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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Terrorismo

Navarra, ¿forma parte del «precio político» de la paz?

Una clandestina Mesa Nacional del brazo político de ETA, la ilegal Batasuna, en reunión extraordinaria celebrada en un hotel de Pamplona -la simbólica capital futura de la Euskal Herria unificada e independiente a la que aspira todo nacionalista- hizo público un manifiesto, el día 24 de marzo, que fue interpretado, unánimemente, como una nueva reivindicación de la incorporación de Navarra a Euskadi.

 

No en vano, en dicho manifiesto se afirmaba que «Sin prisas pero sin pausas construir esa Mesa de Solución es un objetivo que debe de construirse desde la no exclusión ni política ni territorial y el respeto a los derechos políticos y civiles de todas las partes»; emplazando a los Estados español y francés a «asumir sus responsabilidades» partiendo de la comprensión de que «la partición y la negación de la voz a Euskal Herria han fracasado».  Acabar con las exclusiones y la partición, afirman con sus característicos eufemismos; lo cual pretende, por si alguien dudaba, la incorporación de Navarra, bajo una fórmula más o menos suave, en la futura Euskal Herria que deberá nacer al término del largo y tortuoso proceso de paz iniciado con la declaración de la llamada tregua de ETA.

 

Tregua, sí; diálogo, también… proceso, ¿para qué?; ¿pero no se trataba de alcanzar únicamente la paz? Entonces, ¿qué requisitos debe reunir «su» paz? Desde la cosmovisión mítica del nacionalismo, únicamente se alcanzará la paz cuando se haya conseguido superar la actual división territorial causada por la existencia de una Comunidad Foral Navarra no integrada CON la de Euskadi y unos territorios vascos «administrados» por Francia. Pero, ¿cómo conseguirlo en la actual coyuntura?: por medio de la «Mesa de solución», afirma Batasuna.

 

Por su parte, para no ser menos y en coherencia con su, de momento, malogrado «plan», el lehendakari Ibarretxe anunció que convocará una «Mesa de partidos» con el objetivo de «normalizar la situación política vasca» para «después del verano».

 

Ya tenemos dos mesas… ¿o serán la misma? Pero, ya que hablamos de Navarra, ¿se propondrá otra Mesa específica para Navarra o será única para todos? Para empezar, pudieran ser dos y, después, ya se vería… Y, ante semejantes ofertas, ¿qué dicen los partidos políticos navarros?

 

Los dos que sustentan el actual ejecutivo Foral (Unión del Pueblo Navarro, UPN, y Convergencia de Demócratas de Navarra, CDN) ya han manifestado que no: se llame como se llame, y tenga el ámbito territorial que tenga. Las formaciones nacionalistas (la coalición Nafarroa Bai integrada por PNV, EA y Aralar; y Batasuna por su parte), apoyan de momento sus respectivas propuestas. Izquierda Unida, bastante fuerte en Navarra, propone su propio plan; pero finalmente, se tendrá que sumar a la propuesta nacionalista resultante. Y, ¿el PSOE-PSN?: «en principio no», «más adelante quizás», ya veremos…

 

La clave está, por tanto, en la postura que adopte el PSOE. Pero para este partido, la opción no es únicamente estratégica, sino táctica. Por principios, y dado su electorado natural, se inclinaría a no participar en mesa alguna. Pero, el año próximo tendrán lugar elecciones municipales y forales y, acaso, una «coalición a la catalana» podría desbancar al centroderecha de UPN-CDN. Y para cuajar tal coalición, el precio pudiera ser ¡participar en una de las mesas!; por voluntad propia o mandato zapateril. Y ello a pesar, incluso, de que la inmensa mayoría del electorado navarro prefiera una «gran coalición» de UPN-CDN y PSOE antes que ninguna otra posible.

 

Pero esa hipotética Mesa no tiene por qué plantear, groseramente, una mera incorporación de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca. En realidad, casi nadie lo propone ya; pues las comunidades Autónoma Vasca y Foral de Navarra serían marcos territoriales «ya superados». Tendrán que imaginar otras fórmulas más apetecibles, presentables y «políticamente correctas»: un «órgano común» vasco-navarro, una «comunidad transfronteriza», etc.

 

Cambiarán las denominaciones, las tácticas, los objetivos intermedios; incluso los términos. Pero el objetivo final de todos los nacionalismos vascos seguirá siendo, por siempre jamás, el mismo: Euskal Herria unificada, euskaldún y, para Batasuna, no les olvidemos, socialista.

 

 

Páginas Digital, 28 de marzo de 2006

Aportaciones de un “Espía en el País Vasco”.

Las memorias de una de las personas que más amplio conocimiento alcanzó del “complejo ETA”, término que él mismo acuñó, Ángel Ugarte, proporcionan interesantes claves para entender la historia y situación recientes del País Vasco.

 

Memorias del primer hombre que negoció con ETA.

 

                Así se subtitula el libro autobiográfico escrito conjuntamente por el protagonista de esta verídica historia, Ángel Ugarte, y el periodista Francisco Medina. Espía en el País Vasco ( Plaza&Janés, Barcelona, 2005, 335 páginas).

 

                Ángel Ugarte, alavés de Vitoria y militar profesional, fue responsable de diversos servicios de información en el País Vasco entre 1974 y 1979. Mantuvo reuniones y encuentros con cualificados representantes de todo el arco político, especialmente con ETA (político-militar), pero también con las restantes organizaciones de la izquierda abertzale.

 

                Perlado de interesantes anécdotas personales y trepidantes experiencias vitales, proporciona una mirada muy cualificada a los principales hechos acaecidos en el País Vasco durante aquellos cruciales años. De fácil lectura, demuestra este libro, nuevamente, que la realidad supera cualquier ficción.

 

                Su lectura impone algunas conclusiones que intentaremos concretar de manera resumida y que pueden proporcionar algunas claves decisivas para entender qué pasa y porqué en el País Vasco; cuestiones que siguen afectando y condicionando la convivencia y el futuro del resto de España.

 

Conclusiones derivadas de este libro.

 

