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Crónicas navarras de Fernando José Vaquero Oroquieta

Persona, Sociedad, Estado: actualidad y pertinencia del principio de subsidiariedad.

Crónica de una mesa redonda, celebrada en Pamplona, en torno a uno de los presupuestos teóricos de la acción social y pública del catolicismo. Reflexiones a partir del estudio de un libro de Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación.

 

Mesa redonda en Pamplona.

 

Organizada por Auzolan de iniciativas culturales, se celebró el pasado jueves 7 de marzo, en la sala de conferencias de Pamplona de Caja Navarra, una mesa redonda bajo el lema: “Persona, Sociedad, Estado: actualidad y pertinencia del principio de subsidiariedad”.
                Aclaremos, en primer lugar, el sentido de la palabra euskérica auzolan. Significa, aproximadamente, “trabajo común”. Bajo este término, en el campo navarro, durante siglos, como expresión de la solidaridad popular nacida de la común pertenencia a la Iglesia, se han realizado múltiples trabajos y construcciones. En particular, muchos cientos de iglesias rurales así se edificaron. Todavía hoy, en los despoblados pueblos navarros, bajo esa consigna se limpian calles, se restauran iglesias, se construyen centros de reunión. Al igual que ha ocurrido con tantas palabras, la izquierda aberzale ha intentado apropiársela; incluso una de sus formaciones, hace ya casi 20 años, la adoptó como nombre. En esta ocasión, un grupo de navarros del movimiento eclesial Comunión y Liberación, entre los que se encuentra este articulista, se han acogido bajo su significado originario para, recuperándolo, realizar algunas actividades públicas de propuesta cultural católica.
                De la breve historia de Auzolan, recordaremos aquí, gratamente, la realización de una exposición sobre los orígenes del cristianismo a la que acudieron más de 2.000 personas (“De la tierra a las gentes”) y una conferencia, organizada junto al Ateneo Navarro, de Pío Moa, quién disertó sobre la revolución de Asturias de 1934 y los orígenes de la guerra civil.
                La propuesta de la mesa redonda, que origina esta crónica, nació de la necesidad de profundizar y buscar el sentido práctico a uno de los últimos textos del fundador del movimiento Comunión y Liberación, Luigi Giussani: El yo, el poder, las obras.

 

“El yo, el poder, las obras”.
                Editado por Encuentro (Madrid, 2001, www.edicionesencuentro.es), el texto parte de la siguiente afirmación recogida en su página 7: “El cristianismo no surgió como una religión, sino como un potente amor al ser humano, a la persona concreta”. El libro, por ello, testimonia la operatividad del cristianismo, hoy día, en su capacidad de abrazar la totalidad de la humanidad. Es, fundamentalmente, una recopilación de intervenciones públicas dirigidas, en muchas ocasiones, a personas ajenas al movimiento por él fundado.
                Está estructurado en 4 bloques, más un apéndice de entrevistas y artículos ya publicados en diversos medios. Veámoslos.
                El poder. A partir del impacto del “efecto Chernobyl” en los jóvenes (la influencia del poder sobre las conciencias), propone un camino para el reencuentro de la propia persona: un itinerario plenamente racional, correspondiente al corazón del hombre.
                El trabajo. Aquí es entendido como necesidad y expresión, por tanto, del sentido religioso, y como el principio, tal vez, de un cambio en la sociedad.
                Las obras. A partir de su página 123, se recoge el texto “Frente a la necesidad, una propuesta positiva”, de especial interés. Las obras se proponen como una concreción de la racionalidad de la hipótesis cristiana, en su correspondencia con el deseo del hombre.
                La política. A juicio del autor, el poder moderno tiende a controlar y dirigir los deseos del hombre, reduciéndole y manipulándole. Frente a la “gran homologación”, en palabras de Pasolini, la política debe favorecer una cultura de la responsabilidad, favoreciendo la construcción de sujetos sociales, primando la sociedad frente al Estado, orientado éste último por tanto al servicio de la sociedad y el bien común.
 
