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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Hacia una presencia real: sindicalismo católico en la España de hoy.

Ponencia presentada en el IV “Congreso Católicos y Vida Pública”, celebrado en Madrid en noviembre de 2002, organizado por la Fundación Universitaria San Pablo. En colaboración con José Ignacio Echániz Valiente.

 

Introducción.
                En el panorama sindical español existe una cierta presencia de militantes y afiliados cristianos. Es más, la historia de muchas de las actuales organizaciones sindicales no puede entenderse sin su aportación y sin el espacio y confianza que, años atrás, les concedió la Iglesia: por medio de numerosas parroquias de toda España, Seminarios, centros de formación, movimientos apostólicos... Pero, desaparecidos los sindicatos confesionales católicos hace ya seis décadas, ¿qué criterios, en este campo, puede seguir un cristiano que vive también el mundo del trabajo desde la fe y la pertenencia a la Iglesia?
En esta comunicación, para afrontar esta compleja realidad, partiremos de algunas características comunes de los modernos sindicatos “de clase” operativos en España en la actualidad y que, creemos, es fundamental considerar para comprender el marco humano y cultural en que se desenvuelve la actividad de los militantes cristianos normalmente.
Al abordar la realidad del sindicalismo hoy, tenemos que tener presentes una serie de novedosas circunstancias que han afectado profundamente al llamado “sindicalismo de clase” en el que muchos católicos se insertan y para el que se formaron en un contexto histórico muy concreto. Hasta tal punto esto es así que el sindicalismo “de clase” actual se caracteriza por la pérdida de sus signos de identidad tradicionales, siendo copia de la estructura, organización y estrategia empleadas por los modernos partidos políticos españoles. Si una palabra pudiera resumir su situación, globalmente considerada, esa palabra sería crisis.
Aunque sindicato también lo es una patronal, o un sindicato agrario, nos limitaremos a los elementos característicos comunes en la acción de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores, en su calidad de sindicatos mayoritarios; autocalificados todavía hoy como “de clase”. De estas características que, de forma no académica y a partir, en parte, de una reflexión sobre la propia experiencia en este terreno, vamos a ver, también participan, en mayor o menor medida, otros sindicatos “menores” como son GCT, CSI-CSIF, USO, etc.
                Jurídicamente hablando, sindicato es tanto una asociación de obreros como una agrupación de empresarios, pero, insistimos, popularmente y como fenómeno sociológico, por sindicalismo se entiende el llamado “de clase”. Y así lo han asumido los organismos diocesanos responsables de las llamadas “pastoral obrera” y “pastoral social”.
                “Sindicatos de clase” serían, en su origen remoto, agrupaciones de obreros y campesinos pobres, proletarios en suma, que se asocian con un interés defensivo ante los patronos y los poderosos, con una pretensión última transformadora de la sociedad y un compromiso internacionalista. Su ideología sería comunista, socialista, social-demócrata o anarquista.
                Pero esa delimitación conceptual, “clásica” de alguna manera, marxista en todo caso, no corresponde a la realidad histórica, pues con la misma se deja fuera a importantes movimientos sociales presentes en el mundo del trabajo. Es el caso de los sindicatos católicos españoles, preciado fruto de la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya presencia arranca de las últimas décadas del siglo XIX, eclosionando en los años 20 y 30 del siglo XX hasta su “integración” forzosa en la Central Nacional Sindicalista única surgida de la guerra civil.
                Actualmente, el sindicalismo de clase aspira a la exclusiva representatividad de las llamadas “clases trabajadoras”, desbordando el tradicional concepto de “clase proletaria”. Coincide esa transformación en el tiempo con la desaparición del sindicalismo confesional católico, fenómeno paralelo al sucedido en otros países de tradición e historia católicas, si bien siguen existiendo sindicatos en Europa y América Latina de clara orientación cristiana.
                Eso no quiere decir que no existan cristianos trabajando en el seno de diversas organizaciones sindicales. Pero quiénes así actúan, lo hacen de forma individual, bajo su propia responsabilidad, como consecuencia de su compromiso personal,  suscitado y mantenido en muchos casos por concretas comunidades cristianas. No podemos olvidar, en este contexto, la labor realizada, todavía hoy, por el movimiento especializado en el medio obrero de Acción Católica, HOAC, así como otras organizaciones que, con una orientación pastoral diferente, también se especializaron en estos ambientes, caso de los Círculos Católicos de obreros y las Hermandades del Trabajo.
                Que no exista en España, hoy día, un sindicalismo específicamente católico es consecuencia, además de causas históricas muy concretas que pasan por el periodo franquista, de la “política” de la Jerarquía católica, que no ha apoyado la existencia ni de partidos políticos ni de sindicatos confesionales en el actual régimen; en buena medida en consonancia con las orientaciones derivadas del Concilio Vaticano II, lo que ha coincidido, además, con el impacto de las nuevas –o viejas, según se mire- corrientes políticas y sindicalistas izquierdistas que suscitó el “mayo del 68” en muchos movimientos y militantes católicos de todo el mundo.
                En esta comunicación nos vamos a asomar, de forma muy somera, a la realidad del sindicalismo en España a lo largo de las últimas décadas y a la presencia en el mismo de un sujeto humano católico, pues ello nos puede aportar claves que nos permitan comprender la actual situación y anticipar un futuro para el mismo.

