Diario de un skin: una incursión en la periferia de la sociedad.
El lanzamiento del libro Diario de un skin fue planificado magníficamente, con la finalidad de alcanzar las máximas ventas. No obstante, constituye una novedad, de gran interés, cargada de interrogantes que exigen respuestas.
Presentado a finales de enero de 2003, y editado por Temas de Hoy, el libro Diario de un skin narra las peripecias de un reportero español infiltrado en las redes del movimiento skin-head neonazi internacional y de sus descubrimientos en esos medios. El autor ha ocultado su identidad personal real como medida de seguridad, sirviéndose para su portada de un seudónimo, Antonio Salas; practicando así una modalidad de investigación ya empleada hace años en Alemania.
Avalado por Esteban Ibarra, del Movimiento contra la Intolerancia, su lanzamiento coincidió con numerosas entrevistas en diversos medios de comunicación y múltiples reseñas en diarios escritos e internet. Resultado: la primera edición, agotada en su primer día de venta y, durante más de tres meses, en los puestos superiores de la lista de libros más vendidos en las librerías españolas. Pero, al margen de consideraciones tácticas de oportunidad comercial, el libro tiene el mérito de exponer, casi por primera vez y con el ánimo de llegar a un público amplio, la realidad íntima de un movimiento juvenil que actúa casi clandestinamente entre nosotros.
Una de las mayores sorpresas que proporciona este texto, es la trama, que desvela, de complejas relaciones existentes entre algunos de esos grupos, especialmente, con el nacionalsocialismo actual; pero también con integristas musulmanes, corrientes esotéricas y “paganas” presuntamente precristianas, incluso algunas conexiones con el satanismo.
También destaca, el periodista, el influjo de algunos autores sobre ese movimiento, a modo de ideólogos; caso del chileno Miguel Serrano, un especialista en la versión esotérica del nazismo y en sus precursores ocultistas (la Sociedad de Thule, de la que formaron parte muchos de los fundadores del NSDAP). Sus obras en castellano, ejemplo de delirante literatura esotérica y pseudo histórica, ya podían adquirirse, desde hace más de una década, en catálogos ultras de libros en español, siendo objeto de estudio por Xavier Casals en su texto Neonazis en España (Grijalbo, Barcelona, 1995).
Una objeción debe hacerse. Las entrevistas concedidas por el autor, a numerosos medios de comunicación, han transmitido, especialmente, la idea de que se trata de un movimiento social infiltrado –manipulado incluso- por inteligentes y convencidos neonazis. Seguramente, hay mucho de eso. Pero, realmente, el movimiento skin-head es, ante todo –creemos- una expresión más de la crisis global que sufre la sociedad postmoderna occidental.
El movimiento skin-head, “cabezas rapadas” en su traducción española, es una realidad visible en muchas ciudades de nuestro país. Fácilmente identificables por su característico atuendo (cazadoras bombers, pelo rapado al modo africano, aunque no les guste aceptar este origen y al que proporcionan un sentido muy distinto, tirantes en analogía a los usados por los obreros ingleses, camisas sin cuello, botas de puntas de acero con cordones de colores con preciso significado político…); suelen adornarlo con insignias políticas radicales que corresponden a las convicciones de sus portadores. Así encontramos skins neonazis, muy presentes en los estadios de fútbol; y otros de ideas anarquistas y comunistas, participantes asiduos en manifestaciones radicales de izquierdas y diversos eventos del llamado “movimiento okupa”. Situados en los dos extremos del arco político, pese a ello, comparten una estética, un estilo de música, una imagen agresiva en todo caso... y un seguimiento estrecho por parte de la policía especializada en “tribus urbanas”.
