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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Terrorismo

El relativismo actual es insuficiente frente al terrorismo

El relativismo actual es insuficiente frente al terrorismo                 El conocido historiador Fernando García de Cortázar publicó en el diario madrileño ABC, el 17 de agosto de 2006, un largo e inquietante artículo titulado El desfile del perdón. A su juicio «La esencia de esta pos-modernísima moda del perdón es que las atrocidades siempre las cometen o un hermético puñado de fuerzas oscuras -el Estado, el colonialismo, el imperialismo yanqui, la globalización...- o los supuestos antepasados del rival político - los fascistas, los comunistas, los alemanes...». Una moda que actúa «Como si las responsabilidades individuales no existieran y siempre hubieran sido las circunstancias las responsables de las decisiones humanas, las acciones humanas y, sobre todo, el sufrimiento humano». Y concluía con un incisivo párrafo: «Después de vivir la pesadilla del juicio, la madre de Miguel Ángel Blanco dijo que casi no había podido mirar a la cara a sus asesinos: “Sólo podía mirarle a las manos. Una y otra vez. No podía dejar de pensar que con esas manos le habían quitado la vida a mi hijo”. Escribo estas palabras, y luego las digo mentalmente. Y las repito muchas veces. Como plegaria. Porque el futuro no puede surgir de disolver las responsabilidades individuales ni tampoco de borrar de la Historia la existencia de ETA, desarraigándola de las conciencias y creando un pasado con víctimas pero sin asesinos, sin verdugos, sin victimarios. Porque para que el ágora sustituya al templo y el futuro no esté ya secuestrado es preciso plantearse el terrible enigma de esas manos. No lavarlas en la ficción de una paz sin ojos sino repetirse y tratar de responder las preguntas que un día se hiciera Hannah Arendt en su libro Los orígenes del totalitarismo: ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué ha sucedido? ¿Cómo ha podido suceder?» Unos sintéticos párrafos que cuestionan muchas actitudes -colectivas e individuales- ante al terrorismo manifestadas en España durante décadas, y que cobran mayor trascendencia en el devenir del supuestamente extinto «proceso de paz» que hemos vivido recientemente en España. Una interpelación, en suma, que plantea el rol de la conciencia personal, la consistencia de la Ética actual y sus aplicaciones colectivas, ante las poliédricas expresiones del terrorismo.

 

Las razones últimas que sustentan la general y abstracta condena del terrorismo no son unánimes. De hecho, no son pocas las voces que reclaman la necesidad de remitirse a sus supuestas causas remotas, enmarcándolas en una violencia previa que lo provocaría inevitablemente; de modo que antes o después se acabaría «dialogando» con los terroristas.

 

Javier Mª. Prades López aborda científicamente la problemática planteada por García de Cortázar en su estudio «Imagen de Dios»: la antropología cristiana en el contexto del análisis del terrorismo y de sus causas, a partir de la página 282 de la obra colectiva Terrorismo y nacionalismo. Comentario a la Instrucción pastoral «Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias» (BAC, Madrid, 2005) de la siguiente manera: «En nuestra época se teoriza desde hace tiempo, y la cultura mediática divulga con grandes recursos, que el hombre como sujeto ha desaparecido o que, al máximo, su única tarea residual es el problematicismo crítico. Abundan las corrientes filosóficas en lo que genéricamente se llama postmodernidad, que explican de distintos modos cómo la única función que ha conservado la razón, frustrada su desmedida ambición constructora de sistemas en la modernidad, es precisamente su carácter de mera función crítica, “deponente”». Es el caso de G. Vattimo, abanderado del llamado «pensamiento débil», quien considera que el denominado «pensamiento fuerte», propio de la modernidad, se caracterizaba por hablar en nombre de la verdad, de la unidad y de la totalidad. Por el contrario, el «pensamiento débil» rechaza las categorías fuertes y las legitimaciones omnicomprensivas. De esta manera, el nihilismo se habría convertido en el horizonte vital de la humanidad, habiéndose derrumbado toda certeza última y verdad estable. Y conceptos como sujeto e historia habrían perdido su carácter unitario, por lo que debiéramos acostumbrarnos a vivir sin ansias en un mundo de medias verdades y sin deseo de alcanzar otras nuevas.

 

Pero, tan sesudas reflexiones, ¿tienen algo que ver con las existencias de los hombres y las mujeres de hoy? Pensamos que mucho.

 

Un prestigioso psiquiatra español, Enrique Rojas, en unas declaraciones efectuadas en la Universidad Austral, definía al pensamiento propugnado, entre otros muchos, por Vattimo, como el que «se relaciona con el mundo light: la manteca sin grasa, el café sin cafeína, el azúcar sin glucosa, el hombre sin sustancia que afirma “haz lo que quieras” y esto conlleva un costo terrible». Advertía, a su vez, que la afirmación de unos valores y, en concreto la ardua tarea de la educación en los mismos, no es una posición fácil, pues: «Cualquier sujeto que defiende unos criterios con cierta firmeza es un fundamentalista» para la moda intelectual actual (http://www.universia.com.ar/, 09/05/2005). En consecuencia, si carecemos de convicciones firmes, al no compartir una verdad común, ¿sobre qué valores asentamos la convivencia colectiva y la imprescindible capacidad de resistencia frente a las agresiones terroristas?

 

                La Ética, estudio filosófico de la moral, está en directa relación con la política; integrando ambas la Filosofía práctica. Actualmente se pretende edificar una ética civil a partir del cambiante consenso social y de transacciones, que también incorporan creencias políticas; de modo que los criterios morales pierden relevancia y capacidad para poder iluminar la vida pública. En consecuencia, asegura en la página 18 del antes mencionado libro Juan José Pérez-Soba Diez del Corral en su trabajo Introducción: óptica y unidad del documento, «A la persona le queda la impresión de la imposibilidad de alcanzar una razón ética por encima de determinados intereses parciales para aceptar sin fisuras cuestiones fundamentales para la construcción de la sociedad como es el respeto de la vida. Se ha extendido con el relativismo una cierta postura cínica según la cual toda declaración moral es un ideal inalcanzable que no vive casi nadie y que es farisaico proclamar». Así, continúa afirmando el autor, «la ausencia de un sistema de referencia de fondo, debilita a la sociedad para hacer frente a una ideología que se quiera imponer sistemáticamente» (página 16). Por otra parte, asegura que «No es tan fácil dar una solución cuando el ambiente general dentro de la ética, en especial la ética social, es fundamentalmente utilitarista. Entonces, una utilidad política cuyos fines se consideren justificados a priori, ya sea por un pretendido apoyo popular, o por un presupuesto ideológico, será la que dé los principios fundamentales al pensamiento presuntamente moral. Éste se convertirá inevitablemente en un razonamiento justificativo» (página 14). Y dado que la Ética civil presenta objeciones tan serias a su propia capacidad enjuiciadora del terrorismo, este autor afirma en la página 20 que «Afrontar un tema de tal calado requiere un pensamiento fuerte que supere el sistema de concesiones o de atenuantes que suele caracterizar la visión teñida de sociologismo de una ética comunicativa o de la relativización inherente a los acuerdos sociales».

               

Podríamos concluir que desde el relativismo moral de una Ética civil de mínimos, es lógico concebir al terrorismo como algo inevitable, con el que es necesario convivir, como un método de cálculo político incluso…, como un mal menor. Así, ciertos criterios estrictamente políticos prevalecerán sobre la perspectiva moral del problema.

