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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Actualidad internacional

Somalia: ¿el Afganistán de África?

Somalia había dejado de ocupar, en los últimos años, su espacio en los informativos de todo el mundo. Parecía haberse desvanecido desde que fuera derrocado, en 1991, el polémico Mohamed Siad Barré . Este país, estratégicamente situado en el llamado “cuerno” de África y que fuera objeto de estrecha vigilancia por norteamericanos y británicos, en el contexto de una “guerra fría” que le había situado en órbita soviética, carece de riquezas naturales. Siendo uno de los más pobres de la tierra, se daba por sentado que su destino era la inestabilidad permanente, la pobreza generalizada, la sequía perenne y una extrema división tribal que propició incluso la desaparición del nunca consolidado Estado somalí.

Manteniendo serios problemas fronterizos con alguno de sus vecinos y dividido en diversos pseudoestados tribales regidos por arbitrarios “señores de la guerra”, no se percibían movimientos que aparentemente rompieran semejante dinámica.

A lo largo de los últimos días, Somalia ha vuelto a ser noticia. De manera inquietante y sorprendente, se informaba que la capital, Mogadiscio, había sido ocupada por una nueva milicia armada el pasado 6 de junio: la Unión de los Tribunales Islámicos; curiosa denominación de resonancias talibanescas. Esta milicia tomaba poco después la localidad de Jowhar, situada a 90 kilómetros al norte de Mogadiscio; en la que habían encontrado su último refugio los “señores de la guerra” organizados en la llamada “Alianza para la Restauración de la Paz y contra el Terrorismo” promovida por Estados Unidos. Y, pocos días después, éstos abandonaban su país a bordo de buques de esa nacionalidad...

En este contexto, El Gobierno provisional y el Parlamento, elegidos en la vecina Kenia en el año 2004 perdían definitivamente su razón de ser. Y, por si fuera poco, las nuevas autoridades islamistas denunciaban que 300 soldados etíopes habían violado la frontera, supuestamente penetrando en el interior somalí el pasado 20 de junio.

“Mogadiscio será gobernado por una sola administración y no aceptaremos otra que no sea la del Consejo Supremo”, declaró el nuevo líder de la organización, Sheikh Hassan Dahir Aweys, quien añadió que “restauraremos la seguridad tan pronto como sea posible y haremos de Mogadiscio el lugar más seguro de la tierra”.

Las noticias existentes en torno a la naturaleza de esta milicia son poco claras. Se afirma que está financiada por Arabia Saudita y que propaga un islam mucho más fundamentalista que el practicado por la población suní de Somalia. Además, ha sido relacionada con Al Qaeda y acusada de proteger a los responsables de los atentados perpetrados en 1998 con coches-bomba contra las embajadas norteamericanas en Nairobi y Dar el Salaam; acusaciones procedentes de la derrotada coalición y de la administración estadounidense. Naturalmente, la Unión de Tribunales Islámicos rechaza tales imputaciones; si bien no oculta sus intenciones de implantar un Estado islámico.

Bien recibida por la población civil, como única posibilidad de instauración de un deseado orden, inédito en 15 años, con su primera medida la milicia ha cerrado todas las salas de cine de las ciudades ocupadas; impidiendo incluso la proyección de la Copa Mundial de fútbol.

El mencionado Sheikh Hassan Dahir Aweys, fundador de la organización, resultó elegido el sábado 24 de junio sucesor -en el cargo de jefe de su Consejo Supremo- de Sheikh Sharif Sheikh Ahmed, conocido como “Sayfulah”, La espada de Dios, y pese a ello considerado más moderado, quien asumirá el cargo de jefe del Comité Ejecutivo.

Nos han cogido de sorpresa… Pero, si analizamos las circunstancias concurrentes, comprenderemos que era previsible. En un país de mayoría absoluta musulmana, desarticulado, empobrecido, víctima de la rapiña de unos implacables “señores” feudales; únicamente una fe poderosa podía proporcionar esperanza, pertenencia y unidad. Y lo que Naciones Unidas, los Estados Unidos, o los poderes locales, fueron incapaces de proporcionar, ha llegado por la fuerza de los hechos.

Ciertamente, los paralelismos entre el Afganistán anterior a la toma del poder por los talibanes, y la Somalia de ayer mismo son enormes. Olvidados por la comunidad internacional, empobrecidos después de años de guerra, con un poder estatal pulverizado… pero estratégicamente situados en un espacio geográfico regional muy importante para la expansión del pujante islam yihadista.

De nuevo lo inesperado ha sucedido ante la mirada desconcertada de un Occidente replegado en sí mismo y sin apenas perspectiva de futuro.

Estados Unidos ya ha comunicado a sus aliados que presentará un programa al objeto de afrontar los riesgos de la nueva situación. Esperemos que sepan escuchar las reflexiones de voces expertas y libres, como la de la Santa Sede, si se producen; evitando errores pasados.

Páginas Digital, 3 de julio de 2006

Un «sol rojo» alumbra Nepal.

Muerto Mao, y descafeinado el maoísmo en la propia China, algunos de sus rescoldos, sorprendentemente, continúan provocando incendios por el mundo; alimentados por una ideología inhumana cargada del «culto a la personalidad» a un desaparecido. Si antaño fueran Perú -de la mano de la sanguinaria organización terrorista Sendero Luminoso- y algunos estados indios los golpeados por sus correligionarios locales, es en Nepal, actualmente, donde se sufre una «guerra popular» planteada al más puro estilo maoísta, a lo que se suma una grave crisis política.
La semana pasada Nepal disfrutó de espacios preferentes en las primeras portadas de diarios y en los noticiarios televisivos de todo el mundo: muchedumbres en manifestación se enfrentaban, en la capital, a la policía nepalí mientras que, según otras informaciones, la guerrilla maoísta seguía avanzando. ¿Qué está pasando en el «techo del mundo»?
Desde hace, ya, 10 años, el Partido Comunista de Nepal (Maoísta), en lo sucesivo PCN (M), se decidió de nuevo, tras unos años de acatamiento de la legalidad, por la conquista armada del poder. Poco a poco fue consolidando su control sobre los territorios «liberados», siguiendo la ortodoxia maoísta del «cerco de las ciudades por el campo», conforme sus tácticas de la «guerra popular prolongada y de desgaste». Y, de este modo en la actualidad, ya controla un 40 % del territorio de Nepal, aunque no las ciudades.
El segundo factor relevante de la situación política nepalí deriva de la anormalidad constitucional que se vivía desde que el discutido rey Gyanendra efectuó un autogolpe de Estado el día primero de febrero del año 2005, asumiendo un poder casi absoluto; tras destituir al Gobierno democráticamente electo y disolviendo el Parlamento. Los objetivos alegados: acabar con la corrupción política y frenar la ofensiva guerrillera.
Obligado por las más numerosas manifestaciones que ha conocido Katmandú –la capital- en toda su historia, el rey anunció el pasado viernes 21 de abril que devolvía el poder ejecutivo al pueblo, a la vez que instaba, a los siete partidos políticos opositores coaligados, a que nombraran un nuevo primer ministro. Oferta rechazada y que no ha impedido que las manifestaciones se sigan sucediendo.
En el pasado mes de noviembre de 2005 la llamada «Alianza de los Siete Partidos» llegó a un acuerdo de colaboración con el PCN (M) en el común objetivo de reimplantación de la democracia mediante una asamblea constituyente; un partido que desarrolla un curioso y nada inocente «doble juego». Por una parte decretó un «alto el fuego» en el valle de Katmandú, donde se han desarrollado las manifestaciones multitudinarias; por otra, ha relanzado su ofensiva armada en otras zonas del país. Y no oculta que su objetivo final es «la implantación del socialismo y el comunismo». Todavía hoy. Increíble. Esta posibilidad, ya no tan lejana, es alentada, en parte, por la vecina China que, si bien ya no manifiesta los fervores revolucionarios de antaño, contempla el hipotético triunfo del PCN (M) como una posibilidad para la ampliación de su influencia. Por otra parte, India observa con preocupación que su temido vecino chino se le asome, con mayor ventaja, desde la enorme terraza himalaya, inflamándose así las energías de los diversos grupos guerrilleros maoístas operativos en varios de sus estados.
 
