Los mitos del nacionalismo vasco: de la guerra civil a la secesión.
El prolífico escritor José Díaz Herrera ofrece la «otra historia» del Partido Nacionalista Vasco: la de la traición, la mentira, el juego sucio, la eliminación de cualquier opositor… Y todo ello siempre con la mirada en su único objetivo final: la secesión.
El prolífico escritor José Díaz Herrera nos ha ofrecido ya un nuevo título: Los mitos del nacionalismo vasco. De la guerra civil a la secesión (prólogo de César Vidal, Planeta, Barcelona, 2005, 887 páginas, 27,50 €). Su grueso volumen no debe asustar al lector pues, como en tantas ocasiones, la realidad supera cualquier ficción. No en vano, la historia «oculta» del Partido Nacionalista Vasco (PNV) es apasionante, aunque escandalosa. Y lo es al desarrollarse, en buena parte, en una sucesión de mentiras, traiciones y dobles juegos.
A pesar de sus orígenes en parte cristianos, no ha tenido escrúpulo alguno en eliminar sistemáticamente a cuantos enemigos pudieran hacerle sombra llegada la circunstancia propicia: así, es terrorífica la larga relación de asesinatos de derechistas perpetrados en la Euskadi de Aguirre, ya directamente, ya por inhibición. Su lucha por el control económico de la región y el consiguiente enfrentamiento con las familias derechistas de Neguri, es otro capítulo que Díaz desarrolla ampliamente a lo largo de 7 décadas del siglo XX.
No se puede resumir, en unas pocas líneas, la enorme cantidad de datos, procedentes de documentos clasificados en diversos archivos (Departamento de Estado USA, FBI, CIA, servicios secretos de Italia…), que avalan las tesis sostenidas por el autor. Menciones unas pocas de ellas.
El autor mantiene que el PNV no fue fiel a la Segunda República, ni a lo largo de la guerra civil en el norte, que para los gudaris vascos acaba con la traición de Santoña, ni en la restante. De hecho, durante los tres primeros meses, se inhibió casi por completo. Es más, solicitó reiteradamente pertrechos militares para su ejército; e incluso la costosa ofensiva de Belchite se ejecutó para aliviar la presión sobre el norte, oportunidad que de nuevo desaprovechó Aguirre. El autor nos narra un sorprendente viaje realizado por José Antonio Aguirre por la Europa ocupada por los nazis, llegando a entrevistarse en la misma Alemania con algunos de sus dirigentes; acariciando por un tiempo, incluso, la idea de un «protectorado» en el País Vasco bajo la tutela del «Nuevo Orden». ¿Sorprendente? Ya en América, Aguirre pone a disposición de los diversos servicios secretos norteamericanos sus hombres y contactos de la diáspora vasca, de quienes se sirve para espiar a antiguos compañeros republicanos y a cuantos movimientos subversivos inquietaran a sus nuevos amos. ¿Es un fruto, acaso, de un coherente amor a la libertad de TODOS los pueblos? Por todo ello, la vida política de José Antonio Aguirre, contradictoria, incomprensible en sus cambios, mesiánico e incorregible en sus tácticas, es la columna vertebral del libro, encarnando como nadie, acaso, el espíritu genético del nacionalismo vasco.
No podía ser de otra manera, de modo que entra de lleno en las indiscutibles estrechas relaciones existentes entre el PNV y ETA, entidades, que nacidas al calor del nacionalismo y del seno de las mismas familias en ocasiones, nunca han roto el cordón umbilical que les une, lo que ilustra con detallados episodios bien acreditados. Así, a modo de ejemplo reseñamos aquí, recuerda que a los dos años de su fundación, son detenidos 150 etarras. José María Leizaola, lehendakari en el exilio, envió un telegrama al Departamento de Estado de Estados Unidos, lamentándose que el régimen franquista hubiera apresado a «150 patriotas vascos (…) militantes nuestros». En semejante crisis, el PNV aportó a ETA a unos 300 jóvenes procedentes de su organización juvenil, EGI. Tarradellas, en una ocasión, recriminó a Leizaola sus tratos con los terroristas, advirtiéndole que el PNV terminaría siendo su rehén; a lo que le respondió: «tú ocúpate de lo vuestro, que nosotros nos ocuparemos de lo nuestro». Unos pequeños, pero radiantes, botones de muestra.
Al autor se le advierte especialmente orgulloso de su análisis y descripción del Concierto económico y el cupo vasco, calificándolos de insolidarios al apoyarse tales en falsificaciones y «lagunas» sistemáticas que permiten, con sus ganancias, mantener una tupida red de clientelismo que le sostiene eficazmente en el poder. Discriminatorio e injusto, concluye.
Semejante historial lo explica, el escritor, como lógico fruto de una «una concepción totalitaria y mesiánica del poder». Conclusión que no podemos menos que hacer propia.
Un libro esclarecedor, coherente, apasionante y apasionado.
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 104, abril de 2006
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