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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Los últimos hijos de León Trotski en España

Los últimos hijos de León Trotski en España

El Sindicato de Estudiantes: facción trotskista protagonista de la movilización radical-progresista

De manera periódica, lo que viene aconteciendo en España a lo largo de las últimas cuatro décadas, una atípica organización -el Sindicato de Estudiantes- recupera cierto protagonismo callejero y mediático. Así, con motivo de diversas movilizaciones desplegadas en el mundo del estudiantado, especialmente en el ámbito de las enseñanzas medias, los portavoces del Sindicato de Estudiantes –quienes rozan la treintena en años en contraste con su casi infantil militancia- nos han bombardeado con sus consignas de siempre: “por una enseñanza pública, laica y de calidad”; “el hijo del obrero, a la universidad”.

El pasado día 16 de octubre de 2012 se reprodujo este fenómeno, amenazando sus indignados dirigentes -solos o en compañía de otros- con perseverar en el tiempo. Motivos no les faltarían. Y de no existir, se los inventarían.

El actual ministro de Educación del Gobierno del Partido Popular, José Ignacio Wert, tan deliciosamente locuaz como siempre, valorando dicha convocatoria huelguística calificó al Sindicato de Estudiantes de “extrema izquierda”. Y ellos respondieron inmediatamente devolviendo la imputación: “extremista, él, que quiere cargarse la enseñanza pública”. Casi nada.

Pero, la afirmación del ministro, ¿corresponde a la realidad? En suma, ¿qué es y de dónde surge el Sindicato de Estudiantes?

 

Origen y breve historia del Sindicato de Estudiantes

El Sindicato de Estudiantes nace en 1986. Y no lo hace desde la nada: tiene un origen muy preciso y unos protagonistas conocidos.

En 1976, una de tantas sectas trotskistas desembarcó en España en misión proselitista. Recaló en Vitoria, donde aterrizaron varios propagandistas ingleses del grupo Militant con el galés Alan Woods a la cabeza; una facción que trataba de hacer fortuna infiltrándose entre las bases del Partido Laborista. El subsiguiente grupo español de Militant se extendió, poco a poco, por provincias limítrofes; en dura competencia con abertzales y las entonces potentes y ruidosas organizaciones de extrema izquierda, tales como la ORT, el PTE, el MC… Pero no empezó a crecer hasta que los otros grupos de credo trotskista -enfrentados entre sí por esotéricas disquisiciones dialécticas totalmente incomprensibles para profanos y, acaso, para la mayoría de sus sesudos militantes- empezaron a flaquear, encaminándose hacia la dispersión.

Su órgano de prensa era la revista/panfleto Nuevo Claridad, cuya cabecera invocaba, intencionadamente, al Claridad del sector más radical y guerracivilista del PSOE de la Segunda República. Militant/Nuevo Claridad se enmarcaba –y lo sigue haciendo- en la denominada Corriente Marxista Internacional, cuyo ideólogo era el británico Ted Grant. Practicaban el entrismo, es decir, la infiltración en partidos y sindicatos reformistas (todos lo eran salvo ellos mismos, faltaría más), con la finalidad de transformarlos desde dentro en instrumentos revolucionarios. Pero semejante táctica del entrismo, en su día preconizada por el propio Trotski y por otras facciones correligionarias, también era causa de conflicto con el restante universo trotskista, que la descalificaban -¡cómo no!- de desviacionismo, revisionismo y cáncer liquidacionista; los más graves pecados en que puede incurrir todo revolucionario.

Así, inicialmente infiltrados en UGT y PSOE, y una vez localizados, fueron expulsados de esas organizaciones socialistas. Sucesivamente, legalizaron siglas transitorias de conveniencia, como el Comité Socialista de Izquierdas y Ezkerra Marxista (en País Vasco y Navarra). Como buenos luchadores intransigentes, buscaron otros puertos más acogedores: Comisiones Obreras, el mismísimo Partido Comunista de España, Izquierda Unida; donde permanecen hoy día no pocos de ellos.

