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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Terremoto político en Navarra.

La constitución en Navarra de la coalición electoral nacionalista vasca Nafarroa Bai, que cuenta con el apoyo de Aralar, PNV, EA y Batzarre, ha generado muchas expectativas. La antigua Batasuna, que no ha logrado imponerle sus condiciones, ha quedado fuera, propugnando el voto nulo mediante el empleo, el 14 de marzo, de papeletas que, con aspecto oficial, recogen su propuesta de “Autodeterminazioa orain”. Sus promotores, no obstante, confían en que un número importante de seguidores radicales les vote, al igual que electores tradicionalmente progresistas; ilusionados por el seguro ascenso de una fuerza de izquierdas que pueda poner en aprietos, en un futuro próximo, a UPN.
El próximo 14 de marzo, esta coalición obtendrá con toda seguridad, al menos, uno de los cinco diputados navarros; pudiendo sumar otro más, y uno de los cuatro senadores. Todo un terremoto político, especialmente si supera a un PSOE navarro, errático y sin pulso, que perdería de esta forma su debilitado liderazgo del espacio “progresista” y de izquierdas; y más cuando algunos de sus electores más moderados votarán, por miedo a la marea nacionalista, a UPN.
En el centro de la operación encontramos a Aralar, formación que sigue empeñada en identificarse con la izquierda abertzale; lo que indica que su mito fundacional es ETA y que sus señas de identidad siguen siendo las de la “independencia” y el “socialismo”.
Para entender su espíritu, es fundamental conocer su valoración del terrorismo, al que denominan “violencia política”, situándola así al mismo nivel que la desarrollada, presuntamente, por el Estado.
El documento titulado “Posición de Aralar ante la lucha armada”  afirma, entre otras cuestiones, que: “Euskal Herria, como cualquier otro Pueblo, tiene derecho a emplear la fuerza. Si las vías políticas se cierran, la lucha armada se dotaría de legitimidad”; y  “La presencia y la práctica de la lucha armada, tal y como se lleva a cabo en la actualidad, supone una limitación para la acción política de la Izquierda Abertzale. Su empleo obstaculiza los avances de los abertzales en general y de la Izquierda Abertzale en particular. La lucha armada hoy no es conveniente”.
Otro texto de Aralar, de interés al respecto, es la sexta resolución adoptada en su “Primera Conferencia Política”, de octubre de 2003, en la que valoran que “proceso de paz” y “proceso soberanista” son independientes, no debiéndose condicionar mutuamente.
En definitiva: rechazan el terrorismo, exclusivamente, por mera conveniencia táctica.
Pero, aclarada esta cuestión, ¿cuáles son sus otras señas de identidad?
Ante la pérdida de referencias sufrida por la extrema izquierda, en las dos últimas décadas del siglo XX (caída del comunismo soviético, desaparición de la mayor parte de guerrillas marxistas-leninistas, crisis de las izquierdas), se precisaba su adaptación –también de la vasca- a la nueva situación internacional. Como respuesta a este reto, Aralar articula un atractivo discurso progresista, aparentemente novedoso, despojándose de las formas más “anticuadas”. Por ello, muchos de los conceptos empleados por Aralar los encontramos en diversas formaciones nacionalistas de izquierdas presentes en España (ERC, BNG, CHA…), así como en otras latitudes: antimilitarismo, ecología, pueblos sin nación, resistencia a la globalización, feminismo, solidaridad internacional, reparto de trabajo, integración inmigrantes, reconstrucción de espacios comunitarios progresistas… Se despega, de esta forma, del marxismo – leninismo ortodoxo, dando lugar a una peculiar síntesis de nacionalismo e izquierdismo radical, teñida de totalitarismo.
En coherencia con todo lo anterior, ya en octubre de 2003, los miembros de Aralar acordaron sus objetivos a corto, medio y largo plazo: articulación de las fuerzas progresista (¿pacto de progreso “a la catalana”?), desobediencia civil (a concretar), Europa de los pueblos sin nación (Alianza Libre Europea), resistencia a la globalización, impulso de todo tipo de movimientos sociales progresistas (lo que parece excluir a las modalidades asociativas propias de otros medios sociopolíticos), presencia institucional abertzale en Navarra y Álava, mayoría abertzale en Guipúzcoa y Vizcaya, etc. Todo un ambicioso programa que busca avanzar en el proceso hacia la autodeterminación, la territorialidad y la soberanía, empleando todo tipo de medios, salvo una inconveniente “lucha armada” que pudiera dar una excusa para el ejercicio del “derecho a veto” al Estado español.
En este contexto, aventuremos una hipótesis acerca de la naturaleza de Aralar.
Batasuna llevó a su ámbito de trabajo, en su día, la radicalización que le impuso la dirección de ETA, lo que cerró la vía política institucional. Aralar sería la solución de recambio, nacida en el seno de la izquierda abertzale -aunque con tensiones e incomprensiones de muchos correligionarios- para superar esa crisis y, desde presupuestos parcialmente nuevos en sintonía con los movimientos de renovación de la izquierda internacional, retomar la vía política; con la pretensión de dar la batalla por el liderazgo y relanzamiento del nacionalismo vasco en Navarra y condicionar el plan Ibarretxe. Y todo ello sin excluir pactos con las izquierdas estatales en Navarra (siguiendo el “modelo catalán”).
Por todo ello, más allá de las palabras amables políticamente correctas, y de un barniz de discurso utópico y progresista, su programa encierra una carga de fondo –la de la ideología nacionalista- que puede afectar profundamente a la convivencia navarra.

 

 

Páginas para el mes, Nº 75, marzo de 2004

 

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