La ventana del Maligno
José Javier Esparza, uno de los intelectuales más completos de la España de hoy, en su faceta de crítico televisivo para el Grupo Vocento denominó su columna semanal -nunca igualada en calidad y profundidad por otros- como El invento del maligno. Y una selección de esos textos, titulada Informe sobre la televisión: el invento del maligno, se editó como libro, allá por 2001 (Criterio Libros, Madrid, 203 páginas). Pero, ¿no es una exageración descalificar así a la televisión? ¿Necesariamente es un artefacto peligroso al servicio de oscuras pretensiones de sabe Dios quiénes?
La TV, sin duda, ha transformado nuestras vidas y difícilmente podrían concebirse sin ella: para lo bueno y para lo malo. Al igual que respecto a tantas otras realidades instrumentales -especialmente las nuevas tecnologías- la bondad y razonabilidad de su uso depende, más que nada, del buen juicio, la voluntad y la libertad del usuario: éste puede encender la televisión y absorber pasiva y mansamente todo lo que vomita el plasma… pero también apagarla a voluntad y conforme criterios propios. Lo mismo sucede con internet: puede ser vehículo de libertad, relaciones positivas y contenidos sanos; o por el contrario, una vía al servicio de delitos terribles.
En todo caso, en la subcultura televidente, concurre una circunstancia que la hace muy poderosa: está asociada al ocio; esos momentos privilegiados y anhelados, en que las defensas psicológicas e intelectuales se encuentran bajas, en reposo. De modo que nos encontramos particularmente vulnerables a contenidos, mensajes subliminales y demás mercancías averiadas que rechazaríamos en otras circunstancias.
La televisión, pues, no es un simple instrumento neutral. Por el contrario, ha devenido en un medio de cambio social transformando las mentalidades, de implantación –velis nolis- de nuevas ideas y actitudes hegemónicas al servicio de lo políticamente correcto a escala planetaria. De hecho, los mismos contenidos pueden visualizarse en todos los continentes, estrenándose simultáneamente, en las principales cadenas televisivas del mundo, las denominadas series “de culto”; además de otras muchísimas más de calidad inexistente. Otro ejemplo sangrante de esa uniformización universalista es el de los reality show que comparten formatos y comportamientos. La pregunta que se impone, ante ello, es si esa programación televisiva similar y los reality ¿son expresión de los valores compartidos o, al contrario, pretenden modificarlos en cualquier latitud del planeta? Casi nadie, a estas alturas, lo duda; de ahí que todo el mundo sepa a qué nos referimos cuando se habla de «televisión basura».
La televisión puede ser, veíamos, un medio de cultura, de civilización, de educación cívica… o instrumento al servicio de los poderosos. Lamentablemente, la acumulación anónima y planetaria de capital y la fusión de esos intereses político-financieros con los valores culturales hegemónicos del radical-progresismo, han encaminado a las televisiones por el segundo de los caminos. Y con muy pocas excepciones. Así, si pensamos en España, vemos que dos oligopolios controlan la industria televisiva, su publicidad y casi toda la oferta: Atresmedia TV y Mediaset España.
Afortunadamente, el acceso masivo a internet, la generalización de la denominada “piratería” de contenidos audiovisuales, y el desarrollo de las redes sociales, han permitido que los usuarios puedan elaborarse una televisión “a la carta”: así, eMule, Ares, Torrents, etc., son conceptos/herramientas casi imprescindibles para quienes desean “exprimir” los medios de comunicación visuales y “liberarse” de programaciones rígidas, aburridas y saturadas de publicidad. De modo que, en un entorno sociocultural de marcado individualismo y desvinculación generalizados, por lo que respecta a la televisión, y pese a la gran industria y a la SGAE, la libertad de elección se está abriendo paso gracias a las nuevas tecnologías; pero con los riesgos propios de la sobreinformación, el peso aplastante de lo visual sobre otras formas de ocio y relación social, y el daño colateral del desplazamiento de la letra impresa (libros y periódicos).
En suma, puede afirmarse que viene planteándose, con diversas tácticas y estrategias, una dialéctica de raíz libertaria entre usuarios y poderosos, que persigue que las televisiones puedan servir a personas libres, familias críticas y comunidades activas. Y para facilitarlo, nada mejor que la vía empleada por las asociaciones de usuarios de la comunicación en su -tan singular como desconocida- batalla frente a los magnates de esta industria.