Como polo de todas sus energías, se convirtieron en fanáticos propagadores de su prensa, rebautizada El Militante al igual que la revista “madre” de su tendencia; también constituyeron la Fundación Federico Engels, para la edición de los “clásicos” marxistas, que a día de hoy oferta un amplísimo catálogo de textos; y se lanzaron a organizar movimientos de masas. Es ahí donde aparece el Sindicato de Estudiantes, fundado en 1986. Y no faltaron, en tan peculiar “larga marcha”, diversas escisiones, como la que en 1994 recuperó el glorioso nombre de Nuevo Claridad para otra enésima facción… ¿trotskista?

Casi cuatro décadas después del evento originario, el Sindicato de Estudiantes sigue presentándose como intransigente defensor de la que definen como enseñanza pública, laica y de calidad, oponiéndose a todas y cuantas reformas se vienen proponiendo desde los sucesivos gobiernos de la nación. Como alternativa a la crítica situación de la enseñanza española, salvo lemas superficiales y facilones, proponen textos como El Estado y la Revolución, de Lenin; El Che, vida de un revolucionario; El Manifiesto Comunista; La Revolución española: 1931-1939; La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el Comunismo, también de Lenin; Reforma o Revolución, de Rosa Luxemburgo, etc. Todos ellos, elaborados y sofisticados instrumentos ideológicos de última generación, como puede observarse.

Pero también ofertan textos modernos, de análogo calibre intelectual, seguramente, y de enunciados siempre positivos y constructivos: No a la Ley de Economía Sostenible; No al Pacto Educativo; No a la Llei d’Educació de Catalunya; El Hijo del obrero a la universidad. NO A BOLONIA.

 

Recuerdos personales

Hagamos un ejercicio de memoria personal… e histórica.

No pocos de quienes superamos cinco décadas de edad, en los años de la Transición sufrimos el entusiasmo proselitista del casi inevitable “amigo” trotsko, quien nos perseguía con la sanísima intención de despertar nuestra conciencia de clase, o contradictorios sentimientos de culpabilidad por pertenecer a una clase represora, en un meritorio intento de captación. Recitaban, para ello, todos y cada uno de los eslóganes de moda en el incomprensible mundillo trotskista, y trataban de convencernos de lo irremediable e inmediato de la Revolución Mundial (con mayúsculas, por supuesto). Para colmo, perseguían que los situáramos con exactitud milimétrica dentro del galimatías de las numerosas siglas y corrientes del trotskismo; y de confundirlas, menudas regañinas... Por entonces, no era improbable toparse con otros propagandistas -también cargados de panfletos, revistas, tochos impresos de calibres inverosímiles- de la LCR, las diversas LC, el PORE, el PST, etc., etc.; trotskistas todos ellos. Y pretendían que descalificáramos y condenáramos a Ernest Mandel, Nahuel Moreno, o Ted Grant -vacas sagradas de los trotskismos todos- con motivo de la última bronca ideológica generada en esos conciliábulos, apenas inteligible, que seguro devendría en decisiva para el avance imparable del proletariado del universo mundial.

Y parecía que se habían extinguido…

Dentro de mi ámbito familiar, tuve la fortuna de conocer a un neófito del Sindicato de Estudiantes de Aragón, casi veinte años después de tan peculiar experiencia con mi amigo trotsko. Se trataba de un inicialmente convencido catequista; posteriormente entusiasta guía scout. Finalmente, fanático militante del Sindicato de Estudiantes, Comisiones Obreras, el PCE… Y con las mismas tácticas: proselitismo insistente, intentos de venta de múltiples revistas y panfletos, repetición machacona de un discurso cerrado y dogmático que no admitía crítica o cuestionamiento alguno... Regreso al pasado. ¡Horror!

 

División ad infinitum, ¿enfermedad infantil del trotskismo?

Las más recalcitrantes de todas esas criaturas españolas de León Trotski, además del caso de El Militante-Sindicato de Estudiantes que aquí tratamos, fueran acaso los últimos militantes de la Liga Comunista Revolucionaria, quienes, fusionados con los análogos del Movimiento Comunista, han reinventado -tras una desesperanzada historia perlada de muchas siglas y publicaciones/pantalla- el partido Izquierda Anticapitalista. Un intento, en suma, de emulación de sus hermanos franceses con su Nuevo Partido Anticapitalista, hijo a su vez de la célebre LCR de Alain Krivine (pero, por favor, ¿quién no ha oído hablar de tan extraordinario faro y guía de las masas revolucionarias?). Y ya que hablamos de antiguos o actuales militantes trotskistas, ¿les suena un tal Jaume Roures? Acaso uno de los más relevantes de tan largo como sorprendente listado.

