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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Reseñas bibliográficas

Breve historia de Guipúzcoa y sus instituciones

Breve historia de Guipúzcoa y sus instituciones

 

Un libro que mereció mejor suerte

El pasado 22 de mayo de 2013 se presentó en el Hotel Londres de San Sebastián el libro Breve historia de Guipúzcoa y sus instituciones*, editado por La Fundación Popular de Estudios Vascos, una entidad vinculada al Partido Popular vasco.

La tarde, pese a lo avanzado de la primavera, era gélida: una espesa niebla cubría la ciudad, rota por rachas de lluvia que golpeaban a los escasos viandantes con su norteña furia.

Con todo, el pequeño saloncito del piso primero del hotel casi se llenó de público, a la espera de las palabras del profesor José Luis Orella Martínez, su autor, de la Universidad San Pablo – CEU de Madrid. En cualquier caso, la asistencia y entusiasmo de los concurrentes contrastó con la manifestada el anterior día 10 del mismo mes en que Santiago Abascal y María San Gil presentaron, en un abarrotado salón principal del mismo hotel, la Fundación para la Defensa de la Nación Española.

El libro, de entrada, presenta una peculiar síntesis simbólica-material: una temática guipuzcoana, escrita por un autor navarro y con subvención del Gobierno Vasco y la Diputación Foral de Vizcaya…, para que luego se diga que España no existe.

Este comentarista, como navarro, debe confesar que casi siempre experimenta, a priori, cierta lejanía, cuando no antipatía, por las temáticas guipuzcoanas; pese al embrujo que le acometen en su ánimo los verdes paisajes y sus bravías costas, el paseo por la calles de San Sebastián, Tolosa, Azpeitia, Fuenterrabía… Pero si un mérito, además de otros que destacaremos después, posee este texto, es su capacidad de entusiasmar al lector con la historia que describe: con ese estilo académico que caracteriza al autor, adornado de sugestivos enunciados metafóricos, haciéndole partícipe de una gesta colectiva que no es otra que la contribución guipuzcoana a la empresa española, deshaciendo de paso no pocos lugares comunes de una historiografía nacionalista panvasquista que habría que caracterizar definitivamente, ante todo, como mítica. Así, las cosas, lo leí de un tirón, generándome sus contenidos no poca curiosidad y simpatía hacia nuestra “hermana” Guipúzcoa.

Si algo permite internet es rastrear, en sus redes, la pequeña –o grande- historia de un libro. Ya en su día me asombró que ni siquiera la propia fundación editora se hiciera eco de la convocatoria en su web. Tampoco el Partido Popular vasco lo hizo. Y ello contrastaba con el cariño con que el presentador habló del libro, dirigiéndose en diversas ocasiones al autor con incuestionable deferencia y aprecio.

Desde entonces, el libro parece estar “muerto”: aunque todavía en distribución en unas dos docenas de librerías, merecería más entusiasmo y afán proselitista. Pues, ¿no estamos cansados de que se nos diga que la lucha por las libertades, frente al totalitarismo nacionalista, también en el País Vasco y Navarra, es ante todo cultural y metapolítica? Con la presentación “se cubrió el expediente”, parecían gritar los hechos: se justificaba una partida, se engrosaba una agenda de actividades… Pero, si editas un libro con convicción y perspectiva táctica, ¡lo difundes!, ¡animas a reseñarlo!, ¡lo donas a bibliotecas públicas y privadas!, ¡hablas de él en las redes sociales!... Acaso me equivoque, pero creo percibir que no sucedió así. Lástima. Se lo merecía; se lo merece. Otra prueba más, en suma, de que para muchos, incluyendo centro-reformistas y similares, la cultura sería patrimonio del radical-progresismo.

Reproduciré, parcialmente, el índice del texto, como expresión de lo sugestivo del tema: En la penumbra del origen. El alumbramiento de Guipúzcoa por Clío. Anatomía económica de una provincia con iniciativa (Ferrerías, navegación marítima, Mediterráneo, Flandes, Francia…). Los Reyes Católicos, Señores de Guipúzcoa. Bajo el gobierno del César Carlos. Defendiendo los mares de Felipe II. Guipúzcoa deslumbra en el Siglo borbónico de las Luces. Bajos los colores nacionales de la bandera. La España de los ciudadanos. En el paraíso liberal, la lucha por la supervivencia foral. ¿Cabe una propuesta más sugerente? Por ello, y con permiso del autor, me permito reproducir su introducción, como marco historiográfico del itinerario propuesto.

«La necesidad de recoger lo acontecido de una forma historiográfica se inicia en las provincias vascas con el vizcaíno Lope García de Salazar, jefe banderizo, quien en su reclusión escribirá Bienandanzas e fortunas, donde inicia su historia con la creación del mundo, la historia de Israel, Grecia, Roma, los reyes visigodos, la invasión árabe, los reyes de Castilla y los sucesivos señores de Vizcaya. Pero, quien será el máximo exponente de la crónica en el siglo XVI, será el guipuzcoano Esteban de Garibay, que en su Compendio Historial recoge la mayor parte de los mitos cantábricos que los autores tradicionales divulgarán, como la descendencia de Tubal, la iberidad del vascuence, la nobleza universal, el pactismo libre con Castilla etc. Habrá que esperar al siglo XVIII para encontrar en la obra del P. Larramendi, uno de los ilustres cronistas de la provincia, una defensa foral de la provincia ante los intentos centralistas de corte francés, Corografía de la Muy Noble y Leal Provincia de Guipúzcoa, pero donde asume los mitos tradicionales de los autores anteriores a él. A partir de entonces, esa visión será combatida por obras como la de Llorente, Noticias históricas de las tres provincias vascongadas, en las que existe un espíritu crítico hacia el régimen foral.

Sin embargo, la temática foral será la central en la historiografía sobre la provincia, y la obra cumbre de finales del XIX donde se describe la vida de la provincia, será en Noticias de las cosas memorables de Guipúzcoa de Pablo Gorosabel. Un buen intento de conciliar el liberalismo con el foralismo guipuzcoano. Pero una persona que destinará parte de su vida a la recuperación de guipuzcoanos ilustres fue Nicolás de Soraluce, autor también de la Historia de la Muy Noble y Muy Leal Provincia de Guipúzcoa. Desde entonces, la historiografía local estuvo dominada por la visión liberal o carlista, y tomando como base al P. Vasco en conjunto o la provincia de Vizcaya, quedando Guipúzcoa en un segundo término. Entre las excepciones estaría la Provincia de Guipúzcoa de Francisco Elías de Tejada, trabajo bien vertebrado desde una óptica tradicionalista. No obstante, desde 1965 se procedió a toda una renovación de la historiografía que aportó el volumen de los estudios de la provincia. El trabajo desarrollado por Arocena, Basas, Caro Baroja y Mañaricúa será continuado por José Ángel García de Cortázar, Emiliano Fernández de Pinedo, Alfonso de Otazu, Montserrat Gárate y Carmen Postigo, quienes marcarán camino en las épocas medievales, modernas y los campos especializados de la economía, sociología e instituciones. No citamos a los de Contemporánea porque queda fuera del límite de este trabajo. Pero el trabajo siguiente es deudor de sus investigaciones y de sus continuadores».

Por todo ello, animo a los responsables de la edición y depósito de este libro a difundirlo en un nuevo impulso: especialmente vía internet como e-book; ¡sean audaces! 

El esfuerzo merece la pena, pues, tal como concluye y anuncia el propio texto en su contraportada, « (…) pretende describir como una tierra de hombres orgullosos de su hogar y del linaje de su estirpe, nunca tuvieron el menoscabo de aunarlo con un espíritu universal. Sus marineros y soldados llegaron hasta los confines de la Tierra de Fuego, mientras que sus misioneros se esparcieron por el mundo, llevados por aquel viento cantábrico. Los guipuzcoanos supieron afrontar los retos que les vino, sin perder la raíz de su identidad, ni la pertenencia a una comunidad histórica común».

Por la verdad histórica: ejercicio legítimo de memoria. Por el futuro de la nación española.

 (*) Breve historia de Guipúzcoa y sus instituciones.

José Luis Orella Martínez.

Fundación Popular de Estudios Vascos.

Bilbao, 294 páginas, 2012. 10 €.

 

http://latribunadelpaisvasco.com/not/595/un_libro_que_merecio_mejor_suerte

Número 181 de Razón Española: 25.000 páginas, de pensamiento al servicio del humanismo, frente a lo “políticamente correcto”

Número 181 de Razón Española: 25.000 páginas, de pensamiento al servicio del humanismo, frente a lo “políticamente correcto”

Forma parte de lo “políticamente correcto” que el ejercicio de la razón es “progresista”; ya se mire desde una perspectiva marxista, post-marxista, radical-progresista, hembrista, etc.

De este modo, dentro de la batería de tópicos –tanto a nivel académico, como de vulgata mediática y de entorno social mayoritario- destaca el que afirma que es imposible un “pensamiento de derechas”.

Sin entrar en el debate que en diversos planos suscita la pertinencia y quiebras de esta dicotomía ya clásica, afirmaremos que, si miramos la Historia del Pensamiento sin pasión, observaremos que buena parte de la cosecha actual en que se apoya el mundo moderno en sus dimensiones más humanas (progreso científico y material, solidaridad, justicia distributiva, respeto a la vida, derechos humanos, ejercicio responsable de la libertad, búsqueda del bienestar…) es incomprensible sin el impulso, aliento e instrumentos de la Iglesia y, vinculados o no, incluso incompatibles en no pocos casos, diversas escuelas y autores “de derechas”.

