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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Miguel Vaquero: In Memoriam

Los hijos: un instrumento en manos de los violentos.

Los hijos: un instrumento en manos de los violentos.

Muy contundente se manifestó Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, en el reportaje televisivo Hijos de la discordia emitido en el programa Informe Semanal, al afirmar que “El SAP -Síndrome de Alienación Parental- es un instrumento en manos de los violentos”. Hasta ahí estamos de acuerdo: la manipulación emocional de un menor por uno de sus progenitores, que persigue de este modo su alejamiento del otro por venganza u otro motivo, mediante diversas técnicas, es un maltrato gravísimo; un ejercicio frío y premeditado de violencia que recae, en primer término, sobre el hijo al que se afirma querer proteger. Pero no terminó ahí. Añadió que “el SAP no existe” y que “no está reconocido por la OMS”. Vamos, que lo negaba de plano. Y, para coronar ese discurso ultra, aseguró que se trata de “un instrumento de coacción para que las mujeres no pidan el divorcio”. De este modo, el SAP sería una especie de estratagema que encubriría una de tantas imposiciones machistas.

 

Esta señora, o miente, o ignora, escandalosamente, muchas cosas.

 

De entrada, remitiéndonos a ese mismo reportaje televisivo, ¿cómo puede explicar el caso de una mujer, Victoria López, quien no ha podido ver a sus 2 hijos en 8 años, después de otros 2 de lucha contra el cáncer? ¿No es un ejemplo contundente y terrorífico de SAP?

 

Efectivamente el SAP no está, de momento, reconocido por la OMS. Pero en España, en los últimos 5 años, ya son más de 100 las resoluciones judiciales que lo reconocen. Por no hablar de los diversos textos y documentos forenses –sociales, psiquiátricos y psicológicos- ya elaborados al respecto. Acaso esa catalogación médica internacional todavía no se haya producido -¡cuantas veces la vida marcha por delante de la Ciencia o de la Justicia!-, pero en otros países, por ejemplo en Estados Unidos y en Méjico, donde se nos han anticipado unos cuantos años en estas lides, la literatura científica al respecto es muy amplia, con las consiguientes recepciones legales y judiciales.

 

El reportaje que comentamos partía del caso de Jesús Díaz, quien, tras tres años sin ver a su hija de 9, consiguió de un juzgado de Manresa su guardia y custodia con el objetivo de superar el rechazo que contra él le había inculcado su madre; una noticias que ya se difundió, con cierta controversia mediática, en el pasado verano.

 

La dolorosísima experiencia de Victoria López, al igual que la de Manuel Gancedo, gravemente afectado por una esclerosis degenerativa, nos mostraban, igualmente, cómo personas sin escrúpulos –de uno u otro sexo- pueden aprovechar cualquier circunstancia, incluso las más calamitosas, para imponer por la violencia, no necesariamente física, sus objetivos inadmisibles.

 

No, Ana María Pérez del Campo, no. El SAP no es un problema de violencia o imposición machista. Es un problema de violencia y punto. Lo pueden protagonizar hombres y mujeres. Y sus víctimas son niñas y niños. Pero, dado que en la actualidad el 95 % de las custodias se conceden a las madres, por pura lógica matemática, quienes lo perpetran suelen ser mayoritariamente mujeres. Una constatación sociológica que bien puede variar en el futuro.

 

En ese reportaje, que puede verse en http://www.informesemanal.tve.es/ (emisión de 6 de octubre de 2007), se habló de otras interesantes cuestiones: la relación existente entre denuncias por malos tratos –muchas de ellas falsas- con el SAP; las implicaciones de la violencia de género; el creciente número de las custodias compartidas; la existencia de programas de mediación en los que, de seguirse, se llega a algún acuerdo en 7 de cada 10 supuestos; la realidad de un 30 % de rupturas en las que no se alcanza ningún acuerdo en relación a los hijos; la práctica de juego sucio en no pocos casos; y, aunque de manera indirecta, la extrema lentitud de las resoluciones judiciales. Un verdadero ejercicio de objetividad… para tratarse de la televisión pública; o mejor diremos, estatal.

 

En este contexto de clamoroso sufrimiento moral y psicológico, experimentado entre los menores afectados, sorprenden las dogmáticas afirmaciones de Ana María Pérez del Campo; propias de un fundamentalismo ideológico cerrado a la realidad. Un posicionamiento, no obstante, muy significativo y esclarecedor.