La mesa redonda.
                El acto se celebró a las 20’15 horas conforme lo previsto.
Con una asistencia de público cifrada en algo más de 60 personas; el acto se difundió mediante un anuncio de pago de 4 módulos en “Diario de Navarra” y se remitieron comunicados a los diversos medios de comunicación aquí presentes. Se repartieron 300 invitaciones, remitiéndose varias decenas más vía e-mail. Igualmente, se insertó la convocatoria en dos foros de internet: “Tomás Moro” y “Libertad ya”. E-cristians también informó, por e-mail, de la celebración del acto, especificando que no lo organizaba pero que lo consideraba de interés. Un apoyo que agradecemos especialmente.
                Según lo anunciado, como ponentes participaron tres personas elegidas en función de su específica relación con la realidad social: el político José Iribas Sánchez de Boado (Senador de Unión del Pueblo Navarro, abogado, padre de familia numerosa, exalcalde de Tafalla), José Miguel Oriol López-Montenegro (Presidente y Fundador de Ediciones Encuentro y Presidente de la Compañía de las Obras de España, uno de los rostros más conocidos de Comunión y Liberación) y, por último, Andrés Jiménez Abad (filósofo y pedagogo, catedrático de Instituto, Jefe del Servicio de Atención a la Diversidad, del Departamento de Educación del Gobierno de Navarra). El moderador fue José Joaquín Garralda Guillén, arquitecto y cofundador de Auzolan.

 

El filósofo.
                Inició el acto José Joaquín Garralda Guillén haciéndose dos preguntas: si las administraciones públicas son las únicas responsables en la construcción de la persona y qué otros protagonistas pueden participar en la misma. Añadió una tercera, dirigida expresamente a Andrés Jiménez Abad, en su calidad de filósofo: ¿cómo está presente el yo en todo lo que hace, trabajo, afectos, etc.?
                D. Andrés inició su intervención apelando a la experiencia y al sentido común. Es posible, a su juicio, que el yo sea protagonista en todos los órdenes en que se integra (trabajo, familia, educación) y desde los cuales desarrolla creativamente su existencia, pero es muy difícil a causa del grave riesgo de despersonalización, consistente en el desconocimiento de uno mismo y, por tanto, también del otro, relativo siempre según intereses parciales.
Si la educación consiste en un esfuerzo que persigue la capacitación de la persona, para que decida por sí misma y con libertad, la tendencia predominante hoy día es, por el contrario, actuar conforme al “me gusta o no” o “me apetece o no”.
                Denunció la existencia de una serie de potentes fuentes de criterios operativos, que producen el efecto de trivializar la vida, siendo ejemplo y prueba de ello la capacidad de modelar comportamientos desde la publicidad, con la consecuencia insospechada de suprimir la libertad de la persona. Sin embargo, esa cesión a los indicativos publicitarios es cómoda, ese “dejarse llevar” evita una fatiga a corto plazo aunque, a la larga, devenga en pesimismo y desengaño. La experiencia nos dice que el mayor enemigo de la libertad está en cada uno de nosotros, acarreando cansancio: en consecuencia, es más fácil ser esclavo que ser libre. Además, para el poder dominante, ¿en que se concreta la libertad?: en el poder adquisitivo. Esto se materializa en una forma práctica de “religión”, con su liturgia y sus espacios, que se resume en dos mandamientos: “te amarás a ti mismo por encima de todo y al dinero como a ti mismo”. Simbólicamente, esta nueva religión tiene sus exponentes en los grandes edificios, centros de decisión, de las modernas urbes; por ello el “11 S” ha tocado la conciencia de tantas personas, al afectar a las fibras más íntimas de las conciencias, generando una inimaginable crisis.
                En este contexto echamos la culpa, a los responsables políticos, de lo que no nos satisface a nosotros mismos. Además, otro planteamiento es el siguiente: “Tendrían que promover, que resolver…” Pero y ¿yo? Nos hemos acostumbrado a que se nos dé todo hecho desde las administraciones públicas.
                A su juicio las administraciones podrían ser buenas directoras de orquesta, pero con unos buenos músicos.
                No tenemos juicios con los que afrontar las diversas circunstancias de la vida: la educación de los hijos, por ejemplo, no teniendo nada que ofrecerles.
                Concluyó con una pregunta que todos debemos hacernos: “¿qué está esperando la vida de mí?”. Sin ello no habrá un porqué para el cómo. Y no habrá un yo.

