Nacionalismo vasco y marxismo-leninismo: consideraciones en torno a la naturaleza de ETA (II).
El PCE(r)-GRAPO comparte con ETA un conjunto de presupuestos ideológicos y estratégicos derivados de la teoría y práctica marxista-leninista en su versión maoísta. Sin embargo no es comparable el respectivo apoyo social alcanzado. Esta constatación, ¿qué significa?
Con la pretensión de adentrarnos en la naturaleza de ETA, en el anterior artículo, publicado en el número 70 de esta publicación digital, analizábamos algunos factores significativos en la formación e historia de la organización terrorista PCE(r)-GRAPO, especialmente su vinculación al maoísmo y a la técnica de la “guerra popular y desgaste” diseñada por Mao como eficaz instrumento subversivo total. Veamos otras cuestiones que inciden directamente en la naturaleza de ETA: el impacto de la ideología y su vinculación e implicación con el nacionalismo vasco.
El factor “ideología”.
Finalizábamos el anterior texto con una pregunta. Recordemos. No pudiendo explicar la asombrosa capacidad de regeneración del PCE(r)-GRAPO, después de sus numerosas caídas, se acuñó la teoría de la infiltración, ya de la extrema derecha, ya de servicios de información extranjeros. Pero tales teorías ¿eran verosímiles? En definitiva, ¿en qué factores radicaba esa sorprendente capacidad de movilización y de regeneración?
La explicación es mucho más sencilla, que la antes propuesta, y la proporciona el historiador Pío Moa en el libro De un tiempo y de un país (Ediciones Encuentro, Madrid, 2002), donde narra sus peripecias en la extrema izquierda política española y en esa organización concreta. El factor explicativo de este fenómeno es el impacto, en un concreto colectivo humano, de la ideología, entendida como un conjunto explicativo, aparentemente racional, mediante una serie limitada de leyes sociales, económicas e históricas, de toda la realidad y actividad humanas. Ahí radica la diferencia de cualquier ideología con el cristianismo: la ideología interpreta la realidad; el cristianismo la afronta con todos sus factores en juego.
En la presentación del citado libro en el Ateneo de Gijón, realizada hace unos meses, Pío Moa resumía, en tres, las causas del atractivo del marxismo, “además de la avidez de poder y el rencor social por él fomentados”:
1) Una explicación aparentemente científica de toda la realidad humana. En la nueva sociedad el hombre se desarrollaría plenamente, superando las alienaciones que lo limitaban. El mal radicaría en el exterior del hombre. Eliminado ese mal estructural, se implantaría una nueva sociedad. No obstante, en muchos casos, según el autor, “se creía en la supuesta ciencia porque prometía la utópica sociedad anhelada”.
2) El carácter épico de una lucha universal contra las fuerzas enemigas del inevitable avance de la humanidad, “una reedición de la lucha de los titanes contra los dioses, el asalto a los cielos, como expresaba agudamente Marx utilizando la mitología griega”. De ese impulso brotaría un “prodigioso empuje de agresión, así como una capacidad asombrosa para mentir, calumniar, desfigurar la realidad, tácticas siempre justificadas en pro del fin grandioso”.
3) Su éxito práctico: la implantación del comunismo en un tercio del mundo, la derrota de Estados Unidos en Vietnam, la extensión de los movimientos comunistas en todo el mundo...
Desvanecido parte del sueño comunista en los últimos años, sobrevive en occidente en algunas formas degradadas, influyendo en movimientos tercermundistas, ecologistas, feministas, radicales, antiglobalización…
La violencia del PCE(r)–GRAPO tuvo, por otra parte, algún efecto inesperado: moderó al histórico PCE y a las otras fuerzas marxistas, que buscaron diferenciarse del terrorismo ciego desatado por esa organización que no sólo no logró la ansiada insurrección, sino que generó un profundo rechazo en todos los medios sociales y la opinión pública española.
