Líbano: el tercer frente del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL)
La organización yihadista Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS, según sus siglas en inglés) sorprendió a la opinión pública mundial al tomar, en la cresta de una lenta pero decidida ofensiva, Mosul, la segunda ciudad de Irak, el pasado 10 de junio. También habría caído Tikrit, la ciudad natal de Sadam Hussein; si bien, unos días después, las tropas regulares del gobierno de Nuri al-Maliki, habrían expulsados a los extremistas.
Aunque los yihadistas han implantado un silencio informativo casi absoluto, puede afirmarse que los efectos de la ofensiva están siendo devastadores: ejecuciones de clérigos musulmanes desafectos, militares del ejército regular y civiles; destrucción de iglesias cristianas y santuarios sufíes; múltiples daños en propiedades públicas y privadas; un desplazamiento de refugiados a punto de derivar en catástrofe humanitaria; el éxodo de la inmensa mayoría de los cristianos asirios y caldeos de la región; un acrecentado riesgo de división definitiva del país entre kurdos, chiíes y sunitas; reducción de la producción petrolífera de Irak que ya está afectando nuestros bolsillos; una ulterior y todavía indeterminada reordenación de los poderes y potencias regionales…
Diversos vídeos, fotografías y testimonios orales, parecen acreditar la brutalidad de los métodos empleados por el Estado Islámico; permaneciendo tanto el presidente norteamericano Barack Obama, como el liderazgo europeo, paralizados y totalmente indecisos. Mientras tanto, Israel, Rusia, Irán, Arabia Saudita, Qatar y Turquía, continúan manejando –indiferentes al tremendo dolor causado- sus peones regionales.
El Estado Islámico de Irak y Levante nació de una constelación de grupos yihadistas sunitas atraídos por Al Qaeda; si bien, posteriormente, se habría emancipado de la mítica organización terrorista, enfrentándose incluso a los radicales sirios del Frente al-Nusra. Pese a su radicalidad, habría llegado a acuerdos políticos con otras facciones sunitas, lo que explicaría su inesperado avance; incluso con antiguos miembros del partido Baas -socialista, laico y panárabe- derrocado por la nefasta ocupación norteamericana. Es el caso del ex vicepresidente del Consejo del Mando Revolucionario, de la época de Saddam Husein y líder del principal sector del proscrito partido: Izzat al-Dori Ibrahim, quien controlaría a un buen grupo de comandantes del disuelto Ejército de Irak.
Como un paso más de esa estrategia yihadista, el pasado 30 de junio de 2014, la organización anunció su cambio de nombre pasando a ser Estado Islámico; a la vez que proclamaba el califato islámico en los territorios de Irak y Siria que controla. Y su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, era elevado a la dignidad de “califa de todos los musulmanes”. La utopía islamista tocando la realidad…
Con tantas incógnitas abiertas, el futuro de toda la región es imprevisible; pero se impone la sensación de que los militantes del Estado Islámico, procedentes de todo el mundo, incluso varios miles de ellos de Europa, lucharán hasta la victoria… o la muerte.
En este convulso y dramático contexto, una noticia ha pasado totalmente desapercibida en Occidente: la elección, por el Estado Islámico, de un emir para Líbano. Se trataría del desconocido y misterioso Abdel Salam al-Ourdouni (¿jordano?, ¿palestino con pasaporte jordano?). Este dirigente, encarcelado un tiempo en la prisión libanesa de Roumieh y liberado en oscuras circunstancias, se encuentra en paradero desconocido; acaso escondido, bien en algún campamento palestino, bien en territorio sirio controlado por el Estado Islámico. Es uno de los principales objetivos, hoy día, de los servicios de seguridad e inteligencia libaneses.
En el desarrollo de la interminable guerra civil libanesa (1975 – 1989), apenas tuvieron relevancia los grupos islamistas radicales. Correspondió a la comunidad chií la organización de partidos/milicias fundamentalistas al modo iraní: Amal, Amal Islámico y, finalmente, el todopoderoso Hizbolá. Por su parte, entre las divididas comunidades sunitas prevalecieron partidos de orientación laica y panarabista.
Con todo, algunos grupos islamistas también mantenían cierta presencia; si bien un tanto enquistada. Es el caso de la rama libanesa de los Hermanos Musulmanes y su expresión política, Jamaa Islamiya, que cuenta con un único representante en el parlamento nacional en el seno de la coalición anti-siria 14 de Marzo. Igualmente, el movimiento de carácter transnacional Hezb al-Tahrir (Partido de la Liberación), mantiene su presencia activa en el país; si bien al margen de los enfrentamientos armados.
