¿Qué futuro político le espera al País Vasco?
Transcurridos más de cuatro meses, desde la celebración de las últimas elecciones autonómicas en el País Vasco, la pregunta decisiva que debemos hacernos es: ¿se han producido novedades significativas en su compleja situación política?
Introducción.
El pasado día 13 de mayo de 2001 se celebraron las elecciones autonómicas vascas; habiéndose generado con tal motivo la mayor expectativa de cambio de su reciente historia. No se pudo materializar el ambicioso cambio, adelantado por los estrategas del Partido Popular; que habría supuesto, por primera vez, el control del gobierno de Vitoria por los constitucionalistas. Con ello fracasaron, en la obtención de tan ansiada victoria, Jaime Mayor Oreja y José María Aznar, quien vaticinó a sus próximos la producción de unos presuntos resultados favorables sin una base real.
Las informaciones relativas al País Vasco, desde entonces, no han cesado. Es más, con todas las que se han producido, se corre el peligro de perder la perspectiva y el significado de los movimientos -muy importantes y significativos- realizados a lo largo de estos meses por sus protagonistas.
En este artículo intentaremos integrar las informaciones, que consideramos de mayor relevancia, en una explicación global de la situación.
Consecuencias de la tregua.
La tregua de ETA, y su posterior cese, ha tenido más consecuencias de las inicialmente imaginadas. Además de frustrarse la esperanza de una paz a corto plazo, que pudo degustarse, está generando un escenario novedoso, en buena medida, en el País Vasco. Veamos algunas de esas consecuencias, lo que permitirá proporcionar luz sobre el caudal de circunstancias que, posteriormente, comentaremos.
1. En el plano interno de ETA, mientras los partidarios de "hacer política" intentaban liderar Lizarra, sectores juveniles del MLNV, poco dados a grandes elaboraciones estratégicas y tácticas, aprovechaban la coyuntura para ingresar en gran número en ETA y hacerse con su control, lo que explica su actual evolución: activismo y voluntarismo a raudales.
2. El PNV ha recuperado el liderazgo del conjunto del nacionalismo vasco, despejando, además, sus temores a ser descabalgado del gobierno de Vitoria.
3. Los sectores más posibilistas de la izquierda abertzale se han convencido de que es posible "hacer política". La evidencia de ello es la constitución de Aralar, como partido político fuera de la disciplina de Batasuna, entendida esta nueva formación como la expresión de una izquierda abertzale emancipada de ETA que busca, desde ese concreto espacio político, incidir en el curso de los acontecimientos.
4. El Partido Popular no ha conseguido el gobierno de Vitoria, pero ha disuelto el espejismo de una secesión a corto plazo.
5. La persistencia del "conflicto", con la reanudación de sus expresiones más dramáticas, ha aumentado la sensación de cansancio en sectores de la opinión pública española. Ese estado de ánimo, creciente según algunas fuentes, puede ser una importante baza futura a jugar por el nacionalismo vasco en próximas coyunturas.
El nuevo gobierno vasco. Algunas claves.
El nuevo Gobierno vasco, con Ibarretxe al frente, ha apostado por el soberanismo, presionado, en parte, por su socio EA y en coherencia con su programa electoral. Su opción por la autodeterminación ha sido apoyada por un sector muy importante del electorado. Pero, más allá de afirmaciones genéricas, se enfrentan al difícil reto de concretar plazos y medios a tal fin.
El programa de gobierno, que PNV y EA suscribieron el día 6 de julio, consagra la búsqueda de la paz y la progresión en la autodeterminación como objetivos primarios, pretendiendo su consecución de forma simultánea; no se trata, a su entender de opciones tácticas alternativas.
