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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Una valoración de urgencia de los resultados electorales del 25 de mayo: ¿todos contentos?

Una vez conocidos los principales resultados de las elecciones celebradas en España, el pasado domingo 25 de mayo, se impone su valoración y unas reflexiones al respecto.

 

Los resultados y su valoración.

                Los resultados de las elecciones municipales, autonómicas y forales del 25 de mayo de 2003, han aportado datos relevantes, despejándolas de las numerosas incógnitas que las cargaban de interés.

                Primer dato a considerar: ha ganado en número de votos, aunque por un estrecho márgen, el PSOE.

                El Partido Popular se mantiene en Madrid, Castilla León, Murcia, Valencia y La Rioja. Recupera Baleares. Mejora resultados en zonas de Galicia, Canarias, Cataluña, Cantabria y Asturias.

                El PSOE avanza, pero muy lentamente. Mantiene sus feudos de Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha, aumentando su cantada ventaja sobre el PP en Aragón.

                Izquierda Unida avanza en buena parte del territorio nacional, aumentando globalmente su nivel de voto; alcanzando algunas de sus altas expectativas mediante cierta captación de voto joven. Merced a sus notables esfuerzos, ha sido capaz de rentabilizar electoralmente las movilizaciones sociales, capitalizadas en buena medida por esa formación, producidas en los meses anteriores. Por el contrario, no ha prosperado otra alternativa de la izquierda, es decir, la de los verdes de Mendiluce, pese a su oportunista “salida del armario” y el acoso sufrido por la izquierda del caviar.

En Cataluña, CiU mantiene buenos resultados, ERC crece considerablemente, el PSC es castigado en Barcelona (lo que debería hacer reflexionar a Maragall), y el PP de Piqué mejora resultados en algunas localidades (lo que no quiere decir que su liderazgo se afiance con ello).

                Veamos otras Comunidades. Canarias confirma el predominio de Coalición Canaria, con un creciente PP. Galicia contempla un importante ascenso del BNG. Aragón, además de la victoria del PSOE, es testigo de un auge importante de la nacionalista de izquierdas Chunta Aragonesista, castigando a un PP huérfano allí de líderes carismáticos. Baleares castiga al pacto progresista “a la contra”, dando la mayoría absoluta al PP.

                En el País Vasco, la coalición PNV/EA suma un porcentaje muy importante del antiguo voto de HB, especialmente en Vizcaya, frustrando en Bilbao las altas aspiraciones de los partidos constitucionalistas. El PSOE y el PP mejoran levemente resultados, triunfando en San Sebastián y Vitoria, respectivamente. Batasuna mantiene, por la vía del voto nulo, un importante porcentaje de apoyos, superior al 50% del obtenido en otros comicios, particularmente en Guipúzcoa, lo que le proporciona argumentos para el mantenimiento de sus posiciones.

                En Navarra, en contra de las previsiones, UPN mejora resultados, sin alcanzar la mayoría absoluta. El PSOE mantiene su bajo nivel de voto.

                Los partidos que podríamos instalar, gráficamente, “en la estela de Le Pen”, han presentado escasas listas en localidades muy concretas, demostrando su mínima implantación. Tales concebían estas elecciones a modo de laboratorio para, de ser propicias aunque en pequeña cuota, utilizarlas como trampolín. Sus resultados han sido irrelevantes.

                El populista GIL pierde dos tercios de votos y representación, salvo en Marbella.

                Familia y Vida no alcanza su difícil pretensión de convertirse en partido bisagra en Madrid, obteniendo una pequeña cosecha de votos de singular alcance estratégico en esa Comunidad.

                Cinco grandes ciudades eran especialmente relevantes en lo que respecto a los resultados municipales. Madrid ha dado la victoria al candidato Alberto Ruiz Gallardón. Barcelona ha castigado al PSC. Bilbao sigue en manos nacionalistas. Zaragoza da la espalda al PP y se entrega al exministro Belloch. Valencia ratifica las previsiones de las encuestas otorgando la mayoría absoluta al PP.

 

Algunas reflexiones.

                Las previsiones estadísticas y los escrutinios a pie de urna, en esta ocasión, se han aproximado notablemente a la realidad.

                No se ha producido el “vuelco” de votos augurado por algunos, salvo en la comunidad de Aragón a causa del impacto del Plan hidrológico Nacional.

                El electorado permanece notablemente fijado.

¿Dónde ha ido el voto joven, casi dos millones de nuevos votantes? Una cuestión que deberá estudiarse pero que no parece proporcione sorpresas relevantes. 