               

Pero, vistos sus límites, debemos explorar algún terreno firme desde el que poder enjuiciar moralmente al terrorismo; una pretensión que mantiene, en su caso, la Iglesia católica, pues «esto es posible porque no se ha partido directamente de un análisis sociológico que cuenta con dificultades inmensas para dar lugar a un juicio sobre cualquier terrorismo por la gran cantidad de variantes dependientes de su génesis histórica y la situación cultural. Este juicio tiene su sentido preciso como superación de la interpretación marxista que hace imposible toda valoración definitiva de un acontecimiento antes del fin de la historia». Así lo propuso Juan José Pérez-Soba Diez del Corral en su estudio Juicio moral sobre el terrorismo, en la página 155 del libro referenciado; un juicio que parte de la antropología cristiana, que afirma la centralidad y dimensión moral de la persona por encima de cualquier ideología.

 

El terrorismo cuestiona la «conciencia moral de la sociedad», pues «Ésta es de algún modo responsable, no sólo porque tolera o favorece comportamientos contrarios a la vida, sino también porque alimenta la “cultura de la muerte”, llegando a crear y consolidar verdadera y auténticas “estructuras de pecado” contra la vida. La conciencia moral, tanto individual como social, está hoy sometida, a causa también del fuerte influjo de muchos medios de comunicación social a un peligro y gravísimo y mortal, el de la confusión entre el bien y el mal en relación con el mismo derecho fundamental a la vida». Así lo aseguró Juan Pablo II en el punto 24 de Evangelium vitae, su carta encíclica sobre el valor de la vida humana de 1995. Nada menos.

               

No se trata de una cuestión cerrada. Todo lo contrario. Es más, la existencia de tales debates, y de las consiguientes quiebras sociales, enjuician la salud moral de toda la sociedad, de sus bases de convivencia y de su voluntad de futuro. La persistencia del terrorismo, por tanto, contrasta también nuestro modelo social. Y no se trata de una cuestión puramente teórica. La actitud que se adopte, por ejemplo ante el proceso de diálogo con una organización terrorista, depende mucho de los presupuestos de partida. La primacía de lo político facilitará, también, el olvido de las víctimas, y puede no tener reparos en pagar un «precio político» por la paz. Se trata, por lo tanto, de un debate de trascendentales consecuencias.

 

                Por todo ello, bienvenido IV Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo, que ha tenido lugar en Madrid los días 22 y 23 de enero, organizado por la Universidad San Pablo–CEU. Pues a las víctimas les corresponde, antes que a nadie, el derecho a la palabra y el juicio moral.

 

Análisis Digital, 25 de enero de 2008

La supuesta grapización de ETA.

La supuesta grapización de ETA.

 

Significativas personalidades públicas, desde responsabilidades y concepciones ideológicas muy dispares, han afirmado, a lo largo de los últimos meses, que ETA está experimentando un proceso de grapización. ¿Es cierto?

Mercedes Gallizo, Directora General de Instituciones Penitenciarias, aseguraba el 12 de agosto de 2007, en una entrevista a Europa Press, que ETA estaba experimentando un proceso de “debilitamiento evidente” gracias a la acción policial, a la vez que detectaba un proceso de “grapización”, pues “ya no es una banda que tenga que ver nada con la política, sino que es una pequeña secta alejada totalmente de la realidad”. Unas palabras que fueron muy discutidas y generó no poca polémica especialmente entre sus miles de subordinados.

Por su parte, Josu Jon Imaz, presidente del PNV, señaló el 28 de enero de 2007 en una entrevista concedida a Diario de Noticias de Álava que “ETA se grapizará si hace una huida hacia delante” volviendo al año 2000; es decir, al periodo posterior a la ruptura de la tregua del 99. Poco después, el 2 de febrero de 2007 en una charla del Fórum Europa, concretaba el alcance real de tal proceso: un progresivamente “escasísimo soporte social” y el desarrollo de una actividad cada vez más “residual”. Sin duda, esta segunda perspectiva estaba más elaborada que la de Mercedes Gallizo, al situar la situación humana y material de la banda en un contexto mucho más amplio. José Jon Imaz, tan llorado por los coros de plañideras que con su renuncia a la reelección han descubierto (¡asombroso!) que el PNV sigue siendo independentista, seguro que sabía muy bien de lo que hablaba.

No obstante, este concepto, empleado por muchas más personalidades y creadores de opinión, viene de unos cuantos años atrás. Así, y en un contexto político y antiterrorista completamente distinto al actual, Jaime Mayor Oreja, auguraba el 23 de diciembre de 2000 que “Habrá una grapización de ETA y un proceso de deterioro creciente”. Según el entonces ministro de Interior, ello se produciría mediante un “escalonamiento sucesivo”, bajando ETA “escalón tras escalón”. También preveía que el terrorismo no desaparecería de la noche a la mañana. Con todo, tal escalonamiento, que anticipaba como “cruel pero irreversible”, arrastraría a ETA a una situación de “grapización”, mediante la aparición de grupúsculos que no aceptarían determinadas posiciones de la banda.

Ciertamente, el sentido del concepto, así empleado por las tres personalidades, no es exactamente el mismo.

Mercedes Gallizo efectuó una valoración muy superficial condicionada por viejos presupuestos ideológicos: ETA no tiene nada que ver con la política, estando alejada de la realidad. Vamos, que se trata de una mera banda mafiosa; un análisis, curiosamente, muchas veces enunciado desde la izquierda. Ciertamente, sus actividades no son políticas, sino terroristas. Pero sus presupuestos teóricos y sus objetivos intermedios y finales, que no justifican jamás al terrorismo, evidentemente, si son políticos. Además, esa afirmación de que ETA había perdido contacto con la realidad no dejaba de ser una declaración hueca: ¿acaso ETA no es consciente de los movimientos internos del conjunto del nacionalismo vasco?, ¿no se ha aprovechado del “balón de oxígeno” proporcionado por el “diálogo” propiciado por el actual presidente del Gobierno español?, ¿es cierto que ETA carece de un mínimo soporte social?, ¿ningún otro “actor” político de la escena vasca comparte su objetivo de la independencia?

José Jon Imaz hablaba desde una perspectiva también ideológica, queriendo ver que el soporte social de apoyo a ETA se estaba estrechando, reduciéndose su capacidad operativa, al haber retomado su “lucha armada” sin un horizonte claro; lo que no habría comprendido buena parte de su base social. Pero los buenos resultados electorales de la actual fachada política del MLNV, Acción Nacionalista Vasca, desmienten ese supuesto alejamiento de sus bases. Además, no quería ver que la radicalización soberanista del PNV estaba propiciando futuras oportunidades a la autodenominada izquierda abertzale.

Jaime Mayor Oreja, por último, y en ese privilegiado y único contexto de conjunción de medidas antiterroristas muy diversas (policiales, judiciales, financieras, de colaboración internacional, de aislamiento político…) que aplicó el gobierno de José María Aznar, entendía que tal proceso sería una inevitable consecuencia derivada del debilitando gradual y creciente de todo el conjunto formado por ETA y sus diversos entornos; siempre que tales medidas se mantuvieran en el tiempo.

Concluiremos que, al referirnos al concepto grapización, existen notables diferencias y matices según quién lo emplee.

Entonces, ¿es posible determinar, con rigor, en qué consiste un proceso de grapización?

Qué fueron los GRAPO.

Los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO) optaron desde 1975 por la vía de la insurrección armada contra el Estado español. Alimentados de una peculiar lectura del marxismo-leninismo-maoísmo, sus máximos dirigentes juzgaron que la situación española de mediados de los años 70 se encontraba madura para una revolución comunista.