 

Negó la mayor, reduciéndola a una dialéctica de poder. ¿Qué pasa entonces con los supuestos en los que el progenitor apartado, otra víctima más, es la madre? También aseguró, recordemos, que es un instrumento de los hombres en su intento de impedir a las mujeres el ejercicio de su derecho a la separación y al divorcio. Esta señora ignora que los SAP se enmarcan, especialmente, en el proceso contencioso de una separación o divorcio ya consumado.

 

Rechaza, así, la realidad, amparándose en una ideología que, aunque no la mencione, es la ultrafeminista. No quiere ver los hechos: los ahoga bajo dogmas impactantes aparentemente irrefutables y políticamente correctos. En definitiva, este hembrismo –un negativo del denostado machismo- participa de una perversión común a toda ideología: no asume la realidad, la reinterpreta; apartando los hechos que “molestan” a los esquemas conceptuales previos. Una suerte de marxismo para el que la “clase oprimida” serían las mujeres y la “opresora” –a eliminar como sea- los hombres; con su corpus ideológico, su liturgia, sus intelectuales orgánicos, sus mitos movilizadores, sus organizaciones de vanguardia, sus alianzas tácticas, y su estrategia de conquista del poder.

 

Y otra pregunta para Ana María Pérez del Campo y otras como ella. ¿Acaso desconocen, tan categóricas activistas, que no son pocos los supuestos en los que un menor inmerso en un proceso de este tipo, intenta -incluso- el suicidio? ¿Se atreverán a negarlo también?

 

El SAP, objetivamente, no es una cuestión de género: es un hecho impactante y especialmente doloroso que nos ofrece la realidad. No querido por nadie, en teoría, pero perpetrado como instrumento de venganza, arbitrariedad, o imposición violenta del propio criterio por alguien –hombre o mujer- que abusa de una situación de poder.

 

Por ello, la afirmación inicial, de la que partimos en estas reflexiones, sería mucho más ajustada a la realidad precisándola así: “los hijos: un instrumento en manos de los violentos”. No en vano, el SAP es el conjunto de daños infringidos a los menores por medio de unas técnicas violentas más o menos sutiles. En suma, quienes son instrumentalizados, fría y cruelmente, son los hijos: titulares de una vida propia, con rostros irrepetibles, historias únicas, criaturas portadoras de esperanzas e ilusiones… involuntarias víctimas del odio.

 

Rechazo de la realidad, ideología excluyente, dinámicas sexistas de dominación… Otra modalidad de violencia. Gravísima, además. Aunque no salga casi nunca en los medios de comunicación.

 

Diario Liberal, 4 de noviembre de 2007

 

El maltrato de los hijos como instrumento de venganza contra la ex-pareja.

El maltrato de los hijos como instrumento de venganza contra la ex-pareja.

Ya es bastante común, entre las cada vez más numerosas rupturas contenciosas de parejas en las que existen hijos menores, la siguiente estampa: un niño o una niña, de la mano de su madre (en el 95% de esos supuestos la custodia se les asigna judicialmente a ellas), al encontrarse casualmente con el progenitor alejado, en el colegio o en la calle, mira al suelo o a la pared, se asusta y se “pega” a la madre, siendo incapaz de saludarle. Pero, lo sorprendente del caso, es que, en otras circunstancias más amables, por ejemplo en los espacios que comparten con ese progenitor apartado de su vida, el comportamiento es completamente distinto: juega sin parar, busca su contacto, habla y habla, se muestra contento y alegre… Entonces, ¿qué está pasando? ¿Es normal?

 

Docentes, trabajadores de los Servicios Sociales y de los Puntos de Encuentro, integrantes de los Juzgados de Familia, psicólogos y psiquiatras especializados, etc., nos ofrecen, desde su amplia experiencia, una explicación bastante lógica. Así, mediante ese comportamiento, que inicialmente pudiera parecer poco significativo, el menor evitaría un conflicto, persiguiendo -consciente o inconscientemente- el no desairar al progenitor con el que convive habitualmente. No en vano, y en caso contrario, se expondría a diversas tácticas agresivas: deprivaciones afectivas, discursos con los que pretende “demonizar” a la ex-pareja, pequeñas represalias materiales…

 

Semejante explicación, por muy dramática que sea, es bastante coherente. Pero, lo más chocante –en este contexto- es la resignación con que esos cualificados agentes sociales observan y describen tan tristes situaciones.

 

En principio, el asustarse ante la presencia de su progenitor, o evitarle, no son  reacciones naturales ni deseables. Mucho más lógicas son las muestras de alegría, de interés o, al menos, de curiosidad. Ese repliegue afectivo y evitacionista será, entonces, fruto de otros factores exteriores: un conflicto abierto, las dinámicas de poder impuestas por el progenitor que pretende alejar al otro de la vida de su hijo, el ánimo justiciero o de venganza... De una intromisión violenta, en suma.