La clase política nepalí, desprestigiada por diversos escándalos, no parece que controle el movimiento popular manifestado estos días. En tal contexto: ¿serán los comunistas, decididos e implacables, quienes capitalicen los cambios y, en un movimiento de pinza –lucha armada y movilizaciones populares-, se haga con el poder?
Baburam Bhattarai, quien era miembro del Politburó y Jefe del Departamento de Relaciones Exteriores del PCN (M), fue entrevistado por el semanario Nepali Times en su número del 13 al 19 de julio de 2001. Allí encontramos, como especialmente significativa, una respuesta que desvela el material con que está forjada esta organización con que replica a la siguiente pregunta.
«Nepali Times: Luego de seis años de la guerra popular y de más de 2.000 nepaleses muertos, ¿piensa que ha valido la pena el precio pagado hasta ahora?
Baburam Bhattarai: Aunque es un anacronismo colgarle una etiqueta de “precio” a un trascendental proceso revolucionario en términos de bajas de seres humanos, consideramos que el “precio” pagado hasta ahora por las masas nepalesas en los seis años de la guerra popular ha sido antes bien algo bajo. Tales “precios” en las auténticas revoluciones se pagan en millones y no en miles. ¿Recuerda la Revolución Francesa? Si se considera el poder y el prestigio ganados por las masas pobres y oprimidas del campo nepalés durante los últimos seis años, el “precio” pagado definitivamente ha valido la pena» (http://www.cpnm.org/new/Spanish/baburam_jul2001.htm;23.04.06).
Más adelante agradece el apoyo hacia su causa mostrada por el autodenominado Movimiento Revolucionario Internacionalista, que agrupa a varios partidos maoístas liderados por ¡Sendero Luminoso! Si usted quiere consultarla por internet, cosa bien sencilla, encontrará en sus ediciones el mismo lenguaje, las mismas valoraciones y numerosas loas recíprocas. Por cierto, la revista de esta anacrónica organización peruana se llama «Sol Rojo», en homenaje al «camarada» Mao; uno de los mayores genocidas de la historia de la humanidad. Para que luego se diga que las ideologías han muerto. No todas, ni en todas partes, evidentemente.
De nuevo, viejas estrategias e ideologías, que parecían arrojadas a los trasteros de la historia, impactan en la realidad humana, ganando voluntades y trastocando la evolución normal de una nación y de sus gentes. Otra vez, de manera acaso insospechada, una ideología provoca una verdadera mutación antropológica; y en el único país confesional hinduista del mundo.
Páginas Digital, 24 de abril de 2006

Ollanta Humala, el «guerrero que todo lo mira»: ¿futuro presidente del Perú?

Se cumplieron las previsiones electorales en Perú, al menos en parte. Ganó Ollanta Moisés Humala Tasso, por encima de la socialcristiana Lourdes Flores Nano y del aprista Alan García; si bien deberá concurrir a una segunda vuelta al no haber alcanzado la mayoría automática. Un candidato inquietante en la línea de Hugo Chávez y Evo Morales.

 

El padre de Ollanta Humala, Isaac, configuró el denominado «etnocacerismo», una ideología nacionalista que exalta el pasado inca del Perú. Isaac puso a sus siete hijos diversos nombres incas: así, Ollanta significa «el guerrero que todo lo mira». ¿Profético?

 

Nació en Lima el 27 de junio de 1963 en el seno de una prestigiosa y numerosa familia oriunda de Ayacucho. Militar profesional, fue acusado de violación de los derechos humanos en Huánuco, región donde se enfrentó a la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso desde 1992. Participó también en los incidentes fronterizos con Ecuador de 1995. El 29 de octubre de 2000 asaltó unas instalaciones mineras de Tacna, a modo de intentona golpista contra el entonces presidente Alberto Fujimori. Con su pequeño destacamento de reservistas recorrió «a la fuga» los Andes, mientras exigía la renuncia de Fujimori y de los –que juzgaba- corruptos jefes de las Fuerzas Armadas. El Gobierno de transición, que relevó a Fujimori, finalmente, le amnistió. Sigue estudios de Ciencias Políticas en los años 2001 y 2002. Agregado militar en Francia y Corea del Sur, es retirado del ejército en diciembre de 2004.

 

En abril de 2005 fundó el Partido Nacionalista Peruano, junto a su esposa Nadine Heredia, conocida comunicadora social, pero al no poder concurrir a las elecciones con el mismo, se incorporó como candidato a la Unión por el Perú.

 

¿Qué ideas preconiza el popular y discutido Ollanta Humala? Veamos algunas de ellas.

 

El 2 de marzo de 2006 saluda al presidente Kirchner, reconociendo su «liderazgo regional, no sólo en la Argentina, como parte de la construcción progresista en Latinoamérica, la patria grande».

 

El 18 de marzo de 2006 afirma ser «parte de las corrientes políticas latinoamericanas: en unos lugares llamados socialistas, de izquierda, indigenistas y en el Perú, el nacionalismo. Todos estamos confrontados al modelo económico neoliberal que esta destruyendo nuestras naciones»

 

Se ha declarado admirador del general Juan Velasco Alvarado, dictador durante siete años, quien trató de instaurar una «tercera vía» peruana (en cierta sintonía con los «no alineados» de la época, Nehru, Nasser, Tito), arruinando al país, hasta que fue destituido por otros militares en 1975.