El Partido Comunista de España (reconstituido) –procedente de una de tantas escisiones radicales del Partido Comunista de España, la Organización Marxista-Leninista de España (OMLE)- sería el partido proletario guía de una clase obrera impaciente por la toma del poder y el desalojo violento de la burguesía y la oligarquía.

El PCE(r) intentó, imitando su modelo ideal de la revolución comunista china, organizar algunas plataformas destinadas al “encuadramiento de las masas”: la Organización Democrática de Estudiantes Antifascistas (ODEA), entre otras. De hecho, la única organización “de masas” que gozó de cierta continuidad fue la -todavía hoy operativa- Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos (AFAPP), constituida a semejanza de las Gestoras Pro-Amnistía, estructurada en torno a los presos de la organización y que, por propia definición, nunca podría extenderse más allá de su limitadísimo medio humano natural.

Pero el peso y liderazgo de la lucha insurreccional recaería en su frente armado: los GRAPO. Sin que existiera, realmente, una división nítida entre tales entidades, pues integraban una única organización que coyunturalmente intentaba actuar sectorialmente (estudiantil, obrero, vecinal) con esas denominaciones dispares, los GRAPO se lanzaron a una carrera terrorista salvaje, desatando una feroz campaña de asesinatos, secuestros, sabotajes…

Ya desde sus inicios, una de sus fuentes de financiación fueron los atracos a entidades bancarias. Pero la persecución policial, sus propios errores, y la pérdida progresiva de sus escasos núcleos de apoyo (gallego, andaluz, vasco, levantino, madrileño), fueron transformando la ambiciosa organización inicial en unas bandas aisladas, errantes, obsesionadas en dar golpes de efecto a falta de otras posibilidades más ambiciosas; derivando finalmente en una banda más preocupada en su supervivencia económica, mediante atracos y secuestros, que en el desarrollo coherente de un proceso revolucionario. Aparecían, desaparecían… Pero no había ninguna “mano negra” detrás de sus sorprendentes reapariciones. Más allá de su retórica anticuada, tan reiterada en sus proclamas y cuidadas revistas, no eran nada más que una banda de desesperados, progresivamente más acorralados… y solos.

ETA siempre ha sido otra cosa.

De entrada, ETA siempre se ha nutrido ideológicamente de otras fuentes: primaria y sustancialmente, del nacionalismo vasco. Este factor le ha permitido compartir algunos objetivos tácticos con otras fuerzas políticas (el PNV, fundamentalmente) y llegar a acuerdos de mayor o menor calado. Recordemos, particularmente, el célebre Acuerdo de Lizarra. Y ETA siempre ha sido ambiciosa, pero asumiendo su propia realidad desde la perspectiva de sus objetivos finales: la independencia y el socialismo.

Pero no puede entenderse el fenómeno y la evolución de ETA sin considerarla en el conjunto del autodenominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) que ha diseñado y liderado. Y es bien conocido que el MLNV está integrado por numerosas expresiones organizativas sectoriales, enraizadas en determinados ambientes sociales que viene reclutando, formando y manteniendo con tenacidad.

El GRAPO, si bien lo intentó, siempre careció de unas estructuras y apoyos comparables a los de aquélla.

Qué fue la grapización.

Decíamos que el PCE(r) – GRAPO, ideológicamente, se aferró a una lectura rígida de un marxismo-leninismo-maoísmo más propio de las condiciones históricas del Tercer Mundo en descolonización durante los años 50 y 60 del pasado siglo. Aunque nominalmente comunista (derivó, finalmente, hacia posturas pro-soviéticas), nunca persiguió acuerdos tácticos con ninguna formación política relevante. Así, el histórico, oficial y mayoritario, Partido Comunista de España siempre rechazó de plano tanto las acciones terroristas PCE(r) – GRAPO, como sus premisas ideológicas.

El arraigo social del PCE(r) - GRAPO, incluso en sus mejores momentos, siempre fue muy débil. Apenas unos pocos millares de simpatizantes dispersos por toda España; si bien lograron implicar a varios cientos de los más decididos en la campaña terrorista que irracional e implacablemente desplegó.

El acoso policial, judicial, mediático, político, etc., que sufrió, le “secó” esos escasos apoyos sociales, desapareciendo con ello sus escasas posibilidades de reclutamiento de nuevos activistas y otros colaboradores, y estrechándose sus inestables fuentes de financiación.

El que persistiera durante varios lustros, siendo su realidad material análoga a una banda criminal de vulgares delincuentes de cierta dimensión, únicamente puede explicarse por la persistencia de un liderazgo carismático –análogo al ejercido en las sectas- y la adopción de un estilo de vida más propio de una mafia que de una comunidad revolucionaria clandestina.

La pregunta que debemos hacernos es, ¿ETA, realmente, está experimentando un proceso análogo al que se ha denominado como grapización?

Analicemos y precisemos la cuestión en varias premisas.

La realidad de ETA.

1. Ideología. ETA se sigue nutriendo del nacionalismo vasco más radical y de los viejos esquemas tácticos marxistas-leninistas de la conquista armada del poder político: la “guerra popular prolongada”, combinándose con movimientos de “masas”, lucha institucional, acuerdos parciales de “Frente Nacional” con otras fuerzas…

2. Esa común fe nacionalista le sigue posibilitando acuerdos tácticos con ciertos posibles aliados coyunturales (diversas variedades del denominado “Frente Nacional”). De hecho, ha demostrado una notable capacidad táctica en diversas circunstancias, llegando a disputar el liderazgo del nacionalismo vasco al mismísimo PNV en el contexto del Acuerdo de Lizarra.

3. Abierta a los instrumentos técnicos de la globalización, ETA ha demostrado una gran capacidad de adaptación a los cambios políticos, culturales y tecnológicos, nacionales e internacionales; tanto a nivel de discurso, como a nivel organizativo.

4. Se llame como se llame la expresión política del MLNV, en la actualidad ANV, ha sido capaz, por méritos propios e inesperados –o muy trabajados…- “regalos” exteriores, de recuperar su presencia institucional.

5. Socialmente, las diversas expresiones sectoriales del MLNV siguen actuando y haciéndose sentir; si bien no es temerario afirmar que vienen expresando cierto cansancio colectivo.

6. Su arraigo social, en definitiva, es incuestionable. Y, pese a la sucesión de golpes desplegados desde el Estado de Derecho, que les ha debilitado en ciertos aspectos, han aprovechado todas las oportunidades derivadas de los nuevos escenarios políticos (el más reciente, el diálogo con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero) para mantener al menos su cohesión interna, manteniendo además buenos niveles de socialización, formación y movilización de sus bases.

Afirmar, desde el conjunto de todas estas premisas, que ETA se ha grapizado es una temeridad: las condiciones objetivas y subjetivas del GRAPO y ETA son totalmente dispares. No en vano, tales premisas son antagónicas a la trayectoria, en su diversas fases, histórica de los GRAPO.

Esas condiciones, resumamos, le permiten a ETA seguir reclutando nuevos militantes, mantener o establecer nuevas fuentes de financiación, y adaptar sus “aparatos” organizativos a las exigencias coyunturales de la “lucha armada”; y siempre considerando su inserción en la realidad sociopolítica más amplia del MLNV.

Formulemos –ahora- una pregunta dramática que no es posible eludir: ¿qué objetivos tácticos persigue ETA ahora mismo?, ¿acaso la ejecución de golpes de enorme impacto o, ante todo, cierto número de asesinatos? La respuesta, consideramos, no es tan simple. En cualquier caso, ETA persigue, en su formulación genérica, lo de siempre: el mayor efecto propagandístico posible; demostrar que está viva; que es un “actor” decisivo; que puede hacer daño; tantear el pulso vital del “enemigo”.

