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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Marxistas-leninistas y nacionalistas vascos.

Las organizaciones terroristas más sangrientas de la reciente historia española, PCE(r)-GRAPO y ETA, comparten un conjunto de presupuestos, ideológicos y estratégicos, derivados de la teoría y práctica marxista-leninista en su versión maoísta. Sin embargo, si analizamos su evolución e incidencia, observamos que no son comparables ni en el apoyo social alcanzado, ni en su capacidad de distorsionar la convivencia. Esta constatación, ¿qué significa?

 

Por otra parte, existe otro interrogante del máximo interés. ETA, por encima de todo, ¿es una organización nacionalista o, por el contrario, es netamente marxista-leninista? Una u otra respuesta debiera condicionar –al menos en un plano teórico- la política de alianzas entre las diversas fuerzas que se denominan nacionalistas vascas. De tratarse de una organización nacionalista ante todo, nada impide una alianza formal y material con el llamado nacionalismo moderado. De prevalecer unos componentes ideológicos y estratégicos marxista-leninistas, por encima de otros ingredientes doctrinarios, no sería comprensible tal alianza por sus seguros efectos desestabilizadores a medio y largo plazo. En este segundo supuesto, la parcial coincidencia táctica entre PNV/EA y el brazo político de ETA, manifestada primero en Estella-Lizarra y ahora con el plan Ibarretxe, sería contra natura, escapando de toda lógica política.

 

Retrocedamos en el tiempo. El lehendakari Ardanza reclamaba a la Asamblea Nacional de su partido en febrero de 1996: "nuestro primer objetivo deberá consistir en desenmascarar, ante las propias bases del MLNV y ante toda la sociedad, el auténtico proyecto estratégico de la actual dirección de la Izquierda Abertzale. Su carácter esencialmente revolucionario y anti-sistema, así como su intención manipuladora de la ‘cuestión nacional’, deberán quedar al descubierto. Sería el modo más eficaz de provocar en el MLNV las contradicciones internas necesarias para que el soporte social abertzale del Movimiento comience a cuestionar el proyecto político de la actual dirección y, con él, el sentido y la utilidad de la ‘lucha armada’".

 

Así, ETA y el autodenominado MLNV instrumentalizarían la cuestión nacional en aras de una estrategia revolucionaria antisistema, similar a la practicada en otros lugares de todo el mundo. En el País Vasco, la manifestación específica de esa subversión, en su vertiente marxista-leninista sería, para Ardanza, ETA y su MLNV. Tal organización no sería nacionalista vasca en absoluto, sirviéndose de un barniz nacionalista a efectos puramente tácticos.

 

Pero este criterio, sin embargo, no ha prevalecido en el seno del PNV.

 

