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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

¿Crisis en el nacionalismo vasco?

El nacionalismo vasco muestra algunas fisuras ante las próximas elecciones municipales y forales del 25 de mayo de 2003, circunstancia a la que se suma el último comunicado hecho público por ETA, el pasado día 5 de diciembre, en el que ataca ferozmente al PNV. ¿Se trata de divergencias meramente circunstanciales o cuestionan el actual rumbo estratégico del conjunto del nacionalismo vasco?

 

El nacionalismo vasco está viviendo un auténtico terremoto político causado por dos circunstancias: la ruptura de las negociaciones celebradas entre PNV y EA de cara a una posible coalición, ante las elecciones municipales y forales del 25 de mayo, y el contenido del último comunicado hecho público por la organización terrorista ETA.

 

La ruptura PNV – EA.

En la tarde del pasado 11 de noviembre se escenificó, con diversas excusas, la ruptura de las negociaciones mantenidas entre PNV y EA, en las que ambos intentaban formalizar una coalición ante el próximo reto electoral.

Es posible que pesara, particularmente, el miedo de Eusko Alkartasuna de ser engullido por el PNV, partido del que procede y que disfruta de un peso político y social notablemente superior, así como cierta inflexibilidad del PNV al pretender un acuerdo más amplio que el propuesto por sus socios del gobierno vasco. También podía adivinarse la sombra de Aralar, la nueva formación procedente de la izquierda abertzale, a la que también miran con buenos ojos los demás integrantes del llamado Foro de Bayona (Zutik y Batzarre, los restos de las antiguas LCR y MCE, que mantienen cierta implantación en el País Vasco y Navarra, respectivamente).

Aralar, por su parte, busca la consolidación de un espacio político propio, lo que explica su convocatoria de una marcha, inicialmente prevista para el domingo 22 de diciembre en San Sebastián, casualmente coincidente en fecha con la organizada en Bilbao por el Lehendakari Ibarretxe; y que finalmente ha aplazado hasta el día 4 de enero de 2003. El rechazo de Aralar a participar en la citada convocatoria del Lehendakari, realizada bajo el lema de “ETA kanpora” (ETA fuera), no le ha ahorrado graves críticas emitidas por antiguos correligionarios; en esta ocasión, en labios de Arnaldo Otegui. No podía esperarse otra cosa de quiénes consideran que dividir a la izquierda abertzale es una falta injustificable. Con todo, Patxi Zabaleta, principal dirigente de Aralar, ha participado, portando la pancarta con la que se iniciaba, el domingo 22 de diciembre, en la marcha realizada en Pamplona, en favor de la excarcelación del preso de ETA Bautista Barandalla; al parecer, gravemente enfermo. Que participara en esa marcha de Pamplona y no en la de Bilbao, pese a las críticas recibidas, es una muestra más de la complejidad en la que se mueve esta nueva agrupación.

Con todo, la gran incógnita sigue siendo el futuro de Batasuna y su repercusión electoral. ¿Qué pasará con sus votos?

Las encuestas adivinan cierto cansancio entre su electorado, que podría buscar, al menos una parte del mismo, nuevos amarres electorales, tal como lo hizo en las últimas elecciones vascas. Pero tengamos en cuenta que el espacio social de Batasuna no coincide con su electorado. Aunque no logre superar las dificultades que se le están presentando en el plano puramente político, y que previsiblemente impedirán su presencia en las citadas elecciones, su movimiento social sigue casi intacto.

Son varios los interesados en la captación del voto radical: todas las fuerzas políticas nacionalistas buscan beneficiarse, en mayor o menor medida, de la bolsa de Batasuna. Por ello es importante observar la evolución de los acontecimientos, los posicionamientos futuros de los líderes de Batasuna y, ante todo, la postura de ETA, que buscará algún tipo de beneficio a cambio: una aceleración en los plazos del Plan Ibarretxe, una mayor resistencia de las diversas instituciones vascas en contra de la deslegalización de su brazo político, una disminución de la presión de la Ertzaintza…

 

El último comunicado de ETA.

La organización terrorista ETA, con su último comunicado hecho público a través del diario Gara el pasado día 5 de diciembre, ya se ha manifestado en buena medida, aunque quedan muchos interrogantes por resolver. Han rechazado contundentemente el Plan Ibarretxe, acusándolo de pretender una nuevo estatuto, con el objetivo de deshacer a la izquierda abertzale y conseguir una situación de mayor comodidad para el País Vasco en España; por lo que no dudan en calificar a Ibarretxe de traidor y otros gruesos epítetos. Bajo la expresión de “libre voluntad”, no se ocultaría otra cosa, en palabras textuales, que “mantener las poltronas de los del PNV, proteger su dinero y negocios, asegurarles su cómoda forma de vida. ¿Quién pagará esa factura? Los de siempre. Como siempre. El pueblo”. Igualmente le acusan de emplear a la Ertzaintza en contra de los ciudadanos vascos.