 

El empresario y activista católico.
El moderador explicó brevemente, a continuación, la realidad de la Compañía de las Obras en España, para dar la palabra, inmediatamente, a José Miguel Oriol mediante la pregunta: ¿qué es el principio de subsidiariedad?.
                El Presidente de esta entidad considera que en el título del libro, “El yo, el poder, las obras” se expresa la cuestión central de la sociedad. El punto de partida es el yo. Un yo con un deseo que no se colma nunca y que es realmente asombroso por nuestra capacidad de infinito.
                Afirmó que este principio hace 15 años estaba casi absolutamente desterrado de la política, la cultura y los Seminarios; por el contrario, ahora, es uno de los ejes centrales de la construcción europea, concebido también como principio regulador del derecho europeo. Y en esta recuperación no es ajeno el esfuerzo de Juan Pablo II a lo largo de todos estos años.
                Su sentido último es el de la primacía de la persona en una sociedad rectamente ordenada: no es el hombre el que está al servicio de las instituciones políticas y administrativas, sino al revés.
                Aunque ya habló de este principio Pío IX y León XIII con la Rerum novarum, es en 1931 cuando Pío XI lo formula de forma sistemática, precisamente con ocasión del ascenso del comunismo y de los fascismos. Ello demuestra que, aunque suene a algo “prehistórico”, la Doctrina Social de la Iglesia es algo vivo, en constante elaboración, y propia del hoy. Hasta tal punto es así que la atención a la persona se ha hecho presente en la Historia por la acción del cristianismo, aunque sea, en muchos casos, en su versión secularizada.
                La aplicación del principio de subsidiariedad, recuerda, pretende proteger a la persona humana, a las comunidades locales y a los grupos intermedios, del peligro de perder su legítima autonomía.
                La otra vertiente de este principio es el de la solidaridad, consecuencia también de esta concepción trascendente de la persona, exclusividad de las sociedades originalmente cristianas.
                Como realidades y ejemplos concretos, de la Doctrina Social católica, apela a la experiencia del “bono escolar”, como una fórmula que facilita el acceso a una enseñanza de calidad sin importar la procedencia social. Otra experiencia derivada de los mismos principios es el “bono sanitario” que se está implantando, informó, en Lombardía, región italiana que junto a la de Baviera son locomotoras de la creatividad y el desarrollo en Europa (alimentadas en buena medida por la Doctrina Social católica).
                En su intervención llegó a afirmar que la Compañía de las Obras en Italia (entidad social católica que agrupa a 20.000 empresas, ONGs, asociaciones de todo tipo con y sin ánimo de lucro) está cumpliendo la misión histórica de reconstrucción de un tejido social de inspiración católica. Y ello es así hasta el punto de ser determinante en el ejercicio del poder en Lombardía, siendo otra creación viva del pensamiento cristiano; plenamente éste correspondiente con los deseos constitutivos del hombre.

 

