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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Esoterismo y New Age

Acerca de la naturaleza de la masonería.

En este artículo realizaremos un intento de aproximación a la naturaleza de la masonería, conjunto muy plural de organizaciones, caracterizadas por varios elementos comunes.

En el artículo anterior de esta mini-serie, nos aproximamos a la historia de la masonería, prestando especial atención a la problemática de sus orígenes, así como a las relaciones con el fenómeno rosacruz y al particular caso del pensador René Guénon. En ese artículo se proporcionaban claves que permitían emitir algunos juicios acerca de la naturaleza real de la masonería; aspecto que vamos a desarrollar a continuación. Para ello, nos asomaremos un poco al interior organizativo y simbólico de la masonería, recurriendo a sus propias fuentes.

 

Ritos y grados de la masonería.
            Ya hemos visto que existen dos grandes tendencias: la masonería regular, vinculada a la Gran Logia Unida de Inglaterra, y la irregular o liberal, más vinculada al Gran Oriente de Francia. Y ello sin mencionar a todas aquellas organizaciones situadas en los límites de la masonería (ocultistas, herméticas, rosacruces, filantrópicas, etc.) tal como vimos.
            Existen, también, varios ritos perfectamente regulados. Los más importantes son los siguientes:
-         Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Con 33 grados, es el más practicado, tanto en la masonería regular como en la irregular.
-         Rito Escocés Rectificado. Con 18 grados.
-         Rito Moderno Francés, con solamente 7 grados.
-         Rito de York. También con 7 grados.
-         Rito de Emulación. Con los tres grados básicos presentes en todo rito masónico: aprendiz, compañero y maestro.
-         Rito de Menfis Misraim, que tiene, nada menos, que 99 grados.
Cada rito responde, de una forma simbólica muy concreta, al estudio de la llamada “Gran Tradición”.
La Gran Logia de Londres tenía en sus inicios sólo tres grados: aprendiz, compañero y maestro. Esos tres grados son comunes a todos los ritos, ya los hemos visto, y son los más importantes.
Según los grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, la masonería se divide de la siguiente forma:
- Grados 1 a 3. Masonería simbólica.
- Grados 4 a 30. Masonería filosófica.
- Grados 31 a 33. Masonería
sublime.
            Tradicionalmente, el paso de un grado a otro se producía en una ceremonia de iniciación. Las más importantes correspondían a los siguientes grados: 1, 2, 3, 4, 18, 22, 27, 30, 31, 32 y 33 (en el Escocés Antiguo y Aceptado). Pero en la actualidad los propios masones consideran que se han desnaturalizado estas ceremonias y que la mayoría de los grados se conceden por comunicación, casi por “años de servicio”.

 

Organización.
            Una logia es una asamblea de masones. Este término designa, además, el lugar donde se reúnen. Taller es un término análogo.         
Una obediencia es una federación de logias.
            Oriente significa obediencia y lugar masónico.
            El presidente de una obediencia es el Gran Maestre, elegido generalmente por 3 años.
            Cada obediencia tiene un Gran Consejo.
            Cada logia es presidida por un venerable Maestro.
            Triángulo, es el término aplicado a un grupo de masones que, al no llegar a un número mínimo, no pueden constituirse en logia.
            Las logias se agrupan en logias capitulares y Grandes logias provinciales. Estas últimas se agrupan en Grandes orientes, de ámbito nacional.
            Cada Oriente tiene su propia constitución y cada logia su propio reglamento interno. Nombra sus propios inspectores y representantes.
            La facultad de hacer leyes radica en la Asamblea General.
            El poder ejecutivo reside en el Gran Consejo.
            El poder judicial se ejerce por los talleres, por los Jurados Masónicos y la Gran Comisión de Justicia.
            Existe una Gran Cámara Consultiva del grado 33.
            Existe, al menos, una oficina internacional de relaciones masónicas, radicada en Suiza.

