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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Mohamed VI: ¿el último rey marroquí?

        

¿Será Mohamed VI, acaso, el último rey marroquí? Sin atreverse a asegurarlo, Jean-Pierre Tuquoi proporciona en su libro una buena base de datos y de claves para entender la realidad sociopolítica del vecino del sur. Una mirada francesa a la actualidad marroquí.

 

Mohamed VI, a la sombra de Hassan II.
            Editado cuidadosamente por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, el libro de Jean-Pierre Tuquoi El último rey. Crepúsculo de una dinastía (1ª edición, 282 páginas, Barcelona, 2002) proporciona una visión, desde Francia, de la realidad de Marruecos.
            “Tan apasionante como esclarecedor”, así lo calificó en su día Gilles Perrault, autor a su vez del famoso Nuestro amigo el rey, que desveló la cara oculta del reinado de Hassan II: las torturas, la represión, el fraude, la corrupción del régimen…
            La vida de Marruecos ha estado marcada durante 38 años por Hassan II, un monarca autoritario, refinado, culto, inteligente, cruel, amante de los lujos y la buena vida. No es de extrañar, por lo anterior, que una buena parte, casi la mitad del libro, aborde directamente aspectos de su reinado; imprescindibles para comprender la herencia recibida por el actual monarca y la situación real del país.
El libro nos adentra en el complejo y personalísimo mundo de Hassan II: sus cortesanos y apoyos, el sombrío y misterioso palacio, el papel de las concubinas, la educación de sus hijos, sus relaciones con estadistas de todo el mundo, especialmente con políticos tanto conservadores como socialistas franceses, etc.
Las relaciones de Hassan II con sus hijos, de especial interés por los efectos que en el comportamiento del actual monarca han podido generar, son descritas en el libro de forma muy dura: un padre distante, escasamente accesible, rodeado de decenas de concubinas, autor de un colegio hecho a su medida en interior de palacio...
Muerto Hassan II, el nuevo rey, Mohamed VI, fue recibido con unas expectativas extraordinarias por parte de los medios de comunicación y la población marroquíes. “El rey de los pobres”, una de tantas aduladoras calificaciones que recibió entonces, protagonizó algunos gestos espectaculares que alimentaron esas esperanzas: levantó el arresto domiciliario del líder integrista musulmán Yassine, viajó al norte del país (unos territorios que ignoraba su padre), se deshizo de Driss Basri (hombre fuerte del régimen), permitió el regreso de algunos exiliados (caso de un famoso y antiguo marxista-leninista, el hebreo Abraham Serfaty), se prodigó en declaraciones que parecían mostrar una voluntad real de modernización y democratización, creó una especie de ONG que centralizaba las obras de caridad de la monarquía…
Sin embargo, pronto defraudó esas esperanzas de instalar a Marruecos en la modernidad, al no avanzar realmente en las reformas prometidas, salvo gestos simbólicos bien explotados mediáticamente; decepción que determina el autor simbólicamente con motivo de la celebración de la medieval y aparatosa ceremonia de la beia, jura de la fidelidad de sus súbditos, el 31 de julio de 2000, recogida en el capítulo IX Primeras dudas y cuyo texto anticipó unos meses el diario El Mundo. Mohamed VI parece más interesado en practicar sus deportes favoritos -siendo conocido como “su Majetski” a causa de su afición por las motos de agua- que en el cumplimiento de sus deberes regios. En muchos aspectos continúa la senda marcada por el padre. Aunque ha prescindido de las concubinas, sigue siendo propietario de una veintena de palacios, un par de châteaux en Francia, una fortuna incalculable y unos intereses económicos que alcanzan a todos los sectores productivos de Marruecos con cuantiosas inversiones en otros países. La monarquía sigue beneficiándose de un presupuesto, procedente del Estado, integrado por varias grandes partidas; equivalente a los de los ministerios de Vivienda, Obras Públicas y Urbanismo, de Empleo, de Juventud y Deportes, de Cultura y de Derechos del Hombre ¡juntos!
En algo sí se ha vislumbrado un cambio que parece auténtico: el ejercicio frío e implacable de la violencia, que caracterizó al reinado de su padre, ha dejado paso a unos modos más suaves, inéditos en aquellas latitudes, que han propiciado un enriquecimiento del tejido social marroquí. Atrás parecen haber quedado aquellos episodios terribles, como fueron las represiones subsiguientes a los dos golpes de estado conocidos, el secuestro de la familia de Mohamed Ufkir, las torturas y desaparecidos, las espeluznantes prisiones secretas de Tazmamart, la guerra del Sahara…
            Los retos son enormes: la reforma de la mudawana o estatuto de la mujer, los límites de la libertad de expresión, el creciente poder del ejército (acreditado con la prisión sufrida por el capitán Mustafá Abid, quien se atrevió a denunciar un caso de corrupción en su seno), los obstáculos de la burocracia, la duplicidad Gobierno/majzen (el verdadero poder económico y político del país, hidra sin cabeza, monstruo anónimo, tal como lo caracteriza el autor en la página 238), el auge integrista, el estancamiento económico, etc.
Mohamed VI ha heredado un sistema de poder, creado a imagen y semejanza de su padre, que sigue manejando. Se ha rodeado de un selecto grupo de jóvenes tecnócratas, junto a antiguos servidores de su padre y militares, formando la versión remozada del majzen. Así, el poder real no lo detentaría el Gobierno del partido o coalición de turno, sino las comisiones, consejeros reales y los gobernadores nombrados directamente por el monarca.