1)        Los servicios de información, allá por el año de 1974, se encontraban dispersos, en estado incipiente, descoordinados, lastrados por graves carencias en medios personales y materiales, y carente de directrices políticas claras. En estas circunstancias, la libre iniciativa de algunos de sus integrantes fueron determinantes de su estilo de trabajo y de la orientación política que se siguió en cada caso.
2)        La oposición democrática en el interior de España apenas contaba, sumados todos ellos, con unos pocos miles de militantes; circunstancia de la que no se libraba ni el PSOE ni el PNV. ETA y el Partido Comunista eran la excepción, además de diversos grupos de extrema izquierda particularmente asentados en determinadas regiones o localidades españolas.
3)        El PNV se encontraba desbordado a su izquierda por el dinamismo de ETA, que le captaba a su potencial base juvenil desde unos principios políticos que implicaban una cuádruple ruptura con el PNV: con la legitimidad del histórico Gobierno vasco en el exilio, con el humanismo cristiano, con los ideales democráticos, y con las vías pacíficas de acción política.
4)        No obstante, para el PNV los “chicos de ETA” eran unos “hijos pródigos” que algún día regresarían “a la casa”. Algunos dirigentes del PNV, incluso, los apreciaban sinceramente. Otros los temían; todos los seguían de cerca…
5)        El PNV supo capitalizar la violencia desplegada por ETA en los años de la transición democrática presentándose ante UCD, gestor del cambio, como la llave de la solución: la violencia de ETA tendría raíces políticas; sólo el PNV estaría capacitado para resolver el “conflicto”. Esta posición le supuso reconocimiento, apoyos económicos importantes y el acceso al nuevo Gobierno vasco, desplegando una larga campaña de cambio social y mental a través del control de las principales instituciones públicas, los medios de comunicación, el mundo de la educación y, progresivamente, de la actividad económica. Frente a esta política oportunista, ni UCD ni el PSOE fueron capaces de diseñar una política alternativa global.
6)        Los servicios de información encontraron muchas dificultades entre los políticos de turno, más movidos por intereses coyunturales, partidistas y a corto plazo, cuando no por la búsqueda de puro protagonismo personal. Así, se desaprovecharon importantes enseñanzas destiladas en la lucha contraterrorista y en el conocimiento sobre el terreno de la realidad vasca de los integrantes de tales servicios de información.
7)        El objetivo de Ugarte y sus hombres en sus iniciativas de diálogo con diversos grupos terroristas era doble: sembrar semillas de disenso interno y facilitarles el abandono de las armas.
8)        ETA (militar) nunca ha querido negociar hasta las últimas consecuencias. Dialogar, divagar, “marear la perdiz”…, sí. Su estrategia siempre ha pasado y pasará por la supremacía del “factor armado”, por “controlar y dirigir todo el proceso”. Ello no quiere decir que carezcan de buenos cerebros y analistas. Al contrario. Han demostrado una extraordinaria capacidad de análisis, siendo capaces de aprovecharse de las debilidades morales y políticas, tanto de las instituciones como de los partidos y personalidades relevantes; en Madrid y en Vitoria.

 

Un libro, en definitiva que, en la marea de títulos de temática vasca que nos ofrece el mercado editorial español casi cada semana, no debiera pasar desapercibido; pues sus enseñanzas pueden proporcionar luces para el actual camino de incertidumbre.

 

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 102, febrero de 2006

 

Terrorismo y globalización.

España se encuentra en una dramática situación: un terrorismo “clásico”, el de ETA, no ha sido superado, cuando se sufre, de golpe, el acoso del islamista, característico de la era de la globalización; desconocido, imprevisible, opaco. Y más, cuando puede camuflarse con facilidad entre los cientos de miles de musulmanes residentes en España; quienes configuran una auténtica sociedad, hermética, ajena y paralela a la española.
El día 11 de marzo, España padeció, en miles de personas concretas, una de las expresiones más oscuras e imprevisibles de la moderna globalización. Por todo ello, es fundamental intentar conocer la naturaleza de esta novedosa modalidad de terrorismo.
Todo indica, en esta ocasión, que el responsable ha sido el fundamentalismo islamista, pionero de esta modalidad de guerra y agresión; si bien pudo realizarlo cualquier otro grupo terrorista, de cierta entidad, consecuente con su dinámica original, unas motivaciones ideológicas y su plena inserción en nuestra época.
El terrorismo siempre obedece a una estrategia muy concreta. Un grupo pequeño, motivado y muy bien formado, pretende forzar un cambio político mediante un enfrentamiento armado asimétrico que persigue la derrota -o rendición- de un enemigo en principio mucho más poderoso. Ni el tiempo, ni el espacio (ambos, factores determinantes de la guerra convencional), ni las reglas de convivencia asumidas mayoritariamente por una sociedad concreta o, incluso, por la sociedad internacional; nada de todo ello es obstáculo para este tipo de agresión terrorista que, sin duda, marcará este nuevo siglo.
El terrorismo moderno fue iniciado por los nihilistas rusos en su lucha frente al régimen zarista. Desde entonces, finales del siglo XIX, se ha practicado abundantemente y con un protagonismo creciente; siendo las guerrillas marxistas – leninistas las que lo aplicaron con una elaboración teórica más depurada, indudable voluntarismo, y una despiadada resolución. Pero tales guerrillas, después de propiciar cambios históricos que han afectado a un tercio de la humanidad, están en declive, habiendo desaparecido la mayoría de ellas. No podía ser de otra manera. La caída del Muro de Berlín, el hundimiento de los regímenes marxistas en buena parte del mundo, la revisión del comunismo en China, las mutaciones ideológicas de los partidos comunistas occidentales, etc.; todas esas circunstancias, junto a otras, han influido decisivamente en este aparente eclipse.
El actual terrorismo islamista desborda a la guerra convencional y al terrorismo “clásico”, ya lo decíamos, al asimilar y servirse de algunas de las características de la globalización: empleo de las modernas tecnologías, comunicación por Internet, descentralización organizativa y centralización estratégica, voluntad de ocasionar el máximo daño posible, resonancia mediática, sofisticado cálculo estratégico, persecución con sus acciones de costes económicos de efectos planetarios… Y todas esas características concurren en los crímenes del 11- M. Falta, no obstante, una circunstancia generalmente asociada a este tipo de atentados, según han destacado los especialistas en seguridad internacional: el valor simbólico del lugar elegido; evidente en las Torres Gemelas, y escasamente visible en la Estación de Atocha.
España ha sido víctima, por lo tanto, de un acto de terrorismo pensado fríamente con una implacable y calculada lógica. Este “nuevo” terrorismo elimina, conscientemente y con mayor decisión que sus antecesores, la frontera entre combatientes y población civil; circunstancia que, en definitiva, es una elevación cuantitativa, que no cualitativa, de las prácticas del terrorismo clásico.
ETA no ha alcanzado los niveles letales del terrorismo islámico, parece ser. Pero, sin duda, para sobrevivir en este nuevo siglo, deberá adaptarse y tomar de la globalización cuantas técnicas le permitan continuar con su “larga marcha”. De hecho, ya lo vienen haciendo en buena medida: empleo de nuevas tecnologías, repercusiones mediática y política, dispersión geográfica de sus bases operativas, ingeniería financiera...
                               No todos los terrorismos contemporáneos son idénticos o asimilables, pese a sus semejanzas. Por otra parte, se ha llegado a afirmar que la participación de terroristas suicidas es una de sus características determinantes. Pero no es cierto. Si algunas organizaciones se han servido de estos modernos kamikazes, ha sido, exclusivamente, para obviar una de las mayores dificultades presentes en todo acto terrorista: la huida del escenario del atentado. Es decir, por una cuestión meramente utilitaria y táctica. Y, todo indica que, para la materialización de los atentados de Madrid, no fue necesario emplear terroristas suicidas; lo que obligar a extraer algunas conclusiones acerca de los –aparentemente poco estrictos- niveles de seguridad españoles, evaluados y desbordados en todo caso por los criminales estrategas de la matanza del 11-M. Pero, además de la anterior, más enseñanzas deberán extraerse para el futuro, si queremos que nuestra sociedad se defienda con eficacia y libertad de probables agresiones.
                Y, por último, no olvidemos un dato fundamental: la necesaria convergencia de todo grupo terrorista bajo una común estrategia antisistema, lo que puede generar insospechadas posibilidades y conexiones internas.

 

El Semanal Digital, 7 de abril de 2004.

 

Violencia y reconstrucción de la izquierda postcomunista en Aralar.