Valga esta introducción para enmarcar un hecho aparentemente simple pero de enorme carga simbólica, fruto de un intenso y fructífero trabajo intelectual: ya se está distribuyendo, entre suscriptores, bibliotecas, etc., el número 181, correspondiente a los meses de septiembre-octubre de 2013, de la revista de pensamiento Razón Española.

Nacida en 1983 de la mano de Gonzalo Fernández de la Mora y Mon, uno de los intelectuales españoles más sólidos del siglo XX como impulsor de la doctrina razonalista en la filosofía política, se mantiene como una de las empresas intelectuales más interesantes y persistentes en el escenario del pensamiento en lengua española.

Su editora es la Fundación Balmes, que organizara unos años antes Federico Silva Muñoz, siendo su finalidad «contribuir -en palabras de Gonzalo Fernández de la Mora- al desarrollo de una concepción del mundo: el humanismo, que es la sustancia racional de la filosofía cristiana». Así, su objetivo no sería «pragmático, sino teórico; no es inmediato, sino mediato; no es político, sino dialéctico». La dirigió hasta su muerte, acaecida el 10 de febrero de 2002.

Si aquella circunstancia presagiaba, para algunos, la pronta desaparición de la revista, la realidad ha desmentido tal evento; alcanzando con el que comentamos, su número 181; toda una proeza intelectual y material, y más en unos tiempos de desprecio del pensamiento libre y del ejercicio humano de la razón por lo “políticamente correcto”.

Está dirigida en la actualidad por su hijo, Gonzalo Fernández de la Mora y Varela. Su larga trayectoria constituye, en tales circunstancias, un consolidado proyecto intelectual que merece su difusión y reconocimiento.

Con las mismas características materiales que la vieron nacer –una presentación digna y sobria-, el nuevo número mantiene la estructura habitual que alumbrara su primer número.

Así, la “Carta del Editor” anuncia la reciente edición crítica de «El crepúsculo de las ideologías», una de las obras capitales de Gonzalo Fernández de la Mora y Mon, con notas e introducción preliminar de Carlos Goñi Apesteguía.

Le sigue la sección de “Epistolario Fernández de la Mora”, en esta ocasión, mantenido con Gabriel Arias Salgado y de Cubas.

El mayor volumen de su contenido lo ocupan dos “Estudios”: «El “hembrismo”, como estadio final del marxismo», de Fernando José Vaquero Oroquieta, colaborador ocasional de «Diario Ya»; y «Breve análisis comparativo sobre teoría del valor y del precio de la Escuela hispánica y la Escuela Austríaca», de Daniel Marín Arribas.

El apartado “Notas” recoge 9 textos del máximo interés y actualidad: «De nuevo “El crepúsculo de las ideologías”. Una edición crítica», por Pedro Carlos González Cuevas; «¿Qué podemos aprender del nacional-socialismo», del actual director de la revista; «El tema de nuestro tiempo», por Dalmacio Negro Pavón, quien denuncia que los partido y el Estado están imponiendo una ideología biologista que con dinámica pseudo-religiosa reduce la vida humana a su dimensión física; «Francisco Largo Caballero, “Empresario de la ira”», por Carlos González Cuevas, auténtico ejercicio de análisis y memoria históricos; el argentino Alberto Buela desarrolla «Francisco: las bases de su teología»; Aquilino Duque aclara lo necesario que es llamar «Las cosas por su nombre», de modo que es un error calificar como fascista al terrorismo etarra; Eduardo Palomar Baró comenta la «Carta del socialista Jean Jaurès a su hijo», en la que le animaba a estudiar la religión católica; Carlos Baltés se interroga «¿Con qué rapidez queremos salir de la crisis económica»; por último, Fernando Paz con «Las oraciones en piedra de los cristianos», nos proporciona novedosas claves, fundamentalmente desde la arqueología, imprescindibles para entender el entorno humano y cultural que vio nacer a las primeras comunidades cristianas en Tierra Santa.

La sección “Crónica”, de análisis político actual, corre a cargo de Juan Ignacio Peñalba.

Por último, la sección “Libros” recoge diversas reseñas de novedades bibliográficas relevantes a cargo de Ángel Maestro, Gregorio Paz y Ricardo Yesares.

                Una revista y un número que merece un espacio privilegiado en cualquier biblioteca –pública o privada-  que se precie. No en vano, 25.000 páginas ya publicadas, lo avalan.

 

Redacción

Fundación Balmes (fundacionbalmes@yahoo.es) – Teléfono: 91 457 18 75

http://www.diarioya.es/content/razón-española-25000-páginas-de-pensamiento-al-servicio-del-humanismo-frente-a-lo-“políticam

 

Número 181 de Razón Española: 30 años de libertad de pensamiento sin complejos frente a lo políticamente correcto

Número 181 de Razón Española: 30 años de libertad de pensamiento sin complejos frente a lo políticamente correcto

 

Denuncia, entre otros contenidos, que España se ha convertido en una sociedad “hembrista”

Ya se está distribuyendo, entre suscriptores, bibliotecas, etc., el número 181, correspondiente a los meses de septiembre-octubre de 2013, de la revista de pensamiento Razón Española.

España se ha transformado en un -tan gigantesco como pernicioso- «laboratorio de ingeniería social» implantado desde el poder por los “mandarines” de la secta totalitaria radical progresista; especialmente de la mano de Rodríguez Zapatero. Pero el mal venía de antes… y el Partido Popular poco –mejor dicho, nada- está haciendo para rectificar la tendencia. Una vez más, y en una dimensión poliédrica que marca tendencia y que está determinando el futuro de la nación, el Partido Popular rehúye la batalla política… y cultural. En este contexto, de las más de 130 páginas de Razón Española, reproducimos el siguiente párrafo escrito por Fernando Vaquero, en el que se afirma que: «Es cada vez más evidente que las feministas radicales y sus aliados, han propiciado ciertos fenómenos cuanto menos paradójicos en una sociedad pretendidamente democrática y avanzada. El primero de ellos: la desigualdad jurídica. Hombres y mujeres ya no son iguales…, ni en sus derechos, ni en sus deberes. Así, en España y desde la práctica penal, la presunción de inocencia en el varón ha sido destruida. Y, cuando nos referimos a la educación y custodia de los hijos, es pública y notoria la presunción en favor de la mujer: la madre, por definición, es “buena madre”. De tener alguna pretensión, el padre, tendrá que demostrar que está hipercapacitado y que la madre no lo está en absoluto. Esas mujeres a las que nos referíamos al principio, han construido su mundo inmediato a su imagen y semejanza. Un mundo de mujeres en el que, a modo de colmena, los hombres que se adapten, cumplirían el papel de zánganos y ellas… el de reinas. Una sociedad machista pero a la inversa: hembrista, pues; pero contraria al sentido común y a la misma naturaleza». Esa peculiar radiografía de la España de hoy, insistimos, no es fruto de la casualidad: es el resultado al que nos han llevado los/as abanderados/as de la denominada “ideología de género” que conforma lo “políticamente correcto” hoy y que, pese a ciertas expectativas regeneracionistas, casi por completo defraudadas, el Partido Popular mantiene prácticamente en su integridad.

En coherencia con ese análisis ideológico del actual estado de cosas, el citado autor del texto anuncia en el mismo dos futuras investigaciones: una primera, la de las «prácticas de la ideología de género en España» (lobbys feministas; manipulación del lenguaje, de los medios de comunicación y de la educación; falsificación de estadísticas; los programas  antidemocráticos de “discriminación positiva” en favor de “las” mujeres; una amplia legislación positiva, especialmente civil y penal, y algunas de sus perversiones, tales como la mencionada inversión de la carga de la prueba, el fenómeno “innombrable” de las denuncias falsas, un reverdecido derecho penal de autor; y la organización, financiación y mantenimiento de una verdadera “industria del maltrato” que el Partido Popular mantiene e incluso refuerza). Pero no todo son sombras, por lo que entraríamos en la segunda exposición; pues tal estado de cosas viene generado una creciente resistencia social reactiva en torno al Síndrome de Alienación Parental, la lucha por la custodia compartida, las polémicas en torno a «violencia de género versus violencia doméstica», la defensa de la vida humana desde su inicio hasta el final, etc. Sin duda, el autor recordará, en esa previsible tercera entrega, el acoso sufrido por los pioneros en la disidencia: las “meteduras de pata” del diputado de UPyD Toni Cantó, la persecución y derribo de determinados jueces –y juezas- (Fernando Ferrín Calamita,  María Jesús García Pérez, Francisco Serrano, María Sanahuja), el caso Pastrana; etc., etc.

Volvamos a Razón Española. Nacida en 1983 de la mano de Gonzalo Fernández de la Mora y Mon, uno de los intelectuales españoles más sólidos y completos del siglo XX como impulsor de la doctrina razonalista en la filosofía política, en la “Carta del Editor” se anuncia la reciente edición crítica de «El crepúsculo de las ideologías», una de sus obras capitales, con notas e introducción preliminar de Carlos Goñi Apesteguía.

