Estrategia y situación del centro derecha español en el País Vasco.
A lo largo de varios artículos publicados en este medio digital, desde finales de 1999, hemos analizado algunos aspectos de la situación que atraviesa el País Vasco desde la perspectiva, fundamentalmente, de los partidos nacionalistas. En esta ocasión nos asomaremos a la acción política del centro derecha español allí presente.
“Vasconia, tierra entrañablemente española, vive en su seno la acción de unos pretendidos tutores de sus derechos, de su ser histórico esencial, de su presente y de su futuro. Desde todos los ángulos de la vida política y social, grupos, asociaciones, partidos, sindicatos, etc., lanzan machaconamente la consigna de una Vasconia no española, recuperadora de la genuina identidad como nación soberana. Un gobierno autónomo, precisamente de esos pretendidos tutores, abre cada día más la brecha que nos separa de España. Independencia financiera, cultural, administrativa, pronto en materias de orden público… Esto ya lo sabes y no necesitamos recurrir a ninguna demagogia, a ningún tremendismo fuera de lugar. También sabes que todo ese proceso lo apoya y lo acelera un terrorismo dirigido sencillamente a españoles y miembros de las Fuerzas de Orden Público. (…)
Necesitamos, necesita España en Vasconia, maestros, catedráticos, científicos, artistas, hombres de la Cultura, políticos, trabajadores, sindicalistas, religiosos, deportistas, que ante todo se sientan españoles.
Existe un gran peligro. De Vasconia han ido marchándose estos últimos años miles de españoles atemorizados, expulsados, privados de sus medios naturales de vida. Llegan a 40.000. Andan repartidos por las tierras de España. Quizás conozcas a algunos. Esto significa que se está produciendo una desaparición física de la presencia española más activa de nuestra tierra. Si esto sigue así, llegará un momento en que todo vestigio de la españolidad será un recuerdo.
España va a desaparecer de Vasconia si los españoles que aún permanecemos allí no encontramos un medio y la ayuda para que la españolidad salga del ‘gettho’ y se manifieste libremente. Esto es lo que venimos a decirte. Tenemos que emprender una amplia campaña de recuperación civil. Si los enemigos de España han encontrado las energías necesarias para copar toda la vida social, ¿no tenemos nosotros las reservas suficientes de una gran nación que hizo grandes a los vascos precisamente, en la unidad con los demás pueblos de España? ¿no tendremos por ello aliento para futuras empresas unitarias que superen y absorban este desamor? ¿no tendremos tu ayuda?
Porque creemos firmemente que sí la tendremos estamos aquí. No regatees con España. No estamos solos en la lucha de Vasconia, porque Vasconia también es tuya”.
El texto anterior está escrito hace casi 20 años. Corresponde a un folleto de 8 páginas elaborado por un grupo de jóvenes vizcaínos, de convicciones joseantonianas, que alarmados ante la cotidiana realidad de la que eran impotentes testigos, realizaron una particular “Reivindicación española en Vasconia”, pues así lo titularon, basándose para ello también en un texto de Claudio Sánchez Albornoz.
El Colectivo Destino, nombre que se habían dado ese grupo de jóvenes, consideraba que la presencia española en el País Vasco se encontraba en grave peligro, como consecuencia de una ofensiva desatada por las fuerzas nacionalistas en múltiples ámbitos de la vida pública vasca: desde los resortes de las nuevas instituciones autonómicas, parte de los incipientes medios de comunicación autóctonos, el mundo de la educación (especialmente a través del euskera, concebido como privilegiada forma de “hacer patria, hacer Euskadi”), las manifestaciones culturales, la movilización callejera, e incluso, desde la acción terrorista. Consideraban, por otra parte, que era necesaria una sana reacción cívica ante un modelo cultural y político que se imponía, desde el ejercicio de múltiples resortes de poder, de forma artificiosa; pues la realidad vasca era plural. A su juicio, esta ofensiva se desarrollaba ante la inacción de los políticos del sistema y con la complicidad –un tanto inconsciente- de una izquierda cultural y política acomplejada que equiparaba, a modo de eficaz descalificación a priori, a todo lo que soñara a “español” a franquismo (españolismo = franquismo).
Por aquellas fechas, ni el centro derecha español, ni la izquierda tradicional, era consciente de que se trataba de una ofensiva, en toda regla, que perseguía el objetivo de enterrar una larga historia de convivencia en común que no gustaba a los nacionalistas, en un esfuerzo voluntarista y titánico de “construcción nacional”.
Desde la redacción de este texto han transcurrido casi dos décadas.
¿Qué ha ocurrido a lo largo de todo este periodo?
Al inicio de la transición política española, el PNV ya era una referencia fundamental y una presencia incuestionable. Herri Batasuna (HB), la expresión política de ETA, iniciaba su ascenso, recién creada esta formación, de imprevisibles e inimaginables consecuencias. Euskadiko Ezkerra (EE) constituía la esperanza, de una “nueva izquierda, nacionalista y creativa”, que no fraguó. De hecho, sus restos naufragaron quince años después, en su mayor parte, en el PSOE – PSE. La escisión sufrida en el Partido Nacionalista Vasco (PNV), auspiciada por Carlos Garaicoechea y sus seguidores, que constituyó Eusko Alkartasuna (EA), remodeló el espacio del nacionalismo, al perder peso el PNV. Pero no alejó las expectativas de una secesión a medio o largo plazo. Y para ese objetivo, las fuerzas nacionalistas desarrollaron una frenética actividad en todos los frentes de la vida social vasca: en las instituciones, que dominaban en buena medida, y en la calle. Ante ello, los “francotiradores” del españolismo, presentes en múltiples ámbitos, se batieron en retirada, abrumados ante un despliegue humano y de medios impresionante, que correspondía a una estrategia y tácticas perfectamente diseñadas. Por el contrario, esos representantes o militantes no nacionalistas, no encontraron el apoyo deseable en los demás partidos, careciendo de redes humanas y de recursos que les facilitaran esa actitud de resistencia y afirmación. Y el terrorismo, especialmente en los primeros años 80, ocasionaba un dolor y un sufrimiento tremendos, lo que también facilitó el repliegue de los partidos no nacionalistas a la mínima acción, limitándose a su concurrencia en las diversas convocatorias electorales y a celebraciones de sus conmemoraciones cronológicas. Mientras tanto, entre la presión terrorista y la propia de las instituciones autonómicas vascas, se obtenían “mayores cotas de autogobierno”, a la vez que se difundía, como si se tratara de un principio fundamental de la ciencia política, el tópico de que “sin nacionalistas en el Gobierno de Vitoria, ni es posible la gobernabilidad ni tampoco la paz”.
