La guerra civil en Siria y el destino de los cristianos libaneses
Ante la indiferencia de Occidente, los cristianos árabes temen por su futuro
Una cristiandad en extinción
Es una constante histórica, especialmente a lo largo del siglo XX: los cristianos de Oriente Próximo están desapareciendo.
Un ejemplo particularmente sangrante: si hacia 1900 en Turquía eran un 30% de la población, en la actualidad apenas llegan al 0’2%.
Por entonces, en Líbano eran el 59%. Hoy día son el 39%: el mayor islote cristiano en un mundo progresivamente musulmán; no obstante.
La segunda mayor comunidad cristiana actual de próximo Oriente es la de los coptos ortodoxos de Egipto; un 9%, según las fuentes.
La tercera en porcentaje es la siria: un 6%. Acaso un 8%.
En Jordania son, dependiendo las fuentes, entre el 4 y el 6%, disfrutando de un Estado fuerte, en un periodo de paz y tolerancia.
Y en Israel apenas llegan al 2’6%.
Conforme pasan las semanas, la suerte de Siria se aleja de una solución pacífica. Acaso Rusia y China intenten todavía una salida a la “yemení”… Pero la batalla en Alepo significa que ya no hay vuelta atrás: victoria o muerte. Una alternativa para ambos contendientes. Bashar al-Assad no dará ni pedirá clemencia.
¿El futuro de Siria se llama, también para los cristianos, Irak?
En ese fuego cruzado, los cristianos sirios temen que su futuro, salvo un improbable mantenimiento del régimen baasista, sea el de sus hermanos iraquíes: la expulsión y ulterior emigración. Únicamente permanecería en suelo patrio -el de una de las comunidades más antiguas de la cristiandad- una ínfima representación; como en los actuales Israel y Palestina.
Poco a poco nos vamos enterando de su suerte. Acusados de cierta connivencia con el régimen baasista, que les garantizaba al menos cierta libertad religiosa, han sido asesinados los integrantes de varias familias cristianas, así como algunos de sus sacerdotes; por ejemplo en los barrio damasquinos de Bad Touma, Oujaira Zanaim y Sada, siendo expulsados en masa de varias localidades (Homs, Qusayr). No pocas iglesias han sido destruidas y profanadas; existiendo testimonios gráficos de ello, difundidos por alborozados “resistentes” (en Homs y Bustan al Diwan). Han salido del país varias decenas de miles de ellos, camino de la diáspora, vía Líbano, Turquía e Irak. Los dramáticos llamamientos por la paz de diversas autoridades religiosas de las confesiones cristianas se vienen sucediendo ante la indiferencia occidental: es el caso del Patriarca Greco Ortodoxo de Antioquía residente en Damasco, el director de las Obras Misionales Pontificias en Siria, el arzobispo católico de Alepo, el arzobispo maronita de Damasco…. No olvidemos un caso muy significativo: el ministro de Defensa sirio, el greco ortodoxo Daud Rayiha, fue asesinado el pasado 18 de julio junto a otros altos cargos, en un atentado suicida acaecido en la sede central de la Seguridad Nacional en Damasco. Y ello ante el indisimulado morbo de la prensa occidental; antaño simpatizante del régimen baasista por su antigua alineación pro-soviética, según imperativo de la progresía de entonces.
Así las cosas, no podía ser de otra manera: en Líbano se sigue con enorme expectación y temor la vecina guerra civil siria.
Especialmente los cristianos de allí, muy divididos en diversas comunidades religiosas, así como en numerosos partidos políticos, temen que el “efecto dominó” que arrincona a los cristianos árabes -fruto de la conjunción de los perniciosos efectos de la intervención militar extranjera en Irak y el avance del salafismo suní- también les alcance.
Cristianos en ambos lados de la barricada
Por ello, junto a la inmensa mayoría de sus compatriotas musulmanes, los cristianos tratan de evitar que el conflicto sirio se extienda a la patria común de todos los libaneses; siendo éste, no obstante, de un territorio hasta ahora controlado por los agentes de Bashar al-Assad. Lo que se ha ejecutado, bien mediante su ocupación directa por el ejército sirio, bien indirectamente a través de sus peones de Hezbollah y sus coaligados en la alianza 8 de Marzo; entre ellos, los cristianos de la Corriente Patriótica Libre de Michel Aun y del Movimiento Marada de Sleiman Franjieh.
Micuel Aun, el controvertido político libanés notoria víctima del llamado “Síndrome de Estocolmo”, declaró al diario beirutí L´Orient– Le Jour, el pasado 26 de julio, que “Si el régimen sirio cayera, no habría ganador. Sería la caída de la democracia, y los cristianos se verían afectados”, dibujando así su personal agradecimiento al actual régimen sirio. No obstante, estas declaraciones fueron matizadas al día siguiente por su Gabinete de Prensa, en el sentido de que la sustitución del actual régimen del Baas, por integristas islamistas como Hezb al-Tahrir, quienes persiguen abiertamente la implantación de la sharia y el califato, sería la antítesis de la democracia.
