Masonería egipcia, rosacruz y neo-caballería.
En este artículo se analiza un libro que permite adentrarse en el complejo mundo de las sectas ocultistas de inspiración rosacruz, martinista y de la llamada masonería de rito egipcio.
El Grupo Anaya, conjunto de editoriales especializadas para las que la calidad es su principal seña de identidad, se ha lanzado al lucrativo negocio de la publicación de textos dirigidos al amplio público interesado en el ocultismo y otras disciplinas de orientación esotérica: Oberon Historia.
Uno de los primeros libros editados por ese nuevo sello de Grupo Anaya es “La tradición oculta. Masonería egipcia, rosacruz y neo-caballería”, de Gérard Galtier (370 páginas. Madrid, 2001). Tiene una magnífica presentación: papel de máxima calidad, encuadernación, sobrecubierta negra con letras e ilustraciones doradas. Sin embargo, son múltiples las erratas que lo salpican: letras que faltan o se repiten, sílabas mal separadas, palabras repetidas incluso. Pese al aspecto exterior, ha faltado una corrección a fondo.
En cualquier caso, los estrategas de Anaya han vislumbrado que, en lo que a esoterismo se refiere, existe una posibilidad de rentabilidad comercial y, por ello, ahí están esos diversos títulos publicados desde ese sello editorial.
En la solapa, Gérard Kloppel, Gran Maestre del Rito de Menfis – Misraim (masonería irregular de rito egipcio) alaba, con entusiasmo en un breve párrafo, el libro. Y no es de extrañar, pues es parte interesada. El autor estudia la genealogía de diversas asociaciones secretas, buscando una filiación y legitimidad históricamente consistentes que las justifiquen. Ahí radica la indudable intencionalidad del autor, más cuando, respecto a muchos de los círculos estudiados, apoya su presunta legitimidad de origen y filiación, incluso a falta de documentos escritos. Y para ello realiza conjeturas y afirmaciones del tipo de “no se descarta que en esa localidad pudiera haber contactado con los supervivientes de…”.
A lo largo del libro desfilan buena parte de los ocultistas más famosos de los últimos siglos: Cagliostro (presunto fundador del primer rito “egipcio” de la masonería y del que derivarían los demás ritos de la misma tendencia), los hermanos Bédarride, Péladan, Guaita, Eugéne Aroux, Arcad dÓrient Vial, Yorker, Lagrèze, Rudolf Steiner, Victor Blanchard, Papus, Bricaud, Spencer Lewis, etc.
El libro se estructura en torno a varias “tradiciones” ocultistas: la ya mencionada masonería de rito egipcio y cuya existencia se desenvuelve en la periferia de la masonería regular, las órdenes de inspiración rosacruz, las sociedades secretas católicas y realistas de Toulouse que derivaron en algún caso en extraños cenáculos ocultistas y, por último, el martinismo.
Recíprocas excomuniones entre antagonistas, expulsiones, escisiones, orígenes oscuros… El libro es una sucesión de personalismos, en algunos casos de extravagante comportamiento y doctrina que generan “escuela”, presuntas “filiaciones iniciáticas” que dan lugar a una “tradición”, coleccionistas de ritos y diplomas ocultistas de todo tipo con múltiples militancias en organizaciones masónicas y paramasónicas, etc. No realiza un estudio doctrinal con profundidad de todos esos grupos y autores ocultistas, pero al menos proporciona alguna pincelada orientativa.
Es de agradecer que el autor no tenga reparos, desde su evidente simpatía por la masonería de rito egipcio y la rosacruz (organizaciones a su juicio más espiritualistas que la racionalista masonería regular y la irregular de evidentes tentaciones políticas), en afirmar en varios lugares del texto que existe una lógica contraposición entre la concepción católica de la vida y la propugnada desde estas “escuelas” iniciáticas.
Pese a su claridad en muchos aspectos, mezcla, en otros, verdad y fantasía, mito y realidad, historia con deseos. Así, nos sorprenderá al afirmar que el Apostolado de la Oración y las Conferencias de San Vicente de Paúl pudieron tener alguna relación con esos mencionadas cenáculos ocultistas de origen católico y que derivaron, según afirma en su libro, en grupúsculos extravagantes. Relacionado incidentalmente con lo anterior, nos recuerda que el famoso e influyente escritor, en ámbitos muy diversos, René Guénon, escribió en unas pocas ocasiones para la revista católica, de indudable ortodoxia, “Regnabit”. Un dato, sin duda, a tener en cuenta.
Son muy interesantes las afirmaciones que hace respecto a las relaciones de algunas de las asociaciones, aquí estudiadas, con los grupos carbonarios, confirmando las mutuas y recíprocas implicaciones.