Como fenómeno social, nace en los barrios obreros y las periferias de las grandes ciudades inglesas a finales de los años sesenta del pasado siglo. Sus raíces remontan, de alguna manera, hasta los mods, el movimiento punk, los rude boys, las músicas ska y oi!, los hinchas hooligans, etc. En España vienen desenvolviéndose desde hace casi dos décadas, generando poco a poco un mundo propio muy cerrado, siempre regado por abundante cerveza, y centrado en sus bares, locales, bandas musicales (la llamada escena skin), sus fanzines impresos, sus vínculos internacionales... y algunos gravísimos incidentes de extrema violencia.
Los skins neonazis están agrupados en bandas locales, en ocasiones integradas en peñas futbolísticas “ultras”, e incluso en entidades políticas de la extrema derecha. También están asociados a organizaciones skins de ámbito internacional, generalmente vertebradas en torno a determinadas bandas musicales: Blood and Honour y HammerSkins International son las dos entidades más significativas de este entorno.
Los skins anarquistas y comunistas, por su parte, mantienen un estilo de vida aparentemente similar, a la vez que se agrupan en bandas que comparten similares convicciones ideológicas, en muchos casos también con conexiones internacionales: es el caso de RASH (Red and Anarchist Skinheads) y SHARP (Skin Heads Against the Racial Prejudice).
Y aunque en escaso número, también encontramos a mujeres, muy jóvenes generalmente, en este movimiento, conocidas por la denominación skingirls.
En nuestras ciudades, la presencia skin es un fenómeno visiblemente en auge; lo que han denunciado diversas ONGs que hacen de la lucha contra la violencia, la xenofobia y el racismo, su bandera. Como fruto de estas inquietudes, han sido elaborado algunos materiales bibliográficos de carácter pedagógico, en su mayor parte. Tampoco faltan informes policiales, algunos redactados hace ya una década (Análisis del comportamiento skin-head y su relación con el fútbol: xenofobia y racismo, 1992, y Análisis policial del racismo y la xenofobia: tribu skin-head, 1993; ambos editados por la Dirección General de la Policía).
Es fácil seguirles por Internet (el autor del libro contactó con ellos a través de este medio), siendo docenas las páginas web que informan de los diversos grupos, actividades, idearios, actuaciones musicales de los grupos de la escena skin (los RAC, Rock Against Communism), objetos en venta...
Reflexiones.
Neonazis unos, anarquistas o comunistas otros, todos comparten cierto odio a la Iglesia católica. Para los primeros, no deja ser una institución incomprensible emparentada con el judaísmo, origen de todos los males del mundo blanco. Para los otros, se trata de una organización alienante y castradora, cuyo objetivo es eliminar las ansias de libertad y autodeterminación personal.
Vemos que la Iglesia católica, pese a la educación cristiana recibida por algunos de estos skins, al menos en su infancia, es una realidad inoperante y ajena a su escala de valores y actitudes vitales. Pero, más allá de las descalificaciones y las denuncias, ¿cuál es el atractivo del movimiento skin-head entre muchos jóvenes? Si algo se encuentra entre ellos, más allá de la agresividad verbal y los atuendos provocativos, es un intento prometeico de construcción de unas raíces y un estilo de vida que proporcionen sentido a sus vidas, una estética que reafirme su identidad frente a la mayoría, unos ideales comunes en los que apoyarse, compañeros de aventuras para combatir la rutina y la frialdad de un mundo hostil...
American History X, dirigida por Tony Kaye, es un film norteamericano fuerte y dramático de 1998. Impactó notablemente, además de por su marcada estética, por la fuerza de sus personajes, la novedad de los ambientes que describía y la violencia ciega que envolvía todo ello. El protagonista del film, Derek Vinyard (encarnado por el polifacético actor Edward Norton), es un skin neonazi arrepentido que no puede evitar -después de un dramático periplo en el que llega a asesinar salvajemente a un joven de raza negra- que su hermano, atrapado por las redes skins que él mismo alimentó, muera asesinado. La posibilidad de un cambio se concreta en unos encuentros personales que transforman poco a poco su vida y su percepción de la realidad: un compañero negro de presidio, un profesor afroamericano que lo estima como persona por encima de todo, y una familia casi incondicional. Existe en la base del conflicto, vemos, un problema real de confrontación de alternativas vitales: ¿donde situar –en definitiva- la consistencia de la vida?