 

Nos situamos, de este modo, ante una de las primeras manifestaciones –aparentemente irrelevante, incluso- de una auténtica agresión psicológica contra el hijo. Y si se aprecia uno de esos comportamientos, tan dolorosos para los padres como para los menores que los sufren en primer lugar, se le responderá con algún cliché al uso: “no hay nada que hacer”, “es una consecuencia lógica del proceso”, “es un mecanismo de defensa del menor ante el conflicto”, “no es para tanto”, etc. Excusas y coartadas de la impotencia, la pasividad… o la comodidad de quienes no pueden -o no quieren- tomar la iniciativa.

 

Pero, si en el contexto de un conflicto contencioso entre sus padres, el menor agrede a uno de ellos, o se fuga de casa, o comete un acto delictivo, o intenta suicidarse, todas ellas manifestaciones dramáticas de un profundo sufrimiento psicológico, entonces algunos de esos mismos profesionales se echarán las manos a la cabeza y se preguntarán cómo se pudo llegar a una situación tan terrible. Y será mucho más difícil ponerle remedio. Y muy fácil afirmar el tan manido “se veía venir”.

 

Algunas/os empiezan manipulando al menor para que se comporte de un determinado modo en sus encuentros con el otro progenitor; y terminan aplicando técnicas más gruesas de lavado de cerebro, maltrato psicológico, castigos físicos, manipulación afectiva, etc. Pero lo que quieren, ante todo, es “castigar” al “ex”; aunque para ello distorsionen la realidad, confundan verdad con mentira, no respeten regla alguna… Quienes así se comportan, en suma, consideran que los hijos son de su propiedad, aunque lo adornen patológicamente con sobreprotección; pues ni protegen realmente al menor, ni mucho menos persiguen su bien. Algo perverso, ¿no? Para que luego algunas/os afirmen que el “Síndrome de Alienación Parental” no existe.

 

¿La alternativa?: tolerancia cero; también con esa modalidad de maltratos. Y desde sus inicios. Pero de verdad. Y con todas/os.

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 15 de octubre de 2007

¡Que cierren Hospital Central por apología del machismo criminal!

¡Que cierren Hospital Central por apología del machismo criminal!

 

- El de Tele 5, claro.

 

- Pero, ¿no lo sabía usted? ¡Qué desfachatez! Esa serie de culto, que se emite los miércoles en horario nocturno, y que siempre ha apoyado a las mujeres, tuvo la audacia de presentar, en la trama de historias de protagonistas y pacientes de su episodio del pasado 3 de octubre, ciertas estampas propias de una sociedad machista y patriarcal. ¡Qué oprobio para las mujeres!

 

- Así, una luchadora, que se gana la vida entre peleas brutales de kingboxing, ingresa en el Hospital entre la vida y la muerte. El ex-marido, alcohólico, acusado por maltratos y con una orden de alejamiento de su indefensa ex-mujer, al acudir al visitarla es detenido. Faltaría más: “blanco y en botella…”. Pero alegará, en su patética defensa, ¡qué valor!, que el maltratado era él, y que las denuncias eran falsas; para quedarse ella con la casa. Pero, ¿cómo se atreve? ¿No es hombre? ¡Pues es culpable! Y, ¿se lo creerán ustedes?, en un golpe de efecto, típicamente fascista, así, como de pasada y al final del episodio, el entrenador de ella confirmará que tan graves lesiones las sufrió a manos de otra pobre mujer en un combate organizado, evidentemente, por machos brutales e insensibles. Inadmisible.

 

- Pero no fue todo. Un preadolescente de 12 años intenta suicidarse. Seguramente no soportaba la presencia de un padre en su vida. Vamos, un padre, ¿sirve para algo? Lo que hay que ver. Bueno, volvamos a la trama. La madre, impotente en tan dramática situación, reconocerá, en un encomiable alarde de sinceridad, que el niño no era de su -todavía- marido; quien, a pesar de todo, insiste en pelear ¡por la custodia compartida! ¡Pero si nadie le ha dado vela en ese entierro! Y el niño, lo que es imposible, pues los niños siempre están junto a las madres y según crecen se alejan de sus castrantes padres, ¡reclama su presencia! ¡Eso ya no se lo cree nadie! Y el padre putativo, erre que erre. ¡Incluso se justifica alegando que quiere seguir siendo padre por el bien del menor! Pero la valiente madre se lo pone fácil; y es que algunos no se enteran: “¡Ya estaba embarazada cuando te conocí y no quería tenerlo sola!”. ¿Doce años de engaños? No, ¡que éste pasaba de todo!

