Blogia
Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Catolicismo social

Editorial: La declaración de derechos del hombre.

¿Existe alguna relación entre el ingenioso anuncio de una entidad médico-estética española y las doctrinas de los derechos del hombre? Utopías revolucionarias, consumismo, nihilismo y el papel de algunos “intelectuales”.

             En buena parte de los diarios impresos españoles se ha insertado un curioso reclamo publicitario, de página completa, a lo largo de las última semanas. “La declaración de derechos del hombre” –frase reclamo- está acompañada por la imagen de un varón prácticamente desnudo, reproduciendo además un listado de nueve supuestos derechos (tal vez por pudor no llega a decálogo), todos ellos relativos a la imagen física y estética. Es decir, la coquetería y el culto al cuerpo trasladados al “universo masculino”; mercantilizado en esta ocasión por una organización médico-estética de ámbito nacional caracterizada por su constante presencia en los medios de comunicación. Así el varón español tendría derecho a depilarse, a operarse, a maquillarse… Toda una gama muy avanzada de posibilidades, antaño coto exclusivo de actores y políticos, se extiende a un terreno casi virgen para el consumo y la industria de la belleza. ¿Feminización del hombre o mera campaña publicitaria? Posiblemente, ambas cosas a la vez y, en todo caso, creciente expresión de las modas actuales, producto de la mentalidad impuesta desde el poder cultural dominante.
            El reclamo juega con el desconcierto que puede provocar su encabezamiento. ¿Acaso, los derechos del hombre, no se refieren a otros asuntos muchos más vitales? Sin embargo, detrás de ese “juego” publicitario, existe una cierta coherencia entre el reclamo-trampa ideado por los ingeniosos publicistas (una determinada concepción de los derechos humanos, tal y cómo se entienden generalmente) y el producto ofertado.
            Paul Jhonson, en su magnífico tratado Intelectuales (Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 2000), establece una evidente continuidad en la labor subversiva desarrollada por aquéllos autocalificados intelectuales que se han propuesto, en los últimos trescientos años, emancipar a la humanidad, conforme a su particular criterio revolucionario, de toda tradición e Iglesia. Pero, históricamente, las pretensiones esgrimidas por estos pensadores en su conjunto (Rousseau, Marx, Sartre, Brech, Russell…) han evolucionado en sus objetivos finales. De ahí que hayan pasado, de perseguir la utopía revolucionaria, a configurar la sociedad hedonista y nihilista de hoy. Y todo ello con la pretensión común de acabar con el cristianismo.
            En este contexto, ¿qué pasa con los derechos humanos?
            Ante todo, debemos recordar que se han esgrimido, en muchas ocasiones, como instrumento revolucionario, como ariete empleado contra la presencia de la Iglesia en las sociedades concretas donde ha arraigado.
            No obstante, se olvida intencionadamente que esos derechos del hombre nacen del impulso ético de la propia Iglesia católica, de su obra civilizadora; no pudiéndose desvincular de la misma.
            Pero no es nuestra intención reflexionar sobre este particular aspecto que ya ha generado muchos textos, algunos reproducidos en esta publicación digital.
            Lo que nos interesa destacar es esa voluntad subversiva que, en su continuidad, se sirve de todo tipo de instrumentos para la consecución de sus objetivos. Hoy, el hombre es halagado en su ego hasta el absoluto, como otra vía más para su “autodeterminación”. Por ello se valora especialmente su aspecto físico. Emancipados de tradiciones, Iglesias y maestros, todo puede pretenderse, todo puede modificarse en aras del proyecto individual: no hay límites. Tampoco la propia naturaleza debe ser obstáculo. Aunque se tenga que pagar otro costoso precio humano.
            Así, aunque en las décadas anteriores el “intelectual” pretendía incorporar a sus semejantes –incluso forzosamente- al supuesto destino ineludible de la especie humana (la sociedad sin clases), ahora pretende sumergirlo en el mercado global consumista. En ambos casos, el hombre queda en una precaria situación.
            Los “intelectuales” impulsores de esas visiones sociales –alucinaciones, diríamos hoy- fueron ejemplo de gravísimas contradicciones personales. Recordemos a un Rousseau que abandonó, nada más nacer, a sus cinco hijos, ninguno de los cuales sobrevivió a los primeros meses de sus vidas. Y sus doctrinas generaron los mayores sufrimientos que ha experimentado la humanidad en su historia. No en vano, por ejemplo, Pol Pot se formó en la Francia de Sartre en continuidad con las utopías y mentiras de Rousseau y Marx.
            Ahora el modelo propuesto social es más civilizado. Más estético. Más limpio. Más… políticamente correcto. Pero, eso sí, olvidando los millones de abortos ejecutados y la existencia de las gravísimas injusticias norte–sur; precio establecido para la comodidad y el mantenimiento de los niveles actuales de consumo.
En este voluntarista periplo sin freno se olvida a la verdadera naturaleza del hombre. Haciendo balance de los frutos de las utopías, debemos preguntarnos: realmente, ese proyecto revolucionario, y el modelo consumista–nihilista que le sigue, ¿satisfacen al corazón del hombre?
            Pensamos, por las dolorosas pruebas experimentadas, que se impone una respuesta claramente negativa. Con la implantación de la utopía revolucionaria se extermina al enemigo de clase, se anula la libertad individual, se le “emancipa” de toda atadura que no sea el proyecto revolucionario del partido único. El hombre, en definitiva, es aplastado en nombre de una humanidad. Con el modelo consumista, el hombre emancipado de cualquier instancia moral, superior y externa, es elevado a presunto árbitro de todas sus decisiones; situado en soledad y sin un criterio firme frente a todo tipo de estímulos. En definitiva: un hombre aislado, frente a un sutil poder totalitario, a merced de cambiantes modas ideológicas y estéticas,.
            Así las cosas, la Iglesia sigue siendo un obstáculo fundamental en las pretensiones totalitarias y hegemónicas de un efectivo poder real, pero apenas expuesto a las miradas comunes; una dificultad que hay que eliminar, o al menos reducir drásticamente.

 

            Si la Iglesia pudo desarrollar la más apasionante y humana tarea de civilización, iluminando y salvaguardando los derechos del hombre; hoy día, con semejante o mayor motivo, sigue siendo su luz y el espejo carnal de su verdadero rostro.

Editorial de Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 67, marzo 2003

 

Editorial: ¿Un diario católico para España? ¡Naturalmente que sí!

      Se vienen escuchando algunas voces, muchas de ellas cualificadas, reclamando la necesidad de un diario católico para España. ¿Es posible esta empresa? ¿Existen alternativas?

 

Una carencia muy sentida por los católicos españoles, desde hace muchos años, es la de un diario que apoye y forme una conciencia crítica –personal y comunitaria- y un juicio cultural actual; expresión de la creatividad derivada de unas experiencias de fe.
                Desde la desaparición del Ya, después de muchos años de desvertebración de la opinión pública católica, vuelven a alzarse voces en ese sentido: ¡es necesario un diario católico en España!
                En esta ocasión, ha sido la plataforma E-cristians, desde Cataluña, la que, recientemente, ha reivindicado esta necesidad, con la vehemencia y el sentido común que la caracterizan (editorial Necesitamos un periódico, Revista E-cristians, 9/01/03).
                Desde Foro Arbil, no podemos menos que sumarnos a esta lógica y necesaria petición. Desconocemos si este llamamiento ha obtenido algún tipo de respuesta. Nosotros, en cualquier caso, nos sumamos a la petición. Y que cuenten con la modesta experiencia de los miembros del Consejo de Redacción y demás colaboradores que vienen haciendo realidad esta creciente realidad de un mensual católico libre, moderno, eficaz, al servicio de la Iglesia católica.
                De no prosperar una iniciativa de este tipo deberemos hacernos un profundo examen de conciencia, reflexionando en torno a las resistencias y carencias del catolicismo español actual. Pero algo podemos adelantar. Nos falta ambición y audacia evangélicas. Nos sobran particularismos y pequeños intereses. Sin embargo, enorme es la potencialidad que el catolicismo social español encierra en la actualidad.
                Podemos remitirnos a muchos ejemplos. Así, lo haremos a unos pocos y sin intentar ser exhaustivos. La Agencia de Noticias ZENIT y los extraordinarios servicios diarios que presta a la comunidad católica internacional. Los semanarios Alfa y Omega y Fe y Razón, que, cada uno con su estilo, cubren un espacio que conviene colmar aún más. El puntual, moderno e incansable hispanidad.com. El portal de E-cristians, que sin ser el más significativo cuantitativamente, constituye la referencia obligada para quien quiera estar al día del desarrollo del catolicismo social español. El portal hazteoir.org, que combina información y propuestas para la acción. El mensual Páginas para el mes, ejemplo de un trabajo callado, que se supera poco a poco, y de un riguroso esfuerzo reflexivo desde una pertenencia católica; afrontando retos de la cultura y la política.
                Existen recursos; se tienen ideas; una nueva generación de comunicadores  católicos se curte en medios propios y ajenos. Funcionan interesantes iniciativas que son un ejemplo –y tal vez el germen- para el futuro. ¿Qué falta entonces? Que alguien se eche al ruedo, suscite voluntades, agrupe intereses, ilusione a todos…
                Echémosle, además, un poco de imaginación. Si un diario tradicional implica una inversión económica que pudiera llegar a asfixiar otras necesidades pastorales de la Iglesia, existen alternativas: tengamos muy presentes las posibilidades de internet.
                ¿Alguien se anima? Cuéntese, entonces, con Foro Arbil.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 65, enero de 2003.

Hablemos claro: la mayor campaña anticatólica de los últimos sesenta años en España.

No es ninguna originalidad afirmar que se viene desarrollando, en España y en todo el mundo, una campaña permanente de desprestigio contra la presencia de la Iglesia católica, que parece perseguir, en última instancia, su neutralización. Pero, ¿qué objetivos concretos se han marcado sus instigadores? Como católicos, ¿qué podemos y debemos hacer?

 

No es algo nuevo. Realmente, esta campaña parte de los mismos prejuicios ideológicos y de las mismas fuentes que otras que la precedieron en los siglos XIX y XX. En estas circunstancias, no podemos menos que recordar episodios de una historia que se pretende olvidar, cuando no, falsificar: matanzas de frailes en el siglo XIX, desamortización de Mendizabal, legislación anticatólica de la Segunda República española, persecuciones en la guerra civil que pretendieron el exterminio físico de la Iglesia, anticatolicismo intelectual y programático de los “progresistas” durante la transición…
Esta campaña, que se viene manteniendo desde hace tres años con especial virulencia, se vertebra, particularmente, mediante una sucesión de denuncias de todo tipo de hechos en buena parte de los medios de comunicación. A la misma se han sumado historiadores de diversa procedencia que, con buen criterio comercial, se han animado a vender unos productos en los que se destila un anticatolicismo expreso y nada disimulado.
¿Donde encontramos a los protagonistas de esta campaña?: especialmente en la izquierda política e ideológica en general, en el grupo PRISA en particular… Y también encontramos un impresionante silencio en otros sectores sociales ajenos a esa izquierda sectaria.
Tales prejuicios y actitudes, que vienen de lejos, están arraigando. Prueba dramática de ello es que los católicos no podemos manifestarnos en numerosos foros, como tales, sin ser objeto de gruesas descalificaciones y censuras; alcanzando esa actitud al ámbito laboral e incluso el familiar. Y los viejos tópicos anticlericales son reforzados por nuevos argumentos, más modernos y civilizados, pero no por ello, menos falsos o manipulados. No se llama al degüello de frailes, pero sí se persigue un objetivo similar: que el catolicismo radique exclusivamente en lo más íntimo de la conciencia de las personas, pero sin expresión pública alguna, salvo determinadas obras caritativas que, en caso contrario, difícilmente serían asumidas.
Todo esto no surge de la nada. En España existe una ya larga tradición anticlerical, o anticatólica, que viene a ser lo mismo, pero que ha tomado la iniciativa con unos objetivos ambiciosos y nuevos bríos.
La Plataforma Ciudadana por una Sociedad Laica presentó al PSOE, este pasado mes de noviembre, una serie de propuestas para su estudio: revisión de los Acuerdos Estado español-Vaticano de 1979 en materia de enseñanza y otros aspectos, la desaparición de la asignatura de religión católica de la enseñanza pública y un Estatuto de Laicidad que asegure la neutralidad religiosa en las instituciones públicas. Nace impulsada por una fundación (CIVES) presidida por el diputado socialista Vitorino Mayoral y la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA), muy vinculada también al citado partido socialista, asumiendo propuestas planteadas en algunos medios de comunicación, particularmente en el diario El País, donde se venía avanzando la necesidad de eliminar esos acuerdos Estado español-Vaticano; unos acuerdos que han sido decisivos durante estos últimos, casi, treinta años. Por mucho que se diga, no existía una demanda social en esa dirección, pero se ha abonado con esa tremenda campaña anticatólica y se ha formalizado con este instrumento cuyos promotores pretenden sea hecho propio por el PSOE en su programa electoral de 2004.
            Pero existe otra circunstancia novedosa: la campaña tiene un alcance planetario. La llamada globalización está incorporando, en su discurso y en sus pretensiones, unos ingredientes similares a los aquí denunciados. A esta mentalidad responde, sin duda, la campaña medíatica desatada en diversos países del mundo, especialmente en Estados Unidos, contra la Iglesia católica, y que el cardenal Ratzinger ha denunciado, recientemente, durante su visita a Murcia.
Pero es ahora cuando, sorprendidos, muchos observadores católicos descubren la virulencia de esta campaña a la que se suma la profundidad de la crisis de la propia Iglesia. Un dato muy preciso: dos millones de españoles han dejado de acudir a misa dominical en sólo cinco años al no encontrar relevo. Y esto no es consecuencia, únicamente, del rechazo generado por la posición de parte de la Iglesia vasca ante el terrorismo, por poner un ejemplo.
Poco a poco, algunos lúcidos analistas católicos vienen advirtiendo la profundidad y el calado de la situación. Es el caso, entre otros, de quienes trabajan en E-cristians, Alfa y Omega, Fe y Razón. También es el caso de José Luis Restán, tanto en COPE como en alguno de sus escritos, por poner un ejemplo paradigmático de comunicador católico. Y, en esta toma de conciencia, no podían faltar muchos de nuestros obispos.
¿Qué hacer en estas circunstancias? Pensamos que puede resumirse en dos actitudes: resistencia y evangelización. No podemos actuar determinados por el ritmo que marcan los medios de comunicación y las sucesivas campañas anticatólicas; pero hay que responder, en la medida de lo posible, para impedir mayor avance del mal. Y aunque es responsabilidad de todos los católicos afrontar estas circunstancias, especial carga pesa sobre políticos y periodistas católicos,  cada uno en su ámbito.
Y la Nueva Evangelización debe perseverar con decisión, con su propio ritmo, purificada del soporte de los poderes públicos.
Un lugar privilegiado de misión lo constituyen los colegios católicos. Pero sufren en su realidad el ocaso y el envejecimiento de muchas de las tradicionales órdenes religiosas. Por ello, en los próximos años, esta importantísima realidad deberá revitalizarse, desde fórmulas distintas de gestión y nuevas modalidades de misión, desplegando un esfuerzo del que depende en buena medida el futuro de la Iglesia española.
La presencia católica en muchas ONGs también está cuestionada, afectando incluso a muchas de matriz católica: lo “religiosamente correcto”, es decir, un laicismo mal entendido, está de moda. Otro campo donde la pertenencia católica debe reafirmarse.
            Podríamos continuar, de manera casi interminable, reflexionando en torno al papel de cada realidad católica en este sombrío panorama, el cual no impide un hecho objetivo: la Iglesia sigue siendo el único espacio para una nueva sociedad, una posibilidad de encuentro con la verdadera humanidad de cada persona. Esto no puede ofrecerlo el laicismo agresivo y sectario que se impone. Pero hay que actuar con inteligencia. Por ello, deben desarrollarse nuevas formas de presencia católica; una Iglesia con un rostro concreto que pueda ser identificada, con estupor, por nuestros compatriotas escépticos, arrastrados por el pensamiento único políticamente correcto y la sutil tiranía de las modas y de lo efímero. Debemos tomar la iniciativa; dejar de lamentarnos y presentarnos como la única posibilidad de vida íntegramente humana que anhela el corazón de todo hombre

