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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Miguel Vaquero: In Memoriam

Palabras pronunciadas al término de la Eucaristía-aniversario por Miguel Vaquero

Palabras pronunciadas al término de la Eucaristía-aniversario por Miguel Vaquero

No es usual que en una misa aniversario, a su término, un familiar se dirija a los asistentes: es más propio de los funerales.

 

El año pasado no tuve oportunidad de hacerlo y, en esta ocasión, los Padres Escolapios han tenido la delicadeza de acceder a mi petición que no podía tener otra pretensión: intentar torpemente agradeceros vuestra presencia. Y agradecer también a todas las personas que no han podido acudir y nos han manifestado –de una u otra modalidad- que rezarían o dedicarían unos minutos de su memoria a Miguel.

 

Miguel tenía unas enormes cualidades humanas. Un grandísimo corazón, una enorme preocupación por los más débiles, un vivísimo sentido crítico, una enorme curiosidad y dolor por el rumbo desquiciado de nuestro mundo, una sangrante rebeldía juvenil, una notable inteligencia, una admirable ausencia de egoísmo… Humano, muy humano.

 

Pero no son esas cualidades humanas por las que, estoy seguro, se ha ganado el Cielo: ha sido ese camino misterioso, y aparentemente injusto, del sufrimiento moral y físico el que eligió Dios para tenerlo muy pronto cerca de sí, pues, dicen, que Dios llama pronto a los que más quiere para darles paz, plenitud, belleza, sentido.

 

Agradeceros, por tanto, vuestras atenciones, oraciones; todos vuestros detalles hacia Miguel y su familia a lo largo no sólo de sus últimos días, sino de toda su vida.

 

Miguel: seguro que desde el Cielo podrás ayudarnos a todos nosotros. No te olvidamos. Te quisimos. Te queremos. Te querremos. Siempre. Gracias.

 

Iglesia de Santo Tomás (Escuelas Pías), Zaragoza, 13 de enero de 2011.

Antonio Beristain y Miguel Vaquero, de la mano, camino del cielo

Antonio Beristain y Miguel Vaquero, de la mano, camino del cielo

 

El jesuita vasco Antonio Beristain Ipiña ha dejado un importante legado para la posteridad. Sus obras materiales fueron muchas: innumerables libros y artículos, la docencia universitaria, el Instituto Vasco de Criminología que fundó en 1976, su activa participación en diversas entidades internacionales, etc. Prueba de ello fueron los numerosos reconocimientos que disfrutó en vida, entre ellos, la creación de dos cátedras universitarias especializadas con su nombre. Tales “éxitos” mundanos se desarrollaron parejos a un insobornable interés por los más necesitados, la defensa incondicional de las víctimas del terrorismo, su feroz crítica al nacionalismo cómplice del anterior… Su personal catolicismo, forjado en la Compañía de Jesús, el característico e inalterable optimismo, su radical independencia, su punto de conquistadora excentricidad, su afectuosa capacidad para la amistad; nos dejan un recuerdo inolvidable a quiénes le conocimos. Fue un modelo de humanidad, y lo sigue siendo: nada menos que 85 años de fértil vitalidad al servicio de los valores humanos.

 

Miguel Vaquero Martínez, por su parte, apenas vivió 17 años. No ha dejado libros ni otras obras materiales tras de sí. El drama familiar que sufrió en primera persona, del que fue principal víctima, y unas secuelas que todavía no han cesado, lo fueron destruyendo interiormente. Y, mientras tanto, su pronunciada bondad natural se fue retrayendo ante el impacto sucesivo de injustas agresiones y, lo que puede ser peor, la inhibición de quiénes debieran haberlo protegido.

 

Pudiera parecer que ambos no tenían nada en común. Vasco el primero, maño el segundo. Jesuita de fecunda vida, Antonio; estudiante de bachillerato sin reconocimiento alguno, Miguel. Pero, si miramos más allá de las apariencias de este mundo relativista que pretende imponer el olvido del profundo sentido de la realidad, no eran pocas las cosas que les unían.

 

Una acentuadísima sensibilidad humana. Su similar sentido del humor, socarrón y alegre. El común interés por los más débiles. Una mirada al mundo desde la cosmovisión católica. Análoga bondad de espíritu. Inagotable curiosidad. Su feroz capacidad crítica.

 

Si Antonio se ha ganado el cielo desde la fecundidad, Miguel lo ha hecho desde el sufrimiento moral, magnificado por la cruel agonía física que sufrió en su última semana de vida.

 

Ambos llegaron a conocerse, fugazmente, una calurosa mañana de agosto de 2005, allá, en la sede donostiarra del Instituto Vasco de Criminología.

 

Y, cosas del destino, un libro sobre terrorismo, que todavía no ha visto la luz, también les une: dedicado a la memoria de Miguel, su inédito y póstumo prólogo está escrito por Antonio.