 

Símbolos.
            Además del sentido que encierra cada símbolo y que se explica en las sucesivas ceremonias de iniciación que se celebran para el acceso a los diversos grados, los símbolos permiten identificarse a los masones entre sí (también existen toques de mano y señas). Pero varían según los países y las logias.
            Mencionaremos, entre otros, los siguientes símbolos, comunes a todas las obediencias y ritos: el triángulo, la estrella de cinco puntas, el martillo, la escuadra, el compás, la rama de acacia, las columnas, la piedra cúbica, la piedra bruta, el libro, la cadena de unión, el sol, la luna, el delta luminoso, el nivel, la plomada, el cincel, la letra G, la B y la J.
            En el desarrollo de las diversas ceremonias los participantes emplean mandiles, bandas, sombreros, un puñal, espadas, etc. En cada logia hay banderas y un escudo propio.
            Algunas logias emplean una variedad del idioma esperanto.
            Existe una escritura secreta, consistente en una especie de jeroglífico y un alfabeto en cifras.
            Existe una modalidad de sepelio masónico.
            Se emplean una serie de términos específicamente masónicos: tenida (reunión), planchas (escrito), Valle (ciudad), etc.
            Cada masón adopta un nombre simbólico.
            El local donde tienen lugar las tenidas y ceremonias, que siguen una estructura determinada, tiene una concreta configuración material, con esculturas, estatuas, columnas, puertas, salas de reflexión anexas, pinturas en paredes y techos, etc.

 

Naturaleza.
            Así, del todo despegada de sus orígenes profesionales medievales, y con todas las vicisitudes y características que hemos señalado, seguimos sin tener una idea clara de lo qué es realmente la masonería, si bien las pinceladas de los apartados anteriores ya nos han proporcionado unas cuantas pistas importantes.
            Intentemos buscar los fines últimos de la masonería.
            El estudioso navarro del tema Víctor Manuel Arbeloa la define como “una asociación ritualista y benéfica, que respetaba y armonizaba todas las religiones monoteístas, buscando un modelo de sociedad tolerante, pluralista y filantrópica”.
Veamos otra aproximación. Así el artículo 1º de los estatutos del Gran Oriente de Bélgica establece:
“Es una institución cosmopolita y en proceso incesante, que tiene por objeto la investigación de la verdad y el perfeccionamiento de la humanidad. Se funda sobre la libertad y la tolerancia, no formula dogma alguno ni descansa en él”.
            A decir de Francisco Espinar Lafuente, en la línea marcada por las dos anteriores definiciones, en todas las confesiones religiosas existe un núcleo de verdad, en todo caso relativamente valioso, al que se remite la sociedad. Y ese núcleo sería la razón de ser de la masonería.
Tales concepciones contrastan con la proporcionada por otros autores que nos la dibujan como una asociación secreta, cuyos fines últimos no son revelados al exterior, de gran influencia en la sociedad, instrumentalizada para socavar la autoridad moral y social de la Iglesia católica.
            Incluso hay autores que van más lejos. La asocian a diversas sociedades secretas, como los “iluminados”, “carbonarios”, “rosacruces”, a la llamada “sinarquía” (supuesto intento de dominio universal que implicaría la destrucción de la Iglesia), etc. Y es lugar común la hipótesis de un pequeño grupo de iniciados superiores que “mueven”, desde detrás de los bastidores, los hilos que llegan a todas las “logias” del mundo, al servicio de intereses inconfesables e inéditos, incluso, para la inmensa mayoría de masones. En esto, también mito y realidad se mezclan. El mismo René Guénon afirmó, ya lo veíamos en el artículo anterior, que existe una especie de “maestría” superior, de la que él mismo formaría parte, a la que acceden escasísimos masones y que constituiría una elite iniciática poseedora de los conocimientos esotéricos más profundos, alejados de cualquier práctica política.
            Veamos el sentido del “secreto” masónico.
            Para el autor masón, ya fallecido, Roger Leveder, la orden no sería “secreta” sino “discreta”. De hecho, los contenidos de sus ritos, ceremonias, etc., están publicados y pueden consultarse. Pero por lógico funcionamiento interno, se requiere discreción para no convertir sus reuniones en espectáculos.
            El experto en sociedades secretas Serge Hutin, asegura que el secreto es, para el masón, el “sentido”. Así, no se llega a ser masón por el conocimiento, sino practicando los ritos, es decir, por la vía del símbolo.
            El filósofo Francisco Espinar Lafuente considera que no habría doctrinas secretas, sino una serie de “secretos” (ritos, señas de reconocimiento, palabras clave para los distintos grados, etc.).
            Intentemos concretar.
Conforme a sus iniciales orígenes, y considerando todo lo anterior, parece que la masonería tiene un carácter deísta, agrupando a hombres que creen en Dios (al menos la masonería regular) sin que importe a qué confesión concreta pertenezcan, respetan la moral natural y practican la filantropía. Pero conforme se extendió por el tiempo y el espacio, esas finalidades fueron desbordadas por otras inquietudes, políticas fundamentalmente, y por la atracción ejercida por las numerosos sectas herméticas, cabalísticas, martinistas, rosacruces, templaristas, etc.

