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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Actualidad nacional

¿Qué Navarra?: más allá de la propuesta de Miguel Sanz.

¿Qué Navarra?: más allá de la propuesta de Miguel Sanz.

Al “culebrón” navarro subsiguiente a las últimas elecciones forales, protagonizado por los socialistas navarros y su dirección nacional, parece sucederle una tormenta de verano: la provocada por la propuesta efectuada por el precariamente reelegido presidente de la Comunidad Foral, Miguel Sanz, de proporcionar a Unión del Pueblo Navarro (UPN) un grupo parlamentario propio en el Congreso español.

No es, ciertamente, la primera vez que Miguel Sanz expone en público delicadas cuestiones que debieran solventarse en otros foros. Pero no vamos a reflexionar aquí en torno a su oportunidad política; asunto sobre el que se viene hablando y escribiendo mucho, particularmente en lo que respecta a sus implicaciones nacionales. La perspectiva que nos interesa es otra.

Miguel Sanz ha realizado esta propuesta con la mirada puesta en el futuro de la Comunidad: no puede cederse su voz en el Congreso, asegura, fundamentalmente en la parlamentaria de la coalición nacionalista Nafarroa Bai (NaBai), Uxue Barkos. UPN, hoy, vuelve a dirigir el Gobierno navarro: ¿y mañana? Se trata, de este modo, de una posible táctica de corte defensivo, fruto de cierto nerviosismo, tal vez; muy razonable en cualquier caso. Pero, ¿por qué ahora? ¿Acaso la acción del nacionalismo vasco en Navarra es un fenómeno reciente?

En Navarra, se dice, nos conocemos todos. Bueno, casi todos. Cuando escuchamos y vemos a Uxue Barkos en el Congreso de los Diputados, o en cualquier otro lugar, sabemos muy bien de quien se trata: el rostro hermoso, mediático, firme e incisivo, de una ascendente NaBai.

Una precisión. No puede presentarse a NaBai como una inestable coalición de la que formarían parte, por igual, partidos por completo heterogéneos entre sí, tal y como vienen afirmando  muchos comentaristas foráneos: desde los ultra-católicos del PNV, hasta los ex-etarras de Aralar. Veámoslo. Los votos del PNV apenas pueden cifrarse un par de miles: en su día, la inmensa mayoría de sus cuadros, cargos y electores, emigraron del histórico partido jeltzale, precediendo a su mismísimo fundador, el ex-lendakari Carlos Garaikoetxea; proporcionando a esta coalición, en la actualidad, los estancados veinte mil votos de una social-demócrata Eusko Alkartasuna. Los ex-comunistas radicales de Batzarre (los restos del MCE y la LCR) nunca han superado 6.000 votos, si bien aportan unos centenares de entregados militantes y unas decenas de fogueados cargos públicos. Por último, el grueso de la coalición, casi cincuenta mil votos, es alimentado por Aralar, la escisión de Batasuna; dinámico partido fundado por el inteligente y dialéctico abogado Patxi Zabaleta, a quien secundan además buena parte de los posibilistas navarros del “brazo político” del autodenominado MLNV. Así, el peso de la coalición se apoya –especialmente- en una numerosa, experta, y persistente militancia de la izquierda abertzale, que sabe muy bien lo que quiere, porqué, y cómo.

Y son muchas cosas las que unen a tan desiguales partidos: su omnicomprensiva visión identitaria de la realidad, ante todo, y la firme voluntad de desalojar del poder a su tan odiada “derecha”. NaBai tiene experiencia, bases, liderazgo, redes sociales, medios de comunicación, estrategia… y una mentalidad en parte común con el resto de las izquierdas presentes en Navarra: Izquierda Unida y el propio PSOE. No en vano, todas ellas asumen buena parte de los tópicos del ecopacifismo, del feminismo radical, del pensamiento crítico… Progresismo, por tanto, pero más elaborado y consciente del que se estila en general.

Así, a la notoria actividad mediática y parlamentaria de Uxue Barkos le respalda una potente y transformadora red social: cargos municipales, cuadros y militantes de varios partidos, activistas y técnicos culturales, veteranos sindicalistas, muchísimos funcionarios de las administraciones públicas (especialmente, en sanidad, educación y ayuntamientos), incansables promotores del euskera, conocidos deportistas, periodistas y comunicadores, músicos, abogados, etc. Una base social que no calla, que se moviliza constantemente, y a la que encontramos –mucho o poco- por todas partes.

Rebajar el protagonismo de Uxue Barkos es una legítima y lógica táctica más para intentar frenar el ascenso del nacionalismo vasco en Navarra. Ahí, Miguel Sanz, ha puesto el dedo en la llaga. Pero no basta. Todo ese movimiento, al que Barkos pone rostro, sigue y seguirá trabajando por su causa. Y con unas cualidades que han demostrado fehacientemente: mucha paciencia e indudable perspectiva de futuro.

En los últimos meses, salvo contadas excepciones, el electorado y los afiliados de UPN han permanecido callados y temerosos ante la confusa marcha de los acontecimientos. Pero son muchos los que en privado, e incluso en público, se preguntan por lo que piensan hacer -a partir de ahora- Miguel Sanz y los demás dirigentes de su partido. ¿Facilitará e impulsará UPN el desarrollo de la sociedad civil afín a su programa y valores o, acomplejado, rehuirá la confrontación social y cultural planteada por los nacionalistas?

En definitiva, cuando en el incierto plazo de unos meses –o años- vuelvan a convocarnos, a los ciudadanos navarros, para la elección de un nuevo Parlamento Foral y el consiguiente Gobierno, ¿se limitará UPN a “vender” su gestión gubernamental, movilizándose desde el miedo? ¿Habrá ignorado, en consecuencia, las posibilidades de un trabajo sociocultural y político a largo plazo? Las respuestas, ciertamente, son decisivas.


Fernando José Vaquero Oroquieta

Diario Liberal, 20 de agosto de 2007
Diario Siglo XXI, 20 de agosto de 2007

Ramón Cotarelo: intelectuales progresistas en el poder

Ramón Cotarelo: intelectuales progresistas en el poder

El diario digital de la izquierda ultra, elplural.com, entrevistó el pasado día de Navidad a un insigne politólogo y cualificado adalid de su línea política: Ramón Cotarelo. Aunque con los naturales límites del medio, la entrevista, un tanto superficial, no tiene desperdicio. Por si alguien tenía dudas –todavía- sobre las intenciones reales de José Luis Rodríguez Zapatero y el lobby que le respalda, reproduciremos para comentar algunas perlas de ese discurso autodenominado “progresista”.