Algunos medios de comunicación, adoctrinados en muchos casos en esa misma extrema izquierda, en los aledaños del PCE o en un socialismo marxista que ahora nos suena a vetusto, no podían explicarse -no podían aceptar- que esos sanguinarios terroristas procedieran de sus mismas factorías intelectuales, del mismo humus humano e ideológico. Por ello, para justificarse, inventaron esas exóticas teorías acerca del origen e impulso del PCE(r)-GRAPO. Pese a tales intentos, la explicación era bastante sencilla, existiendo otros muchos casos similares en la historia: un grupo humano se movilizó impulsado por una lectura muy particular del marxismo, persiguiendo una sociedad utópica al igual que los demás marxistas y comunistas a lo largo de la historia, sin reparar en medios, costes y sacrificios. De hecho, hoy día, los supervivientes en activo del PCE(r) - GRAPO siguen justificando su existencia con un análisis ideológico puro y duro, alejado de la realidad, en el que repiten los tópicos manejados hace treinta años. Así afirman, todavía hoy y de manera nada realista, que “Claro que no les interesa explicar por qué los GRAPO han permanecido en la brecha durante tanto tiempo y hayan logrado más de una vez poner al Estado contra las cuerdas, pues de lo contrario tendrían que reconocer también, entre otras cosas, primero, la permanencia del régimen fascista y, segundo, la existencia en nuestro país de un partido comunista verdaderamente revolucionario, firme y bien cohesionado, que aplica una línea política justa de resistencia y no escatima ningún apoyo a la organización guerrillera” (Esos "extraños y oscuros GRAPO", artículo de Antorcha nº 3, junio de 1998, publicación digital próxima a la organización).
El ingrediente nacionalista.
Hemos constatado, con todo lo anterior, la capacidad de seducción de muchas voluntades por parte de las ideologías, por el marxismo en concreto, hasta el sacrificio personal. Pero, creemos, la mera ideología marxista no es explicación suficiente para el arraigo del MLNV en su caso. El PCE(r)-GRAPO nunca alcanzó el éxito del MLNV; no supo desarrollar una “política de masas” que le proporcionara un amplio colchón humano. Por ello, se fue extinguiendo hasta convertirse en un residuo sectario alejado por completo de la realidad, con derivaciones y comportamientos netamente mafiosos.
Pero, la pregunta que podemos y debemos hacernos, es: si PCE(r)–GRAPO y ETA comparten una parte sustancial de sus presupuestos ideológicos y estratégicos, ¿por qué el primero fracasó estrepitosamente y el segundo se consolidó?
ETA, evidentemente, también infectada por el virus de la ideología, es otra cosa. Recordemos sus orígenes. ETA nace en el seno del nacionalismo vasco, se desarrolla en ese común “humus” e incorpora en las décadas siguientes –esa es la razón de su éxito- numerosos ingredientes marxistas y cuantas novedades antisistema le permiten crecer y ensanchar su primitiva base social. ETA, por tanto, no sólo es marxismo. Es, ante todo, nacionalismo vasco, si bien, muy distinto al de sus mayores del PNV. Sin duda, esta tesis no la comparten los autores de Goiz Argi que mencionamos en el artículo anterior. Para ellos, y no sólo en los artículos citados, el MLNV instrumentaliza la cuestión nacional en aras de una estrategia revolucionaria antisistema, similar a la practicada en otros lugares de todo el mundo. Una opinión también asumida, entre otros, por el anterior lehendakari Ardanza, quien planteó a la Asamblea Nacional de su partido en febrero de 1996 la necesidad de “desenmascarar, ante las propias bases del MLNV y ante toda la sociedad, el auténtico proyecto estratégico de la actual dirección de la Izquierda Abertzale. Su carácter esencialmente revolucionario y anti-sistema, así como su intención manipuladora de la «cuestión nacional», deberán quedar al descubierto. Sería el modo más eficaz de provocar en el MLNV las contradicciones internas necesarias para que el soporte social abertzale del Movimiento comience a cuestionar el proyecto político de la actual dirección y, con él, el sentido y la utilidad de la «lucha armada»”.
En el País Vasco, la manifestación específica de la subversión marxista universal, en su vertiente marxista-leninista, sería para Goiz Argi y Ardanza, en definitiva, ETA y su MLNV. Tal organización no sería nacionalista vasca en absoluto, sirviéndose de un barniz nacionalista a efectos puramente tácticos.
Por nuestra parte, y en contra del criterio anterior, creemos que, en ETA y el MLNV, marxismo y nacionalismo se funden en una nueva teoría y práctica, en una organización social completa de nuevo cuño, generadora de un modelo totalitario de vida; una nueva sociedad en germen que avanza consolidando espacios de poder abertzale. Pero, por si hay dudas acerca de su naturaleza íntima, tendremos que remitirnos, además de lo que dicen de sí mismos, lo que dicen de ellos los demás, particularmente, los que se proclaman, por encima de todo, nacionalistas vascos. Y aquí no hay dudas.