El autor también trata, con ánimo desmitificador, las diversas corrientes del movimiento sinárquico, al que reduce toda su presunta realidad conspiradora en limitadas declaraciones de ambición política. A su entender, para el movimiento sinárquico, el mejor “programa” político para la humanidad sería el derivado de un gobierno mundial cuya acción se basara en los valores del ocultismo desarrollados por ciertos “colegios de superiores”, que impartiría, inevitablemente, una justicia natural y cósmica. Todo ello, a su juicio, alejado de tenebrosas y complejas “conspiraciones” contra la Iglesia católica y los gobiernos legítimos.
Hemos afirmado que el autor se esfuerza en buscar “legitimidad en la filiación” (la existencia de una línea sucesoria histórica en la iniciación) de los múltiples grupos que estudia. Hasta tal punto es así que AMORC (Antigua y Mística Orden Rosa Cruz), la orden norteamericana que tanta publicidad realiza, por todo el mundo, en la búsqueda de adeptos, en modalidad de cursillos por correspondencia incluso, no es cuestionada en sus orígenes; más cuando los “expertos” en el tema aseguran que su raíz debe señalarse, exclusivamente, en su creador Spencer Lewis, quién combinó imaginación, gusto por la estética “egipcia”, mercantilismo, y textos de dudosa procedencia ocultista “seria”.
Pese a las limitaciones indicadas, el texto es recomendable, con las prevenciones de las mismas derivadas, para quien quiera navegar en las turbulentas aguas del esoterismo francés, especialmente, y sus derivaciones en otros ámbitos geográficos.
Todos estos asuntos, ¿tienen algún interés hoy día?
Lo tiene, en la medida que estas corrientes han realizado su aportación en la conformación de la “new age”. Esta corriente “espiritual” constituye un evidente reto para la Iglesia católica. Netamente diferenciada de la misma, la “new age” es fuente de confusión para muchas conciencias católicas, integrando un pensamiento “políticamente correcto” en el plano “espiritual”. Esta corriente, “iniciática” y elitista por definición, priva de posibilidad al hombre de encontrarse, cara a cara, con una presencia concreta y humana que encarne la verdad de su propia vida; una compañía posible para todos que se prolonga en la historia a través de la Iglesia católica.
Reproducido en conoze.com, diciembre 2001.
Un libro del Grupo Anaya.
El Grupo Anaya, conjunto de editoriales especializadas para las que la calidad es su principal seña de identidad, se ha lanzado al lucrativo negocio de la publicación de textos dirigidos al amplio público interesado en el ocultismo y otras disciplinas de orientación esotérica: Oberon Historia.
Uno de los primeros libros editados por ese nuevo sello de Grupo Anaya es “La tradición oculta. Masonería egipcia, rosacruz y neo-caballería”, de Gérard Galtier (370 páginas. Madrid, 2001). Tiene una magnífica presentación: papel de máxima calidad, encuadernación, sobrecubierta negra con letras e ilustraciones doradas. Sin embargo, son múltiples las erratas que lo salpican: letras que faltan o se repiten, sílabas mal separadas, palabras repetidas incluso. Pese al aspecto exterior, ha faltado una corrección a fondo.
En cualquier caso, los estrategas de Anaya han vislumbrado que, en lo que a esoterismo se refiere, existe una posibilidad de rentabilidad comercial y, por ello, ahí están esos diversos títulos publicados desde ese sello editorial.
En la solapa, Gérard Kloppel, Gran Maestre del Rito de Menfis – Misraim (masonería irregular de rito egipcio) alaba, con entusiasmo en un breve párrafo, el libro. Y no es de extrañar, pues es parte interesada. El autor estudia la genealogía de diversas asociaciones secretas, buscando una filiación y legitimidad históricamente consistentes que las justifiquen. Ahí radica la indudable intencionalidad del autor, más cuando, respecto a muchos de los círculos estudiados, apoya su presunta legitimidad de origen y filiación, incluso a falta de documentos escritos. Y para ello realiza conjeturas y afirmaciones del tipo de “no se descarta que en esa localidad pudiera haber contactado con los supervivientes de…”.
Rosacruces, masones, martinistas.
A lo largo del libro desfilan buena parte de los ocultistas más famosos de los últimos siglos: Cagliostro (presunto fundador del primer rito “egipcio” de la masonería y del que derivarían los demás ritos de la misma tendencia), los hermanos Bédarride, Péladan, Guaita, Eugéne Aroux, Arcad dÓrient Vial, Yorker, Lagrèze, Rudolf Steiner, Victor Blanchard, Papus, Bricaud, Spencer Lewis, etc.