Tal como estaba previsto, Ibarretxe fue investido lehendakari el día 12 de julio, ocasión que aprovechó para afirmar la persistencia de un "profundo contencioso político en el País Vasco". Ello indica que, a su juicio, ante problemas políticos (la existencia de un "conflicto vasco") se precisan soluciones políticas (resolver el “conflicto” mediante la negociación y el pacto en un nuevo foro). En eso existe total coincidencia con Batasuna. La diferencia entre ambas opciones nacionalistas consiste en que, para solventar ese contencioso político, Batasuna y su mundo no tienen reparos en emplear y justificar la violencia, al contrario que PNV. Y para avanzar en la resolución de este "conflicto", todo indica que Ibarretxe se ha propuesto "dar la palabra al Parlamento", sometiendo a referéndum lo que allí se acuerde. Una especie de solución "a la canadiense" (por lo que se refiere a las consultas planteadas en Quebec por los secesionistas francófonos), tal como propugnó en su día su socio EA. En cualquier caso, falta concreción en las fórmulas a seguir; pero existe una clara voluntad de avanzar hacia mayores cotas de autogobierno, con un alcance secesionista en última instancia. Para transitar por este camino se contará con ETA, caso de que ésta llegara a declarar una nueva tregua; pero si persiste en la práctica del terrorismo, también se pretende avanzar en la autodeterminación, pero ya sin ETA. Ante tales perspectivas, José María Aznar ya ha avisado, el pasado día 25 de julio, que se opondrá a cualquier medida contraria a la Constitución y al Estatuto vasco.
El PNV es un partido realista y posibilista. Por realismo ha permanecido cómodamente instalado en el "autonomismo" durante 20 años, hasta que por imperiosa necesidad (frenar la progresión de Herri Batasuna, su principal competidor político independentista y retomar el liderazgo del conjunto del nacionalismo vasco) se ha decantado por explorar las nuevas vías denominadas "soberanismo". En coherencia con su historia y su talante, no parece probable que llegue a plantear esas pretensiones en un sentido "rupturista", sino "reformista", por emplear, analógicamente, la terminología propia de la "transición española a la democracia". Explorará, para ello, las posibilidades legales contempladas en el Estatuto de Guernica y en la propia Constitución española; siendo el primer paso la modificación del Estatuto vasco, de modo que sea recogido el "respeto a la voluntad de los vascos libremente expresada", con pretensiones confederales (lo que en los ambientes nacionalistas se conoce como "el pacto entre españoles y vascos").
Ese "tira y afloja" con el gobierno de Madrid persistirá en el futuro a través de diversas expresiones. Así ha ocurrido con la reciente propuesta de Ibarretxe de creación de un órgano específico para la negociación del Estatuto de Guernika, inmediatamente rechazada por José María Azanar el día 3 de septiembre. La amenaza de llegar a un conflicto constitucional al respecto, alegada por EA, es expresión del polo más independentista del nacionalismo moderado, dialéctica que acompañará la singladura de la actual legislatura vasca.
Otro elemento importante, para entender la orientación estratégica del nuevo gobierno vasco, es la ratificación de Javier Balza como Consejero de Interior. Que se mantenga a quien fuera tan criticado, por su pasividad ante la "kale borroka" y la extrema politización de la Ertzaintza, no es ninguna casualidad. Ello indica una total continuidad en este terreno, ratificando la opción estratégica fundamental por la autodeterminación. La denuncia, públicamente efectuada, por los dirigentes del sindicato profesional mayoritario de este cuerpo policial, Er.N.E., a mediados de agosto, confirman el diagnóstico anterior desde la perspectiva de las complejas vivencias de la mayoría de los agentes de "base".
El asesinato de Mikel Uribe, subcomisario de la Ertzaintza, el día 14 de julio, es una seria advertencia de ETA a Ibarretxe y al PNV: no permitirá que se convierta en una fuerza "cipaya" al servicio de la policía española. Pero en esta ocasión, la mortífera provocación ha tenido respuesta. Los frutos generados por la colaboración entre los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y la Ertzaintza (caída del comando Barcelona y del Buruntza, integrante del complejo Donosti), proporcionan una fachada de respetabilidad democrática al nuevo Gobierno que, sin duda, intentará capitalizar en foros internacionales, a la vez que es un serio aviso al entorno de ETA acerca de su firme voluntad y determinación en el camino emprendido, no tolerando golpes bajos en el futuro.
Con todo, esa evolución soberanista del PNV, paradójicamente, es la gasolina que permite a ETA persistir en su estrategia de violencia bajo el señuelo de una independencia a corto plazo; al intentar con la misma acelerar los plazos de ese camino secesionista impulsado desde el gobierno de Vitoria.
Los partidos constitucionalistas.