                En un artículo anterior realizábamos una aproximación a la ideología y naturaleza política de la formación Aralar desde su identificación con la izquierda abertzale, su programa común traducido en la llamada “alternativa KAS” y la “alternativa democráica”, y su posición ante los “presos vascos”. Para comprender ambas cuestiones, ideología y naturaleza, reflexionaremos, a continuación, en torno a su análisis de la violencia, sus objetivos a corto y medio plazo, su valoración de los movimientos sociales y su perspeciva ante la reconstrucción orgánica y programática de la izquierda radical postcomunista.

 

Aralar y la violencia.
Esta nueva formación elaboró, en su día, un clarificador documento titulado “Posición de Aralar ante la lucha armada”, en el que diferencian varios niveles de reflexión que reproducimos literalmente:
“a) Ideológico. Euskal Herria, como cualquier otro Pueblo, tiene derecho a emplear la fuerza. Si las vías políticas se cierran, la lucha armada se dotaría de legitimidad.
b) Estratégico. Hoy en día las vías políticas, aun con sus dificultades y obstáculos, no son imposibles en Euskal Herria. Además, todos los avances que se realicen deben sustanciarse y acumularse en el campo político y social. Hoy la lucha armada ha dejado de tener legitimidad.
c) Táctico. La presencia y la práctica de la lucha armada, tal y como se lleva a cabo en la actualidad, supone una limitación para la acción política de la Izquierda Abertzale. Su empleo obstaculiza los avances de los abertzales en general y de la Izquierda Abertzale en particular. La lucha armada hoy no es conveniente”.
Es decir, la “lucha armada” no ayuda en estos momentos, no es oportuna. Y no se descarta, un día, retomarla si se dan condiciones para ello.
Otra declaración de Aralar interesante al respecto es la reflejada en la sexta resolución, de su primera conferencia política, celebrada en ocubre de 2003, en la que consideran que el “proceso de paz” y el “proceso soberanista” son dos procesos independientes que no deben condicionarse. Ello implica que la eliminación de la violencia no es prioritaria para Aralar, rechazando su empleo únicamente por mera conveniencia táctica.

 

Aralar y la crisis de la izquierda radical.
Aralar, en diversos documentos, determina sus contenidos ideológicos, más allá de las cuestiones específicamente vascas, por decirlo de alguna manera. Su marco de referencia está integrado, también, por conceptos comunes a todas las izquierdas postcomunistas: antimilitarismo, ecología, pueblos sin nación, resistencia a la globalización, feminismo, solidaridad internacional, reparto de trabajo, integración inmigrantes, reconstrucción de espacios comunitarios progresistas…
Ante la pérdida de referencias sufrida por la extrema izquierda en las dos últimas décadas del siglo XX (caída del comunismo soviético, desaparición de la mayor parte de guerrillas marxistas-leninistas), se precisaba su adaptación –también de la vasca- a la nueva situación internacional. Aralar articula ese discurso izquierdista mundial, en construcción, con nuevas referencias, despojándose de las formas más “anticuadas”.
La crisis de la izquierda en general (transformación del antiguo PCI, “nuevo laborismo”), tiene su reflejo en esa extrema izquierda que necesita adaptarse a los nuevos tiempos para continuar con su labor revolucionaria. Por ello, muchas de las expresiones y conceptos empleados por Aralar los encontramos en diversas formaciones nacionalistas e izquierdistas presentes en España, así como en otras latitudes.

 

Aralar y el futuro:
En todos sus documentos se otorga extrema importancia al papel de los movimientos sociales y “populares”, equiparándolos, en importancia y trascendencia, a la lucha política “institucional”. De ahí la necesidad de coordinarlos. Por ello, también insisten en la creación de “espacios comunitarios de progreso”, lo que excluye fórmulas asociativas propias de la derecha y otros medios sociopolíticos.
Ya en octubre de 2003, los miembros de Aralar establecieron sus objetivos a corto, medio y largo plazo, tanto a nivel vasco, estatal español, como a nivel internacional: coalición abertzale, articulación fuerzas progresista (¿pacto de progreso al estilo catalán?), desobediencia civil (a concretar), Europa de los pueblos sin nación (Alianza Libre Europea), resistencia a la globalización, impulso de todo tipo de movimientos sociales, presencia institucional abertzale en Navarra y Álava, mayoría abertzale en Guipúzcoa y Vizcaya, etc.
Todo un programa que, combinando movimientos sociales y movilizaciones populares con iniciativas políticas tradicionales (coaliciones electorales, etc.), busca avanzar en el proceso hacia la autodeterminación, la territorialidad y la soberanía, empleando todo tipo de medios, salvo una “lucha armada” que pudiera otorgar “derecho a veto” al Estado español.

 

Conclusiones.
Aralar nace de la izquierda abertzale, y por ella, con la mayor parte de su bagaje ideológico, táctico (salvo la “lucha armada”, lo que requiere reajustar el papel de los demás ámbitos de lucha), y estratégico. Aralar rechaza la violencia por consideraciones meramente tácticas. Y asume los principios fundamentales de la alternativa KAS, aunque sin denominarlos expresamente con esa nomenclatura. Pretende, incluso,  monopolizar –con el tiempo- la expresión política de la izquierda abertzale.
Batasuna llevó a su ámbito de trabajo la radicalización que impuso la dirección de ETA, lo que le llevó al agotamiento de la vía política institucional. Aralar es la solución de recambio, nacida en el seno de la izquierda abertzale, para intentar superar esa crisis y, desde presupuestos parcialmente nuevos, retomar una vía política con la pretensión añadida de retomar el liderazgo del nacionalismo vasco en Navarra y condicionar el plan Ibarretxe. Y todo ello sin excluir pactos con las izquierdas estatales, en un intento de desalojar a la derecha (siguiendo el modelo “catalán”) de ámbitos institucionales y sociales en los que se encuentra presente.
Su ideología nacionalista pervive sin una sola modificación sustancial, y se reajusta –también a nivel orgánico- a los cambios de la izquierda socialista mundial; tras la pérdida de sus referencias anteriores por la crisis del comunismo, la extinción de la mayoría de guerrillas, el revisionismo laborista y la transformación del PCI. Se despega, de esta forma, del marxismo – leninismo ortodoxo, dando lugar a una peculiar síntesis, de nacionalismo e izquierdismo radical, teñida de totalitarismo.

 

El Semanal Digital, 4 y 5 de febrero de 2004.

 

Terrorismo moderno y nihilismo.

Una corriente de pensamiento decimonónica, un tanto olvidada, ha recobrado actualidad: el nihilismo. De la mano de las reflexiones filosóficas de André Glucksmann, el nihilismo está emparentado, en modalidades sorprendentes, con el fenómeno actual del terrorismo.

 

Narodnaya Volya.

 

En el nacimiento y configuración del terrorismo moderno desempeñó un papel decisivo la efímera organización terrorista rusa, nutrida por igual de nihilismo y anarquismo, Narodnaya Volya (Voluntad del Pueblo). Esta paradigmática organización, en contra de lo que pudiera parecer como natural dadas sus creencias filosóficas, desplegó una importancia campaña terrorista contra la figura del zar y significativos responsables de su régimen.