 

Editorial. Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 64, diciembre de 2002

Cristianos en el PSOE: ¿nuevos aires o mera táctica?

                Desde hace casi una década, se vienen produciendo, en el seno del PSOE, algunos movimientos dirigidos hacia sectores del catolicismo español. ¿Quiénes son sus protagonistas? ¿Cuál es su alcance real?

 

El PSOE y los católicos.
                José Luis Rodríguez Zapatero, en sus inicios como candidato socialista a la presidencia del Gobierno español, realizó algunas declaraciones, de cierto interés, en las que propugnaba un nuevo diálogo con el catolicismo con la perspectiva de superar viejos fantasmas. Con el mismo motivo, elaboró el prólogo del libro Tender puentes: PSOE y mundo cristiano (Ramón Jáuregui y Carlos García de Andoín, 480 páginas, editorial Desclée de Brouwer, colección Palimpsesto, Bilbao 2001). Allí se señala, entre otros aspectos, que el PSOE cuenta con un 30% de votantes que son católicos practicantes y otro 50% de católicos no practicantes. En dicho prólogo, José Luis Rodríguez Zapatero coincidía con Antonio Guterres (ex primer ministro portugués, presidente de la Internacional Socialista y católico practicante) en una idea: un Estado aconfesional no puede ser indiferente ni hostil a las religiones y menos a la cristiana. El nuevo líder socialista español también afirmaba que “Reivindicamos y defendemos un Estado aconfesional. Sin embargo, la laicidad, en este nuevo contexto, no puede convertirse en el argumento para un dogmatismo antirreligioso. La defensa del pluralismo y de la democracia no puede hacerse sobre la indiferencia o el rechazo a la religión. La religión puede ser un complemento valioso de la democracia. Y la democracia es el mejor marco para el ejercicio de las religiones”.
                Por ello, desde medios católicos muy diversos, se prestó cierto interés al colectivo “Cristianos en el PSOE”, dado a conocer en buena medida por el mencionado libro Tender puentes, alguna página web y diversos encuentros de personalidades socialistas con católicos proclives a la colaboración política con la izquierda en torno a valores como la solidaridad, la lucha contra la exclusión y la pobreza, etc. Por cierto, el citado libro, Tender puentes, fue remitido, por el propio PSOE, a todos y cada uno de los obispos católicos españoles; un hecho cargado de simbolismo que no puede pasar desapercibido y que rompe toda una tradición de cultura anticlerical socialista.
En algunos ambientes católicos se sospechaba que, todo ello, se trataba de meros ardides electoralistas, lo que no fue desmentido al incurrirse, posteriormente, en los clásicos tópicos laicistas de un PSOE de larga trayectoria anticatólica. Así el 21 de julio de 2002, el secretario general del PSOE reclamó “una España laica”, al asegurar que el PP practica “la imposición religiosa”. También han provocado un profundo rechazo, entre muchos católicos, las manifestaciones realizadas por varias organizaciones de izquierda, especialmente UGT, y determinados líderes socialistas, frente a la Ley de Calidad de la Enseñanza, en las que arremetieron especialmente contra la enseñanza privada, la asignatura de religión y la propia Iglesia católica. También pesa, en la memoria colectiva de muchos católicos, la labor disolvente y muy negativa, para la Iglesia, realizada por algunas personalidades socialistas del "núcleo cristiano" del PSOE en los años 80 del pasado siglo.
En este breve repaso, a la novedosa atención prestada por el PSOE al catolicismo, debemos detenernos en el día 8 de octubre de 2002, jornada en la que se presentó el libro Nuevo socialismo y cristianismo de izquierdas, obra del sociólogo Rafael Díaz-Salazar; uno de los autores más citados por los integrantes del colectivo “Cristianos en el PSOE”. En este texto se pretende analizar la relación entre religión y política, las desigualdades entre los países y el sindicalismo de la clase obrera. La presentación tuvo lugar en el marco de la reciente constitución, en Burgos, de un foro de diálogo integrado por cristianos y miembros de colectivos de izquierdas, creyentes y no creyentes. Allí se afirmó también que “Por ejemplo, el PP (Partido Popular) está muy representado (por) un nuevo fenómeno que es el laicismo de derechas o una herencia no religiosa. El PP no ha abolido la ley del aborto, en el tema de las clases de religión, la situación está como en los tiempos del PSOE...”
En una entrevista publicada en el Diario de Burgos, el día siguiente de la presentación, Rafael Díaz-Salazar dijo, entre otras cosas, que “En la izquierda española, hay una cultura laicista y antirreligiosa que suele identificar con muchísima torpeza posiciones de izquierdas con laicismo o antirreligiosidad. Pero también hay ateos y agnósticos que valoran muy positivamente el fenómeno religioso”. Aseguraba, además, que “Lo que ocurre es que hay un progresismo laicista, con mucha presencia en los medios de comunicación, que sólo habla de fenómenos reales pero no centrales de la vida religiosa”. Igualmente, afirmó que en España “hay un prurito de laicismo muy fuerte que identifica progresismo con laicismo y que es poco europeo”. Sin duda, unas afirmaciones del máximo interés.
                En resumen: parece existir, al menos entre algunos destacados dirigentes socialistas, como Ramón Jáuregui, una voluntad de aproximación a sectores del catolicismo social, desde posiciones doctrinales novedosas, alejándose en ello del tradicional anticatolicismo del socialismo español. Esto coincide -o tal vez sea su consecuencia en alguna medida- con un movimiento impulsado por católicos, a su vez, interesados en aproximar esas dos tradiciones éticas y políticas: mundo cristiano y mundo socialista. Ciertamente, las relaciones del PSOE con la Iglesia católica no han estado presididas por el diálogo y la ausencia de prejuicios; tampoco en nuestra historia reciente. Por ello, ese doble movimiento parece, en sí mismo, constituir toda una novedad. En otros países de Europa, por el contrario, existen interesantes muestras de diálogo, respeto y colaboración; circunstancias inéditas en España.
                Por todo ello, podemos preguntarnos: esas señales, ¿son sinceras?, ¿expresan que “algo” está cambiando en el socialismo español o sólo son mera táctica electoralista?

 

Web “Cristianos en el PSOE”.
De la mano de la Secretaría de Innovación y Comunicación Interna del PSOE, en la web oficial del partido se encuentra disponible una sección denominada “Cristianos en el PSOE” a la que se puede acceder desde su página principal.
Son varios los apartados que recoge: quiénes somos, documentos, propuestas (reforma de la cooperación al desarrollo, humanizar la política penitenciaria y acción pública con las personas sin hogar), enlaces, actividades (formación de grupos locales en el PSOE y agenda internacional), y mejores enlaces a webs de cristianos socialistas (sobre, europeas). Por último, ofrece las portadas de algunos libros, la noticia de eventos culturales y acciones solidarias.
Según la información allí proporcionada, encontramos los orígenes de este grupo, “Cristianos en el PSOE”, en la confluencia de Euskadiko Ezkerra en el Partido Socialista de Euskadi – PSOE. En esa formación ya desaparecida concurría un significativo número de militantes cristianos participantes, a su vez, en diversos movimientos sociales. En esta tesitura, Ramón Jáuregui asumió cierto protagonismo, facilitando la creación de un grupo, en el seno del partido vasco, que fuera un espacio propio de los cristianos para el encuentro, la reflexión y la propuesta. Así se constituyó Cristianos en el Socialismo vasco en otoño de 1993. Diversos encuentros nacionales, posteriormente, dieron a conocer la novedad a nivel nacional, sumándose presentaciones de libros, la elaboración de varias propuestas y su constitución, como red de grupos y personas, al amparo de la secretaría de Movimientos Sociales del PSOE. En esta perspectiva radica una importante clave: "Cristianos en el PSOE" cuenta con una trayectoria de 10 años, sobreviviendo a diversos cambios en los órganos directivos del partido, lo que parece desmentir un simple y reciente electoralismo.
En su génesis podemos encontrar otros antecedentes históricos, como el de Cristianos por el Socialismo de los años 70, pero sus impulsores afirman la originalidad y novedad de esta experiencia: entonces se trataba de reflexionar en torno al socialismo desde fuera; ahora se trata de actuar desde dentro. Habrían influido además, y de forma especial, otras dos circunstancias:
El impulso transformador derivado de la opción preferencial por los pobres traída de la teología de la liberación.
El conocimiento de la práctica del Partido Comunista Italiano (especialmente a través de los escritos de Rafael Díaz-Salazar).
“Cristianos en el PSOE” se concibe, a nivel organizativo, como una red de grupos locales de trabajo inscritos en cada federación provincial y autonómica, adscritos a las secretarías de movimientos sociales y coordinados estatalmente. En esta concepción subyace la idea de una red de grupos y personas, con una intención de transversalidad a todo el movimiento político de izquierda.