 

El “método masónico”.
            Hemos visto al inicio de este artículo, que para algunos masones la característica definitoria fundamental de su organización es el “método”. Éste propone la libre discusión de problemas (salvo los de carácter político y religioso), aportando soluciones conforme al criterio mayoritario de los participantes, según su personal percepción de lo que es justo y verdadero. En este sistema el único límite sería el propio método.
            En la base de este método encontramos, sin lugar a dudas, al relativismo, como herramienta imprescindible para afrontar el pluralismo ideológico y cultural.
            Desde esta perspectiva, cuyo centro es el hombre, es imposible llegar a afirmaciones definitivas de ningún tipo, dogmáticas, aunque sí “razonables”. Y todo ello con una cierta base espiritualista, que no admite que el hombre y el mundo sólo sean materia.

 

Conclusiones.
            Es importante ir a los fundamentos últimos de la masonería para intentar comprender su verdadera naturaleza.
            Desde un punto de vista religioso, la masonería defiende la independencia de la razón humana ante cualquier autoridad. Por ello el racionalismo y el naturalismo constituyen su base filosófica. Y aquí aparecen las primeras discrepancias serias con las enseñanzas de la Iglesia católica.
            La masonería difunde una moral universal, que existe en la base de todas las religiones positivas a su entender y, por ello, sería superior a éstas. De ahí es fácil deducir la negación de toda norma moral objetiva, tal como las afirma la Iglesia católica, cayendo en un relativismo moral.
            Desde una perspectiva filosófica, hay que señalar que la masonería acepta la teoría de que no se puede poseer la verdad en exclusiva, constituyendo una visión ecléctica en la que es admisible el panteísmo, el espiritismo, el politeísmo, incluso el maniqueísmo. Y en la masonería irregular, el ateísmo.
            Por todo ello, los autores masones hacen propios, especialmente, al deísmo y a la filosofía del siglo XVIII.
            El método masónico conduce, concluiremos, al igual que buena parte del pensamiento dominante en la actualidad, a presuponer que la verdad no puede conocerse y que en el desarrollo de la propia humanidad hay que estar abierto a todo lo que suponga “progreso” sin restricciones.

 

Nota final.
            El próximo artículo tratará acerca de las relaciones entre la Iglesia católica y la masonería, finalizando esta mini-serie. Incluiremos en el mismo una bibliografía común a los tres artículos, en la que figurarán obras de autores muy próximos a la masonería, otras de detractores de la misma e, incluso, publicaciones de dos obediencias actuales españolas a las que ha tenido acceso el autor.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 42, febrero de 2001.
Reproducido en conoze.com, diciembre 2001.

Aproximación a la historia de la masonería.

     Una organización compleja: la masonería. Aquí veremos algunos trazos históricos, con el objetivo de aproximarnos a la realidad de esa sociedad “discreta”. En números sucesivos se publicarán otros dos artículos más, ambos continuación del presente. El segundo de ellos tratará sobre su naturaleza. Y el tercero, acerca de las relaciones de la Iglesia católica con la masonería.

 

