Claves de la política navarra. Abertzales, comunistas, católicos y carlistas.
En dos artículos anteriores hemos efectuado una aproximación a la plural realidad política de Navarra, a través de algunas de sus categorías sociológicas más decisivas: navarristas, napartarras y nacionalistas vascos. Terminaremos este viaje acercándonos a la izquierda abertzale, a los neocomunistas, al llamado “carlismo sociológico”, y, por último, a la expresión política de los católicos.
La izquierda abertzale.
Navarra también es particular en este campo. Es el único territorio en el que, desde su nacimiento, la izquierda abertzale supera en votos (entre 35 y 45.000) y vitalidad, al conjunto del nacionalismo moderado. Algunos de sus líderes más representativos, además, proceden de Navarra: Iñaki Aldekoa, Patxi Zabaleta, Floren Aoiz, Adolfo Araiz, etc.
Nutrida tanto de navarros de pura cepa, como de emigrantes e hijos de emigrantes, la izquierda abertzale sustituyó en su día a la potente extrema izquierda maoísta, en el espacio político radical, que, nacida en parte al calor de algunos sectores eclesiales, desapareció casi de repente a lo largo de la transición española a la democracia.
Sin embargo, pocos han sido, en número, los militantes navarros de ETA, siendo igualmente un porcentaje muy pequeño el de quienes han llegado a ostentar cargos de relevancia dentro de esa organización. Así lo afirma Fernando Reinares en su libro “Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA y por qué” (Taurus, 2001), al establecer en sus anexos estadísticos que los navarros de ETA supondrían un 7’7% del total de 431 militantes de la organización objeto de estudio en lo que respecta al territorio de nacimiento (aunque la tendencia era la de aumentar con los años).
Es en este entorno donde encontramos a la tribu de los "jarraitus" y su particular estética "borroka". Son las juventudes del MLNV, con un activismo y voluntarismo excepcional: desde la "kale borroka" hasta sus éxitos electorales en la Universidad Pública de Navarra (no olvidemos el mínimo porcentaje de votantes en dichos procesos académicos).
Con una especial incidencia en la zona norte y centro de Navarra, su presencia se mantiene, con altibajos, de forma estable y una representatividad constante.
La escisión de Aralar convulsionó su implantación, junto a la ilegalización de Batasuna. Los principales dirigentes de Aralar son navarros, gozando alguno de ellos (caso de Patxi Zabaleta) de un indudable prestigio que podría llegar a arrastrar, incluso, a sectores de la izquierda “españolista”. Aralar lidera a la reciente coalición electoral Nafarroa Bai, que intentará desbancar al PSOE de su liderazgo de la oposición a UPN, el próximo 14 de marzo. Y, de conseguirlo, tendremos que estar atentos a posibles futuros movimientos orientados a la articulación de una “coalición a la catalana”. En cualquier caso, lo consiga o no, ya está ocasionando un auténtico terremoto en la política navarra de consecuencias imprevisibles.
A caballo entre la izquierda abertzale y la izquierda ex comunista, se sitúa Batzarre. Integrada por los residuos de las antiguas LKI y EMK (Liga Comunista Revolucionaria y Movimiento Comunista), cuenta con una veterana militancia (la mayoría en torno a los 40 años) y cierta representatividad institucional en el Parlamento y algunos ayuntamientos navarros. Además, es muy conocida su capacidad de movilización y la originalidad de sus campañas. Tiene dos almas: la vasquista, inclinada hacia la izquierda abertzale, y la izquierdista internacionalista, más orientada hacia Izquierda Unida, coalición en la que han confluido algunos de sus antiguos camaradas del resto de España. El próximo 14 de marzo, apoyará a Nafarroa Bai, engrosando de esta forma sus exitosas posibilidades.
Si sumamos todos los votos nacionalistas, “moderados” y radicales, nunca han superado el 18% del censo navarro, siendo el 13’80% el recibido por esas fuerzas en las elecciones del 99. En este contexto, los comicios del 14 de marzo serán un auténtico test de sus expectativas reales.
En Navarra nunca arraigó el Partido Comunista de España. Su techo electoral se ha alcanzado, paradójicamente, con la fórmula de Izquierda Unida, en la que los comunistas son una estricta minoría, no siéndolo ninguno de los líderes de IU más representativos en Navarra.
La coalición en Navarra se ha decantado por una ambigua pertenencia a la Izquierda Unida del País Vasco, con unos niveles de autonomía política indudables, en un intento de superar la dicotomía navarrismo/abertzalismo, en el marco de una concepción federalista del Estado español. Sus integrantes son, en general, moderados partidarios de una integración de Navarra en Euskadi. No verían -pese a lo anterior- con malos ojos que, en una España federal, Navarra siguiera constituyendo una entidad autónoma diferenciada de la de sus vecinos. En cualquier caso, el futuro de sus tesis pasa por el desarrollo discutible de su coalición.
El carlismo, sociológicamente hablando, parece haber desaparecido. Sus hijos biológicos, de hecho, se encuentran presentes en todo el espectro político actual de Navarra.