 

No creo en las casualidades. Quiero creer que la Providencia nos proporciona signos, de diverso rango y capacidad salvíficas, para guiarnos en esta vida. Por ello, el hecho de que fallecieran el mismo día, el pasado 29 de diciembre de 2009, me proporciona algo de paz. Estoy seguro que ambos, de la mano, iniciaron su viaje definitivo hacia el destino bueno que Dios quiere para cada hombre y mujer de este mundo. Se habrán reconocido, y en plenitud de sentido e inteligencia, sus capacidades se habrán complementado hacia la total perfección. De haber coincidido más veces en esta vida terrenal, habrían sido muy buenos amigos… Ahora lo serán para toda la eternidad.

 

Pero no puedo evitar que una nostalgia infinita me envuelva: por los días y horas que ya no podré compartir con ambos en lo que me resta de vida. ¡Fueron tantas las horas de conversación que, al menos para mí, traslucían destellos de eternidad en este valle de lágrimas, las cuáles ahora apenas me permiten escribir!

 

Miguel, hijo de mi alma. Antonio, maestro. Os necesito. Os echo de menos. No me olvidéis.

 

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=7230

 

Miguel Vaquero Martínez, fallecido trágica y prematuramente el 29 de diciembre de 2009 en Zaragoza, a la edad de 17 años, ante la pasividad y atonía moral de quienes debieron haberlo protegido.

Miguel Vaquero Martínez,  fallecido trágica y prematuramente el 29 de diciembre de 2009 en Zaragoza, a la edad de 17 años, ante la pasividad y atonía moral de quienes debieron haberlo protegido.

Requiescat in Pace, et Lux Perpetua luceat ei.

Diego Pastrana es un hombre maltratado

Diego Pastrana es un hombre maltratado

 

La injusta peripecia sufrida por el joven Diego Pastrana días atrás, acusado falsamente de violar y asesinar a la hija de 3 años de su pareja sentimental, ha sorprendido un poquito a la sociedad española; no en vano se trata de un hombre maltratado.

 

Un hombre maltratado por unos médicos negligentes y corporativistas hasta el delito.

 

Un hombre maltratado por unos policías judiciales deshumanizados hasta la crueldad.

 

Un hombre maltratado por un sistema judicial rutinario para el que los hombres sólo son números.

 

Un hombre maltratado por unos medios de comunicación que lo han juzgado y condenado a priori sin derecho alguno a la defensa.

 

Un hombre maltratado por unas instituciones públicas y organizaciones sociales mudas o ensoberbecidas.

 

Un hombre maltratado por una sociedad envilecida -acrítica y ávida de sensacionalismo- hasta su linchamiento virtual.

 

¿Cómo ha podido suceder semejante barbaridad?

 

Para consumar y mantener durante varios días tamaña fechoría, sin duda, se han sumado una serie de circunstancias y comportamientos individuales y colectivos caracterizados por los adjetivos antes enunciados: rutina, deshumanización, corporativismo, sensacionalismo, crueldad y… ¡prejuicio e ideología!

 

El ultrafeminismo imperante -la ideología políticamente correcta- por medio de campañas de sensibilización y numerosos instrumentos legales, ha logrado, entre otros, el siguiente objetivo: presentar al hombre, a cualquier hombre, como sospechoso a priori de cualquier aberración. El silogismo es sencillo: si es hombre, es capaz de hacerlo; a por él.

 

Atrás quedaron la presunción de inocencia, la igualdad ante la Ley, las garantías judiciales, un trato humano…, el sentido común.

 

Y no soy el único que lo afirma, si bien lo haga desde mi torpeza y una bisoña técnica. Así, me permito reproducir unos párrafos ajenos muy interesantes.

 

“Por ello, lanzarse de manera inmediata a culpabilizar a quien únicamente es detenido con indicios más o menos sólidos, implica, además de una osadía que puede truncar la vida del afectado, la banalización del proceso penal y denota, en el fondo, la falta de verdadera convicción sobre los beneficios de respetar la presunción de inocencia.

 

Ahora corresponde a todos -no sólo a la prensa que ejerce su legítima función- decidir si creemos o no en la presunción de inocencia. Y si realmente creemos, empecemos a modificar nuestra percepción: los culpables lo son sólo cuando son condenados en un proceso con todas las garantías. Los errores de percepción, los prejuicios, los paga hoy un ciudadano con nombre y apellidos; mañana, podemos ser los demás”.

 

Unas reflexiones que parecen concebidas expresamente como una crítica a algunas de las prácticas derivadas de la denominada ley contra la violencia de género.

 

Pero, ¡sorpresa!, el lúcido autor de ambos párrafos es el abogado Alberto Jabonero Corral. Y procede de un artículo suyo publicado en el diario -escasamente conservador y nada machista- El País, el pasado 1 de diciembre. ¿Su título?: “Mañana podemos ser nosotros”. Y, añadiremos, “sobre todo si eres hombre, heterosexual y conviviendo en pareja”.