 

En el Ideario de su partido, apartado Principios, afirma entre otras muchas cosas: «El Partido Nacionalista Peruano, surge en el escenario político con una clara ideología Nacionalista, recogiendo y asumiendo la gran Veta Nacionalista de nuestros antepasados desde la época del gran Imperio de nuestros Incas, las luchas libertarias contra la opresión de la Colonia española, reivindicando la gesta heroica de Manco Inca y Tupac Amaru II y en general, del pueblo peruano que históricamente ha demostrado su compromiso con la Patria siendo siempre los primeros en sacrificarse en defensa del país. (…) El Partido Nacionalista Peruano, reconoce de manera especial, el aporte del Amauta José Carlos Mariátegui, fundador del socialismo peruano, asumiendo su convocatoria de Peruanizar el Perú y de Víctor Raúl Haya de la Torre, creador de una doctrina Antiimperialista de integración Latinoamericana, constituyéndose ambos en la expresión del pensamiento político creativo, sin duda más importante en nuestra historia republicana».

 

Recordemos que José Carlos Mariátegui fue un notable teórico marxista que fundó la revista Amauta en 1926. En 1928 rompió con el APRA, fundó el Partido Socialista, la revista proletaria Labor, y publicó sus famosos Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Un año más tarde fundó la Confederación de Trabajadores de Perú. Muere el 16 de abril de 1930.

 

Víctor Raúl Haya de la Torre, por su parte, fundó en México el 7 de mayo de 1924 la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), con pretensiones continentales, y, posteriormente en su patria, el Partido Aprista Peruano. Su ambición era «¿cómo hacer conciencia?», respondiendo «con ciencia»: los orígenes hegelianos del marxismo, las técnicas de la oratoria política, la crítica social, la lucha antiimperialista... De sí mismo dijo: «Toda mi vida he sido un luchador social. Por accidente, un político». Su libro fundamental fue «El Antiimperialismo y el APRA». Después de años de persecución, asilos y exilios, fue elegido Presidente de la Asamblea Constituyente de 1978, siendo éste el único cargo oficial que desempeñó en Perú. Bajo su presidencia se elaboró la Constitución de 1979. Falleció el 2 de agosto de ese mismo año. Paradójicamente, como sucesor, de este inspirador del «guerrero que todo lo mira», lidera el partido que antaño fundara Haya de la Torre el polémico Alan García, su competidor electoral.

 

Entre sus Objetivos encontramos el siguiente: «1. Instauración de una Segunda República mediante la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que oriente un proyecto nacional que cambie y desarrolle nuestra patria, liberando así a los grandes sectores sociales marginados por siglos de injusticia y prepotencia». Una singular propuesta rupturista coincidente con el programa del boliviano Evo Morales.

 

De Visión internacional procede el jugoso párrafo que sigue: «2. Constatamos que la tradicional confrontación ideológica mundial entre Socialismo (Izquierda) y Capitalismo (derecha), terminó con el fin de la "Guerra Fría"; actualmente, la nueva confrontación mundial se viene dando entre la Globalización (fase superior del Imperialismo triunfador de la Guerra Fría) que tiende a transformar a los estados naciones soberanos en estados naciones globalizados y sin soberanía (Neo colonias) y los Nacionalismos Integradores que defienden la Libertad e Independencia de cada país». También coincide, en ello, con Morales, Chávez, Castro, Kirchner…

 

En resumen, una peculiar combinación de nacionalismo, indigenismo, populismo, denuncia de la corrupción, internacionalismo socializante… y ególatra culto a la personalidad. Pero no se trata de un caso aislado. Evo Morales en Bolivia, el aventajado candidato Andrés Manuel López Obrador por el izquierdista PRD en México, y otros, también mantienen posiciones en buena medida análogas.

 

Un fantasma recorre América Hispana: el indigenismo. Permítasenos la broma. Imprevisible e inquietante, en cualquier caso. A juicio de todos ellos, para superar la larga crisis de sus países debe remontarse a los orígenes autóctonos anteriores a la colonización española, al cristianismo que llevaron consigo, y a los Estados criollos que precariamente se implantaron en el siglo XIX; pues ahí radicarían las raíces de los males pasados y presentes. Por ello reclaman un retorno a las culturas aborígenes y a sus expresiones comunitarias, a los residuos religiosos precristianos allí donde acaso pervivan, nuevos procesos constituyentes en lo político, un modelo social alternativo a la «globalización neoliberal»…

 

Pero, lo más preocupante, es que, así, intentan romper con siglos de tradición cristiana que aportó, a la América Hispana, una rica historia, una cultura integral, el mestizaje, y, con todo ello, la centralidad de la persona; axioma desconocido en las culturas precolombinas.

 

Páginas Digital, 17 de abril de 2006

Evo Morales… ¡falangista!

¿Qué pretenden Evo Morales y su indigenista Movimiento Al Socialismo? Algunas claves para entender la compleja situación de la Bolivia actual.

 