Con todo, ETA parece perseguir, en los últimos meses, grandes atentados con explosivos que causen, acaso, el menor número posible de víctimas. Ello responde, sin duda, a un frío análisis coste/beneficio y no una “humanización” en sus objetivos: persiguen, ante todo, golpes de enorme impacto emocional y mediático. De modo que no les sirve “cualquier” modalidad de atentado.

Algunos de sus más recientes atentados con explosivos pueden parecer, para lo que han perpetrado en su sangrienta historia, “cosas” de chiquillos. Pero esa aparente incapacidad, reiteramos, ¿es mero cálculo o es “lo único que podían hacer”?

Las grandes cantidades de explosivos incautadas en diversas operaciones policiales a lo largo de este verano, ponen de manifiesto que su capacidad tecnológica y sus apoyos no son escasos; en cualquier caso, y por lo que respecta al tema en torno al cual estamos reflexionando, siguen siendo muy superiores a los “buenos momentos” de los GRAPO.

Y no olvidemos que ETA, en varias circunstancias concretas de su historia, estuvo a un paso de desaparecer por completo, a resultas de la labor policial. Y se reconstruyó, en cada ocasión, casi desde cero, retomando sus “campañas” terroristas. Todo indica que nos encontramos ante una situación análoga.

Conclusiones.

Es incuestionable que ETA está integrada, en la actualidad por un número de activistas y estructuras muy inferior a sus momentos álgidos: los años 70 del siglo XX. No obstante, incluso perpetrando una actividad terrorista notablemente más reducida -con menor número de atentados y de víctimas- sigue provocando un efecto mediático y político casi análogo al que la sociedad española experimentó entonces; y con unos efectos políticos multiplicados por el deslizamiento hacia posturas beligerantemente soberanistas de las formaciones nacionalistas “democráticas”: PNV, EA y Aralar.

Que ETA sobreviva, de una u otra manera (nuevos tiempos, nuevas necesidades, nuevas estructuras), o que se esté grapizando en alguna de sus dimensiones –acaso la más visible- no depende únicamente de ETA y su entorno: depende de la respuesta del “enemigo”, de la de los posibles aliados, de la de los indiferentes, incluso.

Toda fisura, toda debilidad, toda duda, toda oportunidad, cada “balón de oxígeno” que se le arrime… será aprovechado por ETA y su entorno en su carrera hacia los objetivos de siempre.

Por ello, sólo una respuesta, hasta ahora, ha demostrado su eficacia frente a ETA y su entorno: la unidad de los demócratas en un discurso y una estrategia comunes; la colaboración con las anteriores de los medios de comunicación; la conjunción de la acción policial, judicial e internacional; la movilización ciudadana; su total aislamiento político.

Únicamente cuando tal respuesta vuelva a producirse y se mantenga en el tiempo, ETA desaparecerá o, al menos, se reducirá a su mínima expresión, grapizándose en todas sus dimensiones. Pero sólo se grapizará cuando su entorno se haya debilitado casi por completo o se haya alejado definitivamente del terrorismo, lo que no parece previsible a corto plazo vista la cohesión que viene manteniendo… y las “facilidades” que contra toda lógica, se le vienen brindando.

Por todo ello, todavía no es posible hablar de la grapización de ETA.

Revista digital Arbil, Nº 114, octubre de 2007

“Proceso de paz” o de “resolución del conflicto”, ¿simples matices?

“Proceso de paz” o de “resolución del conflicto”, ¿simples matices?

Nadie discute que la izquierda abertzale persiste en su intento de fijar el calendario y contenidos del denominado “proceso de paz”. Así ETA, el pasado 3 de noviembre difundió, por medio del Nº. 111 de su publicación Zutabe, el sexto comunicado al respecto, rápidamente avalado por los dirigentes de la todavía proscrita Batasuna, en el que nada nuevo aporta; reafirmándose, eso sí, en sus objetivos de siempre.

No obstante, al término “proceso”, ¿se le asigna un único sentido?

El Gobierno y el Partido Socialista de Euskadi continúan dirigiéndose a la opinión pública, española e internacional, con la misma misteriosa fórmula mágica denominada “proceso de paz”. Y todos queremos la paz, faltaría más. No obstante, al delimitar sus contenidos, límites y objetivos, surgen las diferencias, incluso entre los propios socialistas.

Por otra parte, quienes discrepan con tan debatido “proceso”, siempre le anteponen –le anteponemos- el muy extendido “mal llamado”. ¿Por qué?

“Paz antes que política”; insisten ZP y los suyos. Y también recuerdan, una y otra vez, que ETA debe abandonar definitivamente la violencia y que la paz no tendrá un precio político. Pero no basta con declaraciones formales, hermosas palabras, encomiables y compartidos deseos…

Tenemos una democracia asentada, o al menos eso creíamos, con cauces para la resolución de todo tipo de conflictos, y para la expresión de cualquier opinión; con unos lógicos y mínimos límites legales. ¿Para qué diseñar, entonces, otros mecanismos distintos a los ya existentes? ¿Por qué emplear un lenguaje político esotérico -subproducto de la dialéctica marxista- al alcance de unos pocos “iniciados”? ¿Por qué el gobierno no ha buscado la cohesión de toda la sociedad española, proponiendo unas tácticas y estrategia claras y contundentes? Unas preguntas que, junto a otras más, al no ser respondidas, han provocado que numerosas voces se hayan alzado exigiendo claridad, unidad y firmeza, desconfiando de esa otra palabrería tan repetida como vacía. Pero, ¿existen motivos, realmente, para desconfiar?

Ramón Jáuregui, en unas declaraciones recogidas el domingo 5 de noviembre en El Diario Vasco, discrepaba en algún sentido de su colega Patxi López, al asegurar que “No es un derecho a decidir lo que le falta al País Vasco sino claridad política en sus reglas. Y esa claridad, en el caso de la izquierda abertzale pasa obviamente porque pueda ejercer su representación política sin restricción ninguna y eso lo tendrán cuando se produzca el abandono de la violencia y acepten las reglas que tenemos los demás”. Pero ¿por qué es necesario, entonces, un proceso que no sea la simple aceptación del marco legal por la izquierda abertzale, previo abandono definitivo de las armas y disolución de ETA? “Derecho a decidir”, “claridad política en las reglas”… Pero, los socialistas, ¿no perseguían únicamente la paz?

¿Cómo determinar, entonces, el alcance real del proceso?

Nos remitiremos, como en otras ocasiones, a lo manifestado por una izquierda abertzale que siempre habla de “resolución del conflicto” y no de “proceso de paz”. Véanse, como ejemplos, el último comunicado de ETA, el editorial del diario Gara del domingo 5 de noviembre, y las ya numerosísimas declaraciones de sus dirigentes. No es posible hablar de paz, aseguran, sin analizar y eliminar las causas que generan la violencia. Existiría un conflicto político entre Euskal Herria y el Estado español; que es lo que hay que resolver superando o eludiendo, por considerarlos una imposición antidemocrática, Constitución española y Estatuto de Gernika. En consecuencia, no podrían disociarse paz, territorialidad y derecho a la autodeterminación. “Política antes de paz”.

Arnaldo Otegui, con sus declaraciones a Radio Euskadi del sábado 4 de noviembre, proporcionaba unas interesantes claves. En primer lugar afirmó que, ahora mismo, existe una pugna por definir “la naturaleza del proceso”. Vamos, que abertzales y socialistas no se han puesto de acuerdo en sus contenidos y objetivos. Pero, lo que es más grave, ello pone de manifiesto la falta de firmeza de un Gobierno que no es capaz de definirla y encauzarla en términos de normalidad democrática; es decir, en el seno y al amparo de legalidad de las instituciones ya existentes establecidas por Constitución y Estatuto.