 

Nacerá en círculos burgueses y universitarios en 1878, alimentándose de anarquismo y de nihilismo, actuando hasta 1881, año en que casi todos sus dirigentes y militantes cayeron, siendo ahorcados, en su mayor parte, a causa de las declaraciones de un traidor que denunció a sus antiguos correligionarios para salvar su vida: Degayev. El grupo pretendía la emancipación del pueblo ruso del yugo zarista, preconizando para ello la “acción directa” y la “propaganda por los hechos”, conceptos popularizados posteriormente por el anarcosindicalismo, desgastando así al prestigio del Zar y su régimen, a la vez que intentaban concienciar a las masas de su alto destino revolucionario. Al contrario que sus parientes ideológicos occidentales, no aceptaban las actuaciones individuales; sino que pretendían una única organización activista, unitaria y disciplinada, que desarrollara análogas tácticas y estrategias. Destacaron por el uso de explosivos, realizando alguno de sus colaboradores, ciertas innovaciones técnicas como, por ejemplo, la mezcla de la nitroglicerina con determinadas sustancias. Atentaron, hasta en 8 ocasiones, contra el zar Alejandro II, logrando acabar con su vida el 1 de marzo de 1881. Algunos supervivientes se integraron, finalmente, en otros grupos, llegando su influjo al Partido Socialista Revolucionario, principal núcleo opositor al zarismo -que de la mano de su “Organización de Combate” también practicó el terrorismo- hasta la irrupción de los Socialdemócratas bolcheviques y mencheviques.

 

Por las características de sus ideales no parecía razonable que fueran capaces de organizar un grupo estable y cohesionado, cuyos militantes estuvieran dispuestos a sacrificar sus vidas en aras de una ideología materialista que negaba toda trascendencia. Pero lo hicieron. Y marcaron el camino a nuevas generaciones de terroristas rusos y de cualquier otra nacionalidad y época.

 

El nihilismo.

 

Pero, ¿qué es el nihilismo? Entendemos por tal a la doctrina filosófica materialista que niega la existencia de cualquier creencia o realidad substancial. La realidad misma se remitiría a la propia nada. Todo sería un espejismo, todo discutible; ningún aspecto de la apariencia que conocemos como realidad sería objetivo.

 

El caso de Narodnaya Volya fue excepcional: ninguna otra organización en todo el mundo asumió de tal manera el nihilismo, aunque el anarquismo, del que también se nutrió intelectualmente compartiendo muchas ideas, se sintiera su heredero en alguna medida. Por otra parte, posteriormente, otras ideologías más “científicas” y revolucionarias le relevaron en la fundamentación filosófica y militar de las estrategias revolucionarias utópicas que recurrirían al terrorismo, como táctica aceptable moralmente; particularmente el marxismo-leninismo, al que también acompañó, en esa trayectoria, el nacionalismo radical, hasta la irrupción del islamismo yihadista casi un siglo más tarde.

 

André Glucksmann y el nihilismo.

 

Este concepto, el de nihilismo, ha vuelto a ponerse de moda a finales del siglo XX: un determinado nihilismo práctico, poco elaborado doctrinalmente, pero muy extendido en vulgata, se habría impuesto en la mentalidad común y en el comportamiento general de los occidentales de hoy día, quienes habrían abandonado en su mayor parte cualquier creencia religiosa y militancia política o social. Es decir, una mezcla de materialismo práctico y consumista, relativismo moral y naturalismo filosófico.

 

Estas conclusiones, elaboradas en diversos medios intelectuales y teológicos de la Iglesia católica, pero también en otros entornos culturales, ha encontrado un inesperado refuerzo en el polémico intelectual francés André Glucksmann, quien, junto a Bernard Henry Lévy y Alain Finkielkraut, fuera en su día uno de los protagonistas de la llamada “nueva filosofía”.

 

Para André Glucksmann el terrorismo islamista también estaría infectado poderosamente de un moderno nihilismo, entendido ante todo como el deseo de destruir por destruir.

 

A su juicio, existiría dos tipos de nihilismo: el activo, a decir de Nietzsche, que disfruta y promueve la destrucción, y el pasivo, que compartiendo la ausencia de creencias, deja a los terroristas destruir. Glucksmann ha expuesto esta teoría en su libro Dostoievski en Manhattan (Madrid, Taurus, 2002). Según su criterio, los islamistas serían auténticos nihilistas cuyo objetivo es matar por matar, como expresión de su poder. No pretenderían, en realidad, un cambio geopolítico real, ni tendrían nada que ganar. La religión, de esta manera, sería una mera excusa, una grotesca coartada intelectual, para la liberación de su atávica e instintiva pulsión destructiva.

 

Es posible que en muchos islamistas, o por extensión en muchos terroristas, actúe ese ánimo destructivo, activista, de la acción por la acción. Y, tal vez, a ese estado de ánimo, no sólo de los islamistas, también se llegue por el cansancio de la clandestinidad, el remordimiento por los sufrimientos causados, la impotencia personal experimentada al no haber alcanzado los objetivos marcados y la correspondiente huída vital hacia la nada. No obstante su atractivo, los expertos en terrorismo islamista no comparten esta teoría. Por el contrario, aseguran, los islamistas tienen unas convicciones muy concretas, de carácter religioso aunque interpretadas en clave ideológica totalitaria, persiguiendo unos objetivos políticos y sociales precisos, para los que han elaborado unas tácticas y estrategias más o menos adecuadas.

 

El discurso del odio y Occidente.

 

Glucksmann vuelve a abordar esta tesis en su nueva obra El discurso del odio (Madrid, Taurus, 2005), en la que profundiza, desde diversas perspectivas, en torno a la presencia misteriosa del mal y del odio en el hombre. Y lo hace particularmente, en las expresiones de odio hacia Estados Unidos, el judío y la mujer. Así afirma que “Es nihilista la voluntad de existir sin reglas o actuar sin prohibiciones. El horror de Beslan conjuga tres versiones de esta moderna patología. Está el nihilismo último, absoluto, del asesino suicida que se convierte en rehén de su toma de rehenes; no le importa la diferencia entre vida y muerte. Está el nihilismo activo, la estrategia a lo Putin del que se cree que puede permitírselo todo y ya no distingue entre mentira y verdad. Están los nihilistas pasivos, nosotros, que sin principio de realidad, con los ojos cerrados, permitimos todo a los que se lo permiten todo. El nihilista planea por encima de las diferencias humanas, demasiado humanas, más allá del bien y del mal, de la existencia o de la no existencia, de lo verdadero y de lo falso” (página 39).

 

En cualquier caso, las consideraciones de Glucksmann evidencian un dato objetivo y preocupante: la incapacidad moral de buena parte de la sociedad occidental para oponer, frente al terrorismo, ideales, firmeza y principios; y ello, tanto por parte de sus dirigentes, como por la del propio pueblo. Perdido el principio de realidad, si todo es indiferente y relativo, si no existe el bien, pero tampoco el mal, ¿en qué fuerzas morales nos apoyaremos para afrontar el desafío del terrorismo islamista? ¿Tenemos capacidad de sufrimiento y sacrificio? Sin duda, Glucksmann plantea un interrogante dramático de cuya respuesta depende, en buena medida, el futuro de nuestra civilización.

 

                De esta forma, el nihilismo, ideología supuestamente olvidada, recupera una dramática actualidad, también de la mano de su profunda incidencia social, de insospechadas consecuencias prácticas.

 

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 93, mayo de 2005.

 

Marxistas-leninistas y nacionalistas vascos.

Las organizaciones terroristas más sangrientas de la reciente historia española, PCE(r)-GRAPO y ETA, comparten un conjunto de presupuestos, ideológicos y estratégicos, derivados de la teoría y práctica marxista-leninista en su versión maoísta. Sin embargo, si analizamos su evolución e incidencia, observamos que no son comparables ni en el apoyo social alcanzado, ni en su capacidad de distorsionar la convivencia. Esta constatación, ¿qué significa?

