Hipótesis sobre Navarra
Enésima crisis política en Navarra: otra vez más, su permanencia sobre el tapete. Una pequeña comunidad española parece situarse como clave de la bóveda española. Selló su unidad nacional, pero caso de desprenderse, toda ella puede venirse abajo. ¿Qué está pasando? En definitiva, ¿Por qué es tan relevante Navarra? ¿Qué es Navarra? Para tratar de explicarlo recuperaremos un texto, de unos cuantos años atrás, pero que, entendemos, permanece vigente.
Vamos a partir de una hipótesis: Navarra es una específica experiencia popular de libertad, en el tiempo y en el espacio; una república cristiana.
A Navarra no la determinó una única lengua: se habló y se hablan varios idiomas. El euskera y el castellano, hoy; además de otros desaparecidos en su día, como el hebreo, el provenzal, el navarro-aragonés, el árabe (que está regresando)...
Tampoco la raza. Es y ha sido crisol de etnias muy distintas: vascones, celtas, romanos, visigodos, árabes, judíos, francos, hispanos…
Navarra, por lo tanto, no es el fruto de una construcción ideológico-teórica nacionalista.
En el centro de la hipótesis situábamos el concepto libertad, veíamos; pero no en el sentido moderno o posmoderno que la concibe como radical autodeterminación personal sin sujeción a regla o norma alguna; fruto de una deconstrucción social y personal.
Partamos de un hecho incuestionable: la libertad navarra ha sido fruto de la experiencia y la cultura cristianas; es decir, el movimiento personal y comunitario hacia el bien común. De las personas concretas, las familias, las comunidades.
Esta aspiración de libertad ha edificado el instrumento jurídico de los fueros, o Fuero; a modo de articulación de derechos y deberes, de poderes y jurisdicciones, en defensa de las libertades frente a los posibles abusos de los poderosos.
El Fuero, por tanto, es una forma concreta de república cristiana. La precisa expresión de una manera de situarse ante la vida y el mundo; lo que ha generado una mentalidad realista, comunitaria, y enraizada en los valores derivados de la cultura cristiana. Católica en concreto.
Encontramos a Navarra en los orígenes de las Españas: esa tan querida, como odiada –no en vano bastante desconocida-, madre de reinos y naciones que alumbró una de las empresas universales más sorprendentes. Nos referimos a la Reconquista española y la colonización y cristianización de todo un Nuevo Mundo. Navarra selló, decíamos, su unidad nacional a principios del siglo XVI. Y, como objetivo fundamental del nacionalismo vasco que es, vuelve a ser clave de su incierto futuro: «Pamplona, la Jerusalén del pueblo vasco» (Otegi dixit). Sin Navarra, como sin Vasconia, España no existiría. Pero Navarra no puede autoconcebirse sin España; salvo aplicándole dosis letales de violencia y de ingeniería social.
Uno de los mayores méritos de nuestros ancestros navarros fue la pervivencia del Fuero; adaptándolo a periodos históricos muy diversos y sobreviviendo a cambios dinásticos y sucesivos regímenes políticos.
Otra circunstancia relevante. Católicos y agnósticos; tradicionalistas y liberales; montañeses y riberos; castellanoparlantes y euskaldunes: a todos ellos les ha unido el Fuero.
Pero Navarra nunca ha sido una realidad al margen de la Historia, de los cambios culturales y de las modas. Ha sufrido el impacto de las diversas ideologías de la modernidad y postmodernidad; uno de cuyos efectos más visibles ha sido la progresiva pérdida de densidad del pueblo cristiano que inventó, alimentó y proyectó el Fuero.
De hecho, una concreción de ese impacto ha sido la disolución del concepto central de la navarridad: la libertad. Así, progresivamente, ya no será el bien común el objetivo final de nuestras gentes; sino un autónomo avance científico, el lucro personal y un obsesivo crecimiento económico, la radical autonomía individualista… o la construcción nacional vasca.
El nacionalismo vasco es inconcebible sin Navarra; donde pese a todo, siempre ha sido minoría. También en la actualidad; pues Navarra le puede proporcionar Historia, cultura y espacio.
En los tiempos de la Transición española a la democracia, buena parte del nacionalismo panvasquista se radicalizó en extremo; acreditando una sorprendente capacidad camaleónica, asimilando el feminismo radical, el pensamiento crítico, la Teología de la Liberación, el ecologismo holístico… todas las contraculturas eclosionadas desde el francés y californiano mayo del 68. En resumen: un marxismo-leninismo táctico, un desarrollo contracultural y un nacionalismo estratégico. Una poliédrica criatura sociológica.
Encarnado en ETA y su autodenominado MLNV, no obstante, se viene observando que ese nacionalismo radical tan activo en Navarra durante varias décadas, también ha buscado fórmulas –en los últimos años- más pragmáticas. Así, al igual que en la vecina Comunidad Autónoma Vasca, si bien por medio de otros actores dada la irrelevancia navarra del PNV, moderados y radicales pugnan por dirigir al nuevo «pueblo elegido».
Con todo, esa presencia nacionalista, esa atractiva “criatura”, si miramos las tendencias predominantes en el resto del continente, no deja de constituir una auténtica anomalía histórica: ¿por qué?
Por su particular y compleja naturaleza, a la que caracterizaríamos con las siguientes notas: ferozmente identitaria, militantemente comunitaria, estructuralmente totalitaria; no en vano en su dinámica contrasociedad puede articularse toda la vida de una persona. Afectos, ocio, mitos, formación, compromisos sociales, educación…
En este contexto, podemos señalar como retos de la navarridad, si le concebimos un futuro, los siguientes:
- Afrontar el desafío cultural y político del nacionalismo vasco.
- La recuperación de su naturaleza y dinámica comunitarias; como sustrato propio y sugestivo, y antídoto de las aventuras identitarias panvasquistas.
Volvamos a los orígenes. Si la navarridad nació y se alimentó del cristianismo, de sucesivas propuestas comunitarias socialcristianas, ¿podrá sobrevivir sin esas raíces? Como pueden observar, amables lectores, un reto común al del resto de Europa.
¿Puede reedificarse –todavía- una navarridad que ponga en su centro la libertad, entendida como una fuerza colectiva dinámica orientada al bien común, fruto del diálogo de sus diversas identidades culturales: católica, liberal, socialista… vasca?
Es el reto. Y la única oportunidad de supervivencia de este enclave histórico fruto del trabajo de las generaciones pasadas, las presentes, y de las que han de venir.
(Intervención del autor en el “Seminario Historia de España Marcelino Menéndez Pelayo: «NAVARRA; PASADO, PRESENTE Y FUTURO»”. 1 de abril de 2008. Universidad San Pablo-CEU. Madrid).
http://latribunadelpaisvasco.com/not/921/hipotesis_sobre_navarra/
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