Pero, en los últimos años, han surgido numerosos grupos de inspiración netamente yihadista orientados a la acción… y al terrorismo. Es el caso del movimiento impulsado por el cheikh Ahmed el-Assir, de Sidón, actualmente en fuga y perseguido por las autoridades libanesas. Enfrentado ferozmente a Hizbolá durante varios meses, tras recorrer en una gira proselitista todo el país, impulsó sus propias milicias: las Brigadas de Resistencia Libres; muchos de cuyos militantes se unieron a diversas facciones yihadistas sirias. Así, murieron con las armas en la mano los hijos de dos de los más altos dirigentes sunís de Trípoli; junto a varias decenas de combatientes libaneses.
Otro espacio de crecimiento yihadista es el de los campos de refugiados palestinos. Ya, en 2007, el grupo palestino Fatah al-Islam se enfrentó al Ejército regular libanés con extrema dureza; ocasionando cientos de muertos y una tremenda crisis nacional. De nuevo, en junio de este año, relevantes activistas de esta organización yihadista murieron en enfrentamientos con militantes de la laica Al-Fatah. Por ello, a lo largo de la primera semana de julio, Hamas y Al-Fatah han alcanzado un acuerdo dirigido contra la presencia de Fatah al-Islam y grupos similares detectada en numerosos campamentos palestinos del Líbano; especialmente en el de Ain Al-Hilweh, cerca de Sidón.
Pero el terrorismo yihadista se ha extendido a otras ciudades libanesas, especialmente desde la primavera de 2012; sucediéndose diversos atentados y enfrentamientos en Trípoli, sur de Beirut, Arsal, Hermel, Baalbek… Así, el pasado 25 de junio, dos terroristas, el saudí Abdul-Rahman Al-Shnifi y Abdul-Rahman Al-Thawani, habrían planeado atentar contra un restaurante del entramado social de Hizbulá sito en el sur de Beirut: el As-Saha. Para evitar su detención, el segundo de ellos detonó un cinturón de explosivos, falleciendo en el acto e hiriendo gravemente al saudí. Y según noticia difundida el pasado 6 de julio por The Daily Star, diario beirutí en lengua inglesa, las Fuerzas de Seguridad Interna (FSI) de Líbano revelaron que el Estado Islámico de Irak y Levante estaba planeando ataques contra las aldeas chiitas y cristianas del norte del valle de la Bekaa; feudo de Hizbulá lindante con Siria. Desde entonces, una treintena de personas, de diversa nacionalidad, han sido detenidas con tales cargos en Beirut, Trípoli y otras localidades libanesas.
No obstante, a pesar de tan preocupantes antecedentes, el eje formado por Hezbolá y el Ejército regular libanés ha logrado contener la extensión del conflicto regional, al menos en la dimensión que se sufre en los dos países hermanos, a territorio libanés.
En este contexto, la presidencia de la república libanesa permanece vacante desde finales de mayo; ante la imposibilidad de alcanzar un acuerdo entre las dos facciones nacionales que dividen igualmente a los cristianos libaneses. Y ello pese a los buenos oficios y el impulso conciliador del cardenal Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los Maronitas quien, desde que el 25 de mayo tuviera lugar la primera de las sucesivas y frustradas votaciones parlamentarios a tal efecto, persiste en su empeño de que la única gran magistratura pública que todavía corresponde a un cristiano en todo Próximo Oriente sea cubierta reglamentariamente.
Recordemos que el último Ministro de Asuntos Exteriores cristiano de la región, y Viceprimer Ministro Adjunto, el católico caldeo Tarek Aziz, permanece en prisión en la incertidumbre de si se ejecuta la pena de muerte contra él decretada por las autoridades judiciales de Irak por sus responsabilidades en el régimen de Sadam Hussein. Y el 18 de julio de 2012, otro cristiano relevante, el Ministro de Defensa sirio, el greco ortodoxo Daud Rayiha, fue asesinado junto a otros altos cargos, en un atentado suicida contra la sede central de la Seguridad Nacional en Damasco.
De este modo, la presidencia libanesa se ha convertido, incluso vacante, en un islote cristiano en un océano abrumadoramente musulmán al que miran ansiosas las minorías de la región. Y Líbano acoge, otra vez, nuevas comunidades cristianas. Si hace varios siglos fueron los maronitas procedentes de Siria quienes establecieron allí su hogar, ahora son varios miles de cristianos, de las diversas iglesias siríacas, junto a asirios y caldeos de Irak, los que mantienen la presencia viva de unas milenarias comunidades cristianas al borde de la extinción. De nuevo, las montañas libanesas, y las kurdas del norte de Irak, son testigos del empeño de estos cristianos en mantener arraigada la memoria de sus pueblos -en un intento casi desesperado- en tierra de sus antepasados.
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