Introducción.
            Cuando hablamos de la masonería, casi inconsciente, pero inevitablemente, nos recorre un escalofrío. Y nos asaltan ideas imprecisas pero tenebrosas, imágenes de reuniones secretas en lugares recónditos ocultos de toda mirada indiscreta, disciplinas cuya desobediencia acarrea la muerte al transgresor, conspiraciones nunca aclaradas, finalidades y objetivos jamás públicos…
            Realidad y leyenda se mezclan. Pero, ¿qué es la masonería?
            Difícil pregunta pues, ante todo, lo que la caracteriza es el secreto. Aunque para algunos autores se trata de una sociedad cerrada o, simplemente, discreta. Y es lógico que, dados sus ignotos fines, otros consideren que sólo sale a la luz pública aquello que interesa a los propios masones que así sea.
Por otra parte, existe una impresionante bibliografía en la que, sin orden ni concierto, se mezcla todo tipo de literatura: desde publicaciones “oficiales” de las diversas obediencias masónicas, a relatos fantasiosos de supuestos crímenes rituales y sacrílegos generalmente desmentidos, pasando por estudios históricos increiblemente detallistas de cualificados investigadores. Pero en un asunto en el que el secreto todo lo vela, ¿dónde termina lo real y empieza la fantasía?
            Otro factor que dificulta la comprensión de esta particular sociedad es su fragmentación, plasmada en múltiples obediencias, ritos y periódicas escisiones.
            Es conocida universalmente como “francmasonería”. Este término procede del francés franc (libre) y mason (albañil).
            Como aproximación inicial, vamos a reproducir la definición, propuesta por el profesor José Antonio Ferrer Benimeli, procedente del Diccionario Enciclopédico de la Masonería, en la que, a su juicio, todas las masonerías que luego veremos se pueden reconocer:
“La masonería es una Asociación universal, filantrópica, filosófica y progresiva; procura inculcar en sus adeptos el amor a la verdad, el estudio de la moral universal, de las ciencias y de las artes, desarrollar en el corazón humano los sentimientos de abnegación y caridad, la tolerancia religiosa, los deberes de la familia; tiende a extinguir los odios de raza, los antagonismos de nacionalidad, de opiniones, de creencias y de intereses, uniendo a todos los hombres por los lazos de la solidaridad, y confundiéndoles en un tierno afecto de mutua correspondencia. Procura, en fin, mejorar la condición social del hombre, por todos los medios lícitos, y especialmente la instrucción, el trabajo y la beneficencia. Tiene por divisa Libertad, Igualdad, Fraternidad”.
            Para un ilustre masón francés, sin embargo, “la masonería del Gran Oriente de Francia, no es una religión, ni una filosofía, solamente un método”.

 

Origen histórico.
            Se ha pretendido remontar el origen de la masonería en la construcción del Templo de Salomón por Hiram de Tiro, supuesto primer masón. Constituiría el período mítico de la masonería.
            Aunque tal afirmación figura en el rito de iniciación de los tres primeros grados, existe general unanimidad en señalar el concreto origen histórico de la masonería: las Hermandades profesionales de constructores de Catedrales y otros templos de la Edad Media (desde el tallador de piedra al maestro albañil), establecidas al servicio del bienestar material y espiritual de sus miembros y que, a la vez, poseían “secretos” de orden técnico y de orden ritual o de iniciación. Ya en el siglo XIII, estas Hermandades establecieron las primeras constituciones góticas al servicio de sus miembros. Se trataría del período antiguo u operativo. Dos textos de finales del siglo XIV y principios del XV se refieren a los orígenes míticos: “Regius” (que relata un supuesto viaje de Euclides a Egipto donde fundaría una escuela de geometría y construcción) y “Cooke” (la historia del arte de la construcción antes del Diluvio Universal).
Con el transcurso del tiempo el reclutamiento dejará de hacerse sobre la base profesional inicial, admitiéndose a personas de otras profesiones no vinculadas a la construcción.
            Es en Inglaterra donde se da el paso de una masonería “operativa” (la de los constructores que trabajaban la piedra con sus manos y herramientas) a otra “especulativa” (período histórico) en la que la construcción es sólo simbólica, trabajándose a la humanidad mediante el modelado del propio ser. Ahora, por iniciación hay que entender “entrar”, paso introductorio de un hombre que desea cambiar su “modo” de conocer, de actuar, de ser, que debe cultivar su alma. Ese paso se desarrolla en una iniciación simbólica, mediante un rito que resume ese trance y que capacita al neófito para ejecutarlo.
            El día 24 de junio de 1717 se funda la Gran Logia de Londres a partir de 4 pequeñas logias que la precedieron y, en 1726, se abre la primera logia en París.
            La primera constitución moderna reguladora de la masonería especulativa es la redactada por el pastor presbiteriano inglés James Anderson, quien elabora en 1723 “The Constitutions of the free-masons.”. Estos textos tienen cuatro partes: una historia legendaria de la orden y del arte masónico, los llamados “deberes”, un reglamento para las logias y los cantos para los tres grados iniciales. La parte más importante es la relativa a los “deberes”, en la que establece como pilar fundamental la creencia en el “Gran Arquitecto del Universo”, aunque en otros artículos procura marcar distancias con el cristianismo a través de unas referencias al esoterismo, el secreto y al relativismo, junto a un deísmo iluminista.
Esos componentes filosóficos ocasionaron, casi enseguida, la primera escisión: la Logia de York, de carácter más esotérico que la de Londres, más racionalista.
Pronto salta de Inglaterra a América.
            Ya en 1813 se fusionan ambas logias, dando lugar a la Gran Logia Unida de Inglaterra. A la vez se redacta otro texto fundamental en la masonería: los Antiguos límites o Ancient Landmarks. Se trata del conjunto de reglas tradicionales e inmutables, transmitidas de forma oral desde sus orígenes hasta ese momento en que se plasman por escrito.
Dicha Gran Logia Unida de Inglaterra se constituyó en la depositaria de la “tradición” y de la “regularidad” masónica, de carácter aristocrático y puritano en sus orígenes.
Esa regularidad se determina, todavía hoy, a partir de varios criterios: regularidad de origen (sólo una Logia regular puede fundar otra logia regular), regularidad territorial (una Gran Logia por país), regularidad doctrinal (creencia en Dios, uso de un libro sagrado, exclusión de las mujeres, interdicción de las discusiones políticas).
            Conforme se extiende por toda Europa y América, la masonería acoge con entusiasmo las corrientes del enciclopedismo del siglo XVII, del racionalismo y del liberalismo.
De forma paralela, los rituales se “enriquecen” y amplían con aportaciones procedentes de grupos que cultivan la Alquimia, la Kabala, el llamado “neotemplarismo”, la Teosofía, la moda por lo egipcio, etc. Y la descristianización, con todo ello, se acentúa.
            La masonería se establece pronto en Francia, hacia 1721. De origen escocés y estuardista, se vio favorecida por el espíritu racionalista francés, adquiriendo un carácter deísta inspirado en el racionalismo naturalista.
            En España, por iniciativa inglesa, ya aparece en 1728, pero no será hasta la invasión napoleónica cuando se produzca la eclosión de la orden.
Una vez irrumpe en la historia, su presencia, más o menos oculta, se hace notar con fuerza.
El mayor número de masones se encuentra, actualmente, en Estados Unidos de América.