Así fueron y así persisten, todavía hoy, los trotskos, con su peculiar genética revolucionaria: proselitistas incansables, fanáticos militantes de la causa, divididos y emboscados… Todo ello, en una particularísima aproximación a la dictadura del proletariado, justificando –cuando no ejerciéndola directamente- la violencia política, deslumbrados por el espejismo de la revolución permanente.

Y todos ellos, como autodeclarados legítimos representantes del espíritu originario de la gloriosa Cuarta Internacional que fundara el mismísimo León Trotski en 1938, “excomulgando” a los demás hermanos, pero irreconciliables rivales, a saber: Secretariado Unificado de la IV internacional, Corriente Marxista Internacional, Comité por una Internacional de los Trabajadores, Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional, Unidad Internacional de los Trabajadores, International Socialist Tendency, Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional, Fracción Trotskista-Cuarta Internacional. Organizaciones, todas y cada una de ellas, con sus respectivas secciones nacionales, sus secretariados internacionales, sus órganos de expresión. Y otros grupos nacionales que van por libre… ¡Indigesta y estéril sopa de letras! De ahí ese dicho, fruto de la sabiduría popular: “un trotskista, un propagandista; dos trotskistas, un partido; tres trotskistas, una escisión; cuatro trotskistas, una unificación, dos escisiones y dos abandonos”. Criaturas...

Y el Sindicato de Estudiantes, a lo suyo: captando adolescentes para luego transformarlos en intransigentes y determinados militantes de la causa. Con todo, no parece que tengan mucho éxito…

 

Trotskistas, ¿todavía hoy?

En base de todo lo anteriormente narrado, es correcto afirmar (empleando su propia jerga pseudocientífica) que el Sindicato de Estudiantes no deja de ser una anomalía totalitaria en el contexto de la actual sociedad española.

En el páramo de la juventud española (la mejor formada en la Historia española, según afirman pretenciosamente y sin posibilidad de réplica los budas del sistema) siguen aflorando periódicamente los verdes brotes… del trotskista Sindicato de Estudiantes. Una criatura extraña, en todo caso, y a su modo ajena, a los contravalores imperantes hoy: el individualismo extremo; la superficialidad afectiva; el relativismo moral; la ética de conveniencia; una ignorancia generalizada y camuflada en conocimientos instrumentales de carácter tecnológico; el vacuo estilo de vida destilado en el tan vulgar como simbólico “botellón” de una juventud aburrida, insolidaria y aborregada...

Acaso pueda explicarse semejante anomalía social y estructural por la ausencia, en correspondencia a tan atónico estado juvenil, de un tejido asociativo que encarne los valores “fuertes” imprescindibles para la salud de sujetos y sociedad. No en vano, se diga lo que se diga, y más allá de estadísticas complacientes, apañadas e interesadas, los jóvenes no se movilizan, en general, más que en razón de su estrecho y personal interés. Ante la nada existencial y la carencia de propuestas atractivas: alguien o algo tenía que tratar de ocupar el espacio vacío. En tales circunstancias, al Sindicato de Estudiantes se le presenta una oportunidad…

Concluyamos. El Sindicato de Estudiante es una “organización de masas” gestionada por la facción trotskista El Militante, sección española de la Corriente Marxista Internacional. Es, por tanto, una correa de transmisión de partido. Su objetivo último: la revolución universal. Y, mientras ésta llega, que ya tarda, a captar voluntades mediante la agitación y la propaganda: bien mediante el entrismo en organizaciones en algún modo afines, bien movilizando jóvenes con la voluntad de captar y educar en sus dogmas y disciplinas a los más decididos o sugestionables. Y, aunque transcurren años y más años, y se suceden decepcionadas hornadas de revolucionarios, aunque alejados de la conquista revolucionaria del poder, insisten obcecados en su guerra particular: implacables, decididos, intransigentes... Desde su ideología totalitaria. Con la realidad, o contra ella.

 

Revista de pensamiento Razón Española

Nº 177, enero-febrero-2013, págs. 95 a 99

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