Ramón Cotarelo

Acaso contaminados por un pernicioso “espíritu navideño” –anacrónico vestigio, según el criterio laicista, de la odiada derecha confesional y ultra- que aparentemente facilita la eclosión de buenos sentimientos entre tantas y tantas personas, elplural.com, férreamente dirigido por Enric Sopena, látigo fustigador de la derecha ultra, incansable faro del “progresismo”, vigilante investigador de todas las “conspiraciones” fachas del universo mundo, nos ofreció -en un desnudo alarde de sinceridad- una entrevista al politólogo Ramón Cotarelo. Un interesante texto, http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=8719, exponente y “guía” del izquierdismo irredento que no oculta sus ideas y que persigue incansablemente sus objetivos de siempre… desde el PSOE. ¿Y cuáles son? Ni ellos las enuncian todas, salvo que, en su empresa de poder “hay que acabar con la derecha” y todo lo que –a su juicio- ésta representa.

El entrevistado (catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la UNED, autor entre otros libros de La izquierda en el siglo XXI -Sociología Política y Jurídica, Universidad Externado de Colombia, 2006-, miembro del consejo de redacción de la revista Sistema y colaborador de las diversas publicaciones de la homónima fundación), repasó diversas cuestiones de la actualidad política española desde una neta identidad izquierdista radical y sin complejos.

 

Ramón Cotarelo vota al PSOE, que estima como “su” partido; pero se considera más radical. Es uno de los intelectuales más prolíficos y creativos de su área ideológica, si bien podría situársele, en cierto modo, en la periferia de los “laboratorios de ideas” impulsados por el PSOE -a través de la Fundación Sistema y sus numerosas publicaciones y actividades- a causa de su libérrimo criterio. Presente en numerosas revistas impresas y digitales, nacionales y extranjeras, es uno de los diseñadores más lúcidos de una izquierda que busca nuevos paradigmas; sin rehuir los foros de la izquierda más extremista.

 

¿Qué es la izquierda?

 

El politólogo inició la entrevista asegurando que, frente a la indefinición de la llamada derecha, la izquierda sería “una ambición de órdenes sociales más justos e igualitarios, y libres”. Una definición angelical, escasamente caracterizadora, simplista y sin “memoria histórica”. El GULAG, los “campos de la muerte”, la colectivización forzosa del campo ruso, la “gran hambruna”, la “revolución cultural”, las mayores persecuciones religiosas de la Historia..., ¿no fueron, acaso, frutos de experimentos políticos de la izquierda? La justicia, el cambio social, han sido banderas de todo tipo de ideologías y banderías políticas; y no propiedad exclusiva de las izquierdas. También los nacionalsocialistas propugnaban, según decían, la justicia social para los alemanes. Los comunistas camboyanos diseñaron y ejecutaron, por su parte, el más radical, rápido y violento experimento igualitario de la Historia. La conquista de una mayor justicia social fue pretensión conjunta y convergente de la democracia cristiana y de la socialdemocracia europea en la posguerra. Si la derecha -más correcto sería hablar de “derechas”- es una ideología anterior y la izquierda es la reacción ante la misma, la segunda parte de una inconsistencia conceptual reactiva inicial que le lleva, inevitablemente, a una indefinición susceptible de ser colmada por los idealismos más delirantes en el correspondiente “salto al vacío”.

 

No obstante esa aparente indefinición, bañada con buenas palabras al estilo Zapatero, Cotarelo sabe muy bien lo que quiere para España, expresándolo al reflexionar ante la situación de la izquierda española así: “Pienso que lo está haciendo bastante bien, la prueba es que en el poder está. Y eso me gusta, porque son los míos, aunque me parecen bastante timoratos y bastante aburguesados. Yo sostengo una ideología más radical, pero no por eso me voy a poner en su contra. Me considero más de izquierda que el Gobierno, pero es el partido al que yo voto, porque no quiero fortalecer a la derecha por ser de extrema izquierda”. Extrema izquierda, pues. Y votante del PSOE. No en vano, en las izquierdas, por encima de la ideología, anida un feroz apetito por el ejercicio y el control del poder político, de modo que, dejando de lado opciones testimoniales, en su inmensa mayoría confluyen en la “casa común de la izquierda”: el PSOE. Pragmatismo, sin duda.

 

Memoria Histórica

 

Ramón Cotarelo no podía menos que opinar sobre la Ley de la Memoria Histórica; uno de los principales iconos de la izquierda actual. No obstante, la juzga “poca cosa”. Y, para sostener ese juicio, rememora su propia experiencia personal: “Yo fui juzgado por el Tribunal de Orden Público en el año 67, y condenado a dos años y medio de cárcel por unos jueces que eran unos delincuentes. Ese juicio fue una farsa y por lo tanto es nulo de pleno derecho. Yo jamás admití la legalidad de aquel tribunal ni la de aquellos jueces, ni que yo fuera culpable de nada. Y creo que tengo derecho a que se reconozca que aquel juicio fue una farsa y que los delincuentes juzgaron al hombre justo”. ¡Exactamente los mismos argumentos manifestados por los procesados de ETA -ante las cámaras de televisión- últimamente!

 

Para superar tan corto avance, recuerda que “El Gobierno legítimo de la República, el 22 de julio de 1936, publicó un decreto degradando a Franco y expulsándolo del Ejército, por lo que este país estuvo gobernado por un delincuente, así que sus actos, tanto los juicios, como el resto del régimen, son todos nulos de pleno derecho”. Ciertamente, no está solo en esta pretensión. Isabel Durán y Carlos Dávila en su libro La gran revancha. La deformada memoria histórica de Zapatero (Temas de Hoy, Madrid, 2006) descubren idéntico itinerario y razonamiento en la trayectoria del actual presidente del Gobierno español: obsesionado por una memoria familiar distorsionada, sus pretensiones análogas le han llevado a un completo absurdo jurídico que no ha podido superar… de momento. Pero Cotarelo no reflexiona al respecto como un diletante: lo hace como “otro más” de una extrema izquierda asentada en el PSOE con la pretensión de retomar la que consideran la “legitimidad política” por excelencia: la de la Segunda República española. Veámoslo.