Su editora es la Fundación Balmes, que organizara unos años antes Federico Silva Muñoz, siendo su finalidad «contribuir -en palabras de Gonzalo Fernández de la Mora- al desarrollo de una concepción del mundo: el humanismo, que es la sustancia racional de la filosofía cristiana». Así, su objetivo no sería «pragmático, sino teórico; no es inmediato, sino mediato; no es político, sino dialéctico». La dirigió hasta su muerte, acaecida el 10 de febrero de 2002.

Si aquella circunstancia anticipaba, para algunos, la pronta desaparición de la revista, los hechos desmintieron tal posibilidad; alcanzando con el que comentamos, su número 181; toda una proeza intelectual y material, y más en unos tiempos de desprecio del pensamiento y de la razón por lo “políticamente correcto”. Está dirigida en la actualidad, por su hijo, Gonzalo Fernández de la Mora y Varela. Su larga trayectoria constituye, en tales circunstancias, un consolidado proyecto intelectual que merece su difusión y reconocimiento.

Con las mismas características materiales que la vieron nacer –una presentación digna y sobria-, el nuevo número mantiene su estructura habitual. A la “Carta del Editor” le sigue la sección de “Epistolario Fernández de la Mora”, en esta ocasión, mantenido con Gabriel Arias Salgado y de Cubas.

El mayor volumen de su contenido lo ocupan dos “Estudios”: «El “hembrismo”, como estadio final del marxismo», del mencionado Fernando José Vaquero Oroquieta; y «Breve análisis comparativo sobre teoría del valor y del precio de la Escuela hispánica y la Escuela Austríaca», de Daniel Marín Arribas.

 El apartado “Notas” recoge 9 textos del máximo interés y actualidad: «De nuevo “El crepúsculo de las ideologías”. Una edición crítica», por Pedro Carlos González Cuevas; «¿Qué podemos aprender del nacional-socialismo», del actual director de la revista; «El tema de nuestro tiempo», por Dalmacio Negro Pavón, quien denuncia que los partido y el Estado están imponiendo una ideología biologista que con dinámica pseudo-religiosa reduce la vida humana a su dimensión física; «Francisco Largo Caballero, “Empresario de la ira”», por Carlos González Cuevas, auténtico ejercicio de análisis y memoria históricos; el argentino Alberto Buela desarrolla «Francisco: las bases de su teología»; Aquilino Duque aclara lo necesario que es llamar «Las cosas por su nombre», de modo que es un error calificar como fascista al terrorismo etarra; Eduardo Palomar Baró comenta la «Carta del socialista Jean Jaurès a su hijo», en la que le animaba a estudiar la religión católica; Carlos Baltés se interroga «¿Con qué rapidez queremos salir de la crisis económica»; por último, Fernando Paz con «Las oraciones en piedra de los cristianos», nos proporciona novedosas claves, fundamentalmente desde la arqueología, imprescindibles para entender el entorno humano y cultural que vio nacer a las primeras comunidades cristianas en Tierra Santa.

La sección “Crónica”, de análisis político actual, corre a cargo de Juan Ignacio Peñalba.

Por último, la sección “Libros” recoge diversas reseñas de novedades bibliográficas relevantes a cargo de Ángel Maestro, Gregorio Paz y Ricardo Yesares.

                Una revista y un número que merece un espacio privilegiado en cualquier biblioteca –pública o privada-  que se precie.

 

http://tradiciondigital.es/2013/10/10/numero-181-de-razon-espanola-30-anos-de-libertad-de-pensamiento-sin-complejos-frente-a-lo-politicamente-correcto/

 

Reseña en Razón Española de Víctimas del odio. El acoso de ETA a la falange durante los años de plomo, de Iván García Vázquez

Reseña en Razón Española de Víctimas del odio. El acoso de ETA a la falange durante los años de plomo, de Iván García Vázquez

La asociación Falange/violencia política suele circunscribirse, por los historiadores, casi exclusivamente a la sufrida a lo largo de la Segunda República española; período en el que nace esta formación y en el que se desenvuelve casi toda su vida política.

La trágica guerra civil subsiguiente, que acabó con el experimento republicano, también puso término a la organización Falange Española de las JONS, formalmente suprimida con el Decreto de Unificación de 19 de abril de 1937 en la pseudo-totalitaria estructura Falange Española Tradicionalista y de las JONS –posteriormente denominada Movimiento Nacional- en la que se encuadraron unos pocos miles de supervivientes de la falange anterior a la guerra, privados además de casi todos sus líderes, y desbordados por otros cientos de miles procedentes de los antiguos partidos derechistas, oportunistas de todo pelaje, fascistizantes frívolos y sin escrúpulos…

Casi cuatro décadas después, diversas organizaciones se reclamaban herederas de la originaria Falange, enzarzándose en estéril batalla en pos de los títulos de la legitimidad, la ortodoxia y las mismísimas siglas fundacionales. Una cuestión irresuelta, ¡todavía hoy!; no en vano, al menos tres pequeñas agrupaciones recogen en su denominación tal referencia.

Una de esas organizaciones, en cierta medida identificada con el Movimiento Nacional, se legalizaría bajo el histórico nombre de Falange Española de las JONS, manteniéndose hasta hoy día. Diferenciada de las otras “falanges” con el adjetivo de “histórica” o “raimundista”, de su franco-falangismo primigenio, y encabezada por Raimundo Fernández Cuesta, hasta la actual liderada por Norberto Pico Sanabria, han sido muchas las vicisitudes sufridas, así como los cambios tácticos experimentados incluso por lo que respecta a tan discutidas referencias tardofranquistas.

En esta situación de coexistencia de varias “falanges”, se desarrolló un triste y casi olvidado episodio: la persecución etarra/terrorista de los falangistas; y no decimos de “la Falange”, pues en puridad de conceptos, y aún reconociendo que la inmensa mayoría de esas víctimas militaban en la organización de Fernández Cuesta, ¿cómo reconocer como legítima a una de esas facciones, excluyendo a todas las demás, salvo recuperando y tomando partido en tan esotérica confrontación interna?

En un intento de salvar tan injusta desmemoria, fruto en gran medida de los prejuicios y complejos de la vida pública española, y en homenaje al sufrimiento de estos desconocidos “caídos” del falangismo actual, acaba de ser editado el libro Víctimas del silencio. El acoso de ETA a la Falange durante los Años de Plomo.

La adopción de un criterio delimitador de los sujetos del estudio se presenta como una cuestión delicada. ¿Únicamente falangistas con carnet de FE de las JONS?, ¿y los afiliados a las otras “falanges”?, ¿y los falangistas sin adscripción?, ¿y los simpatizantes que también lo eran de grupos no azules?, ¿y los franquistas no adscritos a grupo alguno que un día militaron en el Movimiento Nacional? ¿Dónde trazar la línea roja?

Como punto de partida, el joven autor asume como criterio metodológico fundamental la adscripción material y personal de las víctimas a la organización Falange Española de las JONS; por lo que deja fuera a posibles objetivos terroristas que militaron en otras, tales como Falange Española de las JONS (Auténtica), Partido Nacional Sindicalista - Círculos José Antonio, Falange Española (independiente), y otros grupos menores.

Pero, aunque el autor ha establecido como criterio formal el de “falangista con carnet de FE de las JONS”, también incluye algunas excepciones al mismo. Es el caso de la primera mujer policía asesinada por ETA, María José García Sánchez, hija de un militante de la organización y muerta en 1981 en Zaráuz.

Ya se deba a la aplicación de ese criterio formal, o a la no disposición de otras fuentes documentales y/o testimoniales de la época, echamos de menos en este libro la referencia a otras víctimas de filiación falangista, en una modalidad u otra, a las que el terrorismo arrebató la vida. Pensamos, por ejemplo, en el guardia civil Ángel Antonio Rivera Navarrón, asesinado en Guernica el 8 de octubre de 1977, vinculado al Círculo Cultural Hispánico, organización netamente falangista de la capital catalana, que así lo recogió en su boletín mensual Nº 18, correspondiente a diciembre de 1997.

Desde la perspectiva de un nivel de práctica terrorista de inferior perfil al referenciado, tampoco se recogen en el libro los diversos incidentes callejeros sufridos por militantes de FE de las JONS y otras organizaciones falangistas, con motivo de la instalación de puestos de propaganda en Bilbao, Pamplona, Vitoria…, agresiones individuales, ataques a equipos de propaganda, etc. Tales agresiones difícilmente pueden ser calificadas como atentados terroristas, salvo que trajéramos a colación el concepto y táctica –algo posterior en el tiempo- de “kale borroka”. Coadyuvantes, en todo caso a los atentados terroristas stricto sensu, tales acciones contribuyeron a la anulación de esos grupos azules; caracterizados por una notable precariedad de medios, pero adornados, eso sí, de las virtudes propias de la militancia falangista más clásica: la capacidad de sacrificio, el ejercicio de la obediencia, la voluntad de servicio, la fidelidad a los principios. Para su cómputo y narración sería imprescindible una investigación testimonial a cargo de sus protagonistas, muchos de ellos ya residentes fuera del País Vasco y Navarra, y alejados de tales organizaciones en su inmensa mayoría. Una labor compleja, ciertamente. Aunque escasamente documentados por los medios de comunicación de la época, fueron muchos los incidentes de esas características. Mencionaremos, a título de ejemplo, la agresión que sufrieron unos militantes de Falanges Juveniles de España y Falange Española (independiente) por los integrantes de una manifestación mientras voceaban periódicos falangistas en una céntrica calle de la ciudad, en Pamplona, según reseñaron al día siguiente la Hoja del lunes del 24 de marzo de 1980 y el martes Diario de Navarra, Deia, El pensamiento navarro, Egin y La Gaceta del Norte; tratamiento informativo que evidencia que el incidente alcanzó no poca relevancia en la capital foral.