El Partido Socialista Obrero Español – Partido Socialista de Euskadi (PSOE – PSE) era otra fuerza política con la que había que contar. Disponía de una indudable base e implantación y, merced a la política de pactos de coalición con el PNV, alcanzó el Gobierno vasco, lo que permitía alegar una fachada de que “aquí no pasa nada extraordinario”. Pero pese a ello, se inició una lenta pero progresiva disminución de su apoyo electoral. A nivel sindical, la organización hermana socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT), reducía su representación de forma progresiva. Las Juventudes Socialistas (JJSS), por su parte, desaparecían como realidad relevante de la escena vasca. Por otra parte, fracasaron los intentos de implantar asociaciones ciudadanas (Unión de Consumidores de España, Jóvenes contra la Intolerancia, Jóvenes por la Ecología, Unión de Pequeños Agricultores, etc.), con la finalidad de generar un movimiento social afín al partido, tal como se realizaba con mayor fortuna en el resto del territorio español.
Por otra parte, este partido también ha sido objetivo de ETA. Recordemos el asesinato del senador Enrique Casas en 1984, Fernando Múgica en 1997 y los de Ricardo Buesa, José María Jáuregui y Ernest Lluch en el año 2000.
El Partido Comunista de Euskadi (PCE – EPK) vivía de la ilusión de su implantación en la “margen izquierda”, lo que se fue desvaneciendo rápidamente, a la vez que se evidenciaba su permanente crisis, pese a la fórmula y nueva etiqueta de Izquierda Unida (IU – EB). El liderazgo de Javier Madrazo confirma el permanente desconcierto en el que se desenvuelve la coalición en el País Vasco.
La historia del centro derecha español, también en el País Vasco, está jalonado por múltiples siglas y personalismos. Al iniciarse la transición, este sector político, se encontraba en una profunda crisis, con la necesidad de configurar una fuerza política que lo representara, asumiera su historia y diseñara una estrategia para un futuro incierto. Recordemos esas siglas: Democracia Cristiana Vasca (DCV), Guipúzcoa Unida (GU), Alianza Popular (AP), Unión de Centro Democrático (UCD), Unión Foral Vasca (UFV), Centro Democrático y Social (CDS), Partido Demócrata Liberal (PDL), Partido Reformista Democrático (PRD), Unión Liberal (UL), Partido Demócrata Popular (PDP), Democracia Cristiana (DC), Unidad Alavesa (UA), Unidad Vizcaína (UV). Ese ha sido el largo camino seguido hasta llegar al actual Partido Popular (PP). Mientras tanto, la presión terrorista también alcanzó a los militantes de UCD y AP, siendo asesinados varios de ellos, lo que aceleró la descomposición temporal de este sector político. Como militantes de UCD asesinados recordaremos a Ramón Bagueto, José Ignacio Ustarán, Jaime Arrese y Juan de Dios Doval. Militantes de Alianza Popular asesinados por ETA lo eran Modesto Carriegas, Luis Uriarte, Vicente Zorita y Alberto López-Jaureguizar.
El Partido Popular ha sufrido especialmente el terrorismo de ETA. Desde 1995 ETA ha asesinado a numerosos concejales: Gregorio Ordóñez, Miguel Angel Blanco, José Luis Caso, José Ignacio Iruretagoyena, Alberto Jiménez-Berrecil y su esposa Ascensión García, Manuel Zamarreño, Jesús María Pedrosa, José María Martín Carpena, Manuel Indiano y José Luis Ruiz. El partido navarro UPN también ha sufrido el asesinato de su concejal de Pamplona Tomás Caballero.
La llamada extrema derecha, que llegó a contar con grupos numerosos especialmente en Vizcaya, no superó las carencias derivadas de su falta de unidad, incapacidad de modernización y ausencia de liderazgo y estrategia. Esas carencias fundamentales, similares a las existentes en el resto de España, junto a la presión terrorista de ETA que ocasionó varias muertes entre sus filas, determinaron que haya desaparecido de la escena pública vasca.
Ya hemos visto algunas características de este espectro político.
Cuando Carlos Iturgaiz y el asesinado Gregorio Ordóñez, entraron en Alianza Popular, encontraron un partido sin apenas implantación territorial, sin proyección social, reducido electoralmente. Gracias a su tenacidad, y a un tremendo esfuerzo, lograron levantar al partido hasta la realidad actual. Hoy día cuenta con un número mucho mayor de militantes, se ha implantado en más localidades del País Vasco, ha ido generando poco a poco un nuevo liderazgo, se ha configurado como único partido político del espectro y, de la mano de Jaime Mayor Oreja (probable candidato del PP a lehendakari), ha logrado que el resto del Partido Popular asuma su interpretación de la actual situación y las posibles soluciones. Pero, por todo ello y al detentar el Gobierno de la nación, ha sido objetivo privilegiado del terrorismo de ETA, que le ha ocasionado numerosos asesinatos entre sus concejales, y múltiples acciones de “kale borroka” (lucha armada de baja intensidad, según sus términos). Ello ha supuesto que la implantación real del partido no corresponda con el apoyo electoral que ha ido ganando, si bien ello también es consecuencia, en parte, de la tradicional desmovilización de ese sector político. Y ese acoso se ha verificado, de forma dramática, llegado el momento de elaborar las listas de las candidaturas municipales, para lo que ha encontrado enormes dificultades.
A la vez que se producía un relevo generacional y en las siglas, una evolución ideológica se ha materializado en el centro derecha vasco.
A nivel simbólico ello se percibe al asumir la antaño denostada “ikurriña”, emplear el término “Euskadi”, etc.
Pero el cambio no sólo se produce en un plano simbólico sino, sobre todo, en el plano doctrinal. De ser un sector político inicialmente vinculado al franquismo y al conservadurismo más tradicional, se ha llegado al actual “centro reformista” impulsado por el Presidente José María Aznar. El querido y viejo foralismo ha sido sustituido por un autonomismo sin complejos, lo que puede en parte explicar la emergencia de Unidad Alavesa, formación en recesión y que busca desesperadamente hacerse con un hueco propio, pero que experimentó un ascenso importante enarbolando la bandera del foralismo.
Un liberalismo económico, que asume como propias las aspiraciones económicas de las clases medias urbanas, impregna otras áreas del pensamiento político popular.