 

Así se manifiesta cuando, interrogado sobre los que denomina la entrevistadora -Virginia Vadillo- “revisionistas históricos”, que responsabilizan a la República de la guerra civil, asegura que: “Si les molesta octubre del 34, yo les podría recordar agosto del 32, cuando se sublevó el general Sanjurjo, que fue el primero en sublevarse”. Pero ¿no se le ocurre nada mejor? De un afiliado de la base del PSOE –aunque queden pocos que no sean “aparatchiks” o aspirantes a ello- podría esperarse un argumento tan pobre; pero de un catedrático de Universidad y “cabeza gris” de la progresía… no lo imaginábamos siquiera. Lo que plantea, en definitiva, y más allá de lo que él mismo presenta como un pobre argumento, es que la legitimidad política que le mueve no es la derivada de la obra de la Transición española, base de la acción política democrática actual, sino aquel régimen sectario que trató de marginar e incluso eliminar, a media España.

 

¿Y España?

 

Por cierto, ¿le preocupa España? “Pero, ¿qué es España? España es lo que en cada momento se llama España, y nada más”, asegura. Un relativismo puro y duro aplicado conforme el prisma leninista de la “cuestión nacional”: la nación es útil en la medida que es un instrumento al servicio de la revolución. Y, de no serlo, hay que destruirla. Poco a poco, las piezas de esta supuesta “nueva izquierda” van encajando.

 

Y directamente relacionado con el interrogante anterior, se manifiesta de la siguiente manera ante el mal llamado proceso de paz: “Creo que va a llegar a buen puerto en cualquier caso, lo que no veo es el puerto. Pienso que cualquiera que sea el resultado vamos a ganar todos mucho”. ¿Todos? ¿O únicamente las izquierdas? Unas afirmaciones, en cualquier caso, voluntaristas… y misteriosas.

 

Si España no significa casi nada para él, inevitablemente considerará que “… el derecho de autodeterminación hay que reconocerlo, y eso es una tarea de la izquierda”. Pero tal derecho lo concibe prescindiendo de la interpretación vigente en el Derecho Internacional. No vamos a desarrollar tal cuestión, pero bien puede afirmarse que su estado actual puede resumirse en el siguiente párrafo procedente de la decisión de 20 de agosto de 1998 del Tribunal Supremo de Canadá relativo a la pretensión de secesión de Québec: “El derecho a la autodeterminación en derecho internacional da (…) apertura al derecho de autodeterminación externa en los casos de antiguas colonias; en el caso de pueblos oprimidos, como los pueblos sometidos a una ocupación militar extranjera; o aun en el caso en el que un grupo definido vea negado un acceso real al gobierno para asegurar su desarrollo político, económico, social o cultural. En estas tres situaciones, el pueblo en cuestión goza del derecho a la autodeterminación externa porque se le niega la facultad de ejercer, en lo interno, su derecho a la autodeterminación”.

 

De esta manera, saltándose todos los límites, ignorando cualquier experiencia, Cotarelo se sitúa en el “terreno común” de todas las izquierdas cuando en los años de la Transición, antes del giro moderado y moderador del PSOE y del mismísimo PCE, preconizaban: “república, derecho de autodeterminación, amnistía, juicios populares a la clase política y colaboradores franquistas”. Pero reivindicar lo mismo que hace 30 años, enlazándolo con la supuesta legitimidad republicana, implica no asumir la realidad: también el futuro político estaría, según su utópica voluntad, por escribir, prescindiendo las enseñanzas del pasado; incluido un derecho a la autodeterminación interpretado de manera iconoclasta.

 

Derecha e izquierda hoy

 

En este clima sociopolítico, propiciado desde las izquierdas, de exacerbación de antiguas rencillas y pasiones partidistas, que parecían superadas por décadas de “democracia consolidada”, ¿cómo está actuando la derecha en España? Nuestro intelectual lo sintetiza con una frase lapidaria: “… están haciendo lo que hacen siempre, agredir”. Sin duda, Cotarelo sufre un lapsus freudiano al atribuir a la derecha sus propios méritos. En todo caso, la emisión de semejante juicio por un intelectual, que se presume frío, analítico y alejado de simplismos demagógicos, es una grave irresponsabilidad y, seguramente, una autentica provocación.

 

Revitalizándose artificialmente, y desde las estructuras del poder real, viejos conflictos e irresueltos traumas personales, ¿cuáles serían las tareas de la izquierda? “Cuando terminó la guerra fría y cayó el comunismo se pensó que vendría la paz. Pero lo que vino fue esa Globalización, vinieron más guerras, más hambre, más injusticia… y vino la ley del más fuerte. Y la Globalización lleva todo esto a nivel mundial, pero lo malo que además ha dividido a la izquierda, que no sabe dónde colocarse, no sabe qué posición tomar, no tiene un componente ético ni moral”. Efectivamente, esa izquierda de la que Cotarelo se manifiesta como vocero, carece de ética y moral. Si antaño, para las izquierdas marxistas, “lo ético y moral” era lo conveniente para el avance de la revolución colectivista, ahora, que han rechazado ese horizonte estratégico, caen en la cuenta de tales carencias. Pero no nos engañemos. Esa ética y moral, sobre las que reflexionan, no son las derivadas de la cosmovisión cristiana. Están teñidas de un marxismo revolucionario al que no renuncian y que pretenden actualizar de alguna manera. Y en ello están.

 

Esta “nueva izquierda” habla del pasado, pero no quiere asumir el propio. Si la responsable de todos los males es la Globalización, ¿olvidan que el mayor experimento globalizador fue el comunismo? De alguna manera reconoce que el comunismo fue causa de guerra también. Pero, en lugar de afrontar la realidad sin los filtros ideológicos que llevaron a sus correligionarios a los mayores desastres de la humanidad, siguen recurriendo a las mismas armas… ideológicas. Por ello les sobra España; consideran la familia como una institución artificial cuyo diseño puede modificarse a gusto del usuario y del “científico social”; les encanta el “proceso de paz”; exigen la revancha histórica… Continúan presos de sus presupuestos ideológicos de matriz totalitaria. Por ello, esas tan aparentemente extrañas convergencias entre socialistas y radicales de izquierda (nacionalistas o no), que padecemos, son “lógicas” e inevitables. Salvo que hubieran cambiado. Lamentablemente, no ha sido así.