La vida cotidiana resulto muy difícil en aquellos años para esas decenas de militantes falangistas, en general adolescentes y jóvenes, que mantuvieron erguida la bandera rojinegra en el País Vasco y Navarra. Inmersos en un clima asfixiante dominado por la izquierda abertzale, juzgados por el perverso y extendido “algo habrá hecho”, contemplados con indiferencia o temor por sus vecinos, se enfrentaron a unas dificultades inverosímiles para la inmensa mayoría de sus correligionarios, quienes podían vivir la militancia en unas circunstancias menos amargas. Marginados entre los propios perseguidos por el terrorismo y sus cómplices, en ocasiones con unos padres desconocedores de su militancia o aterrorizados por las temidas consecuencias que de ella podían derivarse, vivieron durante unos años vitales con una espada de Damocles pendiendo sobre sus existencias y condicionándolas: en sus estudios y trabajos, su espectro de relaciones sociales, sus afectos personales…

Ocasionalmente, militantes de otras regiones acudían a mítines celebrados en Bilbao y otras localidades… Pero finalizadas tan gloriosas jornadas, regresaban a sus lugares de origen, dejando huérfanos de apoyos a sus correligionarios vascos y navarros, con sus miedos, temores y... su soledad.

Por ello, a quienes vivieron en ese contexto, puede causar cierto asombro que el autor haya dedicado un capítulo a algunas de las implicaciones vividas por el que fuera jefe nacional, Diego Márquez Horrillo, en su calidad de presunto objeto terrorista. Ante el holocausto supremo de unos cuantos militantes falangistas, y el temor cotidiano de quienes sobrevivieron a gravísimos atentados terroristas o a una vida casi imposible, las peripecias narradas por el citado no superan la categoría de anécdota que casi nada aporta. Mejor servicio hubiera prestado explicando, por ejemplo, por qué se ha privado, desde su propia organización, de homenajes y honores a los camaradas caídos. Puede entenderse esa indiferencia desde trincheras ajenas; pero no desde la “Santa Hermandad de la Falange”. Tal vez explique tal incongruencia el prologuista del texto, al afirmar que “… duele, en fin, que la memoria de esos militantes y concejales falangistas haya pasado todos estos años relegada incluso por sus mismos camaradas, seguramente embebidos en esas guerras internas y esa avidez conspirativa que tantos les atraen”. Acaso, el ejemplo de los antiguos camaradas de Juan Ignacio González, de convicciones falangistas y secretario nacional del Frente de la Juventud que fue asesinado en Madrid el 12 de diciembre de 1980 en un atentado todavía no resuelto, en los homenajes a su memoria, señala un camino a seguir por los actuales falangistas.

En otro orden de cosas, causa asombro el empleo por el  autor, y en varias ocasiones, del término “ejecutar”, en lugar del más correcto “asesinar”, al referirse a atentados terroristas. El término “ejecutar” forma parte notoria de ese empleo perverso del lenguaje por los terroristas, sus cómplices y tantos medios de comunicación perezosos o complacientes durante décadas, como Diario 16, El País, Deia y Cambio 16.

Las reconstrucciones infográficas de los atentados, que ocupan cinco páginas, es de justicia calificarlas de magníficas.

No por todo ello deben sacarse conclusiones negativas: el libro, debe afirmarse con rotundidad, era necesario, pues afronta una cuestión “maldita”: la de los marginados entre los olvidados. Si era duro ser guardia civil o policía nacional en los “años de plomo”, no era mejor cosa ser acusado de “chivato” o “ultraderechista” por los terroristas y sus cómplices. Pero, en aras de la objetividad histórica y de un ejercicio razonable de memoria colectiva, se precisaría de un estudio más completo; acaso enmarcado en el concepto más amplio de violencia política, que engloba el de terrorismo.

Víctimas del silencio marca esa necesaria línea futura al partir del asesinato del falangista Ramiro Figueroa Ruiz en Valdemoro (Madrid), por un militante del Partido Comunista de España, el 9 de mayo de 1977; lo que a priori se excluiría de los límites formales del estudio. También refuerza esa línea con el tratamiento de diversos aspectos biográficos de las víctimas, la evolución de sus familiares, los homenajes que desde cualquier instancia recibieran años después, el tratamiento penal de los terroristas y los atentados contra locales falangistas; táctica de “tierra quemada” contra las presencias “españolas” que los terroristas entendieron incompatibles con su proyecto totalitario.

*García Vázquez, Iván: Víctimas del odio. El acoso de ETA a la falange durante los años de plomo, Gyphos, Valladolid, 168 págs.


Fernando José Vaquero Oroquieta

 

Razón Española, Nº. 180, julio-agosto 2013, págs. 113 a 117.

Malditos entre los olvidados

Malditos entre los olvidados

Falangistas víctimas del terrorismo etarra

La asociación Falange/violencia política suele circunscribirse, por los historiadores, casi exclusivamente a la sufrida a lo largo de la Segunda República española; período en el que nace esta formación y en el que se desenvuelve casi toda su vida política.

La trágica guerra civil subsiguiente, que acabó con el experimento republicano, también puso término a la organización Falange Española de las JONS, formalmente suprimida con el Decreto de Unificación de 19 de abril de 1937 en la pseudo-totalitaria estructura Falange Española Tradicionalista y de las JONS –posteriormente denominada Movimiento Nacional- en la que se encuadraron unos pocos miles de supervivientes de la falange anterior a la guerra, privados además de casi todos sus líderes, y desbordados por otros cientos de miles procedentes de los antiguos partidos derechistas, oportunistas de todo pelaje, fascistizantes frívolos y sin escrúpulos…

Casi cuatro décadas después, diversas organizaciones se reclamaban herederas de la originaria Falange, enzarzándose en estéril batalla en pos de los títulos de la legitimidad, la ortodoxia y las mismísimas siglas fundacionales. Una cuestión irresuelta, ¡todavía hoy!; no en vano, al menos tres pequeñas agrupaciones recogen en su denominación tal referencia.

Una de esas organizaciones, en cierta medida identificada con el Movimiento Nacional, se legalizaría bajo el histórico nombre de Falange Española de las JONS, manteniéndose hasta hoy día. Diferenciada de las otras “falanges” con el adjetivo de “histórica” o “raimundista”, de su franco-falangismo primigenio, y encabezada por Raimundo Fernández Cuesta, hasta la actual liderada por Norberto Pico Sanabria, han sido muchas las vicisitudes sufridas, así como los cambios tácticos experimentados incluso por lo que respecta a tan discutidas referencias tardofranquistas.

Puede afirmarse, con seguridad, que la más numerosa de esas organizaciones, que se reclamaban como legítimas y directas herederas de la original, fue –lo es hoy- la que ha detentado tal denominación a lo largo de este reciente periodo de la historia de España. No obstante, además del baile de militantes de unas a otras organizaciones más o menos afines –practicado con fruición en un sinfín de escisiones, expulsiones, abandonos, etc., tan característico en ese ambiente- contingentes no tan numerosos, como voluntariosos, militaron en las otras organizaciones azules.

En este confuso contexto, de coexistencia de varias “falanges”, se desarrolló un triste y casi olvidado episodio: la persecución etarra/terrorista de los falangistas; y no decimos de “la Falange”, pues en puridad de conceptos, y aún reconociendo que la inmensa mayoría de esas víctimas militaban en la organización de Fernández Cuesta, ¿cómo reconocer como legítima a ninguna de esas facciones, excluyendo a todas las demás, salvo recuperando y tomando partido en tan esotérica confrontación interna?

En un intento de salvar tan injusta desmemoria, fruto en gran medida de los prejuicios y complejos de la vida pública española, y en homenaje al sufrimiento de estos desconocidos “caídos” del falangismo actual, acaba de ser editado el libro Víctimas del silencio. El acoso de ETA a la Falange durante los Años de Plomo (Iván García Vázquez, prólogo de Miguel Argaya Roya, Glyphos Publicaciones, Valladolid, 2012, 168 páginas).

Ciertamente, la adopción de un criterio delimitador de los sujetos del estudio se presenta como una cuestión delicada en todo caso. ¿Únicamente falangistas con carnet de FE de las JONS?, ¿y los afiliados a las otras “falanges”?, ¿y los falangistas sin adscripción?, ¿y los simpatizantes que también lo eran de grupos no azules?, ¿y los franquistas no adscritos a grupo alguno que un día militaron en el Movimiento Nacional? ¿Dónde trazar la línea roja?

Como punto de partida, el joven autor asume como criterio metodológico fundamental, aunque no sea materia pacífica según veíamos, la adscripción material y personal de las víctimas a la organización Falange Española de las JONS; por lo que deja fuera a posibles objetivos terroristas que militaron en otras, tales como Falange Española de las JONS (Auténtica), Partido Nacional Sindicalista - Círculos José Antonio, Falange Española (independiente), y otros grupos menores.

