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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Un archivo para la memoria colectiva de Navarra.

Una interesante exposición, que permanecerá abierta hasta el 30 de septiembre, nos introduce en la memoria histórica y colectiva de Navarra, a través de setenta documentos representativos del Archivo Real y General de Navarra; cuya nueva sede es obra arquitectónica del genial tudelano Rafael Moneo.

 

Archivo: un palacio para la memoria.
                Hasta el próximo 30 de septiembre, puede visitarse, en el corazón de Pamplona, la exposición Archivo: un palacio para la memoria, organizada por el Departamento de Educación y Cultura del Gobierno de Navarra e inaugurada por los Reyes de España el pasado 28 de marzo.
                Bajo ese sugestivo nombre, en ocho vitrinas correspondientes a otras tantas secciones, se muestran 70 documentos (fechados entre los siglos XI y XX) que intentan acercar al visitante, con criterio pedagógico, a las fuentes documentales de la memoria colectiva navarra, a saber: el espacio, los poderes políticos, la población, la vida cotidiana, los hechos históricos más relevantes, algunos personajes extraordinarios, los antepasados (una genealogía individual) y, por último, la historia de una localidad.
Destacan dos documentos excepcionales: el Ceremonial de la coronación, unción y exequias de los reyes de Inglaterra (del siglo XIV, tal vez el más relevante del Archivo, por su belleza y delicadas miniaturas), y el Registro de Cuentas del Hostal de la Reina (de 1398, diario de gastos procedente de la Cámara de Comptos).
Añadiríamos, nosotros, como de cierta relevancia, un documento del rey Sancho VII el Fuerte, en el que figura como símbolo real el Arano Beltza o águila negra; uno de los primeros empleados por los reyes de Navarra antes de que adoptaran las cadenas y la esmeralda, procedentes ambos de la batalla de las Navas de Tolosa (1212). Este símbolo es especialmente conocido, en la actualidad, por su empleo político, con carácter independentista vasco, por los abertzales radicales de Batasuna. Con fondo amarillo, se ha popularizado su empleo en pegatinas, colgantes, pendientes… atribuyéndosele un arbitrario significado vinculado, a modo de forzada justificación histórica, a un presunto reino vasco. Nada más absurdo que atribuir a un símbolo de este rey -de indudable vocación hispana acreditada por su participación en una gesta clave de la Edad Media española- una significación relacionada con los precursores nacionalistas; como si se tratara de un supuesto monarca panvasco, remoto antecedente de los modernos nacionalismos vascos, sabiniano y radical.
                Y también encontraremos en la exposición mapas, grabados, actas de las Cortes, concesión de fueros, cartularios, partituras musicales, censos y diversos contratos privados (algunos redactados en árabe y hebreo)…

 

El palacio de los Reyes de Pamplona.
                Esta exposición está emplazada en la sala medieval abovedada del Palacio de los Reyes de Navarra en Pamplona, posteriormente del Virrey y, por último, Capitanía militar.
                Construido por Sancho VI el Sabio en 1190, ha sufrido diversas vicisitudes, de ahí sus sucesivas denominaciones, hasta convertirse en la sede del presente Archivo.
                Después de una extraordinaria restauración, diseñada por el arquitecto navarro Rafael Moneo, a partir de otoño de 2003, en que se trasladarán los fondos documentales previstos, se convertirá en el mayor archivo de Navarra, junto al existente en el Museo Diocesano de Pamplona.
                Moneo recupera, del antiguo y muy deteriorado edificio medieval, algunos elementos originales, integrando una nueva torre que servirá como silo para el patrimonio documental del archivo, junto a un luminoso patio acristalado que conecta ambos edificios. Y siempre empleando el mismo tipo de piedra, buscando también la armonía con los colores de sus vetas. De esta forma, luz, color y espacio se integran en una moderna síntesis que no puede entenderse sin un conocimiento y respeto de los elementos góticos supervivientes a tantos años de incidencias.

 

En el corazón de Pamplona.
                Pero no es la única atracción que ofrece hoy día la parte vieja de Pamplona a sus visitantes y amigos. Allí existen numerosos puntos de encuentro con su larga historia.
                Muy cerca, en el entorno de la ciudad antigua, encontramos al Museo de Navarra, las Iglesias góticas de San Cernin y de San Nicolás, la catedral de Santa María (en su mayor parte gótica, con fachada neoclásica de Ventura Rodríguez), el Museo Diocesano con su biblioteca y archivo, el Palacio Episcopal (siglo XVIII)… y otras iglesias, fuentes y edificios insignes que nos hablan del pasado de la ciudad y de su carácter. Todo lo anterior inscrito, además, en el impresionante recinto amurallado que rodea gran parte de este barrio, progresivamente despoblado en beneficio de los nuevos construidos a partir del siglo XIX, ya convertido en una red de calles y plazas peatonales, concebidas para el comercio y el paseo sosegado...
                Navarra y los navarros siempre han tenido una buena memoria histórica. El gusto por lo propio, la valoración positiva del pasado, un estudio y conocimiento certeros del mismo y de la propia historia; todo ello ha caracterizado a estas gentes. No obstante, el impacto de las ideologías también ha cautivado a otros de ellos que, con empeño proselitista, han introducido claves falsas para reinterpretar esa herencia, distorsionándola. Por ello, la presentación de estos significativos vestigios, de una manera austera  y casi desnuda, debe facilitar el reencuentro de los navarros con su propia tradición, despojados de prejuicios ideológicos que deforman la percepción de la historia y la realidad.
                Por ello esperamos que, esta exposición, sea la avanzadilla de otras futuras que nos permitan conocer más documentos de interés para la memoria histórica de Navarra: que no muera aquí esta iniciativa, que se prolongue en el tiempo con otras acciones culturales y contribuya, de esta manera, a la configuración mental y vital de las nuevas generaciones. Así, en constante diálogo con expertos y profanos, podrá este Archivo formar parte de la vida de Navarra.
                Esta exposición, además, para los visitantes no navarros, puede suponer la aproximación a una larga historia, que nos alcanza hoy, y que es imprescindible para comprender la realidad de España.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 71 – 72, julio – agosto de 2003.

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