El libro se estructura en torno a varias “tradiciones” ocultistas: la ya mencionada masonería de rito egipcio y cuya existencia se desenvuelve en la periferia de la masonería regular, las órdenes de inspiración rosacruz, las sociedades secretas católicas y realistas de Toulouse que derivaron en algún caso en extraños cenáculos ocultistas y, por último, el martinismo.
Recíprocas excomuniones entre antagonistas, expulsiones, escisiones, orígenes oscuros… El libro es una sucesión de personalismos, en algunos casos de extravagante comportamiento y doctrina que generan “escuela”, presuntas “filiaciones iniciáticas” que dan lugar a una “tradición”, coleccionistas de ritos y diplomas ocultistas de todo tipo con múltiples militancias en organizaciones masónicas y paramasónicas, etc. No realiza un estudio doctrinal con profundidad de todos esos grupos y autores ocultistas, pero al menos proporciona alguna pincelada orientativa.
Es de agradecer que el autor no tenga reparos, desde su evidente simpatía por la masonería de rito egipcio y la rosacruz (organizaciones a su juicio más espiritualistas que la racionalista masonería regular y la irregular de evidentes tentaciones políticas), en afirmar en varios lugares del texto que existe una lógica contraposición entre la concepción católica de la vida y la propugnada desde estas “escuelas” iniciáticas.
Pese a su claridad en muchos aspectos, mezcla, en otros, verdad y fantasía, mito y realidad, historia con deseos. Así, nos sorprenderá al afirmar que el Apostolado de la Oración y las Conferencias de San Vicente de Paúl pudieron tener alguna relación con esos mencionadas cenáculos ocultistas de origen católico y que derivaron, según afirma en su libro, en grupúsculos extravagantes. Relacionado incidentalmente con lo anterior, nos recuerda que el famoso e influyente escritor, en ámbitos muy diversos, René Guénon, escribió en unas pocas ocasiones para la revista católica, de indudable ortodoxia, “Regnabit”. Un dato, sin duda, a tener en cuenta.
Son muy interesantes las afirmaciones que hace respecto a las relaciones de algunas de las asociaciones, aquí estudiadas, con los grupos carbonarios, confirmando las mutuas y recíprocas implicaciones.
El autor también trata, con ánimo desmitificador, las diversas corrientes del movimiento sinárquico, al que reduce toda su presunta realidad conspiradora en limitadas declaraciones de ambición política. A su entender, para el movimiento sinárquico, el mejor “programa” político para la humanidad sería el derivado de un gobierno mundial cuya acción se basara en los valores del ocultismo desarrollados por ciertos “colegios de superiores”, que impartiría, inevitablemente, una justicia natural y cósmica. Todo ello, a su juicio, alejado de tenebrosas y complejas “conspiraciones” contra la Iglesia católica y los gobiernos legítimos.
Hemos afirmado que el autor se esfuerza en buscar “legitimidad en la filiación” (la existencia de una línea sucesoria histórica en la iniciación) de los múltiples grupos que estudia. Hasta tal punto es así que AMORC (Antigua y Mística Orden Rosa Cruz), la orden norteamericana que tanta publicidad realiza, por todo el mundo, en la búsqueda de adeptos, en modalidad de cursillos por correspondencia incluso, no es cuestionada en sus orígenes; más cuando los “expertos” en el tema aseguran que su raíz debe señalarse, exclusivamente, en su creador Spencer Lewis, quién combinó imaginación, gusto por la estética “egipcia”, mercantilismo, y textos de dudosa procedencia ocultista “seria”.
Relaciones con la “new age”.
Pese a las limitaciones indicadas, el texto es recomendable, con las prevenciones de las mismas derivadas, para quien quiera navegar en las turbulentas aguas del esoterismo francés, especialmente, y sus derivaciones en otros ámbitos geográficos.
Todos estos asuntos, ¿tienen algún interés hoy día?
Lo tiene, en la medida que estas corrientes han realizado su aportación en la conformación de la “new age”. Esta corriente “espiritual” constituye un evidente reto para la Iglesia católica. Netamente diferenciada de la misma, la “new age” es fuente de confusión para muchas conciencias católicas, integrando un pensamiento “políticamente correcto” en el plano “espiritual”. Esta corriente, “iniciática” y elitista por definición, priva de posibilidad al hombre de encontrarse, cara a cara, con una presencia concreta y humana que encarne la verdad de su propia vida; una compañía posible para todos que se prolonga en la historia a través de la Iglesia católica.
Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 45, mayo de 2001.
Reproducido en conoze.com, diciembre 2001.
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