Steven Spielberg en ruta hacia El Dorado.
Una película infantil, proyectada en los cines de gran parte del mundo en las pasadas fiestas navideñas, refleja una imagen errónea, hecha a base de tópicos, sobre los conquistadores españoles. Pero también contiene algunos elementos de cierto interés.
Introducción.Steven Spielberg mediante su productora DreamWorks SKH, especializada en el cine de animación y los efectos especiales, se encuentra enzarzado en una dura pugna con la Disney por la obtención del liderazgo en este tipo de producciones, mayoritariamente dirigidas al público infantil; un segmento de progresiva mayor capacidad de consumo en el mundo desarrollado, de la mano de sus padres y familiares más directos.
El producto cinematográfico lanzado estas pasadas fiestas navideñas por esta factoría, y proyectado en buena parte del mundo, ha sido “La ruta hacia El Dorado”, una película en la que confluye la acción y el humor, el exotismo y la magia, la animación más perfecta y la música; todo ello sobre una discutible base histórica. Ha sido recibida con buenas críticas que avalan, en su mayoría, el juicio descriptivo anterior, considerando que la película está caracterizada, en sus aspectos formales y argumentales, como una producción equilibrada, mezcla de musical y película de aventuras.
Una magnífica banda musical elaborada por músicos de primera magnitud (Elton John) y versionada al español por el cantante Sergio Dalma, jalona los acontecimientos fundamentales de la película (89 minutos de duración), tal como ya se hiciera en otra extraordinaria producción de DreamWorks SKH, “El Príncipe de Egipto”; todo ello en la línea de la mayoría de estos productos dirigidos al público infantil.
Sin duda el consumismo cinematográfico ha llegado a este público. Antaño, a lo sumo, era presentada una película de animación al año por la Disney. En la actualidad son varias las productoras enzarzadas, en esta lucha por la captación del público infantil, que lanzan no una, sino dos y hasta tres películas por año. Y tales películas están acompañadas por todo tipo de productos complementarios, toda una parafernalia accesible merced a un sustancioso desembolso económico, que encontramos en establecimientos especializados, hipermercados e, incluso, tiendas de “descuento”.
El argumento de la película.
Hacia 1519, dos pillos españoles, Tulio y Miguel, huyen de unos marinos a los que han timado en un juego, gracias a unos dados trucados, y de los que han obtenido un mapa que, presuntamente, puede dirigirles a la mítica ciudad de “El Dorado”. En la huida, accidentalmente, se embarcan en un barco de la expedición de Cortés (suponemos que se refieren a Hernán Cortés, conquistador de Méjico). Este histórico conquistador español nos es dibujado con una enorme figura, sombría y temible, un líder guerrero que en su arenga al pueblo que les despide al inicio de su expedición, en el puerto andaluz de partida, la finaliza con los gritos: ¡Por España!, ¡Por la gloria!, ¡Por el oro! Primer tópico: el oro como motor real de la conquista.
Nuestros simpáticos protagonistas (de una increíble expresividad para tratarse de dibujos animados, a los que dan voz Jorge Pons y Joel Joan) lograrán zafarse de Cortés y llegarán a las costas del nuevo mundo. Una vez allí, tras algunas peripecias, son recibidos por los amerindios de la ciudad de “El Dorado”, que descubrirán gracias a ese mapa; aislado enclave únicamente accesible a través de un peligroso río subterráneo, oculto por una enorme cascada. Los habitantes de El Dorado, no dudarán, por la mera coincidencia gráfica de una profecía grabada en roca, en considerarles dioses.
Advertidos de la confusión, Tulio y Miguel intentarán comportarse como tales, si bien su último objetivo sigue siendo hacerse con la mayor cantidad de oro e intentar regresar a España. En ese proyecto, una indígena a la que salvaron, pues había robado oro de un templo en un intento de escapar de El Dorado y conocer otras realidades, la inteligente y sensual Chel (a la que pone voz nuestra internacional Victoria Abril), se convertirá en su principal apoyo, unidos en una peculiar comunidad de intereses. Otro apoyo inesperado será el proporcionado por el cacique local, enfrentado a un cruel sumo sacerdote para el que los sacrificios humanos son la mejor manera de agradar a los dioses (a los del “más allá” y a los recién llegados).