Transcurridas varias décadas desde su asesinato, es muy difícil aproximarse a la subjetividad de aquellas personas, cuando –acaso- incluso sus más próximos ignoraban o desconocían los matices que pudieran haberlos incluido en una u otra categoría. Si la aplicación de un “falangistómetro” siempre ha sido cuestión problemática desde una perspectiva “interna”, en este contexto de muerte y extrema violencia contra los más elementales derechos humanos, se antoja artificiosa; no obstante, el autor tenía que establecer un criterio estructural para su trabajo, salvo que el intento careciera de rigor.

Pero, aunque el autor ha establecido como criterio formal el de “falangista con carnet de FE de las JONS”, también incluye algunas excepciones al mismo. Es el caso de la primera mujer policía asesinada por ETA, María José García Sánchez, hija de un militante de la organización. Acaso se justifique esta excepción como un intento, por parte del autor, de visibilizar el dolor y sufrimiento que el terrorismo generó entre personas de toda clase y condición, incluidos los falangistas; también golpeados cruel e imprevisiblemente.

Ya se deba a la aplicación de ese criterio formal, o a la no disposición de otras fuentes documentales y/o testimoniales de la época, echamos de menos en este libro la referencia a otras víctimas de filiación falangista, en una modalidad u otra, a las que el terrorismo arrebató la vida. Pensamos, por ejemplo, en el guardia civil Ángel Antonio Rivera Navarrón, asesinado en Guernica el 8 de octubre de 1977, vinculado al Círculo Cultural Hispánico, organización netamente falangista de la capital catalana, que así lo recogió en su boletín mensual Nº 18, correspondiente a diciembre de 1997 en reflexivo y contenido homenaje.

Desde la perspectiva de un nivel de práctica terrorista de inferior perfil al referenciado, tampoco se recogen en el libro los diversos incidentes callejeros sufridos por militantes de FE de las JONS y otras organizaciones falangistas, con motivo de la instalación de puestos de propaganda en Bilbao, Pamplona, Vitoria…, agresiones individuales, ataques a equipos de propaganda, tales como colocación de carteles y pegatinas, elaboración de pintadas y murales, etc. Tales agresiones difícilmente pueden ser calificadas como atentados terroristas, salvo que trajéramos a colación el concepto y táctica –algo posterior en el tiempo- de “kale borroka”. Coadyuvantes, en todo caso a los atentados terroristas stricto sensu, tales acciones contribuyeron a la anulación de esos grupos azules; caracterizados por una notable precariedad de medios, pero adornados, eso sí, de las virtudes propias de la militancia falangista más clásica: la capacidad de sacrificio, el ejercicio de la obediencia, la voluntad de servicio, la fidelidad a los principios. Para su cómputo y narración sería imprescindible una investigación testimonial a cargo de sus protagonistas, muchos de ellos ya residentes fuera del País Vasco y Navarra, y alejados de tales organizaciones en su inmensa mayoría. Una labor compleja, ciertamente. Aunque escasamente documentados por los medios de comunicación de la época, fueron muchos los incidentes de esas características. Mencionaremos, a título de ejemplo, la agresión que sufrieron unos militantes de Falanges Juveniles de España y Falange Española (independiente) por los integrantes de una manifestación mientras voceaban periódicos falangistas en una céntrica calle de la ciudad, en Pamplona, según reseñó al día siguiente la Hoja del lunes del 24 de marzo de 1980 y el martes Diario de Navarra, Deia, El pensamiento navarro, Egin y La Gaceta del Norte; tratamiento informativo que evidencia que el incidente alcanzó no poca relevancia en la capital foral.

La vida cotidiana resulto muy difícil en aquellos años para esas decenas de militantes falangistas, en general adolescentes y jóvenes, que mantuvieron erguida la bandera rojinegra en el País Vasco y Navarra. Inmersos en un clima asfixiante dominado por la izquierda abertzale, juzgados por el perverso y extendido “algo habrá hecho”, contemplados con indiferencia o temor por sus vecinos, se enfrentaron a unas dificultades inverosímiles para la inmensa mayoría de sus correligionarios, quienes podían vivir la militancia en unas circunstancias menos amargas. Marginados entre los propios perseguidos por el terrorismo y sus cómplices, en ocasiones con unos padres desconocedores de su militancia o aterrorizados por las temidas consecuencias que de ella podían derivarse, vivieron durante unos años vitales con una espada de Damocles pendiendo sobre sus existencias y condicionándolas: en sus estudios y trabajos, su espectro de relaciones sociales, sus afectos personales…

Ocasionalmente, militantes de otras regiones acudían a mítines celebrados en Bilbao y otras localidades¸ en actitudes no pocas veces tan provocadoras como excéntricas... Pero finalizadas tan gloriosas jornadas, regresaban a sus lugares de origen, dejando huérfanos de apoyos a sus correligionarios vascos y navarros, con sus miedos, temores y... su soledad.

Por ello, a quienes vivieron en ese contexto, puede causar cierto asombro que el autor haya dedicado un capítulo a algunas de las implicaciones vividas por el que fuera Jefe Nacional, Diego Márquez Horrillo, en su calidad de presunto objeto terrorista. Ante el drama del holocausto supremo de unos cuantos militantes falangistas, y el temor cotidiano de quienes sobrevivieron a gravísimos atentados terroristas o a una vida casi imposible por un cierto tiempo, las peripecias narradas por el citado no superan la categoría de anécdota que casi nada aporta. Mejor servicio hubiera prestado explicando, por ejemplo, por qué se ha privado, desde su propia organización, de homenajes y honores a los camaradas caídos. Puede entenderse esa indiferencia desde trincheras ajenas; no es comprensible desde la “Santa Hermandad de la Falange”. Tal vez explique tal incongruencia el prologuista del texto, al afirmar que “… duele, en fin, que la memoria de esos militantes y concejales falangistas haya pasado todos estos años relegada incluso por sus mismos camaradas, seguramente embebidos en esas guerras internas y esa avidez conspirativa que tantos les atraen” (página 9). Acaso, el ejemplo de los antiguos camaradas de Juan Ignacio González -persona de convicciones falangistas, secretario nacional del Frente de la Juventud asesinado en Madrid el 12 de diciembre de 1980 en un atentado todavía no resuelto- en sus servicios de homenaje a su memoria, pudiera señalar un buen ejemplo a seguir por los actuales falangistas.

En otro orden de cosas, causa asombro el empleo por el  autor, y en varias ocasiones, del término “ejecutar”, en lugar del más correcto “asesinar”, al referirse a atentados terroristas que causaron la muerte de sus víctimas. El término “ejecutar” forma parte notoria de ese empleo perverso del lenguaje del que han hecho gala los terroristas, sus cómplices y tantos medios de comunicación perezosos o complacientes durante décadas: en lugar de hablar de un asesinato se referían al mismo calificándolo de “ejecución”. Así, la valoración moral implícita al concepto “asesinato” no sólo se anulaba mediante el empleo del término “ejecución”, sino que a sus autores se les arrogaban funciones semiestatales, elevándolos de categoría, tanto en la naturaleza de la acción, como de la moral. Esta táctica, otra más desplegada desde las multiformes factorías del terrorismo, ha sido progresivamente denunciada desde el entorno de las asociaciones de víctimas del terrorismo, así como por parte de algunos intelectuales, prematura o tardíamente incorporados a tan estimable misión, en un debate que profundiza en las raíces morales del terrorismo y de la propia sociedad que lo sufre.

Respecto a la parte gráfica del libro, debemos calificarla de irregular. Sin duda el autor ha realizado un notable esfuerzo. Pero algunas fotografías, que resultan de gran interés, apenas presentan un tamaño de 2’7 x 4’2 cm., lo que dificulta su visualización. Las fotografías actuales de los lugares donde algunos comandos de ETA se escondieron en Madrid, en un tiempo determinado, mantienen un interés muy secundario; mayor atractivo presentaría, por ejemplo, de tratarse de los lugares donde se consumaron los atentados, o donde reposan los restos de los caídos, en su caso. De las reconstrucciones infográficas de los atentados, que ocupan cinco páginas, es de justicia calificarlas de magníficas.

No por todo ello deben sacarse conclusiones negativas: el libro, debe afirmarse con rotundidad, era necesario, pues afronta una cuestión “maldita”: la de los marginados entre los olvidados. Si era duro ser guardia civil o policía nacional en los “años de plomo”, no era mejor cosa ser acusado de “chivato” o “ultraderechista” por los terroristas y sus cómplices. Por ello es un libro valiente y bien orientado en general, tanto en su metodología, como en el tratamiento de la información recogida. Pero, en aras de la objetividad histórica y de un ejercicio razonable de memoria colectiva, se precisaría de un estudio más completo; acaso enmarcado en el concepto más amplio de violencia política, que engloba el de terrorismo.

En ese sentido, el propio libro marca esa necesaria línea futura, al partir del asesinato del falangista Ramiro Figueroa Ruiz en Valdemoro, por un militante del Partido Comunista de España, el 9 de mayo de 1977; lo que a priori se excluiría desde los límites formales del estudio. Y también refuerza esa línea con el tratamiento de diversos aspectos biográficos de las víctimas, la evolución de sus familiares directos, homenajes que desde cualquier instancia recibieran años después, el tratamiento penal de los terroristas…

Esa voluntad de afrontar la cuestión en su globalidad, si bien no consumada en su actual expresión, se evidencia de nuevo al investigar el capítulo de los atentados contra locales falangistas; táctica de “tierra quemada” desatada contra falangistas y otras presencias “españolas” que los terroristas entendieron incompatibles con su proyecto totalitario. Si bien trata especialmente el caso del atentado con explosivos contra el local falangista de Santoña (Cantabria) el 7 de marzo de 2006, se remonta en su estudio al asalto que sufriera la modesta sede de Falange Española (independiente) de Pamplona en 1978. Asimilable en su materialidad a lo que hoy conocemos como fenómeno de las bajeras juveniles, estuvo ubicada durante casi cuatro años en el bajo de un edificio ya desaparecido de la calle Río Cidacos del barrio de La Milagrosa; circunstancia que, aunque conocida por no pocas personas, se mantenía en una extrema discreción que lindaba en la clandestinidad impuesta por esa realidad hostil a la que antes nos hemos aproximado.