 

El calvario de Diego Pastrana, al menos en parte, ha terminado. Podría haber sido peor, prolongándose en el tiempo durante años hasta que un veredicto judicial le absolviese; de tener esa suerte. Y, a lo largo de esa  larga agonía, de ser padre, habría perdido la custodia de sus hijos, el derecho a verlos incluso (salvo se le autorizaran, durante años, puntuales visitas supervisadas, en un “punto de encuentro”, que le habrían enajenado su cariño y afecto irremediablemente); sería expulsado de su hogar; arruinado económicamente; condenado socialmente; aniquilado moralmente.

 

Nuestras oraciones por el alma de la pequeña Aitana: que su memoria no sea mancillada ni olvidada. Nuestra solidaridad con Diego Pastrana. Y los culpables, que los hay, ¡que lo paguen!, ¡todos!

 

Y no lo olvides: mañana puedes ser tú.

 

 

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=5766

 

 

¿Existe un voto masculinista?

¿Existe un voto masculinista?


Enrique González, presidente de una desconocida Asociación de Hombres Maltratados y por la Custodia Compartida de Castilla León, ha reclamado el voto, cara las próximas elecciones europeas del 7 de junio, para la formación ultraderechista Democracia Nacional. Tras haberse entrevistado con diversos partidos políticos, entiende que se trata del “único partido capaz de enfrentarse a lo políticamente correcto y plantar cara a una legislación feminista que está vulnerando no ya el principio constitucional de igualdad ante la ley, si no que está vulnerando los derechos más básicos del ser humano. Con la actual legislación miles de hombres son arrestados e incluso encarcelados sin más pruebas que la palabra de una mujer, un ordenamiento jurídico propio de la Rusia Soviética”.

Prescindiendo de tan discutible petición de voto, ¿es veraz la situación que denuncia, o se trata de un grosero ejercicio de demagogia? Pues que se lo pregunten a los cientos de miles de varones españoles denunciados falsamente, en el entorno de una separación contenciosa, y a todos los millones a los que se ha reducido, sistemáticamente, a la condición de meros visitantes de sus hijos. Algo de razón no le falta…

Pero, aunque Enrique González haya llegado a tan polémicas conclusiones desde un doloroso itinerario personal, no podemos compartir su petición, pues, además de totalmente errado, proporciona fáciles y demagógicos argumentos a cuantos niegan la existencia de un gravísimo problema: la escisión sexista de la sociedad española, impulsada desde la ideología de género encaramada en el poder, que convierte a los hombres en ciudadanos de segunda. Sin voz, pero ¿con voto?

En semejantes circunstancias, ya que hablamos de partidos, el PSOE es parte interesada; y mucho. Por lo que respecta al Partido Popular, y demás formaciones con representación institucional, ante el drama silencioso y silenciado de cientos de miles de varones machacados, acaso la palabra que mejor defina su actitud sea la de indiferencia. Pero esta dolorosa constatación no implica entregar tan honorable y plural causa en manos de un partido tan impresentable como oportunista.

En la política actual, en la que los grandes partidos son, fundamentalmente, macrooficinas electorales movidas a golpe de escrutinio demoscópico, la modalidad colectiva de acción política más efectiva, guste o no guste, se reconozca o no, es la del lobby. Indudablemente, uno de los más potentes hoy día, a escala planetaria, es el feminista: omnipresente, triunfante, mediático, ingrediente decisivo de lo “políticamente correcto” y… principal estructura ideológica del PSOE y demás izquierda autodenominada progresista.

Para llegar a ello, las feministas y sus aliados han trabajado mucho y muy bien. En sus inicios pudieron parecer unas iluminadas excéntricas, pero supieron teñir, con sus propuestas y perspectiva de la vida, la ideología del 68; síntesis de todas las izquierdas actuales y pensamiento transversal hoy dominante. Caído el muro de Berlín, deshechos los comunismos, con una socialdemocracia clásica desorientada, la “nueva izquierda” se sexualizó, entregándose en cuerpo y alma al feminismo más radical; sustituyendo la lucha de clases por la de los sexos. Ya no serían los poderes fácticos y la burguesía los enemigos a batir, sino la familia “tradicional” y el “macho dominante”. Han triunfado: hoy día el feminismo determina lo políticamente correcto, modelando conciencias, sirviéndose de múltiples instrumentos para la consolidación de su programa. ¡Ay de cuantos enemigos se crucen en su camino! La nueva Inquisición feminazi los identificará, estigmatizará, criminalizará y… eliminará, al menos “civilmente”.

No es de extrañar que Enrique González adopte una decisión que bien puede calificarse de desesperada, incomprensible e inadecuada. Así las cosas, era inevitable que desde algunas entidades partidarias de la custodia compartida se elevaran durísimas voces marcando las distancias y desautorizándolo. Ya lo han hecho; afortunadamente.

