Blogia
Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

“General Vicente Rojo: mi verdad.” (Mira Editores, S.A.).

Javier Fernández López. “General Vicente Rojo: mi verdad”. Prólogo de Gabriel Cardona. Mira Editores, S.A. Zaragoza. 2004. 418 pp.

 

 

La historia del ejército del Frente Popular, en la Guerra civil española, no puede entenderse sin el concurso del general Vicente Rojo, un militar de incuestionables cualidades castrenses y demostrada capacidad táctica.

 

Esta biografía de Vicente Rojo, ante todo, es un texto de orientación castrense. Lo militar domina el contenido del libro: la personalidad, vocación y obra del general; pero también, los valores que caracterizan la identidad de esta institución conforme la perspectiva del autor.

 

Uno de los calificativos más empleados por los historiadores, al aproximarse a la figura y significación del general Vicente Rojo, es el de contradictorio. Sus firmes convicciones católicas contrastaban, en todo caso, con su fidelidad al Frente Popular a lo largo de toda la Guerra civil y, también, posteriormente. Recordemos, no obstante, que un reducido puñado de militares que escogieron idéntica trinchera, también compartían el mismo credo religioso de Vicente Rojo.

 

De tal contradicción también se hace eco un historiador de éxito, Pío Moa, que no comparte con el autor de esta última –de momento- biografía del general Rojo, evidentemente, criterios y conclusiones análogas ante muchas de las cuestiones determinantes de este decisivo periodo histórico para España. Son varias las referencias que le dedica en su libro El derrumbe de la Segunda República y la Guerra Civil (Ediciones Encuentro, Madrid, 2001). Así reproduciremos, entre otras: “cerebro militar de las izquierdas” (página 474), “jefe militar «republicano», casi siempre muy acorde con los comunistas, e incongruentemente religioso” (página 496), “principal artífice de la estrategia del Frente Popular” (página 507). Sigue siendo, por tanto, y también en nuestros días, signo de contradicción.

 

Al iniciarse la guerra civil, Vicente Rojo era uno de los militares más cualificados de la Infantería española. Pese a su rango de entonces, comandante, ya había destacado en el estudio de las novedades técnicas de la ciencia militar de la época, dirigiendo e impulsando la Colección Bibliográfica Militar, una revista imprescindible para entender la historia y realidad del ejército español. También había destacado en la docencia y formación de las nuevas generaciones de Oficiales, elaborando, para ello, sólidos manuales de reconocido prestigio en el ámbito castrense. En este contexto, su adhesión al Frente Popular, en julio de 1936, le proporcionó, a sus líderes, una inesperada baza que jugarían a fondo.

 

Vicente Rojo fue un incuestionable táctico militar, hasta el punto de que existe unanimidad, entre historiadores de diverso signo, al juzgar que la evolución de la Guerra civil no podría entenderse sin su concurso. Su solidez y capacidad profesionales, que ninguno de los anteriores cuestiona, desmienten, en cualquier caso, que Franco y sus estrategas fueran una simple camarilla de ineptos. De esta forma, en los más decisivos teatros de operaciones de la contienda, Vicente Rojo se descubrió como un formidable rival para sus enemigos; o adversarios, como a él mismo le gustaba calificarlos.

 

Sin embargo, ¿cómo es posible salvar, o al menos intentar entender, esa aparente contradicción personal? ¿Católico y colaborador de los comunistas, mientras sus hermanos en la fe eran perseguidos con saña? Para Javier Fernández López no hay duda: fue un militar fiel a la bandera con la que se comprometió por juramento; una fidelidad literal, hasta el final y por encima de todo. Y si depositó su confianza en muchos comunistas, ello se basó en que se desenvolvieron como soldados disciplinados con los que podía contar.

 

Fuera, ya, de los medios castrenses, en los últimos años de su vida defendió, según afirma el autor, la pertinencia de un “comunismo cristiano” como solución a los problemas sociales de la época. Igualmente, ya se había distanciado, una vez en el exilio, de los políticos frentepopulistas; destacando por encima de todo, y en toda circunstancia, el carácter, la capacidad de sacrificio y las virtudes de los combatientes a los que guió. Y su periplo vital por la América Hispana, particularmente en Bolivia donde dejó una indeleble huella entre la familia militar, acreditó una vez más las extraordinarias cualidades que templaban un temperamento forjado en la milicia.

 

Por todo ello su figura alcanzó una altura humana, y un atractivo, que el autor sabe lúcidamente rescatar, en su obra, y que debe incorporarse, pese a sus contradicciones, al acervo común de la memoria colectiva de todos los españoles.

 

 

El Semanal Digital, 27 de noviembre de 2004

0 comentarios