 

Algunos aspectos de interés:
Desde nuestro observatorio de Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, al analizar la documentación de “Cristianos en el PSOE”, hemos encontrado algunos aspectos de máximo interés; pudiendo llegar a identificarnos, en parte, con determinadas propuestas y afirmaciones allí recogidas. Veámoslas.
Pretensión de superación del anticlericalismo tradicional del PSOE. “La izquierda, el socialismo democrático, en estos diez años ha pasado del escepticismo y de la desorientación –incomprensible en muchos aspectos- que supuso la caída del Muro de Berlín a la búsqueda de un nuevo relato identitario que sustente su proyecto político más allá de la propia tradición socialista, social-demócrata y laborista. En este proceso de reconstrucción, la dimensión ética y moral toma un papel nuclear”. ¿Qué papel puede jugar el cristianismo en esa reconstrucción?. A su juicio “Este proceso ideológico de la izquierda ha facilitado enormemente una reconsideración del hecho religioso en su conjunto, y en concreto del papel del Cristianismo” (Josep María Carbonell i Abelló, de su intervención en la Asamblea Nacional de los Cristianos Sociales de Demócratas de Izquierda, antiguo Partido Comunista Italiano, Roma, 3 de febrero de 2001). Sin embargo, ese camino parece estar menos despejado en el PSOE pues “Lo que ya no parece tan educado en el ambiente y en la cultura del partido es que la fe cristiana se exprese públicamente: donde se levanta el muro invisible es en la publicidad y en la politicidad de esta identidad cristiana. Lo cristiano se percibe como un asunto estrictamente privado, algo que pertenece al foro interno de la persona. Así se desplaza lo cristiano hacia un espacio externo al partido, hacia un espacio fuera de la política…” (Carlos García de Andoín, en Los Grupos vascos de cristianos en el socialismo, conferencia pronunciada en III Encuentro de Cristianos y Socialistas, celebrado en Madrid en 1999). Por ello, según el apartado 10 del texto de carácter programático ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos y a qué? “Exige trabajar para conseguir un cambio de actitud de militantes del partido. Un cambio que les haga pasar de la reticencia o la clara oposición a todo componente religioso de la militancia política a una toma de conciencia progresiva de las virtudes existentes en el cristianismo como fuente de transformación ética y cultural”. Una voluntad que implica la expresión inequívoca de la dimensión pública, cultural y política del cristianismo.
Percepción crítica de un viraje ideológico y político en el PPE. “De hecho se está produciendo una separación profunda y mucho más importante de lo que podría parecer entre el Partido Popular Europeo y los valores religiosos del cristianismo y, por el contrario, se está tejiendo una nueva relación en la práctica entre el socialismo europeo y el cristianismo”. Así, “se trata de la laicización mercantil de su ideario, que ha marginado –y dilapidado- aspectos fundacionales e identitarios que forjaron el carácter propio y singular de la Democracia Cristiana”. De esta forma “la tradición social, personalista y humanista-cristiana, que tanto influyó en la DC, ha prácticamente desaparecido” (Josep María Carbonell i Abelló, de su intervención en la Asamblea Nacional de los Cristianos Sociales de Demócratas de Izquierda, Roma, 3 de febrero de 2001). Termina su análisis afirmando que “La derecha tenderá a reducir la acción de la Iglesia a la de una ONG más en el campo de la moral y de la caridad, financiándola y así justificar las políticas más liberales y desequilibradoras. La izquierda, a mi modo de ver, debería no querer ver reducida la acción de la Iglesia y del Cristianismo en este aspecto de la caridad, invitándola a participar, desde su propia identidad, insisto, en la construcción de un mundo más justo, solidario, pacífico y libre y de una Europa, casa de todos…”.
La política, también, como lugar para la evangelización. Así, en el apartado 12 del mencionado texto ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos y a qué? reclaman a toda la Iglesia para que “asuma con libertad y pluralismo un pleno impulso misionero en todos los ámbitos de la vida pública como la economía, la cultura o la política”. Es decir, lo contrario a la privacidad de la fe. Concretan, al respecto, en el apartado 14 del texto anterior que “El Evangelio no se agota en ninguna mediación ni programa político. Es posible y bueno el pluralismo político de los cristianos”. Por su parte Carlos Beorlegui, en su texto Aportación de los cristianos a la política y de la política a los cristianos (del libro Cristian@s en el socialismo vasco, Bilbao, 1997, editado por el PSOE-PSE-EE), afirma con claridad que “Lo político es un nuevo ámbito de extensión y contagio de la fe cristiana, esto es, un campo de misión”. Pero reconoce que “Faltan estructuras para promover e integrar la experiencia del compromiso político dentro de las estructuras parroquiales y diocesanas”. En este contexto, ¿qué puede ofrecer el PSOE a los cristianos? Según Ramón Jáuregui, en su conferencia pronunciada en III Encuentro de Cristianos y Socialistas, celebrado en Madrid en 1999, “Tenemos que ofrecerles la credibilidad de que el Partido Socialista es el partido que complementa su compromiso desde la concepción de un partido de la izquierda transformadora que utiliza el B.O.E. (Boletín Oficial del Estado) para hacer justicia”.
Rechazo de la privatización de la fe. Esta perspectiva fundamenta los planteamientos anteriores de forma expresa. Además, en el apartado 4 del texto ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos y a qué? convocan a diversos grupos de cristianos, pues “A todos ellos esperamos animarles a significar la dimensión pública y cultural insoslayable de la fe cristiana”. Pero esta visión positiva no ahorra otras críticas a considerar, como las de Carlos Beorlegui en su texto Aportación de los cristianos a la política y de la política a los cristianos al caracterizar a algunas organizaciones cristianas: “Los grupos cristianos pueden caer en el vicio de convertirse en grupos interpersonales que se consuelan con poner en común sus vivencias, sentirse acogidos y a gusto en el entorno pequeño y conocido, y trabajar en ámbitos sociales de asistencialismo sin demasiadas obligaciones”. Una crítica que incide, sin duda, en la necesaria publicidad de la fe cristiana.
Papel de la jerarquía de la Iglesia católica. En el apartado 13 de su escrito ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos y a qué? afirman que “(…) somos conscientes que no somos los interlocutores cualificados de toda la Iglesia ante el Partido Socialista. Nuestra acción no puede sustituir de ningún modo las legítimas relaciones de interlocución entre los responsables del Partido y las jerarquías de las Iglesias cristianas”. Debemos precisar la dimensión ecuménica del grupo, al integrarse en el mismo también cristianos no católicos, incluso agnósticos. Ese reconocimiento del papel de la jerarquía parece significativo, al huir de viejas polémicas producidas en algunos medios católicos, en las que se negaba efectividad, incluso legitimidad, a la misma.

 

Hemos visto, pues, diversas líneas generales de su pensamiento, con las que miembros de otras realidades eclesiales con vocación de presencia pública, en la orientación marcada por algunos de los llamados “nuevos movimientos eclesiales”, pueden identificarse en alguna medida.

 

Algunas reflexiones en esta coyuntura.
Desde una perspectiva fundamentalmente política, sin duda, destaca la crítica realizada por los promotores de “Cristianos en el PSOE” al Partido Popular Europeo, de la que no escapa, evidentemente, su homólogo español y a la que podrían sumarse muchos de sus votantes católicos, decepcionados y desconcertados.
Los católicos nos encontramos, por tanto, en una situación política marcada por dos factores: de una parte, el abandono por el Partido Popular de algunas de sus señas de identidad ideológicas determinantes, vinculadas en su origen al cristianismo, y, de otra, un interés del PSOE nada disimulado en la captación de votos católicos, lo que coincide con el inicio de una nueva mirada hacia el hecho religioso por parte de este partido. Entonces, ¿no se requiere de cierto esfuerzo de reflexión, para determinación de la acción, por parte de los católicos?
Ciertamente, los electores católicos pueden incluirse entre los sectores sociales desairados por la política popular. No sólo no se ha apoyado decididamente a la familia, salvo retóricas verbales de mínimo efecto, sino que se ha dado cancha a las llamadas uniones de hecho “alternativas”, se ha avanzado social y mediáticamente en la “normalización” de las uniones de homosexuales, etc. Y hay otros muchos asuntos pendientes: la situación de los profesores de religión, la investigación bioética, la defensa de la vida y sus alternativas frente a la práctica voluntaria del aborto sin apenas restricciones, la política cultural, la aplicación del principio de subsidiariedad, etc.
Los católicos no podemos estar contentos con la gestión del Partido Popular. Por ello, aunque escasas, han sido significativas las voces alzadas en este sentido. Lo curioso y significativo de esta situación, es que algunos de los más conscientes de este desencuentro, estén en la izquierda. No podemos extrañarnos, por tanto, que, al margen de la sinceridad de este proceso de diálogo entre cristianos y socialistas, se hayan retomado esfuerzos para captar al electorado católico, especialmente al de convicciones izquierdistas e impedir que arribe en Izquierda Unida. Con todo, parece claro que el programa socialista difícilmente podrá ser asumido, en tanto no se produzcan cambios sustanciales en el mismo, por los católicos que defienden con mayor insistencia los valores sociales de la familia, la defensa de la vida, la iniciativa social en la educación y otros ámbitos, etc.
                Como escribió Reyes Mate en El País hace casi dos años, “El PSOE se compromete a tomarse en serio las propuestas que se hagan y, los cristianos, a hacer propuestas. El reto es ver la capacidad de respuesta del uno y la capacidad de propuesta de los otros”. Y ¿desde qué capital pueden realizar aportaciones los cristianos?. Según Fernando Vidal Fernández, en su propuesta de resolución denominada Los cristianos en el proyecto del Partido Socialista Obrero Español: “Reconocemos cómo la comunidad cristiana es matriz viva de muchas de las principales organizaciones civiles, redes ciudadanas, iniciativas voluntarias, cooperativas e instituciones sociales que están luchando por la defensa y promoción de la plena dignidad de la vida de los hombres y mujeres, por la democratización y desarrollo sostenible de los pueblos, la erradicación de las causas de la exclusión y la pobreza”. En este contexto, ¿qué aportaciones pueden realizar los cristianos?: la centralidad de la compasión por la situación de las mujeres y hombres en sus situaciones concretas, su servicio a las personas y pueblos más pobres del mundo, la gratuidad de su motivación y la disposición a poner los propios intereses particulares al servicio de los generales y los de los más pobres, la conciencia de comunidad, universalidad e Historia, la esperanza en hacer posible lo deseable, la apertura a lo trascendente, el sentido radicalmente fraterna de la justicia…”
Cierto socialismo considera que existe en el catolicismo, en definitiva, una potencialidad positiva para la sociedad europea de hoy. A los católicos corresponderá hacerla plausible en la política activa, los movimientos sociales, las nuevas plataformas transversales, etc. Y muchas serán las dificultades que tendrán que remover los "Cristianos en el PSOE", un partido en el que, además de ciertos interesantes avances en la aceptación de la plena ciudadanía de los católicos en su seno, sigue existiendo una cultura anticlerical e incluso anticatólica, muy marcada. En este contexto José Luis Rodríguez Zapatero puede jugar un importante papel: ¿tendrá las convicciones y la autoridad moral suficientes para impulsar ese cambio histórico?
                En cualquier caso, un peligro es evidente, y no sólo desde el PSOE, sino desde cualquier partido y cultura política: que se produzca una apertura a la Iglesia pero sólo en relación a ALGUNOS de sus valores y no como realidad histórica con TODOS sus ingredientes sustanciales.
                El dirigente socialista portugués Antonio Guterres, con motivo del Congreso Católicos y vida pública organizado por la Fundación Universitaria San Pablo y la Asociación Católica de Propagandistas en Madrid, intervino, el pasado día 15 de noviembre de 2002, nada menos que como ponente reflexionando en torno a la actualización de la Doctrina Social de la Iglesia. Esperamos que no se trate de un hecho aislado, sino que ponga de manifiesto una auténtica capacidad y voluntad de diálogo entre diversas sensibilidades del catolicismo social español.
                Sin duda, se está produciendo un conjunto de novedades en el catolicismo social español, de incuestionables efectos políticos que no puede obviar el Partido Popular, y que intentaremos seguir, de cerca, desde esta publicación digital.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 63, noviembre de 2002.

Hacia una presencia real: sindicalismo católico en la España de hoy.

Ponencia presentada en el IV “Congreso Católicos y Vida Pública”, celebrado en Madrid en noviembre de 2002, organizado por la Fundación Universitaria San Pablo. En colaboración con José Ignacio Echániz Valiente.

 

Introducción.
                En el panorama sindical español existe una cierta presencia de militantes y afiliados cristianos. Es más, la historia de muchas de las actuales organizaciones sindicales no puede entenderse sin su aportación y sin el espacio y confianza que, años atrás, les concedió la Iglesia: por medio de numerosas parroquias de toda España, Seminarios, centros de formación, movimientos apostólicos... Pero, desaparecidos los sindicatos confesionales católicos hace ya seis décadas, ¿qué criterios, en este campo, puede seguir un cristiano que vive también el mundo del trabajo desde la fe y la pertenencia a la Iglesia?
En esta comunicación, para afrontar esta compleja realidad, partiremos de algunas características comunes de los modernos sindicatos “de clase” operativos en España en la actualidad y que, creemos, es fundamental considerar para comprender el marco humano y cultural en que se desenvuelve la actividad de los militantes cristianos normalmente.
Al abordar la realidad del sindicalismo hoy, tenemos que tener presentes una serie de novedosas circunstancias que han afectado profundamente al llamado “sindicalismo de clase” en el que muchos católicos se insertan y para el que se formaron en un contexto histórico muy concreto. Hasta tal punto esto es así que el sindicalismo “de clase” actual se caracteriza por la pérdida de sus signos de identidad tradicionales, siendo copia de la estructura, organización y estrategia empleadas por los modernos partidos políticos españoles. Si una palabra pudiera resumir su situación, globalmente considerada, esa palabra sería crisis.
Aunque sindicato también lo es una patronal, o un sindicato agrario, nos limitaremos a los elementos característicos comunes en la acción de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores, en su calidad de sindicatos mayoritarios; autocalificados todavía hoy como “de clase”. De estas características que, de forma no académica y a partir, en parte, de una reflexión sobre la propia experiencia en este terreno, vamos a ver, también participan, en mayor o menor medida, otros sindicatos “menores” como son GCT, CSI-CSIF, USO, etc.
                Jurídicamente hablando, sindicato es tanto una asociación de obreros como una agrupación de empresarios, pero, insistimos, popularmente y como fenómeno sociológico, por sindicalismo se entiende el llamado “de clase”. Y así lo han asumido los organismos diocesanos responsables de las llamadas “pastoral obrera” y “pastoral social”.
                “Sindicatos de clase” serían, en su origen remoto, agrupaciones de obreros y campesinos pobres, proletarios en suma, que se asocian con un interés defensivo ante los patronos y los poderosos, con una pretensión última transformadora de la sociedad y un compromiso internacionalista. Su ideología sería comunista, socialista, social-demócrata o anarquista.
                Pero esa delimitación conceptual, “clásica” de alguna manera, marxista en todo caso, no corresponde a la realidad histórica, pues con la misma se deja fuera a importantes movimientos sociales presentes en el mundo del trabajo. Es el caso de los sindicatos católicos españoles, preciado fruto de la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya presencia arranca de las últimas décadas del siglo XIX, eclosionando en los años 20 y 30 del siglo XX hasta su “integración” forzosa en la Central Nacional Sindicalista única surgida de la guerra civil.
                Actualmente, el sindicalismo de clase aspira a la exclusiva representatividad de las llamadas “clases trabajadoras”, desbordando el tradicional concepto de “clase proletaria”. Coincide esa transformación en el tiempo con la desaparición del sindicalismo confesional católico, fenómeno paralelo al sucedido en otros países de tradición e historia católicas, si bien siguen existiendo sindicatos en Europa y América Latina de clara orientación cristiana.
                Eso no quiere decir que no existan cristianos trabajando en el seno de diversas organizaciones sindicales. Pero quiénes así actúan, lo hacen de forma individual, bajo su propia responsabilidad, como consecuencia de su compromiso personal,  suscitado y mantenido en muchos casos por concretas comunidades cristianas. No podemos olvidar, en este contexto, la labor realizada, todavía hoy, por el movimiento especializado en el medio obrero de Acción Católica, HOAC, así como otras organizaciones que, con una orientación pastoral diferente, también se especializaron en estos ambientes, caso de los Círculos Católicos de obreros y las Hermandades del Trabajo.
                Que no exista en España, hoy día, un sindicalismo específicamente católico es consecuencia, además de causas históricas muy concretas que pasan por el periodo franquista, de la “política” de la Jerarquía católica, que no ha apoyado la existencia ni de partidos políticos ni de sindicatos confesionales en el actual régimen; en buena medida en consonancia con las orientaciones derivadas del Concilio Vaticano II, lo que ha coincidido, además, con el impacto de las nuevas –o viejas, según se mire- corrientes políticas y sindicalistas izquierdistas que suscitó el “mayo del 68” en muchos movimientos y militantes católicos de todo el mundo.
                En esta comunicación nos vamos a asomar, de forma muy somera, a la realidad del sindicalismo en España a lo largo de las últimas décadas y a la presencia en el mismo de un sujeto humano católico, pues ello nos puede aportar claves que nos permitan comprender la actual situación y anticipar un futuro para el mismo.