Son millones los hombres divorciados. Cientos de miles los expoliados económicamente; los denunciados falsamente; los privados del calor de sus hijos. Sin embargo, en su inmensa mayoría, están solos. Tampoco se movilizan colectivamente. Ni tienen conciencia de ser unas víctimas más de estructuras y prácticas injustas. Valoran la actual situación, personal y social, como una batalla que les desborda y que, para sobrevivir, hay que eludir en la medida de lo posible. No en vano, la disidencia frente al actual Régimen, seas hombre o mujer, implica enfrentarse a todos los resortes de poder desplegados por las feminazis, lo que garantiza una vida de sobresaltos, disgustos, silencios e incomprensiones.

La manifestación de Enrique González no es fruto de una deliberación colectiva. No es el resultado de una estrategia y una táctica elaboradas coherentemente por un colectivo. Sin embargo, no le faltan destellos de cierto sentido común. En realidad viene a proponer lo siguiente: si los hombres criminalizados se unieran, y formaran una bolsa electoral de cientos de miles de votos, las cosas podrían empezar a cambiar. Por ejemplo: negociando con un partido representativo, determinadas políticas sociales y judiciales. Sí, moviéndose como un verdadero lobby. ¿No lo vienen haciendo así, desde hace decenios, las feministas radicales? O, por el contrario, retirándole su voto y propugnando la abstención; lo que incluso podría hacerle perder una convocatoria electoral.

Pero los hombres separados y maltratados no están unidos, escasamente asociados, nada concienciados.

No obstante, existe un incipiente tejido asociativo “masculinista”, por llamarlo de alguna manera, en estado embrionario, que, en lucha por los derechos de los hijos y de los padres, busca una nueva imagen y corporeidad del factor masculino. Sin embargo, ya lo decíamos, los hombres son menos tendentes a asociarse que las mujeres. Por otra parte, la tentación más lógica, ante una debacle íntima, es la salida personal; sobrevivir, restaurar una situación soportable y punto. Y tratar de olvidar el dolor sufrido. Opciones muy legítimas, por otra parte. Pero, en una sociedad con crecientes mecanismos totalitarios, las salidas personales son en muchos casos poco factibles y, tal vez, poco duraderas.

Un hombre que afirme su masculinidad y trate de defender sus derechos, aquí y ahora, siempre será sospechoso: de brutal maltratador, explotador sin escrúpulos, machista autoritario, patriarcal recalcitrante…, y, gracias a las habilidades de Enrique González, ¡peligroso “ultra”! Lo que faltaba. Además de todos los sapos que tenemos que tragar, que nos metan en el mismo saco de ultras, xenófobos, violentos, nazis, etc. Por ello, Enrique González, quien seguramente se ha movido desde la honradez y el dolor, ha realizado un flaco servicio a la causa de los hombres separados y maltratados; la de la custodia compartida; la de los derechos integrales de los hijos; la de la igualdad legal efectiva de hombres y mujeres. Y una pregunta final. Las anteriores causas, ¿tienen algo en común con una ultraderecha racista y violenta? Todo lo contrario: son incompatibles.

Tiene razón en una cosa: en que es necesario actuar. Y para ello se precisa de líderes, estrategia, tácticas proporcionadas, presencia mediática, instrumentos teóricos… Pero sin un movimiento asociativo fuerte, todo lo anterior es pura retórica.

Esas asociaciones serán –y en cierta medida ya lo son- de todos los colores: de divorciados, de denunciados falsamente, de afectados por el Síndrome de Alineación Parental, de víctimas de errores judiciales; de izquierdas, de derechas y apolíticas; confesionales y laicistas; feministas y masculinistas. Y luego vendrá –tal vez- todo lo demás.

No podemos compartir la opción de Enrique González, pero, bienvenido sea el debate que implícitamente propone… y la vida que debe seguirle.

Diario Liberal, 21 de mayo de 2009

¡Bravo por el Ministerio de Igualdad!

¡Bravo por el Ministerio de Igualdad!

Estoy entusiasmado. Debo reconocerlo: me encanta la idea. ¡Nada menos que un Ministerio para avanzar decididamente en la igualdad real entre hombres y mujeres! Que se anticipe en el futuro e impulse nuevos movimientos sociales igualitarios. Que supere viejos y nuevos prejuicios. Más allá de los dogmas imperantes. Formidable.

 

Por ello espero que –sin miedo y bajo su sabio impulso- se empiece a valorar por igual, en juzgados y comisarías, la palabra de hombres y mujeres. Y que el principio de presunción de inocencia tenga efectos reales…. ¡también con los hombres! Y que la Justicia persiga con el mismo entusiasmo las denuncias falsas, los maltratos psicológicos, los asesinatos, etc., sean sus víctimas mujeres… u hombres.

 

Seguro que este Ministerio abordará sin prejuicios el Síndrome de Alienación Parental, partiendo del hecho de que sus víctimas pueden ser niñas… y niños; y que el agresor puede ser hombre, pero también mujer.