 

Esta “nueva izquierda”, en realidad, se nos presenta, progresivamente, como la “vieja izquierda” de siempre. La utópica, la voluntarista que quería “asaltar los cielos”, la que considera que el ser humano y la Historia son productos en blanco en los que escribir según los “avances científicos” del momento.

 

Habrán renunciado al GULAG, pero no a Gramsci.

 

Revista Digital Arbil, número 110, diciembre de 2006

En Navarra, ¿la calle es de todos? ¿Y el futuro?

En Navarra, ¿la calle es de todos? ¿Y el futuro? Paseando por las calles de Pamplona, al mediodía del pasado jueves 12 de octubre, algunos sentimos nostalgia de nuestros muy jóvenes años de la Transición, cuando adentrarse por su Casco Viejo era garantía de fuertes emociones, entre carreras, botes de humo, cócteles molotov, barricadas... La causa: dos centenares de manifestantes, convocados por una de las seis facciones falangistas existentes, marchaban acordonados por un dispositivo policial que trataba de impedir que chocaran contra varios cientos de furiosos contramanifestantes abertzales.

El espectáculo, aparentemente, no tenía otra relevancia que la de ser un puntual incidente de orden público traducido en cortes de calles, muchos insultos, tensión ambiental… “Radicales de uno y otro extremo que se autoalimentan y justifican reclamando una presencia mediática que en otro caso no obtendrían”, concluyeron diversos analistas y políticos.

En todo ello subyace algo más.

La libertad de manifestación es una consecuencia de la libertad de expresión. Era el caso. Que una organización política se arrogue la bandera nacional y el patriotismo, teñidos de actitudes y símbolos partidistas extremos, ya es un abuso. Y que cientos de adversarios, con la excusa de esa marcha, conviertan algunas calles de una ciudad europea del siglo XXI en el escenario de una auténtica guerrilla urbana, en un ejercicio de intolerancia totalitaria, es inadmisible.

Pero si la manifestación la hubiera convocado, por ejemplo, algún partido navarro con representación parlamentaria, ¿habría acaecido lo mismo? No en vano, las diversas acciones antifascistas, que como supuesta respuesta a la provocación falangista fueron convocadas en Pamplona, se enmarcaban en una campaña -desarrollada en toda Euskal Herria- calificada como antiespañola y expresamente enfrentada a la hispánica festividad del 12 de octubre.

No resulta sencillo moverse por Pamplona, y en otras muchas localidades navarras, luciendo, por ejemplo, una camiseta de la selección española de fútbol, o una pegatina con los colores nacionales en la carpeta, o en el coche: por el contrario, es fuente de seguros incidentes. Otros no tienen problema alguno exhibir exageradamente sus símbolos; faltaría más. Entonces, ¿acaso existen restricciones en el ejercicio de la libertad de expresión en Pamplona? ¿Alguien puede negarlo sinceramente? ¿Qué está pasando?

La cuestión, entonces, no es tanto la presencia de unos cientos de exaltados provocadores venidos de fuera, escudados en los colores nacionales, y que alegaban que nadie defiende a Navarra; sino la existencia de una contracultura comunitaria que ha calado profundamente en nuestra sociedad de la mano de la ideología radical abertzale; expresión local, en buena medida, de la intolerancia violenta de la extrema izquierda presente en otras latitudes.

“Los violentos sólo son una minoría”, se nos viene diciendo desde hace lustros. Y así es. Pero, ¿es suficiente con pensar que “no pasa nada”?

Pensamos que los contramanifestantes del 12 de octubre en Pamplona encarnan uno más de los diversos rostros de la movilización permanente nacionalista vasca en Navarra: medios de comunicación, política institucional y partidaria, entidades de ocio, deportes y tiempo libre, asociaciones de todo tipo, poder municipal… y todo ello sin disimulos. Un ejercicio de voluntarismo abertzale enjuiciatodo, superactivista, ultramilitante, soberbio e intolerante… que tratará de hacer pinza con las “fuerzas progresistas” de Navarra para desbancar a UPN del Gobierno foral, aislarlo en las instituciones, y proseguir con su proyecto gradualista transformador fatalmente secesionista.

Los falangistas desplazados a Pamplona el 12 de octubre no hacían “política real”; a lo sumo trataban de sobresalir un poco entre los demás enanos de su paupérrimo espectro político. Pamplona permaneció, en su conjunto, ajena a la movida. Tampoco lograrán incidir mínimamente en la política y sociedad navarras. Pero pusieron en evidencia una realidad compleja en la que el discurso oficial marcha por un lado, y las inquietudes de buena parte de la ciudadanía, por otro.

Durante muchos años se pensaba que la idiosincrasia navarra permanecía resguardada eficazmente desde las instituciones forales y con un gobierno nacional convencido del actual status quo; no en vano, tanto la derecha, UPN/PP, como la izquierda moderada, el PSN/PSOE, coincidían en las cuestiones decisivas consensuadas en la Transición. Pero muchos temen que, de aquí a unos meses, nada de ello se mantenga en pie. Entonces, y si ni siquiera podemos salir a la calle con la cabeza alta, ¿qué hacer?

Progresivamente, y con mayor precisión conceptual y cronológica, políticos y analistas vienen hablando del papel de Navarra en los vericuetos del agotador “proceso de paz”… Acaso, en el mejor de los mundos posibles, el futuro de Navarra no sea tan negro como parece y existan, todavía, “botellas de oxígeno” de reserva: rectificación socialista, desplazamientos electorales... O, tal vez, ya sea tarde para frenar a corto plazo el ritmo de los actuales acontecimientos. Pero, aunque la solución jamás pase por atrincherarse entre policías enarbolando histéricamente banderas españolas y de Navarra, no faltan quienes se preguntan si se está haciendo lo necesario para afrontar la embestida. En las instituciones, en los medios de comunicación, en el seno de la sociedad civil… en la calle.

