El Gobierno de Navarra y el vascuence: durmiendo con su enemigo
Es evidente que el nacionalismo vasco nunca ha renunciado a la “unificación” de Navarra y Euskadi; una etapa imprescindible en su proyecto hegemónico de Euskal Herria. Lo que no siempre se ha evidenciado es la voluntaria y paradójica contribución de los sucesivos gobiernos de Navarra a esa machacona intromisión política que, ritual y periódicamente, denuncian. Pero, ¿cómo podría ejecutarse tal unificación? Tácticamente, se nos ocurren tres alternativas: En torno a esa supuesta “nueva” vía, esbozada con efectos necesariamente a largo plazo, recogemos las interesantes reflexiones efectuada por Jesús Urra, un histórico militante navarro de la izquierda vasquista no abertzale (procedente de los restos de las antiguas LCR y MCE), publicada en la página 16 de la revista Hika (número 204, febrero 2009) que editan sus correligionarios vascos de Zutik (incorporados ahora a Izquierda Anticapitalista y hermanos de Batzarre, una de las fuerzas de Nafarroa Bai). Hemos de destacar que en Hika, un espacio muy interesante de reflexión colectiva de las izquierdas vascas, encontramos desde significativos representantes del PSE-PSOE, hasta cualificados miembros de la izquierda abertzale “oficial”, pasando por numerosas expresiones de los movimientos sociales afines; un buen escaparate de las ideas-fuerza y tendencias de ese espectro político. Veámoslo. “Na-Bai (…) Debe reconocer y ser consecuente con un hecho sustantivo: la tendencia de la sociedad navarra en el único período largo de democracia (30 años) en que se ha podido expresar directamente -y este es un hecho nuevo e importante- refleja claramente la perspectiva de una Comunidad Foral constituida, independiente y claramente asentada. En consecuencia, la perspectiva que tenemos para bastantes años no es la unificación, sino la de reforzar los vínculos con la CAV, desarrollar las afinidades entre ambas comunidades… Igualmente, sería oportuno reflexionar acerca de admitir una moratoria en algunos temas centrales del llamado conflicto vasco-navarro, dada la excepcionalidad que impone ETA entre las gentes vasco o navarro-españolas y dada la falta de un consenso mínimo en la sociedad vasco-navarra para encarar los grandes temas pendiente”. Está bastante claro, pues, qué deben hacer los interesados en esa “unificación”, sin prisas, pero sin pausa: “desarrollar afinidades entre ambas comunidades”. Entonces, ¿se está trabajando en esa dirección? Recordemos un hecho. El pasado 26 de enero de 2009, el consejero de Educación del Gobierno de Navarra, Carlos Pérez-Nievas López de Goicoechea, y la consejera de Cultura del Gobierno Vasco, Miren Azkarate Villar, suscribieron una Declaración de Voluntades para el fomento del vascuence en la que se afirmaba “Que el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra y el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco, en el ámbito propio de sus respectivas competencias, comparten el interés por el intercambio de experiencias e información en materia de normalización lingüística del euskera”. Pero, tal acuerdo, nos preguntamos, ¿no supone “desarrollar afinidades entre ambas comunidades”? Y se hace ¡desinteresada y voluntariamente!, suponemos. Este Gobierno, navarrista por definición, ¿no está adoptando, entonces, una de las tácticas posibilistas más significativas de sus temidos rivales panvasquistas? ¿No está trabajando, pues, para beneficio otros? ¿Qué está pasando? Destaquemos una circunstancia muy relevante: dicho acuerdo se sirve, tal y como denunció el Partido Popular de Navarra en un comunicado difundido el día siguiente del evento, de la perspectiva propia del nacionalismo lingüístico vasco; por ejemplo, al emplear conceptos como el de “normalización”. Otro ejemplo de uso pernicioso del lenguaje. Acaso, ¿el vascuence está discriminado en Navarra? Y, desde otra perspectiva, ¿todavía ignora, el consejero de Educación del Gobierno de Navarra, que el euskera batua está concebido como un instrumento decisivo para la “construcción nacional vasca”? En realidad, esta noticia tampoco nos toma desprevenidos; de hecho, es una de tantas cesiones del navarrismo gubernamental ante las pretensiones de los incansables “actores sociales” del euskera panvasquista. Así, recordemos, la implantación de la toponimia euskérica en Navarra se ha efectuado desde la quimera artificiosa de la “reconstrucción” lingüística del batua; olvidando las especificidades de los dialectos del vascuence navarro. Y podríamos hablar también de la cuestionable implantación del euskera en el sistema educativo navarro y en las mismas administraciones públicas; en la polémica zonificación de la oficialidad de los idiomas hablados en Navarra; en el siempre privilegiado tratamiento de las ikastolas; en la timorata y limitada gestión de la reimplantación de las cadenas públicas vascas de televisión por medio de la TDT en Navarra; etc. Y es indiferente que este “nuevo” episodio sea –acaso- efecto del desesperado esfuerzo de CDN, socio de UPN en el actual Gobierno, por delimitar y mantener un espacio programático y electoral propio ante las diversas amenazas de extinción que sufre; no en vano el presidente Miguel Sanz ha avalado este pacto. En definitiva, y con la gravedad que ello implica, este nuevo hito es coherente con esa larga política de acomodación gubernamental ante la presión de los activistas de la euskaldunización política. Nos encontramos, de este modo, en una situación paradójica. A corto plazo, y a medio también, la estabilidad del régimen político navarro está garantizada; incluso con la posibilidad de una alternancia UPN-PSOE en el gobierno foral. Pero, a largo plazo, se están potenciando las bases de su desestabilización; pues cierta cultura que se impone -en este caso por medio de la punta de lanza del euskera político- no es neutra, por mucho que pretendan tranquilizarnos unos (los vasquistas por prudencia, para “no asustar”) y otros (los navarristas gubernamentales, para justificar sus contradicciones). Ya lo señalábamos antes: el euskera y su compleja y atractiva cultura, en buena medida, son armas decisivas de la “construcción nacional”. Y así seguirá siendo mientras no se le contraponga una política cultural alternativa y atractiva; pretensión en tantas ocasiones declarada, pero nunca afrontada con decidida voluntad política y las subsiguientes iniciativas legales y materiales.
Diario Liberal, 8 de febrero de 2009
0 comentarios