 

También deposito mi esperanza en este Ministerio por lo que respecta a ese slogan casi clandestino, silenciado por los mass-media, y al que se apuntan cada vez más hombres y mujeres de todas las ideologías; que dice algo así como “custodia compartida ya”. Vamos, que los hombres –incluso- podrían ver y atender a sus hijos, una vez expulsados del hogar merced al correspondiente repudio judicial, algo más del actual 8% del tiempo actual que de media “disfrutamos”. Por cierto, ¿la presunción jurídica y sociológica de “buena madre” podrá coexistir, o al menos dejar paso, a la de “buen padre”? ¿O seguirá siendo, el hombre, un sujeto jurídico de segunda, sospechoso de cualquier brutalidad, siempre movido por impulsos criminales, y, en consecuencia, difícilmente un “buen padre”?

 

¿Sería mucho pedir que este Ministerio de Igualdad, preocupado por la salud integral de mujeres (y hombres, suponemos…), impulse estudios y medidas tendentes a reducir el impacto de los autoaccidentes automovilísticos que encubren el suicidio de numerosos varones en proceso de crisis familiar o separación contenciosa. Y también podrían impulsar -los Ministerios de Igualdad y Sanidad- campañas contra la mutilación genital MASCULINA, que, al igual que Teruel, también existe. Y si no se lo creen, pregúnteles a los no pocos musulmanes y hebreos aquí residentes.

 

Y, cómo no, bienvenidas las cuotas. Dadas las tendencias actuales, algo hará este Ministerio para que la sanidad, la Justicia, la Docencia, la Función Pública… no terminen convirtiéndose en cotos exclusivos de mujeres. ¡Una oportunidad a los menos evolucionados de la humanidad, por favor!

 

¿Y una política de vivienda para los más desfavorecidos? Jóvenes, mujeres maltratadas, inmigrantes, excarcelados… ¿y viviendas también para divorciados expoliados econonómicamente? Oiga; que muchos se conformarían con unas económicas soluciones habitacionales. Tampoco es pedir mucho, ¿o sí?

 

La lista de sugerencias, de buenos deseos, de programas “rompedores”, sería interminable. Y seguro que a usted, paciente lector, se le ocurren más y mejores. Muchos más.

 

Pero… ¡se me olvidada! ¡Estamos en España! Y, aquí, la igualdad, en realidad, quiere decir supremacía; y el feminismo encubre hembrismo; y la supuesta protección de la mujer alimenta toda una industria de la desigualdad que se traduce en dolor, sufrimiento y agravios irracionales. Pero, no se alarmen… que no es para tanto. ¡Cuánto se quejan los hombres! Pobrecillos. No se enteran. Ni falta que hace.

 

¿Ministerio de Igualdad o Ministerios de la Verdad y del Amor en uno, versión siglo veintiuno, del Gran Hermano? Mejor dicho: Gran Hermana. Que estamos en la España del talante zapateril. Y no en el 1984 de Orwel.

 

 

Diario Liberal, 14 de abril de 2008

De cómo Laura Gallego desenmascara a La Emperatriz de los Etéreos. Literatura fantástica al servicio de la hegemonía cultural.

De cómo Laura Gallego desenmascara a La Emperatriz de los Etéreos. Literatura fantástica al servicio de la hegemonía cultural.

 

La más reciente novela de la escritora española Laura Gallego, ¿es una simple muestra de literatura fantástica, o, por el contrario, alberga ciertas pretensiones y “adherencias” ideológicas? ¿Cuáles son sus claves culturales?

 

Dirigido al público adolescente y juvenil, y claro exponente de la exitosa literatura fantástica, ha sido uno de los libros más regalados en estas pasadas fiestas navideñas. Laura Gallego, la gran escritora española de este género literario, especialmente reconocida por sus seguidores por la trilogía Memorias de Idhún, nos ofrece con La emperatriz de los Etéreos (Alfaguara, Madrid, 2007, 312 páginas, 15´95 €) un atractivo relato, lineal en su trama, ágil en su redacción, cautivador con sus propuestas… y un tanto cargado de algunas de las referencias más características de la poliédrica New Age. Veámoslo.

 

La propia Laura Gallego presenta su narración, en http://www.laemperatrizdelosetereos.es/, de la siguiente manera:

 

«Es la historia de un muchacho, Aer, cuyo único deseo es encontrar el poblado de la mítica Emperatriz del Reino Etéreo, para lo cual dará la espalda a todo cuanto conoce y se embarcará en un viaje casi suicida, a través de un mundo helado y hostil que parece incapaz de albergar un solo rincón amable.

 

Y es la historia de Bipa, una chica sensata y pragmática que solo ve en los sueños de Aer una gran locura que lo conducirá irremediablemente a la muerte. Por esto razón, también ella partirá en un viaje, en busca de su amigo Aer, con la esperanza de alcanzarlo, hacerle entrar en razón y llevarlo de vuelta a casa antes de que sea demasiado tarde.