Ni el minúsculo Partido Carlista, genuino representante del carloshuguismo progre (la rama socialista, federalista y autogestionaria), ni la refundada y rejuvenecida Comunión Tradicionalista Carlista, han logrado reestructurar al pueblo carlista. Tal vez ello sea así, por el único motivo de que tal pueblo ya no existe desde hace varias décadas. O tal vez, por tratarse –PC y CTC- de sus expresiones más ideologizadas, cuando el carlismo se trató de un movimiento popular y escasamente doctrinario al servicio de la Dinastía considerada como legítima, al menos en sus orígenes.
Del carlismo se conservan algunos tics en la política navarra, que, en buena medida, se confunden con un cierto temperamento de sus gentes: sentido de grupo, inclinación al asociacionismo, generosidad personal, apego a las tradiciones, espontaneidad, cierto populismo, sustrato religioso, valoración del hecho familiar…
Este fenómeno causa admiración a los foráneos. ¿Qué ha sido del carlismo? Se preguntan y nos preguntan cuando vienen a Navarra. En nuestros días sigue asombrando su aparente rápida desaparición, salvo para quiénes, todavía hoy carlistas, no admiten esta afirmación. Sin duda constituye una cuestión que debe estudiarse a fondo; con ello se proporcionarían, probablemente, algunas claves para entender el presente de Navarra.
Encontramos a católicos en todo el espectro político navarro: desde la CTC hasta Batasuna, aunque no en las mismas proporciones.
Igualmente, encontramos a democristianos en UPN (de la mano de Jaime Ignacio del Burgo), en Convergencia (que se define como social cristiano; lo que difícilmente casa con su apoyo a la legislación contraria a la familia que ha apoyado en varias ocasiones), y en el PNV.
Por otra parte, algunos de los movimientos eclesiales más pujantes, presentes en Navarra, consideran la vocación política como una opción estrictamente personal, de la que sólo sus protagonistas deben responsabilizarse. Ello explica, en parte, la tremenda dispersión del voto católico navarro. Con todo, no puede decirse que no tenga ninguna relevancia o proyección sociológica. Navarra cuenta con un porcentaje de jóvenes católicos practicantes un poco por encima de la media española; por el contrario, también concurre un porcentaje muy elevado de ateos militantes, muchos de ellos alineados con las opciones de la izquierda abertzale.
No obstante, pasadas polémicas desatadas acerca de la conveniencia de la fundación de un partido católico, no han tenido apenas eco en Navarra, salvo dentro de los restringidos medios del tradicionalismo, que las han seguido con interés pero con prevenciones.
Estos son, en breves trazos, los principales colores del plural mapa político navarro; un escenario en lenta pero constante evolución y que puede deparar, todavía, muchas sorpresas.
La izquierda abertzale.
Navarra también es particular en este campo. Es el único territorio en el que, desde su nacimiento, la izquierda abertzale supera en votos (entre 35 y 45.000) y vitalidad, al conjunto del nacionalismo moderado. Algunos de sus líderes más representativos, además, proceden de Navarra: Iñaki Aldekoa, Patxi Zabaleta, Floren Aoiz, Adolfo Araiz, etc.
Nutrida tanto de navarros de pura cepa, como de emigrantes e hijos de emigrantes, la izquierda abertzale sustituyó en su día a la potente extrema izquierda maoísta, en el espacio político radical, que, nacida en parte al calor de algunos sectores eclesiales, desapareció casi de repente a lo largo de la transición española a la democracia.
Sin embargo, pocos han sido, en número, los militantes navarros de ETA, siendo igualmente un porcentaje muy pequeño el de quienes han llegado a ostentar cargos de relevancia dentro de esa organización. Así lo afirma Fernando Reinares en su libro “Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA y por qué” (Taurus, 2001), al establecer en sus anexos estadísticos que los navarros de ETA supondrían un 7’7% del total de 431 militantes de la organización objeto de estudio en lo que respecta al territorio de nacimiento (aunque la tendencia era la de aumentar con los años).
Es en este entorno donde encontramos a la tribu de los "jarraitus" y su particular estética "borroka". Son las juventudes del MLNV, con un activismo y voluntarismo excepcional: desde la "kale borroka" hasta sus éxitos electorales en la Universidad Pública de Navarra (no olvidemos el mínimo porcentaje de votantes en dichos procesos académicos).
Con una especial incidencia en la zona norte y centro de Navarra, su presencia se mantiene, con altibajos, de forma estable y una representatividad constante.
La escisión de Aralar convulsionó su implantación, junto a la ilegalización de Batasuna. Los principales dirigentes de Aralar son navarros, gozando alguno de ellos (caso de Patxi Zabaleta) de un indudable prestigio que podría llegar a arrastrar, incluso, a sectores de la izquierda “españolista”. Aralar lidera a la reciente coalición electoral Nafarroa Bai, que intentará desbancar al PSOE de su liderazgo de la oposición a UPN, el próximo 14 de marzo. Y, de conseguirlo, tendremos que estar atentos a posibles futuros movimientos orientados a la articulación de una “coalición a la catalana”. En cualquier caso, lo consiga o no, ya está ocasionando un auténtico terremoto en la política navarra de consecuencias imprevisibles.