De alguna manera, se ha producido una “desideologización”, lo que puede explicar una omisión de las figuras y referencias históricas y doctrinales de la derecha vasca y, sorprendentemente, que Manuel Azaña se haya convertido en una referencia doctrinal importante en el nuevo rumbo del partido (un ejemplo concreto de ello es el libro sobre la configuración de las Autonomías –La España plural- editado por la Fundación Elkargunea de Bilbao, hermana menor de la fundación liberal FAES que impulsa José María Aznar y que constituye el “laboratorio” de ideas del PP y su granero de nuevos líderes).
Las fuerzas nacionalistas, ya lo hemos indicado anteriormente, vienen afianzándose en los múltiples ambientes de la vida política, social y cultural vasca. PNV y HB se han ido adueñando de la vida social y política del País Vasco, constituyendo la progresiva implantación del euskera la punta de lanza de una estrategia que persigue la transformación de la conciencia colectiva vasca hacia un horizonte secesionista, para el que ya no es posible acuerdo alguno que contemple la permanencia en España. Esa labor se realiza de forma que parece seguir una concreta estrategia con un reparto de papeles entre cada una de las fuerzas políticas nacionalistas. Ya lo dijo Xabier Arzalluz: “unos mueven el árbol, otros recogen las nueces”.
El PNV viene trabajando, fundamentalmente, desde las instituciones. Siempre ha ocupado el Gobierno de Vitoria, solos o en coalición con otras fuerzas (PSOE, EA y EE). Y el lehendakari siempre ha sido un miembro del PNV. Desde allí se ha impulsado una política de inmersión lingüística, imponiendo el euskera en la administración y el mundo de la enseñanza. Se ha realizado una política cultural orientada hacia los valores étnicos, con una intencionalidad muy concreta. La Ertzaintza, la policía autónoma vasca, ha jugado un papel muy discutible en la lucha antiterrorista. Y para este juicio, nos remitimos a los hechos. En Navarra, donde no existe tal fuerza de orden autonómica, se han producido entre los causantes de la “kale borroka”, un total de 250 procesamientos. Por el contrario, en el País Vasco, donde tales actos son de mayor envergadura y se han producido en mayor número, no llegan a 100 el total de procesados. Siempre ha sido muy controvertida la concesión de subvenciones económicas por el Gobierno vasco, tanto en el ámbito cultural (desde AEK, el diario Gara, Udalbiltza, diversas fundaciones impulsoras de la “desobediencia civil”, etc.), como a iniciativas empresariales del entorno nacionalista.
Herri Batasuna viene realizando una labor capilar en el seno de la sociedad, de indudable calado, y con una perspectiva “gramsciana”, a partir de organizaciones sectoriales de todo tipo, combinándolo con la presencia selectiva en las instituciones, tanto a nivel nacional como autonómico y municipal. A ello hay que añadir la continua movilización callejera que con múltiples excusas realiza permanentemente (por los presos, la soberanía, la defensa del euskera, la democracia vasca, etc.). Tras muchos años de movilización permanente, está logrando, por fin, liderar al conjunto del nacionalismo, produciéndose un relevo generacional en el mismo a favor de este entorno de ETA - HB, perdiendo capacidad de iniciativa el viejo PNV; lo que ha evidenciado Lizarra y todos los movimientos posteriores.
ETA ha continuado, con mayor o menor intensidad, su labor terrorista, si bien la llamada tregua unilateral del año 1998 y 1999 supuso un espectacular triunfo táctico, al facilitar la radicalización del PNV y dirigirlo, con el conjunto de fuerzas nacionalistas, hacia el objetivo de una secesión a medio plazo.
El papel de EA ha sido menor, buscando un espacio propio, pero en apoyo de las estrategias mencionadas, salvo las prácticas terroristas, que siempre ha condenado.
Pero a lo largo de todos estos años, no sólo los partidos políticos han sido los protagonistas. La ciudadanía vasca no ha asistido impasible ante la orientación que pretendía imprimir el Gobierno de Vitoria al conjunto de la sociedad vasca y ante la permanente actividad terrorista.
La organización pacifista Gesto por la Paz ha liderado, poco a poco, un movimiento de resistencia no violenta, ante la presión terrorista, aunando muchas voluntades e incluyendo en sus filas también a nacionalistas.
El Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE) y la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), se han consolidado, logrando hacer su voz y rompiendo la marginación en que se les había sometido.
El Foro de Ermua, entidad nacida a partir de la movilización ciudadana producida con ocasión del secuestro y asesinato del concejal Miguel Angel Blanco, y compuesta en buena parte por antiguos militantes comunistas e incluso de ETA, ha aireado, desde los medios de comunicación y la Universidad, los mecanismos viciados de la acción política nacionalista de los últimos 25 años, denunciando la manipulación cultural y sus prácticas totalitarias, así como muchos falsos tópicos y mistificaciones existentes en torno a la identidad vasca. Mikel Azurmendi y Jon Juaristi, ambos exiliados, el primero en una universidad norteamericana y el segundo actual Director de la Biblioteca Nacional en Madrid, son un ejemplo de este tipo de intelectuales descrito.
Pero esta actitud contrasta con la de otros, caso de los agrupados en su día en torno al llamado “Foro de Madrid”, de marcado acento izquierdista, encabezados por Margarita Robles (secretaria de Estado de seguridad del ministro socialista Belloch), que consideran, al igual que Elkarri, que es necesario el diálogo para una salida negociada al “conflicto vasco” al tener éste –a su juicio- raíces políticas.
El asesinato del periodista de “El Mundo” y antiguo comunista, Jesús María López de Lacalle, es prueba de la preocupación causada en ETA por la actividad de este Foro. Irritación que comparte todo el espectro nacionalista.
Foro El Salvador ha asumido una labor paralela a la del Foro de Ermua en algunos ámbitos de la Iglesia vasca, cuyo papel ha sido calificado en muchas ocasiones como de ambiguo.
Otras asociaciones, como el Movimiento contra la Intolerancia y Denon Artean, se han sumado a este movimiento cívico de resistencia generado en el seno de la sociedad vasca. Y este movimiento, que ha suscitado numerosas adhesiones entre una ciudadanía generalmente silenciosa y desmovilizada, ha facilitado la toma de conciencia y un nuevo impulso a los partidos políticos no nacionalistas.
Para aunar fuerzas, se ha constituido el pasado día 2 de diciembre, la Plataforma Libertad, que agrupa al Foro de Ermua, Foro El Salvador, Asociación de Víctimas del Terrorismo, Movimiento contra la Intolerancia y Asociación por la Tolerancia.
Mencionaremos, por otra parte, a la iniciativa ciudadana, de marcado cariz político, ¡Basta ya!, premio Sajarov concedido el día 13 de diciembre de 2000 por el Parlamento Europeo. En dicha iniciativa han confluido muchos de los miembros de las organizaciones antes mencionadas.