“Hay que plantear recetas de futuro, que pasan por el cambio de estatus político y por que eso se dé de manera acordada”, afirmó Otegi; concretando que no resulta fácil avanzar en todo ello, pues “lo que estamos tratando no es de dar solución a una crisis de manera táctica para entrar en otra crisis dentro de tres meses. No vamos a salir del paso sin más, sino a poner el proceso en velocidad de crucero y sobre bases sólidas”. Recordó también que “no hemos hecho este proceso para ser legales”; mostrándose contento, pese a todo, recordando que hace siete meses nadie aseguraba que el que denomina “diálogo multipartito” ya estaría en marcha.

“Su” velocidad y “sus” bases, recordemos. ¿Quién está determinando el “proceso”, nos preguntamos muchos? Si la izquierda abertzale está desbordando los cauces legales, arrastrando en ello a Gobierno, PSE-PSOE y PNV, ¿alguien lo duda ya?

Se ha afirmado, en muchas ocasiones, que quien establece las reglas del juego determina sus resultados. Y si se acepta la dialéctica marxista-leninista de ETA, que asegura que hay que avanzar decididamente hacia “un acuerdo en torno al marco democrático para el conjunto” de Euskal Herria, según se afirma en el Zutabe, se está asumiendo -en primer término a nivel teórico y, probablemente, en sus consecuencias prácticas- que no disfrutamos de una verdadera democracia. Una situación muy grave; especialmente si uno de los interlocutores, es el propio Gobierno. Y de consecuencias imprevisibles.

Resumamos. No se trata de un “proceso de paz”, pues ésta no antecede a la política, sino que sucede todo lo contrario.

Los abertzales saben muy bien lo que quieren y así lo manifiestan. También son diáfanos quienes se oponen a un proceso que califican, acaso con acierto, como “de rendición”. Quienes no lo tienen nada claro, parece ser, son José Luis Rodríguez Zapatero y sus más íntimos. Salvo que quieran engañar a todos; si bien, aventuramos, únicamente lo están haciendo a sí mismos.

Páginas Digital, 8 de noviembre de 2006

Presos, mesa de partidos… y Navarra.

Presos, mesa de partidos… y Navarra. Del mal denominado “proceso de paz” desconocemos, realmente, lo más relevante: si se han reunido Gobierno y ETA; qué acuerdos han alcanzado los partidos que ya lo han hecho; qué movimientos realizará el Gobierno en política penitenciaria; cómo se constituirán, con qué efectos jurídicos, y en qué entorno, las llamadas “mesas de partidos”;… y qué rol se reserva a Navarra y a los navarros.

Antes o después se sabrá casi todo. No en vano, de toda reunión en la que participa ETA se eleva acta, valorándose posteriormente los acuerdos y desencuentros. Pero, hasta entonces, deberemos conformarnos con rumores, análisis difícilmente imparciales, filtraciones interesadas a la prensa, e intoxicaciones informativas.

En este confuso contexto, con todo, se viene extendiendo la sensación de que ETA está determinando decisivamente la “agenda política” -contenidos concretos a debatir y calendario- y los escenarios del “proceso”.

Pero un asunto vienen quedando bastante perfilado: Navarra seguirá siendo el premio principal de este agotador “juego”. Así, el candidato socialista Fernando Puras ya ha afirmado que la “mesa navarra de partidos” se constituirá después de las elecciones al Parlamento Foral, ya en 2007. Pero, nos preguntamos, ¿será una comisión parlamentaria?, ¿participarán otros “agentes” sociales?, ¿qué valor jurídico tendrán sus acuerdos?

Por mucho que asegure el candidato socialista que el “marco” legal está cerrado, los temores de que no sea así están más que fundados. Dada la presunta indeterminación, del alcance de los acuerdos de la futura “mesa navarra”, no puede afirmarse que nada sea definitivo, pues pueden contemplarse diversas fórmulas que, en la práctica, eludirían el actual status: una posible reforma del Amejoramiento sometida a referéndum, el establecimiento de un órgano común vasco-navarro, se llame como se llame, etc. E incluso, ¿por qué no?, un referéndum conjunto con Euskadi en clave soberanista; máximo objetivo declarado por TODOS los nacionalistas.

Y si algún ingenuo duda de que el “contencioso” no haya sido abierto de nuevo, recordemos algunas incidencias acaecidas en Navarra en los últimos meses ejecutadas conforme un evidente guión. Así, el primer gran atentado de la recrudecida fase de kale borroka fue el perpetrado contra el comercio de un concejal regionalista en Barañain. Y le siguieron nuevas extorsiones a empresarios navarros; un atentado contra el monumento erigido en memoria de las dos últimas víctimas mortales causadas por ETA en Sangüesa; los realizados contra Onda Cero de Pamplona y Diario de Navarra en la persona de uno de sus repartidores en el norte de la Comunidad… hasta el perpetrado el pasado domingo 8 de octubre contra el edificio de los juzgados de Tudela. Todos ellos teñidos de un profundo significado simbólico dirigidos, además, a advertir a diversos sectores navarros de lo difícil que puede volverse su situación futura…

Pero se han producido otros movimientos indicativos de que la “cuestión” navarra sigue siendo decisiva en este mal llamado “proceso de paz”: las numerosas manifestaciones que vienen desarrollándose en diversas localidades navarras organizadas por ETA/Batasuna; la reunión recientemente celebrada –al menos- en Elizondo entre representantes del PSE-EE, PNV y la ilegal Batasuna, al objeto de “desbloquear” el denominado “proceso de paz”; y las estrategias preelectorales que se vienen destapando.

Este complejo panorama, que viene en definitiva a reabrir viejas heridas supuestamente cerradas en la Transición en el ámbito navarro, se entremezcla perversamente con el debate electoral planteado desde diversos medios de comunicación locales y todas las fuerzas políticas, salvo Unión del Pueblo Navarro y, en cierta medida, su socio Convergencia de Demócratas de Navarra. Nos referimos a la supuesta e ineludible necesidad de relevo político en clave “progresista”: es decir, desbancar de una vez a UPN del Gobierno Foral, aislándolo además del juego real en la mayor parte de las instituciones navarras; “matando dos pájaros de un tiro” y allanando previsibles obstáculos. Un “progresismo versus reacción” que encubre otra traslúcida apetencia: la radical modificación del actual marco legal de Navarra regresando a la situación del año 1976.

La clave la tienen, pues, los socialistas navarros. No en vano, ¿todavía mantienen alguna autonomía real ante los dictados y estrategias de Ferraz? ¿Perciben los intereses reales de la sociedad navarra? ¿Siguen presos de los viejos prejuicios sectarios de ciertas izquierdas?

La inmensa mayoría de los navarros queremos paz y tranquilidad; pero no a cualquier precio. Ceder a las exigencias de los totalitarios, aunque sea únicamente en concepto de mero debate intelectual, permitiendo que se sitúe a Navarra en primer plano de este desconcertante “proceso”, ya es facilitarles nuevos avances en su irrenunciable estrategia global. Y es que, en coherencia con sus conocidos esquemas leninistas de la conquista del poder político, no cederán una mínima medida de lo que ya han ganado. O alcancen en el futuro.

La revitalización del Pacto por las Libertades y contra el terrorismo, con las correspondientes proyecciones electorales y de gobierno, sería, por todo ello, el movimiento más realista y menos arriesgado posible en el actual tablero navarro. Pero para ello deberían dejarse de lado cortos intereses partidistas que están pervirtiendo la percepción de la realidad introduciendo distorsiones ideológicas de seguro altísimo coste humano y social.

