Convulsión en el nacionalismo vasco
Cuando, semana atrás, Arnaldo Otegi anunció, en una comparecencia pública, el proyecto de constitución de un polo soberanista vasco desde la ilegalizada Izquierda Abertzale, no pocos analistas lo acogieron con total escepticismo; valorándolo del todo irrealizable.
Ciertamente, dada la situación político-judicial-policial del conjunto del autodenominado MLNV, no parecía fácil el lanzamiento de una nueva operación sociopolítica de “suma de fuerzas”; y más con la pretensión de liderarla.
Pero, desde entonces, varios han sido los movimientos desplegados, con decisión y precisión de cirujano, en esa dirección.
De entrada, tal proyecto encontró unos inesperados aliados. Nos referimos al sector “oficialista” de Eusko Alkartasuna, la formación socialdemócrata en su día liderada por el ex-lehendakari Carlos Garaikoetxea, decantado tiempo atrás por unas opciones tácticas análogas a la propuesta de Otegi. Ello determinó, en buena medida, la escisión de la tendencia Alkarbide, mayoritaria en el sector guipuzcoano y entre los cargos institucionales, constituyendo un nuevo partido político de corte nacionalista.
Eusko Alkartasuna, en sus ya lejanos inicios -allá por 1986- pretendió, nada menos, liderar todo el nacionalismo vasco. Los magníficos resultados iniciales mantuvieron el espejismo durante un tiempo, pero la fuerza de los hechos lo fue desmintiendo, de modo que, progresivamente, fue perdiendo suelo electoral; verificándose que ese prometedor suelo inicial fuera, en realidad, su techo. Y la reciente ruptura de su pacto electoral con el PNV, directa consecuencia de esa rectificación soberanista, verificó una auténtica “huída hacia adelante” que ha desembocado en la presente crisis. Así las cosas, los oficialistas acusan a los escindidos de pretender, en última instancia, regresar al PNV. Alkarbide, por su parte, y sin ocultar su inclinación hacia el PNV, acusa a los actuales detentadores de la sigla histórica de un seguidismo de la Izquierda Abertzale contrario a la más elemental ética política.
Lo cierto es que EA se ha quedado sin apenas representación institucional y con una incidencia social y política mínimas; de modo que, salvo la potencial aportación de su sigla como coartada legal del hipotético “polo soberanista”, carece del capital político imprescindible para liderar el actual proceso de redefinición del nacionalismo vasco en su conjunto.
También en Ezker Batua, la marca local de Izquierda Unida, sufrieron el fracaso electoral autonómico que les llevó a la pérdida de su cuota en el anterior Gobierno vasco. Así, un sector de la formación se escindió creando Alternatiba Eraikitzen, otro actor más que hace del soberanismo de izquierdas su principal seña de identidad, muy orientado hacia Aralar. Y van… seis formaciones nacionalistas: PNV, EA, Alkarbide, Aralar, Batasuna y Alternatiba.
Pero si algo ha reforzado extraordinariamente la ulterior puesta en escena de Otegi, ha sido el indudable éxito electoral, facilitado por el Tribunal Constitucional, de Iniciativa Internacionalista.
Repasando someramente los resultados de esa coalición radical a Europa, quedan desmontadas todas las excusas. Nada menos que 115.281, del total de 175.895 votos sumados, los ha cosechado en el País Vasco. Otros 22.985 lo fueron en Navarra. Y del resto, que no llegan a 40.000, unos 16.575 en Cataluña, 3.590 en la Comunidad valenciana, 3.373 en Galicia, etc. Una consideración: en Castilla-León, que aportó buena parte de los nombres de la candidatura desde sus pequeñas formaciones castellanistas, apenas han sumado 4.300 votos. Y, Aragón, pese a su estimable contribución aragonesista, únicamente aportó 941 votos. Está claro, por tanto, que la coalición es, principalmente, una nueva fachada de la Izquierda Abertzale. ¿Se darán por enterados en el Tribunal Constitucional?
Doris Benegas, número dos de la candidatura, ha afirmado que “seguirán adelante”. Se refiere, naturalmente, además de proporcionar soporte institucional a la Izquierda Abertzale, a su intento de liderar el debate actual por la reconfiguración del radicalismo de izquierdas en una nueva formación al margen de Izquierda Unida; pudiendo presentar esos 175.895 votos (37.629 fuera del País Vasco y Navarra) como el más contundente aval de su propuesta. De hecho, esos 37.629 votos superan a los de las demás formaciones de ultraizquierda: los 15.203 del estalinista Partido Comunista de los Pueblos de España, los 12.911 del trotskista Partido Obrero Socialista Internacionalista, los 25.243 de la neotrotskista y afrancesada Izquierda Anticapitalista, los apenas 3.507 de la pseudo-secta Unificación Comunista de España.
Pero volvamos al nacionalismo vasco, el espacio que nos ocupa, y recordemos sus resultados electorales. El PNV ha recogido 207.040 votos en el País Vasco, un resultado bastante regular, y apenas 3.601 en Navarra. Tan discretos resultados electorales evidencian, al menos, un cierto declive urbano del partido, lo que se suma a la inexistencia actual de un liderazgo fuerte; una de las características históricas que siempre ha presentado el veterano alderdi. Y todo ello a la intemperie, fuera de los despachos gubernamentales y sin pisar moqueta… ¡Qué dura puede llegar a ser la política para algunos!
Por su parte, la Coalición Europa de los Pueblos-Verdes, que agrupa a EA y a Aralar, entre otros, sumó apenas 40.963 votos en el País Vasco y 13.922 en Navarra. Si bien han podido afirmar que mantienen su representante en Europa, lo que es cierto, han sufrido un verdadero descalabro, particularmente en la Comunidad Foral. Para justificar tan escasos resultados, sus portavoces han asegurado que sus electores naturales optaron más por la abstención que por Iniciativa Internacionalista; una afirmación totalmente discutible que rechazan sus antiguos camaradas. Pero, en todo caso, bien puede asegurarse que semejante fracaso es la suma de dos crisis: la propia del largo declive de EA, cuya escisión ha optado por votar al PNV, y la incapacidad de Aralar ante la acometida de la que denominan Izquierda Abertzale oficial.
Resumamos. El nacionalismo vasco está experimentando, en primer lugar, la lógica convulsión provocada por su pérdida de control del Gobierno vasco. Pero, en segundo lugar, semejante marejada se ha desbordado con la reaparición electoral de la Izquierda Abertzale.
Cara al futuro, las seis marcas actuales, ya sea en forma unitaria o en coalición, confluirán en dos polos enfrentados -sin cuartel- por el liderazgo interno del nacionalismo vasco: el del PNV y aliados (Alkarbide), y la Izquierda Abertzale (junto a EA). Aralar y Alternatiba, una vez descartada definitivamente la tan debatida fórmula electoral Euskal Herria Bai -ideada a modo de extensión vascongada de la hasta hace poco exitosa marca Nafarroa Bai- deberán elegir entre la integración en uno de ambos polos o su desaparición; una vez verificada la imposibilidad de una “tercera vía”.
Esta ulterior fase de la lucha por la supremacía interna del nacionalismo vasco presenta, de este modo, un escenario tan dramático como novedoso.
Diario Liberal, 11 de junio de 2009
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