 

Características del sindicalismo actual.
                El actual marco legal establece, para partidos políticos y sindicatos, un sistema representativo mayoritario que beneficia la concentración y perjudica a los grupos minoritarios. Con ello, el natural pluralismo de la sociedad española queda en buena medida mermado también en el medio sindical, lo que debe matizarse dada la supervivencia del fenómeno de los “independientes” en algunos medios laborales y la bajísima tasa de afiliación.
                A partir del marco jurídico legal actual, el esquema de funcionamiento y principios rectores generales de los partidos políticos se ha extendido también a los sindicatos. Así, tanto unos como otros dependen de las subvenciones públicas, tanto vía directa por votos alcanzados, como de los fondos derivados de la gestión de la oferta formativa pública y semi-pública (de Ministerios y entes mixtos, como la Fundación Laboral de la Construcción que dispone de un presupuesto de varios miles de millones de pesetas anuales).
Las luchas intrapartidarias también tienen su prolongación en los mismos sindicatos, que funcionan como correa de transmisión de algunos partidos políticos, aunque en menor medida que en el pasado (CC.OO del PCE, UGT del PSOE, ELA-STV respecto del PNV, etc.)
                Veamos ahora algunas otras características descriptivas, fácilmente perceptibles, del sindicalismo “de clase” actual.

 

1. Su transformación de “sindicatos de lucha” en “sindicatos de servicios”, con las correspondientes y discutidas prácticas clientelistas.
                Las prácticas clientelistas, a imitación en ámbito laboral de las realizadas por los partidos políticos, se han generalizado, especialmente en lo que se refiere a CCOO y UGT, máximos beneficiarios del actual sistema, aunque también, en menor medida, a USO, CGT, CSI-CSIF y los de carácter nacionalista con representación institucional.
Actualmente se emplean como métodos de captación de afiliados diversos medios, que contrastan con la trayectoria histórica de marcada austeridad de sus antecesores, y de los que mencionaremos algunos de los más practicados: seguros de vida y suspensión de empleo, vivienda social (habiéndose conocido en este capítulo algún importante caso de gestión irregular o, incluso, de corrupción, como el de la cooperativa ugetista PSV),  descuentos en academias y centros formativos, servicios jurídicos y asistenciales, descuentos en comercios, oferta formativa de cursos (de mayor trascendencia en la función pública, al sumar “puntos” en los diversos concursos internos de promoción profesional), turismo social, etc.
                La finalidad de tales prácticas es la obtención de una base asociativa numerosa, pues la tasa de afiliación es realmente baja, alcanzándose, además, con indudables dificultades. De un sindicalismo de confrontación, y en algunos casos de pretensiones revolucionarias, con todo ello, se ha pasado a un sindicalismo de prestación de servicios.
                A los anteriores, como otro método de captación, se une la práctica existente de una imprescindible afiliación de los trabajadores, en sindicatos muy concretos, para poder optar a contratos en algunas de las grandes empresas del país (caso de las fabricantes de automóviles). Práctica, evidentemente, que contrasta con el principio de la libertad de sindicación.

 

2. Burocratización.
                Sus presupuestos económicos no envidian de los equivalentes en los partidos políticos. Liberados, secretarias, oficinas, locales de formación, gabinetes jurídicos, dietas de todo tipo, etc.; constituye todo ello una estructura cara de mantener y a su vez imprescindible para ofertar todos los servicios que actualmente ofrecen a su base asociativa.
                Las estructuras territoriales, y las de rama o sector, se entremezclan en una compleja telaraña y nomenclatura, en la que es difícil desenvolverse, salvo para los iniciados, generalmente los propios liberados de la organización en concreto.
                La figura del “liberado” equivale, en el ámbito laboral a la del “político”. Sinónimo de vida fácil, ha caído en un indudable y general desprestigio entre la generalidad de los trabajadores, habiéndose encumbrado en tales puestos los más avispados y no, necesariamente, quiénes mayor capacitación y vocación de servicio demuestran. Esa depreciada imagen refleja la escasa valoración que goza la acción sindical en amplios sectores de la sociedad española, fenómeno paralelo, en buena medida, a una idéntica valoración que se realiza respecto a “los políticos”.

