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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Conferencias y seminarios

Nacionalismo y terrorismo

Nacionalismo y terrorismo

Café-tertulia con Movimiento Cultural Cristiano y Partido Sain

Pamplona, 3 de febrero de 2013, 17 horas.

Invitado por los amigos del MCC y del Partido SAIN, mantuvimos un diálogo de casi 3 horas sobre diversas cuestiones asociados al binomio nacionalismo-terrorismo.

Partimos de un breve examen de uno de los mejores textos elaborados en las últimas décadas al respecto. Nos referimos a la Instrucción Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, de la Conferencia episcopal católica española, de 22 de noviembre de 2002. Aunque breve y conciso, analiza y enjuicia al terrorismo desde una perspectiva moral. Este texto, para nada superficial, pasó sin pena ni gloria. Así, la sociedad española desperdició una oportunidad de reflexión conjunta; no en vano, se trataba de una invitación al diálogo y a una búsqueda colectiva de soluciones. De hecho, hasta la primavera de 2005 no se conoció una obra que lo estudiara. Nos referimos al libro Terrorismo y nacionalismo, un estudio sistemático de la citada Instrucción pastoral efectuado por diez hombres y mujeres, intelectuales católicos de primera fila, que constituye una de las reflexiones más complejas que se han realizado en las últimas décadas al respecto y que hemos citado aquí en varias ocasiones.

Esta Valoración está estructurada en 44 puntos, calificando al terrorismo como forma específica de violencia armada. Valora como particularmente necesario un juicio del terrorismo, al que define como terror criminal ideológico; calificándolo de «intrínsecamente perverso y nunca justificable» y como «estructura de pecado». Denuncia sus dos efectos más importantes: la extensión sistemática del odio y del miedo. Considera inmoral «toda forma de colaboración» con el mismo. Se remite al «nacionalismo totalitario» como matriz del terrorismo de ETA. En el punto 29 equipara al nacionalismo que pretende la independencia, por encima de todo, con el «individualismo insolidario» de las personas. Afirmando que «La Doctrina Social de la Iglesia reconoce un derecho real y originario de autodeterminación política en el caso de una colonización o de una invasión injusta, pero no en el de una secesión», asume la postura del Derecho Internacional y Naciones Unidas al respecto. Por último, propone a la misma Iglesia -dentro de un abanico de medidas orientadas a la conquista de la paz- como instrumento de acompañamiento a las víctimas y de conversión para los terroristas.

Siguiendo el método de preguntas y respuestas, se plantearon numerosas cuestiones, especialmente las relacionadas con la diferencia entre nacionalismo moderado y nacionalismo radical de corte totalitario; la asociación del nacionalismo moderado con los intereses de poder de minorías insolidarias; el límite de la solidaridad, como criterio moral de validez de las pretensiones nacionalistas, etc.

Un diálogo fructífero que acreditó el alto nivel de preparación de los militantes del MCCy el Partido SAIN y su inquebrantable compromiso con la solidaridad y la suerte de los empobrecidos.

La destrucción de lo humano en nombre de la utopía totalitaria

La destrucción de lo humano en nombre de la utopía totalitaria

Conferencia pronunciada en Pamplona: La ruta del odio. 24 de mayo de 2011

 

1.- Introducción

 

El terrorismo, como «práctica» o «régimen de terror» al servicio de una ideología en su proyección política, se perfila conceptualmente en la fase más radical de la Revolución Francesa. En aras de unos altos ideales –libertad, igualdad, fraternidad– se emprendió desde el poder estatal, una campaña sistemática de exterminio de grupos humanos enteros, acusados del gravísimo cargo de “enemigos de la revolución”, por su procedencia social, credo religioso o convicciones políticas; culminando en el genocidio de La Vendee. Fue Robespierre quien afirmó el 5 de febrero de 1794 que: «El terror no es otra cosa que la justicia rápida, severa, inflexible; es, por tanto, una emanación de la virtud». Una cruel paradoja de la que los terroristas de toda época no se han podido sustraer: en nombre de una humanidad a la que se pretende redimir a la fuerza, se extermina al ser humano concreto.

 

Con semejante precedente, terror y terrorismo se ganarían un contundente sentido peyorativo: modelo de prácticas despóticas, arbitrarias, contrarias a los más elementales derechos humanos e inaceptables en un régimen de libertades públicas. A ello contribuyó especialmente el gran pensador irlandés Edmund Burke (1729–1797), autor entre otros muchos libros de Reflexiones sobre la Revolución en Francia, en el que calificaba como terroristas a quienes persiguen a la población para retener el poder.

 

No obstante, este terrorismo inicial, que nace en su modalidad de «terrorismo de Estado», evolucionaría rápidamente, de modo que es lugar común circunscribirlo al practicado por grupos clandestinos no estatales.

 

Será en el siglo XIX cuando el terrorismo se configura y desarrolla las características «modernas» con que hoy lo conocemos, especialmente desde el pensamiento anarquista y nihilista, adquiriendo, otra vez, unas connotaciones positivas.

 

Tal es el papel precursor del concepto «propaganda por los hechos», elaborado por Carlo Pisacane. Surgirán así los primeros grupos clandestinos que desarrollaron unos modelos organizativos y tácticos de los que se servirán las sucesivas generaciones de terroristas. En esa línea, corresponde a Sergei Nechaev (1847 – 1882), autor de Catecismo revolucionario, el dudoso mérito de sistematizar todo ello en negro sobre blanco. De hecho, influyó notablemente, junto a otros escritos de autores anarquistas como Bakunin, en diversas organizaciones, impulsando particularmente la eclosión del terrorismo «populista» ruso.

 

Prototipo de organización nihilista será Norodnaya Volya (Voluntad Popular), que nacerá en 1878 en círculos burgueses y universitarios de las grandes ciudades rusas, persistiendo hasta 1881, año en que cayó la mayor parte de dirigentes, siendo ahorcados, a causa de la delación del activista Degayev; uno de los primeros agentes dobles. Aquí encontramos otro fenómeno paralelo: el del contraterrorismo estatal; del que se han derivado no pocos excesos que también hay que denunciar.

 

Otros manantiales nutrieron la praxis y teoría terroristas, como diversos movimientos nacionalistas nacidos en el contexto de descomposición de los imperios otomano y austrohúngaro: en Macedonia, Serbia...

 

Si repasamos la historia del siglo XX, observamos, salvo que algún prejuicio ideológico nos ciegue que, hasta la irrupción del yihadismo, la inmensa mayoría de organizaciones terroristas que han existido compartían una misma ideología: el marxismo, concretamente su formulación leninista. Desde la civilizada Europa, hasta Extremo Oriente, pasando por un Tercer Mundo en descolonización y una América Hispana en crisis permanente; el marxismo-leninismo ha alimentado y nutrido a una inmensa mayoría de terroristas; particularmente a los más cualificados y peligrosos. Será con el marxismo-leninismo, en sus diversas formulaciones, cuando el terrorismo alcanzará la categoría de “Ciencia”: arma de destrucción selectiva, al servicio de unos objetivos políticos utópicos.

 

Mijail N. Tukhatchevsky, quien formara parte del Estado Mayor del Ejército Rojo y dirigiera la Academia de la Guerra de la Unión Soviética en los años veinte, lo explicitó así: «Las insurrecciones victoriosas son aquellas en las que, además de otros factores necesarios para el éxito, existe una dirección firme y experimentada, aquellas en las que el proletariado insurgente ha decapitado la contrarrevolución en el momento oportuno. Esto se puede efectuar de diversas maneras, con una cuidadosa preparación; entre otras cosas, con actos terroristas».

 

Un grupo numeroso de analistas hoy día han señalado a la teoría de la «guerra popular, prolongada y de desgaste» como la elaboración estratégica más decisiva en la configuración de los grupos terroristas y guerrillas marxistas revolucionarias del siglo XX. Mao Zedong, con su estudio Sobre la guerra prolongada (mayo de 1938), es el responsable de esa teoría. Tales grupos compartirían, en general, la doctrina del llamado «nacionalismo revolucionario», entendida como la aplicación del marxismo-leninismo en un determinado marco nacional, y la «guerra popular y prolongada» como modalidad gradual de lucha armada (terrorismo urbano y/o rural, según los casos, guerrilla, insurrecciones, huelgas generales…) que podría combinarse, e incluso subordinarse, a la lucha política legal y parlamentaria.

