Nuestro ministro del Interior: un tipo muy cristiano
El ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha agitado, de nuevo, la idea de que los “exiliados” que abandonaron el País Vasco o Navarra, por presiones terroristas, puedan votar en su tierra de origen en unas indeterminadas y futuras elecciones. Y ha afirmado, el pasado miércoles 25 de julio, en un exceso de caballerosidad y bonhomía, que no hay prisa, que ello no sucederá en las próximas elecciones autonómicas vascas, pues quiere consensuarlo con los demás grupos parlamentarios, no respondiendo tal propuesta a intereses “electoralistas”. ¡Qué bondad natural! ¡Qué generosidad política!
Seguro que sus rivales nacionalistas vascos, radicales o moderados, se lo agradecerán. Y mucho. Claro que, acaso en su fuero interno, no puedan entender que tan magnánimo rival les ceda -una vez más- semejante ventajosa posición de salida. Para ellos, expertos en el juego de las distancias cortas con la mirada en la lejanía, aprovechar cada laguna legal, cada fisura institucional, cada quiebra del sistema, es un arte, una necesidad y una de las razones de sus indudables éxitos.
En Egipto se califica “hacer el cristiano” a lo que aquí, popularmente, se dice “hacer el tonto”.
Ya sabemos de las profundas y piadosas convicciones religiosas del Sr. ministro. Pero, en serio, un poco más de picaresca, por favor. Y de nervio. Y de convicciones. Tácticas, estrategia… ¿les suena? Acaso, dentro de 5 o 6 años, aquellos posibles votantes de los que habla, ya no lo sean: por haberse muerto, desentendido o… no existir ya esta España.
Tan cristiano, D. Jorge, ¿no ha oído aquello de “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”? ¿O lo de “ser más prudente que las serpientes y sencillo como las palomas”?
Por favor, Sr, Fernández, ¡no sea tan, tan… cristiano!
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