¿Quién se acuerda de los obispos sirios de Alepo secuestrados hace 18 meses?
Nos referimos al greco-ortodoxo Boulos al-Yazigi y al siriaco-ortodoxo Mar Gregorios Yohanna Ibrahim, obispos en Alepo de sus respectivas iglesias, cuya desaparición atribuida a una pequeña facción islamista acaeció un lejano 22 de abril de 2013.
La cuestión de fondo, que plantea el interrogante inicial, es: ¿algún alto organismo planetario hará algo al respecto? ¿Se movilizará alguna personalidad de incuestionable autoridad mundial? En definitiva, ¿permanecerá la comunidad internacional indiferente ante los sufrimientos del pueblo sirio e iraquí?
En la espiral de terror desatada en Siria e Irak por los islamistas del Frente al-Nusra y Estado Islámico, los secuestros, bien de individuos concretos o de grupos numerosos, junto a la difusión de incontables vídeos de brutales “ejecuciones” de supuestos opositores y militares rivales, han desempeñado un papel clave. Víctimas y objeto de todo ello: personas de todo tipo y condición que pudieran ser un freno a sus planes o encarnaran, en algún modo, al diabolizado enemigo que pretenden extirpar de sus crecientes dominios; particularmente, miembros de las minorías religiosas. Una brutal táctica terrorista perpetrada sistemática e implacablemente.
En este contexto, de la suerte de ambos obispos ortodoxos no se sabe prácticamente nada. Con anterioridad, algunos secuestros terminaron felizmente. Así, las 13 monjas del monasterio de Santa Tecla de la ciudad cristiana siria de Malula, retenidas desde el 2 de diciembre de 2013 por el Frente al-Nusra, fueron liberadas el 9 de marzo de 2014 en Arsal (Líbano) en buen estado. Para conseguirlo, unas 200 presas sirias habrían sido liberadas por el demonizado régimen de Bashar al-Assad.
Pero otros terminaron mal, muy mal. Fue el supuesto del franciscano François Murad, decapitado el 23 de junio de 2013 por el Frente al-Nusra ante un público numeroso, en las inmediaciones del monasterio Gassinieh, en el norte de Siria. Ritualizado, grabado y subido a YouTube, el caso pasó casi totalmente desapercibido; salvo en medios digitales muy minoritarios y otros de carácter cristiano. Por el contrario, el secuestro y posterior asesinato de James Foley y otros periodistas y colaboradores de ONG’s anglosajones, fueron la excusa para la constitución de una coalición internacional, encabezada por Estados Unidos, cuyo objetivo real no parece del todo claro. Si éste fuera la urgencia humanitaria, ya habría intervenido contundentemente sobre el terreno. Pero sus evidentes límites en los compromisos, la sofocante lentitud de sus actuaciones militares, y su permisividad ante el inhumano trato otorgado por Erdogan a los kurdos de Kobane, hacen temer, entre algunos analistas, que el objetivo final sea una reconfiguración de la geografía política del área; lo que afectaría especialmente a Siria e Irak, pero acaso también a Líbano.
De otros muchos secuestrados, por ejemplo el jesuita sirio de origen italiano Paolo Dall’Oglio, una de las cabezas visibles de la oposición moderada al régimen de Bashar al-Assad, sigue sin saberse nada desde que fuera secuestrado el 29 de julio de 2013.
Más recientemente, fueron secuestrados el párroco franciscano Hanna Jallouf, de la aldea cristiana de Knayeh, junto a una veintena de sus feligreses por un grupo yihadista, el pasado domingo 5 de octubre. El franciscano y las mujeres del grupo fueron liberados el siguiente viernes 10 de octubre. Pero de los varones del grupo se desconoce su estado; como tampoco el de varios cientos de hombres y mujeres más a lo largo de toda la geografía siria.
Han sido tantos y tan crueles, los secuestros, asesinatos, destrucciones de bienes materiales y espirituales, expulsiones masivas de población, etc., perpetrados en el antaño Creciente Fértil, que ya hemos perdido la cuenta. Pero, lo que es más grave, a pesar del impacto de semejantes imágenes difundidas por Internet, “casi” nos estamos acostumbrando…
Si la violación masiva de mujeres fue una de las armas de guerra empleada metódica y conscientemente en la última Guerra de los Balcanes, como instrumento de “limpieza étnica”, en el escenario de Siria e Irak, los secuestros y las mal llamadas ejecuciones, cada vez más brutales, se han empleado con idéntica finalidad; además de la propagandística.
Ante todo ello, la opinión pública mundial permanece, en gran medida, pasiva e indiferente. Por el contrario, los kurdos de Turquía y Europa se vienen movilizando ejemplarmente en defensa de sus hermanos del enclave sirio de Kobane.
Por lo que se refiere a España, constatamos, dolorosamente, que el sacrificio del perro Excalibur, en el marco de la emergencia sanitaria desatada por el Ébola, ha generado más protestas, movilizaciones, y visibilidad mediática, que el dolor y los sufrimientos de los habitantes del Próximo Oriente a lo largo de estos dos últimos años. Como curiosidad, no desprovista de valor y significado propios, recordemos la atención que generó, en diversos medios de comunicación españoles muy relevantes, la perseguido minoría religiosa de los yazidíes: su religión, historia y tradiciones… Acaso la concurrencia, en esa antigua colectividad humana, de sugerentes ingredientes esotéricos, tan del gusto de unos occidentales asiduos al caprichoso “supermercado espiritual”, explique ese repentino interés, en contraste con el manifestado hacia sus hermanos en la tribulación asirios y caldeos (cristianos ortodoxos o católicos). Un reproche que también puede extenderse a los cristianos españoles, quienes, salvo endebles campañas en redes sociales y alguna otra de captación de fondos destinados a los refugiados, se han mantenido observantes y fríos.
Acaso sea la principal enseñanza de esta tragedia: el dolor y sufrimiento de sirios e iraquíes cuestiona moralmente el repliegue, frialdad e indiferencia de nosotros; occidentales posmodernos y descreídos.
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