 

Por otra parte, existe otro interrogante del máximo interés. ETA, por encima de todo, ¿es una organización nacionalista o, por el contrario, es netamente marxista-leninista? Una u otra respuesta debiera condicionar –al menos en un plano teórico- la política de alianzas entre las diversas fuerzas que se denominan nacionalistas vascas. De tratarse de una organización nacionalista ante todo, nada impide una alianza formal y material con el llamado nacionalismo moderado. De prevalecer unos componentes ideológicos y estratégicos marxista-leninistas, por encima de otros ingredientes doctrinarios, no sería comprensible tal alianza por sus seguros efectos desestabilizadores a medio y largo plazo. En este segundo supuesto, la parcial coincidencia táctica entre PNV/EA y el brazo político de ETA, manifestada primero en Estella-Lizarra y ahora con el plan Ibarretxe, sería contra natura, escapando de toda lógica política.

 

Retrocedamos en el tiempo. El lehendakari Ardanza reclamaba a la Asamblea Nacional de su partido en febrero de 1996: "nuestro primer objetivo deberá consistir en desenmascarar, ante las propias bases del MLNV y ante toda la sociedad, el auténtico proyecto estratégico de la actual dirección de la Izquierda Abertzale. Su carácter esencialmente revolucionario y anti-sistema, así como su intención manipuladora de la ‘cuestión nacional’, deberán quedar al descubierto. Sería el modo más eficaz de provocar en el MLNV las contradicciones internas necesarias para que el soporte social abertzale del Movimiento comience a cuestionar el proyecto político de la actual dirección y, con él, el sentido y la utilidad de la ‘lucha armada’".

 

Así, ETA y el autodenominado MLNV instrumentalizarían la cuestión nacional en aras de una estrategia revolucionaria antisistema, similar a la practicada en otros lugares de todo el mundo. En el País Vasco, la manifestación específica de esa subversión, en su vertiente marxista-leninista sería, para Ardanza, ETA y su MLNV. Tal organización no sería nacionalista vasca en absoluto, sirviéndose de un barniz nacionalista a efectos puramente tácticos.

 

Pero este criterio, sin embargo, no ha prevalecido en el seno del PNV.

 

Recordemos algunos datos. ETA nace en el seno del nacionalismo vasco, se desarrolla en ese común “humus” e incorpora en las décadas siguientes –esa es la razón de su éxito- numerosos ingredientes marxistas y cuantas novedades antisistema le permiten crecer y ensanchar su base social. ETA, por tanto, no sólo es marxismo. Es, ante todo, nacionalismo vasco, si bien, muy distinto al de sus mayores del PNV. Seguramente, esta tesis no la compartía Ardanza, al menos en 1996.
Por nuestra parte, creemos que, en ETA y el MLNV, marxismo y nacionalismo se funden en una nueva teoría y práctica, en una organización social completa de nuevo cuño, generadora de un modelo totalitario de vida; una nueva sociedad en germen que avanza consolidando espacios de poder abertzale. Pero, por si hay dudas acerca de su naturaleza, tendremos que remitirnos, además de a lo que dicen de sí mismos, a lo que otros dicen de ellos; particularmente, los que se proclaman, por encima de todo, nacionalistas. Y aquí no hay dudas.
Para la mayor parte de los actuales dirigentes del PNV y de EA, el conjunto del MLNV es, ante todo, una expresión más del nacionalismo, otra columna vertebral sobre la que construir la futura nación vasca; aunque mediante técnicas y tácticas dispares. Ese es el criterio de Xavier Arzalluz y la actual dirección jelkide. Y la prueba material de ello es el plan Ibarretxe, concebido como un acuerdo entre nacionalistas, propio de una comunidad nacionalista que intenta configurar una nación, eso sí, prescindiendo de todos los que no comulguen con dicho ideario. Veamos un testimonio ilustrador. En el libro ETA. El saqueo de Euskadi (José Díaz Herrera e Isabel Durán, Editorial Planeta, Barcelona, noviembre de 2002) en su página 669 se reproduce la transcripción de una esclarecedora conversación entre responsables del PNV y Herri Batasuna, celebrada el 26 de marzo de 1991. Xavier Arzalluz afirmó ante sus interlocutores radicales: “Nosotros somos los de siempre, nacionalistas. Sin revolución, sin marxismos ni tiros, pero con los mismos objetivos que vosotros. En el futuro, en el País Vasco sólo van a quedar dos fuerzas nacionalistas, el PNV y HB, por lo que habrá que pensar en algún tipo de colaboración”. Es decir: el PNV encarnaría el nacionalismo de siempre, mientras que el MLNV constituiría una suerte de neonacionalismo a causa de sus novedosas incrustaciones ideológicas.
Por otra parte, las organizaciones que no renuncian a su neta identidad marxista, no se reconocen en absoluto, salvo marginales excepciones, con el mundo abertzale; considerándolo, es más, como una peligrosa desviación nacionalista, incluso pequeño-burguesa.
En conclusión: ETA y el autodenominado MLNV es, ante todo, una organización nacionalista vasca; si bien han integrado una estructura doctrinal y táctica, en buena medida, marxista-leninista.
Pero, también concurre otro factor que explica, al menos en parte, el relativo éxito social y político del MLNV. Una premisa previa. No olvidemos que el nacionalismo vasco llamado moderado ha disfrutado –y disfruta- de los recursos derivados del ejercicio de una gran cantidad de competencias políticas de enorme repercusión cultural y económica (Gobierno Vasco, Juntas Forales, entes locales…): una moderna clientela. Y para ilustrar tales afirmaciones nos limitaremos a remitirnos a las muy conocidas denuncias efectuadas, en este sentido, a través de decenas de casos concretos por el citado matrimonio de periodistas en su libro. Mencionemos un aspecto muy concreto. El PNV ha entendido la euskaldunización como un instrumento para la construcción nacional; para configurar una conciencia nacional que buena parte de la población vasca carecía. En el citado libro todo indica que la euskaldunización de la población adulta la ha dejado el PNV en manos de AEK, cuya vinculación con el MLNV es innegable. Y no es el único caso. En definitiva, el MLNV también se ha servido de espacios legales, beneficiándose de la periferia del poder de algunas instituciones públicas. Por el contrario, el PCE(r)-GRAPO nunca disfrutó, en modo alguno, de posiciones análogas.
Son dos, por tanto, las causas que han impedido que la violencia de ETA no quedara ahogada: poder alimentarse de una realidad preexistente (el nacionalismo), no partiendo de cero; y unas estructuras estatales inhibidas ante su violencia o que, incluso, le ofrecen un espacio propio en la vida pública, posibilitando experimenten nuevas fórmulas de liberación nacional y de construcción social alternativa con cierto amparo normativo.
El PCE(r)–GRAPO, como prototipo de organización marxista–leninista ortodoxa, extremadamente rígida, fue –y sigue siéndolo- irrealmente dogmática. No gozó, en ningún momento, de esas dos ventajas de las que se ha beneficiado el MLNV y que le han permitido extenderse y consolidarse. No estaba anclado en la periferia de un poderoso partido comunista oficial del que pudiera alimentarse, sino en la marginación más absoluta; incluso despreciado por un PCE más preocupado en su propia continuidad que por desarrollar un programa revolucionario. Tampoco encontró tregua alguna por parte de los aparatos del Estado y de los medios de comunicación.
                Los dos factores (pertenencia a la comunidad nacionalista y proximidad al poder público detentado por los nacionalistas en el Gobierno Vasco y otras instituciones) explican las notables diferencias existentes entre las citadas organizaciones terroristas, si bien comparten, en buena medida, una ideología totalitaria enemiga de la persona; y que, en el caso de ETA, cuenta con la sorprendente complicidad de un partido burgués –el PNV- cuya razón exclusiva de ser es el nacionalismo.
                Naturalmente, esa parcial coincidencia táctica de marxistas-leninistas y nacionalistas vascos moderados, en esta fase, no excluye que, en un futuro más o menos cercano, compitan ferozmente entre sí. Son nacionalistas. Pero, en el caso de ETA, también son marxistas-leninistas y su modelo de sociedad, evidentemente, no es el mismo que el del PNV y sus socios de EA. Pero éste, en las actuales circunstancias, ya es otro asunto.
El Semanal Digital, l0 de octubre de 2003

Terrorismo: ideología y globalización.

