Una consecuencia ineludible del Plan Ibarretxe.
¿Dónde puede desembocar la sucesión vertiginosa de acontecimientos políticos vividos en el País Vasco y Navarra? Consecuencias del “Plan Ibarretxe”. Unas reflexiones al respecto.
La posición de Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica.
A lo largo de los últimos años han sido numerosos los textos que, periódicamente, ha difundido Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica como expresión de la preocupación de nuestro Foro ante los acontecimientos desarrollados en el País Vasco y Navarra, protagonizadas, de una u otra forma, por el nacionalismo vasco en su conjunto.
De ahí que nuestras aportaciones hayan sido, fundamentalmente, de dos tipos: artículos de carácter histórico y reflexiones políticas -tácticas y estratégicas- en un intento de comprensión de la realidad.
Nos ratificamos en los juicios de fondo mantenidos a lo largo de estos años; juicios, en algunos casos, no del todo compartidos, en su momento, por tertulianos de los grandes medios de comunicación, desconocedores de la naturaleza última del nacionalismo vasco, o marcados por prejuicios de carácter ideológico que, especialmente en la izquierda, han determinado sus análisis y decisiones políticas. Afortunadamente, ante la contundencia de los hechos, en este terreno se ha avanzado bastante, produciéndose algunas rectificaciones significativas.
Para nosotros siempre ha estado claro que el nacionalismo vasco no sólo no renunciaba a su objetivo último, la independencia, sino que trabajaba en todos los frentes posibles, constantemente, explorando nuevas fórmulas que le permitiera avanzar hacia tal fin; todo ello alimentado por una cosmovisión de pretensiones totalitarias. Así, en esta reflexión en voz alta, hemos constatado que el PNV, en coherencia con su naturaleza íntima, se decantaba progresivamente por la ruptura y la independencia; a la vez que explotaba políticamente su control del Gobierno vasco con el objetivo nada disimulado de transformar la sociedad mediante la imposición de un cambio cultural de hondo calado que facilitara el triunfo de sus planes.
Ex democristianos y marxistas leninistas.
No todos los partidos nacionalistas vascos son iguales, ciertamente. No tienen la misma ideología, ex democristianos unos y marxistas-leninistas otros; no tienen, tampoco, las mismas pretensiones últimas ante la sociedad vasca. No comparten las mismas convicciones éticas ni algunos planteamientos tácticos. Existe una coincidencia estratégica fundamental: la independencia y la construcción nacional. Pero ahí acaban las mismas. El MLNV, estructurado en torno y por ETA, no renuncia, además, a la implantación de un modelo socialista, marxista-leninista, revolucionario, en ruptura absoluta con el orden burgués imperante. Lo anterior, sin duda, genera no poca alarma entre algunos elementos especialmente conscientes del nacionalismo moderado; una minoría, en todo caso.
Otra perspectiva del problema es la proporcionada por el conjunto de consideraciones tácticas que hemos realizado, con motivo de determinados hechos de relevancia política, en este medio, y que, en esta ocasión, no reproduciremos: el “escenario” vasco experimenta en su ritmo una aceleración tal que, en una publicación mensual como es ésta, no es posible seguir exhaustivamente la sucesión de todos los eventos de cierta trascendencia.
El “Plan Ibarretxe”.
Casi nadie duda, ya, de la voluntad rupturista y secesionista del nacionalismo moderado, subyacente, de forma explícita, en el llamado “Plan Ibarretxe”. Calificado como un nuevo “Plan de Estella” por sus detractores, pero esta vez sin luz ni taquígrafos y sin la condición del cese de la práctica terrorista de ETA, se trata de una vía que pretende los mismos objetivos de Lizarra: una secesión ordenada a medio plazo.
El PNV no actúa con libertad en esta aventura. Las advertencias del entorno de ETA han sido claras: “nosotros hemos puesto los muertos y los kilómetros, no nos conformaremos con un mero autonomismo”. Y ello, con el agravante de que las vías legales, que pretende seguir el PNV y sus aliados, son vías muertas: callejones sin salida que colocarán a sus impulsores en una difícil situación. Sus iniciativas morirán en el Congreso de los Diputados o en el Tribunal Constitucional. Al menos esa es la hipótesis más lógica, salvo un terremoto en el PSOE que no parece factible.