Todas esas organizaciones pretendían, en unos casos, derrotar a las potencias coloniales (los llamados «movimientos de liberación nacional»), o acelerar las condiciones que favorecieran un cambio revolucionario en un país concreto (los grupos terroristas europeos, principalmente). Pero, en principio, tanto las potencias coloniales como los «Estados burgueses» contarían con unos recursos humanos y materiales casi inagotables; mientras que las organizaciones revolucionarias partirían, generalmente, desde la indigencia más absoluta. ¿Cómo desarrollar, entonces, una estrategia orientada a la victoria? Desde tales premisas, la «guerra popular» propone implicar a toda la población en esa lucha, quiera o no (¿no les recuerda ello a la llamada «socialización del sufrimiento» desatada por ETA en el País Vasco?), y su «prolongación» sería la táctica apropiada para agotar al enemigo; rompiendo los esquemas de «tiempo, espacio y posiciones fijas», característicos de los enfrentamientos bélicos clásicos.

 

Para el marxismo-leninismo-maoísmo, «revolución», «política» y «guerra» son análogos en valor y equivalentes. «Teoría» y «práctica» caminarían juntas empuñando el fusil y el dogma, siendo sus frutos una nueva organización social y un «hombre nuevo»; todo ello revestido de los oropeles de una teorización pretendidamente racional y «científica».

 

Hoy día estamos particularmente preocupados por la difusión y capacidad de destrucción del yihadismo. Lo que muchos no saben es que algunos de sus protagonistas, antes de convertirse en fanáticos supuestamente religiosos, fueron marxistas convencidos. ¿Cómo es posible semejante evolución? Existe un hilo conductor evidente: el totalitarismo, que en breve analizaremos.

 

2.- Concepto

 

Antes de seguir, es preciso emitir su concepto. La LXXIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (Madrid, 22 de noviembre de 2002), en su texto Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, propone la siguiente definición en su punto 5: «el propósito de matar y destruir indistintamente hombres y bienes, mediante el uso sistemático del terror con una intención ideológica totalitaria». Y por terror entiende la «violencia criminal indiscriminada que procura un efecto mucho mayor que el mal causado directamente, mediante una amenaza dirigida a toda la sociedad», lo que se persigue por medio de una «compleja estrategia puesta al servicio de un fin ideológico […] obteniendo una amplia repercusión política, potenciada por la publicidad que obtienen sus nefandas acciones»; todo lo que lleva a sus autores a entenderla como una actividad «rentable» políticamente.

 

3.- Por qué La Ruta del Odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo

 

Partamos de una realidad. Existe, en el mercado editorial español, un importante repertorio de textos –muchos de ellos notabilísimos- cuyo objetivo es abordar, desde una u otra perspectiva, este triste fenómeno. Tanto de la mano de autores españoles, algunos muy cualificados, como de expertos extranjeros, se dispone de una información cada vez más completa de sus diversos rostros.

 

Las que más éxito en ventas alcanzan son, generalmente, investigaciones periodísticas, de carácter descriptivo, con muchas anécdotas, de fácil y muy entretenida lectura. Y no es de extrañar. Muchas de las vicisitudes narradas en esos libros son más apasionantes que las novelas más trabajadas. De nuevo, la vida supera a la ficción. También en España contamos con una buena batería de periodistas especializados en esta disciplina, quienes vienen ofertando, al lector interesado en estos temas, una docena de títulos por año; particularmente en los últimos dos lustros.

 

Se han elaborado, por otra parte, otros productos especializados dirigidos a públicos más minoritarios. Así, encontramos tratados históricos, investigaciones sociológicas, estudios antropológicos, psicológicos y psiquiátricos, análisis geopolíticos y estratégicos, etc.

 

Y a todo ello se le suman –en los últimos años- no pocos volúmenes de memorias y experiencias personales de víctimas...

 

En este contexto, ¿por qué un nuevo título? Vaya por delante una primera aclaración: no es un libro dirigido al segundo de los públicos mencionados; aunque acaso pudiera serles de interés –a alguno de ellos– por nuestra insistencia en un aspecto que, en muchas ocasiones, se ignora, se supone o, simplemente, se desprecia: el factor ideológico. No en vano, en el terrorismo siempre está presente una ideología que lo alimenta y predetermina.

 

Cualquier ideología interpreta la realidad; y algunas más que otras, al violentarla con el precio de un enorme coste humano. Por el contrario, se viene aceptando, poco a poco, tortuosamente en todo caso, la existencia de unos derechos humanos inviolables cuyo reconocimiento y promoción deben regir cualquier política orientada al bien común, como instrumento básico al servicio de la convivencia humana y de sus personas. Pero no lo olvidemos: esos derechos humanos han nacido y se han desarrollado en el seno de la civilización cristiana, lo que ahora, un tanto peyorativamente, se denomina pensamiento judeo-cristiano. Sin embargo, esta concepción de la vida humana y de la organización en sociedad no es aceptada en todo el mundo por los seguidores de determinadas cosmovisiones. Es más, algunas ideologías, las totalitarias, particularmente, que todavía perviven –más o menos transformadas– desprecian, o no pueden concebir, siquiera, tales derechos humanos.

 

Por encima de los derechos individuales siempre estarán –aseguran los totalitarios– los de una sociedad política ideal, utópica difícilmente alcanzable. Habría que remover –insisten los marxistas-leninistas y demás terroristas– todos los obstáculos que impiden la implantación de su utopía, eliminando para ello a cualquier opositor real o imaginario: la «gran hambruna» en Ucrania (conocida como «Holodomor», que segó, en 1932-1933, siete millones de vidas) y Rusia, las «fosas de Katyn», los asesinatos masivos en Paracuellos del Jarama, el GULAG siberiano, el genocidio de Camboya, los reasentamientos humanos de Etiopía, las masacres que precedieron y acompañaron a la Revolución Cultural en China… pero también los innumerables actos terroristas perpetrados por todo el mundo de la mano de numerosas organizaciones terroristas –de ideología marxista revolucionaria– que optaron por la «lucha armada» como vía privilegiada para acelerar el tránsito a su «mundo perfecto» y que precedieron tales genocidios. Un «mundo ideal» que prescindía, en todo caso, de la dignidad del hombre. Y de la mismísima realidad. Existe, pues, una directa relación entre terrorismo y genocidio que no es exclusiva de esa “escuela”. Recordemos el Holocausto nazi, precedido por otras muchas expresiones de violencia política, entre ellas el terrorismo desatado por los nazis austriacos.

 

Entonces, ¿qué puede aportar un nuevo título, elaborado en esta ocasión por un escritor desconocido, de la segunda o tercera fila de escritores internautas?

 

Analizando esa marea, importante sin duda, de textos, pueden observarse algunas características comunes que tratamos de abordar. Debo precisar que, de este análisis excluyo todos los textos que son fruto de memorias o experiencias de víctimas, pues en ellos el “factor humano” es su centro y sentido inicial y último:

 

4.1.- Participan del discurso “políticamente correcto”; especialmente cuando afirman que el terrorismo está indisolublemente asociado a las religiones. E ignoran, generalmente, las auténticas matrices ideológicas que lo nutren.

 

Aquí, parto de otra premisa: la religión es la antítesis del terrorismo. Las exigencias de verdad, belleza y sentido que caracterizan al corazón del hombre, en toda sociedad y época, encuentran su más precisa correspondencia en la propuesta religiosa. El terrorismo violenta en grado extremo ese corazón, negando desde una ideología totalitaria, con su desprecio absoluto hacia lo genuinamente humano, esas exigencias. Así, el terrorista se transforma en una especie de zombi, cuya afectividad y todos sus procesos humanos son distorsionados por el virus de la utopía; lo que deriva en la destrucción del “otro”, ya sea entendido como enemigo de clase, de la construcción nacional, de la raza elegida… ciertamente, en ese recorrido deberá experimentar varias etapas y desarrollar varios mecanismos psicológicos: la transferencia de la responsabilidad de sus crímenes al líder o al objetivo final de su utopía; las deshumanización o extrema cosificación de las víctimas; y la transferencia de culpabilidad a la propia víctima. En todo ese proceso juega un papel decisivo, como todos hemos conocido, y en el que no pocas veces hemos caído, la manipulación del lenguaje. De este modo, la víctima es doblemente agredida. No. Lamentablemente, aunque ello pudiera tranquilizar a espíritus superficiales, el terrorista no es un loco ni un psicópata.