 

La fractura de la masonería.
El ilustre masón Robert Amadou afirma que es hacia 1860 cuando el Gran Oriente de Francia, la mayor organización masónica después de la inglesa, se desvía de la iniciación a la política partidista, al servicio de una filosofía materialista y atea. Ello se plasma, jurídicamente hablando, en 1877 cuando la Asamblea General de esa obediencia francesa, siendo Gran Maestre Fréderic Desmons, suprime de sus constituciones la fórmula del “Gran Arquitecto del Universo”, siendo por ello “excomulgado” por la Gran Logia Unida de Inglaterra, al igual que el resto de obediencias que le siguieron en ese paso. Esas obediencias constituyen la llamada masonería “irregular” (liberal, se llaman a sí mismas), dando lugar en muchos países a una duplicidad de obediencias.
Desde entonces, casi toda la masonería francesa, española, italiana y belga integra la mencionada masonería “irregular” o “liberal”.
Buena parte de esas obediencias irregulares se agrupan, a nivel internacional, en el CLIPSAS (Centre de Liaison et d’Information des Puissances maçonniques signataries de l’Appel de Strasbourg).
Existe, por otra parte, una federación internacional de logias femenimas y mixtas: “Le droit humain”.
Existen otras múltiples organizaciones, de carácter sectario muchas de ellas y de contenido ocultista, “en el límite” de la masonería (ya regular o irregular). Hablar de organizaciones herméticas como la “Golden Dawn”, “Shrine”, y otras como la “Sociedad Teosófica” o la “Sociedad Antroposófica”, y de sus relaciones con la masonería, es extremadamente complejo y difícilmente puede llegarse a conclusiones de interés.
Otras organizaciones, como el “Club de los Leones” o los Rotarios, de finalidad filantrópica y humanitaria, adoptan algunas características próximas en ciertos aspectos a la masonería. Incluso algunos de sus miembros mantienen la doble pertenencia; pero conceptual e históricamente se trata de organizaciones netamente diferenciadas.
Después de la segunda guerra mundial se produjo un cierto movimiento de regreso a la regularidad masónica, iniciado en Francia, y que en España se concretó en la Gran Logia de España. Pero, en general, los intentos de unificar ambas ramas de la masonería, debe afirmarse, que han fracasado.
Los propios masones achacan a tal duplicidad la imagen desfigurada de la masonería que existe en muchos ambientes. Para otros autores, por el contrario, esa duplicidad sería un “lavado de imagen”, pues, a su juicio, ambas masonerías coinciden en lo fundamental.
            En cualquier caso, esa duplicidad ha facilitado un complejo debate dentro de la Iglesia católica acerca de la naturaleza real de la masonería y las relaciones de los católicos con la misma. Este aspecto lo veremos, de forma más amplia, en el tercer artículo de esta mini-serie.