El Partido Popular ha logrado tomar la iniciativa, pese a los golpes recibidos, en coherencia con una estrategia diseñada con una voluntad y decisión que ha sorprendido a los nacionalistas, con el ánimo de dar un vuelco a la situación. Una voluntad de lucha con la que no contaban, pues en sus cálculos ya empezaban a dar por hecha la retirada de PP y PSOE de la vida política vasca.
La estrategia actual del Partido Popular pasa por varias tácticas: el cambio de opinión generado por la acción mediática, la presión policial, la cooperación internacional, las reformas legales para facilitar la lucha antiterrorista, la resistencia heroica de sus concejales y militantes, el nuevo movimiento cívico vasco, la recuperación del sector de centro derecha votante del PNV y de Unidad Alavesa.
Pero para que esa estrategia obtenga el resultado esperado, es preciso que la “unidad de los demócratas” genere su fruto más esperado: un pacto de gobierno que garantice un ejecutivo no nacionalista en Vitoria. Ello permitiría que el conjunto de las Fuerzas de Seguridad (incluida la Ertzaintza, ausente por lo general en la batalla antiterrorista) combatiría a ETA más eficazmente, con un mejor aprovechamiento de los recursos existentes. Además, facilitaría una política de subvenciones no sectaria, una acción social y cultural acorde con la pluralidad de la sociedad vasca y el intento –muy difícil- de desactivación del euskera como punta de lanza de la ofensiva nacionalista.
Sin embargo, la situación que atraviesa el PSOE no está facilitando alcanzar ese acuerdo, núcleo de la estrategia popular. El PSOE sufre tensiones internas, pues existen sensibilidades como la del sector “guipuzcoano” interesadas en recuperar la colaboración institucional con el PNV. El asesinato del socialista catalán, y miembro de Elkarri, Ernest Lluch, ha abierto ese debate, posicionándose destacados dirigentes como Felipe González y Pasqual Maragall a favor de esa alternativa.
Este debate también es reflejo de la necesidad del PSOE de crearse un espacio y una estrategia propia, si no quiere verse arrastrado por un Partido Popular muy decidido. De ahí el empeño del PSOE en llegar a un pacto antiterrorista, global y escrito, que incorpore diversas iniciativas, tratando de sumar a otros partidos políticos y que no le cierre la posibilidad de un acuerdo postelectoral con el PNV.
Ese es el sentido del “Pacto por las libertades y contra el terrorismo” firmado el día 12 de diciembre de 2000 por los secretarios generales del PP y el PSOE. Criticado por Izquierda Unida y todos los partidos nacionalistas, incluidos los catalanes de CiU, ha sido muy bien recibido por la mayoría de los medios de comunicación y las organizaciones cívicas implicadas en la lucha por la paz en el País Vasco. Será suscrito por otras fuerzas, caso de Unidad Alavesa y Unión del Pueblo Navarro y no impedirá un pacto postelectoral del PSOE con el PP o incluso con el PNV. Por todo ello, no es imposible que el próximo lehendakari sea el socialista Nicolás Redondo.
Sin embargo, el triunfo de la estrategia diseñada por el PP no está garantizado. Prueba de ello son los resultados de sondeos preelectorales difundidos a finales de noviembre, según los cuales, unas elecciones anticipadas (cuya fecha se rumorea pudiera establecerse en torno al 4 de marzo de 2001) apenas cambiaría las cosas. Si a ello se suman las dudas de los socialistas, es comprensible cierto grado de nerviosismo existente en el PP, que la firma del citado “Pacto” no ha despejado.
En esta situación, el PNV juega la baza del transcurso del tiempo, a la vez que intenta cargar sobre el PP una imagen de dureza e incapacidad para el diálogo. Junto a ello, el intento de establecer “puentes” con el PSOE es evidente.
Además,, en esa estrategia, observamos algunas carencias. Apenas existe labor social en muchos ámbitos, aparentemente controlados por ETA - HB: asociacionismo de base, determinados medios juveniles, etc.
Y, para entender lo anterior, tenemos que partir de una constatación. Algunos dirigentes socialistas han hablado de la existencia clandestina del partido en muchas localidades vascas. Salvo en las grandes ciudades, donde se desarrolla una acción política “normalizada”, en el resto de localidades, no digamos ya en los pequeños municipios rurales, la vida de las “Casas del Pueblo” languidece entre la efervescencia nacionalista. Apenas hay militantes menores de 40 años, limitándose su acción política a la desarrollada por algunos de sus concejales.
Y para el Partido Popular la situación no es mejor, en buena medida como consecuencia de la persecución a la que se ha visto sometido.
Volvamos al texto inicial de este artículo. El folleto, del que hemos hablado, fue distribuido masivamente en Madrid un domingo 20 de noviembre, entre un sector social al que el Colectivo Destino juzgaba más sensible ante el rumbo de los acontecimientos. Sin duda, gracias a la perspectiva proporcionada por el transcurso de 20 años, podemos deducir hoy día que aquel no era el medio adecuado, ni el destinatario del texto constituía un sector social con la capacidad de rectificación de la situación denunciada, ni tampoco se trataba de la convocatoria pública apropiada. Pero, pese a todo ello, el diagnóstico de la situación era certero, anticipándose, pese a ser considerado entonces como “políticamente incorrecto” (dicho con lenguaje de hoy), a una opinión que se ha generalizado, en ese sentido, en los últimos años.
Pese a ese diagnóstico, pesimista para algunos, y a partir de los datos comentados en este artículo, podemos deducir que hay algunos signos evidentes de que la realidad del País Vasco está experimentando un cierto cambio.
Un indicio de ello son las expectativas electorales –inimaginables hace unos pocos años- del Partido Popular que, pese a todas las dificultades señaladas, puede convertirse en la fuerza más votada también ese territorio (su socio Unión del Pueblo Navarro –UPN- ya lo es en Navarra desde hace varios años).
Otro aspecto importante es la aparición y consolidación de ese movimiento cívico de resistencia ante la presión del nacionalismo secesionista y el terrorismo de ETA.
Sin duda, el ascenso del Partido Popular se ha impulsado además del hecho de detentar el Gobierno español, en parte, gracias a este movimiento cívico que ha liberado fuerzas ciudadanas antes amordazadas y anuladas. Por todo ello es previsible que, tanto el Partido Popular, como ese movimiento ciudadano, sean atacados desde múltiples frentes por un nacionalismo que, pese a la complejidad de la situación, percibe más cercano que nunca el logro de sus objetivos.
