¿Hacia una remodelación decisiva de los espacios políticos de la izquierda y el nacionalismo vasco en Navarra?
La formación abertzale Aralar lidera la coalición electoral de todas las fuerzas nacionalistas vascas presentes en la Comunidad Foral; revolucionando, con ello, los espacios de la izquierda y del nacionalismo de Navarra. De consolidarse la iniciativa, ésta acarreará insospechadas repercusiones en la estabilidad social e institucional de esta tierra |
Una iniciativa de Aralar. El pasado día 8 de noviembre de 2003, el diario El Mundo informaba de las gestiones realizadas para la conformación de una coalición electoral de las fuerzas nacionalistas vascas presentes en la Comunidad Foral de Navarra: Aralar, PNV y EA. Por otra parte, el regional Diario de Navarra, esa misma semana, aseguraba que, considerando los últimos resultados obtenidos, en una crónica de pura matemática electoral, esa previsible coalición bien podría obtener un escaño, en el Congreso de los Diputados, a costa del PSOE. Días después, José Antonio Urbiola, el presidente de un PNV que apenas tiene incidencia y representatividad institucional en Navarra, aseguraba que las conversaciones marchaban por buen camino y que, en las mismas, propondría que los dos primeros puestos, de la lista al Congreso, se asignaran a dos nacionalistas independientes; muestra inequívoca de que aspiran idealmente a dos de los cinco escaños del Congreso correspondientes a Navarra. En cualquier caso, las expectativas creadas por esta noticia, en los medios políticos navarros, han sido enormes, pudiendo originar, en las próximas elecciones legislativas nacionales, un auténtico terremoto político. No cabe duda de que, en el centro de esa estrategia, gozando además del mayor respaldo electoral otorgado por el nacionalismo vasco presente en Navarra el pasado 25 de mayo, se encuentra la formación abertzale Aralar. Este joven partido, especialmente arraigado en Navarra, mucho más que en cualquier provincia vasca, está liderado por el político Patxi Zabaleta. Este personaje disfruta de una magnífica imagen en la mayor parte de los medios de comunicación y en la clase política en general; ganada por su postura crítica con la "lucha armada", hace años y progresivamente, en el seno de las filas de la izquierda abertzale de la que ha formado parte con un alto grado de protagonismo. A esa actitud –no carente de contradicciones, tal como ha evidenciado el intelectual Aurelio Arteta en un artículo publicado el día 19 de diciembre en Diario de Navarra- se le suma su trato correcto, incluso cordial, a todo tipo de personas; así como una reconocida capacidad de diálogo. Su impacto en la izquierda navarra. Sin embargo, pensamos que el cálculo realizado por Diario de Navarra ha sido muy conservador. Olvida, su autor, que una coalición semejante arrastraría, además, a una parte importante del electorado de Batzarre (la formación estructurada por los restos de LCR y MCE, que cuenta con cierta incidencia en algunas localidades navarras), a un sector de electores claramente nacionalistas de Izquierda Unida e, incluso, a votantes descontentos con el rumbo errático y sin pulso de la actual dirección navarra del PSOE. Si se suman a todos estos caudales de votos un número desconocido de votantes de Batasuna, que optarían con un criterio posibilista por un impulso decidido a "la" opción nacionalista vasca en Navarra, no es difícil deducir que tal lista superaría en votos a los obtenidos por un PSOE que sigue sin recuperarse electoralmente y cuya actual dirección no logra superar la, ya larga, crisis que arrastra este histórico partido de la izquierda navarra. Es más, no se adivina ninguna posibilidad de renovación desde su, dividida y menguada, oposición interna, más cuando algunas figuras –en su día- muy representativas, han abandonado el partido en una sangría constante. De esta forma, estructurada en torno a la potencia y capacidad de maniobra de Aralar, esta "nueva" opción ocuparía por completo el espacio electoral del nacionalismo vasco, con posibilidades de hacer lo mismo –además- en el espacio político de la tradicional izquierda navarra; lo que supondría, en definitiva, una enorme convulsión. Este movimiento nos permite constatar que lo que, en su momento, parecía una deseable iniciativa política (la aparición de Aralar, primero como corriente interna, después como partido autónomo), pues debilitaba a la izquierda abertzale restándole apoyos a su estrategia, implicaría ahora -con este movimiento táctico- un eficaz avance inimaginable; demostrando