El PP y su aliado de UA no contaban con la derrota. No tenían elaborado un "plan B" alternativo, se dijo en los medios de comunicación. Están desmoralizados. Reaccionan de forma defensiva. Tienen miedo a la convocatoria de un referéndum. Seguramente desconocen qué estrategias concretas seguirán el Presidente del Gobierno español y el Parlamento nacional en semejante vicisitud. Les preocupa especialmente, la situación en que quedan los militantes vascos del Partido Popular; generando una gran incertidumbre el riesgo vital al que sus vidas están sometidas.
Por otra parte, en algunos círculos políticos y mediáticos, se ha planteado –de forma teórica- la posibilidad recurrir a las previsiones legales de la Constitución para evitar un desmoronamiento del Estado en el País Vasco. Se teme, en definitiva, que las "islas" abertzales aumenten su espacio e influencia, provocando la consiguiente desbandada en sus contrarios, así como una situación de hecho que evidencie, de forma progresiva, una independencia real, aunque no formal.
El popular Carlos Urquijo, según Charo Zarzalejos en ABC el día 12 de julio, aseguró que "en ocho meses tenemos referéndum". En consecuencia, según algunos "vamos a tener autodeterminación y además ETA nos va a matar". Ese es, en resumen, el estado de ánimo de buena parte del PP vasco.
El PSE-PSOE, que tampoco tenía un "plan B", con Nicolás Redondo, pese a serias tensiones internas, persiste en la línea emprendida: búsqueda de la unidad de los demócratas y fidelidad a los acuerdos con el Partido Popular. Se mantendrá firme en esta táctica en tanto el PSOE nacional le respalde. Pero, por lógica búsqueda de su supervivencia política, buscará iniciativas que le proporcionen una autonomía respecto a la estrategia marcada desde el PP.
Con todo, esa táctica de firmeza seguida por Jaime Mayor Oreja y el conjunto de los partidos constitucionalistas ha obtenido algunos frutos: así ha sido al frenar la marcha secesionista, emprendida desde Lizarra, en la consecución de sus objetivos a corto plazo.
El movimiento cívico de resistencia.
Un factor significativo, a tener en cuenta, ha sido la remodelación, del nuevo equipo directivo de la Universidad del País Vasco, acaecida de la mano de Manu Montero, a finales del pasado junio. Con una orientación claramente nacionalista, con ese movimiento se ha marginado a los integrantes o simpatizantes del Foro de Ermua. Ello indica que, al margen de otras opciones, desde el nacionalismo moderado se pretende desactivar al movimiento de resistencia cívica, desarrollado con tanto esfuerzo y sufrimiento en los últimos años. Derrotados los políticos españolistas en la batalla electoral, a su entender, procede ahora silenciar a las voces discrepantes con su proyecto global en los demás medios sociales. En eso consiste el intento de "desactivar a los intelectuales" que Edurne Iriarte denunciara en ABC el día 21de junio. Esta pretensión del nacionalismo moderado es adecuada al camino soberanista emprendido: es válida si sirve para superar las posibles resistencias al mismo. Y, en la consecución de ese total predominio en la vida social y cultural vasca por el nacionalismo, acallar o anular a este novedoso y sacrificado movimiento social es determinante.
IU/EB.
Su papel, cambiante y dubitativo, no es fundamental en el actual estado de cosas, pese a las ambiciones personales de su líder Madrazo que se concretan en una Consejería del gobierno vasco, objeto del pacto tripartido PNV/EA/IU. La justificación de su entrada, ser un partido "transversal" que proporcione además un marchamo progresista al nuevo gobierno vasco, no deja de ser una mera excusa. Otra cosa es anticiparse al sentido del voto que adoptaría su electorado, caso de una consulta por la autodeterminación; hipótesis a la que los órganos directivos de Izquierda Unida vasca no tienen reparos en apoyar.
ETA.
Nada indica que puedan producirse cambios significativos, en un futuro a corto o medio plazo, en su estrategia y tácticas. Es más, los atentados realizados desde la ruptura de la tregua contra tan gran variedad de objetivos (militares, ertzainas, intereses turísticos, concejales de UPN, etc.) indican que la organización terrorista mantiene abiertos todos los "frentes".