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 40, diciembre de 2000
Introducción.
“Vasconia, tierra entrañablemente española, vive en su seno la acción de unos pretendidos tutores de sus derechos, de su ser histórico esencial, de su presente y de su futuro. Desde todos los ángulos de la vida política y social, grupos, asociaciones, partidos, sindicatos, etc., lanzan machaconamente la consigna de una Vasconia no española, recuperadora de la genuina identidad como nación soberana. Un gobierno autónomo, precisamente de esos pretendidos tutores, abre cada día más la brecha que nos separa de España. Independencia financiera, cultural, administrativa, pronto en materias de orden público… Esto ya lo sabes y no necesitamos recurrir a ninguna demagogia, a ningún tremendismo fuera de lugar. También sabes que todo ese proceso lo apoya y lo acelera un terrorismo dirigido sencillamente a españoles y miembros de las Fuerzas de Orden Público. (…)
Necesitamos, necesita España en Vasconia, maestros, catedráticos, científicos, artistas, hombres de la Cultura, políticos, trabajadores, sindicalistas, religiosos, deportistas, que ante todo se sientan españoles.
Existe un gran peligro. De Vasconia han ido marchándose estos últimos años miles de españoles atemorizados, expulsados, privados de sus medios naturales de vida. Llegan a 40.000. Andan repartidos por las tierras de España. Quizás conozcas a algunos. Esto significa que se está produciendo una desaparición física de la presencia española más activa de nuestra tierra. Si esto sigue así, llegará un momento en que todo vestigio de la españolidad será un recuerdo.
España va a desaparecer de Vasconia si los españoles que aún permanecemos allí no encontramos un medio y la ayuda para que la españolidad salga del ‘gettho’ y se manifieste libremente. Esto es lo que venimos a decirte. Tenemos que emprender una amplia campaña de recuperación civil. Si los enemigos de España han encontrado las energías necesarias para copar toda la vida social, ¿no tenemos nosotros las reservas suficientes de una gran nación que hizo grandes a los vascos precisamente, en la unidad con los demás pueblos de España? ¿no tendremos por ello aliento para futuras empresas unitarias que superen y absorban este desamor? ¿no tendremos tu ayuda?
Porque creemos firmemente que sí la tendremos estamos aquí. No regatees con España. No estamos solos en la lucha de Vasconia, porque Vasconia también es tuya”.
El texto anterior está escrito hace casi 20 años. Corresponde a un folleto de 8 páginas elaborado por un grupo de jóvenes vizcaínos, de convicciones joseantonianas, que alarmados ante la cotidiana realidad de la que eran impotentes testigos, realizaron una particular “Reivindicación española en Vasconia”, pues así lo titularon, basándose para ello también en un texto de Claudio Sánchez Albornoz.
El Colectivo Destino, nombre que se habían dado ese grupo de jóvenes, consideraba que la presencia española en el País Vasco se encontraba en grave peligro, como consecuencia de una ofensiva desatada por las fuerzas nacionalistas en múltiples ámbitos de la vida pública vasca: desde los resortes de las nuevas instituciones autonómicas, parte de los incipientes medios de comunicación autóctonos, el mundo de la educación (especialmente a través del euskera, concebido como privilegiada forma de “hacer patria, hacer Euskadi”), las manifestaciones culturales, la movilización callejera, e incluso, desde la acción terrorista. Consideraban, por otra parte, que era necesaria una sana reacción cívica ante un modelo cultural y político que se imponía, desde el ejercicio de múltiples resortes de poder, de forma artificiosa; pues la realidad vasca era plural. A su juicio, esta ofensiva se desarrollaba ante la inacción de los políticos del sistema y con la complicidad –un tanto inconsciente- de una izquierda cultural y política acomplejada que equiparaba, a modo de eficaz descalificación a priori, a todo lo que soñara a “español” a franquismo (españolismo = franquismo).
Por aquellas fechas, ni el centro derecha español, ni la izquierda tradicional, era consciente de que se trataba de una ofensiva, en toda regla, que perseguía el objetivo de enterrar una larga historia de convivencia en común que no gustaba a los nacionalistas, en un esfuerzo voluntarista y titánico de “construcción nacional”.
Desde la redacción de este texto han transcurrido casi dos décadas.
¿Qué ha ocurrido a lo largo de todo este periodo?
La transición política en el País Vasco.
Al inicio de la transición política española, el PNV ya era una referencia fundamental y una presencia incuestionable. Herri Batasuna (HB), la expresión política de ETA, iniciaba su ascenso, recién creada esta formación, de imprevisibles e inimaginables consecuencias. Euskadiko Ezkerra (EE) constituía la esperanza, de una “nueva izquierda, nacionalista y creativa”, que no fraguó. De hecho, sus restos naufragaron quince años después, en su mayor parte, en el PSOE – PSE. La escisión sufrida en el Partido Nacionalista Vasco (PNV), auspiciada por Carlos Garaicoechea y sus seguidores, que constituyó Eusko Alkartasuna (EA), remodeló el espacio del nacionalismo, al perder peso el PNV. Pero no alejó las expectativas de una secesión a medio o largo plazo. Y para ese objetivo, las fuerzas nacionalistas desarrollaron una frenética actividad en todos los frentes de la vida social vasca: en las instituciones, que dominaban en buena medida, y en la calle. Ante ello, los “francotiradores” del españolismo, presentes en múltiples ámbitos, se batieron en retirada, abrumados ante un despliegue humano y de medios impresionante, que correspondía a una estrategia y tácticas perfectamente diseñadas. Por el contrario, esos representantes o militantes no nacionalistas, no encontraron el apoyo deseable en los demás partidos, careciendo de redes humanas y de recursos que les facilitaran esa actitud de resistencia y afirmación. Y el terrorismo, especialmente en los primeros años 80, ocasionaba un dolor y un sufrimiento tremendos, lo que también facilitó el repliegue de los partidos no nacionalistas a la mínima acción, limitándose a su concurrencia en las diversas convocatorias electorales y a celebraciones de sus conmemoraciones cronológicas. Mientras tanto, entre la presión terrorista y la propia de las instituciones autonómicas vascas, se obtenían “mayores cotas de autogobierno”, a la vez que se difundía, como si se tratara de un principio fundamental de la ciencia política, el tópico de que “sin nacionalistas en el Gobierno de Vitoria, ni es posible la gobernabilidad ni tampoco la paz”.