En cualquiera de los escenarios posibles son necesarias algunas virtudes humanas y democráticas fundamentales: valentía, voluntad, espíritu de unidad, transparencia, sinceridad, superación en lo fundamental del partidismo… Unas cualidades que apenas logramos entrever hoy día.

http://www.navarraconfidencial.com, 26 de octubre de 2006

Por dónde irán los tiros (con perdón) de la autodenominada Izquierda Abertzale.

No puede acusarse al conjunto de la Izquierda Abertzale, estructurada desde ETA y cuya expresión política es la todavía ilegal Batasuna, ni de falta de claridad ni de oportunismo en el despliegue de sus tácticas: sus objetivos e instrumentos son evidentes para todo el que quiera conocerlos y entenderlos. 

Los objetivos finales de la Izquierda Abertzale. 

Desde que ETA se configura como tal, sus objetivos finales siempre han sido los mismos: la independencia y el socialismo. Y ello, bajo cualquiera de sus diversas fórmulas: alternativa KAS, Alternativa Democrática, Acuerdo Democrático de Base… 

Pero, en la actual coyuntura, marcada por el llamado “proceso de paz” ¿con qué medios pretende avanzar el independentismo radical? Pues también lo indican claramente.  

Repasemos, así, el editorial correspondiente al pasado día 19 de abril de 2006 del diario Gara titulado significativamente El presidente español tiene su plan. Después de analizar concienzudamente los pasos y manifestaciones hechos públicos por nuestro presidente, en el apenas un mes transcurrido desde que ETB difundiera el célebre vídeo de ETA, encontramos el siguiente párrafo: “(…) el derecho de autodeterminación (…) habrá que conquistarlo a través de la lucha política. El resultado de una futura mesa de partidos no será fruto de las habilidades dialécticas de los interlocutores de cada formación política, sino de la correlación de fuerzas que se dé en Euskal Herria, que tendrá una manifestación electoral, pero también otras en la movilización social y en la búsqueda de la victoria por convicción en el campo de la opinión pública”. Un programa de trabajo que cumplen, como en otras ocasiones, al pie de la letra. Veámoslo. 

Las tres “armas” de la Izquierda Abertzale. 

Lucha política. Su primer objetivo será la constitución de una mesa de partidos, o de resolución del conflicto, o como finalmente se llame. Otro objetivo, muy importante, lo constituye la legalización de Batasuna, lo que le permitirá, de nuevo, acceder a las instituciones y, de paso, a las subvenciones… Una vertiente de la que denominan acertadamente lucha política es la constitución de nuevas fórmulas de territorialidad, como el muy reciente Consejo de la Juventud Vasca (Euskal Herriko Gazteriaren Kontseilua), del que habló Gara el pasado 10 de mayo, y que agrupa a organizaciones de “todos los territorios vascos”, incluyendo al ¡Consejo de la Juventud de Navarra! Esta vía supondrá, acaso, la reabsorción práctica de Aralar en su seno, (la tarta electoral no permite nuevas presencias una vez regresa Batasuna, y una recomposición de los espacios electorales nacionalistas (¿qué hará finalmente Eusko Alkartsuna?) cuya expresión más dramática será la confrontación electoral por su liderazgo entre PNV y la nueva Batasuna. 

Movilización social. Son maestros en ello: manifestaciones de todo tipo (por los presos, contra los accidentes laborales, por el diálogo, por el euskera…), captación de nuevas voluntades, movilización de militantes apartados… 

Opinión pública. Cada día Batasuna convoca, al menos, una rueda de prensa antes unos medios de comunicación ansiosos de novedades y nuevas “claves”: afirmando propuestas, desvelando contradicciones ajenas, provocando movimientos, aclarando matices… y participando en cuantos debates tengan lugar en EiTB y cualquier medio que se preste a ello. 

¿Apuestan en serio? 

“Personas como Jokin Gorostidi, Jon Idigoras, Gorka Martínez... tomaron la firme decisión de ofrecer a este pueblo un proyecto nacional y de izquierda, dejando a un lado la dejadez del PNV. Con amor y compromiso hacia Euskal Herria, aquella generación nos ofreció una salida estratégica. Esta fue su gran aportación”, afirmó Arnaldo Otegi en Deba en la ceremonia de despedida de Gorostidi celebrada el 30 de abril de 2006. También aseguró que la izquierda abertzale cuenta “con una gran ventaja porque lo que unos pocos defendían en la generación de Jokin Gorostidi, hoy en día, lo defiende la mayoría de la ciudadanía vasca. Esta es un gran victoria; contra un pueblo no hay nada que hacer (…) este pueblo va a ganar y lograr un escenario democrático en el que decidirá su futuro libre y democráticamente”. También recordó el 25 aniversario de la muerte en huelga de hambre de diez republicanos irlandeses encarcelados, resaltando con ello que “al igual que en Irlanda, las puertas de Euskal Herria también se están abriendo hacia la independencia y el socialismo”.

¿Está claro? 

Volvamos a las tres tácticas antes mencionadas. Su objetivo común, también lo explicitan: alcanzar una correlación social de fuerzas más favorable, expresión de su avance electoral, en la “mesa de resolución del conflicto”. Para ello se precisa ensanchar su base militante y electoral y la conquista de nuevos espacios y nuevas alianzas tácticas (por ejemplo sindicales, recordemos que el 3 de mayo Gara anunció la aproximación del sindicato abertzale LAB con UGT en la elaboración de una aportación conjunta al actual proceso; si bien el segundo empieza a recular). Y confían en que alcanzarán una mayoría social que legitime así, “democráticamente” de la mano de una mayoría clara, el ulterior y decisivo referéndum por la autodeterminación. 

Todo un programa que ejecutarán -ya lo están haciendo- con tenacidad, voluntad y medios. Y ETA bendiciéndolo todo. 

Una maquinaria en marcha frente a la que, Rodríguez Zapatero, ¿opondrá algo que no sea pura táctica y buenas palabras? Tiene una oportunidad, pero, ¿es consciente del formidable adversario con el que está midiendo? 

Revista Arbil, Nº 105, mayo de 2006. Especial dedicado al libro "La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas".

ETA, ¿no miente nunca?