Estos temores fueron confirmados el pasado día 21 de julio por el consejero de Interior del gobierno vasco, Javier Balza, al afirmar que, por primera vez en muchos años, ETA celebró una asamblea, en la que acordó continuar con la "lucha armada". En la misma habría quedado aislado Mikel Albizu, "Antza", casi único partidario de una nueva tregua. De nuevo se materializa una constante histórica de ETA: los radicales se imponen desplazando a los moderados.
En este sentido, la información publicada en el diario "El Mundo" el día 12 de agosto bajo el titular "ETA aumentará su violencia para afrontar la crisis de la izquierda abertzale", es una concreción táctica de lo anterior. ETA consideraría que existe un enquistamiento de la situación vasca, sin perspectivas a corto de plazo de que el "conflicto" se solucione "política y democráticamente", según los términos empleados por ese entorno. Como consecuencia de ello, pretenderían aumentar la presión sobre PP y PSOE y tal vez también sobre el PNV, para fortalecer a la izquierda abertzale. En el análisis de ETA, existe en algunos sectores del entorno de ETA falta de ilusión, cansancio y entreguismo. Para afrontar esta situación, agravada -a su juicio- por la escalada del acoso policial, su receta es "más de lo mismo": atentados de gran repercusión y creación de un frente social que impulse la alternativa política y democrática que ETA afirma representar. En esta estrategia, la presión sobre la Ertzaintza, para evitar que se convierta en una fuerza de contención de la izquierda abertzale, es una tarea fundamental.
Las caídas sufridas por la organización en las últimas semanas (comandos Barcelona y Buruntza) confirman el menosprecio o desconocimiento de los nuevos y jóvenes militantes de ETA, procedentes de la "kale borroka", por las medidas de seguridad que hicieron famosa a ETA durante décadas. Este factor, interesante desde la perspectiva de la efectividad policial, confirma el control de la organización por esta nueva generación, a la vez que los militantes más "políticos" habrían sido desplazados.
En este contexto, el rumor que ha circulado, en la segunda semana de septiembre, en el sentido de que se estaría fraguando una nueva tregua, y del que se ha hecho eco Nicolás Redondo el día 23 de septiembre atribuyendo ese esfuerzo al PNV, no tiene ninguna consistencia. Esa hipótesis no tiene otro sentido que el de ser un intento “a la desesperada” del nacionalismo moderado para allanar algunas de las dificultades presentes en su camino “soberanista”, más cuando los atentados en Estados Unidos del pasado 11 de septiembre han puesto en el punto de mira de la colaboración internacional a toda forma de terrorismo. En estas circunstancias, la persistencia del terrorismo de ETA no puede mas que perjudicar al conjunto del nacionalismo vasco. Con todo, pudiera haberse tratado de un globo sonda lanzado desde el entorno nacionalista, para tantear reacciones del mundo radical y detectar el cansancio real de algunos sectores de la opinión pública española hastiados del enquistamiento de la situación y la prolongación del terrorismo.
Batasuna.
Todo sigue igual en esta organización, pese a sus aparentes modificaciones externas tras la finalización de su proceso de debate interno. Su cambio de denominación (Herri Batasuna se llama ahora Batasuna), como la de sus juventudes (de Haika a Segi, tras ser ilegalizada), nada novedoso indica. Su estrategia se resume en lo siguiente: persistencia en la línea ya marcada, socialización del conflicto, mantenimiento de la confrontación en todos los "frentes", inmovilidad pese a sus adversos resultados electorales cosechados el 13 de mayo, subordinación de la acción política a la "lucha armada" en definitiva.
La marcha de Aralar, poco significativa inicialmente en términos cuantitativos, puede tener una mayor trascendencia para el futuro de la organización. De consolidarse, podría constituirse en su mayor competencia política, al dirigirse al mismo electorado y espacio sociológico. Aralar constituye, pues, la confirmación de que el proceso “Batasuna” ha fracasado: no sólo no ha agrupado a toda la izquierda abertzale, proporcionándole un nuevo impulso social y político, sino que ha permitido aflorar sus disensiones internas, posibilitándoles capacidad y autonomía para la toma de decisiones.
Aralar.
