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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Comunismo y nazismo. 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989).

Comunismo y nazismo. 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989).

Alain de Benoist.Ediciones Áltera, Barcelona, 2005, 187 páginas.

¿Por qué, todavía hoy, alguien puede presentarse como comunista sin que nadie se escandalice? ¿Por qué el nazismo, o su expresión historiográfica revisionista, están perseguidas expresamente por buena parte de los códigos penales europeos? ¿No responden ambos totalitarismos, acaso, a una lógica en buena medida análoga? ¿No han sido, además, responsables de los mayores genocidios que ha conocido la humanidad sumando 100 millones de muertos?

El anticomunismo ya no mueve masas ni produce un pensamiento creativo; pues se le considera bien enterrado. El antifascismo, por el contrario, constantemente se sigue movilizando, pues la «amenaza fascista» asoma por todas partes, supuestamente. Todo ello, no parece del todo razonable, pero ya forma parte de lo políticamente correcto y del pensamiento único.

Siguiendo las investigaciones de Hannah Arendt y su fundamental Los orígenes del totalitarismo, el que fuera promotor de la llamada Nueva Derecha, en buena medida alejado de algunas de sus posturas originales, propone en este apasionante estudio una comparación entre ambas expresiones totalitarias: comunismo y nazismo. Propondrá algunas conclusiones chocantes, pues parten de análogos presupuestos ideológicos: una concepción mesiánica y lineal de la historia, comparten las mismas raíces de la Ilustración, ambos son una respuesta desde la modernidad, y sus paralelismos y analogías son estremecedores. Las leyes de la Dialéctica Materialista, para los comunistas, las leyes implacables de la Naturaleza, para los nazis, implican la división de la humanidad, en definitiva, entre los escogidos (el partido comunista y los alemanes arios, respectivamente) y todos los demás (obstáculos al ineludible progreso).

El comunismo, de la mano de Stalin, encontró un instrumento extraordinario que hábilmente manejado le proporcionó una incuestionable legitimidad: el antifascismo. Así, quien no fuera antifascista era un peligroso criptofascista o un declarado nazi, peses a las evidentes diferencias existentes entre ambos regímenes políticos. Y, de paso, el comunismo se manifestó como atractiva vanguardia prometeica de una forma más desarrollada de democracia.

Es más, se sigue presentando al estalinismo, y a otros desarrollos totalitarios de análoga matriz, como desviaciones lamentables de un buen ideal: el comunismo. Pero ¿no se encuentran en sus raíces las condiciones que inevitablemente desembocarían en el genocidio incluso de sus propios seguidores?            Pero Alain de Benosit va más allá y se interroga si no serán posibles otras expresiones totalitarias diferentes a las ya conocidas.

Si ya Ernst Nolte adivinara un «liberalismo totalitario», Alain de Benoist le descubre algunos rasgos de su presumible rostro en la página 153 de su ensayo: «naturaleza intrínsecamente prometeica de la actividad científica, automatización de la técnica (“todo lo que puede ser hecho técnicamente lo será prácticamente”), aceleración de la concentración industrial y constitución de monopolios, uniformización de las costumbres y orientación cada vez más conformista de los pensamientos, anomia social derivada de la paradójica conjunción del individualismo y el anonimato masivo, extensión de la “arbitrariedad cultural” que condiciona la socialización de los individuos a través de los medios de comunicación».

Alain de Benoist propugna un «politeísmo de los valores» como verdadero garante de las libertades democráticas y el racional empleo de la tradición como una actitud prudente para afrontar -desde cierto pesimismo antropológico- los retos sociales. Moderno «pagano» (quien propone como centro de gravedad a los «valores» y no a los «dioses» clásicos) y enemigo del cristianismo (origen de toda ideología igualitaria según su criterio), nos aporta, pese a esos presupuestos tan ajenos a nuestra tradición cristiana, unas sugerentes ideas y unas incisivas reflexiones que desmontan algunos de los frágiles fundamentos, pero no por ello menos eficaces, del pensamiento políticamente correcto.

Altar Mayor, Nº. 107, mayo-junio 2006.

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