 

Ello engancha con la naturaleza ideológica del terrorismo y con su expresión más dañina: la de los totalitarismos.

 

El totalitarismo se caracteriza por divinizar al Estado, concibiéndolo como un ente absoluto, de modo que éste exige la total subordinación de los grupos sociales –y de la misma conciencia de todos y cada uno de los individuos– a sus dictados políticos y culturales, sirviéndose para ello de un empleo sistemático de la violencia. Un Estado totalitario se atribuye un poder ilimitado, prescindiendo de los derechos fundamentales del hombre, sin reconocer la división de poderes. Ignora a la persona, a la par que ensalza la voluntad y el poder por encima de la razón y la libertad. A todo ello le suma un empleo demagógico de la propaganda, la movilización de las masas encuadradas por un rígido partido único, y el rechazo de toda moral precedente. ¿No les suena a una realidad muy actual?

 

En la página 564 de su libro Los orígenes del totalitarismo (Taurus, Madrid, 1974) Hannah Arendt afirma que «Si la legalidad es la esencia del gobierno no tiránico y la ilegalidad es la esencia de la tiranía, entonces el terror es la esencia de la dominación totalitaria». Un terror absoluto que, de medio instrumental, deviene en fin por encima de leyes y principios de cualquier tipo, hasta el punto de que, según señala unas líneas más adelante, «“culpable” es quien se alza en el camino del proceso natural o histórico que ha formulado ya un juicio sobre las “razas inferiores”, sobre los “individuos incapaces de vivir”, sobre las “clases moribundas y los pueblos decadentes”». Existe, pues, una íntima conexión entre terror, totalitarismo y, en consecuencia, terrorismo.

 

Entonces, ¿por qué ese empeño en asociar terrorismo y religión? El motivo no es otro que el integrar otro más de los dogmas de lo “políticamente correcto”, elaborado desde las factorías intelectuales eclosionadas en mayo del 68 y que nos arrastra al tan actual, y en algunos aspectos ya desbordado por la realidad, “1984” de Orwell.

 

Pero lo que puede sorprender a muchos es que, en esta crítica a la religión, confluyen dos concepciones ideológicas aparentemente contradictorias. Por un lado, desde el pensamiento progresista e hipercrítico hoy dominante se pretende eliminar la religión, especialmente la católica, al concebirse como obstáculo del supuesto desarrollo infinito de la ciencia y de la supuesta capacidad del ser humano en su permanente reelaboración y redefinición.

 

Y por otro, desde presupuestos antagónicos, por ejemplo los de de la “Nueva Derecha” pagana, se asegura que el cristianismo, al ser un igualitarismo fruto del monoteísmo según afirman, no respetaría otras identidades que no fueran la propia: así la violencia en todas sus formas anidaría en el cristianismo; también la terrorista. Una coincidencia, ciertamente sorprendente. En última instancia se pretende sacrificar a la religión en aras de un proyecto ideológico utópico e inalcanzable: ya sea un optimismo cientificista, ya el retorno a una comunidad pre-cristiana.

 

4.2.- Se hace abstracción del protagonista absoluto de esta lacra, bien como víctima, bien como agresor: la persona y sus exigencias de verdad, belleza y sentido.

 

¿Quién habla de estas cuestiones en el mundo de hoy? Si alguien ha destacado por su capacidad de diálogo con otras identidades culturales -y con los hombres concretos de nuestro tiempo y sus exigencias elementales- han sido Juan Pablo II y Benedicto XVI. Únicamente desde la conciencia de una identidad cultural y el amor al destino de los demás puede dialogarse, si lo que se pretende es construir y no meramente parlotear. Hoy día se habla mucho y se escucha muy poco; pues la mayoría de interlocutores creen saber todas las respuestas. El relativismo es enemigo del diálogo. Y vivimos en una sociedad relativista. Ya hemos visto como un relativismo extremo, el del nihilismo ruso de finales del siglo XIX, configuró el terrorismo moderno. De ahí, otra importante conexión: la del terrorismo y los diversos relativismos. Relativismo es negar toda certeza. Pero relativismo es también justificar al terrorismo porque éste alegue una naturaleza política.

 

Aquí llega el momento de recordar una cuestión elemental, pero olvidada: la inmensa mayoría de víctimas del terrorismo, en España, han sido y son católicas. No me corresponde desmentir ni justificar el dañino ejercicio de “equidistancia moral” que han practicado algunos pastores y no pocos clérigos. Pero la realidad es incuestionable: la Iglesia católica ha sido y es refugio de las víctimas en todo el mundo. Hay que ser claros: ni ETA nació en un Seminario, ni la Revolución francesa fue una explosión de amor universal. Son tantos los tópicos circulantes, casi nunca cuestionados, que entorpecen cualquier debate serio que pretenda alcanzar las raíces de los problemas actuales.

 

En defensa de esa asociación, que entiendo es anticientífica, se ha alegado la existencia de determinados grupos. Naciones Arias, los Davidianos, Kach, esgrimían, entre otras muchas y de manera totalmente caprichosa, algunas ideas de origen religioso. Pero, ante todo, eran patologías sociales: grupos de marginados agrupados por personalidades carismáticas, pero manipuladoras sin escrúpulos y enfermas de su propio ego, en los que se mezclaban ingredientes muy variados. Ideas apocalípticas, liderazgos sectarios, prácticas sexuales atípicas, gusto desmedido por las armas… En realidad se presentaban como la exacerbación de tendencias muy “modernas”; pero totalmente contrarias a las prácticas religiosas tradicionales. Por ello, es totalmente científico asegurar que esas supuestas expresiones de terrorismo religioso se derivan del carisma de personalidades enfermizas situadas en la periferia de algunas confesiones religiosas que las han desautorizado como coartada pseudorreligiosa de sus desvaríos.

 

4.3.- Tienden a desvincular al terrorismo de la realidad social, individual y colectiva del mundo de hoy; cómo si fuera obra, exclusivamente, de seres tarados, psicópatas, peligrosos frikis de los extremismos de todos los signos. Así se evita tocar un tema tabú: las complicidades ideológicas, intelectuales y políticas con el terrorismo. Sea como justificación ideológica (son unos chicos un poco equivocados, pero son nuestros chicos); sea en permisividad por   cobardía y cortoplacismo; ya por instrumentalización (unos mueven el árbol y otros recogen las nueces).

 

Como no podía ser de otra forma, son muchas las referencias en este libro a la experiencia española en este ámbito, y a las organizaciones terroristas que han marcado nuestra vida colectiva durante décadas. Y no podía eludirlo, no en vano estamos viviendo, otra vez, un complejo y para nada transparente mal denominado «proceso de paz», de consecuencias imprevisibles y, acaso, temibles.

 

De este modo, entramos en la rabiosa y desbordante realidad que sufrimos. Reproduciré, por ello, dos citas de otros autores que pueden resultar esclarecedoras.

 

Según Rogelio Alonso en su estudio La Resolución del Congreso de los Diputados sobre la lucha contra el terrorismo: un comentario desde la experiencia norirlandesa (Real Instituto Elcano, análisis 79/2005), «Debe recordarse que tanto en el caso de ETA como en el del IRA a menudo se subestima que sus dirigentes han elegido el terrorismo libremente tras descartar otros métodos. No es el terrorismo una simple expresión de protesta espontánea más allá del control de los individuos que lo perpetran, ni una imposición o reacción inevitable ante unas condiciones materiales e históricas determinadas, sino una táctica elegida entre un repertorio de ellas. De ahí que se renuncie a la misma cuando los costes políticos y humanos que de ella se derivan son elevados y cuando las expectativas de éxito desaparecen». En suma, el terrorismo es el fruto de un libre y frío análisis de coste/beneficio.

 

La periodista española Carmen Gurruchaga, especialista en nacionalismo vasco y ETA, finalizaba así unas reflexiones publicadas en el diario La Razón el día 22 de mayo de 2005 en torno al papel de Gerry Adams y Arnaldo Otegi en sus respectivos movimientos: «Antes de iniciar un proceso negociador, el Gobierno de Zapatero no debería olvidar que ETA dejará de existir cuando haya conseguido sus objetivos o, paradójicamente, cuando tenga la seguridad de que no los va a lograr, pero nunca mientras se le ofrezcan expectativas de éxito en sus exigencias». Más claro no se puede decir, ni de forma más sintética.