Se trata de un factor realmente novedoso en el panorama político vasco y navarro, al suponer el inicio de una posible reordenación interna de las fuerzas nacionalistas, tras la convulsión electoral sufrida en este sector. Constituye un intento muy serio de creación de una izquierda abertzale emancipada del control de ETA, especialmente en Navarra, de donde proceden sus militantes más significativos. En cualquier caso, este nuevo factor, cuya consolidación se juega en los próximos meses (le dedicaremos un artículo en el número 50 de "Arbil anotaciones de pensamiento y crítica"), fortalece el camino hacia la autodeterminación del nacionalismo posibilista, al engrosar Aralar el número de los actores en escena partidarios de las "fórmulas políticas".
Navarra.
Todo ello tendrá serias repercusiones en Navarra. Con el asesinato del concejal de Leiza por UPN José Javier Múgica, ETA ha afirmado con los hechos, que persiste en su voluntad de obtener la independencia de una Euskadi en la que participe Navarra a cualquier precio. Este trágico asesinato ha producido un inesperado "efecto dominó" (frenado al menos de momento) entre los cargos electos de UPN (caso de algunos ediles en Villava e Irurzun), propiciando un rosario de dimisiones cuyas consecuencias reales no se determinarán hasta la próxima confección de listas electorales a los ayuntamientos navarros.
Otro factor a tener en cuenta será el de la incidencia futura de Aralar en el mapa electoral de Navarra. Su principal impulsor, Patxi Zabaleta, goza de un indiscutible "tirón" popular en sectores amplios de la población navarra, merced a su conocido talante de diálogo y su capacidad dialéctica. Su lucha por el mismo espacio electoral de Batasuna generará, tal vez, sorpresas, en su pretensión última de constituirse en la fuerza real de la izquierda navarra, de confirmarse el declive del PSOE en la Comunidad Foral. Además, de consolidarse, puede llegar a ser un duro competidor para Eusko Alkartasuna.
Pero, en cualquier caso, si ya existen serias dudas acerca de la legalidad y virtualidad de un referéndum por la autoderminación en el País Vasco, está claro, y aquí no existe duda doctrinal jurídica alguna, que Navarra, comunidad diferenciada de la autónoma vasca y con un claro voto mayoritario volcado en los partidos UPN y PSOE, no puede vincularse al hipotético resultado conjunto de un plebiscito producido en ambas comunidades. Aunque el cálculo táctico del PNV admite esta realidad, no lo hace con agrado sino por puro y elemental realismo político.
Aquí radica otra seria discrepancia con ETA: PNV y EA sí conciben una Euskadi independiente, de configuración territorial gradual, comprendiendo inicialmente a la actual Comunidad Autónoma Vasca, sin Navarra. Aralar y Batzarre (la formación surgida de los restos de LCR y MCE, con cierta representatividad institucional en Navarra, siendo Zutik su equivalente en el País Vasco) hacen propio este planteamiento táctico.
En todo caso, Navarra seguirá siendo base de operaciones nacionalistas de todo tipo, con perspectivas a medio y largo plazo: culturales, políticas, económicas, sindicales, de control de medios de comunicación locales, etc. Y ETA, para afirmar su voluntad y programa, tendrá que seguir matando también en Navarra. Lo de menos será la "excusa" de la que se sirva para ello.
Conclusiones.
La primera entrevista celebrada este verano entre José María Aznar e Ibarretxe, junto a las declaraciones de sus respectivos portavoces, ha permitido fijar los términos precisos del actual debate político. Aznar ha dejado claro que no se apartará un ápice de las previsiones constitucionales y estatutarias, siendo su principal prioridad la derrota del terrorismo etarra. Por su parte, para el gobierno de Ibarretxe, la solución del terrorismo debe ser paralela a la realización de conversaciones políticas: es decir, avanzar en el soberanismo mediante la concreción de fórmulas precisas de las que se deriven, previo desarrollo estatutario pactado, el ejercicio del derecho a la autodeterminación.
Con tales presupuestos, en estos momentos, la confluencia de ambos proyectos no parece fácil, por lo que la dialéctica entre ambas posturas marcará el futuro político del País Vasco. En este contexto, la violencia de ETA intentará condicionar, desde una perspectiva rupturista, su pacífica evolución, con la pretensión de acelerar los hipotéticos plazos de una secesión.
Tales son, en definitiva, las premisas de la dialéctica futura que marcará, política y socialmente, al País Vasco, a Navarra y a toda España.
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº. 49, septiembre de 2001
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