Recordemos algunos datos. ETA nace en el seno del nacionalismo vasco, se desarrolla en ese común “humus” e incorpora en las décadas siguientes –esa es la razón de su éxito- numerosos ingredientes marxistas y cuantas novedades antisistema le permiten crecer y ensanchar su base social. ETA, por tanto, no sólo es marxismo. Es, ante todo, nacionalismo vasco, si bien, muy distinto al de sus mayores del PNV. Seguramente, esta tesis no la compartía Ardanza, al menos en 1996.
Por nuestra parte, creemos que, en ETA y el MLNV, marxismo y nacionalismo se funden en una nueva teoría y práctica, en una organización social completa de nuevo cuño, generadora de un modelo totalitario de vida; una nueva sociedad en germen que avanza consolidando espacios de poder abertzale. Pero, por si hay dudas acerca de su naturaleza, tendremos que remitirnos, además de a lo que dicen de sí mismos, a lo que otros dicen de ellos; particularmente, los que se proclaman, por encima de todo, nacionalistas. Y aquí no hay dudas.
Para la mayor parte de los actuales dirigentes del PNV y de EA, el conjunto del MLNV es, ante todo, una expresión más del nacionalismo, otra columna vertebral sobre la que construir la futura nación vasca; aunque mediante técnicas y tácticas dispares. Ese es el criterio de Xavier Arzalluz y la actual dirección jelkide. Y la prueba material de ello es el plan Ibarretxe, concebido como un acuerdo entre nacionalistas, propio de una comunidad nacionalista que intenta configurar una nación, eso sí, prescindiendo de todos los que no comulguen con dicho ideario. Veamos un testimonio ilustrador. En el libro ETA. El saqueo de Euskadi (José Díaz Herrera e Isabel Durán, Editorial Planeta, Barcelona, noviembre de 2002) en su página 669 se reproduce la transcripción de una esclarecedora conversación entre responsables del PNV y Herri Batasuna, celebrada el 26 de marzo de 1991. Xavier Arzalluz afirmó ante sus interlocutores radicales: “Nosotros somos los de siempre, nacionalistas. Sin revolución, sin marxismos ni tiros, pero con los mismos objetivos que vosotros. En el futuro, en el País Vasco sólo van a quedar dos fuerzas nacionalistas, el PNV y HB, por lo que habrá que pensar en algún tipo de colaboración”. Es decir: el PNV encarnaría el nacionalismo de siempre, mientras que el MLNV constituiría una suerte de neonacionalismo a causa de sus novedosas incrustaciones ideológicas.
Por otra parte, las organizaciones que no renuncian a su neta identidad marxista, no se reconocen en absoluto, salvo marginales excepciones, con el mundo abertzale; considerándolo, es más, como una peligrosa desviación nacionalista, incluso pequeño-burguesa.
En conclusión: ETA y el autodenominado MLNV es, ante todo, una organización nacionalista vasca; si bien han integrado una estructura doctrinal y táctica, en buena medida, marxista-leninista.
Pero, también concurre otro factor que explica, al menos en parte, el relativo éxito social y político del MLNV. Una premisa previa. No olvidemos que el nacionalismo vasco llamado moderado ha disfrutado –y disfruta- de los recursos derivados del ejercicio de una gran cantidad de competencias políticas de enorme repercusión cultural y económica (Gobierno Vasco, Juntas Forales, entes locales…): una moderna clientela. Y para ilustrar tales afirmaciones nos limitaremos a remitirnos a las muy conocidas denuncias efectuadas, en este sentido, a través de decenas de casos concretos por el citado matrimonio de periodistas en su libro. Mencionemos un aspecto muy concreto. El PNV ha entendido la euskaldunización como un instrumento para la construcción nacional; para configurar una conciencia nacional que buena parte de la población vasca carecía. En el citado libro todo indica que la euskaldunización de la población adulta la ha dejado el PNV en manos de AEK, cuya vinculación con el MLNV es innegable. Y no es el único caso. En definitiva, el MLNV también se ha servido de espacios legales, beneficiándose de la periferia del poder de algunas instituciones públicas. Por el contrario, el PCE(r)-GRAPO nunca disfrutó, en modo alguno, de posiciones análogas.
Son dos, por tanto, las causas que han impedido que la violencia de ETA no quedara ahogada: poder alimentarse de una realidad preexistente (el nacionalismo), no partiendo de cero; y unas estructuras estatales inhibidas ante su violencia o que, incluso, le ofrecen un espacio propio en la vida pública, posibilitando experimenten nuevas fórmulas de liberación nacional y de construcción social alternativa con cierto amparo normativo.
El PCE(r)–GRAPO, como prototipo de organización marxista–leninista ortodoxa, extremadamente rígida, fue –y sigue siéndolo- irrealmente dogmática. No gozó, en ningún momento, de esas dos ventajas de las que se ha beneficiado el MLNV y que le han permitido extenderse y consolidarse. No estaba anclado en la periferia de un poderoso partido comunista oficial del que pudiera alimentarse, sino en la marginación más absoluta; incluso despreciado por un PCE más preocupado en su propia continuidad que por desarrollar un programa revolucionario. Tampoco encontró tregua alguna por parte de los aparatos del Estado y de los medios de comunicación.
                Los dos factores (pertenencia a la comunidad nacionalista y proximidad al poder público detentado por los nacionalistas en el Gobierno Vasco y otras instituciones) explican las notables diferencias existentes entre las citadas organizaciones terroristas, si bien comparten, en buena medida, una ideología totalitaria enemiga de la persona; y que, en el caso de ETA, cuenta con la sorprendente complicidad de un partido burgués –el PNV- cuya razón exclusiva de ser es el nacionalismo.
                Naturalmente, esa parcial coincidencia táctica de marxistas-leninistas y nacionalistas vascos moderados, en esta fase, no excluye que, en un futuro más o menos cercano, compitan ferozmente entre sí. Son nacionalistas. Pero, en el caso de ETA, también son marxistas-leninistas y su modelo de sociedad, evidentemente, no es el mismo que el del PNV y sus socios de EA. Pero éste, en las actuales circunstancias, ya es otro asunto.
El Semanal Digital, l0 de octubre de 2003

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