 

Características del sindicalismo actual.
                El actual marco legal establece, para partidos políticos y sindicatos, un sistema representativo mayoritario que beneficia la concentración y perjudica a los grupos minoritarios. Con ello, el natural pluralismo de la sociedad española queda en buena medida mermado también en el medio sindical, lo que debe matizarse dada la supervivencia del fenómeno de los “independientes” en algunos medios laborales y la bajísima tasa de afiliación.
                A partir del marco jurídico legal actual, el esquema de funcionamiento y principios rectores generales de los partidos políticos se ha extendido también a los sindicatos. Así, tanto unos como otros dependen de las subvenciones públicas, tanto vía directa por votos alcanzados, como de los fondos derivados de la gestión de la oferta formativa pública y semi-pública (de Ministerios y entes mixtos, como la Fundación Laboral de la Construcción que dispone de un presupuesto de varios miles de millones de pesetas anuales).
Las luchas intrapartidarias también tienen su prolongación en los mismos sindicatos, que funcionan como correa de transmisión de algunos partidos políticos, aunque en menor medida que en el pasado (CC.OO del PCE, UGT del PSOE, ELA-STV respecto del PNV, etc.)
                Veamos ahora algunas otras características descriptivas, fácilmente perceptibles, del sindicalismo “de clase” actual.

 

1. Su transformación de “sindicatos de lucha” en “sindicatos de servicios”, con las correspondientes y discutidas prácticas clientelistas.
                Las prácticas clientelistas, a imitación en ámbito laboral de las realizadas por los partidos políticos, se han generalizado, especialmente en lo que se refiere a CCOO y UGT, máximos beneficiarios del actual sistema, aunque también, en menor medida, a USO, CGT, CSI-CSIF y los de carácter nacionalista con representación institucional.
Actualmente se emplean como métodos de captación de afiliados diversos medios, que contrastan con la trayectoria histórica de marcada austeridad de sus antecesores, y de los que mencionaremos algunos de los más practicados: seguros de vida y suspensión de empleo, vivienda social (habiéndose conocido en este capítulo algún importante caso de gestión irregular o, incluso, de corrupción, como el de la cooperativa ugetista PSV),  descuentos en academias y centros formativos, servicios jurídicos y asistenciales, descuentos en comercios, oferta formativa de cursos (de mayor trascendencia en la función pública, al sumar “puntos” en los diversos concursos internos de promoción profesional), turismo social, etc.
                La finalidad de tales prácticas es la obtención de una base asociativa numerosa, pues la tasa de afiliación es realmente baja, alcanzándose, además, con indudables dificultades. De un sindicalismo de confrontación, y en algunos casos de pretensiones revolucionarias, con todo ello, se ha pasado a un sindicalismo de prestación de servicios.
                A los anteriores, como otro método de captación, se une la práctica existente de una imprescindible afiliación de los trabajadores, en sindicatos muy concretos, para poder optar a contratos en algunas de las grandes empresas del país (caso de las fabricantes de automóviles). Práctica, evidentemente, que contrasta con el principio de la libertad de sindicación.

 

2. Burocratización.
                Sus presupuestos económicos no envidian de los equivalentes en los partidos políticos. Liberados, secretarias, oficinas, locales de formación, gabinetes jurídicos, dietas de todo tipo, etc.; constituye todo ello una estructura cara de mantener y a su vez imprescindible para ofertar todos los servicios que actualmente ofrecen a su base asociativa.
                Las estructuras territoriales, y las de rama o sector, se entremezclan en una compleja telaraña y nomenclatura, en la que es difícil desenvolverse, salvo para los iniciados, generalmente los propios liberados de la organización en concreto.
                La figura del “liberado” equivale, en el ámbito laboral a la del “político”. Sinónimo de vida fácil, ha caído en un indudable y general desprestigio entre la generalidad de los trabajadores, habiéndose encumbrado en tales puestos los más avispados y no, necesariamente, quiénes mayor capacitación y vocación de servicio demuestran. Esa depreciada imagen refleja la escasa valoración que goza la acción sindical en amplios sectores de la sociedad española, fenómeno paralelo, en buena medida, a una idéntica valoración que se realiza respecto a “los políticos”.

 

3. Pérdida de la base popular.
                La figura del “militante obrero” ha sido sustituida por la del “cotizante”. Militante, hoy día, equivale a activista, casi siempre un “liberado” (quien queda liberado del trabajo ordinario, a tiempo total o parcial, destinado a labores intrasindicales y representativas), en cualquier caso, muy lejos de aquellas figuras románticas de duros obreros entregados a  la causa, con un rosario de ingresos en prisión e incidentes con los patronos en su acervo vital.
                Por otra parte, el número de cotizantes es bastante reducido, teniendo España una de las tasas de afiliación sindical más bajas de Europa, pese a las prácticas clientelistas antes mencionadas y a la poca transparencia de las cifras hechas públicas.

 

4. Irrupción del nacionalismo en su conformación ideológica.
                Hasta la 2ª República, los sindicatos “de clase” de ideología “internacionalista” predominaban en España. Así UGT y CNT, lejos de veleidades nacionalistas, tenían una base asociativa de mas de un millón de miembros cada uno. Los sindicatos nacionalistas (STV, fundamentalmente) eran considerados  sospechosos por sus orígenes católicos y su vinculación con partidos “burgueses”.
                En la actualidad, sindicalismo y nacionalismo no son términos incompatibles. Así, ambos principios han casado en organizaciones importantes en sus correspondientes ámbitos territoriales, como son ELA-STV, LAB y CIG. Su estrategia se apoya en ambos vectores doctrinales, si bien el sentido “de clase”, especialmente en ELA-STV, está muy amortiguado en aras del nacionalismo. Por otra parte, el sindicato abertzale LAB supone una dura competencia por su izquierda, si bien ambos se han unido en estrategias sindicales y políticas conjuntas (mayoría sindical vasca, Pacto de Lizarra, proceso soberanista actual).

 

5. Apertura a las clases medias y otros sectores sociales antaño sospechosos para los sindicatos “de clase”.
                Tradicionalmente, el sindicalismo “de clase” trató con desconfianza, cuando no con hostilidad, a sectores de las clases medias, funcionariado, pequeños propietarios, autónomos y fuerzas de seguridad.
                Como caso paradigmático de apertura a nuevos sectores sociales, destaca UGT.
Así, de cara a la Policía Nacional lanzó un sindicato hermano (la Unión Federal de Policía) con la pretensión de actuar sindicalmente en su seno, habiendo conseguido buenos resultados electorales.
                Orientado a los pequeños propietarios agrícolas, está potenciando la UPA (Unión de Pequeños Agricultores), que está consiguiendo ciertos niveles de adhesión, al margen de las grandes agrupaciones sectoriales agrarias autónomas (UAG, Jóvenes Agricultores y COAG). Como federación independiente persiste la histórica FTT (Federación de Trabajadores de la Tierra), dirigida a los jornaleros agrícolas y que se está especializando en el trabajo con inmigrantes.
                Dirigida a los funcionarios de todas las administraciones públicas, está la Federación de Servicios Públicos, con una presencia desigual, pero que, globalmente, puede atribuirle la condición de tercer sindicato en representatividad de ese Sector (por debajo de CC.OO y CSI-CSIF).
                Por último, ha lanzado (enero de 2000) la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), dirigida a ese sector generalmente desmovilizado y escasamente asociado, y al margen de la conservadora y poco operativa Organización Profesional de Autónomos (OPA).
                Cuenta, también, con estructuras autónomas especializadas entre los llamados técnicos y “cuadros medios”.
                Como caso especial, tenemos el lanzamiento del clandestino, y actualmente ya desarticulado Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC), potenciado desde algunos medios de UGT hace casi dos décadas, iniciativa que ha derivado hoy día en algunas asociaciones culturales de irregular vida.

 

6. Tendencia a la unidad de acción y a la práctica de la negociación con patronal y Estado como instrumento estratégico.
                Ya hemos mencionado que el actual marco legal favorece la concentración sindical, en virtud de los altos mínimos porcentajes necesarios para estar presentes en los diversos ámbitos de negociación colectiva. Ello ha supuesto el ascenso y consolidación de dos grandes sindicatos (UGT y CC.OO), el estancamiento de otros (USO y CGT) y la desaparición de otros muchos pequeños sindicatos y de -en su día  fenómeno- los independientes.
                Por otra parte, la actual estrategia de los dos grandes sindicatos pasa por la “unidad de acción” entre ambos, pudiendo entenderse como objetivo a largo plazo la unión confederal entre ambos, siendo su modelo la gran confederación sindical alemana.
                Ese objetivo estratégico ha sido desarrollado por su coincidencia en la táctica de la negociación con patronal y Administración Pública, intentando cerrar el paso a otras fuerzas sindicales. Lejos de la llamada “acción directa” y de la “huelga general revolucionaria”, esa negociación, parcial o global, se ha constituido en su auténtico objetivo estratégico y no meramente táctico.

 

7. Reducción del “internacionalismo proletario” a un vago humanitarismo mundialista.
                Este fenómeno es paralelo a la pérdida de sus señas de identidad ideológicas. Por ello, pretenden en muchas ocasiones proporcionar unos juicios éticos correctores de las tendencias generales de la actual sociedad; de ahí su denuncia del llamado “pensamiento único” y la “globalización” y su presencia en múltiples foros internacionales.
                Por otra parte, todos los sindicatos han creados Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), tanto de cooperación al desarrollo como enfocadas al impulso del sindicalismo afín existente en el tercer mundo. Esas ONGs, impulsadas desde el ámbito sindical, son muy numerosas, de las que mencionaremos solo alguna a título de ejemplo: ISCOD (UGT), SOTERMUN (USO), SODEPAZ (CC.OO.), etc.
                Todos los grandes sindicatos siguen afiliados a escala mundial a grandes confederaciones internacionales, que han acusado, de forma notable, la pérdida de los valores ideológicos que en su día las caracterizaron. Del comunismo y anarquismo (desaparecido éste último como fuerza sindical real en los escasos países donde arraigó), como grandes “faros” inspiradores de su acción, el movimiento obrero se ha inclinado progresivamente hacia posturas “socialdemócratas”; actitud también compartida en los últimos lustros por sindicatos claramente comunistas en su trayectoria. La caída del muro también ha tenido sus efectos en el mundo sindical, si bien la evolución indicada había comenzado mucho antes.

 

Conclusiones en torno a la naturaleza del sindicalismo actual.
                En base a las anteriores consideraciones, podemos deducir, sin lugar a dudas, que el sindicalismo clásico ha hecho crisis en sus diversos planos: ideológico, humano, estratégico y organizativo.
El actual sindicalismo “de clase”, heredero del combativo sindicalismo marxista o anarquista del primer tercio del siglo XX, se ha transformado en unas estructuras a las que se busca dotar de sentido de cualquier forma, asumiendo funciones antaño calificadas como “burguesas”, y plenamente integradas en el sistema. En ese sentido, la oligarquía sindical actual se preocupa más por perpetuarse y el mantenimiento de unas estructuras sindicales saneadas y controladas, que por atender las inquietudes de sus “bases” asociativas.
                Por otra parte, los sindicatos “de clase” han perdido sus señas de identidad doctrinales históricas, caracterizándoles, en la perspectiva ideológica hoy día, una vaga visión “progresista” de la sociedad, heredera en sus parámetros culturales básicos del terremoto contracultural del 68.