 

4.4.- En este contexto, La Ruta del Odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo pretende, modestamente, proporcionar desde mi experiencia y reflexión, claves, hechos incuestionables, información… en un intento de encarar esas carencias.

 

Para ello me he alimentado por una antropología católica y los más relevantes documentos elaborados por la Iglesia local: la antes mencionada Instrucción de la Conferencia Episcopal Española Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, de 2002; el libro Terrorismo y nacionalismo, de 2005, un estudio sistemático de la citada Instrucción efectuado por diez intelectuales católicos de primera fila; y la Instrucción Pastoral, de 23 de noviembre de 2006, Orientaciones morales ante la situación de España.

 

Debo destacar que en estos aspectos constitutivos, me he inspirado en el texto de Luigi Giussani El sentido religioso, pues mejor que ningún otro, este sacerdote italiano, ya fallecido, puede explicarnos cómo las exigencias del corazón pueden ignorarse, violentarse o sublimarse, en aras de proyectos ideológicos y vitales contrarios a la naturaleza del ser humano. Como también explica que no pocos terroristas hayan recorrido el camino contrario, reconociendo sus errores merced, fundamentalmente, a encuentros personales rehumanizadores.

 

Por ello este libro está abierto a la esperanza: en la victoria del Estado de derecho y, en última instancia en la posibilidad real del cambio personal del terrorista, de su arrepentimiento.

 

5.- La posibilidad del cambio personal

 

En agosto de 2004, se informó en algunos medios de un hecho acaecido días antes: Francesca Mambro (ex-terrorista neofascista de los Núcleos Armados Revolucionarios) y Nadia Mantovani (ex-terrorista de Brigadas Rojas), participaron juntas en un encuentro organizado en el marco del famoso Meeting de Rimini –una imponente convocatoria anual sociocultural fruto de la viveza del catolicismo italiano de la mano de Comunión y Liberación– reconociendo sus errores y pidiendo perdón.

 

Francesca Mambro, con 20 años de prisión sobre sus espaldas por varios homicidios y pertenencia a banda armada, se encuentra en régimen de arresto domiciliario. Tiene una hija pequeña y trabaja en la asociación Nessuno tocchi Caino («Que nadie toque a Caín»), contraria a la pena de muerte en el mundo. Aseguró que «He cometido muchos errores, crímenes y he destruido mi vida y la de los demás. Hemos elegido un camino sin salida». También afirmó que había reflexionado sobre los mecanismos que en su juventud le llevaron «a buscar la venganza que lleva a destruir la vida. Lo que no entiendo es cómo a los 40 o a los 50 todavía se pueden mantener rencores y furores ideológicos». Aseguró que pretendía «devolver el bien que he recibido durante los años que he pasado en la cárcel; transformar el mal que he hecho en bien, gracias a la ayuda de personas excepcionales, como el padre Adolfo Bachelet». Igualmente, habló de la amistad que le une al familiar de una de sus víctimas: «Una de mis grandes amigas es la nieta de un carabinero al que asesinamos en Padua. Un día me llamó y me pidió información sobre mi trabajo. Después me desveló quién era, y me dijo ‘no quiero crecer con el odio hacia ti y a tu marido’».

 

Nadia Mantovani, por su parte y en el otro extremo del espectro político, está condenada a 23 años de prisión y se encuentra en libertad condicional desde 1985. Trabaja como voluntaria en la asociación de ayuda a los presos Verso Casa. Afirmó que «Mi presente está muy lejano de mi pasado, aunque todavía no he terminado de reflexionar sobre mi vida. Quería cambiar el mundo y he cometido muchos errores; de mi historia salvo poco, pero algo salvo, como el amor por la justicia y la solidaridad». Su estancia en prisión le sirvió como «una etapa de reflexión continua», aprendiendo que «cada diferencia, desde la ideológica a la religiosa, es una riqueza; nos hace aprender a ser tolerantes, aunque quizá la palabra tolerancia no es la más adecuada, sino la de acogida del otro».

 

Sin duda la estancia en prisión les ayudó a cambiar, junto a encuentros repersonalizadores; pero todo ello en el marco de un triunfo del Estado de derecho.

 

Cal Thomas, en su artículo El converso, difundido el 25 de agosto de 2006 por el Grupo de Estudios Estratégicos, relataba su encuentro con Sam Soloman, seudónimo que encubre a un ex imán experto en islam radical que preparó a numerosos candidatos al «martirio». A una pregunta de Cal Thomas, acerca de la mejor estrategia posible para combatir al terrorismo yihadista, respondió así: «No se puede combatir simplemente por la fuerza. Es necesario que se combata ideológica y espiritualmente, [así como] a través de las armas». Una respuesta que pone de relieve la insuficiencia de la mera represión policial y la necesidad de una propuesta alternativa vital atractiva que aísle a los terroristas de sus potenciales apoyos.

 

Este tipo de posicionamientos, parece ser, son excepcionales. Pero demuestran que el cambio personal también es posible para los terroristas. De modo que si la infección ideológica deshumaniza a quienes atrapa, arrastrándolos por la ruta del odio, también es posible la cura.

 

6.- Conclusión

 

Y ya voy terminando.

 

Dado que el terrorismo es un fenómeno poliédrico, me he esforzado también en tratar de responder a cuestiones tan acuciantes como la salud moral de individuos, sociedad y clase política golpeados por el terrorismo; el síndrome de Estocolmo; el tratamiento informativo del terrorismo; el papel decisivo de las mujeres en el movimiento de víctimas; la globalización; la guerra ABQ; el contraterrorismo; el terrorismo de la extrema derecha; la crisis de la identidad occidental; la propuesta cristiana. Todo ello mediante la fórmula, de singular fortuna en España y en Navarra, de un catecismo muy particular que engarza con esa particular tradición didáctica.

 

Este estudio de naturaleza multidisciplinar lo he complementado con diversos anexos: 100 webs temáticas, 100 organizaciones terroristas, 100 títulos fundamentales, 100 atentados especialmente trascendentes…

 

Todo ello, precedido por un prólogo póstumo de quien fuera mi Maestro y amigo, el fundador del Instituto Vasco de Criminología Antonio Beristain Ipiña, jesuita impulsor también de una jovencísima disciplina humanística, la victimología, que pretende situarlas en la base de un nuevo sistema penal que siempre se ha elaborado desde la persona del delincuente; ignorando a las víctimas.

 

No podía dejar de trazar, aunque sea mediante un brevísimo apunte, otra terrible expresión actual del terrorismo. Me refiero al del yihadismo. El islamismo es un intento legítimo de reforma religiosa mirando a los orígenes. No podemos identificar automáticamente islamismo con yihadismo terrorista. Permítame una breve lectura sintética y esclarecedora: «Una interpretación del Islam que considere como su núcleo la entrega a Dios está reñida con una interpretación político-revolucionaria, en la cual la cuestión religiosa se convierte en parte de un chauvinismo cultural y con ello subordinada a lo político». Lo dijo Hassan II y lo recogió Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, en Una mirada a Europa, ya en 1993.

 

El lector podrá confirmar si este libro responde a tan ambiciosas expectativas. En cualquier caso, el resultado habría sido muy diferente de no haberse gestado en el seno de la Iglesia –divina y humana, acaso demasiado humana- y en la compañía muy concreta de mis amigos cristianos y de tantas personas de bien, de otros credos y convicciones, que he tenido la fortuna inmerecida de encontrar.

 

Pero no habría sido posible sin el crisol del sufrimiento personal. Las víctimas del terrorismo suelen afirmar que no se puede comprender su sufrimiento sin haber pasado tan difícil prueba. En mi caso particular asumo y comprendo que he podido hablar y reflexionar durante años desde la distancia, desde la inteligencia; pero no desde la carne. Acaso el sobrevivir a Miguel, mi hijo mayor, haya podido humanizarme y sacar de mi interior cierta capacidad de empatía, de ponerme en el lugar de los que sufren, que antaño no fuera capaz de mostrar, redundando en un intento, al menos, de honradez intelectual.