El Partido Popular ha sufrido cierto desgaste, producido por la embestida del “Prestige” y por las consecuencias del posicionamiento del Gobierno en la guerra de Irak; aunque en menor grado de lo previsto. En este contexto, Aznar podrá gestionar su sucesión según sus particulares previsiones, aunque tal vez en esa secreta lista se cuele, con muchas posibilidades, Alberto Ruiz Gallardón, líder carismático que ha cosechado uno de los mayores éxitos para el PP en estas elecciones, cuyo fondo doctrinal se desconoce...

El ascenso electoral del PSOE confirma el liderazgo de José Luis Rodríguez Zapatero. No obstante, para “tocar poder”, el partido queda en manos de algunas fuerzas nacionalistas de voluntad rupturista: ERC, BNG y CHA. Además, ¿cómo coaligarse a nivel nacional con Izquierda Unida, cuando esta formación en el País Vasco prefiere al PNV?

En el País Vasco, las cosas siguen igual. La sociedad vasca deberá hacer frente a una sucesión de citas vitales: presentación del Plan Ibarretxe en su nueva versión, posible adelanto de las elecciones autonómicas (tal vez se descarte esta posibilidad, pues el avance electoral del PNV/EA no ha sido tan significativo, al haber conseguido nuevos apoyos únicamente entre el electorado radical), sustitución de Arzalluz al frente del PNV y, por último, probable consulta en clave soberanista. Apenas ha habido cambios significativos entre los dos bloques. Se han producido, eso sí, transferencias de votos en el seno de cada uno de ellos, con una especial trascendencia dentro del campo nacionalista. En definitiva: la fractura social persiste. Y lo que es más grave, la estrategia soberanista de Ibarretxe seguirá adelante, frente a esa otra media sociedad vasca. En estas circunstancias, PSOE y PP carecen de otra alternativa real que no sea la de resistir, salvo un cambio inesperado en el rumbo del PNV. No parece fácil se puedan tender puentes entre ambos sectores. Sólo una realidad transversal podría hacerlo: la Iglesia, siempre que no actúe desde equidistancias sangrantes, fruto de fríos cálculos estratégicos.

                En Navarra también era mucho lo que se jugaba UPN, de no haber conseguido mayoría absoluta en número de escaños, corría el riesgo de perder el Gobierno frente a una coalición “a la contra”. Los sorpendentes resultados de su antigua escisión, 4 escaños alcanzados por CDN, le socorrerán alcanzando así una clara mayoría absoluta en el Parlamento, más cuando Alli ya ha anunciado que jamás se coaligará con partidos soberanistas. A destacar el voto alcanzado por Aralar, recogiendo otros 4 escaños, en buena medida gracias a esa casi mitad de antiguos electores de Batasuna que han optado por el voto útil. El PSOE navarro no remonta, manteniendo a duras penas sus ya bajos resultados, lo que puede suponer el inicio de una reordenación del espacio de la izquierda en Navarra, liderada tal vez por Aralar, cuyos efectos, a medio plazo, podrían distorsionar el actual marco de convivencia.

 

Elecciones y catolicismo social.

                El electorado católico ha sufrido un revulsivo. Por una parte, la invocación al “mal menor”, al “bien posible”, o a la “permeabilidad” de los distintos partidos a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, ha protagonizado buena parte de las reflexiones realizadas en ese sector. Por otra, la concurrencia a los comicios, aunque de forma muy restringida, de una formación que se identificaba plenamente con algunos de los principios de la DSI, los de la familia y la vida, ha generado un necesario debate –aunque en ambientes muy restringidos- acerca de la legitimidad de las diversas opciones políticas para los católicos; en el que deberá profundizarse y cuyas conclusiones podrían sentar las bases de una nueva forma de presencia católica en política.

No obstante, la escasa cosecha electoral de Familia y Vida no le priva de trascendencia al fenómeno y plantea serios interrogantes: ¿existe un voto católico? ¿cuál es la salud del pueblo católico? En este contexto de debate interno del catolicismo social, el Partido Popular, que en la campaña ha intentado mantener al electorado de esta procedencia con sus promesas de última hora en torno a la familia, deberá acreditar con hechos sus intenciones, dando cancha a distintas aplicaciones del principio de subsidiariedad, si quiere evitar que la fractura existente con este sector se ensanche en el futuro.

En cualquier caso, la tan aireada transversalidad de los políticos católicos debe pasar, de ser una bonita declaración de principios, a eficaz instrumento de uso, en diálogo con su pueblo y sus pastores. Pueblo católico, movimientos eclesiales, pastores, políticos, plataformas transversales… deberán dialogar entre sí, confluyendo en la misma dirección; todos ellos con la legítima pretensión de que la Iglesia aporte su potencialidad de regeneración, también a la vida pública, desde su siempre novedosa compañía humana.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 69, mayo de 2003

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