El político.
                El senador José Iribas respondió, desde su experiencia y convicciones, a la pregunta del moderador sobre si el Estado puede reducirse a favor de la sociedad.
                Consideró fundamental que el valor de la persona en sí -por lo que es y no por lo que tiene- es lo primero a tener en cuenta en la edificación social y en el quehacer político, de lo que se deriva que todas las demás entidades deben estar a su servicio. Se deduce de lo anterior que el estado es un medio, no un fin, cuyos objetivos son el bien social y la convivencia.
                La persona se constituye, por tanto, en el motor de un desarrollo plenamente humano. Pero precisa de una condición previa: la libertad cuyo ejercicio deben garantizar quiénes tienen la responsabilidad de dirigir la sociedad de forma justa y ordenada.
                Según su experiencia, las personas se siguen preguntando por lo verdaderamente importante. “El hombre quiere zambullirse en las profundidades de los valores que lo hacen mejor”.
                Estamos en una crisis, evidentemente, de la que podemos salir mejores, ayudándonos en esta catarsis. Esta crisis acarrea un derrumbe de valores en la sociedad, generando el “hombre light”: atado desde su interior, desorientado.
                Se ha generalizado, en este contexto, un grave equívoco: la confusión de la tolerancia con la indiferencia. De ahí que, por ejemplo, alguno de sus efectos prácticos en la política sea el primar el corto plazo, por entenderse como más “rentable”.
                Buscamos soluciones, ante cualquier dificultad, en forma de “píldoras”, expresión del materialismo y consumismo vigentes, verifica.
                Asegura que existe una voluntad consciente manipuladora de las tendencias sociales y culturales, reflejado, por ejemplo, en el reciente debate social abierto sobre las propuestas de adopción de niños por “parejas” homosexuales. Destacando la anécdota, margina la principal realidad constructora de la sociedad: la familia compuesta por hombre y mujer que educan unos hijos, edificando, por tanto, el tejido social.
                Y para recuperar la centralidad de la persona en el orden social, es necesaria una renovación de la conciencia de la ciudadanía.
                “La política es demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos”, nos recordó; por ello debemos participar en política, exigiendo más pan y menos circo.

 

Intervenciones del público.
                Ante la intervención de una asistente, Oriol aclaró que no asocia enseñanza de calidad con enseñanza privada; de lo que se trata es de facilitar el acceso a la enseñanza de calidad, ya sea ésta de iniciativa pública o privada.
Un joven tradicionalista desmintió que hace 15 años no se hablara de subsidiariedad: por su condición de carlista ha vivido en un medio familiarizado con ese concepto, mostrando su desacuerdo, además, con algunas expresiones de Oriol recogidas a su vez de documentos oficiales europeos en una formulación reductiva de dicho principio. El aludido le otorgó, parcialmente, la razón, afirmando que el principio de subsidiariedad tiene una doble formulación: la vertical (entendida como descentralización administrativa hacia las instancias más próximas al ciudadano y a la que se refería dicho documento) y la horizontal, la correspondiente al derecho de acción de los sujetos sociales.
Un conocido promotor navarro de múltiples iniciativas asociativas de origen católico, se dirigió a los asistentes con una rápida intervención de carácter práctico, proponiendo una batería de acciones necesarias y factibles a su juicio: en el plano religioso con una “Cátedra Juan Pablo II de pensamiento social cristiano”, en el plano pre-político (orientado a la promoción de la familia, la cultura, etc.) apoyando al próximo Congreso sobre la familia que se celebrará en Navarra y, por último, en el político, suscitando vocaciones de políticos católicos. Ante ello Iribas aseguró que son muchas las posibilidades de participación que no se aprovechan, por ejemplo a través de los medios de comunicación. Una invocación al compromiso que, lúcidamente resume el acto y que, esperamos, no caiga en saco roto.
La materialización de tales propuestas, así como las gestiones en orden a una Escuela de Doctrina Social en Pamplona por parte de otro de los amigos presentes, pueden ser un buen servicio a la Iglesia y la sociedad navarras.
De esta forma, el principio de subsidiariedad está más vigente que nunca, no tanto como hecho sino como exigencia de los ciudadanos para construir, en compañía de otros a través de las instituciones intermedias, una sociedad más humana en la que cada persona pueda reconocerse, respondiendo a su destino personal y común. Para los cristianos, esa creatividad nace de su pertenencia a la Iglesia de Cristo, lo que se plasma en obras en las que el hombre puede decir plenamente yo.

 

Arbil anotaciones de pensamiento y crítica, Nº 55, marzo de 2002

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