 

Concluiré con una última afirmación. La respuesta de una sociedad y de un Estado al terrorismo es termómetro de su salud colectiva, expresión muy concreta de sus valores morales. Aunque según los estudios demoscópicos ya no constituya una de las preocupaciones más acuciantes de los ciudadanos -¡qué corta memoria la nuestra!- esa respuesta cuestiona las bases de nuestra convivencia: coloca en la lupa del análisis y de la movilización, la textura y consistencia de la vida en común y de nuestra viveza humana.

 

En nuestro actual contexto, desde la esperanza en el cambio personal y colectivo, no hay otra salida que la resistencia. No hay atajos. Apoyo y escucha de las víctimas; fortalecimiento de la moral ciudadana; combate cultural; reconstrucción constante del movimiento cívico;  interpelación y vigilancia de los políticos; denuncia de los atropellos y desenmascaramiento de las coartadas ideológicas de terroristas, cómplices y oportunistas; lucha legal; trabajo doctrinal...

 

Firmeza y convicciones. Sin desmayo. Con esperanza.

 

Muchas gracias.

 

Pamplona, 24 de mayo de 2011

Las víctimas del terrorismo estamos cumpliendo cadena perpetua, aseguró María Olvido del Valle Barrios, delegada provincial de AVT en Palencia

Las víctimas del terrorismo estamos cumpliendo cadena perpetua, aseguró María Olvido del Valle Barrios, delegada provincial de AVT en Palencia

Conforme lo anunciado, tuvo lugar la presentación en la Biblioteca Pública de Palencia, y ante una significativa representación de entidades culturales (la Asociación Fernando III el Santo), militantes de partidos políticos a título individual (UPyD), profesionales liberales y ciudadanos sin adscripción, el 14 de abril, de La ruta del dio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo, de Fernando Vaquero Oroquieta.

 

MARIA OLVIDO DEL VALLE BARRIO, Delegada provincial de la AVT, presentó a ambos ponentes, afirmando que las víctimas del terrorismo estamos cumpliendo cadena perpetua.

 

INMA CASTILLA DE CORTÁZAR, Presidenta del Foro Ermua, empezó afirmando que gracias a las víctimas del terrorismo, al no tomarse la justicia por su mano, hay más democracia en España.

 

Tras destacar las virtudes, a su juicio, del texto presentado, al que calificó de didáctico, pluridisciplinar, comprometido y accesible, reflexionó en relación a cuestiones de actualidad de carácter metapolítico; insertas, por tanto, en una cultura de la ciudadanía enraizada en los Derechos Humanos.

 

A su juicio, con los sucesos acaecidos en España entre el 11 y 13 M, la pedagogía antidemocrática nos avasalló por doquier. Ello generó una brecha social y una desconfianza dramática hacia las reglas de juego democráticas. Por ello bien puede calificarse el Espíritu de Ermua de antítesis de aquello. No obstante, se estaría desplegando hoy día un escenario aparentemente novedoso; si bien desde entonces el PSOE no habría dejado de negociar con ETA. Así, se asegura desde el Gobierno que no hay negociación; por lo que no existirían “mesas” como las de Loyola. Eso sí: la “hoja de ruta” ya la describió Jesús Eguiguren en su día. Y como otro aspecto novedoso, siempre según su análisis, destaca la supuesta imposición exterior de mediadores internacionales, cuya aceptación desde el Gobierno es una verdadera patología en un Estado de Derecho. Como complemento de lo anterior, el Gobierno únicamente participaría al Partido Popular algunas cuestiones en materia antiterrorista. En este contexto la autodenominada izquierda abertzale continuará en las instituciones.

 

Por todo ello, reflexionó, la sociedad civil debe señalar los límites a los políticos, que no son otros que la dignidad del hombre y los Derechos Humanos. Hace falta esclarecimiento ante tanta confusión: de ahí la oportunidad del libro. Tal es el reto: recordar a los políticos que se acabó el todo vale por razones electoralistas.

 

FERNANDO VAQUERO OROQUIETA explicó que, con su libro, pretende una defensa del ser humano frente a las  ideologías totalitarias; denunciar los mecanismos totalitarios que persiguen el terror y la inhibición de la ciudadanía; desmentir la antihistórica pero “políticamente correcta” afirmación de que las religiones derivan en terrorismo, uno de los tópicos menos científicos y más extendidos. Sobre cuestiones de actualidad defendió una “cuarentena democrática” ante cualquier expresión en la que la izquierda abertzale quiera visibilizarse; incluida BILDU.

 

Tras un animado turno de preguntas, se informó que una vez celebrados actos similares en Zaragoza y Palencia, el libro se presentará en Madrid y Pamplona, habiéndose iniciado contactos para hacerlo en Oviedo y Valladolid.

 

 

Entidades convocantes:

http://foroermua.com

http://www.editorialsepha.es

La ruta del odio. Terrorismo: de Robespierre al islamofascismo. Próxima charla en Madrid

La ruta del odio. Terrorismo: de Robespierre al islamofascismo. Próxima charla en Madrid

Con Fernando José Vaquero Oroquieta y José Luis Orella.

 

Lugar: Hogar Nueva España de la Organización Juvenil Española.

Bajos de la parroquia Nuestra Señora de la Luz

C/ Fernán Núñez, 4

Metro: Colombia.

(Chamartín, Zona de Alfonso XIII)

MADRID

Sábado 26 de marzo de 2011.

17’30 horas.

Merienda autogestionada y participativa a su término.

Hipótesis sobre Navarra.

Hipótesis sobre Navarra.

Navarra sigue estando sobre el tapete. Una pequeña comunidad española parece situarse como la clave de la bóveda española: selló su unidad nacional; pero caso de desprenderse, toda ella puede venirse abajo. ¿Qué está pasando? En definitiva, ¿Por qué es tan relevante Navarra? ¿Qué es Navarra?

 

Vamos a partir de una hipótesis: Navarra es una experiencia popular concreta de libertad, en el tiempo y en el espacio; una república cristiana.

 

A Navarra no la determina la lengua: se habló y se hablan varios idiomas. El euskera y el castellano, hoy; además de otros ya desaparecidos, como el hebreo, el navarro-aragonés y el árabe.

 

Tampoco la raza: es y ha sido crisol de etnias muy distintas: vascos, celtas, romanos, visigodos, árabes, judíos…

 

Navarra, por lo tanto, no es una construcción nacionalista.

 

En el centro de la hipótesis situábamos el concepto libertad; pero no en el sentido moderno o posmoderno que la concibe como radical autodeterminación personal sin sujeción a regla o norma alguna; fruto de una deconstrucción social y de la persona.

 

Partamos de un hecho incuestionable: la libertad navarra ha sido fruto de la experiencia y culturas cristianas; es decir, el movimiento personal y comunitario hacia el bien común. De las personas concretas, las familias, las comunidades.

 

Esta aspiración de libertad se ha edificado en el instrumento jurídico de los fueros, o Fuero; a modo de articulación de derechos y deberes, de poderes y jurisdicciones, en defensa de las libertades frente a los posibles abusos de los poderosos.

 

El Fuero, por tanto, es una forma concreta de república cristiana. Una muy concreta expresión de una manera de situarse ante la vida y el mundo; lo que ha generado una mentalidad realista, comunitaria, y enraizada en los valores derivados de la cultura cristiana. Católica, en concreto.

 

Encontramos a Navarra en los orígenes de las Españas: como madre de reinos que desarrollaron una de las empresas universales más sorprendentes. Nos referimos a la Reconquista española. Selló, decíamos, la unidad nacional en los principios del siglo XVI. Y, como objetivo fundamental de una fuerza disgregadora de la anterior, es -hoy día- clave de su futuro. Sin Navarra no existe España. Pero Navarra no puede autoconcebirse sin España.

 

Uno de los mayores méritos de los ancestros navarros ha sido la supervivencia del Fuero; adaptándose a periodos históricos muy diversos y sobreviviendo a cambios dinásticos y de régimen político.

 

Católicos y agnósticos. Tradicionalistas y liberales. Montañeses y riberos. A todos ellos les ha unido el Fuero.