Podría considerarse, en definitiva, que, pese a su parafernalia, el movimiento skin-head es una expresión más del nihilismo contemporáneo; otra manifestación del ejercicio de la autodeterminación personal llevada hasta el límite en ruptura consciente con toda tradición, que no valora la experiencia de la familia y de la Iglesia en particular, y que se separa de los cauces habituales del comportamiento social mayoritario.
La sociedad, globalmente, ha fracasado con estos jóvenes: al igual que ha fracasado la familia, la escuela, las demás instancias de socialización y… tal vez, la misma Iglesia. La ausencia de valores fuertes, la carencia en el horizonte vital de esos jóvenes de maestros que les acompañen, unas normas convencionales en muchas ocasiones vacías… Los skins, situados en la periferia de la sociedad postmoderna, son producto, por tanto, de un entorno provisto de altas cuotas de bienestar social y, paradójicamente, poco dotada de valores auténticos y personas atractivas humanamente.
En estas circunstancias, ¿no tiene algo que ofrecer la Iglesia a estos jóvenes alejados, rabiosos, cabreados, a los que resulta incomprensible todo lo relacionado con ella?
Se trata, pues, de confrontar estilos de vida nacidos de un encuentro personal: frente a la violencia skin-head hay que presentar ideales auténticos, reconocibles en rostros concretos que les acompañen en la vida; proponiendo algo más que discursos de pensamiento débil y “políticamente correcto” que no siempre satisface. Párrafos atrás nos referíamos al sentido del compañerismo, la importancia de unos ideales, el valor simbólico de una estética fuerte… Y, debemos preguntarnos, el acontecimiento cristiano ¿no puede manifestar también todo ello, multiplicado por cien, a la vez que descubrir su verdadero rostro al hombre, a esos hombres y mujeres?
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 68, abril de 2003
Diario de un skin.
Presentado a finales de enero de 2003, y editado por Temas de Hoy, el libro Diario de un skin narra las peripecias de un reportero español infiltrado en las redes del movimiento skin-head neonazi internacional y de sus descubrimientos en esos medios. El autor ha ocultado su identidad personal real como medida de seguridad, sirviéndose para su portada de un seudónimo, Antonio Salas; practicando así una modalidad de investigación ya empleada hace años en Alemania.
Avalado por Esteban Ibarra, del Movimiento contra la Intolerancia, su lanzamiento coincidió con numerosas entrevistas en diversos medios de comunicación y múltiples reseñas en diarios escritos e internet. Resultado: la primera edición, agotada en su primer día de venta y, durante más de tres meses, en los puestos superiores de la lista de libros más vendidos en las librerías españolas. Pero, al margen de consideraciones tácticas de oportunidad comercial, el libro tiene el mérito de exponer, casi por primera vez y con el ánimo de llegar a un público amplio, la realidad íntima de un movimiento juvenil que actúa casi clandestinamente entre nosotros.
Una de las mayores sorpresas que proporciona este texto, es la trama, que desvela, de complejas relaciones existentes entre algunos de esos grupos, especialmente, con el nacionalsocialismo actual; pero también con integristas musulmanes, corrientes esotéricas y “paganas” presuntamente precristianas, incluso algunas conexiones con el satanismo.
También destaca, el periodista, el influjo de algunos autores sobre ese movimiento, a modo de ideólogos; caso del chileno Miguel Serrano, un especialista en la versión esotérica del nazismo y en sus precursores ocultistas (la Sociedad de Thule, de la que formaron parte muchos de los fundadores del NSDAP). Sus obras en castellano, ejemplo de delirante literatura esotérica y pseudo histórica, ya podían adquirirse, desde hace más de una década, en catálogos ultras de libros en español, siendo objeto de estudio por Xavier Casals en su texto Neonazis en España (Grijalbo, Barcelona, 1995).