 

Masonería y política.
            Otro aspecto muy polémico es el de sus implicaciones políticas.
No existe política masona, sino “masones metidos en política”, a juicio de los propios masones. Y, en ese sentido, no deja de contrastar las convicciones monárquicas de los masones británicos, frente el republicanismo radical de sus hermanos galos.
            Lo cierto es que muchos escritores masones se jactan en el sentido de que sus ideas y sus hermanos han influido en una serie de acontecimientos históricos y culturales de indudable trascendencia.
            Así, el profesor Francisco Espinar Lafuente en su claro y revelador libro “Esquema filosófico de la masonería” (página 268), señala como acontecimientos en los que masones o sus ideas han influido con una impronta fundamental, los siguientes:
-         La Ilustración en el período de los Estados absolutos (entre 1750 y 1800).
-         La Revolución norteamericana cuyo símbolo es el masón George Washington.
-         La Revolución francesa y su expansión a través de Napoleón.
-         La independencia de Iberoamérica (1810 – 1825).
-         La lucha contra los Imperios, Monarquías y Estados absolutos (siglos XIX y XX).
-         La abolición de la esclavitud.
-         La unificación de Italia con la supresión de los Estados Pontificios.
-         La secularización de las Universidades y de las ciencias.
-         El laicismo en la enseñanza (1890 – 1918).
-         La Sociedad de Naciones (1919 – 1939).
-         La Organización de las Naciones Unidas (desde 1945).
-         La descolonización en Asia y en Africa desde 1950 (fecha de independencia de la India).
-         Una influencia benévola en la evolución del socialismo.
El autor, sin duda, atribuye todos estos acontecimientos al influjo, en mayor o menor medida, de la masonería, partiendo de que se trata de un libro de carácter filosófico, sin entrar en un estudio de los aspectos históricos aludidos que pudiera avalar la tesis. Por ello, el listado hay que acogerlo con algunas reservas, más cuando los historiadores tienden a limitar el alcance real de la participación directa de la masonería en buena parte de tales acontecimientos. Pero hay que señalar que, en efecto, todos ellos, de enorme trascendencia en la configuración de nuestro mundo, parecen acordes, en principio, con los principios subyacentes en el “espíritu masónico”.

 

Su relación con los Rosacruces.
            Algunos autores, caso de Massimo Introvigne, relacionan el nacimiento de la masonería con el fenómeno de los rosacruces.
            La “rosacruz” se trataría de una sociedad secreta, fundada por un legendario Christian Rosenkreutz, cuyo tesoro iniciático consistiría en la sabiduría eterna.
El fenómeno se desata con la aparición de tres textos hacia 1614: “Fama fraternitatis”, “Confessio” y “Las bodas químicas de Christian Rosenkreutz”. Tales textos habrían sido escritos por el pastor protestante Johan Valentín Andreae, que pretendía con ello, según ciertos autores, obtener cierta unidad de los protestantes frente al Papado y los Habsburgo.
            A juicio de Jean-Pierre Bayard, “Andreae, presumiblemente el autor de estos escritos, fiel reflejo de su época, no es más que el portavoz de una sociedad secreta, oculta, cuya autoridad central, de pronto, hubiera querido revelarse. Este grupo no se refiere a antiguos misterios, a antiguos rituales, pero se sitúa en el naciente siglo XVII, apoyándose sobre unos símbolos que son eternos. El fenómeno de la Rosacruz está unido a aquella otra corriente de pensamiento ilustrado por Paracelso, Flud o Maïer”.
            No existe ningún indicio histórico de la existencia real de tal sociedad secreta, pero generó un movimiento que en la actualidad, todavía,  se traduce en múltiples sociedades semisecretas, con millones de adeptos por todo el mundo. Algunas de ellas están presentes en España, caso de AMORC y Lectorium Rosicrucianum, muy conocidas por la intensa y permanente campaña publicitaria desarrollada por ambas en numerosas ciudades y medios de comunicación.
            Los propios masones no aceptan que en tales circunstancias se sitúe el origen de su orden, pero es indudable que las influencias de ambas movimientos han sido mutuas y recíprocas. No en vano, masonería y movimiento rosacruz surgen en el mismo ámbito cultural y filosófico de la modernidad, con el “humus” del pluralismo como fenómeno distintivo, la reforma protestante, el iluminismo y el florecimiento posterior de sectas de todo tipo, muchas de ellas generadas en los aledaños o en el mismo núcleo de ambas organizaciones.