 

Interrogantes en el horizonte de Marruecos.
            El autor, en su texto, se interroga especialmente por la calidad de los más cercanos colaboradores del monarca. Jóvenes, inexpertos, no parece hayan sido capaces de afrontar satisfactoriamente los enormes retos planteados, hasta el punto de que antiguos colaboradores de Hassan II han vuelto a recuperar protagonismo en la política marroquí. El juicio de Jean-Pierre Tuquoi es contundente: sin duda alguna, han fracasado.
            Por lo que se refiere de forma directa a la persona del rey, el interrogante que plantea es el siguiente: ¿ese presunto desinterés por la política encubre, acaso, una incapacidad e inmadurez de la persona del monarca?
            Un factor añadido de incertidumbre es el que se refiere a la situación económica general de Marruecos, calificada como penosa. Uno de cada dos marroquíes es analfabeto. El 70 por ciento de sus jóvenes quiere emigrar. Uno de cada cinco marroquíes vive por debajo del umbral de la pobreza absoluta según observadores independientes. Es el país árabe con mayor porcentaje de “niños de la calle”.
En este contexto sombrío, la emigración constituye una válvula de escape, de descongestión social… y una gran fuente de entrada de divisas. Una situación compleja, cuando no explosiva, caldo de cultivo propiciatorio del llamado “escenario argelino”: crecimiento islamista y protagonismo creciente de los militares.
Unas pocas páginas, pero esclarecedoras, dedica el libro al auge de un islamismo radical que viene ocupando, en la vida real, mediante sus obras sociales y de caridad, los huecos dejados por el poder. El islamismo está dividido, informa el autor en su página 242, en dos ramas. El encarnado por el Partido de la Justicia y el Desarrollo, que ha aceptado participar en las elecciones, integrándose así, en buena medida en los mecanismos del régimen. Y el sector radical y extraparlamentario del jeque Yassine, cuyo índice de penetración real en la sociedad marroquí es muy difícil de cuantificar.
            El ascenso del ejército es otra realidad palpable en la sociedad marroquí descrita en ¿El regreso de los militares?, capítulo X del libro; una realidad que cobrará obligado protagonismo en tanto Marruecos no supere sus problemas económicos y el islamismo siga avanzando socialmente.

 

Últimas novedades.

Desde que se terminó de escribir el libro, hasta el día de hoy, se han producido algunas novedades que no son indiferentes a todo lo aquí apuntado.
En primer lugar, el monarca contrajo matrimonio con la hermosa y discreta joven Salma Bennani, esperándose para fechas próximas un -tantas veces reclamado- heredero varón en línea directa. De esta forma, una de las asignaturas pendientes del joven monarca está siendo aprobada.
En segundo lugar, según cronistas internacionales, el joven monarca ha intervenido de forma activa y directa en la resolución de la crisis diplomática con España; cuya mayor virulencia se alcanzó con la ocupación de Isla Perejil por Marruecos y posterior recuperación, vía militar, por España. Ese es uno de los motivos por los que el Epílogo del libro, Vecinos alejados, a cargo de Ignacio Cembrero, ha quedado en buena medida desfasado.
En tercero, y último lugar, han tenido lugar una reñidas elecciones legislativas en las que la mayor novedad la constituyó el ascenso del islamista “moderado” Partido de la Justicia y el Desarrollo que, en un gesto de realismo para no provocar a los militares, autolimitó sus expectativas presentando un reducido número de candidaturas. En resumen, al menos de momento, un sector importante de los islamistas se integra en el sistema.
Pero las dudas de fondo permanecen, en buena medida, sin respuesta. ¿Será capaz el monarca alauita de conducir a Marruecos hacia la modernización? ¿Facilitará una solución definitiva al excesivamente largo problema del Sahara? ¿Intentará remover las condiciones que están favoreciendo la consolidación de una fuerza islamista fundamentalista?
En este contexto, es muy expresivo y preocupante el siguiente juicio del autor: “Aunque es cierto que Mohamed VI no tiene los defectos de su padre, tampoco posee sus cualidades de hombre de Estado” (pagina 239).
Interrogantes, todos ellos, de la máxima importancia, no sólo para los propios marroquíes, sino también para sus vecinos del área. De esta forma, la repercusión en España de la inestabilidad marroquí puede tener variadas vertientes. En primer lugar, por su condición de receptor de inmigrantes del país vecino, siendo la renta española por habitante varias veces superior a la marroquí. También, por ser lugar de paso o destino de buena parte del cannabis cultivado en Marruecos, otra de sus fuentes de divisas. Y, especialmente, por la importancia geopolítica de varios “puntos calientes” (Ceuta, Melilla, islas adyacentes, Canarias en un futuro), cuya reivindicación territorial por Marruecos puede ser excusa que intente desviar las energías de una situación social que puede deteriorarse con una potencialidad revolucionaria islamista.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 66, febrero de 2003

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