 

- Y, engrosando esta lista de agresiones a la mujer, nos cuestan que la médico lesbiana persiste con su historia de infidelidades con la psiquiatra rubia. Sí, la de Camera Café; la que vuelve locos a los tíos. ¡Pobre Esther! Con dos hijos, otro en camino, trabajando todo el día junto su pareja en el Hospital y en casa... Vamos, atrapadas en el infierno. Y la Maca, sí, hablamos de la morena guapa, le engaña… ¿Una distracción amorosa para relajar la tensión? Un juego. Una tontería. ¡Pero si eso es un comportamiento típicamente masculino, inimaginable en una mujer! Ya sabemos que son suyos su cuerpo y sus afectos. Pero, caer tan bajo como un hombre…

 

- Y es que, parece mentira: todavía hay hombres que no se resignan a asumir que únicamente son mujeres imperfectas, que se han quedado en un estadio inferior de la evolución humana. ¡Incluso hay osados que aseguran que hay mujeres que presentan denuncias falsas –por maltratos, abusos sexuales- para machacarles, manipulando además a los críos! ¡Cómo se puede ser tan cínicos! ¡Seguro que algo habrán hecho! Y, si no han sido ellos, lo habrán sido otros. Hasta se han inventado un Síndrome de Alienación Parental que es mentira: una mujer siempre tiene buena voluntad; jamás manipularía a unos niños para apartarles de su padre. ¡Si ellos solos se bastan! Bueno, en realidad, podrían existir casos de ese supuesto síndrome… si los manipuladores de los críos fueran ellos; los tíos, claro. Pero no les llega.

 

- ¡Ya les vale! Y que una cadena de televisión consagre semejantes barbaridades… ¿a qué están jugando? En circunstancias tan difíciles, se está con las mujeres, ¡con razón y sin ella!

 

- Pero no aprenden. Incluso, dicen, hay un periodista que se atrevió a escribir un libro en el que las víctimas serían ¡los hombres! ¡Eso es incitar al feminicidio! Seguro que José Díaz Herrera es un resentido y un machista recalcitrante… Bueno. Algo se nos ocurrirá.

 

- Lo que es imperdonable es que haya mujeres que todavía les justifiquen, como esa tal María Sanahuja, por muy Juez Decana de Barcelona que sea… ¡Traidora!

 

(…)

 

Y me dirán, pacientes lectores, “¡te has pasado!” ¿Seguro?, pues sigan leyendo esta perla:

 

“Acaba de presentarse un curioso libro, se titula "el varón castrado" y está escrito por José Díaz Herrera. Sostiene una peculiar tesis: pobres hombres, ¡cuánto han de haber sufrido a manos de las arpías de sus mujeres para verse obligados a pegarles, insultarles, romperles huesos, violarlas, encerrarlas, apuñalarlas, arrojarlas por la ventana ...!

 

Pobres hombres, ¡cuánto sufren! Necesitan urgentemente que alguien como la jueza Sanahuja les defienda ante tanto sufrimiento y ponga las cosas en su sitio: son ellas las culpables ¡mira que no querer resignarse al castigo que sin duda ninguna merecen por ser mujer! ¡Mira que atreverse a abandonar el hogar, a separarse incluso a iniciar una relación con otro hombre, intolerable!

 

Intolerable es que se pueda hacer apología del machismo criminal en nuestro país.

 

Esta teoría del mundo al revés es altamente peligrosa para las mujeres”. De http://maribelmontano.blogspot.com/2006/12/el-varn-castrado.html. ¡Menudo ejercicio de objetividad! Su autora: Maribel Montaño Requena, ¡Secretaria Federal de Igualdad del PSOE!

 

Los hombres, ¿siempre son culpables? La crueldad, la maldad… ¿son patrimonio únicamente de media humanidad?

 

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Y para ciegos… los sectarios que interpretan la realidad desde una ideología; la hembrista, por ejemplo. Pues ya se sabe: hay que mantener la unidad de la secta. Toda disidencia debe ser reprimida y, sobre todo, los hechos, si molestan, se suprimen. Lo de siempre: en nombre de la utopía, sacrifiquemos al chivo expiatorio.

 

Pero, ¿no existen denuncias falsas, realizadas por mujeres sin escrúpulos que manipulan recursos públicos, en aras de su exclusivo beneficio? ¿Ni siquiera una?