Para la mayor parte de los actuales dirigentes del PNV y de EA, el conjunto del MLNV es, ante todo, una expresión más del nacionalismo, otra columna vertebral sobre la que construir la futura nación vasca, aunque mediante técnicas y tácticas dispares. Ese es el criterio de Xavier Arzalluz y la actual dirección jelkide. Y la prueba material de ello es el plan Ibarretxe, concebido como un acuerdo entre nacionalistas, propio de una comunidad nacionalista que intenta configurar una nación. En el libro ETA. El saqueo de Euskadi (José Díaz Herrera e Isabel Durán, Editorial Planeta, Barcelona, noviembre de 2002) en su página 669 se reproduce la transcripción de una esclarecedora conversación entre responsables del PNV y Herri Batasuna, celebrada el 26 de marzo de 1991. Xavier Arzalluz afirmó ante sus interlocutores radicales: “Nosotros somos los de siempre, nacionalistas. Sin revolución, sin marxismos ni tiros, pero con los mismos objetivos que vosotros. En el futuro, en el País Vasco sólo van a quedar dos fuerzas nacionalistas, el PNV y HB, por lo que habrá que pensar en algún tipo de colaboración”. Es decir. El PNV encarnaría el nacionalismo de siempre; mientras que el MLNV constituiría una suerte de neonacionalismo a causa de sus novedosas incrustaciones ideológicas.
Por otra parte, las organizaciones políticas y entidades de carácter cultural que no renuncian a su identidad marxista, no se reconocen en absoluto, salvo marginales excepciones, con el mundo abertzale; considerándolo, es más, una peligrosa perversión nacionalista, incluso pequeño-burguesa.
En conclusión: el MLNV es, ante todo, una organización nacionalista vasca.
Pero, en este caso, concurre otro factor que también explica, al menos en parte, el relativo éxito social y político del MLNV. Partamos de una premisa previa. No olvidemos que el nacionalismo vasco llamado moderado ha disfrutado –y disfruta- de los recursos derivados del ejercicio de una gran cantidad de competencias políticas de enorme repercusión cultural y económica (Gobierno Vasco, Juntas Forales, entes locales…) Y para ilustrar tales afirmaciones nos limitaremos a remitirnos a las muy conocidas denuncias efectuadas en este sentido, a través de decenas de casos concretos, por el citado matrimonio de periodistas en su libro. Mencionemos un aspecto muy concreto. El PNV ha empleado la euskaldunización de la sociedad como instrumento para la construcción nacional, para configurar una conciencia nacional que buena parte de la población vasca carecía. En el citado libro todo indica que la euskaldunización de la población adulta la ha dejado el PNV en manos de AEK, cuya vinculación con el MLNV es innegable. Y no es el único caso. En definitiva, el MLNV también se ha servido de espacios legales, beneficiándose de la periferia del poder de algunas instituciones públicas. Por el contrario, el PCE(r)-GRAPO nunca se aproximó en modo alguno a posiciones análogas.
Son dos, por tanto, las causas que han impedido que la violencia de ETA no quedara ahogada: un movimiento social vivo y potente que se alimenta de una realidad preexistente (el nacionalismo), que no parte de cero; y unas estructuras estatales inhibidas ante su violencia o que, incluso, le ofrecen un espacio propio en la vida pública, posibilitando experimenten nuevas fórmulas de liberación nacional y de construcción social alternativa con cierto amparo normativo.
El PCE(r)–GRAPO, como prototipo de organización marxista–leninista ortodoxa, extremadamente rígida, fue –sigue siéndolo- irrealmente dogmática. No gozó, en ningún momento, de las ventajas de las que se ha beneficiado el MLNV y que le han permitido extenderse y consolidarse: pertenencia a una superior comunidad más amplia, y cierta simbiosis con algunas expresiones del poder público detentado por los afines. No estaba anclado en la periferia de un poderoso partido comunista oficial del que poder alimentarse, sino en la marginación más absoluta, despreciado por un PCE más preocupado en su propia continuidad que por desarrollar un programa revolucionario. Y tampoco encontró tregua alguna por parte de los aparatos del Estado y de los medios de comunicación.
Ambos factores (pertenencia a la comunidad nacionalista y proximidad al poder público detentado por los nacionalistas en el Gobierno Vasco y otras instituciones) explican las notables diferencias existentes entre las dos organizaciones terroristas, pero que se remiten, en ambos casos, al poder seductor y manipulador de una ideología totalitaria enemiga de la persona; que, en el caso de ETA, cuenta con la sorprendente complicidad de un partido burgués, antaño católico, cuya razón exclusiva de ser es el nacionalismo.
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 71 y 72, julio-agosto de 2003
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