 

3. Pérdida de la base popular.
                La figura del “militante obrero” ha sido sustituida por la del “cotizante”. Militante, hoy día, equivale a activista, casi siempre un “liberado” (quien queda liberado del trabajo ordinario, a tiempo total o parcial, destinado a labores intrasindicales y representativas), en cualquier caso, muy lejos de aquellas figuras románticas de duros obreros entregados a  la causa, con un rosario de ingresos en prisión e incidentes con los patronos en su acervo vital.
                Por otra parte, el número de cotizantes es bastante reducido, teniendo España una de las tasas de afiliación sindical más bajas de Europa, pese a las prácticas clientelistas antes mencionadas y a la poca transparencia de las cifras hechas públicas.

 

4. Irrupción del nacionalismo en su conformación ideológica.
                Hasta la 2ª República, los sindicatos “de clase” de ideología “internacionalista” predominaban en España. Así UGT y CNT, lejos de veleidades nacionalistas, tenían una base asociativa de mas de un millón de miembros cada uno. Los sindicatos nacionalistas (STV, fundamentalmente) eran considerados  sospechosos por sus orígenes católicos y su vinculación con partidos “burgueses”.
                En la actualidad, sindicalismo y nacionalismo no son términos incompatibles. Así, ambos principios han casado en organizaciones importantes en sus correspondientes ámbitos territoriales, como son ELA-STV, LAB y CIG. Su estrategia se apoya en ambos vectores doctrinales, si bien el sentido “de clase”, especialmente en ELA-STV, está muy amortiguado en aras del nacionalismo. Por otra parte, el sindicato abertzale LAB supone una dura competencia por su izquierda, si bien ambos se han unido en estrategias sindicales y políticas conjuntas (mayoría sindical vasca, Pacto de Lizarra, proceso soberanista actual).

 

5. Apertura a las clases medias y otros sectores sociales antaño sospechosos para los sindicatos “de clase”.
                Tradicionalmente, el sindicalismo “de clase” trató con desconfianza, cuando no con hostilidad, a sectores de las clases medias, funcionariado, pequeños propietarios, autónomos y fuerzas de seguridad.
                Como caso paradigmático de apertura a nuevos sectores sociales, destaca UGT.
Así, de cara a la Policía Nacional lanzó un sindicato hermano (la Unión Federal de Policía) con la pretensión de actuar sindicalmente en su seno, habiendo conseguido buenos resultados electorales.
                Orientado a los pequeños propietarios agrícolas, está potenciando la UPA (Unión de Pequeños Agricultores), que está consiguiendo ciertos niveles de adhesión, al margen de las grandes agrupaciones sectoriales agrarias autónomas (UAG, Jóvenes Agricultores y COAG). Como federación independiente persiste la histórica FTT (Federación de Trabajadores de la Tierra), dirigida a los jornaleros agrícolas y que se está especializando en el trabajo con inmigrantes.
                Dirigida a los funcionarios de todas las administraciones públicas, está la Federación de Servicios Públicos, con una presencia desigual, pero que, globalmente, puede atribuirle la condición de tercer sindicato en representatividad de ese Sector (por debajo de CC.OO y CSI-CSIF).
                Por último, ha lanzado (enero de 2000) la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA), dirigida a ese sector generalmente desmovilizado y escasamente asociado, y al margen de la conservadora y poco operativa Organización Profesional de Autónomos (OPA).
                Cuenta, también, con estructuras autónomas especializadas entre los llamados técnicos y “cuadros medios”.
                Como caso especial, tenemos el lanzamiento del clandestino, y actualmente ya desarticulado Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC), potenciado desde algunos medios de UGT hace casi dos décadas, iniciativa que ha derivado hoy día en algunas asociaciones culturales de irregular vida.

 

6. Tendencia a la unidad de acción y a la práctica de la negociación con patronal y Estado como instrumento estratégico.
                Ya hemos mencionado que el actual marco legal favorece la concentración sindical, en virtud de los altos mínimos porcentajes necesarios para estar presentes en los diversos ámbitos de negociación colectiva. Ello ha supuesto el ascenso y consolidación de dos grandes sindicatos (UGT y CC.OO), el estancamiento de otros (USO y CGT) y la desaparición de otros muchos pequeños sindicatos y de -en su día  fenómeno- los independientes.
                Por otra parte, la actual estrategia de los dos grandes sindicatos pasa por la “unidad de acción” entre ambos, pudiendo entenderse como objetivo a largo plazo la unión confederal entre ambos, siendo su modelo la gran confederación sindical alemana.
                Ese objetivo estratégico ha sido desarrollado por su coincidencia en la táctica de la negociación con patronal y Administración Pública, intentando cerrar el paso a otras fuerzas sindicales. Lejos de la llamada “acción directa” y de la “huelga general revolucionaria”, esa negociación, parcial o global, se ha constituido en su auténtico objetivo estratégico y no meramente táctico.