                Partiremos de una anécdota que no despeja los interrogantes actuales, pero que ilustra lo confuso del panorama boliviano. El denominado «Estatuto orgánico o carta fundacional» del Movimiento Al Socialismo (MAS), la formación liderada por Evo Morales y que ha ganado las últimas elecciones, establece en su artículo 87: «Se reconoce la presidencia vitalicia del jefe fundador al Compañero David Añez Pedraza a quien la Dirección Nacional recurrirá cuando sea necesario. Este es un cargo designado honorífico». Así se aprobó en la localidad de Oruro el 15 de diciembre de 2003. Pero, ¿quién es David Añez Pedraza?
                Nos lo aclara el que fuera Secretario Ejecutivo de la Confederación Universitaria Boliviana, Mario Ronald Duran Chuquimia, en su artículo Bolivia: 514 años de noche oscura: «Oscar Unzaga de la Vega, político boliviano, influenciado por la ideología fascista muy en boga en la década de los 30’s en el siglo pasado, fundó Falange Socialista Boliviana (FSB), opositor a bala y revolución al régimen del joven Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), falleció en circunstancias extrañas. Uno de sus herederos políticos, David Añez Pedraza, obsequió al Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) de Evo Morales, la personería jurídica, el nombre del partido y la sigla Movimiento al Socialismo Unzaguista (MAS-U) y los colores del partido: azul, blanco y negro para que éstos pudiesen participar en las elecciones generales». Sorprendente, aunque, en realidad, irrelevante.
                Pero, realmente, ¿qué propugnan el MAS y Evo Morales?
                De su documento «Nuestros principios ideológicos» procede este jugoso párrafo: «Nuestra cultura andina y amazónica es fundamentalmente simbiótica y de total equilibrio con la naturaleza. Para nuestras raíces culturales el hombre no es el señor, ni el gerente ni el amo del planeta tierra. Somos parte del todo, somos colaboradores conscientes, somos seres que ayudamos a parir la TIERRA, somos comunarios que ayudamos a criar la vida.
Para nosotros el planeta tierra tiene vida. Es inteligente y autorregulado. A este principio nuestros antepasados le han denominado Pachamama, es decir madre tierra y a ella, a la madre tierra no podemos violarla a titulo de dominarla no podemos venderla ni comprarla porque somos parte de ella y en ella criamos la vida, Pachamama quiere decir que el ser humano con y para la tierra y es lo contrario de la cultura occidental que viven de la tierra y sobre la tierra. Para nuestra cultura la tierra es vida y por eso le rendimos nuestro tributo. Le agradecemos a la Pachamama porque es el espacio habitado por los hombres. Es nuestra protectora y cuidadora por excelencia. Es una madre que ampara a sus hijos y que les da los alimentos que necesitan para vivir.
Este principio simbiótico del concepto Pachamama de vivir con y para la tierra, es también el principio del equilibrio con la naturaleza, que es el único camino que nos queda para preservar la vida en el planeta. De lo contrario los principios o paradigmas de la sociedad occidental continuará destruyendo la vida en el planeta tierra». Vamos, la posmoderna y sincrética «Hipótesis Gaia» de nuestros decadentes seguidores de la New Age en versión indigenista. De ahí extraen, no obstante, unas cuantas directrices políticas: ruptura con un pasado cincelado por la colonización española y el régimen constitucional criollo; rechazo del modelo de desarrollo occidental; adhesión a los movimientos antiglobalización; simpatía por todos los «pueblos y naciones oprimidas»; propuesta de un modelo comunitario que supere al capitalismo y al socialismo fracasados...
De hecho, los dos grandes objetivos de la movilización indígena –más bien, indigenista radical- que hizo tambalear los pilares del Estado boliviano, meses atrás, fueron dos: la nacionalización de los hidrocarburos y una Asamblea Constituyente.
                Con el triunfo electoral de Evo Morales, el segundo objetivo (lógica consecuencia con las rupturas cultural y política propuestas por el indigenismo) parece olvidado. Por lo que respecta a la nacionalización de las materias primas, Evo Morales ya no parece tener tanta prisa, matizando y calculando constantemente sus propuestas. Por ello, algunos le acusan de traicionar a los pueblos indígenas y de desviarlos por medio del MAS hacia los intereses de las oligarquías nacionales y los intereses extranjeros. Es el caso de Alejo Veliz Lazo, primer secretario general de la poderosa Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB).
                La plena participación de todo el pueblo de Bolivia en la gestión pública es legítima; al igual que la implantación progresiva de una justicia social que pase por una redistribución de la riqueza nacional. Justas y necesarias.
                Pero los riesgos están ahí: su instrumentalización por «los de siempre», un posible alineamiento con la locomotora Castro-Chavez-Lula que pretende tirar de los vagones de los países hispanos con otros gobiernos de izquierda: Uruguay, Chile, acaso Argentina…
                Una compleja encrucijada ante la que se sitúa Bolivia: entre el realismo político, los prejuicios de una ideología indigenista exacerbada que renuncia al pasado cristiano, y diversas resistencias a la modernización.

 

 

Páginas Digital, 27 de febrero de 2006

Más allá de la satanización de Le Pen.

Los imprevistos resultados electorales de Jean – Marie Le Pen, cosechados en las dos rondas presidenciales francesas, han levantado ríos de tinta, encendidos debates y una casi absoluta unanimidad. Más allá de las apariencias, más allá de su satanización, ¿qué hay en el fondo de este fenómeno?

 

La “sorpresa” Le Pen.

 

Le Pen ha logrado suscitar la unión de los contrarios, una postmoderna Santa Alianza: socialistas, derechistas, liberales, comunistas, ecologistas, trotskistas… ¡todos juntos contra el enemigo común!

Las reacciones y los argumentos esgrimidos han sido muy similares: Le Pen, un fascista que niega el Holocausto y que, con la demagogia más bastarda, ha sabido tocar algunas teclas del sistema para llegar a un electorado inculto, atemorizado e inseguro frente a la globalización, la Europa de Bruselas y la “inmigración salvaje”. Para hacerle frente, se ha propuesto más de lo mismo: más tolerancia, más educación antifascista, invocación al voto útil, etc. Pero no se ha ido, en general,  a las causas últimas del problema.

Salvo unas pocas voces, algo disconformes, la unanimidad ha sido total, especialmente en los juicios inicialmente emitidos. En los días posteriores a la primera ronda, algunas opiniones empezaron a matizarse, pudiéndose encontrar destellos de sentido común, aunque dispersos y condicionados por hondos prejuicios ideológicos. Una vez conocidos los resultados de la segunda ronda, volvieron a escucharse las opiniones más comunes; siendo el asesinato del populista holandés Pim Fortuyn el hecho que eclipsó casi por completo el debate.

¿Nos quedaremos en los tópicos o iremos al fondo del asunto?

Está claro que, al poder dominante, lo anterior no le interesa. Hacerlo así, tal como lo hizo desde París el sociólogo y analista Ignacio Walker Cisneros para la revista electrónica cristiandad.org, cuestionaría buena parte de los soportes ideológicos y mentales del actual sistema. Unos partidos políticos que apenas se diferencian, sean de izquierdas o de derechas. La banalización de la existencia impulsada a través de la publicidad. Una mentalidad común difundida e impuesta por los medios masivos de comunicación, especialmente a través de la televisión, y practicada a través del consumismo. Una ausencia de ideales profundos y consistentes, sin que los “valores comunes” (tolerancia, igualitarismo, antifascismo, laicismo…) provoquen entusiasmos, salvo entre los profesionales bienpensantes subvencionados.

                Pese a los aspavientos, ha sido una sorpresa relativa. El Frente Nacional apenas ha aumentado, en su número total, de votos respecto a convocatorias anteriores. Lo ha hecho, pero escasamente. Aunque no puede alegarse que no haya contando con competidores en su “propio terreno”. Ya lo intentó, de alguna manera, Philippe de Villiers en las presidenciales del 95, y Bruno Mégret (quien fuera delfín de Le Pen y se escindiera del Frente Nacional con un tercio del servicio de orden, la mitad de sus militantes y buena parte de sus cargos públicos, fundando el Movimiento Nacional Republicano) estos días.

La división del voto entre 16 candidaturas, y una abstención algo superior de lo habitual, explican el relativo éxito de Le Pen en la primera ronda: superando a un candidato socialista laminado por varias candidaturas de izquierda (Partido Comunista Francés, radicales, soberanistas, ecologistas) y de extrema izquierda.

Poca atención se ha dedicado al desmoronamiento del histórico, “duro” y pro soviético Partido Comunista Francés, y a la correspondiente cosecha electoral de los tres partidos trotskistas beneficiados (Liga Comunista Revolucionaria, Lucha Obrera y Partido de los Trabajadores), especialmente a la recogida por Arlette Arguiller.

                Esa es otra de las contradicciones del debate: alarma general ante el ascenso –relativo- de la extrema derecha, pero benevolencia ante la eclosión de una extrema izquierda que difícilmente puede asimilarse al sistema capitalista y a la “democracia burguesa”.

