Diez montañeros con ideales (Barrabés Editorial).
Pedro Estaún. “Diez montañeros con ideales”. Barrabés Editorial. Cuarte (Huesca). 2004. 168 pp.
En una sociedad individualista y consumista, ¿puede aportar algo, al hombre de hoy, la montaña? Pedro Estaún, con su propuesta de diez modelos humanos que supieron unir altos ideales y amor a las montañas, así lo afirma.
“Por aquella época era agnóstica; no creía ni practicaba nada de la religión. No obstante, siempre que se encontraba ante la grandiosidad y belleza de las montañas sentía su pequeñez y pensaba que alguien debía haberlas creado. Dios se iba metiendo en su alma a través de la naturaleza. Llegó, incluso a elaborar su propia filosofía, seleccionando valores y formando su esquema social. Estando en aquellas tierras pasó por su mente quedarse en un monasterio budista para tratar de buscar ese sentido sobrenatural que interiormente intuía. Regresó sin resolver sus dudas”. Este testimonio personal de Guadalupe Escudero, recogido en la página 154 del libro que reseñamos, se identifica con una actitud ante la vida muy extendida hoy día.
Sin duda, la práctica del montañismo puede facilitar la formulación de preguntas sobre la naturaleza del hombre y su relación con Dios; al igual que el amor a una persona concreta, la contemplación de una obra de arte, o la entrega a un ideal, se remiten, en última instancia, a un amor más grande, a una belleza más plena, o a un ideal más alto. Pero ese paso no es automático. Y más en un tiempo en que individualismo y consumismo tiñen todos los comportamientos personales y colectivos. Así, recordemos un hecho: muchos jóvenes prefieren, antes que la del montañismo, la práctica de otros deportes que implican un menor esfuerzo y una más inmediata e intensa emoción. Un fruto de nuestro tiempo. Con la realista conciencia de este preciso contexto, el autor propone, al lector, unos modelos humanos que supieron aunar, en circunstancias personales e históricas muy dispares y en algunos casos muy difíciles, ideales religiosos y sociales, voluntad de esfuerzo y superación, espíritu aventurero y capacidad de sacrificio, compañerismo y amor a la montaña...
Dos futuros papas (Achille Ratti y Karol Wojtyla), tres exploradores y pioneros del montañismo (Henry Russell, Andrés Espinosa y Luis Amadeo de Saboya), un joven francés resistente fusilado a los 21 años (Francis Lagardère), un estudiante italiano volcado en la acción caritativa (Pier Giorgio Frassati), una médico que sacrificó su propia vida en aras de la hija que llevaba en sus entrañas (Gianna Beretta), un empresario suizo cuya vida quedó marcada por su encuentro con el Opus Dei (Toni Zweifel), y una religiosa que encontró la correspondencia a los ideales intuidos, en sus expediciones montañeras por todo el mundo, en su entrega a los más necesitados. A todos ellos les unía un amor inmenso a las montañas, que sólo pueden entender quienes mantienen una relación casi personal con algunas de ellas, y otro, de vocación infinita, a Dios.
Es de agradecer que sea una editorial especializada en montaña, con tres años de intensa vida apoyada en la rica y plural experiencia profesional del grupo Barrabés, la que haya sacado a la luz esta obra que, probablemente, no habría desentonado como otro título más en alguna colección, con nombre de resonancias bíblicas, de una editorial confesional. Es posible y siempre positivo, por lo tanto y aunque algunos lo nieguen, el diálogo entre cristianos y no creyentes; entre personas, en definitiva, sin prejuicios y abiertas a las diversas hipótesis que presenta la realidad.
Disfrutemos de su lectura y, sin dejarlo para fecha indeterminada, visitemos las montañas: sintamos el frío sobre el rostro y el calor de los rayos de sol, disfrutemos de la belleza que nos ofrecen sin pedir nada a cambio, escuchemos los sonidos del silencio y del viento, apoyémonos para ello en amigos más veteranos...
Y, no lo olvidemos, para practicar montañismo no es preciso jugarse la vida temerariamente, ni disfrazarse con exquisitas ropas de marcas de rabiosa moda, ni viajar a lejanas tierras...
Gracias, Pedro, por recordárnoslo. Gracias, Barrabés.
El Semanal Digital, 23 de enerote 2995
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