El Partido Socialista Obrero Español – Partido Socialista de Euskadi (PSOE – PSE) era otra fuerza política con la que había que contar. Disponía de una indudable base e implantación y, merced a la política de pactos de coalición con el PNV, alcanzó el Gobierno vasco, lo que permitía alegar una fachada de que “aquí no pasa nada extraordinario”. Pero pese a ello, se inició una lenta pero progresiva disminución de su apoyo electoral. A nivel sindical, la organización hermana socialista, la Unión General de Trabajadores (UGT), reducía su representación de forma progresiva. Las Juventudes Socialistas (JJSS), por su parte, desaparecían como realidad relevante de la escena vasca. Por otra parte, fracasaron los intentos de implantar asociaciones ciudadanas (Unión de Consumidores de España, Jóvenes contra la Intolerancia, Jóvenes por la Ecología, Unión de Pequeños Agricultores, etc.), con la finalidad de generar un movimiento social afín al partido, tal como se realizaba con mayor fortuna en el resto del territorio español.
Por otra parte, este partido también ha sido objetivo de ETA. Recordemos el asesinato del senador Enrique Casas en 1984, Fernando Múgica en 1997 y los de Ricardo Buesa, José María Jáuregui y Ernest Lluch en el año 2000.
El Partido Comunista de Euskadi (PCE – EPK) vivía de la ilusión de su implantación en la “margen izquierda”, lo que se fue desvaneciendo rápidamente, a la vez que se evidenciaba su permanente crisis, pese a la fórmula y nueva etiqueta de Izquierda Unida (IU – EB). El liderazgo de Javier Madrazo confirma el permanente desconcierto en el que se desenvuelve la coalición en el País Vasco.
La historia del centro derecha español, también en el País Vasco, está jalonado por múltiples siglas y personalismos. Al iniciarse la transición, este sector político, se encontraba en una profunda crisis, con la necesidad de configurar una fuerza política que lo representara, asumiera su historia y diseñara una estrategia para un futuro incierto. Recordemos esas siglas: Democracia Cristiana Vasca (DCV), Guipúzcoa Unida (GU), Alianza Popular (AP), Unión de Centro Democrático (UCD), Unión Foral Vasca (UFV), Centro Democrático y Social (CDS), Partido Demócrata Liberal (PDL), Partido Reformista Democrático (PRD), Unión Liberal (UL), Partido Demócrata Popular (PDP), Democracia Cristiana (DC), Unidad Alavesa (UA), Unidad Vizcaína (UV). Ese ha sido el largo camino seguido hasta llegar al actual Partido Popular (PP). Mientras tanto, la presión terrorista también alcanzó a los militantes de UCD y AP, siendo asesinados varios de ellos, lo que aceleró la descomposición temporal de este sector político. Como militantes de UCD asesinados recordaremos a Ramón Bagueto, José Ignacio Ustarán, Jaime Arrese y Juan de Dios Doval. Militantes de Alianza Popular asesinados por ETA lo eran Modesto Carriegas, Luis Uriarte, Vicente Zorita y Alberto López-Jaureguizar.
El Partido Popular ha sufrido especialmente el terrorismo de ETA. Desde 1995 ETA ha asesinado a numerosos concejales: Gregorio Ordóñez, Miguel Angel Blanco, José Luis Caso, José Ignacio Iruretagoyena, Alberto Jiménez-Berrecil y su esposa Ascensión García, Manuel Zamarreño, Jesús María Pedrosa, José María Martín Carpena, Manuel Indiano y José Luis Ruiz. El partido navarro UPN también ha sufrido el asesinato de su concejal de Pamplona Tomás Caballero.
La llamada extrema derecha, que llegó a contar con grupos numerosos especialmente en Vizcaya, no superó las carencias derivadas de su falta de unidad, incapacidad de modernización y ausencia de liderazgo y estrategia. Esas carencias fundamentales, similares a las existentes en el resto de España, junto a la presión terrorista de ETA que ocasionó varias muertes entre sus filas, determinaron que haya desaparecido de la escena pública vasca.
La trayectoria del centro derecha vasco.
Ya hemos visto algunas características de este espectro político.
Cuando Carlos Iturgaiz y el asesinado Gregorio Ordóñez, entraron en Alianza Popular, encontraron un partido sin apenas implantación territorial, sin proyección social, reducido electoralmente. Gracias a su tenacidad, y a un tremendo esfuerzo, lograron levantar al partido hasta la realidad actual. Hoy día cuenta con un número mucho mayor de militantes, se ha implantado en más localidades del País Vasco, ha ido generando poco a poco un nuevo liderazgo, se ha configurado como único partido político del espectro y, de la mano de Jaime Mayor Oreja (probable candidato del PP a lehendakari), ha logrado que el resto del Partido Popular asuma su interpretación de la actual situación y las posibles soluciones. Pero, por todo ello y al detentar el Gobierno de la nación, ha sido objetivo privilegiado del terrorismo de ETA, que le ha ocasionado numerosos asesinatos entre sus concejales, y múltiples acciones de “kale borroka” (lucha armada de baja intensidad, según sus términos). Ello ha supuesto que la implantación real del partido no corresponda con el apoyo electoral que ha ido ganando, si bien ello también es consecuencia, en parte, de la tradicional desmovilización de ese sector político. Y ese acoso se ha verificado, de forma dramática, llegado el momento de elaborar las listas de las candidaturas municipales, para lo que ha encontrado enormes dificultades.
A la vez que se producía un relevo generacional y en las siglas, una evolución ideológica se ha materializado en el centro derecha vasco.
A nivel simbólico ello se percibe al asumir la antaño denostada “ikurriña”, emplear el término “Euskadi”, etc.
Pero el cambio no sólo se produce en un plano simbólico sino, sobre todo, en el plano doctrinal. De ser un sector político inicialmente vinculado al franquismo y al conservadurismo más tradicional, se ha llegado al actual “centro reformista” impulsado por el Presidente José María Aznar. El querido y viejo foralismo ha sido sustituido por un autonomismo sin complejos, lo que puede en parte explicar la emergencia de Unidad Alavesa, formación en recesión y que busca desesperadamente hacerse con un hueco propio, pero que experimentó un ascenso importante enarbolando la bandera del foralismo.
Un liberalismo económico, que asume como propias las aspiraciones económicas de las clases medias urbanas, impregna otras áreas del pensamiento político popular.
De alguna manera, se ha producido una “desideologización”, lo que puede explicar una omisión de las figuras y referencias históricas y doctrinales de la derecha vasca y, sorprendentemente, que Manuel Azaña se haya convertido en una referencia doctrinal importante en el nuevo rumbo del partido (un ejemplo concreto de ello es el libro sobre la configuración de las Autonomías –La España plural- editado por la Fundación Elkargunea de Bilbao, hermana menor de la fundación liberal FAES que impulsa José María Aznar y que constituye el “laboratorio” de ideas del PP y su granero de nuevos líderes).