 

René Guénon y la masonería.
            No podíamos eludir otro aspecto relevante relacionado con el tema que nos ocupa, en concreto, la relación con la masonería de uno de los pensadores más atípicos del siglo XX: René Guénon. Y ello más cuando su influencia se ha irradiado en ambientes tan distintos como el de la extrema derecha, los estudiosos del simbolismo, los seguidores de llamado “tradicionalismo guenoniano”, grupos ecologistas, etc.
            Este autor fue iniciado muy joven en la masonería. Perteneció a varias logias, tanto regulares como irregulares. Hermano “dormido” durante muchos años, hasta el final de sus días se consideró masón, conforme su particular interpretación del fenómeno.
            A su juicio, el depósito iniciático y metafísico del cristianismo se conservaba en la Orden del Temple hasta que fue disuelta. Algunos supervivientes se refugiaron en Escocia, ingresando en la Gran Logia Real de Edimburgo. Allí transmitieron sus conocimientos, percibiéndose su influencia en algunos grados de los diversos ritos masónicos.
Esta interpretación histórica no es asumida por la mayoría de los estudiosos masónicos, tachándola de antihistórica. Pero los seguidores de Guénon hablan de la importancia simbólica e iniciática del “mito”, más que de su veracidad histórica. Mito y realidad se mezclan, de nuevo, en una compleja telaraña.
            Para Guénon, la tradición iniciática y metafísica (que correspondería a la Gran Tradición Promordial, uno de cuyos reflejos sería la llamada Unidad Trascendente de las Religiones) de occidente sólo es posible rastrearla en dos instituciones: la Iglesia católica, que a su juicio ha perdido todo sentido esotérico, y la masonería. Sin embargo ese juicio no es asumido por alguno de sus discípulos más aventajados, caso de Julius Evola, que acusa a la masonería de organización antitradicional y subversiva, sin reparo alguno.
            En la masonería confluirían, siempre según Guénon, las tradiciones esotéricas occidentales: hermetismo (corriente nunca institucionalizada pero cuya expresión más clara habría sido la de los rosacruces), el pitagorismo  (geometría y arquitectura con tintes esotéricos), cristianismo y judaísmo.
            Por todo ello, la masonería constituiría una vía factible para el trabajo metafísico e iniciático, de ahí que aprobara con ciertas expectativas la creación de una nueva logia parisina, dentro de la Gran Logia Nacional Francesa, compuesta por guenonianos que optaron por esa vía de trabajo: La Gran Tríada. El Rito Escocés Antiguo y Aceptado constituiría el más apropiado para el tipo de trabajo desarrollado por este particular grupo de masones.
Guénon desautoriza en sus escritos las tentaciones políticas y racionalistas de muchas obediencias masónicas, acreditando en ese sentido, la existencia de una dualidad en su seno, tal como comentamos en otro apartado del artículo.
            Por último, en lo que respecta a este autor, habría pertenecido, según testigos de solvencia, a una especie de “maestría”, organización informal de grados superiores de la masonería especialmente volcados al “trabajo” metafísico e iniciático.