Publicado en Páginas Digital, 10 de octubre de 2006

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Txema Montero evalúa el estado del “proceso de paz”.

Txema Montero evalúa el estado del “proceso de paz”. El pasado 17 de septiembre, Noticias de Navarra, el diario vocero del nacionalismo “moderado” en la Comunidad Foral, entrevistó a Txema Montero; un intelectual orgánico, al servicio del PNV, que procede del mismísimo núcleo dirigente del autodenominado MLNV. Dado su excepcional conocimiento de las “dos almas” del nacionalismo vasco, aunque con las reservas que el contexto impone, valoraremos sus opiniones.

Diputado al Parlamento Europeo en 1987 y 1989 por Herri Batasuna, fue expulsado de su formación en 1992 al defender su presencia estable en las instituciones de autogobierno y la autodisolución de ETA. Es uno de los más destacados integrantes de la Fundación Sabino Arana (salvaguarda de la pureza peneuvista y “laboratorio de ideas” del viejo alderdi): patrono, responsable de la Tribuna de reflexión, y codirector de su revista Hermes. Un curriculum que respalda su incuestionable autoridad e innegable espíritu de servicio a la causa.

A lo largo de esa entrevista realiza diversas afirmaciones que bien pueden proporcionar algunas luces sobre la opaca situación del mal llamado “proceso de paz”. Veámoslas. Asegura, en primer término, que los acuerdos ya alcanzados entre ambas partes no se están cumpliendo, especialmente en lo que respecta al Gobierno en política penitenciaria y puesta en marcha de la reiteradamente reclamada “mesa de partidos”. En consecuencia constata que el “proceso” está estancado, debiéndose analizar –propone- si esta dificultad puede todavía superarse; dando a entender que sí.

Los tres procesos análogos anteriores (el desarrollado al inicio de la transición, Argel y Lizarra) fracasaron al no concurrir las condiciones actuales; no en vano considera que se ha alcanzado una conciencia generalizada de que el “proceso” debe ser concebido dinámicamente y en función de una precisa agenda política. En este contexto, la kale borroka, que nunca ha parado y que venimos sufriendo con repuntes, sería una “modalidad brusca” de diálogo. En sus palabras: “Tú no me acercas a los presos, yo te lanzo unos cócteles molotov y así vamos tirando”.

La huelga de hambre protagonizada por De Juana Chaos sería, siempre según su opinión, un evento contemplado –autorizado por ETA, en definitiva- de modo individualizado, no pudiéndose generalizar al resto de presos de la banda; y los comportamientos públicos de Iñaki Bilbao y análogos, los valora como los de un “soldado perdido”.

Existirían dos graves riesgos para el “proceso”. Por lo que respecta al Gobierno, que su interlocutor ante ETA pierda su credibilidad al incumplirse determinados gestos y acuerdos. Y, ya en el seno del MLNV, que ganen espacio los enemigos del proceso; que los hay. Por ello, nada mejor que reproducir, ya que se viene hablando últimamente del riesgo de una posible escisión en ETA, un largo pero esclarecedor párrafo de la entrevista. “Lo que observo en el MLNV es que hay gente joven que cree que ellos están en disposición de escribir sobre una página en blanco la auténtica historia de la revolución vasca, alegando que todos los anteriores han acabado acomodándose, olvidándose, envejeciendo, aburguesándose y haciéndose reformistas. Luego están esos otros sectores que empiezan a ser nostálgicos de ETA, de una ETA que ellos conocieron, vivieron o participaron, una ETA potente e influyente. Estos suelen ser gente mayor, al contrario que los anteriores, gente que me recuerda mucho a los que siguen apoyando a los partidos comunistas en Europa. Estos dos sectores sí están moviéndose y ya, en puntos geográficos concretos, se les ve clamando que el proceso se acabe. Pero estos sectores que sí tuvieren mucha influencia para acabar con Argel y bastante influencia para terminar con Lizarra, no tienen tanta influencia hoy”. Un criterio que coincide, en lo sustancial, con el del periodista navarro, especializado en ETA y autor de numerosos libros, Florencio Domínguez, cuando respondió el pasado miércoles 20 de septiembre en Pamplona a una pregunta nuestra al respecto. Pero con una matización de nuestro paisano: aunque existan discrepancias, ello no implica una escisión.

Resumamos. El “proceso” estaría estancado por la falta de decisión del Gobierno, que no ha materializado los movimientos exigidos por “la otra parte”; ETA/Batasuna muestras fisuras -pues se teme que el Gobierno pretenda engañarles intentado convertir la tregua en irreversible sin concesiones sustanciales- aunque contenidas; pues únicamente desde la unidad interna puede mantener una postura firme en las negociaciones. Ya es hora, por lo tanto, de que el Gobierno se “mueva”.

No obstante, ¿qué persiguen realmente estas declaraciones? Bien podrían entenderse como un “toque de atención” del PNV al Gobierno, reclamándole decisiones firmes al objeto de evitar que el “proceso” termine naufragando; lo que haría perder posiciones al conjunto del nacionalismo en el camino de sus pretensiones últimas. Y, también, una advertencia a ETA/Batasuna, para que controle los tiempos y mantenga la calma. También puede interpretarse que, con las oficiosas opiniones de este cualificado personaje, el PNV se propone como espacio-puente en un “proceso” en el que se siente muy desplazado desde su inicio, pese a los esfuerzos de Ibarretxe. Ya se sabe: el PNV, Sancta Sanctorum de las quintaesencias patrias; por lo que reclama –faltaría más- un papel decisivo; como el que viene jugando desde hace 30 años.

A pesar de estas reservas de contexto, los juicios de Txema Montero no pueden ignorarse. No es un mero analista, ni un simple periodista, ni siquiera un siempre y tendencioso hombre de partido. Es un observador muy cualificado situado en la frontera de ambos nacionalismos. Por ello, hay que escucharle… y comprenderle.

Y para finalizar, el último episodio, que se sepa, de este tortuoso culebrón; que confirmaría que el “toque de atención” ha surtido efecto. El diario El Correo, en su edición de hoy, viernes 22 de septiembre, informa que en las últimas 48 horas se habría celebrado en la localidad navarra de Elizondo (¡qué casualidad!) una reunión entre PSE-PSOE, PNV y Batasuna en un intento de desbloqueo de la situación. Una circunstancia desmentida por los dos primeros, si bien han confirmado que los contactos, de carácter bilateral, se mantienen con frecuencia. Y todo ello con vistas a la reunión que deberán mantener representantes del Gobierno con los de ETA en fechas próximas. Pese a todo, el PSOE sigue exteriorizando optimismo; si bien las advertencias procedentes del mundo abertzale se manifiestan progresivamente inquietantes.

Páginas Digital, edición de 28 de septiembre de 2006

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Introducción al libro "La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas"

Introducción al libro "La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas"

El momento histórico que vive la sociedad española exige un esfuerzo colectivo de reflexión que no se limite únicamente a políticos y comunicadores; pues a todo a ella afecta, en mayor o menor medida.

El anuncio de una suspensión de parte de las actividades terroristas de ETA –la tan esperada tregua- ha sido recibida con expectación, esperanza, escepticismo… y muchos prejuicios ideológicos.

Un grupo de amigos, escritores, docentes y comunicadores, hemos unido fuerzas, reflexionando, escribiendo, recuperando viejos pero vigentes escritos, con la finalidad de ayudarnos en estos momentos y, acaso, tratar de prestar un servicio a nuestra sociedad.

