haber perdido Occidente y sus aliados en la zona.

 

Revista Digital Arbil, Nº. 107, septiembre de 2007