 

A través del mundo regido por la enigmática Emperatriz, Bipa y Aer, cada uno por su lado, viajarán en busca de lo que más desean. Pero... ¿seguro que lo que más desean es lo mejor paro ellos?

 

(...) Es una historia acerca de los sueños. Aer sueño con un mundo mejor. Bipa sueña con un hogar, con una vida tranquila junto a sus seres queridos. ¿Es mejor ser etéreo o ser opaco? ¿Es mejor buscar nuevos horizontes o mirar alrededor? Son dos maneras de ver la vida -la de los opacos, la de los etéreos- que parecen condenados a no entenderse. Sin embargo, más allá de los Montes de Hielo, más allá de la Ciudad de Cristal, al otro lado del Mar de los Líquidos, el brillo de una estrella azul parece ser la respuesta a todas las preguntas».

 

Bipa, la auténtica protagonista y, por ello, figura referencial de la novela, vive junto a su padre en una cueva situada en un macizo montañoso asediado por una casi perpetua tormenta de nieve que cubre un mundo casi extinguido del que se ha perdido, incluso, su memoria. Trabajadora, dotada de un marcado espíritu práctico que cultivará en todas sus dimensiones, en absoluto romántica, y tan directa como áspera en sus manifestaciones, huirá de cualquier ensoñación e ideal. Una persona “opaca” que tampoco se plantea ningún interrogante respecto a la presencia, naturaleza y consecuencias del mal en el mundo; una realidad que parece circunscribirse a una naturaleza enigmática que, por algún motivo escondido, les niega el cálido sol.

 

Por el contrario, Aer, más “etéreo”, carece de habilidades prácticas y se preocupa ante todo por llegar, un día, al inalcanzable paraíso terrenal del que hablan algunas leyendas que casi nadie cree. De este modo, Aer, aunque atractivo para otras jóvenes, es el modelo opuesto… o, acaso, complementario de Bipa.

 

Impulsada por un sentido de la responsabilidad que disimula el amor que experimenta por él, Bipa partirá en su búsqueda, transitando el mismo camino iniciático; si bien con una perspectiva completamente distinta.

 

Bipa, desbordando los límites de su chata visión de la vida, logrará rescatar a Aer. Y gracias al misterioso ópalo que le entregó Maga -la chamana líder de su comunidad- en el inicio de su aventura, conseguirá finalmente destruir la estrella azul que –realmente- agota y hiela su mundo; como también vampiriza la energía espiritual y física residual de sus deshumanizados y “etéreos” seguidores.

 

En la confrontación de esas dos visiones radicalmente distintas de la existencia, será Bipa quien triunfe, tomando el relevo de Maga en la dirección de su primitiva comunidad. Y Aer tendrá que rendirse a la evidencia de que, si bien tenía razón en su certeza de que existía algo más allá de su estrecho mundo, su vida únicamente tiene sentido junto a Bipa y entre su gente. Sus ideales únicamente eran una quimera.

 

Así, la salvación de Aer, y por extensión de todo ese helado mundo, vendrá de la mano de Bipa, quien logrará encajar en sus vidas, de modo realista, las piezas del amor, el esfuerzo, y el servicio, desenmascarando además, el falso mito que consumía las fuerzas de una humanidad sometida a los caprichos de una estrella en la que míticamente había situado la encarnación de sus falsos ideales: la inexistente Emperatriz de los Etéreos.

 

Desde el mismo inicio de la novela son constantes los guiños de la escritora a la New Age; entre ellos, el culto a “la diosa” que profesan en esa elemental y cavernaria comunidad. “La diosa” les da vida por medio del amor humano, proporcionándoles además piedras mágicas de propiedades sanadoras y reconstituyentes, según explica Maga: una anciana mujer, suprema sacerdotisa, de edad incalculable, vida sencilla, inagotable espíritu de servicio, y ciertos conocimientos esotéricos. Una profunda pincelada ecofeminista para un lienzo fantástico.

 

Resumamos: un razonable materialismo práctico, eso sí, perlado de generoso amor humano, piedras mágicas (ópalo y cuarzo) tan de moda hoy día, un mínimo y nominal culto a “la diosa”… frente a un ciego idealismo alienador. Pero, tales ingredientes, ¿no les recuerdan al ramillete de creencias de la New Age a los que dio forma, por poner un ejemplo, Dan Brown con su novela El Código Da Vinci?

 

Fue un escritor navarro, José Antonio Ullate Fabo, quien expuso magistralmente en su libro La verdad sobre el Código da Vinci (Libroslibres, Madrid, 2004), la idea central desde la que se desplegaba esa novela: una pseudoespiritualidad natural, que denominaba casualmente “culto a la diosa”, de resonancias ecofeministas y poco originales bases gnósticas; presentada como un esoterismo totalmente enfrentado al cristianismo “machista” que habría falsificado por completo al “primigenio” mensaje de Jesús.