No negamos nuestra identidad colectiva: partimos de una valoración positiva de la nación española y de la cultura católica; aunque sean muchos los matices existentes en unos y otros. Pero, pensamos, ello no debe desmerecer nuestra oferta: una propuesta de debate desde una identidad precisa y sin complejos, pero abierta al intercambio de ideas, el diálogo y la búsqueda de referencias firmes que sustenten la convivencia social.

Los diversos posicionamientos ideológicos pueden debatir entre sí; siempre que se compartan unas normas básicas: la legalidad constitucional y el rechazo de la violencia. Nos negamos a admitir, por ello, que partir de una firme identidad cultural y política sea impedimento para un diálogo auténtico y pleno. Es más, creemos que la postura contraria, por desgracia muy presente en esta sociedad nuestra, responde a planteamientos sectarios nacidos del prejuicio y de una negación de la verdadera naturaleza del «otro».

Que por nosotros, por tanto, no se frustre este esfuerzo colectivo.

Tenemos la obligación de hacernos varias preguntas. Con la declaración de tregua de ETA, ¿persigue fundamentalmente alcanzar la paz o también sus objetivos secesionistas de siempre? En el segundo supuesto, ¿estamos, acaso, ante una nueva fase táctica de la estrategia terrorista? Pero debemos interrogarnos, también, sobre las expectativas de la sociedad española y sus fuerzas morales para sostenerlas. Con el proceso de diálogo en marcha, ¿debe el Estado español, básicamente, limitarse a derrotar a ETA o puede –y tal vez deba- pagar un «precio», el que sea, por alcanzar la paz?, ¿qué precio? Además, ¿de qué clase de paz estamos hablando?

En este contexto, en el que se mezclan legítimas esperanzas, bastardas intenciones y políticas de mirada corta y paso rápido, quienes componemos el Consejo de Redacción de la revista digital Arbil, nos hemos puesto a disposición de los amigos de Foro El Salvador; una realidad que pese a tener casi 7 años de vida, sigue inédita para muchos católicos españoles. Y con la ayuda de otros amigos, nos hemos puesto a reflexionar en voz alta y a trabajar.

Naturalmente, el anuncio de la tregua es una noticia relevante y en principio positiva; que debe, no obstante, ser analizada a la luz de la historia, la memoria de las víctimas y su opinión, el sentido común, la crítica política y, dado nuestro ideario, los principios rectores de la Doctrina Social católica. Desde esa perspectiva, modestamente, proporcionamos este instrumento de trabajo y reflexión al lector interesado en mirar más allá de los deslumbrantes reflejos de las luces que nos rodean, proyectados desde los mayoritarios medios de comunicación.

Hemos incorporado un amplio anexo que recoge un documento excepcional, y pese a ser muy mencionado, escasamente conocido: la Instrucción pastoral de la Conferencia Episcopal española Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias. A ello le hemos sumado diversos documentos de Foro El Salvador; cualificadas opiniones de agudos observadores de la realidad; una relación de relevantes páginas web; y una bibliografía amplia y plural.

Miremos, por tanto, a la realidad. Se nos habla de diálogo, negociaciones, procesos de paz, del principio del fin de ETA… Se han creado amplias expectativas; pero falta, creemos, información precisa, transparencia, diálogo auténtico, en definitiva.

Aquí estamos: con nuestras modestas aportaciones, pero no por ello menos firmes.

El lector tiene, en sus manos, el resultado.

 

"La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas". Prólogo de Fernando García de Cortázar. Dirigido por José Luis Orella. Grafite Ediciones. Baracaldo, abril de 2006, 340 páginas, 23 euros.

El juicio objetivo e imparcial de Mario Mauro ante la mal llamada «tregua» de ETA.

Quienes pretenden aplicar el método científico al ámbito de las Ciencias Humanas parten de los peligros de la casi inevitable subjetividad, de todo investigador, o escritor, como una de las principales dificultades para llegar a cualquier conclusión verídica y compartida.

 

Por ello proponen diversas medidas que, aplicándolas a la investigación en cuestión, asegurarían una mayor objetividad; que difícilmente podría darse entre los afectados de manera directa por el fenómeno o la situación  de que se trate.

 

Acaso por ello, cuando tratamos de desentrañar las claves de una noticia, si seguimos tales premisas de manera absoluta, podemos caer en un problematicismo metódico que cuestione por completo nuestra elemental objetividad, empujándonos hacia un relativismo que impide afirmar con convicción cualquier proposición.

 

Para evitarlo, los seguidores de dicho método propugnan, entre otras normas, que el investigador no se encuentre implicado directamente en un fenómeno dado: ser observadores externos, ajenos, fríos y, si puede ser, indiferentes. De esta manera, si bien venimos afirmando en nuestro caso, y con convicción, determinados análisis y juicios de valor ante la mal llamada «tregua» de ETA –no en vano se trata únicamente de la suspensión temporal de una parte de sus actividades terroristas-, es juicioso preguntarse si, tal vez, la pasión nos ciega y la subjetividad propia de nuestra innegable implicación personal, nos determinan indefectiblemente. Pero ello, sin llegar hasta el extremo de la duda total: estéril, por definición.

 

Por ello, hemos querido escuchar lo que opina Mario Mauro, vicepresidente del Parlamento Europeo -en una entrevista realizada por Fernando Toda para el semanario ALBA (Nº. 79, 7 al 13 de abril de 2006) con motivo de su presencia en la Convención Católicos y Vida Pública recientemente celebrada en Barcelona- en torno a esta cuestión. Lo reproducimos literalmente.

 

«Pregunta: En España hay una gran expectación ante el anuncio de la tregua de ETA. ¿Cómo ha vivido Europa el comunicado de la banda terrorista?

 

Respuesta: Con mucha prudencia. Esta acción aparentemente unilateral no dice nada sobre cambiar su estrategia en relación al futuro del País Vasco. Además, existe el temor de que sea un instrumento táctico para imponer el control sobre la sociedad. También se tiene preocupación porque ETA no ha renunciado a nada ni ha pedido perdón. Y existe cierta perplejidad, porque España ha hecho ver a Europa que ETA no es más que un grupo terrorista, pero ahora se habla de político».

 

Imparcial, ajeno, sin implicación personal en el «conflicto»…, pero contundente, conciso y particularmente clarividente.

 

No podríamos haberlo resumido y expresado mejor. Para nuestra satisfacción como analista. Para nuestra intranquilidad como ciudadano.

 