 

Si los profesionales de tales recursos, generalmente mujeres, están hartos de tantas denuncias falsas, según afirman en diversas instancias, ¿también hacen apología del machismo criminal? ¿No se pueden denunciar las perversas desviaciones de una legislación y unos recursos pensados para mujeres que efectivamente han sido agredidas? ¿Han de pagar justos por pecadores? ¿Esa es su idea –y su praxis- de la Justicia? ¿Y de la Igualdad?

 

En realidad, estas hembristas no creen ni en la Justicia ni en la Igualdad; ni, mucho menos, en la Fraternidad.

 

Lo dicho: “con las mujeres, con razón y sin ella”. Pero yo no trago. ¿Y usted?

 

 

Diario Liberal, 5 de octubre de 2007

Will Smith, como protagonista de En busca de la felicidad, habría sido detenido en España por presuntos malos tratos

Will Smith, como protagonista de En busca de la felicidad, habría sido detenido en España por presuntos malos tratos

El pasado viernes, 2 de febrero de 2007, se estrenó en España, después de una potentísima campaña publicitaria, la última interpretación de quien fuera protagonista de la serie El príncipe de Bel-Air; una decidida apuesta con la que Will Smith pretende alejarse de esa imagen cómica que le sigue persiguiendo. La película, no obstante, contiene alguna otra clave de mayor trascendencia social y cultural.

 

Drama sentimental, y con cierta carga de tópicos, no deja de ser una versión cinematográfica, otra más, de alguien que logra alcanzar el sueño americano. Tras muchos fracasos, y desde una situación económica desesperada, el protagonista luchará con toda su voluntad y energía para conservar la compañía y afecto de su hijo. El premio final: convertirse en broker de un prestigioso despacho de San Francisco. Y multimillonario. Una primera objeción: tal sueño, ¿necesariamente debe traducirse en un éxito económico y profesional apabullante?

 

Sin entrar en otros aspectos, comentados en tantas críticas ya difundidas, lo más relevante del film es ese esfuerzo de un padre que lucha ferozmente por un futuro común junto a su hijo; un niño sensible que, pernoctando ambos en el dormitorio común de un albergue benéfico, le asegurará espontáneamente: “eres un buen papá”. Conmovedora y suprema confirmación de su titánico empeño. Un drama, por tanto, que recuerda a la celebradísima y casi olvidada Kramer contra Kramer. Pero, tales actos heroicos, ¿no eran patrimonio incuestionable y exclusivo de las mujeres? Una película similar, ¿sería posible en España?

 

Lo desconozco. De lo que sí estoy seguro es que su protagonista –en nuestro país- habría terminado detenido un par de días en comisaría acusado de maltratos físicos y psicológicos, expulsado de su domicilio familiar, arruinado económica y psicológicamente, criminalizado y marginado. Veámoslo.

 

En una escena clave, Will Smith sujeta a la que todavía es su mujer por un codo (presunto maltrato físico), mientras que con tono muy elevado y decidido le exige que no se lleve a su hijo a Nueva York (presunto maltrato psicológico). Sorprendentemente, ella cede… y desaparece de sus vidas. Sin mayores consecuencias para el padre. En España, sin duda, un episodio así únicamente puede concebirse en las categorías del relato de fantasía… y de la querella criminal.

 

Como fruto extremo de la denominada ideología de género, el sistema judicial, legal y asistencial español no admite que un varón pueda desarrollar análoga capacidad de trabajo, ejercicio de responsabilidad familiar y voluntad educativa, que cualquier mujer. La presunción legal, en estas cuestiones, siempre es a favor de la mujer. Destruirla es muy complicado, por no afirmar que imposible; además de políticamente incorrecta. Y no hablemos del principio de presunción de inocencia del hombre, eliminado en la práctica por la legislación penal que pretende combatir la violencia doméstica. De esta manera, las declaraciones constitucionales de igualdad ante la ley y de no discriminación por sexo son meramente retóricas. Y no son las únicas.

 

¿Son responsables las mujeres de esta situación? Algunas, sin duda. Pero, en su inmensa mayoría, también son sus víctimas; además de tantos padres. En cualquier caso, los principales afectados siempre son y serán los hijos.

 

La trama narrativa de En busca de la felicidad, así concebida, no podría elaborarse, por todo ello, en España. Y, mucho menos, subvencionada…

 

Cuando terminó su proyección en el cine, miré alrededor. Observé visibles muestras de satisfacción entre los varones y algunas mujeres. Pero también rostros femeninos muy serios; seguramente por su desacuerdo con la trama central. Y no podía ser para menos: ¡se atreve a cuestionar uno de los dogmas ultrafeministas más pregonados, después de milenios de sumisión!

