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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Ramón Cotarelo: intelectuales progresistas en el poder

Ramón Cotarelo: intelectuales progresistas en el poder

El diario digital de la izquierda ultra, elplural.com, entrevistó el pasado día de Navidad a un insigne politólogo y cualificado adalid de su línea política: Ramón Cotarelo. Aunque con los naturales límites del medio, la entrevista, un tanto superficial, no tiene desperdicio. Por si alguien tenía dudas –todavía- sobre las intenciones reales de José Luis Rodríguez Zapatero y el lobby que le respalda, reproduciremos para comentar algunas perlas de ese discurso autodenominado “progresista”.


Ramón Cotarelo

Acaso contaminados por un pernicioso “espíritu navideño” –anacrónico vestigio, según el criterio laicista, de la odiada derecha confesional y ultra- que aparentemente facilita la eclosión de buenos sentimientos entre tantas y tantas personas, elplural.com, férreamente dirigido por Enric Sopena, látigo fustigador de la derecha ultra, incansable faro del “progresismo”, vigilante investigador de todas las “conspiraciones” fachas del universo mundo, nos ofreció -en un desnudo alarde de sinceridad- una entrevista al politólogo Ramón Cotarelo. Un interesante texto, http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=8719, exponente y “guía” del izquierdismo irredento que no oculta sus ideas y que persigue incansablemente sus objetivos de siempre… desde el PSOE. ¿Y cuáles son? Ni ellos las enuncian todas, salvo que, en su empresa de poder “hay que acabar con la derecha” y todo lo que –a su juicio- ésta representa.

El entrevistado (catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la UNED, autor entre otros libros de La izquierda en el siglo XXI -Sociología Política y Jurídica, Universidad Externado de Colombia, 2006-, miembro del consejo de redacción de la revista Sistema y colaborador de las diversas publicaciones de la homónima fundación), repasó diversas cuestiones de la actualidad política española desde una neta identidad izquierdista radical y sin complejos.

 

Ramón Cotarelo vota al PSOE, que estima como “su” partido; pero se considera más radical. Es uno de los intelectuales más prolíficos y creativos de su área ideológica, si bien podría situársele, en cierto modo, en la periferia de los “laboratorios de ideas” impulsados por el PSOE -a través de la Fundación Sistema y sus numerosas publicaciones y actividades- a causa de su libérrimo criterio. Presente en numerosas revistas impresas y digitales, nacionales y extranjeras, es uno de los diseñadores más lúcidos de una izquierda que busca nuevos paradigmas; sin rehuir los foros de la izquierda más extremista.

 

¿Qué es la izquierda?

 

El politólogo inició la entrevista asegurando que, frente a la indefinición de la llamada derecha, la izquierda sería “una ambición de órdenes sociales más justos e igualitarios, y libres”. Una definición angelical, escasamente caracterizadora, simplista y sin “memoria histórica”. El GULAG, los “campos de la muerte”, la colectivización forzosa del campo ruso, la “gran hambruna”, la “revolución cultural”, las mayores persecuciones religiosas de la Historia..., ¿no fueron, acaso, frutos de experimentos políticos de la izquierda? La justicia, el cambio social, han sido banderas de todo tipo de ideologías y banderías políticas; y no propiedad exclusiva de las izquierdas. También los nacionalsocialistas propugnaban, según decían, la justicia social para los alemanes. Los comunistas camboyanos diseñaron y ejecutaron, por su parte, el más radical, rápido y violento experimento igualitario de la Historia. La conquista de una mayor justicia social fue pretensión conjunta y convergente de la democracia cristiana y de la socialdemocracia europea en la posguerra. Si la derecha -más correcto sería hablar de “derechas”- es una ideología anterior y la izquierda es la reacción ante la misma, la segunda parte de una inconsistencia conceptual reactiva inicial que le lleva, inevitablemente, a una indefinición susceptible de ser colmada por los idealismos más delirantes en el correspondiente “salto al vacío”.

 

No obstante esa aparente indefinición, bañada con buenas palabras al estilo Zapatero, Cotarelo sabe muy bien lo que quiere para España, expresándolo al reflexionar ante la situación de la izquierda española así: “Pienso que lo está haciendo bastante bien, la prueba es que en el poder está. Y eso me gusta, porque son los míos, aunque me parecen bastante timoratos y bastante aburguesados. Yo sostengo una ideología más radical, pero no por eso me voy a poner en su contra. Me considero más de izquierda que el Gobierno, pero es el partido al que yo voto, porque no quiero fortalecer a la derecha por ser de extrema izquierda”. Extrema izquierda, pues. Y votante del PSOE. No en vano, en las izquierdas, por encima de la ideología, anida un feroz apetito por el ejercicio y el control del poder político, de modo que, dejando de lado opciones testimoniales, en su inmensa mayoría confluyen en la “casa común de la izquierda”: el PSOE. Pragmatismo, sin duda.