Una objeción debe hacerse. Las entrevistas concedidas por el autor, a numerosos medios de comunicación, han transmitido, especialmente, la idea de que se trata de un movimiento social infiltrado –manipulado incluso- por inteligentes y convencidos neonazis. Seguramente, hay mucho de eso. Pero, realmente, el movimiento skin-head es, ante todo –creemos- una expresión más de la crisis global que sufre la sociedad postmoderna occidental.
El movimiento skin-head.
El movimiento skin-head, “cabezas rapadas” en su traducción española, es una realidad visible en muchas ciudades de nuestro país. Fácilmente identificables por su característico atuendo (cazadoras bombers, pelo rapado al modo africano, aunque no les guste aceptar este origen y al que proporcionan un sentido muy distinto, tirantes en analogía a los usados por los obreros ingleses, camisas sin cuello, botas de puntas de acero con cordones de colores con preciso significado político…); suelen adornarlo con insignias políticas radicales que corresponden a las convicciones de sus portadores. Así encontramos skins neonazis, muy presentes en los estadios de fútbol; y otros de ideas anarquistas y comunistas, participantes asiduos en manifestaciones radicales de izquierdas y diversos eventos del llamado “movimiento okupa”. Situados en los dos extremos del arco político, pese a ello, comparten una estética, un estilo de música, una imagen agresiva en todo caso... y un seguimiento estrecho por parte de la policía especializada en “tribus urbanas”.
Como fenómeno social, nace en los barrios obreros y las periferias de las grandes ciudades inglesas a finales de los años sesenta del pasado siglo. Sus raíces remontan, de alguna manera, hasta los mods, el movimiento punk, los rude boys, las músicas ska y oi!, los hinchas hooligans, etc. En España vienen desenvolviéndose desde hace casi dos décadas, generando poco a poco un mundo propio muy cerrado, siempre regado por abundante cerveza, y centrado en sus bares, locales, bandas musicales (la llamada escena skin), sus fanzines impresos, sus vínculos internacionales... y algunos gravísimos incidentes de extrema violencia.
Los skins neonazis están agrupados en bandas locales, en ocasiones integradas en peñas futbolísticas “ultras”, e incluso en entidades políticas de la extrema derecha. También están asociados a organizaciones skins de ámbito internacional, generalmente vertebradas en torno a determinadas bandas musicales: Blood and Honour y HammerSkins International son las dos entidades más significativas de este entorno.
Los skins anarquistas y comunistas, por su parte, mantienen un estilo de vida aparentemente similar, a la vez que se agrupan en bandas que comparten similares convicciones ideológicas, en muchos casos también con conexiones internacionales: es el caso de RASH (Red and Anarchist Skinheads) y SHARP (Skin Heads Against the Racial Prejudice).
Y aunque en escaso número, también encontramos a mujeres, muy jóvenes generalmente, en este movimiento, conocidas por la denominación skingirls.
En nuestras ciudades, la presencia skin es un fenómeno visiblemente en auge; lo que han denunciado diversas ONGs que hacen de la lucha contra la violencia, la xenofobia y el racismo, su bandera. Como fruto de estas inquietudes, han sido elaborado algunos materiales bibliográficos de carácter pedagógico, en su mayor parte. Tampoco faltan informes policiales, algunos redactados hace ya una década (Análisis del comportamiento skin-head y su relación con el fútbol: xenofobia y racismo, 1992, y Análisis policial del racismo y la xenofobia: tribu skin-head, 1993; ambos editados por la Dirección General de la Policía).
Es fácil seguirles por Internet (el autor del libro contactó con ellos a través de este medio), siendo docenas las páginas web que informan de los diversos grupos, actividades, idearios, actuaciones musicales de los grupos de la escena skin (los RAC, Rock Against Communism), objetos en venta...