Para rescatar del olvido tamaña gesta, y situar el fenómeno televisivo en su evolución y contexto global, el libro Puré mediático* de María Isabel Martínez Éder -pionera incansable desde hace dos décadas, en que lanzara en Pamplona, con otros, la Asociación Plaza del Castillo de Usuarios de Medios de Comunicación, Telespectadores y Radioyentes- se ha convertido en memoria documental viva de esta existencia semiclandestina.
Puré mediático es un texto narrativo de esa empecinada lucha por una televisión de calidad, respetuosa y responsable con los derechos de los usuarios; especialmente los más desprotegidos. Su balance es muy crítico, de modo que afirma en su página 7: «Ni sucesivos gobiernos, ni oposición, ni defensores del pueblo o del menor, ni códigos de autorregulación, ni Ministerio de Industria, Comercio y Turismo en su apartado de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información, han estado a la altura de las circunstancias. Las personas u organismos sustitutorios de la autoridad audiovisual operante en todo país desarrollado del mundo, han fracasado en España. Es así y ha sido su responsabilidad».
El texto denuncia, especialmente: la vulneración de los derechos de los menores; la inexistencia de una autoridad audiovisual independiente que vele por su cumplimiento; a una televisión basura que es «barata de realizar, crea adicción, extiende el analfabetismo cultural, favorece la degradación ética y social y crea una audiencia acrítica fácilmente manipulable»; el nefasto papel de Radiotelevisión Española; los excesos de la cadena de televisión Telecinco, de la que es socio mayoritario el delincuente internacional Silvio Berlusconi; el incumplimiento de los códigos de autorregulación; la exposición sin límites de violencia y pornografía; la saturación publicitaria; los cientos de emisoras ilegales o alegales; etc.
En su larga trayectoria, estas asociaciones y activistas molestaron, y mucho, a los poderosos; de modo que, en 2003, Telecinco envió a dos periodistas de la revista «Agente de Policía »al despacho de esa asociación, y al de otros activistas, para elaborar un supuesto reportaje sobre niños, violencia y televisión, grabando con cámara oculta imágenes y conversaciones, posteriormente emitidas -manipuladas y descontextualizadas- en «Crónicas Marcianas» y «Aquí hay Tomate», el 22 de diciembre de 2004. Ya en el ámbito judicial, por sentencia Nº 99/2007 del Juzgado de Primera Instancia número 5 de Pamplona se condenó a Gestevisión-Tele5 a hacer público el fallo; lo que se cumplió torticeramente. Así lo resume Maribel Martínez: «La emisión [del reportaje] se llevó a cabo en horas de máxima audiencia, pero la lectura de la sentencia impuesta se realizó en torno a las 2,20 horas de la madrugada el día 7 de octubre, dando fin al programa “La noria”, leída por su presentador Jordi González y deliberadamente confundida con los títulos de crédito».
Maribel atribuye los méritos y éxitos de tan peculiar lucha al conjunto la sociedad española; que según su criterio, no está ni adormecida, ni es indiferente, ni estaría desorganizada.
Discrepo: desde su humildad y entusiasmo quiere atribuir a la sociedad española virtudes que la adornan a ella personalmente y que, en su impecable trayectoria y servicio, se ha ganado justamente con su coherencia e insobornable idealismo. Por el contrario, entiendo que la sociedad española deriva inevitablemente hacia la decadencia: desvinculada, caprichosa, ciega y despreocupada, volátil…
Puré mediático es, pues, un testigo documental clave e imprescindible para conocer la evolución de la TV en España y el empeño de unas minorías activas por humanizarla; pudiendo ser fuente de inspiración, acaso, de otras movilizaciones futuras al servicio de la sociedad y los más débiles.
(*) Puré medíatico. Textos críticos (opinión y datos brutos). Medios de Comunicación –Sociedad en España. 1990-2012. Desde el punto de vista de los usuarios, telespectadores y radioyentes. María Isabel Martínez Éder. Ediciones Eunate. Pamplona. 2013. 498 páginas.
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