Por lo que respecta a Navarra, no es previsible un cambio espectacular en la tendencia política de su electorado. El porcentaje electoral nacionalista, que no llega al 20%, no podrá forzar por vías legales la situación actual: el “Plan Ibarretxe”, en lo que respecta a Navarra, es papel mojado. Ello supone otro fracaso sobreañadido a la vía ideada por los actuales dirigentes jelkides.
Puede observarse, también, un efectivo reparto táctico de funciones entre los distintos “actores” del nacionalismo vasco. Al Gobierno vasco del PNV y, en menor medida, a sus socios de EA, corresponde explorar y agotar las vías legales y jurisdiccionales, tanto a nivel de Estado español como de las instituciones europeas. La presión en la calle y las movilizaciones “populares” siguen siendo coto del entramado de Batasuna en sus diversas fachadas. Y ETA sigue haciendo lo que siempre ha hecho: matar cuando puede, a la vez que tratar de forzar la orientación y el sentido del proceso soberanista desde fuera.
En sus reuniones con los interlocutores sociales vascos, el lehendakari Ibarretxe viene asegurando que el referéndum por la autodeterminación no se hará en tanto persista el terrorismo. ¿Es una mera excusa tranquilizadora o tiene, acaso, la certeza de la proximidad de una nueva tregua táctica de ETA? Con la experiencia de los últimos años, considerar que una nueva tregua fuera la definitiva, en tanto persista la voluntad del MLNV de forzar las condiciones actuales acelerando el proceso independentista, es de ingenuos. Sea cual sea la respuesta, Ibarretxe y sus apoyos demuestran escasa perspectiva histórica.
En este contexto, la respuesta a algunos de los interrogantes fundamentales planteados proporcionaría luz sobre el incierto e inquietante futuro. Especialmente: ¿está dispuesto el PNV a llegar hasta el final de su plan, hasta las últimas consecuencias? En caso afirmativo, ¿qué hará cuando la vía elegida se agote? De persistir, entonces, en la secesión, sólo quedaría al PNV y sus socios la vía de la insumisión y la resistencia civil, con el riesgo procedente de las seguras provocaciones de ETA, empeñada en imponer su calendario y sus métodos. Y de renunciar al objetivo de la independencia, retomando la vía autonomista, dadas las intenciones inamovibles de ETA, ya sabemos lo que les esperaría a los hombres y mujeres del PNV…
El final de este camino.
Lo dramático del caso es que, haga lo que haga, sea cual sea la respuesta a ambos interrogantes, el PNV se encontrará finalmente frente una ETA dispuesta a impedir que “otros recojan los frutos del árbol” que mueve y a retomar el liderazgo del nacionalismo vasco en el “nuevo escenario”.
En resumen: la parcial coincidencia estratégica y el reparto táctico de funciones no impedirán el enfrentamiento radical entre PNV, un partido “burgués” y de “orden”, y ETA, una organización revolucionaria dispuesta a todo y con una acreditada voluntad de lucha y de triunfo.
Con estas perspectivas, ¿hasta donde está dispuesto a llegar el Presidente Aznar? Y su sucesor, ¿persistirá en la misma línea? Creemos que, ya lo sea uno de los “delfines” populares o el Sr. Rodríguez Zapatero, se mantendrá firme en la misma orientación, en coherencia con la voluntad manifestada, de múltiples maneras, por la opinión pública española y en apoyo a los cientos de miles de compatriotas acosados por la maquinaria totalitaria nacionalista vasca.
Los acontecimientos se suceden. En cualquier momento puede haber sorpresas. Lo ocurrido a raíz del rechazo de CONFEBASK al “plan Ibarretxe” es buena prueba de ello.
A estas alturas del conflicto, ¿puede haber algún punto de encuentro entre nacionalistas moderados y constitucionalistas? Existe, en impecable lógica, uno al menos: la lucha común frente al terrorismo de ETA.
En cualquier circunstancia, la lucha contra la violencia revolucionaria organizada debe primar por encima de las divergencias políticas: más si existe una voluntad de supervivencia del sistema democrático. Pero, por encima de otras consideraciones, se trata de un imperativo ético para todos aquellos que rechacen los métodos terroristas. Y a ese objetivo deben orientarse los esfuerzos de quiénes tienen la capacidad –y esperemos que, también, la voluntad- de superar esta situación de incertidumbre y quiebra social.
0 comentarios