Pese a ello, otros líderes de su partido, como Ziad Abs, vienen escenificando ciertas divergencias con sus socios chiís de Hezbollah y Amal, en un intento de competir electoralmente con sus rivales cristianos y de distanciarse, en cierto sentido, de la suerte del régimen baasista.
Ya veremos más adelante, la posición de sus rivales Samir Geagea y Amín Gemayel, ambos en la opositora 14 de Marzo y líderes de las principales fuerzas maronitas anti sirias.
En Líbano, hasta hoy mismo, a los sirios se les odia o se les respeta. Pero, siempre, se les teme. Si bien el ejército sirio ya abandonó Líbano, tras casi 20 años de ocupación, es un lugar común considerar que el asesinato de diversos líderes y periodistas anti sirios no ha sido ajeno a sus servicios secretos. De hecho, está previsto para el 25 de marzo de 2013 el inicio de las sesiones del Tribunal Especial para el Líbano que debiera juzgar a los presuntos asesinos del ex primer ministro Rafik Hariri. Son 4 los miembros de Hezbollah acusados de ese asesinato cometido en 2005 y que costó la vida de otras 22 personas, permaneciendo todavía hoy en libertad y al amparo de su todopoderoso partido. El legado de Hariri, tan presente en el Líbano actual, se mantiene, social y políticamente, por su hijo Saad; líder del Movimiento Futuro, sunita y principal socio de la coalición opositora antisiria 14 de Marzo. Pero permanecen otros asesinatos sin resolver: los del periodista Samir Kasir (02-01-2005); el activista ex comunista George Ají (21-06-05); el magnate y parlamentario greco ortodoxo Gebran Tueni (21-12-05); el ministro de Industria Pierre Gemayel, hijo de Amín Gemayel (21-11-06), el legislador Antoine Ghannem (02-09-07), los dos anteriores, políticos decisivos en el Kataeb; el brigadier general Francois al-Hajj (12-12-07); y Wisam Eid (25-01-08), capitán de la Unidad de Inteligencia de la policía libanesa.
La gente de la calle quiere la paz. Ya sufrieron 15 años de guerra civil, 19 años de ocupación siria, varias invasiones israelíes, múltiples incidentes armados, atentados terroristas…
Hezbollah: la mano de hierro
Pero la clave la sigue teniendo de Hezbollah; el inquebrantable socio libanés sumado al eje Teherán-Damasco.
Si Bashar al-Assad es derrotado, Hezbollah quedará aislado de Teherán. Pero, por el contrario, podría incrementar todavía más sus arsenales –es la única milicia armada del Líbano- con los procedentes de la debacle baasista. Sus manifestaciones lo son invariablemente en apoyo del actual régimen de Damasco. Y -tal vez- estén pasando de las palabras a los hechos. Así, el diario An-Nahar publicó el viernes 27 de julio que se han detectado milicianos de diversas unidades de élite del partido chií en las regiones sirias de Qoussair, Homs, Rastane y Damasco (en la localidad de Zabadani). En cualquier caso, Hezbollah sobrevivirá al régimen del Baas sirio: es demasiado fuerte en el Líbano.
Ante semejante eventualidad, el Ministro de Relaciones Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, adelantó el pasado miércoles 25 de julio que si descubren que Siria transfiere armas químicas o biológicas a Hezbollah, Israel actuará de inmediato; lo que quiere decir que se produciría el enésimo conflicto armado entre ambos enemigos a muerte. El reciente atentado acaecido en Bulgaria, que costó la vida de varios ciudadanos israelíes, ya enervó al gobierno israelí, que responsabilizó de ello a Teherán y posteriormente a Hezbollah. Un camino parece desbrozarse: ¿acaso el de una guerra de Israel contra Irán?
Por su parte, otros incómodos actores, emergentes en Líbano, seguirán elevando cuanto puedan la tensión política: nos referimos a los grupos sunitas radicales de Hezb al-Tahrir (Partido de la Liberación), los seguidores del jeque Ahmad Al-Asir, además de los combatientes de Al Qaeda presentes en el área sirio-libanés; todos ellos enemigos a muerte del régimen baasista de Damasco. Y es que, acaso a su pesar, no pueden desatar la que sería una catastrófica escalada militar, pues carecen, al menos de momento, de milicias armadas y de la disciplina de hierro de Hezbollah. Como “cabeza radical” del sunismo en Líbano, estos nuevos actores cuentan con el apoyo de las monarquías absolutistas wahabíes. Un factor preocupante.
Los hijos de Bachir Gemayel
Volvamos al campo cristiano. Enfrentados a Michel Aun y los suyos, los cristianos de la opositora y anti siria coalición 14 de Marzo, fundamentalmente las Fuerzas Libanesas de Samir Geagea y el Kataeb de Amín Gemayel, participan preocupados, en la medida de sus posibilidades, en tan complicado tablero geoestratégico que afecta a todo Oriente Próximo.