una envidiable capacidad de recuperación del espacio no sólo propiamente abertzale, sino de todo el nacionalista vasco e, incluso, de buena parte del de las izquierdas navarras. Sin duda, en este contexto, si algo interesa, para la estabilidad política y social de Navarra, es la consolidación y recuperación política y electoral de un maltrecho PSOE -pese a que de momento no se vislumbran indicios reales en ese sentido- junto con su proyección sindical de UGT, frente a unos agresivos sindicatos nacionalistas que avanzan lenta, pero imparablemente, en el panorama laboral navarro. ¿Pacto de progreso? Pero los temores generados, entre algunos políticos del actualmente gobernante UPN, no terminan ahí. Una vez liderado el espacio nacionalista vasco de Navarra por Aralar, y desplazado el PSOE de su segunda posición en votos del mapa electoral, el paso siguiente de Zabaleta sería, al igual que lo sucedido en Cataluña, un "pacto de progreso" que también englobara al PSOE, de cara a futuras elecciones autonómicas, en un intento de desbancar a UPN del Gobierno Foral. Sin duda, la apuesta es muy fuerte, con muchos riesgos y algunas dificultades; pero sus consecuencias, de prosperar, serían decisivos para la sociedad navarra y, también, para el desarrollo de algunos aspectos de la consustancial territorialidad del famoso plan Ibarretxe. Esta problemática situación plantea otra cuestión política de hondo calado, que no es otra que la de la verdadera naturaleza de la formación Aralar. La verdadera naturaleza de Aralar. Con un mensaje moderado de izquierda crítica, abierta, moderna, lindante con el ecosocialismo de otras latitudes, Aralar se presenta a sí misma como una opción dialogante, no dogmática, socialista, democrática y nacionalista. Estos contenidos, ¿cabe asimilarlos a los propios de la marxista - leninista izquierda abertzale? Aralar siempre ha declarado sentirse como una parte de esa izquierda abertzale, compartiendo los mismos planteamientos estratégicos y discrepando en algunas tácticas; lo que supone una ambigüedad dialéctica y un doble lenguaje preocupantes. Decíamos que la aparición de Aralar suscitó muchas expectativas, gozando su líder, Patxi Zabaleta, de evidentes simpatías en amplios medios políticos y periodísticos. No es el caso del criterio sostenido por Goiz-Argi, una interesante publicación electrónica de un grupo de nacionalistas vascos moderados. En algunos de sus artículos, en los que analizan y estudian a Aralar y algunas de las declaraciones políticas de Patxi Zabaleta, se sirven del materialismo dialéctico para intentar entender ese lenguaje, en ocasiones críptico pese a su aparente claridad, tal y como hacen con Batasuna y ETA. Sus conclusiones no son nada halagüeñas: Aralar, en definitiva, se trataría, a su juicio, de una formación disidente ficticia, "autorizada" a ver la luz justo en el momento oportuno, es decir, cuando el mapa político vasco empezaba a modificarse al apagarse la estrella política de Batasuna. Unos juicios, sin duda, que no pueden descartarse a priori, si no queremos caer en cómodos espejismos de efectos adormecedores. Hacia la unidad de acción del nacionalismo vasco. Desde que se difundió la propuesta electoral comentada, se han producido otras ofertas políticas en el mismo entorno. Es lógico. Si sirve para Navarra, ¿no puede servir, también, para el País Vasco? Así, EA ha hablado de la configuración de un "bloque nacional vasco" sin exclusiones. También Arnaldo Otegui ha pedido listas comunes que incorporen a representantes de su entorno. El mismo Patxi Zabaleta ha declarado que no descarta la presencia de abertzales radicales en la lista, siempre que participen de los principios de la coalición. Así, lo que empezó como una fórmula específicamente navarra, con la pretensión de que la presencia social y cultural del nacionalismo vasco recobrara su representatividad política, puede extenderse al País Vasco con repercusiones imprevisibles en todo caso: tanto si se consolida, como si no prospera. En definitiva: el panorama electoral navarro, al menos (las dificultades para que se extienda un pacto de estas características al País Vasco son mayores, dado el predominio de un PNV que no renuncia al liderazgo del nacionalismo en su conjunto), puede sufrir convulsiones que afectarían poderosamente a las expectativas políticas de los constitucionalistas, por una parte y de los nacionalistas vascos, por otra. |
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, 76, diciembre de 2003.
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