 

Pero Navarra nunca ha sido una realidad al margen de la Historia, de los cambios culturales y de las modas. Ha sufrido, con mayor o menor virulencia, el impacto de las diversas ideologías de la modernidad y postmodernidad; uno de cuyos efectos más visibles ha sido la progresiva pérdida de densidad del pueblo cristiano que inventó, alimentó y proyectó el Fuero.

 

De hecho, una concreción de ese impacto ha sido la disolución del concepto central de la navarridad: la libertad. Así, poco a poco, y cada vez para más, ya no será el bien común su objetivo final; sino el progreso científico, la radical autonomía individualista, el socialismo… o la construcción nacional vasca.

 

El nacionalismo vasco es inconcebible sin Navarra; donde pese a todo, siempre ha sido minoría; también en la actualidad.

 

En los tiempos de la transición española a la democracia, sus expresiones mayoritarias se radicalizaron en extremo; demostrando una enorme capacidad camaleónica, asimilando el feminismo radical, el pensamiento crítico, la Teología de la Liberación, el ecologismo holístico… todas las contraculturas eclosionadas desde el francés y californiano mayo del 68. En resumen: un marxismo-leninismo táctico, un desarrollo contracultural y un nacionalismo estratégico. Una poliédrica criatura sociológica.

 

Encarnado en ETA y su autodenominado MLNV, no obstante, se viene observando que ese nacionalismo radical viene optando –en los últimos años- por las expresiones más pragmáticas del nacionalismo presente en Navarra: la coalición Nafarroa Bai, liderada por Aralar; una formación que se reclama sin pudor “izquierda abertzale”.

 

Con todo, esa presencia nacionalista, esa atractiva “criatura”, si miramos las tendencias europeístas del resto del continente, no deja de constituir una auténtica anomalía histórica. ¿Por qué?

 

Ello se debe a su particular y compleja naturaleza, a la que caracterizaríamos con las siguientes notas: ferozmente identitaria, militantemente comunitaria, estructuralmente totalitaria; no en vano en su dinámica contrasociedad puede articularse toda la vida de una persona: afectos, ocio, mitos, formación, compromisos sociales, educación…

 

En este contexto, podemos señalar como retos de la navarridad, si quiere tener futuro, los siguientes:

-          Afrontar el desafío cultural y político del nacionalismo vasco.

-          La recuperación de su naturaleza y dinámica comunitarias; como sustrato propio y sugestivo, y antídoto de las aventuras identitarias vasquistas.

 

Volvamos a los orígenes. Si la navarridad nació y se alimentó del cristianismo, de las sucesivas doctrinas socialcristianas, ¿podrá sobrevivir sin esas raíces? Como pueden observar, un reto común al del resto de Europa.

 

¿Puede configurarse una navarridad que ponga en su centro la libertad, entendida como una fuerza colectiva dinámica orientada al bien común, fruto del diálogo de sus diversas identidades culturales: católica, liberal, socialista… vasca?

 

Es el reto. Y su única oportunidad de supervivencia.

 

 

 (Intervención del autor en el “Seminario Historia de España Marcelino Menéndez Pelayo: «NAVARRA; PASADO, PRESENTE Y FUTURO»”, el pasado 1 de abril de 2008. Organizado por la Universidad San Pablo-CEU en Madrid).

Respuesta penitenciaria española al terrorismo etarra

Respuesta penitenciaria española al terrorismo etarra

Nos encontramos ante una nueva fase de la estrategia terrorista de ETA; uno de cuyos “frentes” más trascendentales es el carcelario, o de “makos”, según su jerga. Mirando hacia el pasado, ¿qué respuestas penitenciarias ha generado el Estado español frente al desafío etarra?

 

Roto el espejismo de la -nuevamente- mal denominada “tregua” de ETA, la estrategia terrorista sigue enfrentándose al Estado español.

 

Como organización nacionalista revolucionaria, totalitaria, militarizada y centralizada, con una dramática trayectoria de décadas de actividad criminal, ETA cuenta con un importante número de militantes encarcelados. Y nunca ha descuidado esa realidad organizativa; independientemente de su mayor o menor peso en la toma de decisiones.

 

Pero, el Estado español, principal oponente y objetivo de ETA, ¿ha sido capaz de oponer una estrategia adecuada, en los medios y en el tiempo, a semejante desafío, también en el ámbito de las instituciones carcelarias, o ha marchado a remolque de los acontecimientos?

 

En este artículo proporcionaremos algunas claves.

 

Régimen y tratamiento penitenciarios.

 

El ordenamiento penitenciario español, desde la instauración del actual régimen democrático, se asienta en dos grandes principios inspiradores:

  1. Régimen, o conjunto de actividades encaminadas al orden, la seguridad y la disciplina que deben encauzar la convivencia en el interior de los establecimientos penitenciarios.
  2. Tratamiento, o suma de actividades expresamente dirigidas a la reeducación y reinserción social de los presos y penados; máximos rectores de la política penitenciaria según ordena el artículo 25. 2 de la Constitución española.

 

Ambos principios se coordinan del siguiente modo:

  1. Subordinación del régimen al tratamiento.
  2. Las actividades de tratamiento deben concretarse en programas que traten de corregir aquellos factores personales o sociales que se encuentran en la génesis del delito; sea el que sea.
  3. El tratamiento siempre es voluntario y personalizado.

 

Este sistema tratamental vehiculazo por medio del régimen se concreta en los tres grados penitenciarios en que los penados pueden ser clasificados –inicial o sucesivamente- en función de su pena y de las circunstancias personales, familiares y sociales del mismo. El segundo grado es el más común de todos; aplicándose al mayor número de penados en cárceles españolas. El tercer grado, de semilibertad, es un modelo pensado en la preparación de la libertad condicional, o definitiva en su caso. Y el primer grado se aplicará a internos de trayectoria, pena u otras circunstancias reveladoras, de una particular y persistente peligrosidad. Lógicamente, la mayor parte de presos terroristas son clasificados en dicha modalidad.

 

Desde la lógica interna propia de su naturaleza político-terrorista, ETA no puede compartir semejantes principios penitenciarios; propios de una filosofía democrática avanzada y que enjuician como “pseudo fascista”. Así:

  1. Los presos de su organización no serían meros delincuentes, sino “encarcelados políticos vascos”; “gudaris”; “soldados políticos” en definitiva.
  2. El régimen penitenciario español no sería otra cosa que un ámbito más de la actuación represora de un Estado ilegítimo que no reconocen. Si se acepta parcialmente, únicamente será como “mal menor”.
  3. El tratamiento penitenciario se convertiría, desde esa perspectiva, en un instrumento dirigido a la desmoralización de los “gudaris”; en un intento de asimilación a los “presos comunes”. Un “lavado de cerebro” legalizado; planificado como otro instrumento estatal más dirigido contra el conjunto del MLNV.
  4. El tratamiento es rechazado como tal. Únicamente aceptarán las actividades aprobadas por ETA; independientemente de la situación y preferencias de cada preso terrorista.

 

ETA en prisión.

 

Según ETXERAT, organización abertzale de apoyo a los presos de ETA, a finales de febrero de 2008 un total de 739 presos de ETA se encuentran “dispersados” en 89 cárceles de 3 estados. En España serían 571 en un total de 53 prisiones. En las vascas y de Navarra únicamente se localizarían 25 de ellos.

 

Es el “frente de makos” la estructura de la dirección de ETA encargada de los presos. Sus decisiones se determinan y desarrollan mediante una variedad de la cultura organizativa marxista-leninista conocida como “centralismo democrático”, que denominan Bastares; un término que significa aproximadamente asamblea.

 

Dada esa peculiar naturaleza, toda situación y decisión individual está subordinada a los acuerdos del conjunto de la organización. En consecuencia:

-          No se admiten discrepancias a la línea política de la organización; tampoco en sus decisiones dirigidas a la realidad carcelaria. De tomar iniciativas autónomas, los discrepantes son sancionados e, incluso, expulsados.

-          Toda decisión personal y colectiva se debate; se toman acuerdos; se hacen llegar a la dirección y ésta acepta o rechaza.

-          Los presos de ETA no aceptan los grados penitenciarios: ni los piden ni los recurren. Únicamente se movilizan judicialmente por el tercer grado penitenciario previo a la libertad condicional.

-          No aceptan los destinos laborales; concebidos como fórmula de “colaboracionismo” con la represión española.