 

Juicios y controversias.

                ¿Cuál ha sido, globalmente, la respuesta mediática ante el “ascenso Le Pen”? Así la describía, con un cinematográfico sentido del humor, David Gistau en su columna de La Razón el pasado día 1 de mayo: “Quebrantando todas las reglas democráticas y evidenciando escasa elegancia deportiva en la aceptación de la derrota, los demócratas se han aliado en una turba linchadora –sogas, antorchas y azadas- que intenta derribar las puertas del castillo de Le Pen como si fuese el de Drácula: la muchedumbre vertebrada por el antagonismo de un Monstruo, que es el enemigo necesario sacudiendo al vecindario de su letargo de qué echan hoy en la tele”.

                Enrique de Diego, por su parte, en libertaddigital.com, se sorprendía ante la reacción mediática, al considerar que los medios han ocultado, inicialmente, el previsible ascenso lepenista, para luego pasar a “diabolizarlo”, interpretando lo sucedido en clave de “autocensura”. Profundizando en su juicio, a su entender, “millones de franceses han castigado a un stablishment que no hablaba de la realidad”, a la vez que aseguraba que la seguridad ciudadana es un corolario fundamental de la libertad. La izquierda, por su parte, es miope si afirma que el aumento de la delincuencia nada tiene que ver con la inmigración. Además, continuaba, “En el islamismo, con perdón, hay una alta dosis de xenofobia. Y en las naciones europeas una alta dosis de estupidez. Una combinación desvertebradora, casi explosiva. En todo caso, desvertebradora”.

Visto el espectáculo, ¿de donde proceden los millones de electores lepenistas?

Michèle Alliot – Marie, presidente –entonces- del principal partido de la derecha, el neogaullista R.P.R., y reciente ministro de Defensa, respondió de la siguiente manera a una pregunta del diario El País, el pasado 28 de abril, sobre la procedencia de los electores de Le Pen: “Sólo un tercio de su electorado corresponde a la ultraderecha clásica. Un tercio procede de la derecha moderada, que quiere expresar su insatisfacción, por ejemplo con la fiscalidad; y otro tercio viene de la izquierda, socialista y comunista, ciudadanos exasperados por la inseguridad que viven a diario en las viviendas sociales y los barrios difíciles”. Tales afirmaciones ya nos proporcionan algunas pistas de cierto interés que encontraremos repetidas, en otros analistas de ideologías dispares.

                Mario Vargas Llosa, en su artículo de opinión publicado en El País, en su edición del día 28 de abril, aseguraba que los sectores que votaron a Le Pen fueron, fundamentalmente, “proletarios, clases medias bajas y desempleados”, ratificando, en buena medida, la opinión antes recogida. Y ello le llevaba a la siguiente reflexión, en un intento de profundizar: ”Estos sectores simplemente, han llevado a sus últimas consecuencias la insensata e irresponsable campaña de cierta izquierda retrógrada –sobre todo en Francia- contra la globalización, la internacionalización de la economía y un mundo integrado e interdependiente, presentado como una conspiración del neo – liberalismo y las transnacionales para esquilmar a los pobres y devorar la soberanía de las naciones”. Ya encontramos una presunta responsable: la demagogia de la izquierda. No podía ser menos, tratándose de un liberal.

Otros analistas, de convicciones muy distantes de las anteriores, llegan a similares conclusiones, aunque por otras vías.

En su editorial del día 28 de abril, el propio diario El País aseguraba que: “la socialdemocracia se verá obligada a repensar el catálogo de sus convicciones, en un entorno que va mucho más deprisa que la capacidad de sus líderes para adaptarse”, afirmando que “es obvio que el viejo modelo social europeo, que ha venido tratando la inmigración como una obligación humanitaria, no sirve para manejar los cambios producidos por la instalación de unos 15 millones de personas de otras partes del mundo en la última década”.

                Daniel Cohn – Bendit (El Mundo, 30 de abril), desde su reciente militancia “verde”, compartía el anterior análisis, asegurando que “El fracaso electoral remite al fracaso del proyecto y a la ausencia de unos cimientos políticos en la izquierda plural”, exigiendo como recurso inmediato frente al ascenso electoral de la extrema derecha “un sistema proporcional en las legislativas”. A su entender, respecto a los partidos políticos de izquierdas, percibe que “La gente de abajo tiene la impresión de no ser comprendida por la de arriba” y que “los partidos políticos de izquierda están exangües y paralizados. Se han convertido en lugares de intrigas sibilinas y maquinaciones para conquistar el poder”, finalizando su reflexión deseando que “¡Ojalá fueren capaces de volver a tener vínculos con el sindicalismo, con la vida asociativa, con los intelectuales y con la sociedad civil”.

                Para otros analistas, la derecha es la responsable directa del cataclismo.              

Es el caso de Paolo Flores D’Arcois (El País Domingo, 28 de abril), quien diferenciaba allí entre una derecha conservadora y liberal y una derecha populista y antidemocrática. La segunda ya no es marginal. Frente a la ascensión de sus extremistas, la derecha democrática puede hacer dos cosas: la condena explícita (lo que ha hecho Chirac), o “considerar que los enemigos están sólo y siempre a la izquierda” (Berlusconi y Stoiber). Esa derecha antidemocrática estaría alimentada por el populismo, el chovinismo y la xenofobia. A su juicio, la tentación ante el discurso ultra es “dar espacio a los argumentos de la extrema derecha en lugar de combatirlos con la energía más radical”. La verdadera culpa de la izquierda, afirmaba, no es su división, pues “El problema es no haber entendido el auténtico significado de la oleada de ‘antipolítica’ (o más exactamente de antipartidocracia) que desde hace años y cada vez en mayor medida va invadiendo las democracias europeas”. Sin embargo, esa crítica a los partidos encierra una “potencialidad progresista que habría podido renovar en las formas de organización y en los contenidos de la propia acción”. Frente a la “política – espectáculo” proponía “reinventar la política”, siendo la izquierda la fuerza más capacitada, siempre a su entender, para adaptarse y afrontar con mayor éxito el reto.

                Miguel Herrero de Miñón (El País, 28 de abril) atribuía a la abstención buena parte del terremoto, motivada por “la pérdida de identidad de las principales opciones en liza, que amenaza con ser signo de la pérdida de identidad del cuerpo político, la Nación; y el desprestigio de los dirigentes”. La identidad y la seguridad, a su juicio, serían los grandes valores en juego. Por lo tanto, la crisis ya no sería tanto de los partidos, como del propio sistema.

                Ramón Vargas – Machuca Ortega, en El País (29/04/02) ratificaba, desde otros presupuestos, el juicio anterior. Consideraba que se impone una labor de “repensar la democracia” a partir de: “el lugar de los principios”, “las estratagemas falaces o la competencia cívica” y, por último, “mayor responsabilidad”. Respecto a los primeros asegura que “Los principios devienen un subproducto de una idéntica voluntad de poder, los partidos terminan pareciéndose, son redundantes no sólo porque ofrecen lo mismo, sino porque en el fondo quieren lo mismo. Una relación así, con los principios, oportunista y a título de inventario, pervierte el sentido de la competición democrática y engendra la más absoluta desasistencia ciudadana”.