 

7. Reducción del “internacionalismo proletario” a un vago humanitarismo mundialista.
                Este fenómeno es paralelo a la pérdida de sus señas de identidad ideológicas. Por ello, pretenden en muchas ocasiones proporcionar unos juicios éticos correctores de las tendencias generales de la actual sociedad; de ahí su denuncia del llamado “pensamiento único” y la “globalización” y su presencia en múltiples foros internacionales.
                Por otra parte, todos los sindicatos han creados Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), tanto de cooperación al desarrollo como enfocadas al impulso del sindicalismo afín existente en el tercer mundo. Esas ONGs, impulsadas desde el ámbito sindical, son muy numerosas, de las que mencionaremos solo alguna a título de ejemplo: ISCOD (UGT), SOTERMUN (USO), SODEPAZ (CC.OO.), etc.
                Todos los grandes sindicatos siguen afiliados a escala mundial a grandes confederaciones internacionales, que han acusado, de forma notable, la pérdida de los valores ideológicos que en su día las caracterizaron. Del comunismo y anarquismo (desaparecido éste último como fuerza sindical real en los escasos países donde arraigó), como grandes “faros” inspiradores de su acción, el movimiento obrero se ha inclinado progresivamente hacia posturas “socialdemócratas”; actitud también compartida en los últimos lustros por sindicatos claramente comunistas en su trayectoria. La caída del muro también ha tenido sus efectos en el mundo sindical, si bien la evolución indicada había comenzado mucho antes.

 

Conclusiones en torno a la naturaleza del sindicalismo actual.
                En base a las anteriores consideraciones, podemos deducir, sin lugar a dudas, que el sindicalismo clásico ha hecho crisis en sus diversos planos: ideológico, humano, estratégico y organizativo.
El actual sindicalismo “de clase”, heredero del combativo sindicalismo marxista o anarquista del primer tercio del siglo XX, se ha transformado en unas estructuras a las que se busca dotar de sentido de cualquier forma, asumiendo funciones antaño calificadas como “burguesas”, y plenamente integradas en el sistema. En ese sentido, la oligarquía sindical actual se preocupa más por perpetuarse y el mantenimiento de unas estructuras sindicales saneadas y controladas, que por atender las inquietudes de sus “bases” asociativas.
                Por otra parte, los sindicatos “de clase” han perdido sus señas de identidad doctrinales históricas, caracterizándoles, en la perspectiva ideológica hoy día, una vaga visión “progresista” de la sociedad, heredera en sus parámetros culturales básicos del terremoto contracultural del 68.

 

Antecedentes del sindicalismo católico actual.
                En esta situación, echemos la mirada atrás y rastreemos los antecedentes del sindicalismo católico español.
Con el “nuevo régimen” nacido de la guerra civil, todos los sindicatos “de clase” son declarados fuera de la ley, siendo sus militantes perseguidos y sus organizaciones disueltas.
                Los sindicatos católicos y “libres” (la C.E.S.O), al igual que los minúsculos sindicatos falangistas (CONS), son integrados por Ley en la única Central Nacional Sindicalista, en la que se participaban obreros y patronos organizados en ramas de producción siguiendo un esquema semi-corporativista, más teórico que real. Fuera de esa única organización sindical, en la legalidad, como núcleos específicamente obreros, solo figuran los movimientos especializados de Acción Católica en este ámbito: la HOAC (fundada en 1946) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC).
                Los sindicalistas de izquierdas encontraron, salvo los casos de estricta clandestinidad (CNT, básicamente) esos dos cauces para trabajar “sindicalmente”: la propia CNS (infiltrándose en la misma) y los movimientos apostólicos.
                En los años 50 del pasado siglo XX y, sobre todo, en los 60, surgen organizaciones ilegales con la pretensión de actuar sindicalmente en el mundo del trabajo y también de transformar la realidad política en dirección de una democracia burguesa o “socialista real”. En unos momentos actuaron dentro de la CNS y en otros casos lo hacen fuera, dependiendo de estrategias concretas. De forma paralela, se infiltran en HOAC y JOC, donde encuentran un numeroso grupo de obreros y clérigos formados en las nuevas corrientes teológicas, en parte derivadas del Vaticano II, que sufrieron progresivamente el impacto del radicalismo ideológico izquierdista.
                Entre esas nuevas organizaciones obreras destacan dos: Unión Sindical Obrera (USO) y Comisiones Obreras (CC.OO.), si bien existieron otras. Así, destacaremos a la Federación Sindical de Trabajadores, que fue un intento de creación de un sindicalismo católico en la clandestinidad, de 1958 a 1960; fracasando en el empeño.