 

Antecedentes del sindicalismo católico actual.
                En esta situación, echemos la mirada atrás y rastreemos los antecedentes del sindicalismo católico español.
Con el “nuevo régimen” nacido de la guerra civil, todos los sindicatos “de clase” son declarados fuera de la ley, siendo sus militantes perseguidos y sus organizaciones disueltas.
                Los sindicatos católicos y “libres” (la C.E.S.O), al igual que los minúsculos sindicatos falangistas (CONS), son integrados por Ley en la única Central Nacional Sindicalista, en la que se participaban obreros y patronos organizados en ramas de producción siguiendo un esquema semi-corporativista, más teórico que real. Fuera de esa única organización sindical, en la legalidad, como núcleos específicamente obreros, solo figuran los movimientos especializados de Acción Católica en este ámbito: la HOAC (fundada en 1946) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC).
                Los sindicalistas de izquierdas encontraron, salvo los casos de estricta clandestinidad (CNT, básicamente) esos dos cauces para trabajar “sindicalmente”: la propia CNS (infiltrándose en la misma) y los movimientos apostólicos.
                En los años 50 del pasado siglo XX y, sobre todo, en los 60, surgen organizaciones ilegales con la pretensión de actuar sindicalmente en el mundo del trabajo y también de transformar la realidad política en dirección de una democracia burguesa o “socialista real”. En unos momentos actuaron dentro de la CNS y en otros casos lo hacen fuera, dependiendo de estrategias concretas. De forma paralela, se infiltran en HOAC y JOC, donde encuentran un numeroso grupo de obreros y clérigos formados en las nuevas corrientes teológicas, en parte derivadas del Vaticano II, que sufrieron progresivamente el impacto del radicalismo ideológico izquierdista.
                Entre esas nuevas organizaciones obreras destacan dos: Unión Sindical Obrera (USO) y Comisiones Obreras (CC.OO.), si bien existieron otras. Así, destacaremos a la Federación Sindical de Trabajadores, que fue un intento de creación de un sindicalismo católico en la clandestinidad, de 1958 a 1960; fracasando en el empeño.

 

La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
                La Hermandad Obrera de Acción Católica es un movimiento apostólico especializado de la Acción Católica, siendo, por tanto, una organización impulsada por la Jerarquía de la Iglesia católica.
                HOAC jugó un papel muy importante en el franquismo, al constituir una escuela de formación de militantes obreros y cristianos y un cauce  organizativo autónomo que “escapaba” de la disciplina del llamado Sindicato Vertical.
Varias personas extraordinarias influyeron, especialmente, en su historia: Guillermo Rovirosa, Eugenio Merino y Tomás Malagón.
                De HOAC, y de otros movimientos apostólicos como la JOC, nació USO en buena medida. En HOAC también encontramos a los promotores de ediciones ZYX, a dirigentes del PSOE, a los fundadores años mas tarde de “Comunión y Liberación” en España, y a los actuales dirigentes del Movimiento Cultural Cristiano, por poner unos ejemplos públicamente conocidos.
                Por HOAC pasaron muchos cientos de militantes que desarrollaron –y desarrollan- su labor sindical en CC.OO. y UGT. No puede entenderse la historia reciente del sindicalismo en España sin la cobertura ofrecida al renacido movimiento obrero por esos movimientos apostólicos, el influjo de los llamados “curas obreros”, numerosas parroquias y algunos conventos y Seminarios.
                En la actualidad HOAC sigue presente en la buena parte de las diócesis españolas (así, en la moderna de Getafe ya funciona, desde enero de 2000, el primer grupo de 30 militantes de este movimiento apostólico), con apoyo de la Jerarquía. Por otra parte, forma parte de la Coordinadora de Movimientos Apostólicos de Acción Católica y tiene magníficas relaciones con la llamada “Iglesia de Base” y las Comunidades Cristianas Populares, con las que mantiene alguna modalidad de articulación. Está integrado por unos dos millares de personas, entre las que figura un número porcentualmente significativo de clérigos, disponiendo de una cierta estructura material, con publicaciones periódicas y una pequeña editorial. En la estela marcada por el estilo de esta organización, encontramos a otras organizaciones católicas, de naturaleza no sindical, como son el citado Movimiento Cultural Cristiano (MCC), Acción Cultural Cristiana (ACC) y otras de ámbito local.

 

Unión Sindical Obrera (USO).
La historia de este sindicato arranca del llamado "grupo de Rentería”, cuyos primeros panfletos datan del ya lejano 1958. Formalmente se constituye en 1960, redactándose la carta fundacional en 1961. Nace de un grupo de obreros de JOC y de HOAC y su vida se entremezcla con la de esa organización apostólica y, en el ámbito internacional, con la central francesa de orígenes católicos CFTC (después, CFDT). De hecho, nace como consecuencia de la reflexión derivada del método empleado en los movimientos de Acción Católica:  “ver, juzgar, actuar”. Así, hasta 1965 su vida se solapa con la de la propia JOC; si bien por razones de edad muchos de ellos pasarían después a HOAC.
Hoy día JOC, fundada en España en 1947, continúa su existencia, aunque muy mermada, habiendo sufrido una escisión hace una década: la JOC-E.
USO sufre, en su ya larga trayectoria, diversos avatares originados en las corrientes ideológicas de moda. Así, la influencia socialista autogestionaria fue muy fuerte en los años finales del franquismo, plasmándose de forma sucesiva en las estrategias “afirmación poder obrero” y “reconstrucción socialista”.
                 En abril de 1977 es legalizada. En las primeras elecciones políticas apoya al PSP y la FPS. Sufre graves escisiones hacia UGT (liderada por el secretario general Zufiaur, septiembre de 1977), CC.OO (1980) y CNT finalmente.
Alejada de las corrientes socialistas, que tanto la marcaron durante años, la central basculó, buscando nuevas señas de identidad, careciendo en todo caso de un apoyo político que, en las restantes centrales sindicales, fue determinante para su definitiva configuración y consolidación. Así, el fenómeno polaco de “Solidaridad” también le influye, al menos como “marca publicitaria”, iniciando su deslizamiento ideológico hacia la “autonomía” e “independencia”. En tal evolución, distanciándose del radicalismo mencionado, se desarrolla una estrategia de captación de independientes, siendo su momento álgido la entrada en USO de la pequeña central sindical independiente CGDT (1980).
En la actualidad, USO persiste, no sin dificultades, como tercera central sindical española, muy lejos de las mayoritarias CC.OO. y UGT, seguida muy cerca por una agresiva y dinámica CGT de la que luego hablaremos.

 

CC.OO, UGT y CNT-AIT
                Las primeras Comisiones Obreras (CC.OO.) surgieron a partir de grupos de militantes católicos, comunistas, incluso falangistas (Centro Social Manuel Mateo, 1964), con una vocación unitaria. Rápidamente fueron dominadas por los militantes del Partido Comunista de España. En cualquier caso, hablar del sindicalismo clandestino en España durante el franquismo pasa inevitablemente por la historia de esas Comisiones Obreras que protagonizaron luchas importantes y estrategias diversas.
La antaño poderosísima Confederación Nacional del Trabajo (CNT-AIT) quedará, por fidelidad a la “acción directa” y a las directrices de la FAI en el exilio, fuera de cualquier estrategia posibilista. Pese a la tradición anticatólica y anticlerical del anarquismo, algunos pensadores libertarios serían estudiados y conocidos en restringidos círculos católicos (lo que facilita, por ejemplo, la labor editorial de ZYX, nacida en el entorno de HOAC, a finales de los 60 y principios de los 70).
                La CNT-AIT en la transición sufrió un momento de breve y espectacular auge, coincidiendo con las multitudinarias “jornadas libertarias” de Barcelona, pero a raíz del “caso Scala” entra en una profunda crisis, que desembocará en la escisión de los “posibilistas” en el congreso de Valencia.
                De esa escisión surge, actualmente como cuarta fuerza sindical, la Confederación General del Trabajo (CGT). En esta confederación, dinámica y en relativo ascenso, también trabajan militantes de formación cristiana, procedentes de una pequeña escisión de USO, así como otros de los restos de CSUT (sindicato impulsado por el Partido del Trabajo de España, maoísta). Incluso encontramos, entre sus exsecretarios generales, a un militante navarro vinculado al Instituto Emmanuel Mounier.
La CNT-AIT, en la actualidad, apenas desarrolla trabajo sindical,  reduciéndose su presencia en el medio laboral a las labores clásicas de propaganda y algunas confrontaciones muy concretas, proyectando su acción en fenómenos marginales como el movimiento insumiso, “okupa”, etc.
La UGT socialista no se reconstruye hasta principios de los años 70 (salvo alguna limitada experiencia aislada). En la actualidad es la segunda gran organización sindical española, tras CC.OO, manteniendo magníficas relaciones con su partido hermano, el PSOE.

 

Otros sindicatos.
                También en los últimos años del franquismo y en la transición a la democracia, otras organizaciones sindicales intentan asomar de la mano de partidos políticos marxistas radicales (FRAP, ORT y PTE), así como algunas otras de carácter nacionalista (SOC y ELA-STV).
                Otros pequeños sindicatos ven la luz en los esos años de la transición con la seña de identidad de la “independencia”: CDT, CGTI (unificados en CGDT) y la CTI del exfalangista y cofundador de Comisiones Obreras Ceferino Maestu. Ya hemos visto que parte de ellas recalan en USO en 1980.
A finales de los años 70, y tras las primeras elecciones sindicales de la democracia (1980), se observó que el número de electos “independientes”, ya pertenecientes a pequeñas organizaciones cuya presencia se reducía a empresas concretas, ya a título personal, es muy elevado. Surgen algunos intentos de agrupación de los anteriores, como es el caso de “Solidaridad Independiente”, de la que tras su congreso fundacional, anunciado a bombo y platillo, nunca más se supo.
Progresivamente los independientes se van integrando en todo tipo de sindicatos, al no poder competir con los servicios ofertados desde las grandes confederaciones sindicales, si bien persiste una reducida representación de esas características en algunos ámbitos laborales.
Que buena parte de esos independientes no terminara articulada en torno a USO, configurando una sólida central sindical de inspiración cristiana en España, constituye una de las peculiaridades históricas pendientes de estudio, siendo diversas las circunstancias políticas, sociales y eclesiales que impidieron esa, teóricamente, factible realidad.
                Incluso desde las formaciones de la extrema derecha se realizan incursiones en el mundo sindical, a través de siglas como FNT, UNT, ASNT y CONS. Salvo éxitos aislados y por escaso tiempo (caso de FNT en el taxi madrileño y CONS en Valencia) tales intentos no pasaron de lo anecdótico.
En estos primeros años de la transición se consolida determinado sindicalismo nacionalista. ELA-STV, de origen católico, se configura como primer sindicato en la Comunidad Autónoma Vasca, siendo casa común de todos los nacionalistas no radicales, superando la escisión de ELA Askatuta. ELA-STV no puede entenderse sin el impulso de los clérigos vascos que encontramos en su origen, consolidando un fuerte sindicato confesional católico en el País Vasco y la Navarra anteriores a la guerra civil. Con apoyo, incluso norteamericano, atravesó el franquismo en las catacumbas, rebrotando en la transición con nuevos bríos, ya despojado de sus originales señas católicas de identidad.
El sindicato vasco radical LAB, impulsado desde KAS, surge en la escena vasca, con un estilo propio reivindicativo e innovador en  ascenso, aunque muy marcado por su vinculación al llamado MLNV.
                Convergencia Intersindical Gallega surge de la unión de INTG y la asociación campesina gallegista. Constituye una correa de transmisión del pujante nacionalismo radical del Bloque Nacionalista Gallego, mejorando de forma progresiva sus resultados, siendo sindicato de referencia obligada en Galicia en prácticamente todos los sectores laborales.
                En el mundo del funcionariado, una confederación de marca “independiente” surge, a partir de numerosos sindicatos nacidos en sectores muy concretos de la Función Pública, tanto de ámbito estatal, autonómico y municipal. También aquí encontramos a católicos actuando de forma individual: hablamos de la CSI-CSIF.
Aunque la lógica de una legislación que prima a los sindicatos mayoritarios llevaba, tácticamente hablando, a una confluencia de CSI-CSIF con USO, tal no se produjo. Si bien debemos señalar que ambas confederaciones son complementarias. En el mundo de la Función Pública USO apenas tiene incidencia (salvo enseñanza), siendo el medio natural de CSI-CSIF. Por su parte, en el mundo de la empresa privada, CSI-CSIF apenas tiene representación.
Persisten algunos sindicatos muy radicales, como el SOC andaluz, el SU, ESK - CUIS, etc.; siendo su implantación local, muy desigual y, globalmente, de escaso peso.
                Fuera de las organizaciones mencionadas quedan importantes organizaciones sectoriales, como el poderoso Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA), la CEMSATSE (médicos y ATS de la sanidad pública), el SAE (auxiliares de clínica), el ANPE (sindicato independiente de las enseñanzas medias públicas), el SEMAF (en RENFE), la UCSTE (izquierda radical en enseñanza, tanto pública como privada) y diversas organizaciones sectoriales de las policías Nacional y locales (SUP, SPPU, SG, ARNE, SPF, etc.), Correos, Banca (FITC) y Cajas de Ahorro, administraciones autonómicas y locales, etc.
                Otro sector con presencia sindical es el agrario, aunque con carácter empresarial, por lo que quedaría fuera de este análisis. Organizaciones tradicionales (Jóvenes Agricultores, COAG) compiten con otras de nuevo cuño, que ya hemos mencionado anteriormente, como la impulsada desde UGT (Unión de Pequeños Agricultores) u otras de carácter nacionalista como la vasca y navarra EHNE.
                Como conclusión de este breve repaso a las organizaciones sindicales existentes en España, vemos cómo el marco jurídico existente, pese a los porcentajes que establece para determinar la representatividad desde un criterio mayoritario (favoreciendo a los grandes y ahogando a los más pequeños, en la negociación y discriminando vía subvenciones), no ha conseguido eliminar el pluralismo ideológico y estructural del sindicalismo español.