El terrorismo de la era de la globalización, ¿es sustancialmente diferente al sufrido, con anterioridad, en otras sociedades? En una breve incursión a sus raíces, y a las características actuales de esta amenaza, observamos una constante: la presencia de una ideología que lo origina y mueve.

 

Introducción.
Las acciones terroristas son el efecto expreso y directo de una opción, racional y táctica, por el empleo de medios violentos, adoptada por un grupo dirigente y activista movilizado por una ideología, que contempla incluso el asesinato selectivo o indiscriminado de adversarios (personas con significación política opuesta, militares y miembros de los aparatos de seguridad del estado, o simplemente civiles), con el objetivo de forzar un cambio político que no podría alcanzarse por vías pacíficas. En los grupos terroristas siempre está presente una ideología, como motor o justificación de sus acciones criminales: ya sea de carácter puramente política, de base territorial/nacionalista, o pseudorreligiosa.
                El terrorismo moderno, sufrido a lo largo del siglo XX, siempre se ha caracterizado, además de basarse en una ideología interpretada y aplicada hasta sus últimas consecuencias, por el secreto, la adopción de una organización militar estanca y jerarquizada, y el empleo del factor sorpresa.
                El estado, generalmente, ha dispuesto, salvo en naciones poco desarrolladas o apenas dotadas de estructuras estatales, de medios tecnológicos más avanzados, y de una red humana más extensa, que los alcanzados por los grupos terroristas. Por ello, en la mayoría de casos, el terrorismo ha sido derrotado.
                Pero el terrorismo se transforma constantemente. Así, puede afirmarse que, si bien la mayoría de sus expresiones desarrolladas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX compartían una concepción del mundo, en alguna medida “racional” y de raíz marxista, en la actualidad predomina la concepción irracional, mítica, pseudo religiosa y mesiánica, del fundamentalismo islámico contemporáneo.
                Por ideología entendemos una concepción intelectual omnicomprensiva, del mundo y de la realidad, que explica, desde el enunciado de unas leyes permanentes y supuestamente científicas, el comportamiento individual, la evolución social, y el fin “ineludible” de la humanidad.
                Debemos diferenciar, no obstante, al terrorismo de otros conceptos con los que suelen confundirse.

 

- “Terrorismo de estado”. Este concepto está teñido por la ideología crítica izquierdista. Así, un estado (democrático o no) se serviría de técnicas análogas a las empleadas por los grupos terroristas (desapariciones, asesinatos selectivos, incursiones en territorio extranjero, acciones contra familiares…) con la pretensión de combatirlos con sus propios medios, perdiendo, de esta manera, su legitimidad de ejercicio. Tales prácticas se han asimilado, por buena parte de polítologos y periodistas contemporáneos, a determinados regímenes políticos; por ejemplo, a la Junta Militar argentina. Sin embargo, otros regímenes políticos, generalmente marxistas, que han practicados métodos análogos a los anteriores, no han recibido idéntica calificación.
- Los conceptos de “resistencia” y “guerrilla” están muy relacionados entre sí al remitirse, en muchos casos, a las acciones militares ejecutadas por un ejército, o milicia irregular, contra el ocupante extranjero o los defensores del “estado burgués opresor”. En muchas ocasiones, tales han combinado las acciones militares “clásicas” de guerrilla rural, principalmente, con las tácticas de terrorismo urbano; de ahí las dificultades en deslindar tales conceptos del de terrorismo, puro y duro, al causar víctimas conscientemente también entre la población civil.

 

Antecedentes históricos.
                Remontándonos en el tiempo, como antecedentes históricos del terrorismo, encontramos diversos episodios. Veamos alguno de ellos.
- La secta de los asesinos (inicialmente liderada por el viejo de la montaña, Hassan ibn Sabah, fallecido en 1124); una minoría chiíta ismaelita de Siria, asociada al consumo de hashish.
- La etapa del Terror institucionalizado por los jacobinos franceses (de marzo de 1793 a julio de 1794) contra los representantes cualificados del Antiguo Régimen, demás opositores políticos, y la población civil que apoyaba a los grupos insurrectos monárquicos en amplias zonas del país.
- En el siglo XIX encontramos numerosas manifestaciones terroristas, entre otras: los grupos anarquistas (especialmente activos en los países mediterráneos, pero poco efectivos en general), los grupos nacionalistas balcánicos (particularmente, los nacionalistas de la VMRO, Organización Revolucionaria Macedonia del Interior), y los izquierdistas rusos de Narodnaya Volya (“Voluntad Popular”, populistas de procedencia pequeño burguesa, intelectuales y universitarios, ideológicamente oscilantes entre el liberalismo radical, la utopía libertaria y el socialismo utópico).
                El proceso de descolonización en el Tercer Mundo, ya a mediados del XX, se acelera por la acción guerrillera de los distintos “movimientos de liberación nacional” (ya puramente marxistas, como el PC chino, ya de predominio nacionalista, como el Mau Mau en Kenia): de nuevo, se recurre al terrorismo. Pocos años después, en otros lugares (Europa, Japón, Oriente medio, América Latina) irrumpe el terrorismo marxista-leninista. El de los países occidentales avanzados siempre será socialmente minoritario y extremadamente ideologizado. El de América Latina, particularmente, y en otras áreas del Tercer Mundo, revestirá la modalidad tanto de ejércitos irregulares –guerrillas- de ámbito rural, como de base urbana. No obstante, la mayor parte de todas esas expresiones fracasarán en sus intentos, salvo en casos muy aislados, como el FSLN en Nicaragua y las FARC colombianas, hoy transformadas en atípicas narcoguerrillas. En Europa debemos recordar al Ejército Republicano Irlandés (IRA) que, al parecer, está planteando disolverse en 2005, sin haber conseguido imponerse “militarmente”, pero habiendo alcanzado indudables éxitos “políticos”.
                GRAPO y FRAP en España, FLNC y FLB en Francia, NAR y Brigadas Rojas en Italia, Tupamaros en Uruguay, Montoneros y ERP en Argentina, FPMR en Chile, Ejército Simbiótico de Liberación y Panteras Negras en USA, grupúsculos comunistas griegos, Ejército Rojo Japonés, Fracción del Ejército Rojo en Alemania, Maoístas en India, GIA en Argelia, Hermanos Musulmanes en Egipto, PCB en Brasil, Sendero Luminoso y Tupac Amaru en Perú…; todos ellos fueron derrotados, entre otros motivos, por no saber incorporar las nuevas tecnologías que podían potenciar su acción o, alternativamente, combatirlos. Mientras permanecieron relacionados con servicios secretos de los países comunistas, disfrutaron de algunos avances técnicos. Caído el Muro de Berlín, retrocedieron en todo el mundo, particularmente en occidente.
                En Palestina se implantan dos tipos de organizaciones terroristas: marxistas-leninistas unas (FPLP y FDLP), y nacionalistas otras (Al Fatah, laica, y Al Saika, socialista panárabe). De forma muy tardía, el fundamentalismo islámico (Hamas, Jihad islámica y Hezbollah) también arraiga impulsado en sus inicios, paradójicamente, por los servicios secretos israelíes que así pretendían debilitar a su enemigo. No obstante, el terrorismo palestino ha obtenido brillantes resultados: la excarcelación de la inmensa mayoría de los autores de secuestros de aviones de pasajeros occidentales acaecidos en los años 70 (particularmente, los realizados por Septiembre Negro); el reconocimiento internacional de Arafat, dos décadas después; las retiradas francesa, norteamericana e israelí de Líbano; son contundente prueba de ello.