 

La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
                La Hermandad Obrera de Acción Católica es un movimiento apostólico especializado de la Acción Católica, siendo, por tanto, una organización impulsada por la Jerarquía de la Iglesia católica.
                HOAC jugó un papel muy importante en el franquismo, al constituir una escuela de formación de militantes obreros y cristianos y un cauce  organizativo autónomo que “escapaba” de la disciplina del llamado Sindicato Vertical.
Varias personas extraordinarias influyeron, especialmente, en su historia: Guillermo Rovirosa, Eugenio Merino y Tomás Malagón.
                De HOAC, y de otros movimientos apostólicos como la JOC, nació USO en buena medida. En HOAC también encontramos a los promotores de ediciones ZYX, a dirigentes del PSOE, a los fundadores años mas tarde de “Comunión y Liberación” en España, y a los actuales dirigentes del Movimiento Cultural Cristiano, por poner unos ejemplos públicamente conocidos.
                Por HOAC pasaron muchos cientos de militantes que desarrollaron –y desarrollan- su labor sindical en CC.OO. y UGT. No puede entenderse la historia reciente del sindicalismo en España sin la cobertura ofrecida al renacido movimiento obrero por esos movimientos apostólicos, el influjo de los llamados “curas obreros”, numerosas parroquias y algunos conventos y Seminarios.
                En la actualidad HOAC sigue presente en la buena parte de las diócesis españolas (así, en la moderna de Getafe ya funciona, desde enero de 2000, el primer grupo de 30 militantes de este movimiento apostólico), con apoyo de la Jerarquía. Por otra parte, forma parte de la Coordinadora de Movimientos Apostólicos de Acción Católica y tiene magníficas relaciones con la llamada “Iglesia de Base” y las Comunidades Cristianas Populares, con las que mantiene alguna modalidad de articulación. Está integrado por unos dos millares de personas, entre las que figura un número porcentualmente significativo de clérigos, disponiendo de una cierta estructura material, con publicaciones periódicas y una pequeña editorial. En la estela marcada por el estilo de esta organización, encontramos a otras organizaciones católicas, de naturaleza no sindical, como son el citado Movimiento Cultural Cristiano (MCC), Acción Cultural Cristiana (ACC) y otras de ámbito local.

 

Unión Sindical Obrera (USO).
La historia de este sindicato arranca del llamado "grupo de Rentería”, cuyos primeros panfletos datan del ya lejano 1958. Formalmente se constituye en 1960, redactándose la carta fundacional en 1961. Nace de un grupo de obreros de JOC y de HOAC y su vida se entremezcla con la de esa organización apostólica y, en el ámbito internacional, con la central francesa de orígenes católicos CFTC (después, CFDT). De hecho, nace como consecuencia de la reflexión derivada del método empleado en los movimientos de Acción Católica:  “ver, juzgar, actuar”. Así, hasta 1965 su vida se solapa con la de la propia JOC; si bien por razones de edad muchos de ellos pasarían después a HOAC.
Hoy día JOC, fundada en España en 1947, continúa su existencia, aunque muy mermada, habiendo sufrido una escisión hace una década: la JOC-E.
USO sufre, en su ya larga trayectoria, diversos avatares originados en las corrientes ideológicas de moda. Así, la influencia socialista autogestionaria fue muy fuerte en los años finales del franquismo, plasmándose de forma sucesiva en las estrategias “afirmación poder obrero” y “reconstrucción socialista”.
                 En abril de 1977 es legalizada. En las primeras elecciones políticas apoya al PSP y la FPS. Sufre graves escisiones hacia UGT (liderada por el secretario general Zufiaur, septiembre de 1977), CC.OO (1980) y CNT finalmente.
Alejada de las corrientes socialistas, que tanto la marcaron durante años, la central basculó, buscando nuevas señas de identidad, careciendo en todo caso de un apoyo político que, en las restantes centrales sindicales, fue determinante para su definitiva configuración y consolidación. Así, el fenómeno polaco de “Solidaridad” también le influye, al menos como “marca publicitaria”, iniciando su deslizamiento ideológico hacia la “autonomía” e “independencia”. En tal evolución, distanciándose del radicalismo mencionado, se desarrolla una estrategia de captación de independientes, siendo su momento álgido la entrada en USO de la pequeña central sindical independiente CGDT (1980).
En la actualidad, USO persiste, no sin dificultades, como tercera central sindical española, muy lejos de las mayoritarias CC.OO. y UGT, seguida muy cerca por una agresiva y dinámica CGT de la que luego hablaremos.