El control nacionalista de la vida pública vasca.
Las fuerzas nacionalistas, ya lo hemos indicado anteriormente, vienen afianzándose en los múltiples ambientes de la vida política, social y cultural vasca. PNV y HB se han ido adueñando de la vida social y política del País Vasco, constituyendo la progresiva implantación del euskera la punta de lanza de una estrategia que persigue la transformación de la conciencia colectiva vasca hacia un horizonte secesionista, para el que ya no es posible acuerdo alguno que contemple la permanencia en España. Esa labor se realiza de forma que parece seguir una concreta estrategia con un reparto de papeles entre cada una de las fuerzas políticas nacionalistas. Ya lo dijo Xabier Arzalluz: “unos mueven el árbol, otros recogen las nueces”.
El PNV viene trabajando, fundamentalmente, desde las instituciones. Siempre ha ocupado el Gobierno de Vitoria, solos o en coalición con otras fuerzas (PSOE, EA y EE). Y el lehendakari siempre ha sido un miembro del PNV. Desde allí se ha impulsado una política de inmersión lingüística, imponiendo el euskera en la administración y el mundo de la enseñanza. Se ha realizado una política cultural orientada hacia los valores étnicos, con una intencionalidad muy concreta. La Ertzaintza, la policía autónoma vasca, ha jugado un papel muy discutible en la lucha antiterrorista. Y para este juicio, nos remitimos a los hechos. En Navarra, donde no existe tal fuerza de orden autonómica, se han producido entre los causantes de la “kale borroka”, un total de 250 procesamientos. Por el contrario, en el País Vasco, donde tales actos son de mayor envergadura y se han producido en mayor número, no llegan a 100 el total de procesados. Siempre ha sido muy controvertida la concesión de subvenciones económicas por el Gobierno vasco, tanto en el ámbito cultural (desde AEK, el diario Gara, Udalbiltza, diversas fundaciones impulsoras de la “desobediencia civil”, etc.), como a iniciativas empresariales del entorno nacionalista.
Herri Batasuna viene realizando una labor capilar en el seno de la sociedad, de indudable calado, y con una perspectiva “gramsciana”, a partir de organizaciones sectoriales de todo tipo, combinándolo con la presencia selectiva en las instituciones, tanto a nivel nacional como autonómico y municipal. A ello hay que añadir la continua movilización callejera que con múltiples excusas realiza permanentemente (por los presos, la soberanía, la defensa del euskera, la democracia vasca, etc.). Tras muchos años de movilización permanente, está logrando, por fin, liderar al conjunto del nacionalismo, produciéndose un relevo generacional en el mismo a favor de este entorno de ETA - HB, perdiendo capacidad de iniciativa el viejo PNV; lo que ha evidenciado Lizarra y todos los movimientos posteriores.
ETA ha continuado, con mayor o menor intensidad, su labor terrorista, si bien la llamada tregua unilateral del año 1998 y 1999 supuso un espectacular triunfo táctico, al facilitar la radicalización del PNV y dirigirlo, con el conjunto de fuerzas nacionalistas, hacia el objetivo de una secesión a medio plazo.
El papel de EA ha sido menor, buscando un espacio propio, pero en apoyo de las estrategias mencionadas, salvo las prácticas terroristas, que siempre ha condenado.
La nueva resistencia cívica vasca.
Pero a lo largo de todos estos años, no sólo los partidos políticos han sido los protagonistas. La ciudadanía vasca no ha asistido impasible ante la orientación que pretendía imprimir el Gobierno de Vitoria al conjunto de la sociedad vasca y ante la permanente actividad terrorista.
La organización pacifista Gesto por la Paz ha liderado, poco a poco, un movimiento de resistencia no violenta, ante la presión terrorista, aunando muchas voluntades e incluyendo en sus filas también a nacionalistas.
El Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE) y la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), se han consolidado, logrando hacer su voz y rompiendo la marginación en que se les había sometido.
El Foro de Ermua, entidad nacida a partir de la movilización ciudadana producida con ocasión del secuestro y asesinato del concejal Miguel Angel Blanco, y compuesta en buena parte por antiguos militantes comunistas e incluso de ETA, ha aireado, desde los medios de comunicación y la Universidad, los mecanismos viciados de la acción política nacionalista de los últimos 25 años, denunciando la manipulación cultural y sus prácticas totalitarias, así como muchos falsos tópicos y mistificaciones existentes en torno a la identidad vasca. Mikel Azurmendi y Jon Juaristi, ambos exiliados, el primero en una universidad norteamericana y el segundo actual Director de la Biblioteca Nacional en Madrid, son un ejemplo de este tipo de intelectuales descrito.
Pero esta actitud contrasta con la de otros, caso de los agrupados en su día en torno al llamado “Foro de Madrid”, de marcado acento izquierdista, encabezados por Margarita Robles (secretaria de Estado de seguridad del ministro socialista Belloch), que consideran, al igual que Elkarri, que es necesario el diálogo para una salida negociada al “conflicto vasco” al tener éste –a su juicio- raíces políticas.
El asesinato del periodista de “El Mundo” y antiguo comunista, Jesús María López de Lacalle, es prueba de la preocupación causada en ETA por la actividad de este Foro. Irritación que comparte todo el espectro nacionalista.
Foro El Salvador ha asumido una labor paralela a la del Foro de Ermua en algunos ámbitos de la Iglesia vasca, cuyo papel ha sido calificado en muchas ocasiones como de ambiguo.
Otras asociaciones, como el Movimiento contra la Intolerancia y Denon Artean, se han sumado a este movimiento cívico de resistencia generado en el seno de la sociedad vasca. Y este movimiento, que ha suscitado numerosas adhesiones entre una ciudadanía generalmente silenciosa y desmovilizada, ha facilitado la toma de conciencia y un nuevo impulso a los partidos políticos no nacionalistas.
Para aunar fuerzas, se ha constituido el pasado día 2 de diciembre, la Plataforma Libertad, que agrupa al Foro de Ermua, Foro El Salvador, Asociación de Víctimas del Terrorismo, Movimiento contra la Intolerancia y Asociación por la Tolerancia.
Mencionaremos, por otra parte, a la iniciativa ciudadana, de marcado cariz político, ¡Basta ya!, premio Sajarov concedido el día 13 de diciembre de 2000 por el Parlamento Europeo. En dicha iniciativa han confluido muchos de los miembros de las organizaciones antes mencionadas.