 

Efectivamente, y volviendo a La emperatriz de los Etéreos, bien puede afirmarse que Bipa, sin la fuerza del amor que siente por Aer, nunca habría logrado rescatarlo; ni mucho menos redimir al mundo, misión que jamás llegó a plantearse. Parece dibujarse en la narración, entonces, una solución de síntesis en esa confrontación de temperamentos. Pero, analizando el desenlace a fondo, concluiremos que el reencuentro final no será fruto de una simbiosis equitativa de ideales y actitudes contrapuestas, sino del desenmascaramiento de la segunda de los opciones; unas creencias alienantes y falsas, con la consiguiente destrucción de todas sus estructuras. Será Bipa quien triunfa totalmente: una mujer natural, espontánea, que sigue sus instintos, capaz de estructurar su existencia sin necesidad de compañero ni ideal alguno, pegada a la tierra… Además de a la mencionada New Age, ¿no huele, también, al feminismo radical dominante?

 

Por todo ello, no es muy osado afirmar que el contexto cultural y mental de la novela de Laura Gallego se alimenta de algunos de ingredientes más relevantes de la novela de Dan Brown y de la cultura hegemónica ultrafeminista; eso sí, con una estructura y dimensión ajustadas al segmento lector al que está dirigida.

 

Un producto literario, en definitiva, atractivo y sugerente, que transmite múltiples sensaciones, especialmente de impregnaciones melancólicas, y, en cualquier caso, tributario de lo “espiritualmente correcto”. Un fruto cultural, para lo bueno y lo malo, de nuestro tiempo. Ecofeminismo y New Age, para jóvenes y adolescentes, cuya concepción antropológica sitúa al mal únicamente en la existencia de estructuras explotadoras, como algo ajeno al hombre, reduciendo la moral a un mecánico pragmatismo: el postmoderno “buen salvaje”. Literatura fantástica al servicio de la hegemonía cultural. Una verdadera “educación para la ciudadanía”.

 

Revista digital Arbil, Nº 115, enero de 2008

¿Feminismo de la igualdad o de la supremacía?

¿Feminismo de la igualdad o de la supremacía?

Una entrevista realizada a María Teresa Fernández de la Vega ocupó el espacio más relevante del remozado El País Semanal del pasado 21 de octubre, ejemplar simultáneo a la nueva presentación del diario El País; aspirante cualificado al liderazgo de los diarios globales en español.

Nada menos que nueve páginas -dos de ellas correspondientes a otras tantas fotografías muy cuidadas en blanco y negro- le fueron reservadas en este producto divulgativo de las factorías de lo “políticamente correcto”; de especial incidencia en un sector muy relevante de la población lectora española. Un largo e interesante recorrido por las inquietudes feministas de nuestra poliédrica Vicepresidenta.

Nadie dudaba de su militancia feminista, faltaría más. De modo que, para explicar los orígenes de su trayectoria pública, Fernández de la Vega estableció una diferencia entre el llamado feminismo de la diferencia y el de la igualdad: la aceptación por el segundo de la militancia dentro de los partidos políticos al uso. Pero no nos engañemos. Tal matiz no se remite tanto a su supuesta moderación, como a la opción posibilista dentro del sistema, frente a las tácticas “separatistas” del primero.

Una combinación de términos muy atractiva -feminismo de la igualdad- que aparentemente huiría de sus versiones más extremistas, que bien pudiéramos denominar como hembristas; no en vano algunas de ellas han reflexionado en torno a la conveniente desaparición progresiva de los varones al considerarlos innecesarios… En suma, un feminismo cuyo objetivo sería la conquista universal de la igualdad de derechos y oportunidades en todos los órdenes de la vida. Pero, en el caso español, el feminismo instalado en el poder, ¿realmente es igualitario?

Ciertamente, el movimiento feminista es muy plural, tanto en sus planteamientos como en sus actuaciones, englobando tendencias muy dispares: desde un feminismo cristiano (también diverso), anarquista, socialista, de la diferencia, separatista, radical… En algunos casos, incluso, su militancia les ha empujado al lesbianismo, al propugnar la exploración y el cultivo de lo específicamente femenino; según estas teorías, la introspección, la ternura, el pacifismo, los sentimientos maternales, la perspectiva holística, el diálogo…

En el seno de tales tendencias las barreras no son en absoluto rígidas, encontrándose en los foros feministas casi tantas versiones como participantes. Una pluralidad que, sin embargo, no le resta fuerzas.

Decíamos que Fernández de la Vega optó por el feminismo de la igualdad; mas en la actualidad esta etiqueta nominal puede significar mucho o, por el contrario, muy poco. De modo que para discernir qué tipo de feminismo nos gobierna, nada mejor que remitirnos a sus obras más recientes.

El objetivo sería, supuestamente, la igualdad. Pero no olvidemos que entre las feministas también existe una tendencia que propugna abiertamente la supremacía sobre el varón, a modo de matriarcado compensatorio por los miles de años de imposición machista y patriarcal. De hecho, para el feminismo gobernante, la conquista de la igualdad real requiere medidas excepcionales. Y han actuado en consecuencia.