Es uno de los tópicos que vienen circulando con más desparpajo entre políticos y, sobre todo, entre comunicadores poco avispados. Se asegura que ETA no miente nunca. ETA y, por extensión, el resto de la autodenominada Izquierda Abertzale que lidera y en cuyo nombre sermonea. Pero, realmente, ¿es así? ¿No fue acaso Arnaldo Otegui quien advirtió, el primero, que los atentados de Madrid del 11-M eran obra de la “resistencia árabe”?, recuerdan los listillos de turno. “Es que no mienten nunca”, insisten. Pero ETA, naturalmente, ha mentido en bastantes ocasiones. Y, en otras, ha callado. Sobre todo cuando no le convenía se difundiera algún “error” propio o cualquier noticia que le perjudicara. Ahí están las hemerotecas para recordarlo. No obstante, el tópico circula con fluidez y, sobre todo, últimamente. ¿Por qué, entonces, tamaño buenismo que todo se lo cree y que, para colmo, también quiere que nos lo creamos? Tal vez ello se deba, al menos en parte, a la aparente coherencia interna de los mensajes y discursos políticos de esa izquierda “abertzale”. Bien construidos, provistos de una incuestionable lógica dialéctica, trabados en una sucesión de silogismos y condicionantes… sin duda impactan en cualquier analista. Pero esa “lógica”, totalitaria y de raíces marxistas-leninistas, no es la “lógica” normal del sentido común y del universo democrático. No obstante, no es difícil caer en alguno de los presupuestos o premisas de ese discurso que, sobre todo para los “progres”, sigue siendo atractivo. Ya lo advirtió Rosa Díez en Pamplona, según reseñábamos días atrás: “el procedimiento determina el final”. La tentación es doble: asumir parte de su lenguaje (“proceso de paz”, “ejecución”, “verificación democrática”…) o insertarse en su lógica (“combatir las causas que originan todas las expresiones de violencia”, “remover los obstáculos del proceso de paz”…). Muy peligroso, además de “hacerles el juego”. Así las cosas, el asunto ya no es tanto afirmar bobaliconamente si ETA miente o no, pues ya sabemos que mentirá cuando le interese y punto, sino evitar caer en su diabólico juego eludiendo la trampa de su lenguaje perverso y predeterminado en sus conclusiones. No en vano, ese inteligente empleo del lenguaje, coloreando con un sentido muy preciso diversos conceptos genéricos y equívocos, ya es un triunfo de su estrategia terrorista global. Veamos un ejemplo, de entre cientos que podríamos mostrar. Los dos encapuchados portavoces de ETA respondieron, en la última entrevista que les publicara Gara, a una pregunta de su director sobre el supuesto nerviosismo del presidente del Gobierno Foral de Navarra Miguel Sanz, entre otras cosas muy interesantes, que: “… En realidad, Sanz está situando muy bien cuáles son los nudos que deben desatarse en este proceso y cuáles son realmente las claves políticas del proceso, precisamente el debate en torno a la autodeterminación y la territorialidad. El empeño del fascista Sanz es colocar un muro frente a esa oportunidad de cambio político. Nosotros vemos en esa actitud a los de UPN, pero sobre todo los vemos totalmente inmersos en el actual debate político”. Fascinante. El pobre Sanz, nervioso y, además, bebiendo en su mano. Analicemos tales afirmaciones. Sanz habría analizado correctamente el alcance real del reto separatista que acarrea, en todas sus consecuencias, los conceptos de “autodeterminación” y “territorialidad”, aseguran los terroristas. De modo que Sanz, firme en sus principios y sagaz en sus análisis, es por ello ¡un fascista! Consecuencia que también se deriva de lo anterior: cualquier posición de este fascista será, según estos intelectuales de la capucha, un obstáculo para el “proceso de paz”. Avancemos un poco más. El navarrismo, únicamente por manifestarse como tal, será “fascista” y “enemigo del progreso ineludible hacia la paz”. Pero, ¿qué paz? Por favor, no sea usted aguafiestas. No es una cuestión baladí. Los navarristas empiezan a ser objeto de las diatribas dialécticas de los separatistas; en realidad siempre lo han sido. Reaccionarios, conservadores, caciques, herederos de los requetés que salieron a miles el 19 de julio del 36… y ahora, por si fueran pocos sus pecados ¡enemigos de la paz! Cabe, dentro de lo razonable, que sea ETA y su entorno quienes así lo afirmen, pero mucho tememos que el tópico se difunda, acrítica e irresponsablemente, entre otros muchos políticos y comunicadores. Y, si así sucede, ETA habrá logrado otra victoria. No sería la primera vez, ciertamente. 

No se trata, en definitiva, de analizar si ETA miente o no, sino de tomar conciencia del lenguaje perverso que emplean magistralmente y de no caer en semejantes trampas. Pero, ¿se tiene suficiente cultura política democrática y sentido común como para evitar tamaño riesgo? Recordando algunos antecedentes, numerosos por cierto, y comportamientos muy recientes, miedo nos da.

Páginas Digital, 22 de mayo de 2006

«Escenarios» de una previsible «hoja de ruta» propiciados por el anuncio de tregua de ETA.

                Se venía esperando desde hacía meses, hasta el punto de que ya parecía haberse convertido en una auténtica «leyenda urbana». No obstante, en el fin de semana pasado se produjeron dos hechos, en el mundo nacionalista vasco, que prefiguraban la tregua. Veámoslos.

 

  1. El anuncio de una manifestación unitaria de todo el nacionalismo, salvo el PNV, para el próximo 1 de abril en Bilbao bajo el lema «Konponbide garaia da. Euskal Herria. Erabakia. Adostasuna»  (Es tiempo de soluciones. Euskal Herria. Decisión. Acuerdo).
  2. Recambio en el instrumento mediático y negociador más próximo del PNV, Elkarri, transformándose en Lokarri; y celebrando el sábado 18 su primera manifestación con el lema: «acuerdo, consulta y reconciliación».

 

No existen muchas diferencias, aparentemente, entre ambas propuestas; pero subyace la pugna por el liderazgo del conjunto del nacionalismo vasco, lo  que se traduciría –más allá de los objetivos genéricamente compartidos- en los límites materiales y formales de la propuesta de paz, su calendario (más o menos comprimido) y sus instrumentos específicos.