 

Sin duda, cuando la conciencia personal no se cultiva, y se carece de un entorno humano que ayude a vivir más humanamente, no es complicado caer en el capricho, la arbitrariedad y la violencia; unas tentaciones universales. Si, además, las leyes y los medios de comunicación imponen este modelo radical de raíces marxistas, tales comportamientos serán avalados y facilitados socialmente.

 

No son generalidades ni abstracciones. Las muertes por violencia doméstica, los síndromes de alineación parental sufridos por cientos de miles de niños, los numerosos suicidios de hombres víctimas del acorralamiento judicial y social, las crecientes falsas denuncias (por presuntas agresiones, maltratos y abusos sexuales) que conllevan inevitablemente terroríficas consecuencias para los estigmatizados, las secuelas psicológicas de tantas y tantos, etc., son palmarias demostraciones del estrepitoso fracaso humano de esa ideología totalitaria en su proyección legal. Eso sí, revestida de sacrosantas e indiscutidas declaraciones de intenciones que vaticinan la liberación femenina, el progreso indefinido, el ejercicio sin límite alguno de la libertad personal… Pero, tan inmenso caudal de sufrimiento, ¿es el inevitable canon del progreso humano?

 

Semejante falta de realismo, de censura y alienación, ¿no les recuerda acaso, a las absurdas e inhumanas falsedades de los experimentos sociales comunista y nazi?

 

Revista digital Arbil, Nº 110, enero de 2007

De “con los niños no se juega” al “Síndrome de Alienación Parental” (SAP).

      La sociedad actual sufre, en personas concretas de carne y hueso, los efectos de una legislación permisiva que lejos de ahuyentar viejos fantasmas y temores de la convivencia familiar, implanta nuevos fenómenos que destrozan las expectativas de cientos de miles de niños y jóvenes, hipotecando el futuro colectivo.

 

El “Síndrome de Alienación Parental”.

 

                Un fenómeno creciente desborda a psicólogos, docentes, policías y jueces: cientos de miles de niños y jóvenes son instrumentalizados por alguno de sus progenitores, en el curso de un divorcio o separación traumática, como medios de venganza personal contra el otro padre, obstruyendo su relación y mediatizándola con prejuicios y maniobras ilegítimas.

 

                Sus efectos en la relación del menor con el padre alejado se denomina como “Síndrome de Alienación Parental”, o “alineación”, según otras fuentes, y que sufren en primer lugar, los niños pequeños y pre-adolescentes, ya en número de cientos de miles en España.

 

                Fenómeno estudiado profusamente en Estados Unidos y del que existe abundante literatura en Argentina, también nos ha llegado a España. Y de forma paradójica. Se suponía que una legislación amplia y permisiva de las causas de separación y divorcio facilitarían las rupturas pacíficas y “civilizadas”, aminorando los “daños colaterales”. Pero no está siendo así. Todo lo contrario.

 

El pionero: Richard Gardner.

 

                Richard Gardner es el autor que a partir de 1987 estudia esta problemática. Catedrático de Psiquiatra Infantil de la Universidad de Columbia, es autor de más de 250 libros e investigaciones al respecto. Su experiencia le indicaba que los hijos fruto de divorcios y separaciones continuaban, en general, manteniendo una buena relación afectiva con el padre alejado. Por el contrario, en los casos    de divorcios contenciosos, muchos niños rechazaban al padre ausente; fruto de una manipulación –intencionada o no- que perseguía dañar e incluso destruir al excónyuge. Su investigación le llevó a descubrir que los niños eran objeto de un auténtico “lavado de cerebro”.

 

Blush y Ross en Michigan, Jacobs en Nueva Cork, y Wallerstein en California, llegaron por su cuenta a conclusiones análogas. Clawar y Rivlin, por otra parte, realizaron una investigación en niños a los que se había negado el contacto con uno de los progenitores, publicando un impactante estudio, después de 12 años de trabajo, titulado Niños rehenes (1991). Así, afirmaban que la que ellos denominaban “programación parental” era una forma de abuso psicológico practicada por cerca del 80% de padres divorciados; de modo que un 20% de los niños era expuesto a la narración y descripción de mentiras y supuestos defectos del padre alejado por lo menos una vez al día.

 

A partir del término acuñado por Gardner de “Síndrome de Alejamiento Parental”, se sumaron otros numerosos estudios relacionados con esta problemática: características de los padres que acusan falsamente, la función de la falsa denuncia, efectos del abuso emocional y psicológico grave en niños en los casos más graves de impedimento, etc. Y Mary Luna, además, estudió  las reacciones fóbicas de rechazo al padre alejado, que requerían urgente intervención terapéutica e incluso judicial.