A la supuesta inferioridad actual de derechos, de las mujeres, la han combatido con la técnica de la discriminación positiva, imponiendo desde la legalidad mayores niveles de participación en la vida laboral, social y política: la llamada cuota femenina. Y no olvidemos la progresiva feminización de la universidad, la sanidad, la justicia…

En el ámbito de la familia, sus objetivos están nítidamente encaminados. Unos generalizados aborto y anticoncepción son presentados como las claves de la emancipación de la mujer. También son concebidos como las herramientas que desplazan el poder real, del hombre a la mujer, en las relaciones de pareja; al situarse ellas como únicas administradoras de los objetivos y tiempos de la procreación y, en consecuencia, de la educación de los hijos. Así, al hombre le resta únicamente la donación incondicional de su herencia genética y de su fuerza laboral, dentro y fuera del hogar. ¿Dónde queda, entonces, la receta del diálogo y la aspiración a la igualdad, como remedios de las tensiones e imposiciones en la vida de pareja?

La etapa siguiente ha sido la asignación automática de la custodia de los hijos, en los supuestos de ruptura, a la mujer. Si el hombre mantiene mayores pretensiones, deberá demostrar que está especialmente capacitado, así como que la mujer no es una buena madre. Y, para los casos de resistencia masculina, las denuncias falsas son un buen “suavizante”; e, incluso, como táctica preventiva. Un peculiar maridaje entre una aplicación perversa de la legalidad, fruto de particulares intereses egoístas, y los objetivos generales del movimiento feminista. No en vano, la legislación divorcista, también en su modalidad exprés, beneficia especialmente a la mujer, tanto por lo que respecta en el plano económico, como en la prelación de los restantes derechos y pretensiones.

Para combatir la violencia en el ámbito familiar, imperativa preocupación de toda sociedad decente, han diseñado una estratagema discutible, pero ya ampliamente implantada, sin escándalos ni apenas resistencias: la destrucción de la presunción de inocencia del varón en el contexto de las denuncias penales por supuestos delitos acaecidos en ese entorno. De todo ello se derivan múltiples consecuencias prácticas que arrojarán al varón al ostracismo social, al umbral de la pobreza, y a la desesperación personal; gravándolo, en su caso, con una pena superior, a la impuesta a mujeres, por los mismos delitos. Recordemos, igualmente, el tratamiento informativo e institucional de esta modalidad de violencia que ignora olímpicamente a sus víctimas masculinas;  un porcentaje que oscila entre un 15 al 20% del total. Y un interrogante colateral: ¿qué pasa con la tasa de suicidios, de superior prevalencia masculina, especialmente en situaciones de crisis familiar? ¿Nadie estudia este fenómeno ni propone actuaciones preventivas?

En el ámbito de la salud, son encomiables los grandes avances en medicina preventiva y especializada. Es el caso de las campañas dirigidas a la detección precoz del cáncer de mama y, por ejemplo, de la reciente implantación de la discutida vacuna contra el cáncer de cuello uterino en niñas. Pero, ¿por qué no existen planes análogos ajustados al cáncer de próstata, de especial incidencia entre la población masculina?

Una pincelada a las actuaciones de solidaridad internacional. En este contexto, las feministas han destacado por actuaciones tendentes a la implantación del aborto como medio anticonceptivo; incluso de la esterilización forzosa. Pero, sin embargo, no se movilizan en absoluto contra el genocidio silencioso de millones de bebés de sexo femenino, perpetrado en las últimas décadas por medio del aborto selectivo, en China y la India. Otra contradicción que acaso cuestione sus dogmas. El mismo ardid ideológico de siempre: se reinterpreta la realidad y todo dato incómodo se omite.

Igualmente, la todavía insuficiente campaña mundial contra la mutilación genital femenina tampoco ha encontrado el equivalente dirigido a la denuncia y eliminación de la mutilación genital masculina, la circuncisión practicada por musulmanes y judíos a todo recién nacido. ¿Otro ejemplo de doble moral?

El feminismo imperante, con tantos matices según su radicalidad, ha dividido el mundo en buenos y malos. Las mujeres sumarían todas las virtudes: intuitivas, transmisoras de vida, pragmáticas, sensitivas, pacíficas. Los hombres, ya se sabe: brutales, cazadores y guerreros, indolentes, insensibles, violentos. Un estadio inferior en la evolución humana. Hay que frenarles y, en consecuencia, desposeerles de todo poder, reeducarlos, acallarlos.

No. Este feminismo, por mucho que digan, no es un feminismo de la igualdad, supuesto remedio del machismo culpable de todos los males de la historia de la humanidad. Es un feminismo de la supremacía y de la revancha.

Entonces, ¿feminismo o hembrismo?

Diario Liberal, 14 de noviembre de 2007