                Hermann Tertsch (El País Domingo, 28 de abril) resumía, de alguna manera, los puntos de vista hasta ahora expuestos. Así, “El primer gran indicio de que, en este mundo globalizado, con todas sus tensiones y peligros, desaparecida la bipolaridad, lanzando Estados Unidos a la manifestación universal de su potencia única e incontestada, en Europa surgen viejos y nuevos fantasmas que acechan amenazantes en el camino hasta ahora lógico y perfectamente asumido de la unificación y homogeneidad política, social y económica”. Pero “Hoy, otra vez, los partidos de izquierda andan errantes entre diversas correcciones políticas timoratas, cómodas para sus elites, incomprensibles para sus bases naturales. La derecha democrática, minada por la mediocridad y la corrupción, Chirac es el mejor ejemplo, hace seguidismo de los lemas de ultraderecha para después verse saqueada de votos por la misma”, alimentada por “Los sectores sociales que se consideran perdedores absolutos de una evolución vertiginosa del mundo sobre la que no tienen influencia alguna. El miedo al extraño –al inmigrante- y el frío ante el mundo –la inseguridad y la precariedad- los llevan a buscar protección bajo el manto de las grandes soluciones simples”.

                Juan Alberto Belloch en La Razón del día 1 de mayo, intentaba “despejar el bosque”. Para ello resumía, en las siguientes, las numerosas causas que han identificado los autores mediáticos en el origen del lepenismo: crisis del actual modelo democrático caracterizado por la supuesta pérdida de identidad de los grandes partidos, crisis general de la social – democracia y, por último, incremento de la criminalidad y el desbordamiento del fenómeno inmigratorio (elementos que se pretender asociar). Ante el tercero y más evidente a su juicio de los citados fenómenos, propone el siguiente remedio: “hospitalidad y vigor en la aplicación de la ley. Ningún viajero bien acogido rompa los deberes que le ligan al país que los recibe”.

                Jean – Cloude Kaufmann en el diario Le Monde, el día 26 de abril aseguró, en resumen, que Francia está culturalmente dividida, según recogía Patricia de Souza en La Razón el día 1de mayo, pues: “El voto por Le Pen es un rechazo rotundo de los fenómenos más evidentes de nuestra época” (que concretaba en mundialización, equilibrio, identidad).

                Y Juan Pedro Quiñonero en el ABC, del 2 de mayo, afirmaba que “El día 21 de abril pasado, 11’7 millones de franceses se abstuvieron de votar porque consideraban que ninguno de los 16 candidatos que se presentaban en la primera vuelta de las elecciones presidenciales decía cosas capaces de mejorar su vida cotidiana. Ese mismo día, otros 2'9 millones de electores votaron a la extrema izquierda, mientras que otros 5'5 millones votaron a dos candidatos de extrema derecha. En total con un censo de 41’19 millones de electores, unos 20’1 millones de franceses consideraron que los partidos políticos tradicionales se ocupan tarde, poco y mal de sus problemas ordinarios”.

                Ignacio Sotelo, en El País del día 3 de mayo, llegando más lejos que nadie, sentenciaba que “Por lo tanto, el ascenso de la extrema derecha en Europa se revela el canto del cisne de un Estado nacional condenado a desprenderse de sus antiguas ideologías, estructuras y buena parte de sus competencias”.

                Federico Jiménez Losantos, por su parte, en El Mundo, el día 30 de abril, realizaba su propia interpretación del fenómeno, buscando paralelismos con la situación política vasca, afirmando, entre otras cosas, que: “Tiene razón Savater en El País cuando dice que, pese al miedo que dicen que suscita o debería suscitar Le Pen en Francia, al fin y al cabo el líder del Frente Nacional no ha llegado a los extremos de racismo delirante de Sabino Arana, al que rinde culto el nacionalismo vasco que también ha creado su propio Frente Nacional sobre la doctrina común de la Declaración de Estella”.

                Elena Atxaga, rompiendo la relativa unanimidad de los juicios emitidos, en un artículo titulado “Le Pen el galo”, publicado en elsemanaldigital.com número 74 (22 de abril), afirmaba que: “las personas no viven de los tópicos ni de las palabras, que democracia y libertad no son un tótem al que haya que sacrificar la libertad real de nadie y que tampoco son una carta blanca para sumir al pueblo en la postración”.

                Otro analista crítico ha sido Pascual Tamburri (elsemanaldigital.com, número 75, 29 de abril), al juzgar que “En realidad, el único fascismo que se ha visto en Francia es el de los enemigos de Le Pen”, considerando que un “fantasma recorre Europa: la voz del pueblo pidiendo soluciones efectivas para los problemas de cada día”. Sus electores “miran más a lo tangible que a las grandes palabras”.

 

¿Un Le Pen para España?

                Ya hemos mencionado la particular interpretación de los hechos efectuada por Federico Jiménez Losantos, quien encontraba sorprendentes conclusiones aplicables inmediatamente a España. Pero, la cuestión, pensamos, es otra.

Santiago Pérez Díaz, en El País del día 28 de abril, juzgaba que España es una excepción al avance de los partidos extremistas de derecha por las siguientes razones: “Primero. El efecto positivo de la transición política y el ánimo abrumadoramente mayoritario de no repetir los errores del pasado, y homologar nuestro sistema político con las democracias europeas, creándose un consenso de animosidad hacia el régimen anterior. En segundo lugar, esta tendencia se cimentó con el fallido golpe de Estado del 23-F, que supuso una revacunación contra cualquier veleidad de acudir a la fuerza para resolver los problemas o prescindir para ello de los cauces constitucionales”. Pese a ello, a su entender, crecen las circunstancias que alimentan el caldo de cultivo para que aparezca una organización de extrema derecha, que concreta en: “inmigración, la seguridad ciudadana, voto de protesta contra el sistema político y, en España, el terrorismo”. Pero para ello no hay líderes, siendo también el caso del único partido español que se identifica plenamente con Le Pen: Democracia Nacional, al que falta un caudillo carismático, mostrando, además, y siempre según su criterio, una evidente incapacidad para entenderse y llegar a acuerdos de integración con otros grupos. A juicio de José Luis Rodríguez Jiménez, varias tendencias podrían integrar la base de un movimiento de extrema derecha en España: neofranquistas, neofalangistas, derecha nacional, neonazis, nacionalbolcheviques, coincidiendo todos ellos en el rechazo a la democracia, a las autonomías, a la integración europea y a los emigrantes. Dicho autor menciona, por otra parte, varios experimentos populistas en España, frustrados en los últimos años, y que no se pueden asimilar simplemente a los anteriores: el CDS de Mario Conde, el GIL y la Agrupación Ruiz Mateos.