Reflexiones.
Neonazis unos, anarquistas o comunistas otros, todos comparten cierto odio a la Iglesia católica. Para los primeros, no deja ser una institución incomprensible emparentada con el judaísmo, origen de todos los males del mundo blanco. Para los otros, se trata de una organización alienante y castradora, cuyo objetivo es eliminar las ansias de libertad y autodeterminación personal.Vemos que la Iglesia católica, pese a la educación cristiana recibida por algunos de estos skins, al menos en su infancia, es una realidad inoperante y ajena a su escala de valores y actitudes vitales. Pero, más allá de las descalificaciones y las denuncias, ¿cuál es el atractivo del movimiento skin-head entre muchos jóvenes? Si algo se encuentra entre ellos, más allá de la agresividad verbal y los atuendos provocativos, es un intento prometeico de construcción de unas raíces y un estilo de vida que proporcionen sentido a sus vidas, una estética que reafirme su identidad frente a la mayoría, unos ideales comunes en los que apoyarse, compañeros de aventuras para combatir la rutina y la frialdad de un mundo hostil...
American History X, dirigida por Tony Kaye, es un film norteamericano fuerte y dramático de 1998. Impactó notablemente, además de por su marcada estética, por la fuerza de sus personajes, la novedad de los ambientes que describía y la violencia ciega que envolvía todo ello. El protagonista del film, Derek Vinyard (encarnado por el polifacético actor Edward Norton), es un skin neonazi arrepentido que no puede evitar -después de un dramático periplo en el que llega a asesinar salvajemente a un joven de raza negra- que su hermano, atrapado por las redes skins que él mismo alimentó, muera asesinado. La posibilidad de un cambio se concreta en unos encuentros personales que transforman poco a poco su vida y su percepción de la realidad: un compañero negro de presidio, un profesor afroamericano que lo estima como persona por encima de todo, y una familia casi incondicional. Existe en la base del conflicto, vemos, un problema real de confrontación de alternativas vitales: ¿donde situar –en definitiva- la consistencia de la vida?
Podría considerarse, en definitiva, que, pese a su parafernalia, el movimiento skin-head es una expresión más del nihilismo contemporáneo; otra manifestación del ejercicio de la autodeterminación personal llevada hasta el límite en ruptura consciente con toda tradición, que no valora la experiencia de la familia y de la Iglesia en particular, y que se separa de los cauces habituales del comportamiento social mayoritario.
La sociedad, globalmente, ha fracasado con estos jóvenes: al igual que ha fracasado la familia, la escuela, las demás instancias de socialización y… tal vez, la misma Iglesia. La ausencia de valores fuertes, la carencia en el horizonte vital de esos jóvenes de maestros que les acompañen, unas normas convencionales en muchas ocasiones vacías… Los skins, situados en la periferia de la sociedad postmoderna, son producto, por tanto, de un entorno provisto de altas cuotas de bienestar social y, paradójicamente, poco dotada de valores auténticos y personas atractivas humanamente.
En estas circunstancias, ¿no tiene algo que ofrecer la Iglesia a estos jóvenes alejados, rabiosos, cabreados, a los que resulta incomprensible todo lo relacionado con ella?
Se trata, pues, de confrontar estilos de vida nacidos de un encuentro personal: frente a la violencia skin-head hay que presentar ideales auténticos, reconocibles en rostros concretos que les acompañen en la vida; proponiendo algo más que discursos de pensamiento débil y “políticamente correcto” que no siempre satisface. Párrafos atrás nos referíamos al sentido del compañerismo, la importancia de unos ideales, el valor simbólico de una estética fuerte… Y, debemos preguntarnos, el acontecimiento cristiano ¿no puede manifestar también todo ello, multiplicado por cien, a la vez que descubrir su verdadero rostro al hombre, a esos hombres y mujeres?
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