Auge y ocaso de EL FRENTE DE JUVENTUDES.
Alcoba, Antonio. Editorial San Martín. Madrid, 2002. 282 páginas.
A partir de su propia experiencia, y realizando un meritorio esfuerzo de memoria histórica, el autor pretende hacer justicia a toda una generación marcada por la posguerra y que, en un porcentaje importante, participó en alguna de las expresiones del Frente de Juventudes; particularmente en las llamadas Falanges de Voluntarios o Juveniles de Franco.
Revista de historia Aportes. Nº 50, 3/2002.
A partir de su propia experiencia, y realizando un meritorio esfuerzo de memoria histórica, el autor pretende hacer justicia a toda una generación marcada por la posguerra y que, en un porcentaje importante, participó en alguna de las expresiones del Frente de Juventudes; particularmente en las llamadas Falanges de Voluntarios o Juveniles de Franco.
El Frente de Juventudes pretendía, según establecía su Ley fundacional de 6 de diciembre de 1940, encuadrar a toda la juventud masculina española. Dispuso de tres instrumentos para ello: la iniciación política a través de la asignatura de Formación del Espíritu Nacional, la educación física de la juventud y las actividades de aire libre; aspecto, éste último, en el que más profundiza el autor. Por su parte, el Sindicato Español Universitario y la Sección Femenina, en sus ámbitos respectivos, disfrutaron de una gran autonomía; siendo dos realidades apenas contempladas en este libro. Sí que lo hace al narrar la manifestación del 25 de enero de 1954, a favor de la españolidad de Gibraltar, y los incidentes universitarios de febrero de 1956.
Una tesis central atraviesa todo el estudio, en parte compartida por Mariano Gamo, autor del prólogo. A su juicio, el Frente de Juventudes formó a sus asociados en el espíritu genuino y la doctrina pura de los fundadores del nacional sindicalismo, pese a la nomenclatura franquista de la principal entidad juvenil y su inserción oficial en el organigrama del nuevo régimen surgido de la guerra civil. Esa contradicción entre doctrina falangista y la realidad social y política del franquismo, pronto apreciada por buena parte de sus elementos más conscientes, produjo una gran decepción, materializada en la doctrina de la “revolución pendiente”, y que encontramos en la razón de algunos actos de protesta protagonizados por jóvenes idealistas de esta organización (producidos, ya, en 1948, con gritos “subversivos” en una concentración, ante Franco, en El Pardo). También propició disidencias, desembocando todo ello en naturales abandonos masivos de la organización, recalando muchos decepcionados en la oposición antifranquista de izquierdas. Pero el autor no aclara cómo fue posible que, si la conciencia nacional sindicalista de esa generación estaba tan bien formada, sus decepcionados no engrosaran mayoritariamente los grupitos falangistas que nacieron de esa diáspora. Este fue, entre otros, el caso del Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES) que, con continuidad orgánica hasta hoy mismo de alguna manera, elaboró, de la mano de Sigfredo Hillers de Luque principalmente, una amplia crítica doctrinal y legal que concretó en sus libros “España, una revolución pendiente” y en el famoso “Ética y estilo falangistas”.
Gracias a su relación personal con muchos protagonistas de la historia del Frente de Juventudes, y a su conocimiento directo de buena parte de los hechos más relevantes, proporciona numerosos datos de interés relativos a incidentes significativos producidos ante Franco por miembros de la organización juvenil, aunque salva su anonimato cuando así lo considera oportuno: así, el desplante producido el 20 de noviembre de 1955 en el Monasterio de El Escorial, y el incidente protagonizado por Román Alonso Urdiales el 20 de noviembre de 1960 en el Valle de los Caídos.
Desvela, también, algunos datos inéditos, de cierta relevancia, que avalan buena parte de sus tesis. Es el caso de la circular número 47 (7/11/51), del ministro secretario general del Movimiento, por la que ordenaba la afiliación en el Frente de Juventudes de los hijos de los militantes del partido único, lo que demostraba, bien una falta de interés de los padres, bien el temor de los mismos a que sus vástagos sufrieran una “contaminación ideológica”. También rescata algunas circunstancias apenas conocidas en torno a las elecciones a concejales por el ayuntamiento de Madrid, de 1954.
Nos descubre, por otra parte, su participación en la realización de pintadas falangistas anteriores a 1956 y destaca el peso de algunas Centurias emblemáticas del Frente de Juventudes, caso de la Ramiro Ledesma, del Distrito de Palacio de Madrid y su diario Garra, y la de Montañeros.
Pero, para tratarse de una historia de esta organización con pretensiones globales, observamos que apenas trata del Patronato Escolar Primario, los colegios mayores, colegios menores, la asignatura FEN y la capacitación de los instructores elementales como docentes de la misma. La transformación que sufrirá el Frente de Juventudes, ya en los años 60, originará, a su juicio, una criatura más próxima al espíritu boy scout que al nacional sindicalista: la Organización Juvenil Española (OJE), hecho que podemos fechar el 18 de julio de 1960, a la que tampoco presta una atención relevante.
Con tales presupuestos ideológicos, nos proporciona una “visión campamental del Frente de Juventudes”, en detrimento de otras expresiones de la organización y de la necesaria crítica constructiva de algunas de sus facetas: burocratización, limitaciones materiales, etc.
Un aspecto que reivindica positivamente, patrimonio de la historia del Frente de Juventudes, es haber constituido –a su entender- uno de los pocos espacios sociales en que la reconciliación entre los españoles, sin distinciones de hijos de vencedores e hijos de vencidos, se habría producido después de la guerra civil.
Otro tema de interés, nada estudiado hasta el momento, es el de las numerosas vocaciones religiosas suscitadas en sus organizaciones, que cifra en unas 5.000. Lástima que no profundice en este aspecto.
José Antonio Elola-Olaso, Jesús López Cancio, etc. Casi 500 personas, de una u otra manera relacionadas con la organización juvenil, son mencionadas a lo largo del texto, lo que acredita el esfuerzo del autor por rescatar este trozo de la memoria histórica de los españoles.
A lo largo de sus páginas reitera los mismos posicionamientos personales críticos con la marcha actual de la nación española, con sucesivas descalificaciones genéricas y juicios políticos muy concretos, lo que le priva de objetividad y empaña su generoso empeño investigador; labor más necesaria cuando los archivos de dicha organización han desaparecido en su mayor parte.
Este planteamiento, que destila pasión y convicción a partes iguales, determina su mismo estilo literario, desgranando párrafos en ocasiones excesivamente extensos: así, en su página 39 encontramos uno de 18 líneas.
Debemos constatar, como flanco débil, y que habrían podido avalar muy favorablemente sus tesis, la escasez de datos estadísticos y la falta de precisión en la narración de algunos hechos. Ello lo suple con una mezcla de recuerdos, valoraciones a posteriori, datos inéditos o llamativos (cómo las diversas versiones existentes en torno a la visita del entonces Príncipe Juan Carlos al campamento de Covaleda en julio de 1955), de notable interés en cualquier caso.
Por lo que respecta a la edición, encontramos numerosas erratas, incluso en el texto de la contraportada: precisaba de una ulterior revisión que habría facilitado su lectura.
En resumen: un alegato apasionado desde la propia experiencia y la fidelidad a aquello que el autor encontró hace décadas, y que marcó el carácter y destino de una parte de aquella “generación perdida”.
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