 

Presencia de un sujeto cristiano en el mundo sindical.
Hemos visto que son numerosos los militantes cristianos que trabajan en diversas organizaciones sindicales. De alguna manera, los procedentes de HOAC y JOC, tributarios de su concreta metodología y su concepción eclesiológica, militan preferentemente en UGT, CC.OO, CGT, UCSTE y también en USO.
Otros católicos, vinculados a otras realidades eclesiales más próximas a los llamados “nuevos movimientos eclesiales”, militan en CSI-CSIF, CEMSATSE, ANPE y USO.
Y no olvidemos el origen católico del sindicato nacionalista ELA-STV, donde militan muchos católicos y sindicalistas antes independientes.
Pero creemos que no se trata de hablar y actuar conforme a los tradicionales esquemas de “derecha” e “izquierda”, trasladándolos a las realidades eclesiales españolas.
El mundo del trabajo está experimentando una evolución rapidísima e imprevista. Así, por ejemplo, la apertura del sindicalismo “de clase” a nuevos sectores sociales (funcionariado, autónomos, fuerzas de seguridad), años atrás considerados como sospechosos por la “clase obrera”, era inimaginable hace unas décadas. Por ello, apegarse a viejas formulaciones (concretadas en conceptos como mundo obrero, conciencia de clase, militancia obrera, etc.) es ir al fracaso, al servirse de categorías conceptuales y realidades sociales en recesión.
Desde nuestra perspectiva, el compromiso personal, concretado en la “militancia” individual, quedaría superado por un nuevo criterio operativo presente en la Iglesia contemporánea de la mano de los llamados “nuevos movimientos eclesiales”: el sentido de pertenencia a la realidad viva de la Iglesia.
Por otra parte, hay que considerar que el movimiento obrero en particular y sindical en general, han perdido buena parte de la capacidad transformadora que le caracterizaron décadas atrás, convirtiéndose en meros gestores de fondos públicos y de otros recursos de la vida laboral, insertados plenamente en el sistema.
Hoy día, para un cristiano, la llamada a la “nueva evangelización” impulsada por Juan Pablo II debe constituir un horizonte vital inmediato. Y esa evangelización pasa, en primer lugar, por el testimonio personal y el encuentro “cara a cara” que se produce en el entorno de cada uno, en los llamados “ambientes”. En este contexto, en la España postmoderna y desmovilizada, las estructuras sindicales que hemos descritos antes, no parecen decisivas; aunque ello no quiere decir que, como ámbito muy importante en la vida laboral de millones de españoles, los cristianos no puedan también trabajar en el seno de las mismas con un espíritu transformador y misionero.
Si queremos que la Iglesia sea una realidad carnal, identificable también en el mundo del trabajo, como una presencia humana, es precisa la creación de un nuevo sujeto cristiano.
La razón última del actuar en sindicalismo no sería, pues, un voluntarismo que pretende unir diversas esferas disociadas de la existencia humana. Se trabajaría en el sindicalismo también como expresión de la vida nueva encontrada en la Iglesia, como una dimensión operativa, y no dualista, de la vivencia integral de la fe en el seno de la comunidad cristiana. Y con esa perspectiva, se abriría, además, la posibilidad de dignificar la acción sindical, rescatándola del oportunismo, el desprestigio y la degradación en que se encuentra sumida.
                No hay futuro para un sindicalismo católico que no pase por la recuperación de un pueblo por la Iglesia.
                Los nuevos movimientos eclesiales que tienen esa clara conciencia, constituyen una posibilidad de “recreación” de ese pueblo que también puede ser visible en el mundo sindical. Pero no pueden dejar a sus militantes en la intemperie: pueden, y deben, cuidarlos con acciones formativas propias insertados en el carisma que les caracteriza. Y, con el tiempo, de madurar esas realidades nacidas en el calor de los respectivos movimientos, deben conocerse entre sí, pudiendo alcanzar, incluso, acuerdos concretos de actuación conjunta.
Históricamente, ya hemos mencionado la ocasión perdida de consolidación de un sindicalismo autónomo, de inspiración cristiana, nucleado en el fenómeno de los independientes en torno a la central USO; circunstancia en la que, además, CSIF pudo incorporar su particular bagaje y arraigo. El tiempo pasado no puede volver y no debe, en cualquier caso, determinar tácticas futuras de madurar una presencia significativa de católicos implicados en el sindicalismo español. Pero los católicos presentes en este ambiente laboral deberán “pegarse” al terreno, siendo muy realistas en las opciones tácticas que acuerden; decisiones que si se adoptan de forma comunitaria, constituirían una novedad social significativa.
Pero hay que considerar otro factor. Al igual que los partidos políticos, no todos los sindicatos respetan de idéntica forma la libertad de actuación de la Iglesia. Por ello, el trabajar únicamente en el interior de aquellos sindicatos que facilitan la actuación de ese sujeto cristiano, es una manera realista de ser presencia en el mundo laboral. Es más. Para algunos sindicatos de clase, el cristiano es un sospechoso que debe renunciar a su identidad más auténtica, debiendo revalidar su admisión en el grupo continuamente mediante un test de “fiabilidad sindicalmente correcta”.
                Un cristiano que actúe sindicalmente debe considerar qué espacio se concede, en el sindicato en el que trabaja, a principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, como son el principio de subsidiariedad, el derecho a la vida, la solidaridad, la libertad de enseñanza, la justicia distributiva, etc.
                Un nuevo sujeto católico en el mundo del trabajo debe partir de una identidad netamente católica, en que la pertenencia eclesial, la experiencia comunitaria y la creatividad social, sean características y expresión de esa presencia evangelizadora, producto de una vida más humana generada por la pertenencia a la Iglesia.

El movimiento personalista en España.

      Una corriente filosófica histórica, nacida y alimentada por el cristianismo, que pugna por resurgir: el personalismo. De la mano, entre otros, del Instituto Emmanuel Mounier y de su rostro más conocido, Carlos Díaz, trabaja por hacerse un mayor hueco en el panorama católico español y latinoamericano sirviendo a la persona de hoy.

 

El personalismo.
El personalismo, histórica corriente filosófica de raíz cristiana, nace de la reflexión realista elaborada, fundamentalmente, por Emmanuel Mounier, el pensador más conocido de esta escuela. El concepto de persona es el eje de este pensamiento, desde el que establece la primacía de los valores morales y espirituales, su centralidad en la organización social y en la acción política, su vinculación y desarrollo comunitario, su dependencia del cristianismo, su capacidad de creación de cultura, la consideración del hombre y de la mujer como las modalidades complementarias del ser persona, la distinción absoluta entre personas y cosas, etc.
¿Cómo caracterizan a esta corriente filosófica sus propios seguidores hoy día?, veámoslo: “Designamos con el término personalismo aquellas corrientes filosóficas que afirman la primacía de la persona sobre cualquier otra realidad, y la toman como eje de sus reflexiones. No es tanto un sistema como una perspectiva desde la que se abordan los problemas. Pero una perspectiva filosófica en la que se atiende a la teoría y a la praxis, y en la que la persona es tomada en su singularidad y en su dimensión comunitaria, como seres libres y creadores. En concreto, nos referimos al pensamiento de un conjunto de filósofos del s. XX entre los que destaca Emmanuel Mounier y el grupo formado en torno a la revista Esprit y al que se pueden adscribir otros pensadores como Marcel, Scheler, Buber, Ebner, Landsberg, Nedoncelle, Weil, Levinas, Ricoer, Lacroix, etc.” (nota 1, página 22 del libro La revolución personalista y comunitaria en Mounier, varios autores, Fundación Mounier, Madrid, 2002, en el apartado elaborado por  X. M. Domínguez).
Según el periodista católico José Francisco Serrano, al comentar la aparición de dos recientes textos editados por la Fundación Emmanuel Mounier, señalaba sintéticamente que “El árbol de la ciencia del personalismo se nutre de la savia de la rama Péguy: Péguy, Maritain, Mounier, Domenach, Lacroix, Berdiaev y Manzana; de la rama de Scheler: von Hildebrand, Landsberg y Xirau; de la rama fenomenológica-tomista: Wojtyla, Stein y Nédoncelle; de la rama Zubiri: Zubiri, Ellacuría, Aranguren y Laín; de la rama dialógica: Rosenzweig, Buber, Lévinas, Kierkegaard, Ebner, Brunner, Marcel, Guardini, Ruíz de la Peña, Manjón, Marías -padre, por supuesto-; y de la rama hermenéutica: Ricoeur.”
Como corriente filosófica, y desde una perspectiva histórica, alcanzó gran resonancia en los medios intelectuales católicos europeos en los años 30, 40 y 50 del pasado siglo, llegando con cierto retraso a España. Acosada por el marxismo, también ejerció gran influencia en notorios medios políticos, particularmente en Europa, en algunas expresiones de los partidos democristianos, aunque no exclusivamente.
De hecho, su influencia puede rastrearse en fenómenos históricos tan diversos, pero relacionados entre sí y relevantes en cualquier caso, como fueron el Vaticano II y las legislaciones internacionales sobre los derechos humanos.
También en España hemos encontrado resonancias personalistas en medios muy dispares: en elaboraciones de algunos intelectuales y políticos de la revista “Cuadernos para el diálogo” actualmente en el entorno del PSOE, en textos doctrinales de la Falange Auténtica de los años de la transición, en la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), ediciones ZYX y, todavía hoy, en la revista católica catalana “El ciervo”. Y no olvidemos su influencia en pensadores de la talla de Marías, Zubiri, etc.
Pese al ostracismo sufrido y la desaparición de sus grandes figuras, el personalismo sigue contando con seguidores entusiastas y algunos cualificados representantes, elaborando propuestas, lanzando nuevos textos que ponen, como siempre sobre el tapete de la actualidad social e intelectual el valor de la persona, entendida como un ser de naturaleza material y espiritual de irrenunciable vocación social. La revista Acontecimiento, editada por la Fundación Emmanuel Mounier, constituye el vocero imprescindible para quien quiera estar al corriente de sus reflexiones y propuestas.

 

El Instituto Emmanuel Mounier.
Encuentro, Palabra, Caparrós, son, seguramente, las editoriales españolas que mayor espacio han dedicado a los autores personalistas en las últimas décadas; a cuya labor debe incorporarse, recientemente, los textos editados por la Fundación Emmanuel Mounier en sus diversas colecciones y la antes mencionada revista. Dicha Fundación es obra del Instituto Emmanuel Mounier, columna vertebral orgánica del personalismo en España.
Nos permitimos reproducir, a continuación, un breve texto procedente de su web, con el objetivo de aproximarnos a la naturaleza y objetivos del Instituto.
“El Instituto Emmanuel Mounier se fundó en el año 1984 por iniciativa de un grupo de personas y se ha ido desarrollando hasta tener militantes y grupos  activos en muchos lugares de España. Hoy nos encontramos ante la afortunada situación de fomentar grupos incipientes del I.E.M. en México, Paraguay, Brasil o Bolivia.
El I.E.M. es una organización sociopolítica que pretende ser ámbito de  encuentro entre intelectuales, profesionales y trabajadores con un común deseo transformador; el de realizar una comunidad de adultos liberados del afán de  posesión y tendentes a una sociedad personalista y comunitaria, por libre, ética, fraterna y profundamente espiritual.
                El centro de nuestro pensamiento y acción es la persona humana, fin en sí misma, pero no encerrada individualistamente sino abierta al compromiso   solidario con el otro, y ordenada a la trascendencia. Para ella recabamos, a la vez, la transformación de la interioridad humana y la de las estructuras que habita; a sabiendas de que la revolución será espiritual o no será, será socioeconómica o no será. 
Todo esto no sería viable sin una nueva cultura crítica que facilite la   formación de las conciencias para resistir frente a los intentos de deshumanización. Nuestro momento histórico impone con urgencia, en primer lugar, discernir, atisbar por donde van las cosas. Después, inevitablemente, poner la inteligencia al servicio de la causa del hombre para encontrar la fundamentación y la ética que den sentido a la opción vital”. 
Sus contactos internacionales también han fructificado, especialmente en Hispanoamérica, creándose una red informal de entidades impulsoras en su ámbito del personalismo. En este trabajo, el infatigable filósofo Carlos Díaz sigue contando con el carisma y entusiasmo que siempre le ha caracterizado, difundiendo su credo personalista en cuantos foros se le convoca, gozando, ciertamente, de gran prestigio entre el mismo episcopado español.
En el año 2005 se celebrará el 100 aniversario del nacimiento de Emmanuel Mounier. El Instituto español que lleva su nombre reserva a su conmemoración buena parte de sus energías, habiendo iniciado sus preparativos con la expectativa de un congreso internacional. Dicha efeméride puede ser una buena ocasión mediática para ofertar socialmente, de nuevo, al personalismo.
                Y en también en ámbitos universitarios sigue gozando de cierta creatividad y presencia. Es el caso del Congreso sobre Personalismo que celebró la Universidad de Valencia este mismo año y del que queda como testimonio un volumen colectivo que recoge sus ponencias, habiéndose hecho eco del mismo, especialmente, la Universidad Católica San Antonio de Murcia y algunas publicaciones, como el magnífico semanario Alfa y Omega.
                Naturalmente, el personalismo no suscita unanimidad. Se le ha achacado, desde medios filosóficos muy diversos, de falta de precisión y rigor conceptuales, de excesiva generalidad en sus afirmaciones, incluso de cierto agotamiento propositivo como corriente.
En todo caso, la pregunta que debemos hacernos es: ¿puede aportar algo nuevo el personalismo hoy día, agotado el marxismo, en un mundo globalizado en el que parecen haber triunfado las recetas capitalistas y una mentalidad desacralizada y consumista universal?

