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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Los democristianos españoles en la oposición al franquismo. Un libro esclarecedor de Donato Barba.

      Un episodio histórico que, por el fracaso político de sus protagonistas, lleva el camino de diluirse y de desaparecer de la memoria colectiva, es el protagonizado por los democristianos españoles opositores al franquismo. Un libro lo rescata del olvido. Algunas enseñanzas de una frustrada experiencia política.

 

Introducción.
“Pocos, poderosos, traidores”. Con esos crueles adjetivos calificaba, presuntamente, un alto cargo del Partido Popular a sus correligionarios democristianos, en un artículo publicado en “El País” en el que se estudiaba el proyecto de fusión de la mayoría de las Fundaciones del entorno de ese partido en una única dirigida –o al menos controlada- por el propio José María Aznar.
Esos mismos adjetivos podrían resumir, también de forma un poco cruel, las impresiones causadas por la lectura –rápida y superficial- del libro “La oposición durante el franquismo/1. La Democracia Cristiana. 1936 – 1977”, de Donato Barba (Ediciones Encuentro. Con prólogo de Javier Tusell y presentación a cargo de José Andrés Gallego. 302 páginas. Madrid 2001. www.ediciones-encuentro.es).
Pero, realmente, el libro aporta mucho más de lo que esas primeras impresiones transmiten. El autor, formado en la UNED, realiza interesantes aportaciones que no deben ignorarse y que pueden ser motivo de reflexión hoy día.
Hay que partir de una premisa. La clandestinidad, incluso en el supuesto de que no sea implacable y continua, no permite agregaciones humanas numerosas, favoreciendo, al contrario, fenómenos chocantes como la incorporación de personalidades excéntricas y su desarrollo en minoritarios círculos.

 

El libro de Donato Barba.
                Sin duda, en el franquismo, actuaron otros políticos, de convicciones que podríamos calificar genéricamente como democristianas, que no compartieron la estrategia de los que sí se situaron en clara oposición al “régimen”. Este libro se centra en quienes optaron, de forma decidida, por la lucha en favor de la instauración de un régimen democrático “a lo occidental”: pluralista en su entender liberal.
                Este movimiento opositor, semitolerado en buena medida, giró en torno a dos personalidades históricas cuya mayor relevancia la protagonizaron, años atrás, en la fenecida segunda república: José María Gil Robles (y su Democracia Social Cristiana, posteriormente Federación Popular Democrática) y Manuel Giménez Fernández (con Izquierda Demócrata Cristiana, devenida en Izquierda Democrática). Una vez fallecido quien fuera ministro de agricultura en 1934 por la CEDA, Giménez Fernández, su partido se acogió al paraguas protector y carismático de Joaquín Ruiz Giménez.
                El libro describe magníficamente la vida interna y externa de ambos partidos políticos (por llamarlos de alguna manera): desde su nacimiento y desarrollo hasta  su desaparición.
                Con una cuidada y dinámica prosa, el autor se centra, especialmente, en las reuniones de carácter interno de cada uno de esos grupos y en sus contactos con las organizaciones internacionales democristianas; estudiando para ello los aspectos más relevantes de las correspondencias personales consultadas, prensa nacional e internacional de la época y la escasa documentación generada por ambos grupos.
                Las aparentemente inexistentes relaciones formales con la jerarquía de la Iglesia católica, el impacto del Vaticano II, las problemáticas y cambiantes relaciones de Gil Robles con Don Juan, el timorato comportamiento de Giménez Fernández, el relativo confusionismo ideológico de Ruiz Giménez, las relaciones internacionales de ambos grupos; todo ello es narrado sin disimulo ni velo alguno.

 

Algunas conclusiones.
                Intentaremos, a continuación, extraer algunas conclusiones y reflexiones que puedan derivarse de su lectura.
1º. Ambos grupos políticos democristianos estuvieron determinados, en gran medida, por las personalidades de sus fundadores, tanto a nivel táctico y de organización, como a nivel ideológico (accidentalidad de la forma de gobierno, relaciones con otros partidos democráticos y con los restantes grupos democristianos, etc.). También fueron determinantes las figuras de sus secretarios generales, en varios casos de ellos, en abierta discrepancia y ruptura con sus presidentes respectivos; lo que derivó en diversas escisiones.
2º. Se trató, en todo caso, de experiencias muy minoritarias. En contraste con ello, encontramos en sus filas a algunos de los principales protagonistas de la transición democrática, buena parte de los cuáles desembarcaron en Unión de Centro Democrático. También encontramos a otros, también significativos, en el PSOE. El número de adheridos a sus partidos políticos no era una obsesión para sus dirigentes; convencidos como estaban de que llegado el momento, ya en una situación de normalidad democrática, o de clara transición hacia ella, se produciría un ingreso masivo de nuevos afiliados, en ambos grupos, procedentes de los movimientos apostólicos de laicos de la Iglesia católica.
3º. El “humus” humano y educativo del que nacen es la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. No se trata, pues, de una realidad que surgiera de la nada; por el contrario, se genera en un medio muy concreto en el que la vocación política se cultivaba, expresamente, al servicio de un pueblo católico que precisaba de políticos que lo representaran y lideraran de forma coherente, conforme los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.
4ª. El papel de la jerarquía católica es determinante en el nacimiento, impulso y desarrollo de un partido político inspirado en los valores cristianos. En esos concretos momentos históricos, ese apoyo no se produjo: ni durante el franquismo, ni a lo largo de la transición. Sus efectos fueron evidentes: desaparición de los partidos democristianos (salvo PNV y UDC, con las matizaciones que ambos casos requieren).
                Tales conclusiones pueden ser motivo de reflexión, hoy día, para los católicos interesados –o implicados- en la vida pública española y en la política activa.

 

El grupo Tácito.
                El libro también dedica un importante espacio al colectivo Tácito, que agrupó a importantes personalidades democristianas, fundamentalmente aunque no forma exclusiva, y que jugaron con sus escritos y su implicación personal un papel esclarecedor en el diseño de la transición.
                En un lugar determinado del libro se afirma que las ideas de este grupo llegaron a prevalecer en la transición. Pero, en contraste con ello, aunque fuera cierto, es evidente que no ocurrió así en los años posteriores. La España de los socialistas ayer, y la de los “populares” hoy, difícilmente puede reconocerse en el proyecto democristiano: libertad religiosa y de educación, aplicación del principio de subsidiariedad, justicia social, defensa de la vida, apoyo a la familia, etc.).
                Hemos visto que ambos partidos, y el propio grupo Tácito, nacen y se alimentan de un entorno social muy determinado: la ya citada Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Ello nos demuestra, una vez más, que toda acción política de los católicos debe partir de un pueblo que le impulse, con el que se reconozca, en diálogo permanente con el mismo, y con el apoyo (por lo menos sin su oposición) de la jerarquía. Ese fue, precisamente, el precioso papel que jugó durante décadas dicha asociación.
                En definitiva: sus ideas triunfaron en la transición, para ser desbordadas en los años posteriores, siendo este fenómeno paralelo (y tal vez una consecuencia) de su incapacidad para crear una alternativa unitaria y nacional democristiana que proporcionara rostro a un porcentaje importante de la sociedad española que así lo demandaba.
                En esta paradoja histórica se concreta el fracaso político de los democristianos españoles.

 

Arbil, anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 49, septiembre de 2001

Revista de historia contemporánea Aportes, Nº 46, 2/2001.

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