 

CC.OO, UGT y CNT-AIT
                Las primeras Comisiones Obreras (CC.OO.) surgieron a partir de grupos de militantes católicos, comunistas, incluso falangistas (Centro Social Manuel Mateo, 1964), con una vocación unitaria. Rápidamente fueron dominadas por los militantes del Partido Comunista de España. En cualquier caso, hablar del sindicalismo clandestino en España durante el franquismo pasa inevitablemente por la historia de esas Comisiones Obreras que protagonizaron luchas importantes y estrategias diversas.
La antaño poderosísima Confederación Nacional del Trabajo (CNT-AIT) quedará, por fidelidad a la “acción directa” y a las directrices de la FAI en el exilio, fuera de cualquier estrategia posibilista. Pese a la tradición anticatólica y anticlerical del anarquismo, algunos pensadores libertarios serían estudiados y conocidos en restringidos círculos católicos (lo que facilita, por ejemplo, la labor editorial de ZYX, nacida en el entorno de HOAC, a finales de los 60 y principios de los 70).
                La CNT-AIT en la transición sufrió un momento de breve y espectacular auge, coincidiendo con las multitudinarias “jornadas libertarias” de Barcelona, pero a raíz del “caso Scala” entra en una profunda crisis, que desembocará en la escisión de los “posibilistas” en el congreso de Valencia.
                De esa escisión surge, actualmente como cuarta fuerza sindical, la Confederación General del Trabajo (CGT). En esta confederación, dinámica y en relativo ascenso, también trabajan militantes de formación cristiana, procedentes de una pequeña escisión de USO, así como otros de los restos de CSUT (sindicato impulsado por el Partido del Trabajo de España, maoísta). Incluso encontramos, entre sus exsecretarios generales, a un militante navarro vinculado al Instituto Emmanuel Mounier.
La CNT-AIT, en la actualidad, apenas desarrolla trabajo sindical,  reduciéndose su presencia en el medio laboral a las labores clásicas de propaganda y algunas confrontaciones muy concretas, proyectando su acción en fenómenos marginales como el movimiento insumiso, “okupa”, etc.
La UGT socialista no se reconstruye hasta principios de los años 70 (salvo alguna limitada experiencia aislada). En la actualidad es la segunda gran organización sindical española, tras CC.OO, manteniendo magníficas relaciones con su partido hermano, el PSOE.

 