 

La globalización terrorista.
                Veamos, a continuación, las principales características del actual terrorismo de la era de la globalización.
Su recurso a la ingeniería financiera; lo que ya se venía practicando por ETA, las FARC, y demás organizaciones terroristas mínimamente sofisticadas. No obstante, el salto cuantitativo, que no cualitativo, lo ejecuta Al Qaeda.
La producción de daños indiscriminados lo más cuantiosos posibles (eliminándose intencionadamente, y sin restricciones, la barrera entre población civil y potenciales objetivos militares).
Su anonimato: en Nueva York, hasta tres semanas después del 11 S, no se tuvo certeza de la identidad de los autores de los atentados. Algo parecido también sucedió en Tokio con motivo de los atentados ejecutados, mediante gases tóxicos en su Metro, por el grupo mesiánico La Verdad Suprema.
Búsqueda de la máxima repercusión mediática.
Su acceso a nuevas tecnologías. Así, el empleo de internet facilita la comunicación interna de los grupos terroristas entre sí, independientemente de su dispersión geográfica. Por otra parte, la marcha de una sociedad depende hoy día, en gran medida, del buen funcionamiento de las redes informáticas: el bloqueo o la destrucción de tales redes pudiera paralizar la vida socioeconómica.
La posible adquisición y el empleo de armas de destrucción masiva (la guerra ABQ en su aplicación terrorista).
Una nueva identidad ideológica, al irrumpir el fundamentalista islámico de base religiosa, pero esquemática y vitalmente análogo.
Su universalización: el terrorismo puede golpear, a sus potenciales enemigos, en cualquier lugar del mundo.

 

La máxima del moderno terrorismo global es, en resumen, conseguir, con una mínima inversión humana y en medios, el máximo impacto mediático, social y económico a escala planetaria.
Para afrontar a este nuevo terrorismo que, armado con una ideología totalitaria y buena parte de las características de la moderna globalización, impacta con nuestra sociedad, debemos tener presentes algunas cuestiones previas.

 

Sociedad democrática y terrorismo.
1. En primer lugar, debe analizarse el choque entre dos principios fundamentales de la sociedad democrática de corte occidental: el del ejercicio y límites de la libertad individual y grupal, con las exigencias de la seguridad colectiva que pueden aparejar la pérdida -o serias limitaciones- de derechos subjetivos concretos. Tal conflicto existe, igualmente, en la determinación de los límites legales y éticos del cruce de las distintas bases de datos estatales: particularmente en su colisión con el derecho a la intimidad.
2. El terrorismo total requiere, como respuesta adecuada, una movilización social colectiva, tanto por parte de los sujetos sociales particulares activos, como de las instituciones políticas y los partidos: unidad por encima de las diferencias.
3. La existencia de bases terroristas estables en diversos lugares del mundo, que facilitan su pervivencia y mayor radio de acción, es otro de los efectos de la universalización terrorista: para combatir eficazmente esa presencia, se impone la cooperación internacional. Los evidentes éxitos internacionales alcanzados por el terrorismo palestino han sido analizados y valorados, en buena medida, como modelos deseables, por Osama Bin Laden y sus seguidores. Para afrontar esta amenaza no existen atajos: sólo es posible el éxito desde la firmeza y la unidad internacional, ya que si algún gobierno apoya a los terroristas, aunque sea mínimamente, entonces, buena parte de los mecanismos de respuesta pierden efectividad.
4. Aparición de nuevos debates éticos. Así, en Israel y USA se han planteado la posible licitud de la tortura en casos extremos de conocimiento seguro de inminente atentado masivo; pero con una cobertura judicial o legal pautadas.

 

Instrumentos contraterroristas.
Muchas de las técnicas contraterroristas del estado democrático, todavía hoy vigentes, ya fueron ensayadas por la policía secreta zarista (la denostada, pero no por ello menos mítica, OJRANA) frente a nacionalistas caucásicos, anarquistas, social-revolucionarios, socialistas y comunistas.
Desde la perspectiva del vigente estado de derecho, tales técnicas podemos clasificarlas en dos tipos: las legales, que concuerdan con los valores constitucionales del estado democrático y el principio de legalidad, y las ilegales.
No obstante, la mayoría de instrumentos, que mencionamos a continuación, pueden desenvolverse en los cauces de la legalidad, hasta el límite en que sean contradictorios con determinados derechos fundamentales. Su delimitación, por ello, deberá realizarse caso por caso. Veámoslos sumariamente.

 

1. Obtención de información: los trabajos de inteligencia. Instrumentos históricamente muy utilizados. En la actualidad, su ejercicio requiere el empleo de tecnologías muy sofisticadas, con cobertura judicial expresa. Exige la unificación de los diversos servicios de información de un estado, tanto policiales, militares, diplomáticos… El intercambio internacional de información contraterrorista es la lógica consecuencia de lo anterior. Su riesgo: el mal uso de la información para otros fines políticos o económicos.
2. La represión directa, ya sea para prevenir, como para amortiguar un golpe terrorista concreto, mediante la información extraída in situ de la colaboración ciudadana, las pruebas recogidas en el lugar del atentado, las delaciones, los interrogatorios, etc.
3. Empleo de técnicas de agit-prop: técnicas de agitación y propaganda. Con ellas se persigue la creación, entre la población civil, de una decidida actitud opuesta a la acción terrorista, privando a los grupos terroristas, de paso, del colchón humano que precisan para mantenerse y regenerarse.
4. La infiltración, entendida como la penetración de agentes estatales “dobles”, en una organización, con los objetivos de descubrir su trama interna y, además, prevenir acciones terroristas ulteriores; desarticulando el grupo antes o después de una acción.
5. El futuro de la lucha contraterrorista radica en la cooperación judicial, penal y policial, internacionales mediante: el intercambio de información, ya lo mencionábamos antes; la creación de archivos conjuntos; la constitución de unidades policiales mixtas; la autorización de investigaciones policiales extranjeras en suelo nacional…

 

Una práctica contraterrorista degenerada, que no conviene olvidar, puede contaminar la lucha antiterrorista, habiéndose ejecutado en muchas ocasiones incluso con una enorme trascendencia histórica: nos referimos a la provocación e instrumentalización de grupos terroristas, mediante la infiltración policial en los mismos, con el objeto de conseguir un objetivo político distinto al pretendido inicialmente por los propios terroristas. Se trata de una técnica que puede desbordar la lucha antiterrorista volviéndose en contra de los objetivos iniciales.