 

¿Qué es el SAP?

 

El SAP suele desarrollarse en el niño como una respuesta al stress, generado por los conflictos de los padres que terminan en separación o divorcio, reaccionando mediante un rechazo de la relación con el padre alejado.

 

Otro fenómeno se asocia tempranamente a este tipo de situaciones: las crecientes denuncias falsas por supuestos abusos sexuales. Así, una denuncia falsa marcaba el inicio (o fase álgida de una escalada previa) de esta dialéctica cuyo objeto es la completa expulsión, del padre ausente, de sus hijos. Y, según estadísticas del norteamericano Centro Nacional de Abuso Infantil, ya en 1988, se demostraba que las denuncias falsas de supuestos abusos sexuales doblaban a los casos reales.

 

También es Estados Unidos donde más se ha desarrollado la investigación psicológica y forense de las denuncias falsas de supuestas agresiones sexuales a menores en el contexto de los divorcios contenciosos, cuyo objeto es impedir u obstruir por completo el vínculo con el progenitor alejado al suprimírsele el régimen de visitas. De hecho, se han elaborado diversos protocolos de evaluación de falsas denuncias que contemplan posibles mecanismos empleados habitualmente en estos supuestos. Es el caso del elaborado en el Estado de California en 1991, el protocolo de Garner de 1995 y el de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente de 1997.

 

Alienación parental = agresión psicológica al menor y al padre.

 

Los niños objeto de una falsa denuncia de abuso sexual son sometidos a diversas técnicas manipuladoras que les convierten, a su vez, en sujetos de una auténtica agresión psicológica, lo que desembocará, generalmente, en la sintomatología característica de un Síndrome de Alienación Parental.

 

Generalmente, aunque también existen casos de padres, la madre simula síntomas en un niño o niña pequeña que afectarían a los aparatos digestivo, genital y urinario. Acude a diversos servicios médicos, busca testigos que confirmen supuestos hábitos dudosos del cónyuge acusado o la presunta agresión sexual, y terminará denunciándolo en los Servicios hospitalarios de Urgencias o en la Policía. Cuenta, además, con el concurso de profesionales especializados en estas maniobras.

 

La relación de los supuestos trastornos con denuncias falsas de abuso sexual, como maniobra de impedimento, ha sido estudiada ampliamente en Estados Unidos, según veíamos, destacando Rand, prestigiosa y veterana psicóloga forense autora de numerosos estudios científicos.

 

Argentina nos lleva la delantera en estos asuntos. Muchos equipos pluridisciplinares se ocupan de todos estos supuestos, especialmente impulsados por padres que fueron apartados violentamente de sus hijos, mediante la intervención gubernativa y judicial subsiguiente a una denuncia emitida por la madre.

 

¿Y en España?

 

En España empieza también a hablarse a todas estas cuestiones, incluso en los medios de comunicación; tema sacado a colación, muchas veces, por padres desesperados. Pero también por personalidades “neutrales”. Así, quien fuera primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, declaró al diario El Mundo-El Día, según noticia recogida el 24/11/04, que «Algunos padres utilizan denuncias falsas de abusos sexuales para lograr la custodia del niño. El psicólogo Javier Urra critica estas prácticas que causan al menor un “dolor incalculable”. El psicólogo experto en niños, primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, Javier Urra, abundó ayer en Palma en una serie de prácticas perversas entre las parejas en conflicto. El menor como epicentro es utilizado para conseguir un fin: la custodia. En este sentido, Urra denunció el profuso uso de la “denuncia bastarda” para lograr este fin. En concreto, el psicólogo criticó que algunas madres “sabiendo que es mentira” denuncian a su ex marido por supuestos abusos sexuales el tiempo que le corresponde la custodia». Más recientemente, en la primavera pasada, una de las profesionales catalanas más fogueadas en estas cuestiones en Cataluña, declaró que el 40% al menos de las denuncias presentadas por abusos sexuales son falsas. Pero al decir de muchos de los profesionales implicados en estas cuestiones, generalmente mujeres, este tipo de posicionamientos “no es políticamente correcto”.

 

En Cataluña existe una magnífica labor pionera. Un Equipo de Asesoramiento Técnico Civil, allí adscrito a los Juzgados de Familia  de 1ª Instancia e Instrucción, puede intervenir en situaciones de crisis familiar conflictiva en procesos jurídicos de separación y/o divorcio con presencia de menores. Los dos equipos existentes en Barcelona y Tarragona han constatado que uno de los conflictos más frecuentes es el rechazo de uno o varios de los hijos hacia el padre, generalmente, el alejado. Su investigación ha girado, de esta manera, hacia la concurrencia en tales casos del mencionado “Síndrome de Alienación Parental”.
               