En la interpretación y en los límites de su papel como dioses, Tulio y Miguel chocarán. Uno de ellos se inhibe ante lo que ocurre, siendo el objetivo inicial –el oro- su única obsesión. Por el contrario, el otro pillo conocerá y tratará con las amables gentes de El Dorado, llegando a acariciar la idea de permanecer entre ellos hasta el final de sus días, considerando que allí podría ser feliz.
Defenestrado el sacerdote, accidentalmente se pondrá al servicio de Cortés, quien con su ejército amenaza El Dorado; pero gracias a un ingenioso plan ideado por los pillastres, sellarán el acceso a la mítica y feliz ciudad, arruinando a la vez sus respectivos sueños de oro y felicidad, respectivamente, en aras de un bien superior.
Algunas reflexiones.
En la canción inicial de la película se dice que El Dorado era lo más parecido al mítico Edén, aunque paradójicamente descubramos, conforme avanza la película, que en ese paraíso es práctica habitual la realización de sacrificios humanos rituales.
En ese sentido queda claro en la película que, hasta la llegada de los españoles, los sacrificios rituales humanos, que repugnan a nuestra conciencia moderna tanto como a la de nuestros antepasados (católicos españoles, no lo olvidemos), eran una práctica asumida por la mayoría de los pueblos y civilizaciones amerindias, de dimensiones monstruosas en muchos casos, y que desapareció con la “conquista”. Al menos este aspecto de la película es positivo, pues dos pillos, que viven del chanchullo y el engaño, merced a su indudable formación cristiana y a la mentalidad que la pertenencia a un pueblo religioso y cristiano les había proporcionado, son capaces de afrontar esa terrible situación desde la acción, haciendo prevalecer una moral natural avivada por su fe, por encima de sus propios intereses.
Otro aspecto positivo es el mestizaje, característico de la conquista española en contraste la práctica de anglosajones, alemanes y franceses, que anticipa la película en la relación amorosa surgida entre la peculiar Chel y el más pragmático de nuestros pillos españoles. Otro ejemplo más de la mentalidad abierta, incluso “humanista”, de los conquistadores españoles, que es recogido en la película.
Pese a los aspectos positivos anteriores, en contraste con otras películas de este productor en las que destaca por su fidelidad histórica, vemos que hay algunas lagunas importantes. No es comprensible la ausencia de cualquier referencia al cristianismo, salvo la simbólica de las cruces pintadas en las velas de los barcos de la expedición de Cortés.
La figura de Cortés es sombría y temible, ya lo hemos dicho. Es descrito en unos breves trazos, como un jefe militar implacable al que mueve el oro fundamentalmente. Sin duda ello constituye la gran falsificación de la película, que asume las teorías al uso “políticamente correctas” y los tópicos mayoritarios. Aquí se olvida, por completo, el motor religioso de la conquista de las Indias por los españoles, un pueblo de mentalidad íntegramente católica, para el que toda actividad pública y privada tenía una indudable referencia moral y un concreto y práctico sentido de la eternidad desde la experiencia cristiana.
No por estas consideraciones vamos a dejar de ir a ver esta película con nuestros hijos, pero es importante explicarles estos aspectos. Y será un ejercicio de fidelidad histórica, así como de caridad cristiana, alegar estas razones en cualquier conversación que se presente con familiares o compañeros de trabajo en la que salga a relucir esta película.
En la película del mismo productor, El príncipe de Egipto, los personajes están mejor perfilados, sus descripciones son más precisas y en el desarrollo de la película se evidencian las concretas convicciones religiosas de Steven Spielberg. Seguramente, valor para reconocer la realidad objetiva de los hechos y convicciones han faltado, en esta película, para que su resultado fuera del todo fiel a la realidad histórica.
Anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 41, enero de 2001.
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