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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

“El desafío cristiano. Propuestas para una acción social cristiana” (Editorial Planeta, S.A.).

Josep Miró i Ardèvol. “El desafío cristiano. Propuestas para una acción social cristiana”. Editorial Planeta, S.A. Barcelona. 2005. 296 pp.

 

El laicismo excluyente pretende que el Estado expulse a la religión de la vida pública. En este contexto, ¿puede el catolicismo impulsar la regeneración moral y política de esta sociedad?

 

El pasado 15 de marzo, de la mano del rector de la Universidad Abat Oliba-CEU de Barcelona, Josep María Alsina Roca, y del máximo líder convergente, Artur Mas i Gavarró, se presentó públicamente el nuevo libro de Josep Miró i Ardèvol, uno de los rostros más conocidos del nuevo catolicismo social español.

El subtítulo del mismo expresa claramente su intencionalidad: sacar al cristianismo de las sacristías y de la atonía, y proponerlo, desde la carne de una comunidad humana responsable y atractiva, como un instrumento positivo para la regeneración moral, social y política de toda nuestra sociedad. Pero se trata de una propuesta, también, abierta a toda persona y sensibilidad colectiva –agnósticos, de otras religiones, etc.– preocupadas por el futuro común. Casi nada.

Partamos de una premisa: el volumen constituye, sin duda, el texto programático más novedoso y ambicioso elaborado, desde el catolicismo social español, en las últimas décadas de vida pública.

Pero no se trata de un programa teórico nacido en un laboratorio de ideas bien resguardado de los rigores de la vida real. Al contrario: nuestro autor conoce bien el terreno que pisamos todos los días y que está modelado desde la ideología de la desvinculación y un laicismo excluyente particularmente anticatólico.

El producto del modelo social, impuesto desde el poder dominante, difundido gracias a la casi absoluta unanimidad mediática y política, es una sociedad desestructurada, fragmentada, integrada por individuos atomizados y debilitados cuyo principal norte vital es la satisfacción inmediata del deseo y la huida del sufrimiento. El autor es consciente de todo ello, desmenuzando pacientemente en su obra esta realidad, con la precisión de un cirujano, al analizar los efectos de la desvinculación: la crisis de la familia, la idolatría política, la manifiesta injusticia social y la ruptura antropológica que mediante leyes y técnicas pretende modificar la propia naturaleza humana. Pero una cosa debe quedar clara: lo peor, en términos sociológicos y con sus devastadores efectos humanos, todavía está por venir.

El declive demográfico, una creciente violencia social, la pérdida del sentido de la existencia, la exaltación de una vida personal que contradictoriamente admite su limitación utilitarista en el inicio (aborto) y término (eutanasia), un discurso pacifista que sin una base ética profunda tolera la existencia de decenas de guerras en todo el mundo, la injusticia social integrada como espectáculo... Ante semejante panorama, podría propugnarse la creación de una sociedad alternativa y esperar la crisis final. Josep Miró i Ardèvol propone lo contrario: discernir la realidad, encauzar socialmente a las fuerzas sociales creativas, y proponer una regeneración, moral y política, desde la identidad católica. Ciertamente, no debería ser de otra manera: el catolicismo, por su universalidad y su vocación de respuesta a todas las circunstancias humanas, debe presentar rostro y palabra al mundo... aunque no siempre lo haya hecho.

El poder dominante actual pretende que, entre el individuo y el todopoderoso Estado, no exista nada. Por ello, no admite a una Iglesia que, en este contexto, deviene en "contracultura" al proponer sentido y casa a los hombres y mujeres de hoy. Pero no toda la posmodernidad es hostil. Y de ello se sirve el autor para proponer, desde una base intelectual multidisciplinar muy sólida, un plan de acción que movilice a una de las escasas identidades sociales que, a pesar de todo, permanece viva y operativa.

Y, para quienes todavía alberguen algunos reparos hacia las propuestas de esta personalidad pública, de firmes y nunca disimuladas convicciones catalanistas, proponemos, para su apreciación, una breve cita procedente de su página 142: "Afirmar la catalanidad no es negar que se sea español, sino formular otra concepción diferente del ser de España". Una prueba más de la universalidad que se deriva del hecho cristiano, lo que facilita una amplia plataforma para la posible convergencia de las distintas sensibilidades del catolicismo social frente a los dramáticos retos actuales.

El panorama editorial de los libros y autores católicos ofrece, cada año, cientos de títulos de todo tipo. El que comentamos, por todo lo expuesto, no es uno más. Y si la esperanza que porta no llega a fructificar, se deberá a uno, o a ambos, de los motivos siguientes: o el poder estatal laicista termina imponiendo su proyecto hegemónico, anulando toda resistencia cívica; o el incipiente movimiento social que invoca no logra concitar las fuerzas precisas que el reto exige; encontrándose la sociedad española, en cualquier caso, más desarmada de lo estimado. El autor, pese al dramático análisis de la realidad social efectuado a lo largo del libro, considera que se está, todavía, a tiempo. Esperemos que no se equivoque.
El Semanal Digital, 26 de marzo de 2005

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