Pascual Tamburri, en el artículo antes citado, y mirando a España, entendía que se dan todos los elementos que han hecho posible el fenómeno Le Pen: “periferias urbanas degradadas, barrios conflictivos, inmigración ilegal masiva, campos abandonados, autoridad del Estado puesta en discusión, delincuencia extranjera, recursos públicos regalados a los recién llegados, paro y subempleo”. Hay un hueco electoral, aseguraba, pero el experimento del GIL no pasó de lo bufonesco, pues “Ni tenía un programa ni su vocación era servir al pueblo”. Resumía, sintéticamente, la situación de la siguiente manera: “Los distintos movimientos asimilables al Frente Nacional francés son interclasistas, si se quiere xenófobos e indudablemente radicales en sus posturas, aunque no son ni de izquierdas ni de derechas. Y son, a diferencia de Jesús Gil, los portavoces de los perdedores de la globalización y de la unificación bruselesa”.

Hace ya casi tres años, en estas mismas páginas, nos preguntábamos si era posible la creación y despegue de un partido de protesta –o lepenista- en España. La conclusión fue negativa. Y desde entonces, no parece que las circunstancias hayan cambiado sustancialmente. Pueden darse ciertas condiciones “objetivas” favorecedoras de su aparición, pero no se observan pasos decididos en encuadrar y movilizar esos sentimientos. Los grupitos populistas, que pudieron, en su día, haber sido base de partida para un movimiento de protesta, han sufrido fatídicas suertes: el CDS reflotado por Mario Conde se ha hundido definitivamente, el GIL sigue la agónica suerte de su líder perseguido por la justicia, y de la Agrupación Ruiz Mateos, desde el cambio de su denominación, nada se ha sabido.

Por otra parte, entre las “familias” políticamente asimilables al concepto de “extrema derecha”, sigue sin destacar un polo de atracción que supere su endémico carácter grupuscular. No aparece la figura de un líder carismático que sea la locomotora de un movimiento –populista, de protesta, o ultraderechista- de las características antes citadas.

 

Un intento de reflexión desde una identidad católica.

Europa asiste desconcertada a la irrupción, en sus ciudades y pueblos, de millones de inmigrantes provistos de una identidad fuerte: el Islam. Curiosamente, las prevenciones y prejuicios que se aplican al catolicismo en toda Europa, marginándolo, no cuentan al tratar con el Islam. De forma paradójica, se ha producido un fenómeno paralelo al de la descristianización del continente europeo: su desarme moral. Y muchos ciudadanos desarraigados, que asistente perplejos ante las contradicciones del sistema y el alejamiento de la política, sufren cotidianamente los zarpazos de la delincuencia, un relativismo vital que les priva de defensas ante los envites de la vida, etc. Así se viene formando un caldo de cultivo apropiado para un Le Pen que propone soluciones toscas pero claras. Pero no olvidemos que éste no partió de la nada. Ya existía en Francia una prensa de “derechas”, algunas modestas editoriales, unos círculos radicales (desde nostálgicos de Vichy, de la Argelia francesa, maurrasianos, tradicionalistas y legitimistas…), unas activas asociaciones estudiantiles de convicciones nacionalistas y revolucionarias, diversos “laboratorios de ideas de derecha” que trabajaban la cultura y la “metapolítica”, etc.

Y vemos que una base humana y orgánica de esas características, en España, apenas existe. Con el final del franquismo y la consolidación de la democracia, la derecha radical ha sido incapaz de configurarse. Su electorado, aunque lo haga con protestas y tapándose la nariz, vota, convocatoria tras convocatoria, por el Partido Popular, al igual que lo hizo, anteriormente, por Alianza Popular.

Veíamos, pues, que existe una falta de ideales en las sociedades europeas. Cuando los temores de algunos sectores sociales son afrontados por un demagogo, con cualidades y un programa sencillo, que promete seguridad, puede generarse un movimiento anti - sistema. Esto ha ocurrido en Francia y en otros lugares de Europa, aunque no todos esos movimientos compartan la misma naturaleza ni sean homogéneos en sus manifestaciones y programas.

                La Iglesia francesa también ha criticado las actitudes y propuestas de Le Pen. El arzobispo de París, Jean – Marie Lustiger denunció, el mismo día 22 de abril, que Le Pen utilizara frases de Juan Pablo II para pedir el voto en la segunda vuelta. “No tengáis miedo” y “cruzad el umbral de la esperanza”. Así se dirigió Le Pen a sus posibles electores en la noche del 21 de abril. Lustiger aseguró, ante ello, que “La Iglesia y los cristianos no pueden aceptar que, al servicio de la polémica electoral, se cambie el significado de los símbolos y las convicciones religiosas”.

Tal vez poniendo la venda antes de la herida, después del constante acoso sufrido durante estos años, los obispos franceses han querido clarificar, desde la raíz, su posición: ¡sólo faltaba que se les acusara de lepenistas! Sin embargo, hace ya unos cuantos años, un prestigioso mensual internacional católico, 30 días en la Iglesia y en el mundo, hablaba de las dos almas del Frente Nacional: la católica y la pagana (refiriéndose, con esta segunda denominación, a los paganos procedentes de los cenáculos de la llamada “Nueva Derecha”). Pero, de esto, ya han transcurrido bastantes años. Es comprensible que la Iglesia francesa quiera delimitar el debate, profundizando en las razones últimas de la crisis, mas allá de superficiales reacciones instintivas e ideológicas: en definitiva, debe cumplir con la obligación de orientar a sus fieles con seriedad y colaborar en la consecución del bien común.

Curiosamente, y como dato sociológico a considerar, señalemos que el Frente Nacional ha arraigado en casi toda Francia, pero haciéndolo en menor grado en las regiones agrícolas y católicas de la fachada atlántica (allí donde todavía quedan rescoldos del pueblo católico que un día allí vivió).

                E-cristians, realizando el pasado día 2 de mayo una rápida y precisa reflexión, aseguraba que todo lo escrito “revela claramente dos hechos: la multitud de causas críticas que puede haber provocado este insospechado resultado y el gran vacío que reina en el campo de las respuestas concretas”. Si eran tantas las posibles causas de un éxito para la extrema derecha, se preguntaba, ¿cómo no lo había anticipado nadie? Por una parte, advertía el editorialista, algunos electores “no votaron o se divirtieron con el voto protesta”. Pero, por otra, creía evidenciar un problema de ausencia de sentido, pues “La democracia, para funcionar como todo acto humano, necesita un sentido, esto es, la orientación y el horizonte hacia el que avanzar a través de una ruta llena de credibilidad”. Pues, “La sociedad francesa, y en gran medida la sociedad europea, ha renunciado a los valores objetivos permanentes para substituirlos por concepciones relativistas y así lo único que se está consiguiendo en construir nuevos conflictos cada vez mayores". Por todo ello, “Es necesario, sin más dilaciones, reflexionar sobre las consecuencias del sentido de la sociedad que se está construyendo”.