 

El objetivo final está claro: el ejercicio del derecho de autodeterminación por TODOS los vascos, lo que incluye, evidentemente, a los navarros. De modo que hasta después de las elecciones municipales y Forales del año 2007, según resultados, o ya transcurridas las generales del 2008, el PSOE no se atreva a incluir a Navarra, de una u otra forma, en el proceso, al menos de manera explícita.

 

¿Cómo ejercer el derecho a la autodeterminación?: por medio de un referéndum lo más «democrático» posible; lo que en clave nacionalista quiere decir que el triunfo de la opción independentista esté casi asegurado (¿acaso sin Ejército español, sin Guardia Civil…?). Pero, para que tal referéndum sea factible y aceptable para todo el nacionalismo, hay que recorrer varias etapas articuladas en diversas mesas:
1.                    Mesa de los partidos nacionalistas y sus agentes sociales. Las dos iniciativas  antes mencionadas debieran confluir unificando objetivos y calendario; en aras de una mayor eficacia: la unidad de acción permite avanzar, la división debilita. Pero, aunque no se alcance un consenso, trabajarían en la siguiente.
2.                    Mesa de todos los partidos vascos «sin exclusiones», de modo que sus acuerdos puedan, idealmente, tramitarse por medio del Parlamento de Vitoria a efectos de mantener el formalismo institucional que evite una evidente ruptura constitucional. Con el precedente del «plan Ibarretxe», la «carretera» del Estatut habría que transformarla en «autopista» para alcanzar objetivos más ambiciosos.
3.                    Mesa de ETA y el Gobierno español, a efectos técnicos: cese del acoso judicial, situación de los presos (tema decisivo, pues deben contentar a miles de familiares ansiosos), aspectos relacionados con un eventual y progresivo desarme, retirada parcial del Ejército y la Guardia Civil…

 

El contexto derivado de la inicial aprobación del Proyecto de Estatut, ayer martes 21 de marzo, desvela que el actual marco constitucional ha sido parcialmente desbordado. Vamos encaminados, por esa «carretera», a un cambio de Régimen que desemboque –transitoriamente- en una España confederal, estadio intermedio para la secesión de las «naciones» que así lo determinen (por referéndum).

 

A corto y medio plazo, con esta «oportunidad» (¡ser el partido de la paz!), el PSOE tiene la posibilidad de volver a ganar las elecciones municipales del año próximo y las legislativas del 2008; salvo que ETA mate, que no lo hará al tratarse de un proceso de años que, acaso, requiera nuevas mayorías parlamentarias facilitadoras de un proceso constituyente: de la Ley a la Ley, formalmente legal, pero materialmente rupturista.

 

El Partido Popular sólo tiene una opción: colaborar con el Gobierno en un previsible diálogo, pero como garante intransigente de la unidad nacional y constitucional. Quedarse fuera supondría, mediáticamente hablando, seguir siendo el «partido de la guerra», frente a los «deseos infinitos de paz» de Zapatero, de la sociedad vasca… y ¿de quién no? Y mientras tanto, impulsar todo tipo de iniciativas cívicas unitarias, el empleo de recursos legales e institucionales, etc.

 

Aunque se empeñen los nacionalistas, Francia no se moverá ni un milímetro, pues el nacionalismo vasco –muy dividido además- apenas representa un 10% de los votos en los departamentos vascos. El Estado francés jamás cederá a ninguna fórmula confederal o análoga que lo rompa: son jacobinos, de los de verdad. Y no cederá ante los nacionalistas, pero tampoco ante ningún Gobierno español en deriva hacia su desintegración: ni el País Vasco es Irlanda, ni Iparralde es el Ulster… ni Francia es Gran Bretaña.

 

Pero, si Euskal Herria es la futura Irlanda, ¿Navarra será el Ulster del pasado mañana? Tratarán de evitarlo, evidentemente. Pero todo ello, al menos, después del 2008.

 

Y mucha paciencia, que nos vamos a hartar de palabras. Unas importantes, muchas superfluas, pero todas a considerar.

 

 

Páginas Digital, 23 de marzo de 2006

¿Dónde están las Nekanes del PCTV-EHAK?

Una «nueva» iniciativa política liderada por Batasuna no parece contar con el importante grupo parlamentario afín: el del Partido Comunista de las Tierras Vascas. ¿Por qué?

 

El sábado 18 de marzo se hizo pública la convocatoria de una nueva manifestación, a celebrarse en Bilbao el 1 de abril de 2006, bajo el lema «Konponbide garaia da. Euskal Herria. Erabakia. Adostasuna»  (Es tiempo de soluciones. Euskal Herria. Decisión. Acuerdo). La prioridad de esta movilización sería, según sus promotores, «aunar y sumar esfuerzos en favor de una solución democrática» para Euskal Herria, con la pretensión de «solicitar y ofrecer un compromiso popular que propicie dicho objetivo». Es decir, otra expresión más fruto del activismo de la izquierda abertzale. Nada nuevo. Pero, en esta ocasión, no estaban solos. En la presentación de la misma, realizada en Pamplona, encontramos a Begoña Errazti (EA), Pernando Barrena (Batasuna), Jose Elorrieta (ELA), Rafa Díez (LAB), Txentxo Jiménez (Aralar), Mertxe Colina (AB), Angel Abalde (ESK), Unzalu Salterain (EHNE), Belén Arrondo (STEE-EILAS), Modesto García (Hiru), Amaia Bao (ANV) y Joxe Iriarte (Zutik). También mostró su adhesión a la convocatoria Jean-Mixel Urruti, miembro del sindicato agrario vasco-francés ELB. En definitiva: todo el nacionalismo vasco salvo el PNV.

 

Pero ¿no echan de menos a alguien? ¡Pues claro!, ¡faltan las simpáticas Nekanes del Partido Comunista de las Tierras Vascas!