-          Únicamente realizan las actividades que a cada interno interesa desde su filosofía política y organizativa; nunca en función de programas de un tratamiento que no aceptan.

 

No siempre han mantenido los mismos criterios inamovibles. Así, en su día modificaron su postura en una cuestión muy relevante, para las expectativas personales de sus presos y de sus familiares, al aceptar las redenciones extraordinarias con efectos retroactivos. Su objetivo era acortar las largas condenas, facilitando el adelantamiento de su excarcelación y, de paso, acceder a las peticiones de unos familiares desmoralizados y agotados.

 

Veamos la respuesta penitenciaria estatal española desde una breve cronología.

 

Cronología penitenciaria.

 

- Decretada la amnistía en octubre de 1977 por el gobierno de Adolfo Suárez, se elabora y aprueba la principal norma rectora de la reforma penitenciaria democrática española: la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria (LOGP). En este contexto, las diversas ramas de ETA siguen  matando, desencadenando la mayor de sus ofensivas que marcarían a sangre y fuego los que se conocerían posteriormente como “años de plomo”.

- Hasta principios de los 80, los presos de ETA permanecían encarcelados en el centro penitenciario de Soria o en las prisiones vascas.

- En 1981 los presos de ETA son desplazados al Puerto de Santa María, quedando solo algunos, entre ellos las mujeres, en cárceles cercanas a Madrid.
- En desarrollo de la mencionada LOGP, se elabora y entra en vigor el Reglamento Penitenciario, Real Decreto 1201/1981 de 8 de mayo.

- El 30 de septiembre de 1982 se disuelve ETA PM VIII asamblea; fruto del acuerdo entre el entonces ministro del Interior Juan José Rosón y el abogado Juan María Bandrés. Se inicia la vía de las medidas de reinserción; que años después también se intentó aplicar individualmente a miembros de ETA M; una vía agotada hace años.

- Por Real Decreto 787/1984, de 26 de marzo, se modifica parcialmente el Reglamento Penitenciario.

- En 1984 se lleva a cabo el reagrupamiento de la mayor parte de presos de ETA en la prisión de Herrera de la Mancha.

- Es asesinada un 10 de septiembre de 1986 María Dolores González Cataraín, “Yoyes”, quien se había acogido a las medidas de reinserción.

- Se ejecuta la llamada dispersión “técnica” penitenciaria de 1987.

- Pacto de Ajuria Enea de 1988.

- La dispersión de presos de ETA, entre numerosas prisiones de toda la península e islas, enmarcada en el contexto de la “política antiterrorista”, se inicia en la primavera-verano del 89. Poco antes, habían finalizado las negociaciones de Argel entre ETA y el Gobierno. Iniciativa del entonces ministro socialista Enrique Múgica Herzog.

- Es asesinado en 1990 el funcionario de prisiones de San Sebastián Ángel Mota.

- ETA asesina al educador penitenciario de Martutene José Ramón Domínguez Murillo en 1993.

- Mediante la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, de reforma del Código Penal, se elimina el régimen de redenciones de penas por el trabajo.

- El día 17 de enero de 1996 es secuestrado el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara.

- Por Real Decreto 190/1996, de 9 de febrero, se aprueba el nuevo Reglamento Penitenciario.

- Es asesinado por ETA Javier Gómez, el 11 de marzo de 1997, psicólogo de Martutene. Desde 1983, ETA ha matado a seis personas relacionadas con instituciones penitenciarias.

- El día 1 de julio de 1997 es liberado José Antonio Ortega Lara.

- Como respuesta a lo anterior, el 12 de julio de 1997 es asesinado Miguel Ángel Blanco, concejal del Partido Popular por Ermua. ETA había exigido para su liberación el acercamiento de sus 502 presos a las prisiones vascas.

- Se alcanza el denominado Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo, conocido también como Pacto Antiterrorista, firmado por el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español el 8 de diciembre de 2000.

- Abril del 2003: deja de aplicarse en las cárceles españolas el convenio de estudios universitarios de los presos con la Universidad del País Vasco. Según demostraron algunos de sus docentes, se aplicaba a los presos de ETA, incluso a miembros huidos de la organización, un régimen de privilegios. Será la UNED la que canalice mayoritariamente tales estudios.

- Nueva reforma legal: Ley Orgánica 5/2003, de 27 de mayo, por la que se modifica la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial; la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria, y la Ley 38/1988, de 28 de diciembre, de Demarcación y de Planta Judicial. Se crea el Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria, en la Audiencia Nacional, en Madrid, con la misión de unificar los criterios para el control del cumplimiento de las penas impuestas a terroristas, narcotraficantes y delincuentes del crimen organizado. Ello tiene lugar siendo ministros de Justicia José María Michavila, y de Interior Angel Acebes. El total de años en prisión a cumplir puede elevarse de los 30 entonces contemplados, a 40.

- Un grupo de presos de ETA de la cárcel del Puerto de Santamaría afirma mediante un manifiesto en 2004 que la lucha armada carece de sentido.

- Sentencia 197/2006 de 28 de febrero del Tribunal Supremo español en la que se formula la denominada “doctrina Parot”. En base a este cambio, se aplica de manera retroactiva que los presos terroristas condenados en función del Código Penal de 1973, por delitos anteriores a 1995, deberán cumplir 30 años completos siempre que hayan tenido más de tres condenas por delitos graves. Este cambio jurisprudencial alargaría por decenas de años las condenas de unos 180 presos etarras.

 

Repasando esta cronología, se impone una pregunta: si ya en 1977 se acreditó, pese a la reciente amnistía, la voluntad criminal de ETA y otras bandas terroristas como el GRAPO, ¿por qué se ha tardado tantos años –décadas en algunos aspectos decisivos- en elaborar una respuesta “global” al desafío terrorista en su proyección carcelaria?

 

Anticiparemos algunas respuestas que merecerían gruesos volúmenes: la carencia de una estrategia global del Estado frente al fenómeno polihédrico del terrorismo de ETA y todas sus implicaciones; ausencia de instrumentos teóricos; las complicidades de ciertas izquierdas; los complejos de la derecha; la falsa percepción del fenómeno nacionalista; las aparentemente relaciones confusas de las diversas familias nacionalistas entre sí.

 

Y constatemos, en cualquier caso, unos hechos: ha sido la acción de unas pocas personas –víctimas del terrorismo, activistas, políticos, comunicadores-, la que ha impulsado las más relevantes reformas legales elaboradas frente al terrorismo. Una acción que ha facilitado el cambio de la opinión pública y la subsiguiente rectificación política. Si González no se hubiera sentido engañado en Argel, si Aznar no hubiera sufrido el atentado de ETA, si algunas víctimas no hubieran denunciado la excarcelación anticipada de los terroristas, si algunos docentes de la UPV no la hubieran denunciado por su trato de privilegio a los etarras, seguramente la historia que aquí recordamos habría sido otra muy distinta. En todo caso, ello evidencia unas improvisaciones, unas rutinas, y unas carencias, que lindan con la apatía o incapacidad políticas de sucesivos responsables del Estado, y que en todo caso merecen un duro juicio moral.

 

Por último, volveremos al principio de este artículo para reflexionar en torno a una cuestión conceptual de profundas repercusiones políticas y morales y que es el centro del asunto en torno al que estamos reflexionando. Podemos sintetizarla en la siguiente pregunta:

 

Los terroristas, ¿son presos políticos?

 

Los terroristas afirman que las violencias por ellos desatadas, atribuidas –naturalmente- a la represión insoportable de una oligarquía opresora, etc., son situaciones asimilables a las guerras convencionales. De esta manera, también ejecutarían “acciones militares”, ocasionando “víctimas inocentes” (denominadas eufemísticamente, hoy día, “daños colaterales”), sufriendo “bajas” ambas partes... En consecuencia, una vez son apresados por las fuerzas antiterroristas, pasarían a una situación análoga a la de los prisioneros de guerra; si bien esta perspectiva no es reconocida ni por las legislaciones nacionales ni por las convenciones internacionales que regulan el Derecho humanitario de guerra. Por ello, el que se les aplique las legislaciones penal y penitenciaria comunes -generalmente la regulada en el Código Penal nacional y la correspondiente Ley Penitenciaria o, incluso, una normativa penal antiterrorista específica, lo interpretan como una devaluación inadmisible de su estatus; lo que violaría, siempre desde su juicio, derechos básicos.