Vemos algunos de sus resultados más significativos:
-          El 73’5% de los progenitores alienados corresponden a la figura paterna, en una franja de edad 36-45 años. Ello responde en parte a la tradición legal y cultural de otorgar custodias exclusivas a las madres (en un 98% de los casos).
-          En un 96’4% de los casos no existe diagnóstico previo de progenitor alienador.
-          Predomina el estilo de ruptura impulsiva (57%).
-          El 51% de los progenitores alienados muestra una actitud reivindicativa.
-          El 61’4% de los progenitores alienadores obstaculiza de manera directa y consciente el contacto paternofilial.
-          Las visitas están reguladas en un 88% de los casos, incumpliéndose en el 72% de los mismos.
-          La franja de edad mayoritaria de los menores alineados se sitúa entre 10-12 años. Es un dato relevante, pues la pre-adolescencia es una etapa de mayor capacidad de pensamiento independiente con presencia de emociones intensas. La sistemática inducción de datos erróneos o falsos, por parte del padre o madre alienador, les lleva a no distinguir las experiencias vividas de las relatadas, implantándose falsos recuerdos. Las expectativas de que el menor sea judicialmente escuchado, a partir de los 12 años, genera en el adulto alienador un reforzamiento de la manipulación que también se proyecto en el menor.
-          El progenitor alienador reúne mayoritariamente el perfil de mujer de edad comprendida entre 35 y 45 años. Tiende a la obstrucción de las relaciones paternofiliales mediante el empleo de estrategias de alarma social, con implicaciones legales y rupturas traumáticas.
-          Las medidas judiciales aplicadas son, generalmente, ineficaces y tardías.

 

¿Qué puede hacerse?

 

                La alienación parental puede resumirse de la siguiente manera, según diversas fuentes consultadas.
-          Equivale a un lavado de cerebro: el hijo termina odiando al padre ausente o alienado y rechaza verlo.
-          El alienador es una persona sobreprotectora, movida por un afán de venganza y rencor. Considera a sus hijos como una propiedad y no como seres independientes. No respetan las reglas, no distinguen entre la verdad y la mentira. Pueden llegar a representar un perfil sociopático.
-          El alienador suele verse y presentarse como víctima, siendo muy convincente cuando narra su periplo. Su mayor empeño se orienta a enfatizar los aspectos negativos del otro padre ante los hijos y personas conocidas comunes.
-          Sus argumentos se basan en mentiras y tácticas fríamente programadas.

 

Pero, y en el niño, ¿qué efectos le puede provocar la alineación parental?: diversos traumas emocionales y afectivos que pueden prolongarse durante toda la vida; fracaso escolar y personal; depresión, angustia y alto riesgo de suicidio; trastornos de identidad e imagen; dificultades serias para establecer relaciones sociales; desesperación, hostilidad; sentimientos incontrolables de culpabilidad; los recuerdos del padre ausente pueden convertirse en una auténtica tortura diaria…

 

Clínicamente, la única terapia posible en estos supuestos es la orientada hacia una normalización de las relaciones paternofiliales, lo que pasa necesariamente por un mayor número de horas de relación y convivencia entre ambos, en un ambiente no hostil; y el recurso a una psicoterapia personalizada sobre el menor, para modificar tendencias destructivas impuestas por el alienador. Se precisa de una intervención judicial, en muchos casos, que allane las dificultades presentadas por el padre o madre alienadora ante la terapia psicológica.

 

                Sin duda, sociedades enfermas producen familias y sujetos enfermos. La permisividad de muchas leyes, lejos de relajar los conflictos, los han acentuando, facilitando determinadas leyes, como la del Maltrato a la Mujer, herramientas que eliminan en los hombres la presunción de inocencia, de modo que una simple denuncia tienen efectos análogos a los de una sentencia condenatoria; además del etiquetamiento social al que se somete al acusado injustamente.

 

                Las asociaciones de padres separados, donde concurren muchos de esos padres destrozados, constituyen la primera línea de la batalla que se está librando, en silencio y ante los prejuicios de lo políticamente correcto y un creciente poder feminista radical que se ha dado la mano del lobby gay. Pero el individualismo mayoritario de los padres, su escasa disponibilidad a asociarse y al trabajo en equipo, frena su labor ante unas costumbres judiciales y policiales que caen sobre los afectados con todo su rigor de forma inesperada y contundente.

 

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 102, febrero de 2006