 

¿Existe un movimiento personalista?
Hemos mencionado, de alguna manera, al pluralismo existente, en sus opciones vitales, entre los personalistas. En este contexto, ¿cómo podemos caracterizar el mínimo común denominar de su compromiso y actuar? Antonio Calvo, filósofo y militante personalista de Zaragoza, en una reciente conversación, nos resumía en los siguientes axiomas, el compromiso personalista de un militante de hoy:
1.        Intensa vivencia de la propia fe religiosa.
2.        Formación cultural en comunidad.
3.        Compromiso social concreto.
4.        Vida austera.
El personalismo no es confesional: agrupa a creyentes y, también, a no creyentes, siempre que acepten una visión espiritual del hombre y de su existencia.
Sus seguidores no constituyen un “movimiento” eclesial de los que pueden recibir, hoy día, esta denominación: un fundador inspirador, un itinerario en la fe estructurado en una concreta y novedosa pedagogía, un fuerte compromiso comunitario, una organización definida, un expreso reconocimiento jurídico eclesial. Tampoco constituye una de las autodenominadas “Comunidades eclesiales de base”, que gozan de alguna de las características formales antes mencionadas. Pero sí que constituye un pueblo, atípico tal vez, pero de rostro reconocible, de intensos y sólidos lazos personales. Uno de los termómetros del mismo, y punta de iceberg, lo constituyen sus “Aulas de verano”, organizadas en los meses de estío por el Instituto Emmanuel Mounier, que reúnen, bajo su convocatoria, a los pesos pesados del personalismo español, principalmente, y a numerosos seguidores e interesados en el “método y exigencia personalistas”. Allí encontramos a un ex - secretario general de la central anarcosindicalista posibilista CGT, docentes de seminarios católicos, clérigos, religiosas, estudiantes de Filosofía y Teología, militantes de diversos movimientos eclesiales y sociales…
                Además de en este “pueblo” informal, de peculiares lazos afectivos y generador de relaciones informales, encontramos la impronta personalista, en mayor o menor medida, en algunos movimientos eclesiales concretos con cierta intensidad: es el caso del Movimiento Cultural Cristiano (MCC) y de su escisión Acción Cultural Cristiana (ACC), ambos en la estela de Guillermo Rovirosa, Eugenio Merino y Tomás Malagón, auténticos hitos en la historia del apostolado obrero español de la HOAC, así como en algún otro grupo de ámbito local, como el andaluz SOLITEC. Y encontramos referencias literarias o doctrinales, de desigual calado, en medios eclesiales muy dispares, desde Comunión y Liberación a asociaciones muy marcadas por la Teología  de la Liberación.
Sin duda muchas de sus intuiciones y aportaciones siguen vigentes. En estos tiempos de globalización y de “pensamiento políticamente correcto”, reclamar la centralidad de la persona es, en sí mismo, un acto de elemental realismo, casi de carácter revolucionario, siendo la Iglesia católica su mayor defensora. Pero muchos acontecimientos se han producido en todos estos años. Es el caso, entre otros relevantes acaecidos en la propia Iglesia católica, de la aparición de los nuevos movimientos eclesiales, con sus intuiciones, carismas y particularidades que la han enriquecido y están contribuyendo a regenerarla.
Creemos, modestamente, que no basta con pregonar unos valores y un credo personalistas. Se precisa de un pueblo que lo desarrolle con obras, lo encarne y haga vida cotidianamente. Por ello, el diálogo entre personalistas y los nuevos movimientos eclesiales pudiera proporcionar, en el futuro, un nuevo rostro y bagaje filosófico al catolicismo social.
Desde otras corrientes filosóficas católicas se pueden, igualmente, tender puentes con el personalismo: la tradición filosófica católica y la centralidad de la persona, cuyo origen lo encontramos exclusivamente en el cristianismo, serían el nexo que permita un diálogo creativo y enriquecedor entre las mismas.
                El personalismo puede proporcionar, en un mundo globalizado, de pensamiento único pero débil, unos instrumentos intelectuales que faciliten, cuanto menos en diversos planos, “diseccionar” con seguridad la realidad, su comprensión y, tal vez, herramientas para su transformación.

 

El contenido de este “dossier” sobre el personalismo cristiano.
                En “Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica”, intentamos estar atentos a los acontecimientos más relevantes de la actualidad eclesial española y mundial, dentro de nuestras posibilidades. Por ello ya hemos elaborado, en varias ocasiones, algunos “dossieres” de carácter monográfico, como el dedicado a la masonería y el relativo a las persecuciones religiosas del siglo XX.
                En esta ocasión, con idéntica voluntad de servicio, sin ánimo de crear polémicas eclesiales estériles, y por propia voluntad, hemos asumido la apasionante labor de asomarnos a esta realidad, poco visible en una primera mirada, intentando profundizar un poco en la misma, proporcionando datos y elementos de juicio elaborados por algunos excelentes conocedores de estas materias; también algunas desde la discrepancia y la fidelidad a los propios presupuestos filosóficos, especialmente desde el tomismo.
                Los artículos que integran este “dossier” son los que siguen:
-          El personalismo de E. Mounier. (Antonio Calvo. Instituto Emmanuel Mounier. Zaragoza).
-          Anotaciones críticas sobre el personalismo. (José J. Escandell. Instituto de Humanidad Angel Ayala – CEU. Madrid).
-          Primacía de la incomunicación de la persona. (Eudaldo Forment. Universidad de Barcelona).
-          Polo político y polo profético. (Marcelo López Cambronero. Universidad Católica San Antonio de Murcia).
-          El gran engaño: derechos del hombre, Iglesia católica y Revolución Francesa. (Luigi Negri. Universidad del Sacro Cuore de Milán). Procedente de la revista Huellas.
-          Ocaso y aurora. Perspectiva personalista y Ontología de la existencia. (Juan Carlos Valderrama).
Queremos agradecer, ante nuestros lectores, la colaboración desinteresada de estos autores, gracias a cuyo esfuerzo podemos ofrecer este “dossier” que, deseamos, cumpla los objetivos propuestos.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 61, septiembre de 2002.

E-cristians: una plataforma católica para la reflexión y la acción, nacida en Cataluña, con vocación de presencia pública nacional.

      La asociación E-cristians, nacida con clara vocación política, constituye una auténtica novedad dentro del actual catolicismo social español. En este artículo intentaremos una aproximación a esta entidad.

 

Los católicos y la política hoy.
En esta publicación digital hemos seguido de cerca el debate producido, en algunos medios del catolicismo social español y a lo largo de los últimos meses, con motivo de la propuesta de un partido político católico. Esta polémica, que ha durado más de un año, ya se ha cerrado. Así, algunos de quiénes apoyaron con más entusiasmo la idea, la han descartado; habiéndose hecho eco de ello el suplemento Fe y Razón en un artículo publicado el pasado día 9 de enero de 2002. Es evidente que ningún partido político parlamentario puede arrogarse la representatividad de los católicos, habiéndose acrecentado, por otra parte, la distancia producida, en los últimos años, entre el Partido Popular y los sectores más comprometidos del catolicismo social español, distancia que no se ha salvado con la celebración de su último Congreso nacional. No olvidemos, por último, que existen propuestas concretas de partidos políticos, guiados por la Doctrina Social de la Iglesia, desde la Comunión Tradicionalista Carlista y algunos de los grupos falangistas. Pero debemos señalar que, al margen de su mayor o menor incidencia y número de seguidores, se trata de propuestas que no cuentan con el apoyo de la Jerarquía católica española ni de ninguno de los movimientos eclesiales más representativos; lo que, tal vez, se encuentra en el origen de alguna de sus evidentes dificultades de difusión y crecimiento.
No obstante, conviene tener presente que la acción política no se agota únicamente en la de una agrupación específicamente católica. Puede, también, canalizarse a través de aquellos partidos pluralistas en los que se percibe una mayor recepción a los principios de la Doctrina Social católica, como es el caso del Partido Popular, pese a las crecientes dificultades que están en la base del actual debate, y en el que están implicados, con mayor o menor fortuna, numerosos católicos.
Otro ámbito político en el que se están produciendo movimientos significativos en su relación con los católicos, es el de la izquierda, en particular el PSOE y su área “Cristianos en el PSOE”. Que responda a un puro cálculo estratégico de captación de votos católicos descontentos o se trate de una sincera reflexión de un significativo grupo de dirigentes y católicos del partido, está por ver. Su reciente libro, “Tender puentes. PSOE y mundo cristiano”, refleja un aparente cambio estratégico en este partido al que tenemos que prestar mayor atención. Su vetusto anticatolicismo era residual en el seno de las izquierdas europeas, más acostumbradas al diálogo con las identidades católicas presentes en la sociedad. Su plan de “Políticas para el bienestar de la familia”, presentado por José Luis Rodríguez Zapatero el pasado 20/03/02, parece encaminarse en el mismo sentido.
Por su parte el Movimiento Cultural Cristiano persiste en su propia dinámica, apegado a conceptos que suenan a “viejos” (autogestión, militancia, etc.) pero con un voluntarismo y activismo que suscita adhesiones, conformando un espacio propio al propugnar el “voto en blanco” (caso de las elecciones generales del 12 de marzo) difícil de cuantificar.
                Ya hemos mencionado, en dichos artículos, otras iniciativas en el ámbito de la acción pública, que no tiene por qué ser expresamente política: la laica Escuela de Liderazgo Social y Político de Valencia, lanzamiento de la Compañía de las Obras, master de Acción Política y Participación Ciudadana en el Estado de Derecho de la Universidad Francisco de Vitoria, relanzamiento de diversas iniciativas en el seno de la Asociación Católica de Propagandistas, las actividades de Profesionales por la ética, la existencia de entidades con explícita vocación política como la Asociación para la Renovación y el Diálogo Democrático (que, dada la presente coyuntura, podría realizar interesantes aportaciones desde su conocimiento del “movimiento transversal” italiano), etc.
                Pero, tal vez, la aparición de otro tipo de entidades, como el caso de las promotoras e impulsoras de campañas de opinión, constituya la mayor novedad en esta área del catolicismo social español. Hablamos de HazteOir.org y de E-cristians.
                En este artículo veremos, particularmente, la segunda de las citadas entidades.
Una asociación nacida en Cataluña con vocación de servicio en toda España.
Las actividades más visibles de la asociación E-cristians, nacida en marzo de 2001, se transmiten a través de internet: agencia de noticias (Revista y los boletines semanales de cristianos en la prensa), su web estructurada como espacio de participación (vida y actividades de la Asociación), plataforma de servicios (portal, viajes, libros, documentación médica y pedagógica), etc.
Pero ello sólo constituye la fachada de la entidad.
¿Cuál es su naturaleza? A esta pregunta respondía su editorial de Revista de fecha 22/11/01 al afirmar que E-cristians es “área para el encuentro organizado de las distintas formas colectivas y personales de vivir la fe en el seno de la Iglesia. Por eso nos definimos como una organización de encuentro” cuya pretensión es proporcionar “un marco organizado y criterios basados en la organización y la estrategia” y todo ello en aras de “promover la presencia de la concepción y el sujeto cristiano en el espacio público en sentido evangelizador como servicio a la sociedad…”.
Josep Miró i Ardèvol, su rostro más conocido, en el artículo de Fe y Razón antes citado, aclaraba que “la construcción de la corriente o fuerza social sólo es posible por medio de la acción, porque no se trata de teorizar sino de actuar sobre objetivos concretos previamente establecidos; organización común a partir de la diversidad para alcanzar objetivos claramente identificados. Capacidad, por tanto, de articular sinergias que resultan de la diversidad católica, y de organizarlas en la perspectiva de la praxis. Para alcanzar todo eso hace falta que exista un espacio común donde confluir, una plataforma organizada donde encontrarse para pensar y decidir y actuar conjuntamente”.
Una organización de encuentro: esa es la clave para entender el fenómeno de E-cristians; una estructura transversal, por tanto, de acción sinérgica en la que tienen cabida políticos de diversas obediencias partidarias, profesionales de la información, activistas y, sobre todo, simples ciudadanos. Su funcionamiento es sencillo. Determinación, en primer lugar, de las diversas circunstancias sociales y políticas que precisan una respuesta y, posteriormente, concreción de acciones para afrontarlas desde la identidad católica, bien impulsando las ya existentes, bien promoviendo otras nuevas.
E–cristians cuenta con un importante activo en su breve vida: haber elaborado alguno de los documentos estratégicos y de reflexión más importantes del mundo católico español, con vocación pública, de las últimas décadas.
La entidad está estructurada a partir de una Junta Directiva, siendo su integrante más conocido, ya lo hemos dicho, el político nacionalista catalán Josep Miró i Ardèvol, ex - portavoz de CiU en el Ayuntamiento de Barcelona.
Para los jóvenes católicos con vocación por lo público, proponen, además, un espacio propio de encuentro que es E–cristians joves, a modo de sección juvenil con una fisonomía particular.
                A partir de todos estos presupuestos, desde E-cristians se han impulsado campañas y acciones diversas: actos públicos, campañas de recogidas de firmas, cartas e intervenciones en medios de comunicación, entrevistas con políticos, propuestas muy concretas a poderes públicos, difusión de actos públicos de interés, etc.
Las convicciones ideológicas catalanistas de buena parte de los impulsores más conocidos de la entidad, entre los que encontramos a figuras como Joan Hortalà, Antoni Comas y Joan Ignasi Puigdollers, han generado algunas prevenciones y prejuicios en no pocos católicos españoles. Pero, fieles a los hechos, hay que afirmar que quiénes busquen en E–cristians la fachada de un grupo de presión catalanista, quedarán defraudados.