Otros sindicatos.
                También en los últimos años del franquismo y en la transición a la democracia, otras organizaciones sindicales intentan asomar de la mano de partidos políticos marxistas radicales (FRAP, ORT y PTE), así como algunas otras de carácter nacionalista (SOC y ELA-STV).
                Otros pequeños sindicatos ven la luz en los esos años de la transición con la seña de identidad de la “independencia”: CDT, CGTI (unificados en CGDT) y la CTI del exfalangista y cofundador de Comisiones Obreras Ceferino Maestu. Ya hemos visto que parte de ellas recalan en USO en 1980.
A finales de los años 70, y tras las primeras elecciones sindicales de la democracia (1980), se observó que el número de electos “independientes”, ya pertenecientes a pequeñas organizaciones cuya presencia se reducía a empresas concretas, ya a título personal, es muy elevado. Surgen algunos intentos de agrupación de los anteriores, como es el caso de “Solidaridad Independiente”, de la que tras su congreso fundacional, anunciado a bombo y platillo, nunca más se supo.
Progresivamente los independientes se van integrando en todo tipo de sindicatos, al no poder competir con los servicios ofertados desde las grandes confederaciones sindicales, si bien persiste una reducida representación de esas características en algunos ámbitos laborales.
Que buena parte de esos independientes no terminara articulada en torno a USO, configurando una sólida central sindical de inspiración cristiana en España, constituye una de las peculiaridades históricas pendientes de estudio, siendo diversas las circunstancias políticas, sociales y eclesiales que impidieron esa, teóricamente, factible realidad.
                Incluso desde las formaciones de la extrema derecha se realizan incursiones en el mundo sindical, a través de siglas como FNT, UNT, ASNT y CONS. Salvo éxitos aislados y por escaso tiempo (caso de FNT en el taxi madrileño y CONS en Valencia) tales intentos no pasaron de lo anecdótico.
En estos primeros años de la transición se consolida determinado sindicalismo nacionalista. ELA-STV, de origen católico, se configura como primer sindicato en la Comunidad Autónoma Vasca, siendo casa común de todos los nacionalistas no radicales, superando la escisión de ELA Askatuta. ELA-STV no puede entenderse sin el impulso de los clérigos vascos que encontramos en su origen, consolidando un fuerte sindicato confesional católico en el País Vasco y la Navarra anteriores a la guerra civil. Con apoyo, incluso norteamericano, atravesó el franquismo en las catacumbas, rebrotando en la transición con nuevos bríos, ya despojado de sus originales señas católicas de identidad.
El sindicato vasco radical LAB, impulsado desde KAS, surge en la escena vasca, con un estilo propio reivindicativo e innovador en  ascenso, aunque muy marcado por su vinculación al llamado MLNV.
                Convergencia Intersindical Gallega surge de la unión de INTG y la asociación campesina gallegista. Constituye una correa de transmisión del pujante nacionalismo radical del Bloque Nacionalista Gallego, mejorando de forma progresiva sus resultados, siendo sindicato de referencia obligada en Galicia en prácticamente todos los sectores laborales.
                En el mundo del funcionariado, una confederación de marca “independiente” surge, a partir de numerosos sindicatos nacidos en sectores muy concretos de la Función Pública, tanto de ámbito estatal, autonómico y municipal. También aquí encontramos a católicos actuando de forma individual: hablamos de la CSI-CSIF.
Aunque la lógica de una legislación que prima a los sindicatos mayoritarios llevaba, tácticamente hablando, a una confluencia de CSI-CSIF con USO, tal no se produjo. Si bien debemos señalar que ambas confederaciones son complementarias. En el mundo de la Función Pública USO apenas tiene incidencia (salvo enseñanza), siendo el medio natural de CSI-CSIF. Por su parte, en el mundo de la empresa privada, CSI-CSIF apenas tiene representación.
Persisten algunos sindicatos muy radicales, como el SOC andaluz, el SU, ESK - CUIS, etc.; siendo su implantación local, muy desigual y, globalmente, de escaso peso.
                Fuera de las organizaciones mencionadas quedan importantes organizaciones sectoriales, como el poderoso Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA), la CEMSATSE (médicos y ATS de la sanidad pública), el SAE (auxiliares de clínica), el ANPE (sindicato independiente de las enseñanzas medias públicas), el SEMAF (en RENFE), la UCSTE (izquierda radical en enseñanza, tanto pública como privada) y diversas organizaciones sectoriales de las policías Nacional y locales (SUP, SPPU, SG, ARNE, SPF, etc.), Correos, Banca (FITC) y Cajas de Ahorro, administraciones autonómicas y locales, etc.
                Otro sector con presencia sindical es el agrario, aunque con carácter empresarial, por lo que quedaría fuera de este análisis. Organizaciones tradicionales (Jóvenes Agricultores, COAG) compiten con otras de nuevo cuño, que ya hemos mencionado anteriormente, como la impulsada desde UGT (Unión de Pequeños Agricultores) u otras de carácter nacionalista como la vasca y navarra EHNE.
                Como conclusión de este breve repaso a las organizaciones sindicales existentes en España, vemos cómo el marco jurídico existente, pese a los porcentajes que establece para determinar la representatividad desde un criterio mayoritario (favoreciendo a los grandes y ahogando a los más pequeños, en la negociación y discriminando vía subvenciones), no ha conseguido eliminar el pluralismo ideológico y estructural del sindicalismo español.

 

