Infiltrados. De ETA a Al Qaeda (Editorial Planeta, S.A.).
Jorge Cabezas. “Infiltrados. De ETA a Al Qaeda. Editorial Planeta, S.A. Barcelona. 2004. 272 pp.
La historia de la infiltración de una mujer policía en el comando Donosti y el caso de las escuchas del CESID en la sede de Herri Batasuna de Vitoria, constituyen la excusa para una narración de la evolución y adaptación de los diversos servicios de información españoles al estado democrático y a los retos del terrorismo.
La infiltración policial en el seno de las bandas armadas constituye, en la ya larga historia del terrorismo, una de las técnicas más clásicas y eficaces desplegadas por el estado, para combatirlo, junto al empleo de redes de confidentes. Esas arriesgadas acciones persiguen el mejor conocimiento interno de la estructura real de una organización terrorista y la detención de sus integrantes, evitándose con ello precisas acciones terroristas. En la lucha del estado democrático contra ETA no podían faltan casos relevantes de infiltración que han prestado magníficos servicios. El autor, desde esta premisa, nos narra la historia de la policía que llegó, en su infiltración en los medios abertzales de San Sebastián, en la década de los noventa del pasado siglo, hasta el interior del mismísimo comando Donosti; proporcionando, entre otras, unas oportunas informaciones que permitieron, a Jaime Mayor Oreja y sus colaboradores, concluir que la “tregua” de la organización era aprovechada para fortalecerse.
Con idénticos fines, este tipo de operaciones, de extraordinario riesgo personal para sus protagonistas, se complementa con otras actuaciones, operativas y de inteligencia, en ocasiones en los límites de la legalidad. Por ello, el segundo caso que el autor nos narra extensamente es el de las escuchas del CESID en la sede de Herri Batasuna en Vitoria.
No obstante, este libro es mucho más que la narración de dos peripecias vitales, ya que, ambos episodios -que vienen a confirmar que “la realidad supera cualquier ficción”- son la excusa y el hilo conductor del objeto real del libro: la evolución y el desarrollo de los diversos servicios de información españoles en su adaptación a las exigencias éticas y legales del estado democrático y a las innovaciones tecnológicas de la globalización.
Guardia Civil, Policía y CESID, no siempre compartieron su información. Al contrario, incluso, en algunas circunstancias llegaron a obstruir acciones de los otros servicios; siempre desde una concepción patrimonialista de la información que pretendía retener, a toda costa, al que consideraban terreno propio. Parece ser, así lo asegura el autor, que tales prácticas son cosa del pasado, siendo, algunos recientes éxitos antiterroristas, palpable prueba de ello, a los que ha contribuido notablemente la cooperación judicial y policial francesa.
El libro es apasionante, describiendo -de forma muy amena- la evidente transformación de los servicios de información; lo que se traduce en su creciente cualificación y especialización profesional, la incorporación de nuevos métodos de trabajo, y su actualización tecnológica.
El autor destaca otra circunstancia decisiva para el éxito de la lucha antiterrorista, además de la progresiva eficacia de las fuerzas policiales. Esa no es otra que el preciso momento en que se comprendió –con Jaime Mayor Oreja al frente- que esta lucha no podía limitarse a la desarticulación de los comandos y a la detención de sus dirigentes. Había que combatir a ETA en todos su frentes pues, tal como afirma en su página 231 ”(…) actuaba como un estado en la sombra, ocupando aquellos espacios de la sociedad que en su día serían el recambio para la instauración de un nuevo estado vasco”.
Pero también plantea una circunstancia inquietante. Se nos explica que abundante documentación, requisada a la banda en su día, permaneció durante casi una década sin analizar. Durante aquellos años, en que se consideraba prioritaria la lucha contra la expresión armada de ETA, otras posibles vías de trabajo se descartaron. Posteriormente, el análisis de tales informaciones fue determinante para la ilegalización de diversas formaciones abertzales, la desarticulación de parte del aparato de extorsión de la banda y del de finanzas, o para la suspensión del diario Egin. De haberse dedicado, entonces, más medios humanos y materiales, previo análisis táctico y la correspondiente decisión de los máximos responsables de la seguridad nacional, tal vez se habría acortado este largo camino, evitándose con ello muertes y sufrimientos. Todo ello exige a los gestores de los servicios de información, un riguroso trabajo de inteligencia; y a los gobernantes y políticos, facilitar esa labor con todas sus consecuencias.
El libro estaba pensado para hablar de los servicios de información en su lucha contra ETA, pero los terribles sucesos del 11 M han obligado al autor, sin duda, a realizar una pequeña incursión en el mundo del terrorismo islámico. Y allí manifiesta un durísimo juicio de valor. No es comprensible que una banda de vulgares delincuentes aficionados, muy conocidos y bastante controlados por alguna unidad policial, lograra golpear de forma tan dura a la sociedad española. Huyendo de teorías conspiracionistas, a las que no concede crédito alguno, el escritor se decanta por la explicación más sencilla: más que por otra razón, se pudo consumar la masacre, ante todo, por la incompetencia profesional de los policías que mantenían contactos y confidentes en ese entorno. Pero este tremendo fracaso no puede, no debe, enmascarar una realidad evidente: se ha progresado notablemente en la lucha contra ETA, hasta el punto de doblegarla.
En cualquier caso, el libro señala un camino sin retorno en el que deberán transitar los servicios de información españoles en su lucha contra todos los terrorismos: la anticipación a las acciones terroristas mediante un paciente trabajo de inteligencia, también a través de la infiltración en las redes terroristas y otras acciones operativas, pero siempre desde la legalidad y con cobertura judicial en los supuestos en los que pueda existir conflicto con alguna libertad individual o pública.
El Semanal Digital, 16 de octubre de 2004.
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