Víctimas del silencio. El acoso de ETA a la Falange durante los Años de Plomo, establece, pues, los vectores imprescindibles de una investigación más amplia que precisa el sano e imprescindible ejercicio de memoria histórica falangista y, por ende, pese a quien pese, española.

 

http://www.hispaniainfo.es/web/2012/11/29/malditos-entre-los-olvidados-falangistas-victimas-del-terrorismo-etarra/

Las derechas radicales europeas (1900-1960) en la Nouvelle Revue d´Histoire

Las derechas radicales europeas (1900-1960) en la Nouvelle Revue d´Histoire

La prestigiosa revista francesa, en su número 62 de septiembre–octubre 2012, reserva un relevante espacio al fenómeno del falangismo español

De entrada, como ilustración de la temática del dossier central de este número, su característica portada de fondo negro es enmarcada por un conocido retrato de la figura imperial e idealizada de José Antonio: brazo en alto, camisa azul y bandera rojinegra. Pero, más allá de imágenes sugestivas y mitificadas, el movimiento que liderara José Antonio vuelve a estar presente en dos de los textos fundamentales de la revista que comentamos.

Pero, ¿qué sentido tiene la elaboración de un dossier dedicado a una cuestión “maldita”, desde una revista de historia, en pleno siglo XXI? A ello responde con su texto Editorial el director, Dominique Venner, que titula «La memoria de un impulso heroico». Partiendo del hecho incuestionable de la decadencia de la civilización europea, se plantea la eterna cuestión de, en estas precisas circunstancias, “¿qué hacer?”. Venner toma partido en la alternativa que presentan, a su juicio, las dos posibles respuestas: que denomina, respectivamente, «la solución sistémica» y «la solución espiritual». Correspondería a la primera «imaginar otro sistema político y social a través de una revolución. La segunda es una transformación de los hombres por la propagación de otra visión de la vida, otra filosofía espiritual. Es lo que hizo el estoicismo en la Roma imperial y el confucianismo con las élites chinas. Es lo que hizo el Cristianismo después de su adopción como religión oficial del Imperio romano. Los efectos no siempre coinciden con las intenciones; pero el estoicismo, por ejemplo, continuó impregnando fuertemente una parte de la educación secular y cristiana durante siglos». Venner, como doctrinario de la Nueva Derecha que no reniega de sus orígenes militantes, opta, al perseguir una nueva utopía, por la segunda opción. Por ello, como punto de partida para un combate cultural de futuro, afirma polémicamente que -de ahí el interés en presentar este temario- «Lo que queda de la “derecha radical” es el recuerdo de un impulso heroico, la ruptura con el peso del materialismo y las leyes de la economía. Un impulso poético hacia un horizonte de grandeza y belleza». Casi nada…

Dominique Venner es un prolífico historiador y escritor francés, nacido en 1935; uno de los más grandes creadores de las factorías intelectuales de la Nueva Derecha.

Como miembro de Jeune Nation, dadas las implicaciones de este grupo con la OAS, pasó 18 meses en prisión. Ya excarcelado, redactó “Por una crítica positiva”, uno de los textos de referencia del neofascismo.

En 1963 participó, con Alain de Benoist, en la fundación del periódico/movimiento “Europe-Action”. Después, lo hará también con el GRECE, entidad matriz de la llamada Nueva Derecha. En 2002 fundó la revista cuyo número 62 reseñamos.

Autor fecundísimo, es muy poco conocido por el público hispanoparlante. Entre los escasos textos editados en España figura Europa y su destino. De ayer a mañana… (Áltera, Barcelona, 2010, 248 pp.).

Su implicación personal en la aventura militante del neofascismo francés, del que nacerá polémicamente la Nueva Derecha, entre otras organizaciones como las mencionadas, y también en la relevante Federación de Estudiantes Nacionalista, FEN, es resaltada en uno de los textos del dossier: Los soldados de la clase 60, por Pauline Leconte, especialmente por lo que se refiere a su “Manifiesto de la clase 60” de la propia FEN; rememoranza intelectual y existencial de Carta a un soldado de la clase 60, del mitificado Robert Brasillach.

Lógicamente, al país al que dedica más espacio este dossier de NRH, Las derechas radicales en Europa. 1900-1960, es a Francia, con 4 artículos: Acción Francesa antes de 1914, por Alain de Benoist; Los escritores franceses y la tentación fascista, de Olivier Dard; La extrema derecha en la Resistencia, por Antoine Baudoin; y el mencionado Los soldados de la clase 60, por Pauline Leconte.

Dos textos los dedica a Gran Bretaña: Cuando Churchill admiraba a Mussolini, por Jean-Jöel Brégeon, y Oswald y Diana Mosley, de Guy Chambarlac.

El texto Ernst von Salomon, la tarde de los desamparados, es la aportación personal del mismísimo director de la publicación, Dominique Venner: una entrevista al citado autor alemán, poco antes de su fallecimiento, junto a reflexiones introductorias al personaje y su obra, de gran calado.

Otros dos artículos se reservan al nacionalismo rumano: El testamento de la Guardia de Hierro, por Horia Sima, y Codreanu y la Guardia de Hierro, de Charles Vaugeois. Especial interés tiene el de Horia Sima, quien estudia particularmente Falange Española, englobándola, junto a su Guardia de Hierro, en la categoría de “nacionalismo”, dadas sus marcadísimas características espirituales, que las diferenciaría de las otras manifestaciones radicales europeas del momento: fascismo y nacionalsocialismo.

El artículo dedicado a la contribución española al fenómeno, titulado Ledesma Ramos y José Antonio, de Jean Claude Valla, fue publicado originalmente en el número 10 de Cahiers Libres d´Histoire, (Librería Nacional, 2002, 120 pp.), dedicado a Ledesma Ramos y la Falange Española, 1931-1936. Es un relato biográfico, breve y conciso, de Ramiro Ledesma Ramos, destacando sus aportaciones decisivas al falangismo de José Antonio; si bien no profundiza en las divergencias que provocaron su salida de la organización apenas un año después  de la fusión de las JONS con FE.

Ciertamente, la mera adscripción del falangismo a tan discutible categoría -derechas radicales- causará seguros rechazos y objeciones –metodológicas, históricas e ideológicas- entre joseantonianos sin partido, militantes falangistas de ayer y hoy, y los no pocos meramente interesados en tan estudiado como discutido fenómeno histórico español. En todo caso, tales prejuicios no privan de valor a la audacia del intento de NRH, ni rigor a la investigación.  

Ya fuera del dossier central, junto a otros muchos artículos y reseñas, encontramos, en cierto modo, la pincelada de regusto azul que proporciona el artículo El mito de al-Andalus; una entrevista con Serafín Fanjul, a cargo de Arnaud Imatz, hispanista e historiador francés muy conocido entre joseantonianos y falangistas, autor de varias obras sobre José Antonio y la Falange Española. De dicha entrevista procede esta perla: “No quiero que mi hijo o nieto vivan como los cristianos de Córdoba en el siglo IX”.

El número en su conjunto, y el dossier central en particular, son ejemplo formidable de un combate cultural y metapolítico desarrollado sin complejos en el vecino país. ¿Se imaginan  circunstancias similares –protagonistas, instrumentos, ejercicio de libertad- en nuestra dislocada España?

 

Fernando José Vaquero Oroquieta

http://tradiciondigital.es/2012/11/05/las-derechas-radicales-europeas-1900-1960-en-la-nouvelle-revue-d%c2%b4histoire/

75 consejos para sobrevivir en el colegio (*): PRISA, machacando a los padres

75 consejos para sobrevivir en el colegio (*): PRISA, machacando a los padres

Un libro de humor, frustrado, frustrante... y ¿disolvente?

Promete mucho: un texto, en clave de humor irreverente, dirigido a un público juvenil. Objetivo: sobrevivir, de manera divertida, en esa etapa tan decisiva de la vida…, el colegio. La contraportada así lo presenta: “La vida a los 12 años puede ser bastante difícil: tu madre te castiga sin razón, tu mejor amiga se enfada contigo, te enamoras de un chico que no te conviene, metes la pata con las populares... Por eso he patentado este manual, que te ayudará a sobrevivir en los malos momentos. ¡Ah! Y mira al final del libro. Allí he puesto lo mejor: unos consejillos para aprender a dibujar chibis y unas divertidas pegatinas. ¡No van a poder contigo!”.

Pinta bien. Humor, escenas por todos vividas, técnicas para dibujar (ya se sabe, la moda de lo visual)... En cualquier caso, un intento ambicioso, pues no es nada sencillo divertir y orientar, con calidad literaria, a la par. La autora, en su primera incursión dirigida a este público, ¿lo ha conseguido?