Presencia de un sujeto cristiano en el mundo sindical.
Hemos visto que son numerosos los militantes cristianos que trabajan en diversas organizaciones sindicales. De alguna manera, los procedentes de HOAC y JOC, tributarios de su concreta metodología y su concepción eclesiológica, militan preferentemente en UGT, CC.OO, CGT, UCSTE y también en USO.
Otros católicos, vinculados a otras realidades eclesiales más próximas a los llamados “nuevos movimientos eclesiales”, militan en CSI-CSIF, CEMSATSE, ANPE y USO.
Y no olvidemos el origen católico del sindicato nacionalista ELA-STV, donde militan muchos católicos y sindicalistas antes independientes.
Pero creemos que no se trata de hablar y actuar conforme a los tradicionales esquemas de “derecha” e “izquierda”, trasladándolos a las realidades eclesiales españolas.
El mundo del trabajo está experimentando una evolución rapidísima e imprevista. Así, por ejemplo, la apertura del sindicalismo “de clase” a nuevos sectores sociales (funcionariado, autónomos, fuerzas de seguridad), años atrás considerados como sospechosos por la “clase obrera”, era inimaginable hace unas décadas. Por ello, apegarse a viejas formulaciones (concretadas en conceptos como mundo obrero, conciencia de clase, militancia obrera, etc.) es ir al fracaso, al servirse de categorías conceptuales y realidades sociales en recesión.
Desde nuestra perspectiva, el compromiso personal, concretado en la “militancia” individual, quedaría superado por un nuevo criterio operativo presente en la Iglesia contemporánea de la mano de los llamados “nuevos movimientos eclesiales”: el sentido de pertenencia a la realidad viva de la Iglesia.
Por otra parte, hay que considerar que el movimiento obrero en particular y sindical en general, han perdido buena parte de la capacidad transformadora que le caracterizaron décadas atrás, convirtiéndose en meros gestores de fondos públicos y de otros recursos de la vida laboral, insertados plenamente en el sistema.
Hoy día, para un cristiano, la llamada a la “nueva evangelización” impulsada por Juan Pablo II debe constituir un horizonte vital inmediato. Y esa evangelización pasa, en primer lugar, por el testimonio personal y el encuentro “cara a cara” que se produce en el entorno de cada uno, en los llamados “ambientes”. En este contexto, en la España postmoderna y desmovilizada, las estructuras sindicales que hemos descritos antes, no parecen decisivas; aunque ello no quiere decir que, como ámbito muy importante en la vida laboral de millones de españoles, los cristianos no puedan también trabajar en el seno de las mismas con un espíritu transformador y misionero.
Si queremos que la Iglesia sea una realidad carnal, identificable también en el mundo del trabajo, como una presencia humana, es precisa la creación de un nuevo sujeto cristiano.
La razón última del actuar en sindicalismo no sería, pues, un voluntarismo que pretende unir diversas esferas disociadas de la existencia humana. Se trabajaría en el sindicalismo también como expresión de la vida nueva encontrada en la Iglesia, como una dimensión operativa, y no dualista, de la vivencia integral de la fe en el seno de la comunidad cristiana. Y con esa perspectiva, se abriría, además, la posibilidad de dignificar la acción sindical, rescatándola del oportunismo, el desprestigio y la degradación en que se encuentra sumida.
                No hay futuro para un sindicalismo católico que no pase por la recuperación de un pueblo por la Iglesia.
                Los nuevos movimientos eclesiales que tienen esa clara conciencia, constituyen una posibilidad de “recreación” de ese pueblo que también puede ser visible en el mundo sindical. Pero no pueden dejar a sus militantes en la intemperie: pueden, y deben, cuidarlos con acciones formativas propias insertados en el carisma que les caracteriza. Y, con el tiempo, de madurar esas realidades nacidas en el calor de los respectivos movimientos, deben conocerse entre sí, pudiendo alcanzar, incluso, acuerdos concretos de actuación conjunta.
Históricamente, ya hemos mencionado la ocasión perdida de consolidación de un sindicalismo autónomo, de inspiración cristiana, nucleado en el fenómeno de los independientes en torno a la central USO; circunstancia en la que, además, CSIF pudo incorporar su particular bagaje y arraigo. El tiempo pasado no puede volver y no debe, en cualquier caso, determinar tácticas futuras de madurar una presencia significativa de católicos implicados en el sindicalismo español. Pero los católicos presentes en este ambiente laboral deberán “pegarse” al terreno, siendo muy realistas en las opciones tácticas que acuerden; decisiones que si se adoptan de forma comunitaria, constituirían una novedad social significativa.
Pero hay que considerar otro factor. Al igual que los partidos políticos, no todos los sindicatos respetan de idéntica forma la libertad de actuación de la Iglesia. Por ello, el trabajar únicamente en el interior de aquellos sindicatos que facilitan la actuación de ese sujeto cristiano, es una manera realista de ser presencia en el mundo laboral. Es más. Para algunos sindicatos de clase, el cristiano es un sospechoso que debe renunciar a su identidad más auténtica, debiendo revalidar su admisión en el grupo continuamente mediante un test de “fiabilidad sindicalmente correcta”.
                Un cristiano que actúe sindicalmente debe considerar qué espacio se concede, en el sindicato en el que trabaja, a principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, como son el principio de subsidiariedad, el derecho a la vida, la solidaridad, la libertad de enseñanza, la justicia distributiva, etc.
                Un nuevo sujeto católico en el mundo del trabajo debe partir de una identidad netamente católica, en que la pertenencia eclesial, la experiencia comunitaria y la creatividad social, sean características y expresión de esa presencia evangelizadora, producto de una vida más humana generada por la pertenencia a la Iglesia.

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