No podemos olvidar que, desde algún ambiente próximo al PNV, se había sugerido la existencia de una tregua tácita de ETA. En su comunicado lo han desmentido radicalmente, acompañando como prueba la reivindicación del atentado con explosivos, recientemente realizado, contra una conservera en Azagra (Navarra). Este atentado parecía evidenciar una gran debilidad en su capacidad operativa, lo que podría explicarse por las seguras dificultades en que se encontraría la organización terrorista ante la avalancha que viene sufriendo: éxitos policiales, proximidad de la deslegalización de Batasuna, clausura de sedes, cerco financiero, colaboración judicial y policial francesa y de otros países (Méjico, Argentina, Venezuela), medidas judiciales contra diversos frentes de ETA, etc. En cualquier caso, sea fruto de una extrema debilidad, o de no querer ir mas allá (para no hundir el Plan Ibarretxe, anteriormente), ETA sigue manifestando su voluntad de constituir la vanguardia del nacionalismo vasco; lo que sin duda pone en relieve la competición en que se encuentra enzarzada con el PNV. El atentado del 17 de diciembre, que costó la vida del joven guardia civil Antonio Molina en Collado Villalba (Madrid) y que evitó una casi segura ulterior explosión terrorista, de consecuencias insospechadas, acredita esta tesis; al igual que la reciente caída de dos de sus comandos, en el sur de Francia, cuyo objetivo era desarrollar en España una campaña de atentados.

                El comunicado, en definitiva, constituye uno de los mayores ataques dialécticos realizados por ETA contra el PNV, poniendo de relieve la disparidad existente entre sus respectivas opciones tácticas: tanto en calendario como en medios a emplear. El gradualismo del PNV choca frontalmente con la impaciencia de ETA que, además, teme ser desplazada de su ámbito de influencia por la nueva orientación de un PNV que, aunque lo niegue, mantiene una táctica que pasa por la captación y disposición de una importante bolsa electoral procedente de la izquierda abertzale; lo que, en estas circunstancias de intenso acoso, ETA encuentra particularmente irritante.

 

La primacía de los intereses de partido.

La situación interna del nacionalismo vasco es compleja. Cada partido mira por sus intereses electorales y pretende mantener o mejorar su posición por lo que pueda venir. Por ello, bien puede afirmarse que, por encima de tácticas a medio y largo plazo, están prevaleciendo los intereses particulares de cada partido. El Plan Ibarretxe, que intenta responder a las expectativas electorales logradas con su éxito del 13 de mayo de 2001, se habría beneficiado de la sólida coalición electoral de PNV-EA, reduciendo, además, el margen de maniobra de Aralar como fuerza emergente. Esta incongruencia podría perjudicarles; lo que no debe pasar desapercibido a los partidos constitucionalistas, especialmente al Partido Popular.  Por lo que respecta a los socialistas, las posturas de Odon Elorza y de las Juventudes Socialistas de Euskadi, en favor de una consulta popular y del acercamiento de los presos de ETA, no les favorecerá ni en la claridad de su mensaje electoral ni en las consiguientes expectativas de voto.

El objetivo que se ha marcado Ibarretxe y el resto de la dirección jelkide es, cuanto menos, consolidar la bolsa de votos procedente de Batasuna y, si es posible, ensancharla. Igualmente, en aras de la viabilidad del Plan, aspiran a que la suma de votos de todas las fuerzas nacionalistas alcance una mayoría relativa que implique, al menos, cierto avance social estadísticamente relevante.

En las próximas elecciones, en la perspectiva del Plan Ibarretxe, donde se juega especialmente su futuro es en Alava, que tiene la llave de los movimientos futuros de los estrategas soberanistas, por la importancia del principio de la “integridad territorial”. Un nuevo éxito de los partidos constitucionalistas en esta provincia constituiría un serio revés para el Lehendakari.

De todas formas, estamos en diciembre y, todavía, puede producirse algún movimiento sorpresa que rompa las actuales expectativas electorales.

                En resumen: casi todo sigue igual. Esas fisuras del mundo nacionalista indican la primacía de puntuales intereses de partido por encima de las expectativas soberanistas a medio plazo. Por eso, la crisis debe analizarse en esos dos ámbitos: el de las relaciones entre el PNV y EA, por una parte, y las del anterior bloque con ETA y su entorno, por otro. La línea estratégica nacionalista, en definitiva, sigue moviéndose por los mismos parámetros. En este contexto, las retóricas manifestaciones del PNV frente a ETA, que han logrado arrastrar al PSE-PSOE en la marcha del domingo 22 de diciembre en Bilbao, responden a una precisa táctica que pretende ganar respetabilidad internacional, consolidar el apoyo de las restantes fuerzas nacionalistas presentes en España y tender puentes hacia el PSE-PSOE. Pero también es expresión de la competición intranacionalista por el control del conjunto, del ritmo y de los objetivos del actual proceso soberanista.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 64, diciembre de 2002

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