 

En las últimas elecciones autonómicas vascas celebradas el domingo 17 de abril de 2005, un supuestamente desconocido Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV-EHAK) alcanzó un magnífico resultado, al aglutinar buena parte de los antaño votantes de Batasuna. Nadie lo duda ya. El PCTV-EHAK forma parte  del autodenominado MLNV. No es exactamente Batasuna, tampoco es ETA, pero su historia es incomprensible sin la del autodenominado MLNV. Sus orígenes son EHK, el pequeño grupo promotor en el año 2000 de una ponencia minoritaria en el proceso Batasuna en el que la izquierda abertzale buscaba una nueva formulación que la abriera a sectores sociales remisos y que, paradójicamente, dio la victoria a la ponencia más continuista: Bateginez. Alcanzaron muy poco respaldo, pero continuaron integrados en la formación abertzale. Por otra parte, los últimos militantes vascos del antiguo prosoviético Partido Comunista de los Pueblos de España  (¿se acuerdan del histórico Ignacio Gallego?) entraron en contacto con ellos, se conocieron, añoraron juntos los «altos logros del marxismo-leninismo para la Historia de la Humanidad» y se unieron, dando lugar al minúsculo PCTV-EHAK a la espera de una oportunidad. En suma: la «guardia de la lealtad» al marxismo-leninismo revolucionario más rancio que en su día alimentó a todo el MLNV, versión txakolí.

 

En cualquier caso, no deja de sorprender su ausencia… aparentemente. Ello se explicaría, pensamos, por dos razones.
1.        Confirma que se rescató al PCTV de su existencia virtual a los únicos efectos de eludir la entonces vigente Ley de Partidos –con la que se pretendía excluir del parlamento vasco a Batasuna dentro de la campaña de persecución del entramado ETA- y así dar rostro a la izquierda abertzale.
2.        La representatividad política del MLNV sigue correspondiendo al partido de siempre, es decir, Batasuna. Y a Batasuna corresponden las iniciativas «políticas».

 

La manifestación tampoco plantea grandes novedades: sus alternativas siguen siendo las mismas de siempre, aunque sin llegar a la anterior propuesta abertzale de las famosas «dos mesas» de debate. Pero la orientación es evidente, y su objetivo, el de siempre: territorialidad y soberanía, superando el actual marco legislativo, por encima de los parlamentos de Vitoria y Pamplona en un nuevo marco. Lo que significa, en definitiva, un proceso constituyente vasco en ruptura con el modelo estatutario y constitucional actuales.

 

El PNV, de momento, no les sigue. Tiene sus propias ideas y su propia estrategia. Y no puede permitir que la iniciativa la asuma Batasuna; realidad que su antigua escisión, Eusko Alkartasuna, ya parece tener asumida de mano de Begoña Errazti. Para disgusto de Carlos Garaicoetxea.

 

 

Páginas Digital, 21 de marzo de 2006

Ni vencedores ni vencidos.

                Dos formulaciones enfrentadas: derrota de ETA, con vencedores y vencidos; y un nuevo escenario sin vencedores ni vencidos. Pero, ¿responden a la misma lógica?

 

                Las víctimas de delitos de terrorismo en España lo tienen claro: la paz debe llegar un día, pero con vencedores y vencidos. En consecuencia, cualquier diálogo con los terroristas no puede tener un precio político, pues existen principios superiores rectores de la convivencia civil que no responden a meros intereses coyunturales o de partido. Así lo han afirmado en Valencia con motivo del Tercer Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo; manifestaciones  anticipadas por el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica Herzog, el pasado día 12, y por Fernando Savater, en el homenaje a Joseba Pagazaurtundua, el día 8 de febrero, con motivo del tercer aniversario de su asesinato por ETA.
                Pero están quienes quieren “vendernos” otra táctica alternativa: una paz SIN vencedores NI vencidos. Y lo piden desde la izquierda abertzale, los pseudopacifistas de Elkarri y sus amigos madrileños, los dirigentes del PNV y, acaso, desde el mismísimo liderazgo del PSOE (no en vano el PSE-PSOE votó una moción en ese sentido el pasado 10 de febrero en el pleno del Parlamento vasco).
                Pero, ¿en qué quedamos? ¿Hablamos de lo mismo?
                La primera postura es nítida: no hay matizaciones ni subterfugios dialécticos. En la segunda, si.
                Y ya que hemos mencionado el término dialéctica, recordemos el sentido que le atribuyen sus doctrinarios: más o menos, como el continuo devenir en el desarrollo de los fenómenos del Ser material; lo que se puede analizar por medio de la formulación “tesis-antítesis-síntesis” o “tesis, negación, negación de la negación”.
                No entraremos en la aburrida discusión entre dialécticos mecanicistas y dialécticos materialistas, pero en definitiva, esta formulación puede ayudarnos a entender algo de los propósitos de quienes propugnan “una paz sin vencedores ni vencidos”.
                Si la tesis es la constatación de una “guerra”, la existente entre los Estados español y francés contra el “pueblo vasco”, su resolución lógica sería un armisticio o la derrota total de una de las partes. La negación de lo anterior, o antítesis, podría formularse como la resolución del conflicto desde su propia naturaleza pero con una alternativa a su evolución natural, es decir, paz, pero sin vencedores ni vencidos. Pero luego tendría que llegar, forzándola si es preciso, y siguiendo su lógica interna, la síntesis, o negación de la negación: se acabó el conflicto, un nuevo escenario nacido desde los impulsos del ineludible “progreso”  de la humanidad, lo que implica necesariamente vencidos, antaño acaso vencedores, es decir, aquellos que se opusieron a aquel supuesto avance. Y nuevos vencedores: ETA, “vanguardia que alumbra el nuevo mundo”.
                Se nos podrá alegar que son posibles otras formulaciones de esta secuencia dialéctica, partiendo incluso de premisas o escenarios distintos. No importa: con la dialéctica en la mano y la mirada en el “avance ineludible” del progreso, el resultado sería el mismo.
                Si participamos y entramos en las posturas dialécticas que tratan de establecer algunos intelectuales y políticos como cauces de diálogo y reflexión en esta coyuntura, no pueden controlarse sus inevitables consecuencias últimas: estamos condenados a claudicar y aceptar “un nuevo escenario sin vencedores ni vencidos”… de momento.
                Vendría bien a los dirigentes actuales del PSOE que estudiaran un poco de marxismo para tratar de comprender el destino al que llevan los caminos que están escogiendo.
                O partimos de la realidad, sin mediaciones reduccionistas, o seguimos los dictados de una ideología que la interpreta –desde la dialéctica, acaso-, lo que nos llevará a la injusticia y al quebranto de toda norma ética. Y al desconcierto y derrota de toda la sociedad.

 

 

Páginas Digital, 21 de febrero de 2006