 

Memoria Histórica

 

Ramón Cotarelo no podía menos que opinar sobre la Ley de la Memoria Histórica; uno de los principales iconos de la izquierda actual. No obstante, la juzga “poca cosa”. Y, para sostener ese juicio, rememora su propia experiencia personal: “Yo fui juzgado por el Tribunal de Orden Público en el año 67, y condenado a dos años y medio de cárcel por unos jueces que eran unos delincuentes. Ese juicio fue una farsa y por lo tanto es nulo de pleno derecho. Yo jamás admití la legalidad de aquel tribunal ni la de aquellos jueces, ni que yo fuera culpable de nada. Y creo que tengo derecho a que se reconozca que aquel juicio fue una farsa y que los delincuentes juzgaron al hombre justo”. ¡Exactamente los mismos argumentos manifestados por los procesados de ETA -ante las cámaras de televisión- últimamente!

 

Para superar tan corto avance, recuerda que “El Gobierno legítimo de la República, el 22 de julio de 1936, publicó un decreto degradando a Franco y expulsándolo del Ejército, por lo que este país estuvo gobernado por un delincuente, así que sus actos, tanto los juicios, como el resto del régimen, son todos nulos de pleno derecho”. Ciertamente, no está solo en esta pretensión. Isabel Durán y Carlos Dávila en su libro La gran revancha. La deformada memoria histórica de Zapatero (Temas de Hoy, Madrid, 2006) descubren idéntico itinerario y razonamiento en la trayectoria del actual presidente del Gobierno español: obsesionado por una memoria familiar distorsionada, sus pretensiones análogas le han llevado a un completo absurdo jurídico que no ha podido superar… de momento. Pero Cotarelo no reflexiona al respecto como un diletante: lo hace como “otro más” de una extrema izquierda asentada en el PSOE con la pretensión de retomar la que consideran la “legitimidad política” por excelencia: la de la Segunda República española. Veámoslo.

 

Así se manifiesta cuando, interrogado sobre los que denomina la entrevistadora -Virginia Vadillo- “revisionistas históricos”, que responsabilizan a la República de la guerra civil, asegura que: “Si les molesta octubre del 34, yo les podría recordar agosto del 32, cuando se sublevó el general Sanjurjo, que fue el primero en sublevarse”. Pero ¿no se le ocurre nada mejor? De un afiliado de la base del PSOE –aunque queden pocos que no sean “aparatchiks” o aspirantes a ello- podría esperarse un argumento tan pobre; pero de un catedrático de Universidad y “cabeza gris” de la progresía… no lo imaginábamos siquiera. Lo que plantea, en definitiva, y más allá de lo que él mismo presenta como un pobre argumento, es que la legitimidad política que le mueve no es la derivada de la obra de la Transición española, base de la acción política democrática actual, sino aquel régimen sectario que trató de marginar e incluso eliminar, a media España.

 

¿Y España?

 

Por cierto, ¿le preocupa España? “Pero, ¿qué es España? España es lo que en cada momento se llama España, y nada más”, asegura. Un relativismo puro y duro aplicado conforme el prisma leninista de la “cuestión nacional”: la nación es útil en la medida que es un instrumento al servicio de la revolución. Y, de no serlo, hay que destruirla. Poco a poco, las piezas de esta supuesta “nueva izquierda” van encajando.

 

Y directamente relacionado con el interrogante anterior, se manifiesta de la siguiente manera ante el mal llamado proceso de paz: “Creo que va a llegar a buen puerto en cualquier caso, lo que no veo es el puerto. Pienso que cualquiera que sea el resultado vamos a ganar todos mucho”. ¿Todos? ¿O únicamente las izquierdas? Unas afirmaciones, en cualquier caso, voluntaristas… y misteriosas.