La estrategia actual del Partido Popular.
El Partido Popular ha logrado tomar la iniciativa, pese a los golpes recibidos, en coherencia con una estrategia diseñada con una voluntad y decisión que ha sorprendido a los nacionalistas, con el ánimo de dar un vuelco a la situación. Una voluntad de lucha con la que no contaban, pues en sus cálculos ya empezaban a dar por hecha la retirada de PP y PSOE de la vida política vasca.
La estrategia actual del Partido Popular pasa por varias tácticas: el cambio de opinión generado por la acción mediática, la presión policial, la cooperación internacional, las reformas legales para facilitar la lucha antiterrorista, la resistencia heroica de sus concejales y militantes, el nuevo movimiento cívico vasco, la recuperación del sector de centro derecha votante del PNV y de Unidad Alavesa.
Pero para que esa estrategia obtenga el resultado esperado, es preciso que la “unidad de los demócratas” genere su fruto más esperado: un pacto de gobierno que garantice un ejecutivo no nacionalista en Vitoria. Ello permitiría que el conjunto de las Fuerzas de Seguridad (incluida la Ertzaintza, ausente por lo general en la batalla antiterrorista) combatiría a ETA más eficazmente, con un mejor aprovechamiento de los recursos existentes. Además, facilitaría una política de subvenciones no sectaria, una acción social y cultural acorde con la pluralidad de la sociedad vasca y el intento –muy difícil- de desactivación del euskera como punta de lanza de la ofensiva nacionalista.
Sin embargo, la situación que atraviesa el PSOE no está facilitando alcanzar ese acuerdo, núcleo de la estrategia popular. El PSOE sufre tensiones internas, pues existen sensibilidades como la del sector “guipuzcoano” interesadas en recuperar la colaboración institucional con el PNV. El asesinato del socialista catalán, y miembro de Elkarri, Ernest Lluch, ha abierto ese debate, posicionándose destacados dirigentes como Felipe González y Pasqual Maragall a favor de esa alternativa.
Este debate también es reflejo de la necesidad del PSOE de crearse un espacio y una estrategia propia, si no quiere verse arrastrado por un Partido Popular muy decidido. De ahí el empeño del PSOE en llegar a un pacto antiterrorista, global y escrito, que incorpore diversas iniciativas, tratando de sumar a otros partidos políticos y que no le cierre la posibilidad de un acuerdo postelectoral con el PNV.
Ese es el sentido del “Pacto por las libertades y contra el terrorismo” firmado el día 12 de diciembre de 2000 por los secretarios generales del PP y el PSOE. Criticado por Izquierda Unida y todos los partidos nacionalistas, incluidos los catalanes de CiU, ha sido muy bien recibido por la mayoría de los medios de comunicación y las organizaciones cívicas implicadas en la lucha por la paz en el País Vasco. Será suscrito por otras fuerzas, caso de Unidad Alavesa y Unión del Pueblo Navarro y no impedirá un pacto postelectoral del PSOE con el PP o incluso con el PNV. Por todo ello, no es imposible que el próximo lehendakari sea el socialista Nicolás Redondo.
Sin embargo, el triunfo de la estrategia diseñada por el PP no está garantizado. Prueba de ello son los resultados de sondeos preelectorales difundidos a finales de noviembre, según los cuales, unas elecciones anticipadas (cuya fecha se rumorea pudiera establecerse en torno al 4 de marzo de 2001) apenas cambiaría las cosas. Si a ello se suman las dudas de los socialistas, es comprensible cierto grado de nerviosismo existente en el PP, que la firma del citado “Pacto” no ha despejado.
En esta situación, el PNV juega la baza del transcurso del tiempo, a la vez que intenta cargar sobre el PP una imagen de dureza e incapacidad para el diálogo. Junto a ello, el intento de establecer “puentes” con el PSOE es evidente.
Además,, en esa estrategia, observamos algunas carencias. Apenas existe labor social en muchos ámbitos, aparentemente controlados por ETA - HB: asociacionismo de base, determinados medios juveniles, etc.
Y, para entender lo anterior, tenemos que partir de una constatación. Algunos dirigentes socialistas han hablado de la existencia clandestina del partido en muchas localidades vascas. Salvo en las grandes ciudades, donde se desarrolla una acción política “normalizada”, en el resto de localidades, no digamos ya en los pequeños municipios rurales, la vida de las “Casas del Pueblo” languidece entre la efervescencia nacionalista. Apenas hay militantes menores de 40 años, limitándose su acción política a la desarrollada por algunos de sus concejales.
Y para el Partido Popular la situación no es mejor, en buena medida como consecuencia de la persecución a la que se ha visto sometido.
Reflexiones finales.
Volvamos al texto inicial de este artículo. El folleto, del que hemos hablado, fue distribuido masivamente en Madrid un domingo 20 de noviembre, entre un sector social al que el Colectivo Destino juzgaba más sensible ante el rumbo de los acontecimientos. Sin duda, gracias a la perspectiva proporcionada por el transcurso de 20 años, podemos deducir hoy día que aquel no era el medio adecuado, ni el destinatario del texto constituía un sector social con la capacidad de rectificación de la situación denunciada, ni tampoco se trataba de la convocatoria pública apropiada. Pero, pese a todo ello, el diagnóstico de la situación era certero, anticipándose, pese a ser considerado entonces como “políticamente incorrecto” (dicho con lenguaje de hoy), a una opinión que se ha generalizado, en ese sentido, en los últimos años.
Pese a ese diagnóstico, pesimista para algunos, y a partir de los datos comentados en este artículo, podemos deducir que hay algunos signos evidentes de que la realidad del País Vasco está experimentando un cierto cambio.
Un indicio de ello son las expectativas electorales –inimaginables hace unos pocos años- del Partido Popular que, pese a todas las dificultades señaladas, puede convertirse en la fuerza más votada también ese territorio (su socio Unión del Pueblo Navarro –UPN- ya lo es en Navarra desde hace varios años).
Otro aspecto importante es la aparición y consolidación de ese movimiento cívico de resistencia ante la presión del nacionalismo secesionista y el terrorismo de ETA.
Sin duda, el ascenso del Partido Popular se ha impulsado además del hecho de detentar el Gobierno español, en parte, gracias a este movimiento cívico que ha liberado fuerzas ciudadanas antes amordazadas y anuladas. Por todo ello es previsible que, tanto el Partido Popular, como ese movimiento ciudadano, sean atacados desde múltiples frentes por un nacionalismo que, pese a la complejidad de la situación, percibe más cercano que nunca el logro de sus objetivos.
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