 

 

Los ataques de El Mundo.
                Una iniciativa de estas características no podía pasar desapercibida entre los medios de comunicación, ávidos de novedades y siempre, generalmente, prestos a cuestionar y juzgar toda vertiente social relevante del catolicismo.
                El diario El Mundo le dedicó unos venenosos artículos, los días 27 de diciembre de 2001 y 4 de enero de 2002 (prolongándose la polémica algún tiempo más en su edición catalana), en los que mezclaban juicios de valor superficiales, subvenciones económicas, TV3 y catalanismo, calificativos de ultracatólicos, etc. Tan desafortunada información generó una vigorosa y sensata reacción de la entidad, que, en definitiva, le ha confirmado que sigue el camino indicado.

 

 

Sus relaciones con otras entidades católicas.
Ya hemos mencionado las convicciones catalanistas de algunos de sus promotores. No las han ocultado, pero ciertamente, no han pesado en su trabajo. No hay actividad de la entidad en la que no pueda reconocerse plenamente cualquier católico consciente español. Podrá desconcertar el tono “moderno” de sus acciones, incluso alguno de los medios empleados, acostumbrados como estamos a la pasividad y al derrotismo, pero la fidelidad al Magisterio y al Episcopado de E–cristians ha sido ejemplar. La dispersión de acciones e iniciativas, en el ámbito de la opinión pública, existente en los medios católicos, en buena medida, ha sido canalizada gracias al esfuerzo de la nueva entidad. Sus publicaciones de internet son, ya, la referencia fundamental que permite tener una buena perspectiva de la vida social católica española, de las iniciativas en curso y de los resultados obtenidos. Ya era hora.
El ámbito territorial de su vocación de servicio es nacional: no podía ser de otra forma, al ser comunes los problemas y expectativas de los católicos de Cataluña y del resto de España.
Esa extensión, afrontada con prudencia y sin prisas, se ha iniciado en Madrid de la mano de dos veteranos activistas católicos: Jaime Urcelay, muy fogueado de la mano de “Profesionales por la Ética” y el periodista Alex Rosal, de quien sobra presentación. Su futura actuación deberá ser muy prudente, pues de ella depende en parte el éxito del proyecto. Siguiendo el ejemplo de los amigos catalanes, deberán consolidar una junta provincial u órgano similar, con capacidad de análisis y trabajo, que ensanche su base activista y que, en buenas relaciones con las autoridades eclesiásticas, impulse actuaciones muy pensadas al objeto de no incurrir en errores de cálculo, que invaliden en el futuro este instrumento en marcha, en el supuesto de crear falsas expectativas. Son muchas las acciones en marcha y no conviene “quemar” a la base participante.
Un factor importante, que no debemos perder de vista, es su exquisito trato a otras iniciativas. Así se ha visto, por ejemplo, en el eco y análisis positivos de las actuaciones de la entidad HazteOir.org recogidos en las publicaciones de E-cristians. Su Revista, de fecha 15/02/02, repasa diversos éxitos ciudadanos impulsados, entre otras,  por estas entidades: retirada de la enmienda presentada en el Congreso del Partido Popular que pretendía la legalización de la clonación y la destrucción de embriones humanos, el rechazo en el Congreso por el citado partido de una propuesta de empleo de células madres de embriones congelados, los contactos mantenidos -con el PSOE- con la finalidad de un desarrollo del Plan Integral de Apoyo a la Familia, etc. Creemos que se trata de un ejemplo significativo de apoyo y respeto entre entidades hermanas, al no prevalecer una competencia mal entendida. La especialización, la vocación propia, no pueden ser obstáculos para la colaboración. El mutuo conocimiento, el trato, la amistad que pueda surgir en el futuro, podrán abrir otras vías de convergencia de esfuerzos y organizaciones. Pero, de momento, unas nuevas bases de trabajo, junto a unas estructuras, ya se están implantando.

 

 

Conclusiones.
E-cristians se ha hecho eco, por otra parte, de eventos muy dispares acaecidos en el mundo católico español. Veamos, a título de ejemplo significativo, dos de ellos: la llegada de un sacerdote copto – ortodoxo a Cataluña para hacerse cargo de la esa incipiente comunidad egipcia en la localidad de Cervera y diversos trabajos de las numerosas asociaciones familiares (también en proceso de imprescindible convergencia).
La trayectoria de la entidad, brevemente repasada, acredita una incuestionable vocación de servicio a la Iglesia española que no podemos ignorar.
                E-cristians trabaja a buen ritmo y con seguridad. Sus acciones están ganando consistencia y credibilidad en significativos medios católicos españoles que han destacado favorablemente: sus presupuestos “positivos” y no “reactivos”, su capacidad de movimiento y eficacia social, su positiva valoración de los “movimientos” eclesiales, etc.
                E-cristians es una plataforma para la reflexión y la acción; no siendo, por tanto, un espacio de experiencia integral de educación en la fe, de verificación y corrección en el camino cristiano.
                Pese a ese límite constituye, pensamos, una propuesta abierta a todos los interesados en la acción pública de los católicos españoles, que no es alternativa y excluyente de la acción política directa a través de los partidos; al contrario, es perfectamente compatible con ésta.
                Debemos seguir atentamente sus pasos y, en la medida de nuestra identificación con sus propuestas, participar según las concretas posibilidades de cada uno. Su consolidación y definitiva configuración dependen, en buena medida, de la actitud positiva de todos los católicos españoles preocupados por la presencia pública de las obras sociales de la Iglesia. Y más cuando, hoy día, esas realidades sociales siguen siendo expresiones carnales y concretas, y privilegiados instrumentos evangelizadores, de la Iglesia.
                Por último, como navarro consciente de algunas de las carencias del catolicismo social en nuestra tierra, una pregunta: ¿alguien está interesado en reflexionar, en torno a esta iniciativa, con la mirada puesta en su posible extensión a Navarra?

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 55, marzo de 2002.

 

En torno a la futura Universidad San Jorge de Zaragoza: catolicismo y misión.

Las universidades católicas constituyen una extraordinaria oportunidad de misión en el mundo de hoy. En Aragón existe esa posibilidad. Reflexiones en torno a un interesante proyecto.

 

La primera universidad privada de Aragón.
A mediados del mes de mayo, la Fundación San Valero, nacida en el seno de Acción Católica hace ya unas décadas y en magníficas relaciones con el Arzobispado de Zaragoza, ha anunciado la creación de una universidad de inspiración cristiana y sin ánimo de lucro: la primera, de iniciativa social, en Aragón.
La Fundación San Valero ya viene desarrollando una magnífica labor en los ámbitos de la formación profesional de los jóvenes aragoneses, gozando, por ello, de mucho prestigio.
Este proyecto, a partir de los centros ya dependientes de la Fundación, y con un campus propio en el barrio del ACTUR (el de mayor crecimiento urbano de Zaragoza, situado al otro lado del río Ebro), ampliaría el número de titulaciones actualmente impartidas, implantando otras nuevas. Así, en una primera fase, para el curso 2002-2003, se pretende poner en marcha tres licenciaturas (Periodismo, Ciencias Ambientales y Comunicación Audiovisual) y cinco ingenierías técnicas (Informática de Gestión, Informática de Sistemas, Diseño Industrial, Telecomunicación, Sonido e Imagen y Obras Públicas y Construcciones Civiles), con unos 1200 alumnos iniciales. En fases posteriores se ampliará el número de licenciaturas en cinco más (Publicidad y Relaciones Públicas, Investigación y Técnicas de Mercado, Administración y Dirección de Empresas, Ciencias de la Actividad Física y Deporte y Pedagogía), una nueva ingeniería técnica (Telecomunicación Telemática) y dos diplomaturas más (Educación Especial y Óptica).
Los promotores han optado por seguir los trámites precisos para su constitución como universidad privada, aunque podrían haberlo hecho como católica mediante un decreto del Arzobispado, lo que finalmente excluyeron.
En su consejo asesor figuran figuras relevantes de la política aragonesa, la cultura, el empresariado, así como dos exrectores de la Universidad de Zaragoza.

 

Universidad pública, universidad privada.
De forma casi inmediata, cualificados representantes de la Universidad de Zaragoza manifestaron su preocupación ante el proyecto, temiendo que esta nueva universidad desarrollara una labor competitiva con la propia. La Fundación San Valero replicó afirmando que, al tratarse de una universidad privada, su misión no era complementar la oferta ya existente, pero que, en cualquier caso, la mayoría de sus futuras titulaciones no se imparten actualmente en la Universidad de Zaragoza.
Por otra parte, dos grupos municipales de izquierda, del Ayuntamiento de Zaragoza, han alegado un presunto incumplimiento del uso de los solares cedidos, en su día, en dicho barrio a la Fundación San Valero, como gran obstáculo al proyecto.
Aquí subyace, sin duda, un viejo debate. La Universidad de Zaragoza, de la que es titular una Administración pública, sería un centro público, mientras que la Universidad San Jorge, privada, no tendría ese mismo carácter. ¿Acaso una universidad privada, nos preguntamos, no cumple una función social, pública por lo tanto, al margen de su titularidad? Por ello sería más adecuado, a nuestro juicio, calificar a las universidades privadas como de titularidad o iniciativa social.
Pero, pese a las implicaciones subyacentes en las anteriores polémicas (la concreta aplicación del principio de subsidiariedad, el papel del estado y el espacio de actuación de los grupos sociales), existe otro aspecto que nos preocupa.

 

Una presencia misionera.
Nuestro mayor interés se centra en la afirmación, de sus promotores, de que se pretende una universidad de “inspiración cristiana”.
Pensamos que es en esa pretensión donde radica la posibilidad de una auténtica novedad para la sociedad zaragozana y la de todo Aragón.
Si su “inspiración cristiana” se limita a figurar, en un lugar preferente, en el papel de sus estatutos, poca trascendencia tendrá.
Pero si la comunidad educativa, que construya esta universidad, participa en la misma con decisión, a partir de su concreta pertenencia y experiencia cristiana, con una pretensión evangelizadora, entonces existiría una posibilidad de misión desconocida hasta el momento.
Una universidad católica puede, y debe, formar buenos profesionales, ciudadanos que cumplan con corrección sus obligaciones sociales. Pero de nada serviría todo ello si olvida lo fundamental: testimoniar a Jesucristo en el entorno concreto en el que se desenvuelve la vida de los cristianos.
La nueva evangelización que precisa nuestra sociedad post-industrial del siglo XXI, carece, en muchos lugares, de espacios culturales católicos que permitan establecer un diálogo fluido con la misma. La misión y la evangelización actual necesita múltiples instrumentos, entre ellos, diversas entidades culturales que puedan proporcionar a los católicos un juicio formativo y de acción sobre la realidad y que, a la vez, pueda exponer a los no creyentes la creatividad cultural católica. Estos objetivos son –deben ser- perfectamente, aplicables a una universidad católica.
            En Zaragoza existen evidentes muestras de la creatividad social de los católicos. A título de ejemplo recordaremos –sin ser exhaustivos y sin emitir juicio de ningún tipo sobre la labor desarrollada por las múltiples entidades católicas presentes- la Caja de Ahorros de la Inmaculada, el Stadium Casablanca, el Centro Pignatelli, los numerosos colegios católicos, las cofradías de Semana Santa, cooperativas agrarias, etc.
            Una universidad que tenga la pretensión de transmitir a las generaciones futuras esa identidad creativa, capaz de proporcionar herramientas que permitan afrontar los retos de la vida, desde la experiencia cristiana, constituiría el broche de oro de esa creatividad social de los católicos aragoneses. Y para ello se precisa, no sólo de capellanías. También es necesario un departamento de pastoral con personas ilusionadas y medios. En cualquier caso, requisito fundamental son las personas que encarnen esa misión en todos los niveles de la futura universidad.
Por ello, las expectativas abiertas, con este proyecto, trascienden las meramente académicas, para alcanzar una potencialidad capaz de entusiasmar e implicar a los sectores vivos del pueblo cristiano de Aragón.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 46, junio de 2001.
Páginas para el mes, Nº 46, mayo de 2001