Europa deberá volver a sus orígenes -a la vida y los valores que le dieron consistencia- si quiere afrontar con realismo los retos del presente y del futuro. Pero de nada servirán invocaciones a valores o principios, por muy saludables que sean, si no existe un pueblo que les dé vida y los encarne.

Juan Pablo II ya lo planteó, de forma clarividente, y hace unos años, con su invocación a las raíces cristianas del continente: ¡Europa, sé tú misma!

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 57, mayo de 2002

Vladímir Putin y Chechenia.

    Rusia sigue siendo fuente de inestabilidad y de inquietud en el panorama internacional. La reciente elección de Putin como Presidente no despeja las dudas sobre su futuro; una elección que no habría sido posible sin la segunda guerra de Chechenia y sin los movimientos de la nueva oligarquía.

 

La elección de Putin.

            El domingo 26 de marzo de 2.000, con una mayoría absoluta que no precisó de una segunda vuelta electoral, Vladímir Putin fue elegido Presidente de Rusia.

El candidato comunista Ziuganov quedó en segundo lugar con un porcentaje de votos algo mayor de lo previsto, y el candidato liberal, con apenas un 5%, en tercer lugar.

            Con esta elección, el candidato de “la familia” consigue, al menos de momento, la continuidad del régimen yeltsiano.

            Putin “celebró” el resultado con el lanzamiento de tres misiles intercontinentales, sin carga nuclear. Todo un aviso, pudiera entenderse, que admite doble lectura. A nivel internacional se avisa que Rusia buscará un papel como superpotencia. En su lectura interna, el aviso de su voluntad de firmeza, apoyándose para ello en el “poder” militar.

Pero poco sabemos del futuro programa del Presidente, apoyado en los nuevos oligarcas rusos y los militares. En cualquier caso, podemos señalar dos factores en juego que determinarán en buena medida la futura política rusa: la dependencia de Putin de los poderes fácticos que han propiciado su elección y la tentación autoritaria como salida más factible en la actual situación (prefigurada en la actual Constitución rusa).

            Poco se sabe de Putin, salvo que fue agente del ex – KGB, sin que se sepa a ciencia cierta que misiones concretas desempeñó. Pero nadie discute que, aunque es catapultado a la presidencia como un peón de los jugadores ocultos, puede alcanzar una autonomía imprevisible.

            De todas formas, la elección de Putin no puede entenderse sin la segunda guerra de Chechenia, en la que han confluido diversos intereses internos y externos, a costa en cualquier caso de la destrucción de miles de vidas y de casi todo el país.

 

Movilización del voto nacionalista.

            En primer lugar, la intervención militar en Chechenia ha sido factor de movilización del voto procedente del nacionalismo ruso, que ha interpretado la parcial victoria militar en el sentido de “revancha” tras el hundimiento de la Unión Soviética y las humillaciones sufridas por millones de rusos en diversos repúblicas ex - soviéticas.

 

Los intereses petrolíferos rusos.

            En segundo lugar, se asegura el control de una de las principales fuentes de ingreso del estado ruso: el petróleo.

En concreto, en torno al 70% de los ingresos del fisco proceden de las petroleras rusas, privatizadas con Yeltsin y en manos de una oligarquía muy vinculada en sus orígenes a “la familia”.

            El poder real en Rusia, según algunos analistas internacionales, lo sigue desempeñando “la familia”, que habría decidido impulsar al enigmático Putin al poder, como solución de recambio ante el acoso a la familia Yeltsin a causa de los escándalos económicos en los que se venía involucrando y ante el agotamiento físico del propio Yeltsin, con la consiguiente pérdida de popularidad.

Para otros analistas, se trata del resultado de una conspiración. En aparente continuidad de Yeltsin, Putin lo habría destronado, actuando como peón de la nueva oligarquía rusa.

¿Quiénes componen esa oligarquía, vinculada a los intereses petrolíferos, fundamentalmente? Se trataría, a juicio del analista internacional Felipe Sahagún, de los personajes que han adquirido a precio de saldo, en los últimos años, las principales petroleras privatizadas: Boris Berezovsky y Roman Abramovich (SIDNEFT), Mijail Khodorkosky (YUKOS), Valdímir Potanin (SIDANKO), el presidente del monopolio de gas natural Rem Vyajirev (GAZPROM) y el director de la principal empresa petrolífera rusa Vagit Alekperov (LUKOIL). Viktor Chernomirdin, Anatoly Chubais y Mijail Fridman completarían la corta lista de integrantes del poder en la sombra.

Sus intereses económicos están muy presentes en la zona de conflicto, es decir, el Caúcaso sur. El petróleo de Azerbayan con destino a occidente es trasladado vía terrestre por medio de un oleoducto que atraviesa Chechenia y Daguestán, donde se inició la segunda guerra de Chechenia, llegando al mar negro.

            Por ello, el control de los territorios por los que transcurre ese oleoducto, es fundamental en la estrategia financiera, militar y comercial en esa zona, tradicionalmente en la esfera de influencia rusa. En este sentido, este artículo concreta algunos aspectos ya tratados en el número 30 de esta publicación digital, ARBIL: “El wahhabismo y la guerrilla chechena”

 

Freno al separatismo.

            En tercer lugar, con la intervención militar, se hace frente a la huida de las repúblicas del Caúcaso sur (Georgia, Armenia, Azerbayan) hacia el ámbito de influencia de Turquía, aliado de los Estados Unidos. Con ello se intenta, además, disuadir de otras posibles tentaciones separatistas.

            El experto italiano en política rusa Giulietto Chiesa, en el número del mes de diciembre de 1.999 de la revista internacional “30 giorni” considera que existen indicios materiales del interés de algunos países terceros en la permanencia de un foco de desestabilización en el Caúcaso. En concreto, se reforzaría a Georgia, buscando una aproximación de Azerbayan a Turquía. Y en todo ello participarían, de alguna manera, Estados Unidos, Arabia Saudita y Turquía.

 

Los retos de Putin.

            Putin deberá enfrentarse a cuatro grandes retos: la política “autonómica”(las relaciones entre el centro y la periferia de casi un centenar de repúblicas), la relación con occidente, la estabilización económica y la política “institucional” (por lo que respecta al mantenimiento de una Constitución autoritaria o su modificación hacia otros modelos). Respecto a esta última, preocupa el espacio que pueda dejar en el futuro a la libertad de la Iglesia Católica, en función del papel que progresivamente se va concediendo a la Iglesia Ortodoxa en el “rearme moral” del nacionalismo ruso.

            Muchos interrogantes que carecen de respuesta, de momento. En cualquier caso, el nacionalismo ruso, instrumentalizado por unos u otros, seguirá siendo un actor fundamental en la política mundial.

 

Anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 32, abril de 2000