Así, al azar, leemos el inicio de la página 138: “Ya eres MAYOR para creerte eso de «no seas egoísta, piensa en los demás niños. Papá Noel tiene que traer para todos» ¡Qué me importan los otros niños!, ¿acaso ellos se preocupan por mí? Por supuesto, a Raquel le mentí y le dije que pidiera como mucho dos cosas”. ¡Qué desconcierto! ¿Acaso es un mero ejemplo aislado, aunque desafortunado, de cinismo y oportunismo? No obstante, al proseguir la lectura, ya de principio a fin, parece que ambos rasgos, poco característicos de unos 12 años sanos, aparentemente impregnan toda la obra. O, ¿no será que he perdido el sentido del humor? ¡Pero si me muero por reír!

Seamos serios y analicemos el asunto. Veamos algunos de esos consejos, concretamente los referidos al papel e imagen de los padres (sobre todo de la madre, curiosa circunstancia, no en vano el padre está “ausente”). “Sal de los pensamientos de tus padres enseguida” (número 6); “Si quieres que tus padres te compren algo, diles que lo necesitas para el colegio” (8); “Escucha lo que hablan tus padres cuando crees que no escuchas” (14); “No intentes entender las decisiones de tus padres. Son totalmente injustas” (23); “No merece la pena ayudar en las tareas del hogar a cambio de conseguir su cariño” (24); “Cuando tus padres te suelten el rollo, aprovecha para pensar en tus cosas” (28); “JAMÁS, JAMÁS dejes que tus compañeros conozcan a tus padres. No les des más motivos de burla” (37); “Acostúmbrate: todo lo acabamos pagando los hijos” (47); “No intentes entender a tu madre, es IMPOSIBLE. Sólo síguele la corriente” (49); “Si crees que tus padres pueden oírte, es mejor que no pegues a tus hermanos” (41). Sin duda, tales consejos constituyen una buena batería de técnicas dirigida a la manipulación de padres un poco pardillos. Si los chavales lectores no las conocían, prepárense: se convertirán en unos manipuladores implacables.

Los demás familiares tampoco salen muy bien valorados: “Empieza a ser  muy simpático con tus familiares unas semanas antes de Navidad” (39). Referencia un poco avara, por no calificarla de puro utilitarismo.

Así las cosas, no nos sorprenderán los consejos referidos a los profesores: “No te engañes: no se salva ningún profesor” (16); “No te engañes: nunca, jamás, un profesor te da algo bueno a cambio de nada” (62).

En resumen, por lo que se refiere a las tradicionales figuras de “autoridad”, como no podía ser menos, aconseja: “Ni por un momento te creas eso que dicen los adultos de que TODO lo hacen por nuestro bien” (73). Casi nada: o adereza la autora todo ello con unas extraordinarias dosis de humor, y desde un criterio ético firme, o desorienta a cualquiera; sobre todo a preadolescentes en crecimiento afectivo y psicológico. Pues no olvidemos que lo puesto en negro sobre blanco, se configura en fuente de autoridad. Y si el criterio no es claro, o carece de una base, seguro que desorienta o confunde; por muchas “morcillas” de presunto humor que incorpore. Y es que, además, divertir es difícil, muy difícil; un ejercicio particularmente ingenioso del intelecto, mucho más que limitarse a llamar constantemente “arpía” a la “popular” que ensombrece en clase a la protagonista del libro.

Pero, dada su importancia en esta edad, veamos las relaciones con los iguales que sugiere la autora: “Que tu mejor amigo sea mucho, muchos más tonto que tú" (1); “Cuando el compañero de mesa es más peligroso que un mal marido” (este consejo, el número 19, un tanto amargo. ¿No se producirá, acaso, una proyección de las experiencias de la autora, que distan mucho de las de una preadolescente de 12 años?); “Nunca admitas un error delante de tus amigas. Miente todo lo que haga falta” (12); “Esfuérzate en caerle bien al más popular” (32). Por mucho que busquemos, no encontramos, ni en clave de humor, ni en ninguna otra, una mirada amable a la amistad; ni a las otras realidades que dan consistencia y belleza a la vida. Pura amargura. ¿Es lo que nos concluye la autora? ¿No hay nada bueno?, ¿Nada merece la pena, salvo salirte con la tuya?

Y, en esta edad de los primeros y sucesivos novietes, concluye: “Sal con alguien. Con quien sea” (44). Un poco triste, ¿no?

Llegados a este punto, debemos preguntarnos, ¿tiene una propuesta moral y ética este libro?, pues sí: “Cierra la boca. No decir toda la verdad no es mentir” (7); “Disimula, que nadie se dé cuenta cuando algo te enfada o te pone triste” (20, ¡viva la espontaneidad juvenil!); “MIENTE. MIENTE. MIENTE” (55); “IMPORTANTÍÍÍÍÍÍÍÍSIMO´. NUNCA, JAMÁS, dejes que los demás te obliguen a que te apliques tus consejos” (consejo 57, ¡olé por la coherencia!); “Mucho cuidado con los buenos sentimientos. AHÓGALOS si hace falta (67).

Conforme a lo culturalmente dominante, el texto presta no poca atención a las apariencias. “IMPORTANTÍSIMO: échate una última ojeada justo antes de salir de casa para ver cómo te van a ver hoy los demás” (36). ¡Viva la superficialidad! El paso siguiente, tememos, será que la autora sugiera como modelo juvenil de éxito el de tronistas y candidatos de ”Mujeres, hombres y viceversa”.

Entonces, ¿no hay consejo bueno? Pues alguno, alguno… hay: “Busca el lado bueno” (27); “Aunque los demás se porten como idiotas, tú piensas con calma” (64). Y uno políticamente correcto, como no podía ser menos: “¡Padres y políticos, concienciaos, porque sois los que tomáis las decisiones!” (70). Entonces, un menor de 12 años, ¿no tiene responsabilidad alguna?

Dudo mucho que nadie se ría mucho con este libro. Desorienta, es triste, incluso enfada. Si quería reírme… ¿fallo yo o la autora?

María Frisa es autora de El resto de la vida (Simancas, 2004), Breve lista de mis peores defectos (Martínez Roca, 2006), 15 maneras de decir amor (Martínez Roca, 2008), El cuarto círculo del infierno (Onagro, 2011) y Como entonces (Premio de narrativa Universidad de Zaragoza, 2010). Todo un currículum.

En esta ocasión, Alfaguara, editorial del grupo PRISA, nos ha ofrecido un producto ambicioso, pero frustrado y frustrante. Y nada divertido. Pero dada la carga cultural subyacente en este trabajo, que la tiene y muy potente, no parece que su lanzamiento sea un acto puramente mercantil o, no digamos ya, al servicio de la buena literatura. O de la diversión, si somos generosos. Sin alcanzar el objetivo de divertir, sí parece que alcance el de contribuir a privar de autoridad -la poca que queda- a padres especialmente, y a otras figuras de autoridad, en aras del egoísmo y del “porque yo lo quiero y valgo” de los pequeños tiranos domésticos; prefigura del eterno adolescente irresponsable propuesto como modelo por el poder cultural dominante. Así nos va. Toda una aportación a la moral colectiva. Estarán orgullosos. Para que luego digan que eso de la ingeniería social zapaterista es un cuento. Ahí está, múltiple, en ocasiones sutil, con una potentísima base legal, y totalmente operativa.

(*) 75 consejos para sobrevivir en el colegio, María Frisa, Editorial Alfaguara, Colección INFANTIL JUVENIL, Madrid, febrero de 2012, 224 pp, precio con IVA 15 €.

http://www.diarioya.es/content/75-consejos-para-sobrevivir-en-el-colegio-prisa-machacando-a-los-padres

Una familia de bandidos en 1793: genocidio y terrorismo de Estado en la Vandée

Una familia de bandidos en 1793: genocidio y terrorismo de Estado en la Vandée

La reedición del libro Una familia de bandidos en 1793 (http://www.gaudete.org) traslada a España una polémica de gran alcance, aunque todavía no resuelta, acaecida en Francia años atrás, y que podemos resumir así: la espantosa represión sufrida por la población de la región de la Vandée, durante el levantamiento católico contra la República jacobina, ¿fue un mero “exceso revolucionario” o alcanzó la categoría de “genocidio”?

 

            Los crímenes perpetrados por la República jacobina de la liberté, égalité, fraternité en la región de la Vandée, a partir de 1793, ¿constituyeron, acaso, el primer genocidio moderno? Tal es la opinión del historiador francés Pierre Chaunu, quien calificó esa guerra como "la más cruel entre todas las hasta entonces conocidas, y el primer gran genocidio sistemático por motivo religioso", sumándose así a las tesis pioneras de Reynald Secher, autor, entre otros, de La Vendée-Vengé, Le génocide franco-français (PUF, París, 1986).