Página Digital, 11 de abril de 2006

Terrorismo y totalitarismos

Los orígenes del totalitarismo.
Hannah Arendt, en su fundamental libro Los orígenes del totalitarismo (Taurus, Madrid, 1974), realiza un esfuerzo sin precedentes para la comprensión, descripción y análisis de la verdadera naturaleza del totalitarismo; un fenómeno específico del siglo XX que encontramos en la base de las mayores sangrías padecidas por la humanidad. Afirma, en su página 564, que «Si la legalidad es la esencia del gobierno no tiránico y la ilegalidad es la esencia de la tiranía, entonces el terror es la esencia de la dominación totalitaria». Un terror absoluto que de medio instrumental deviene en fin por encima de leyes y principios de todo tipo, hasta el punto de que, según señala unas líneas más adelante, «“culpable” es quien se alza en el camino del proceso natural o histórico que ha formulado ya un juicio sobre las “razas inferiores”, sobre los “individuos incapaces de vivir”, sobre las “clases moribundas y los pueblos decadentes”».
            Existe, pues, una evidente conexión entre terror y totalitarismo. Pero, ¿qué entendemos por totalitarismo?
Se considera, generalmente, que el totalitarismo se caracteriza por divinizar al Estado absoluto, de modo que éste exige la total subordinación de los grupos sociales y de la misma conciencia de todos y cada uno de los individuos a sus dictados políticos y culturales, sirviéndose para ello del empleo sistemático de la violencia. Conforme esta concepción, el Estado se atribuye un poder ilimitado, prescindiendo de los derechos fundamentales del hombre, y sin reconocer la división de poderes. Partiendo de una concepción que prescinde por completo de la persona, prima a la voluntad y el poder, por encima de la razón y la libertad. También le caracterizarían el empleo demagógico de la propaganda, la movilización de las masas encuadradas por un rígido partido único, y el rechazo de toda moral precedente.
Su método pasa, por lo tanto, por la dominación total de las personas, de modo que, tal y como describe Arendt en la página 554, «El totalitarismo busca no la dominación despótica sobre los hombres, sino un sistema en el que los hombres sean superfluos. El poder total sólo puede ser logrado y salvaguardado en un mundo de reflejos condicionados, de marionetas sin el más ligero rasgo de espontaneidad. Precisamente porque los recursos del hombre son tan grandes puede ser completamente dominado sólo cuando se convierte en un espécimen de la especie animal hombre».
            Todo totalitarismo se sustenta en una ideología que absolutiza una «idea» desde la que desarrolla una cierta racionalidad, ya sea por el método deductivo o por el dialéctico.
            Sus expresiones más conocidas y depuradas han sido, sin duda, los regímenes marxistas implantados a lo largo del siglo XX, que llegaron a sumar a un tercio de toda la población mundial, y el nacional-socialista alemán. Todos ellos llevaron hasta las últimas consecuencias las exigencias de sus respectivas ideologías, desatando los genocidios más brutales que jamás haya conocido la humanidad. Ambos regímenes sacrificaron a millones de personas en aras de un futuro ideal, tal y como lo concebían a la luz de sus dogmas políticos y unas supuestas leyes que regularían el devenir de la Historia y de la Naturaleza; pues ambas coincidirían. Así, en nombre de la clase social o de la raza implantaron un régimen de terror que alcanzó a todas las expresiones de la vida pública y privada, de modo que bien pueden calificarse como regímenes terroristas en gran escala. La violencia se constituyó, de esta manera, en la base y razón de ser de tales «experimentos sociales».
Pero, además de tales experimentos concretos, existiría una tentación totalitaria en toda ideología, caso de propugnar la asunción de la sociedad entera por el Estado, sacrificando toda razón a la «razón de Estado».
           
Totalitarismo y terrorismo.
            La inmensa mayoría de los grupos terroristas han compartido -o comparten- ideologías totalitarias. Y si la extensión del terror es su instrumento fundamental -y su razón de ser como medio para alcanzar sus objetivos políticos mediante el control progresivo de las personas- así prefiguran, desde sus inicios, la tentación totalitaria que en mayor escala han desplegado los regímenes políticos mencionados; modelo ideal al que imitar o superar.
            El terror desatado por los grupos terroristas y el terror desplegado por los regímenes totalitarios comparten diversas características (voluntad de dominación psicológica de las masas, método de control social, suprema ley justificativa de su existencia); no en vano asumen las mismas premisas ideológicas e idénticos objetivos últimos. Por ello, la práctica totalidad de los grupos terroristas, fue alimentada por alguna de las grandes ideologías totalitarias del siglo XX o, desde la irrupción del yihadismo, por una arbitraria interpretación pseudoteológica y totalitaria del islam.
            La mencionada autora también establece la conexión directa entre terrorismo y totalitarismo en su página 414 al afirmar que: «El activismo declarado de los movimientos totalitarios, su preferencia por el terrorismo sobre todas las demás formas de actividad política atrajeron al mismo tiempo a la élite intelectual y al populacho, precisamente porque este terrorismo era tan profundamente diferente del de las primeras sociedades revolucionarias. Ya no se trataba de una cuestión de política calculada que viera en los actos terroristas el único medio de eliminar a ciertas personalidades relevantes, quienes por obra de su política o de su posición, se habían convertido en el símbolo de la opresión. Lo que resultaba tan atractivo era que el terrorismo se había convertido en una clase de filosofía a través de la cual se podía expresar el resentimiento, la frustración y el odio ciego, en un tipo de expresionismo político que recurría a las bombas para manifestarse, que observaba con placer la publicidad otorgada a los hechos resonantes y que estaba absolutamente dispuesto a pagar el precio de la vida por haber logrado obligar al reconocimiento de la existencia propia sobre los estratos normales de la sociedad».
            Ideología orientada al totalitarismo, búsqueda de publicidad mediante el empleo del terror, extensión del odio y del temor… la esencia del terrorismo.

 

Para defenderse de los totalitarismos.
Conviene, pensamos, extraer algunas conclusiones y enseñanzas para el futuro.
1ª. Toda ideología totalitaria constituye un grave riesgo para cualquier colectividad: su percepción falseada y reinterpretativa de la realidad entraña enormes riesgos para la salud moral de sus seguidores y para la vida de sus oponentes.
2ª. Del análisis de diversas experiencias que, desde presupuestos totalitarios incurrieron en prácticas terroristas o en otras modalidades de atentados contra los derechos humanos, consideramos que el mejor antídoto preventivo es la existencia de una sociedad civil viva, creativa, consciente de su potencial, orgullosa de su tradición y realista en el diagnóstico de la realidad.
3ª. Debemos insistir en las posibilidades reales de cambio antropológico de la propaganda masiva de una ideología totalitaria; aunque revista apariencias moderadas, aceptables y pseudodemocráticas.
Acaso la última afirmación resulte chocante y aparentemente contradictoria. Pero no son pocos los que se plantean tal posibilidad. Es el caso del intelectual francés Alain de Benosit, quien en su último libro publicado en España se interroga si no serían posibles otras expresiones totalitarias diferentes a las ya conocidas. Si ya Ernst Nolte adivinara un «liberalismo totalitario», Alain de Benoist le descubre algunos rasgos de su presumible rostro en la página 153 de su ensayo Comunismo y nazismo. 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX. 1917-1989 (Ediciones Áltera, Barcelona, 2005, 187 páginas): «naturaleza intrínsecamente prometeica de la actividad científica, automatización de la técnica (“todo lo que puede ser hecho técnicamente lo será prácticamente”), aceleración de la concentración industrial y constitución de monopolios, uniformización de las costumbres y orientación cada vez más conformista de los pensamientos, anomia social derivada de la paradójica conjunción del individualismo y el anonimato masivo, extensión de la “arbitrariedad cultural” que condiciona la socialización de los individuos a través de los medios de comunicación».
Tales características podemos encontrarlas en España. Nuestra sociedad, atomizada por un individualismo impulsado desde las factorías mediáticas e intelectuales de los emergentes poderes reales, se encuentra anestesiada y neutralizada ante modelos sociales que, aparentemente libertarios, arrastran a las mujeres y hombres de hoy hacia un pensamiento único cuya consecuencia es la pérdida de raíces, la ausencia del sentido de pertenencia y de la propia libertad individual y social. En este contexto, hechos muy concretos fruto de políticas concretas, caso del programa secesionista de determinadas regiones puesto en marcha, la progresiva eliminación de la libertad de educación, la imposición de un «pensamiento políticamente» correcto desde la escuela, la trivialización de la vida humana en su inicio y término, y la desarticulación de la vida familiar en beneficio de su modelos aberrantes, responden a impulsos de matriz totalitaria. En esta situación, únicamente desde la fidelidad a la propia tradición es posible afrontar los retos de la vida cotidiana, de la posmodernidad, de la globalización, y de la política real.

 

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 103, marzo de 2006.