A caballo entre la izquierda abertzale y la izquierda ex comunista, se sitúa Batzarre. Integrada por los residuos de las antiguas LKI y EMK (Liga Comunista Revolucionaria y Movimiento Comunista), cuenta con una veterana militancia (la mayoría en torno a los 40 años) y cierta representatividad institucional en el Parlamento y algunos ayuntamientos navarros. Además, es muy conocida su capacidad de movilización y la originalidad de sus campañas. Tiene dos almas: la vasquista, inclinada hacia la izquierda abertzale, y la izquierdista internacionalista, más orientada hacia Izquierda Unida, coalición en la que han confluido algunos de sus antiguos camaradas del resto de España. El próximo 14 de marzo, apoyará a Nafarroa Bai, engrosando de esta forma sus exitosas posibilidades.
Si sumamos todos los votos nacionalistas, “moderados” y radicales, nunca han superado el 18% del censo navarro, siendo el 13’80% el recibido por esas fuerzas en las elecciones del 99. En este contexto, los comicios del 14 de marzo serán un auténtico test de sus expectativas reales.
La izquierda excomunista.
En Navarra nunca arraigó el Partido Comunista de España. Su techo electoral se ha alcanzado, paradójicamente, con la fórmula de Izquierda Unida, en la que los comunistas son una estricta minoría, no siéndolo ninguno de los líderes de IU más representativos en Navarra.
La coalición en Navarra se ha decantado por una ambigua pertenencia a la Izquierda Unida del País Vasco, con unos niveles de autonomía política indudables, en un intento de superar la dicotomía navarrismo/abertzalismo, en el marco de una concepción federalista del Estado español. Sus integrantes son, en general, moderados partidarios de una integración de Navarra en Euskadi. No verían -pese a lo anterior- con malos ojos que, en una España federal, Navarra siguiera constituyendo una entidad autónoma diferenciada de la de sus vecinos. En cualquier caso, el futuro de sus tesis pasa por el desarrollo discutible de su coalición.
El carlismo.
El carlismo, sociológicamente hablando, parece haber desaparecido. Sus hijos biológicos, de hecho, se encuentran presentes en todo el espectro político actual de Navarra.
Ni el minúsculo Partido Carlista, genuino representante del carloshuguismo progre (la rama socialista, federalista y autogestionaria), ni la refundada y rejuvenecida Comunión Tradicionalista Carlista, han logrado reestructurar al pueblo carlista. Tal vez ello sea así, por el único motivo de que tal pueblo ya no existe desde hace varias décadas. O tal vez, por tratarse –PC y CTC- de sus expresiones más ideologizadas, cuando el carlismo se trató de un movimiento popular y escasamente doctrinario al servicio de la Dinastía considerada como legítima, al menos en sus orígenes.
Del carlismo se conservan algunos tics en la política navarra, que, en buena medida, se confunden con un cierto temperamento de sus gentes: sentido de grupo, inclinación al asociacionismo, generosidad personal, apego a las tradiciones, espontaneidad, cierto populismo, sustrato religioso, valoración del hecho familiar…
Este fenómeno causa admiración a los foráneos. ¿Qué ha sido del carlismo? Se preguntan y nos preguntan cuando vienen a Navarra. En nuestros días sigue asombrando su aparente rápida desaparición, salvo para quiénes, todavía hoy carlistas, no admiten esta afirmación. Sin duda constituye una cuestión que debe estudiarse a fondo; con ello se proporcionarían, probablemente, algunas claves para entender el presente de Navarra.
El electorado católico.
Encontramos a católicos en todo el espectro político navarro: desde la CTC hasta Batasuna, aunque no en las mismas proporciones.
Igualmente, encontramos a democristianos en UPN (de la mano de Jaime Ignacio del Burgo), en Convergencia (que se define como social cristiano; lo que difícilmente casa con su apoyo a la legislación contraria a la familia que ha apoyado en varias ocasiones), y en el PNV.
Por otra parte, algunos de los movimientos eclesiales más pujantes, presentes en Navarra, consideran la vocación política como una opción estrictamente personal, de la que sólo sus protagonistas deben responsabilizarse. Ello explica, en parte, la tremenda dispersión del voto católico navarro. Con todo, no puede decirse que no tenga ninguna relevancia o proyección sociológica. Navarra cuenta con un porcentaje de jóvenes católicos practicantes un poco por encima de la media española; por el contrario, también concurre un porcentaje muy elevado de ateos militantes, muchos de ellos alineados con las opciones de la izquierda abertzale.
No obstante, pasadas polémicas desatadas acerca de la conveniencia de la fundación de un partido católico, no han tenido apenas eco en Navarra, salvo dentro de los restringidos medios del tradicionalismo, que las han seguido con interés pero con prevenciones.
Estos son, en breves trazos, los principales colores del plural mapa político navarro; un escenario en lenta pero constante evolución y que puede deparar, todavía, muchas sorpresas.
El Semanal Digital, 10 de marzo de 2004.
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