 

Entre los detractores de esta tesis destaca Jean-Clément Martin, quien asegura que la dura represión republicana allí perpetrada carecía de la intencionalidad ideológica característica del moderno concepto de “genocidio”; asimilando esos incuestionables y brutales excesos al también actual de “crímenes de guerra”. Lo cierto es que un territorio de apenas 10.000 kilómetros cuadrados sufrió la disminución de al menos 117.257 bajas por muerte (en combate y a resultas de la represión subsiguiente) en el censo de 1792 cifrado en 815.029 personas; habiendo sido totalmente destruidas el 20% de las casas allí previamente existentes.[

 

            Nos permitimos cuestionar tal punto de vista, no en vano, entre los planes represivos figuraba, por poner un ejemplo paradigmático, la eliminación sistemática de las mujeres vandeanas, al considerarlas “paridoras de bandidos” o sus “surcos reproductores”. Y tales afirmaciones no se quedaron en meras declaraciones retóricas, pues a los fusilamientos masivos, de combatientes y población civil, se sumó el ahogamiento en ríos y bahías del Oeste francés de miles de personas internadas en barcazas hundidas a tal fin; el internamiento de mujeres, niños y ancianos en auténticos campos de concentración al aire libre a la espera de su muerte por hambre, enfermedad y por efecto de las inclemencias del tiempo; las ejecuciones masivas por la guillotina y en público de cualquier vandeano acusado de contrarrevolucionario; incluso experimentos mediante primitivos sistemas de envenenamiento masivo al objeto de ahorrar costes de tan numerosas ejecuciones…

 

            La polémica llegó a trascender el ámbito historiográfico, alcanzando a los medios de comunicación y a diversas instancias políticas, desarrollándose algunas iniciativas en sede parlamentaria que perseguían una declaración institucional de la guerra de la Vandée como “genocidio”, con todas sus implicaciones.

 

Se trata, en todo caso, de un episodio histórico poco conocido por el público de habla española; si bien los lectores de Arbil seguramente ya tienen conocimiento del mismo merced al artículo, publicado en su número 70 (junio de 2003), La Vendée campesina y católica, levantada en armas contra los "sin Dios" jacobinos, de Gustavo Carrère (http://revista-arbil.iespana.es/(70)vend.htm), y de otros varios en los que se menciona este episodio histórico desde diversas perspectivas metodológicas.

 

            Es un asunto de trascendental alcance, no en vano cuestiona las bases de un hecho histórico sobre el que se asienta la arquitectura política actual de Occidente y una buena parte de sus valores y mitos constituyentes.

 

            Recordemos, igualmente, que una lacra que viene sufriendo el mundo contemporáneo, la del terrorismo, tiene bastante que ver en sus orígenes modernos con la Revolución Francesa. Veámoslo. De marzo de 1793 a julio de 1794, la facción revolucionaria más radical, la de los jacobinos, cuya figura más representativa era Maximilien Robespierre, tomó el poder creando el Comité de Salud Pública. Entre otras, institucionalizaron numerosas medidas represivas dirigidas contra todo tipo de opositores; circunstancia que ellos mismos denominaron -con una expresa valoración positiva- como “Terror”. Así, desarrollaron unas prácticas análogas a las que caracterizan al actualmente denominado como “terrorismo de Estado”. Fue el propio Robespierre quien afirmó el 5 de febrero de 1794 que: “El terror no es otra cosa que la justicia rápida, severa, inflexible; es, por tanto, una emanación de la virtud”. Sin contar las muertes sufridas en la Vandée, aquella fase revolucionaria causó un elevado número de víctimas: para unas fuentes sumaron hasta 17.000 ejecuciones; más de 40.000, según otras. Y las detenciones alcanzarían las 400.000. Sí existe cierta coincidencia en cuanto a los porcentajes: un 8% de los condenados eran nobles, un 14% procedía de las clases medias, y un 70% ¡campesinos y obreros! a los que se condenó por delitos de deserción, acaparamiento, rebelión, elusión del reclutamiento y otros. Con todo, fue el clero el que padeció, proporcionalmente a su número, la mayor persecución, alcanzando un 6% del total de ejecutados. Ese nuevo concepto, el de terror-terrorismo, se emplearía tempranamente con un evidente sentido peyorativo; como modelo de prácticas despóticas, arbitrarias, contrarias a los más elementales derechos humanos e inaceptables en un régimen de libertades públicas. A ello contribuyó especialmente el cualificado pensador irlandés Edmund Burke (1729-1797), autor entre otros muchos libros de Reflexiones sobre la Revolución en Francia, en el que calificaba como “terroristas” a quienes aterrorizaban a la población para retener el poder.

 

            Lo acaecido en la Vandée entre 1793 y 1796, fuera un genocidio “técnicamente” hablando, o el primer terrorismo de Estado de la historia, es el contexto en el que se desenvuelve la narración de un libro recientemente reeditado en España. Nos referimos a Una familia de bandidos en 1793. Relato de una abuela, el primer título editado –¡en estos tiempos de crisis!- por la joven Producciones Gaudete, de Larraya (Navarra), a finales de 2008.

 

            A lo largo de sus apretadas 300 páginas, por la pluma de Juan Charruau, la única superviviente de una familia vandeana nos relata la extraordinaria peripecia vital de sus seres queridos –junto a la propia- a lo largo del dramático 1793. Sus expectativas humanas, el modo de vida, y los proyectos de los suyos, sufrirán las mismas vicisitudes que el resto del pueblo vandeano, siguiendo una misma suerte abocada al martirio. Vivirán las primeras conspiraciones vandeanas, la vida de la Iglesia de las catacumbas, las primeras victorias militares, la destrucción de sus casas, las violentas muertes de los suyos. Acompañarán, al igual que decenas de miles de mujeres, niños y ancianos, a los ejércitos católicos vandeanos, pues de no haberlo hecho se habrían sometido indefensos a la tortura y segura muerte a manos de los “bleus”. De este modo, también pasarán por sus páginas diversos personajes históricos claves de la epopeya vandeana.

 

            Apoyada en una incuestionable base histórica, la suerte de esta familia se nos presenta como el espejo del destino de un sencillo pueblo campesino levantado en armas en defensa de su estilo de vida y de sus principios más queridos: la religión católica y su rey. Y en ese preciso orden. Desde la exaltación de los primeros momentos insurrectos, hasta el exterminio de sus protagonistas y de todo ese pueblo en movimiento, asistimos en estas páginas a la destrucción de un orden social tradicional basado en el cumplimiento del deber derivado de una voluntariosa y ejemplar ascesis tejida de piedad y virtudes cristianas.

 

            La Vandée fue el corazón del Oeste francés, una región profundamente recristianizada, entre otros, por San Luis María Grignon de Montford, y por ello muy devota del Sagrado Corazón; en consecuencia, ajena a la utopía revolucionaria. Si la ejecución de Luis XVI el 21 de enero de 1793 horrorizó al pueblo vandeano, el Decreto de levas de la Convención, emitido en el febrero siguiente, que debía movilizar a miles de jóvenes vandeanos al servicio de una revolución que no querían, fue la causa inmediata del levantamiento popular que únicamente la práctica de aquellas técnicas militares de pretensión genocida pudo frenar.

 

            El relato se estructura a partir de las memorias que María Sainte Hermine -superviviente de la ejemplar familia del marqués de Serant- lega a sus descendientes en un ejercicio de memoria histórica y con una evidente intención moralizante; especialmente a partir del ejemplo, entereza y heroicidad de sus mujeres. Su tono es intimista, positivo y alegre; deviniendo muchos de sus capítulos en una verdadera novela de acción. Sus protagonistas nunca caen en el desánimo ni, mucho menos, en la desesperanza. Su lenguaje, en coherencia con lo anterior, es elegante, un tanto arcaico, rico en expresiones y matices. El hilo narrativo está perfectamente trazado: desde los orígenes y múltiples manifestaciones de la vida personal, familiar y social de los protagonistas, hasta el dramático desenlace.

 

            Pero, aunque desde su inicial estilo de vida todo parecía llamarle a una existencia sosegada y cómoda, a pesar de las dificultades presentadas, la narradora no incurre jamás en el insulto; tampoco en la amargura de la desesperanza. Sus protagonistas sabrán morir tal y como habían vivido: sencilla y cristianamente, aceptando el misterioso destino que la Providencia les había trazado; incluso al sufrir los casi inimaginables rigores de las prisiones de Nantes, en las que también los niños morían de hambre, sed y enfermedad, ante la indiferencia –o el regocijo- de los carceleros.

 

            Este libro se suma a la escasa bibliografía en castellano existente al respecto; no es el caso francés, pues, afortunadamente, desde la investigación histórica y la recuperación de la memoria colectiva, se han publicado allí numerosas obras. Queremos recordar aquí los títulos en español más representativos: Memorias de la Marquesa de la Rochejaquelein. La Revolución francesa y las Guerras de la Vandée (Editorial Actas, Madrid, 1995); La Contrarrevolución Legitimista (1688-1877), varios autores (Editorial Complutense, Madrid, 1995); Cristianismo y Revolución, de Jean de Viguerie (Rialp, Madrid, 1991); El sistema de despoblación. Genocidio y Revolución Francesa, de Gracchus Babeuf (Ediciones de la Torre, Pinto, 2008). Mencionemos, igualmente, una reciente novela histórica: La venganza del sable, de Frederic H. Fajardie (Edhasa, Barcelona, 2008). Y, con formato de revista, no podemos olvidar el monográfico La Vandée: el corazón de la Cristiandad, de la revista tradicionalista Ahora información (Barcelona, número 40, julio-agosto de 1999).

 

            Es de agradecer esta interesante aportación, al mercado editorial en español, de Producciones Gaudete, que rescata así una obra de notable actualidad, por las razones antes indicadas, y de un evocador contenido en tantas ocasiones reconfortante.

 

Revista digital Arbil, Nº. 120, febrero 2009