 

Si España no significa casi nada para él, inevitablemente considerará que “… el derecho de autodeterminación hay que reconocerlo, y eso es una tarea de la izquierda”. Pero tal derecho lo concibe prescindiendo de la interpretación vigente en el Derecho Internacional. No vamos a desarrollar tal cuestión, pero bien puede afirmarse que su estado actual puede resumirse en el siguiente párrafo procedente de la decisión de 20 de agosto de 1998 del Tribunal Supremo de Canadá relativo a la pretensión de secesión de Québec: “El derecho a la autodeterminación en derecho internacional da (…) apertura al derecho de autodeterminación externa en los casos de antiguas colonias; en el caso de pueblos oprimidos, como los pueblos sometidos a una ocupación militar extranjera; o aun en el caso en el que un grupo definido vea negado un acceso real al gobierno para asegurar su desarrollo político, económico, social o cultural. En estas tres situaciones, el pueblo en cuestión goza del derecho a la autodeterminación externa porque se le niega la facultad de ejercer, en lo interno, su derecho a la autodeterminación”.

 

De esta manera, saltándose todos los límites, ignorando cualquier experiencia, Cotarelo se sitúa en el “terreno común” de todas las izquierdas cuando en los años de la Transición, antes del giro moderado y moderador del PSOE y del mismísimo PCE, preconizaban: “república, derecho de autodeterminación, amnistía, juicios populares a la clase política y colaboradores franquistas”. Pero reivindicar lo mismo que hace 30 años, enlazándolo con la supuesta legitimidad republicana, implica no asumir la realidad: también el futuro político estaría, según su utópica voluntad, por escribir, prescindiendo las enseñanzas del pasado; incluido un derecho a la autodeterminación interpretado de manera iconoclasta.

 

Derecha e izquierda hoy

 

En este clima sociopolítico, propiciado desde las izquierdas, de exacerbación de antiguas rencillas y pasiones partidistas, que parecían superadas por décadas de “democracia consolidada”, ¿cómo está actuando la derecha en España? Nuestro intelectual lo sintetiza con una frase lapidaria: “… están haciendo lo que hacen siempre, agredir”. Sin duda, Cotarelo sufre un lapsus freudiano al atribuir a la derecha sus propios méritos. En todo caso, la emisión de semejante juicio por un intelectual, que se presume frío, analítico y alejado de simplismos demagógicos, es una grave irresponsabilidad y, seguramente, una autentica provocación.

 

Revitalizándose artificialmente, y desde las estructuras del poder real, viejos conflictos e irresueltos traumas personales, ¿cuáles serían las tareas de la izquierda? “Cuando terminó la guerra fría y cayó el comunismo se pensó que vendría la paz. Pero lo que vino fue esa Globalización, vinieron más guerras, más hambre, más injusticia… y vino la ley del más fuerte. Y la Globalización lleva todo esto a nivel mundial, pero lo malo que además ha dividido a la izquierda, que no sabe dónde colocarse, no sabe qué posición tomar, no tiene un componente ético ni moral”. Efectivamente, esa izquierda de la que Cotarelo se manifiesta como vocero, carece de ética y moral. Si antaño, para las izquierdas marxistas, “lo ético y moral” era lo conveniente para el avance de la revolución colectivista, ahora, que han rechazado ese horizonte estratégico, caen en la cuenta de tales carencias. Pero no nos engañemos. Esa ética y moral, sobre las que reflexionan, no son las derivadas de la cosmovisión cristiana. Están teñidas de un marxismo revolucionario al que no renuncian y que pretenden actualizar de alguna manera. Y en ello están.

 

Esta “nueva izquierda” habla del pasado, pero no quiere asumir el propio. Si la responsable de todos los males es la Globalización, ¿olvidan que el mayor experimento globalizador fue el comunismo? De alguna manera reconoce que el comunismo fue causa de guerra también. Pero, en lugar de afrontar la realidad sin los filtros ideológicos que llevaron a sus correligionarios a los mayores desastres de la humanidad, siguen recurriendo a las mismas armas… ideológicas. Por ello les sobra España; consideran la familia como una institución artificial cuyo diseño puede modificarse a gusto del usuario y del “científico social”; les encanta el “proceso de paz”; exigen la revancha histórica… Continúan presos de sus presupuestos ideológicos de matriz totalitaria. Por ello, esas tan aparentemente extrañas convergencias entre socialistas y radicales de izquierda (nacionalistas o no), que padecemos, son “lógicas” e inevitables. Salvo que hubieran cambiado. Lamentablemente, no ha sido así.

 

Esta “nueva izquierda”, en realidad, se nos presenta, progresivamente, como la “vieja izquierda” de siempre. La utópica, la voluntarista que quería “asaltar los cielos”, la que considera que el ser humano y la Historia son productos en blanco en los que escribir según los “avances científicos” del momento.

 

Habrán renunciado al GULAG, pero no a Gramsci.

 

Revista Digital Arbil, número 110, diciembre de 2006

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