 

Masonería en España
            La primera logia fundada en España es “La Matritense”, establecida por Lord Wharton, aunque ya funcionaba desde un año antes una logia en Gibraltar. Las primeras logias son de obediencia inglesa, manteniendo el carácter inicial, ingresando en ellas buena parte de la minoría ilustrada española de la época, aristocrática e intelectual.
            Con la invasión francesa se inicia la influencia de la masonería gala, que favoreció la implantación de numerosas logias en las que ingresaron muchos afrancesados, en contraste con las de obediencia inglesa, cuyos integrantes eran patriotas liberales contrarios a la ocupación francesa.
            Con los años, la masonería adquirió en España peculiaridades propias: carácter conspirador, extrema politización e implicación en muchos sucesos revolucionarios del siglo XIX, reducto de los militares liberales, anticlericalismo extremo. Algunos de sus hombres llegan al poder en el llamado “Trienio constitucional” (1820 – 1823). Se mezcla con otros fenómenos, como los de las sociedades secretas de los Comuneros y los carbonarios.
            En 1824 es prohibida. De 1854 a 1868 participa en medios políticos, militares e intelectuales. En 1868 adquiere nuevo protagonismo, con ocasión de la revolución producida ese mismo año. Con la Restauración es prohibida, de nuevo, en 1874.
A raíz de la proclamación de la Segunda República española alcanza su mayor esplendor, al menos en su expresión política, pese a sus múltiples escisiones y obediencias. La relación de masones ilustres en este periodo de la historia de España es abultadísima. Como dato significativo recordaremos que de los 470 diputados de la Cortes Constituyentes de la República, 183 eran masones. Sin embargo el número total de masones en España no parece superara los 5.000 por entonces. Otro sector en el que existía un importante número de masones era el del ejército.
Señalemos algunos nombres ilustres de la política española de aquellos años, masones todos ellos: Diego Martínez Barrio, Alejandro Lerroux, Fernando de los Ríos, Casares Quiroga, Largo Caballero, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Nicolau d’Olwer, Abad Conde, Luis Jiménez de Asúa, Emiliano Iglesias, Ricardo Samper, Álvarez del Vayo, Pedro Rico, Belarmino Tomás, Luis Araquistáin, Llopis, Domingo Barnés, Portela Valladares. Presentes, todo ellos, especialmente en el PSOE, Partido Radical, Partido Radical – Socialista, Acción Republicana, Esquerra Republicana de Cataluña y Federación Republicana Gallega.
Es prohibida, por última vez, con la consolidación del régimen surgido de la guerra civil, hasta su legalización a finales de los años 70.
La masonería española actual retoma algunas de sus constantes históricas: la fragmentación y su escaso número en comparación al de otros países.
            Veamos cuales son las principales obediencias en la actualidad:
-         Gran Logia de España. Mayoritaria. Su número oscila entre 1.500 y 3.000 miembros. Forma parte de la masonería regular. Está reconocida por la Gran Logia Unida de Inglaterra. No acepta mujeres.
-         Gran Logia Simbólica de España. Unos 500 miembros. Es una obediencia irregular. Sus logias son sólo masculinas, sólo femeninas o mixtas. Está afiliada al CLIPSAS. Masonería liberal. Ha alcanzado cierta notoriedad en los medios de información al tratarse de la primera obediencia española que eligió a una mujer como “Gran Maestra”, hecho acaecido en Zaragoza a mediados del 2000.
-         Gran Logia Federal de España. Escisión de la Gran Logia de España. Tiene en torno a los 400 miembros. De orientación regular.
-         Gran Logia de Canarias. Unos 200 miembros. Orientación irregular y de ámbito territorial.
-         Gran Logia de Cataluña. De similares características de la anterior. Unos 200 miembros.
-         Gran Oriente de Cataluña. Unos 100 miembros. Similar a las dos anteriores.
-         Logia del Derecho Humano. Masonería irregular, mixta. Unos 100 miembros.
-         Gran Logia Femenina Francesa. Sólo mujeres. Irregular. Unas 40 integrantes.
-         Gran Oriente de Francia. Varias logias levantinas pertenecen a esta obediencia irregular y liberal.

 

Nota final.
En el próximo número de esta publicación digital figurará, Dios mediante, otro artículo en el que se estudia, con cierto detenimiento, la naturaleza de este conjunto de organizaciones. Esta serie finalizará con un tercer artículo relativo a las relaciones entre la Iglesia católica y la masonería. En ese tercer artículo se incluirá una bibliografía relativa a estos temas, que comprende obras de autores muy próximos a la masonería, detractores de la misma e, incluso, publicaciones de dos obediencias presentes en España a las que ha tenido acceso el autor.

 

Arbil, Anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 41, enero de 2001.
Reproducido en apologetica.com, 2001.
Reproducido en conoze.com, diciembre 2001.