Estos partidos combatieron ejemplarmente al ocupante sirio mediante la “Revolución de los Cedros”, dejándose para ello la piel y la sangre; derrotaron a sus representantes políticos en su día (Hezbollah, Amal, Corriente Patriótica Libre, Partido Sirio Social Nacionalista, etc.); y regresaron pacíficamente a la oposición cuando aquéllos alcanzaron el poder que hoy detentan. No llorarán por la caída del opresor sirio, pero, en cualquier caso, temen que los más radicales entre los sunitas trasladen el conflicto a su patria: harán todo lo posible para que Líbano siga en paz; precaria, pero paz en definitiva.
También confían en que la caída de Bashar al-Assad pudiera aclarar la suerte de varios miles de cristianos desaparecidos en las décadas anteriores, acaso alguno de ellos todavía hoy en las herméticas y durísimas prisiones sirias; además del esclarecimiento de la autoría y responsabilidad de los asesinatos de los políticos y activistas anti sirios antes mencionados. Y se impediría, finalmente, que Habib Chartouni, asesino de Bachir Gemayel -presidente del Líbano- y de otras 26 personas, magnicidio acaecido el 14 de septiembre de 1982 en la sede del Kataeb del barrio beirutí de Achrafieh, fuera rehabilitado tal y como pretenden algunos medios pro sirios.
La cuestión anterior, de simbólica relevancia metapolítica, que dibuja en cierto modo la siempre peligrosa relación sirio-libanesa, no puede desligarse de otra realidad: la permanencia en Líbano de casi medio millón de sirios, quienes trabajan en la construcción, el taxi, los servicios y la restauración; generalmente en puestos de trabajo despreciados por muchos libaneses. Tales relaciones e interdependencias son realmente muy intrincadas, inquietantes y de alcance, incluso, cotidiano.
Tamaña complejidad llevó, sin duda, a Amín Gemayel, ex primer ministro libanés y líder del Kataeb, a declarar el pasado 17 de enero al diario L´Orient– Le Jour, que “No es de interés para Líbano interferir en los asuntos de Siria”, tibia declaración que acredita la extrema prudencia y moderación del veterano líder maronita, advirtiendo, no obstante que, “si los fundamentalistas llegan al poder, el cambio no será positivo. El fundamentalismo es una dictadura, ya que conduce a la represión en nombre de Dios”.
Por su parte, el siempre más contundente en sus posicionamientos, Samir Geagea, líder indiscutible de Fuerzas Libanesas, ya se manifestó el pasado enero en favor de algunas de las tesis del opositor Consejo Nacional Sirio; apostando por una futura normalización de las relaciones sirio-libanesas que pasara necesariamente por un cambio de régimen.
Sus aliados sunitas del Movimiento Futuro y otros partidos de esta confesión, son unánimes en sus críticas al actual régimen sirio. Abiertamente se han posicionado en favor de los rebeldes, al igual que sus correligionarios más radicales; pero únicamente desde una perspectiva política, desautorizando en todo caso los incidentes armados que en Trípoli causaron varias decenas de muertos a primeros de junio entre sunitas radicales libaneses y alauitas partidarios del régimen baasista.
Por su parte, Walid Jumblatt, líder de la principal fuerza drusa, el Partido Socialista Popular, también socio de la 14 de Marzo, ha pedido el viernes 27 de julio la eliminación física de Bashar al-Assad: “hay que abatirlo, ni más ni menos”.
Benedicto XVI, ¿la voz que clama en el desierto?
Líbano quiere la paz. Los políticos cristianos, todos ellos, ya sean de la pro siria 8 de Marzo, o de la opositora 14 de Marzo, por encima de esas divisiones tan profundas como sangrantes, están unidos por el mismo objetivo: la salvaguarda de la democracia, la paz y la unidad del Líbano. Los cristianos son los mayores defensores de la democracia libanesa; y sin cristianos no puede haber democracia en Líbano. Por ello, las fotografías de los líderes políticos cristianos maronitas de ambas coaliciones rivales (Samir Geagea y Amín Gemayel, por un lado, junto a Michel Aun y Sleiman Franjieh) reunidos en torno al patriarca maronita Bechara Boutros Rai, difundidas con ocasión de varios encuentros, son muy significativas y esperanzadoras.
Los cristianos libaneses quieren permanecer en su milenaria patria. Tienen todo el derecho. Pero, Occidente, ¿seguirá permaneciendo impasible ante la suerte de los cristianos árabes?
Quien ya sabemos que no lo hará es Benedicto XVI, empeñado en visitar Líbano los días 14 a 16 de septiembre de 2012. Tenderá la mano a todos. Mendigará la paz. Y rezará para que los cristianos árabes arraiguen en sus patrias y en la fe de sus mayores.
Insha'Allah.
Fernando José Vaquero Oroquieta
http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=24058
0 comentarios