 

En coherencia con sus presupuestos, los terroristas encarcelados deberían someterse a una normativa especial, alejada de la penal común: no serían, pues, meros delincuentes; traduciéndose en un régimen de vida diferenciado del resto de la población reclusa, en “comunas” penitenciarias en las que pudieran mantener un mínimo de organización y jerarquía propias por ejemplo, con capacidad de interlocución colectiva antes las autoridades penitenciarias, etc. Unos “presos políticos”, en definitiva.

 

En España los delitos de terrorismo son contemplados de manera expresa en el Código Penal (promulgado por Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre) en sus artículos 571 a 580, siendo aquéllos cuya finalidad sea “subvertir el orden constitucional o alterar gravemente la paz pública”. Por su parte, el artículo 23.4 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establece que son los tribunales penales españoles los competentes para enjuiciar los actos que puedan calificarse como delitos de terrorismo. Y, una vez en prisión, se les aplicarán las disposiciones contempladas en la Ley Orgánica General Penitenciaria, su Reglamento de desarrollo, y demás normativa administrativa, que contemplan un régimen más estricto que el aplicado al resto de la población interna, pero análogo al de otros colectivos de especial peligrosidad: miembros de organizaciones delictivas internacionales, narcotraficantes, fuguistas...

 

Para el conjunto de organizaciones del entorno de ETA, sus encarcelados en prisiones españolas y francesas serían “gudaris” (soldados, en euskera), “lo mejor de Euskadi”. Lo vienen reiterando. No en vano, habrían militado en la organización empujados por las contradicciones sociales y políticas y la represión sufridas por el pueblo vasco. Serían, por todo ello, verdaderos presos políticos, pues la política estaría en la base de su opción; una alternativa verdaderamente ética desde su inquietante “lógica” interna.

 

En este contexto, de extrema ideologización, cobra especial relevancia la situación real de los presos terroristas en el marco del presente “conflicto”. Para todo grupo terrorista las cárceles son razón de particular atención, dedicándoles esfuerzos humanos y materiales muy importantes, pues deben mantener la moral, la unidad y disciplina, evitar abandonos individuales o en grupo, mantener una red familiar y social de apoyo que les ayude a mantenerse inasequibles a previsibles “cantos de sirena”...

 

Esta percepción no es exclusiva de ETA. Todas las organizaciones terroristas comparten la misma pretensión; lo que llevó al IRA en la primavera de 1981 a arrastrar hasta la muerte a 11 terroristas norirlandeses, siendo el primero de ellos el tristemente célebre Bobby Sands, en una huelga de hambre hasta las últimas consecuencias” por la que exigía ser tratados como presos políticos.

 

No obstante, esa distinción dialéctica entre presos comunes y presos políticos ha alcanzado cierta fortuna, pues se ha empleado con irresponsable ligereza, al menos coloquialmente, en numerosos medios de comunicación, determinados abogados, ciertos políticos; incluso entre funcionarios judiciales y penitenciarios.

 

Desde la lógica democrática y legal de un Estado de derecho, que debe velar por el bien común desde el respeto de los derechos fundamentales y las libertades públicas, esa supuesta distinción no existe. En primer lugar, los terroristas pudieron optar por otras vías en su pretensión de cambio social: participación en movimientos ciudadanos, política partidaria e institucional, etc. En segundo lugar, integrándose en una organización clandestina de vocación criminal y al perpetrar actos terroristas, son transgredidos inevitablemente derechos fundamentales y libertades públicas, propias y ajenas, reconocidas en la Constitución; contraviniendo preceptos muy precisos del Código Penal y otras normas obligatorias para todos. Así, un asesinato es un asesinato siempre que concurran los requisitos legales establecidos para ese tipo ilícito penal; más allá de las motivaciones de cada caso, ya sean pasionales, lucrativas... o ideológicas. Lo mismo ocurre con un atraco a una entidad bancaria: seguirá siendo tal aunque su finalidad última sea nutrir las arcas de su organización.

 

Un Estado de vocación democrática se autogobierna mediante una Constitución que trata de impregnar de sus valores éticos toda su estructura administrativa y a la propia sociedad a la que debe servir. En las sociedades democráticas existen –no debe olvidarse- mecanismos graduales de reforma y cambio. Y si en ese contexto un grupo rechaza tales vías, proponiéndose derribar el orden colectivo por otro utópico y revolucionario mediante la violencia armada, quedará fuera de la legalidad; careciendo de legitimidad alguna al atentar contra la vida, los bienes, la seguridad y la dignidad de las personas y de toda la sociedad.

 

En definitiva, esa supuesta distinción –presos comunes/presos políticos- es una manipulación más de un lenguaje pervertido que pretende ganar otra batalla en el ámbito de las ideas y de la propaganda. Una batalla, también, de alcance y repercusiones penitenciarias.

 

 

Revista digital Arbil, Nº 116, abril de 2008

Gotzone Mora y el funcionario de prisiones Fernando José Vaquero, en las IV Jornadas sobre Terrorismo. La presión de la banda terrorista ETA en la universidad y en las cárceles es analizada por ambos ponentes

Gotzone Mora y el funcionario de prisiones Fernando José Vaquero, en las IV Jornadas sobre Terrorismo. La presión de la banda terrorista ETA en la universidad y en las cárceles es analizada por ambos ponentes

 

La segunda sesión de las IV Jornadas sobre Terrorismo, organizadas por la Delegación de Alumnos de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas y el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, se ha centrado en exponer la presión y el terror de la banda terrorista ETA en dos ámbitos concretos: el de la universidad, especialmente la del País Vasco, y el de las prisiones españolas donde se encuentran internados miembros de la banda terrorista. Para ello, se ha contado con dos invitados que han participado en la mesa redonda moderada por el profesor Juan Carlos Valderrama: Gotzone Mora, catedrática de Sociología de la Universidad del País Vasco, y el funcionario de prisiones Fernando José Vaquero, coautor del libro La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas.

 

Vaquero explicó a los estudiantes que los más de 800 presos de ETA en España están plenamente integrados en la banda terrorista y obligados a seguir las directrices impuestas por una organización militarizada: “El frente de makos controla la vida de los presos de España y Francia de modo que todas sus decisiones personales en relación con el régimen penitenciario están marcadas por la organización”. Vaquero también explicó que los presos de ETA rechazaron sistemáticamente todos los beneficios penitenciarios hasta 1987, año a partir del cual se beneficiaron de la redención de las penas por trabajo. Fernando José Vaquero lamentó que los cambios en la política antiterrorista de los gobiernos de la democracia hayan afectado de manera directa a la política penitenciaria aplicada a los presos de la banda y alabó en esta materia la labor de dos ministros del Interior: Enrique Múgica, del PSOE, y Jaime Mayor Oreja, del PP.

 

Terrorismo y Universidad

 

Por su parte, la catedrática Gotzone Mora explicó a los estudiantes de la Cardenal Herrera el ambiente de terror que se vive cotidianamente en la Universidad del País Vasco con total impunidad y destacó el papel clave de los movimientos cívicos vascos que han renunciado totalmente a cualquier respuesta violenta frente a los ataques terroristas. “Frenar la confrontación no es sólo una forma de defender nuestra libertad, sino la libertad de todos”, ha señalado Gotzone Mora, para quien algún día “España tendrá que dar las gracias a esa resistencia anónima de la gente que ha decidido decirle que no a ETA”.

Gotzone Mora también subrayó ante los estudiantes que son sus convicciones religiosas las que marcan su compromiso personal frente al terrorismo, a pesar de la soledad que se siente en muchas ocasiones, especialmente desde su propio partido: “Sé que me he suicidado políticamente, pero no entiendo cómo se puede estar negociando con aquellos que han asesinado a tus propios compañeros”.

 

Docu, la revista de la Universidad Cardenal Herrera, 27 de febrero de 2008.

El Islam en España, retos para la sociedad y para la Iglesia.

El Islam en España, retos para la sociedad y para la Iglesia.

Aula de pensamiento del Obispado de Huesca
Ponente: Fernando José Vaquero Oroquieta (escritor).
Miércoles 16 de mayo de 2007 20 horas.
Colegio Santa Ana, Coso Alto, 47. Huesca.