No estaban todas las víctimas y sí todo el PP.
Fernando Moraleda es el autor de una de las valoraciones políticas más sintéticas y significativas de la manifestación celebrada en Madrid, el pasado 25 de noviembre, convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Una neta expresión sectaria del pensamiento supuestamente progresista.
Al término de la manifestación celebrada en Madrid el pasado 25 de noviembre, convocada por la Asociación de Víctimas del Terrorismo bajo el eslogan “Rendición en mi nombre ¡no!”, Fernando Moraleda, secretario de Estado de Comunicación, realizó una valoración muy sintética y significativa. “No estaban todas las víctimas y sí todo el PP”, declaró contundentemente. ¿Simple demagogia?
La guerra de cifras, que siempre sucede a toda manifestación controvertida, no debe empañar el análisis de las valoraciones políticas más relevantes, aunque igualmente previsibles. Así, analizaremos esas palabras pronunciadas por Fernando Moraleda.
Inevitablemente, su análisis, sintetizado en esa lapidaria frase que encabeza este texto, nos ha recordado al que realizó Gaspar Llamazares en una ocasión similar: “Se ha manifestado la derecha política”.
En ambas reflexiones subyace una misma mentalidad: quienes han salido a las calles madrileñas, en ambas demostraciones, son la derecha política. Carecerían de legitimidad democrática, según su perspectiva. No serían pueblo; pues tan alto concepto está reservado por las diversas variantes del discurso progresista, más o menos marxista, a “la colectividad movilizada en línea con el inevitable progreso de la humanidad”. Un movimiento social, convenientemente dirigido, que persigue eliminar, una tras otra, las barreras instaladas por el oscurantismo de la reacción, los explotadores y los poderes fácticos; vestigios de un pasado a derruir.
Si antaño esas barreras se eliminaban a golpe de revolución armada, lavándose en sangre los pecados de los opresores, sus herederos proceden ahora con métodos menos expeditivos aunque, acaso, más incisivos: el concurso de unos entusiastas medios de comunicación impulsores del cambio social, la interpretación de las Leyes y el Derecho en clave alternativa, una educación liberadora… Unos instrumentos, todos ellos, al servicio de la utopía y una nueva humanidad. De una ideología, en suma.
No. Quienes se manifestaron el sábado en Madrid -sostienen Moraleda y Llamazares- no pueden compartir ni esa mentalidad ni esos objetivos, resistiéndose a los proyectos de cambio social y político propugnados por las fuerzas de progreso. Se impone, así, una conclusión: no son pueblo. Son reacción… son la derecha política.
Al contrario, “La izquierda somos nosotros, los que nos preocupamos de los demás. Las derechas son quienes se preocupan de sí mismos”. Esa frase, que según José Luis Rodríguez Zapatero procede de una de sus hijas, fascinándole por su intuición y capacidad interpretativa de la realidad, es otra expresión más de esa cosmovisión izquierdista que se arroga en exclusiva el estandarte del manido progreso. Otra frase redonda… Pero, ¿no les suena a aquello de “liberemos a la humanidad a pesar de sí misma”?
¿Unas declaraciones demagógicas?, nos preguntábamos al inicio de este texto. Algo de demagogia hay. Pero, ante todo, el producto de una voluntad utópica que, aunque se estrelle con la realidad en su intento de “asalto a los cielos”, pretende arrojar a la marginación política y al ostracismo social a quienes no compartan sus proyectos. En resumen: sectarismo puro y duro.
Paradójica situación a la que arrastra el utópico discurso de nuestras izquierdas: en nombre del pueblo se intenta neutralizar a la mitad del mismo; disolviendo sus valores, tapando su cultura, y, como no, ahogando sus obras sociales.
Entonces, ¿alguien, duda, acaso, que las ideologías, con sus connotaciones más negativas, hayan muerto?
Revista digital Arbil, Nº 109, noviembre de 2006
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