 

Algunas conclusiones.
No olvidemos una dimensión social decisiva, generalmente obviada cuando no ignorada, al debatir estas cuestiones: la necesidad de la educación colectiva en unos valores fuertes que propongan a toda la sociedad, incluidos los terroristas y su ambiente, una alternativa atractiva para su retorno a la vida civil normalizada.
Insistamos en un aspecto. El terrorismo de la globalización, desplegado dramáticamente por Al Qaeda, ya se prefiguraba en las organizaciones antecedentes inmediatas de ETA, las FARC, la OLP, etc. Comulgar con una u otra ideología no hace distintos a los grupos terroristas, pues todos ellos desprecian, en mayor o menor medida, la división combatientes/civiles: terrorismo es terrorismo, ya sea marxista – leninista o islamista. Pero el empleo de las técnicas que lo caracterizan, y potencian hoy día, ya se experimentó con anterioridad, aunque condicionado por el desarrollo tecnológico del momento. En definitiva: el terrorismo desplegado por Al Qaeda se ha despegado cuantitativamente, que no cualitativamente, del terrorismo de las organizaciones precedentes.
                Una constante, de todos los grupos terroristas de cualquier época, es la fuerza motora de una ideología, adoptada dogmáticamente, como explicación pseudocientífica de la presunta marcha ineludible de la humanidad hacia su utopía final; paraíso cuyo alcance, dificultado por fuerzas reaccionarias, imperialistas o diabólicas, debe acelerarse mediante un ejercicio titánico de coherencia que exige un tributo en sangre.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 86, octubre de 2006

Terrorismo y globalización.

Terrorismo y globalización: dos impactantes realidades del siglo XXI  que, desde el 11 de septiembre y el 11 de marzo, marchan a la par. Unas reflexiones al respecto.

 

Los atentados sufridos en Madrid el pasado 11 de marzo, con sus casi doscientas víctimas mortales y un altísimo número de heridos, han golpeado la sensibilidad y la conciencia de los españoles. Tales crímenes contra la humanidad, además de irreparables pérdidas humanas, incalculables daños morales y cuantiosas consecuencias económicas, también han desatado unos rápidos cambios políticos en España cuyo alcance todavía está por determinar.

 

En esa fecha, que ya ha pasado a nuestra historia, España padeció, en miles de personas concretas, una de las expresiones más negras e imprevisibles de la moderna globalización. Por todo ello, es fundamental conocer la naturaleza de esta novedosa modalidad de terrorismo y su relación con la globalización.

 

Y, en esta ocasión, todo indica que el protagonista ha sido el fundamentalismo islamista, pionero de esta modalidad de guerra; si bien pudo realizarlo cualquier otro grupo terrorista, de cierta entidad, consecuente con su dinámica original, unas motivaciones ideológicas y su inserción en nuestra época.

 

El terrorismo siempre obedece a una estrategia muy concreta por la que un grupo pequeño, motivado y muy bien formado, pretende forzar un cambio político mediante un enfrentamiento armado asimétrico que persigue la derrota -o la claudicación- de su enemigo, en principio mucho más poderoso. Ni el tiempo, ni el espacio (ambos, factores determinantes de la guerra convencional), ni las reglas de convivencia asumidas mayoritariamente por una sociedad concreta o, incluso, por la sociedad internacional; nada de todo ello es obstáculo para este tipo de conflicto armado que, sin duda, marcará este nuevo siglo.

 

El terrorismo moderno fue iniciado por los nihilistas rusos en su lucha frente al régimen zarista. Desde entonces, finales del siglo XIX, se ha practicado abundantemente y con un protagonismo creciente; siendo las guerrillas marxistas – leninistas las que lo aplicaron con una elaboración teórica más depurada, indudable voluntarismo, y una despiadada resolución. Pero tales guerrillas, después de propiciar cambios históricos que han afectado a un tercio de la humanidad, están en declive, habiendo desaparecido la mayoría de ellas en los últimos años. No podía ser de otra manera. La caída del Muro de Berlín, el hundimiento de los regímenes marxistas en buena parte del mundo, la revisión del comunismo en China, las mutaciones ideológicas de los partidos comunistas occidentales, etc.; todas esas circunstancias, y algunas otras, han influido decisivamente en este aparente eclipse.

 

El actual terrorismo islamista desborda a la guerra convencional y al terrorismo “clásico”, ya lo decíamos, al asimilar y servirse de algunas de las características de la globalización. Empleo de las modernas tecnologías, comunicación por Internet, descentralización organizativa y centralización estratégica, voluntad de ocasionar el máximo daño posible, resonancia mediática, sofisticado cálculo estratégico, persecución con sus acciones de costes económicos de efectos planetarios… Y todas esas características concurren en la matanza del 11- M. Aunque, tal vez, falte una generalmente asociada a este tipo de atentados, según han destacado los especialistas en seguridad internacional: el valor simbólico del lugar elegido, evidente en el caso de las Torres Gemelas, y escasamente visible en el de la Estación de Atocha.

 

España ha sido víctima, por lo tanto, de un acto de terrorismo pensado fríamente con una implacable y calculada lógica. Este terrorismo elimina, conscientemente y con mayor decisión que sus antecesores, la frontera entre combatientes y población civil; circunstancia que, en definitiva, es una elevación cuantitativa, que no cualitativa, de las prácticas del terrorismo clásico.

 

ETA no ha alcanzado los niveles letales del terrorismo islámico, parece ser. Pero, sin duda, para sobrevivir en este nuevo siglo, deberá adaptarse y tomar de la globalización cuantas técnicas le permitan continuar con su “larga marcha”. De hecho, ya lo vienen haciendo en buena medida: empleo de nuevas tecnologías, repercusiones mediática y política, dispersión geográfica de sus bases operativas, ingeniería financiera...
               
                No todos los terrorismos contemporáneos son idénticos o asimilables, pese a sus semejanzas. Así, se ha llegado a afirmar que la participación de terroristas suicidas es una de sus características determinantes. Pero no es cierto. Si algunas organizaciones se han servido de estos modernos kamikazes, ha sido, exclusivamente, para obviar una de las mayores dificultades presentes en todo acto terrorista: la huida del escenario del atentado. Es decir, algunas organizaciones terroristas, en su mayor parte islamistas, recurren a los combatientes suicidas con una finalidad meramente utilitaria y táctica. Y, todo indica que, para la materialización de los atentados de Madrid, no fue necesario emplear terroristas suicidas; lo que obligar a extraer algunas conclusiones acerca de los –aparentemente poco estrictos- niveles de seguridad españoles, evaluados y desbordados en todo caso por los estrategas de la matanza del 11-M. Pero, además de la anterior, más enseñanzas, de todo ello, deberán extraerse para el futuro, si queremos que nuestra sociedad se defienda con eficacia y libertad de probables agresiones.

 

España está sometida, por tanto, a una dramática situación. Un terrorismo “clásico”, el de ETA, no ha sido superado, cuando se sufre, de golpe, el acoso del islamista, característico de la era de la globalización: desconocido, imprevisible, opaco. Y más, cuando puede camuflarse con facilidad entre los cientos de miles de musulmanes residentes en España; quienes configuran una auténtica sociedad, hermética, ajena y paralela a la española.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 79, marzo de 2004